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FUCK ME | jikook por mrsswag9394

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¿D-daddy?
Visto a las 15:17



Bunny...
Estoy en el trabajo.
Visto a las 15:19




Pero te necesito...
Visto a las 15:22




Te necesito también, dulzura.
Visto a las 15:22




Ven a casa
Visto a las 15:24




No puedo...
Visto a las 15:25




Pero estoy duro...
Visto a las 15:26

 

Amor... no molestes a daddy
Visto a las 15:27






 

 

 

~~~•°~°•~~~

 

 

 

 

Un estresado Park Jimin se frotó las sienes mientras trataba de relajarse y olvidarse del chico con cabellos azabache.

 

Es que aquella conversación le había dejado inquieto. Pero sabía que su chico no haría nada sin su permiso, pues era muy obediente. Eso lo tranquilizaba un poco, porque realmente odiaba que su pequeño ángel se tocase para darse placer cuando él podía otorgárselo sin problema. Tenía muy bien educado al chiquillo, era él el que debía disciplinarse, ya que sin siquiera estar consciente, su mano bajó y acarició una creciente erección por encima de sus pantalones.

 

Le gustaba el pequeño, en demasía. Era todo lo que él había deseado junto en un menudo y pequeño cuerpecito pálido. Sus ojos eran profundamente negros y brillantes, llenos de una inocencia que ya no poseía pero que sin embargo seguía grabada a fuego en su mirada, haciendo temblar de ternura hasta al ser más fuerte; una nariz pequeña, no respingada pero sí alta; unos finos labios carmín que guardaban en ellos una infantil sonrisa que era adornada por unas navajas de porcelana en forma de dientes de conejito; cabellos finos y sedosos, de un negro irreal. Un cuerpo perfecto. Jeongguk era el tipo de niño frágil aparentemente y muy sumiso y obediente. De personalidad tan compleja, que Park Jimin aún no había podido descifrar en los cinco meses que lleva manteniendo esta extraña y recorcida relación con el pequeño. Quería hacerlo, quería explorar la cabecita del menor a profundidad porque realmente empezaba a sentir cosas por él. Y cómo no, si se trataba de una cajita llena de sorpresas.

 

Era precioso.

 

Un muñeco digno para presumir como suyo... pero no podía. Sería muy mal visto teniendo en cuenta muchos factores que iban en su contra y en contra de la sociedad moralista en la que vivían. Además de que no le pertenecía totalmente y no iba a poder hacerlo nunca.

 

Soltó un suspiro frustrado y, revolviendo sus cabellos castaños chocolate, se dirigió a una de las gavetas en donde guardaba el wiski y se sirvió un vaso.

 

El alcohol le quemó mientras se abría paso por su garganta.

 

 

 

Pensaba qué hacer.

 

 

 

Quería ir a tratar a su niño porque hacía días que no le atendía como era debido y porque le echaba de menos. Pero también tenía una esposa gruñona en casa que de seguro se enfadaría si llegaba tarde a la cena de hoy con los padres de ella.

 

No tardó mucho en tomar una decisión.

 

Su auto fue rumbo contrario a su hogar y hacia aquella otra dirección que conocía bien. Tenía una boba sonrisa estirando sus comisuras y sus manos temblaban un poco. Jeongguk le ponía nervioso.

 

Cuando al fin llegó. Parqueó el coche y miró alrededor, cerciorándose de que la madre de su bunny no estuviese. Una vez estuvo seguro, se colocó sus gafas negras y caminó a la puerta para tocar levemente.

 

Una cabellera negra se asomó entre las cortinas de las ventanas cerradas para mirar de quién se trataba y al notar que era él, esbozó una grande sonrisa. Pasaron un par de minutos y la puerta se abrió de par en par y se oyeron pisadas ligeras apresuradas alejándose.

 

El señor Park se adentró en la casa y cerró la puerta con cautela.

 

—¿Muñeco? —preguntó.

 

Al instante un tímido Jeongguk salió de su habitación con pequeños pasitos y se detuvo frente a él, con la vista gacha.

 

Jimin le miró maravillado. Tenía puesto un vestido pequeño rosa muy claro junto a un collarín de encaje blanco con una campanita adornando su delgado cuello, un chupón rosa también siendo succionado en su boca de vez en cuando, un liguero en su muslo derecho y medias hasta más arriba de la rodilla. Notó también el barniz negro picado y mordido en sus uñas y el ligero maquillaje en sus rasgados ojos negros.

 

Se quitó el chupón de su boca y le sonrió.

 

—Hola, daddy.

 

Jimin dejó a un lado la bolsita azul cielo que había traído consigo y tomó el rostro del pelinegro en sus manos. Miró con detalle sus delicadas facciones, perdiéndose en la profundidad de sus ojos que le miraban brillantes y expectantes. Luego se inclinó un poco y le besó suavemente, tardándose lo suficiente como para desesperar al menor, quien a los pocos minutos de haber estado jugando inocentemente con sus bocas ya estaba de puntitas con sus brazos rodeándole el cuello y jugando con su cabello, buscando más contacto, cosa que le fue concedida. Jimin subió una de sus manos hasta los mofletes de Jeongguk y los apretó un poco para hacerle abrir sus labios y poder meter su lengua para saborear la boca ajena.

 

La respiración de su pequeño se volvió irregular de inmediato y no pudo evitar soltar un suspiro de satisfacción contra sus labios, quienes seguían moviéndose desesperados en busca de más.

 

Se separaron cuando necesitaron del aire y se miraron a los ojos. Jeongguk los tenía vidriosos y deseosos de él. Los de Jimin no eran muy diferentes, pues se podía ver lujuria marcada. Habían pasado cerca de quince días sin verse y no porque quisiesen, era culpa del trabajo de Jimin, pues había tenido que salir al exterior.

 

Sonrieron.

 

Jimin acarició su rostro con delicadeza, casi hasta con miedo de romperle en el acto. Jeongguk se arrimó más a su mano, frotándose como si fuese un gatito, incluso cerrando sus ojos.

 

—Mnh, me alegra mucho tenerte aquí, daddy —susurró.

 

—Eres mi bunny, debo cuidar de ti —Jeongguk le sonrió lascivo.

 

Le tomó de la mano y tiró de él hasta su habitación, tomando también la bolsita en el camino. Entraron y enseguida el pelinegro se sentó en su cama al estilo indio, esperando órdenes de su daddy.

 

Este sacó un libro con una portada conocida para el muchacho. Sus ojos se abrieron de par en par, como unas monedas.

 

—¿Acaso es...?

 

—Coraline, de Neil Gaiman —aclaró y le tendió el libro—. No pude estar contigo estas últimas semanas, así que supuse debía compensártelo.

 

Jeongguk sonrió enternecido y se abalanzó sobre Jimin, rodeándole la cintura con sus delgadas piernas y abrazándose de su cuello. Le dio un casto beso y bajó para ir a colocar el libro en la estantería de su cuarto.

 

Jimin miró alrededor. Si bien Jeongguk gustaba vestirse de rosa y con ropas de mujer, solo lo hacía con él; pues siempre que se veían fuera de ese contexto, Jeongguk solía tener un guardarropa basado en colores neutrales como el negro, gris, blanco y azul. Hasta su habitación era de colores deprimentes. Unas paredes azules marinas perladas y sábanas grises sobre su cama. Se preguntó por un momento si el pequeño tenía problemas, a parte de los que ya conocía y que ya eran bastante serios y fatales, o solo tenía su personalidad y selección por los colores de esa manera. La verdad es que esa duda le invadía constantemente, pero bunny era muy reservado y firme con respecto a sus reglas, por lo que en conclusión, Jimin no sabía más que lo estrictamente necesario para complacerle en la cama y lo que se supone un tío debe saber de su sobrino. Tal vez deberían hablarlo pero... si Jimin se enfadaba cuando Jeongguk salía de su personaje, pues el chico tenía el doble de mal carácter que él. A ninguno le convenía que el otro sea tan chispa así que siempre todo quedaba en un quizás y ya.

 

Sintió unas pequeñas manos rodearle y acariciarle el vientre bajo. El pequeño muchacho estaba pegado a su espalda, con su rostro ladeado. Sus caricias estaban entre delicadas, tiernas y provocativas; logrando que un agradable cosquilleo le recorriera entero. Se dejó hacer del pequeño, quien al notarlo, fue un poco más allá y adentró una fría manita por dentro de su camisa, acariciando los marcados abdominales de Jimin.

 

D-daddy~ —susurró con necesidad.

 

 

 

 

 

~~•| ~ |•~~

 

 

 

 

 

Jeongguk gimió con fuerza cuando la cera del crayón cayó sobre su espalda. Se retorció solo un poco y sintió su saliva deslizarse por sus finas comisuras, aquello le había gustado mucho. Jimin, contento con las respuestas del menor, pasó nuevamente el mechero por el crayón lila que tenía en sus manos dejando caer más gotitas de esa tibia sustancia. Los dibujos que había estado coloreando Jeongguk estaban regados por el suelo, con pisadas de ambos, pero no les importó demasiado.

 

Se encontraban ahora en el departamento que alquilaba Jimin exclusivamente para pasarlo con su baby, sobre las sábanas blancas de la extensa cama en la habitación de juegos. Habían hecho roles entre Baby y Daddy durante unos minutos, unos pocos, pues la necesidad de sentir al otro era grande y pronto se encontraron retorciendo el acto sexual como más les gustaba.

 

—¿Bunny quiere más? —preguntó con voz ronca.

 

Jeongguk asintió frenéticamente, desordenando más sus cabellos ahora ligeramente mojados por su sudor.

 

Jimin le volteó con brusquedad, lastimándole en el acto, pues Kookie todavía estaba esposado al respaldo del lecho. Ninguno prestó mayor atención a ese detalle, pasando de eso y buscándose con la mirada. Jeongguk sentía su espalda arder por los azotes y la cera que hace poco se abría paso por su espalda... no se quejó, pues era un ardor realmente placentero. En lo perdido que estaba por las caricias de Jimin sobre su erección, no se fijó en lo que hacía sino hasta que tuvo aquel objeto queriendo envolver su miembro. Jimin había tomado un anillo y se alarmó... realmente no quería usar aquello. Movió sus piernas en forma de reproche. Su daddy captó el mensaje y le miró con molestia.

 

Jeonggukie, no hemos jugado desde hace mucho y no voy a dejar que te corras con solamente unas pocas folladas. Así que se un buen niño y abre tus lindas piernas para daddy.

 

Resignado puso sus piernas en forma de 'M' y cerró sus ojos echando su cabeza hacia atrás.

 

Jimin colocó con habilidad el objeto y se acomodó entre los delgados muslos contrarios. Los acarició con parsimonia mientras poco a poco iba introduciéndose en él. Debido a la mordaza en su boca, le era imposible gemir, pero si no la trajese puesta probablemente hubiese dicho el nombre de su daddy.

 

Una vez completamente dentro del menor se inclinó un poco y lamió su botón derecho, esperando una respuesta. Jeongguk ahogó un jadeo y sus ojos se nublaron. Estaba tan tenso debido a todas las sensaciones, porque Jimin también traía un anillo consigo... que a diferencia del suyo el de él vibraba y vaya si se sentía bien, que sus manos tiraban de las esposas, provocando ruido sucio y marcándole la piel de sus delgadas y delicadas muñecas.

 

Jimin impuso un ritmo suave, desesperando aún más al chiquillo. Este pensó en lo apropiado que era su anillo ahora, pues con todo esto, lo más probable es que sin él ya hubiese terminado.

 

Pronto la velocidad fue en aumento, tanto, que Jeongguk golpeaba su cabeza en el respaldo con cada estocada. La cama crujía, el metal de sus esposas sonaba, y se podía escuchar claramente el sonido de los testículos de Jimin golpetear las nalgas de bunny. Era terriblemente morboso. Y le encantaba.

 

Luego, el menor sintió sus manos sobre su cuello y supo que estaba perdido. Su daddy le estaba cortando la respiración mientras sus embestidas iban cada vez más y más rápido. Jeongguk no pudo evitar llorar y volverse un manojo de sensaciones reprimidas. No exageraba, y esas lágrimas no eran por dolor, sino por el conjunto de sentidos actuando a la par, perturbando su sentido común. Lloró con desespero hasta que sintió a su daddy correrse en su interior, haciéndole derretir y querer desaparecer por lo bien que eso se había sentido.

 

Jimin le quitó la mordaza, ahora completamente llena de su saliva y le escuchó sollozar. Su miembro volvió a despertar al instante.

 

D-daddy... p-or fa-favor... —imploró.

 

—Por favor qué, mi niño —se burló de él, pues sabía con exactitud lo que había querido pedir.

 

—Rómpeme, daddy. D-dale una recom-pensa a tu b-bunny por haberse p-portado muy b-bien... —pidió entre balbuceos y lágrimas.

 

—¿Bunny quiere que le rompa? —el aludido asintió, mirándole con verdadera necesidad. Jimin sonrió lascivo—. Pues como lo bunny pida.

 

Jeongguk casi aplaude, pero obviamente no pudo porque estaba atado aún. Jimin le giró nuevamente y le hizo ponerse esta vez a gatas, con el pecho completamente recostado y el culo bien en alto. Aprovechó la posición para darle un par de nalgadas amigables.

 

—Ngh~ —soltó en un hilo de voz.

 

De nuevo Jimin volvió a introducirse en su estrecho ano y tuvo que apretar el metal en sus manos. Le gustaba ahora que podía gemir libremente.

 

—A-ah~, daddy —su cabeza se enterró en la almohada.

 

Jimin ya no llevaba puesto el estimulante, pero aun así seguía sintiéndose condenadamente bien.

 

Sintió un agarre fuerte en sus caderas y abrió más las piernas para darle aún más acceso a él.

 

Movimientos irregulares, rápidos pero certeros se acompasaban con el vaivén de sus caderas. Movimientos circulares y profundos que tocaban su límite. Chilló de nuevo.

 

—¡Ah! ¡M-más...! Más, daddy.

 

—Más qué, Kookie.

 

—Más duro y rápido, ¡rómpeme, daddy!

 

Pararon solo lo que tardó Jimin en quitarle la esposa de su mano izquierda. Que luego tomó con firmeza y, apoyándose de ella como impulso, comenzó a follarle con más brutalidad.

 

—Aahh~~.

 

—¿Te gusta? —casi no se entendían, sus voces eran solo jadeos.

 

—S-sí, se siente... muy bien.

 

Soniditos morbosos llenaron la habitación de nuevo durante los siguientes casi diez minutos, en los que Jeongguk lloraba mucho y Jimin le embestía con todas sus fuerzas.

 

Daddy... déjame correrme, por favor —suplicó.

 

—Aguanta solo un poco más. Ya acabo, mi amor.

 

Ahora Jimin sumaba nalgadas y Jeongguk sentía morirse de la impotencia por no poder librarse.

 

Una, dos, tres, cuatro estocadas más, sus manos sobre el anillo, siete y al fin soltaron sus jugos.

 

—¡Ah! Joder... umnh —sus piernas flaquearon y se dejó caer boca bajo, sin importarle ensuciarse más.

 

Trataba de regular su respiración y acallar su llanto.

 

Estaba cansado, le ardía el cuerpo y las sábanas parecían quemarle con cada roce. Ya no traía esposas, pero estas se habían encajado en él y abierto un poco su piel, sacándole sangre, y estuvo a punto de cabrearse por ello sino fuese porque las manos de Jimin acariciaron su espalda, haciéndole quedarse en blanco y estremecerse.

 

Sintió peso a su lado y luego cómo alguien tiró de su cuerpo y le acomodó a su lado. Jeongguk se aferró enseguida al cuerpo del contrario, poniendo su rostro en su pecho y escuchando sus aún acelerados latidos.

 

—Te eché mucho de menos —dijo en un susurro cansando. Besó su frente y luego su mano.

 

—Yo también, daddy. Demasiado.

 

—Y lamento lo de la última cena.

 

—Descuida, no importa —fingió desinterés. Pero Park le conocía y sabía que estaba muriéndose de celos—. Es tu esposa después de todo. Siempre irá primero.

 

—Eso nunca, tal vez solo para guardar apariencias, porque para mí el primero siempre serás tú.

 

Jeongguk sonrió con su respuesta... se la esperaba.

 

 

 

Luego de un relajante baño se vistieron y fueron a sus respectivos hogares a cumplir con sus respectivas obligaciones.

 

Jeongguk se arregló un poco para salir con Taehyung y un tal Hoseok e ir a tontear un rato, mientras que Jimin iba a su aburrida reunión familiar.

 

A veces ambos sentían ganas de mandarlo todo al coño y estar juntos. Pero por desgracia conservaban sentido común, no moral, solo sentido común y sabían que dejarlo todo no era conveniente para ninguno.

 

Park Jimin se preguntó qué estaría haciendo su pequeño en toda la cena. Hizo una lista mental de cosas:

 

   •Dormir.

   •Cenar algo.

    •Ver TV.

   •Jugar con sus videojuegos.

    •Hacer su tarea.

 

Pero para su desdicha, eso no podía estar más lejos de la realidad.


 

 

 

—¡Jimin! —el mencionado sacudió su cabeza y prestó atención a su esposa.

 

—¿Sí, querida?

 

—No sé en qué estarás pensando siempre, tú. El punto es que nunca me haces caso —se quejó.

 

—Lo siento, amor —sintió extraño dirigir ese apodo a otra persona que no fuese su bunny—. ¿Qué me contabas?

 

—Que quiero tener un hijo, Jimin.

 

 

 

 

 


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