D.O. KyungSoo, nunca fue un menor fácil de tratar. Al menos así, lo veía Park ChanYeol.
No significaba que eso fuera malo. Eran opuestos, pero así y todo algo encajaba perfectamente entre ellos.
Así como cuando se abrazaban, y los brazos de ChanYeol cubrían perfectamente la cintura de KyungSoo.
O como cuando KyungSoo necesitaba recargar su frente en el hombro de ChanYeol. No se sentía incómodo. Más bien como si fuera un refugio. Como la calidez de un hogar.
De algún modo, ChanYeol siempre podía complementar a KyungSoo. Quién sabe cómo. El amor era muy fuerte a veces, ¿no?
KyungSoo era alguien roto, pero aun así Park ChanYeol le amaba.
Pero no cualquier tipo de amor. Si no, de esos de grandes amigos. Esos que en serio, ¿quién se atrevería a dudar de la transparencia de su amistad?
La misma transparencia, que tenían los pasos de ambos dirigidos hacia la habitación del mayor, que entre tanto contaba su típica y ya incluso “aburrida”, rutina para entretener al menino, pero no funcionaba; KyungSoo estaba en su burbuja de pensamientos, y era lo que hacía que ChanYeol arrugara su rostro un poco extrañado, y un tanto molesto. Y así no volvió a hablar, hasta que finalmente llegaron a su destino, y ChanYeol no demoró en tirarse a la cama, hundiendo la carita en la almohada. La había extrañado.
—Ye---ChanYeol...—Le llamó, la frágil voz de KyungSoo. Sonaba suplicante, tan pequeño frente a él, que le observaba con los ojos medio entrecerrados y adormilado. Así era siempre, no alcanzaba a recostar su cabeza en la almohada y ya estaba que quedaba dormido.
— ¿Qué ocurre, Soo?—No pudo preguntar nada más, porque sólo eso bastaba para darle algo de seguridad a KyungSoo cuando quería hablar. ChanYeol lo sabía perfectamente. Pero no recibió una respuesta inmediata. Al contrario, sintió cómo el menor se había tirado sobre él prácticamente y se había escondido en la cavidad del cuello ajeno.
Eran raras las situaciones así, ChanYeol no lo negaría. Usualmente, el que tomaba la iniciativa en estos actos, era él. Por eso mismo es la sorpresa que le había dado, no podía reaccionar. Pero sus manos por mera intuición fueron a palmear la espalda de KyungSoo.
Podía escuchar perfectamente, su respiración. Quería parecer calmada, pero no era así, claro que no. ChanYeol podría notarlo en un instante. No era idiota, y siempre había sido extremadamente cauteloso con KyungSoo, sabía cada una de sus acciones de memoria, sabía cómo lidiar con ellas.
“¿Qué…te encadena hoy, KyungSoo?” No se atrevió a preguntar algo más, porque las emociones ya se le estaban revoloteando desde la punta de sus pies hasta la de la lengua. Las palabras se le iban a comenzar a trabar por la preocupación y eso no ayudaría mucho que digamos.
Podía también sentir, cómo el más pequeño estaba tratando de ocultar la tristeza y ganas de llorar que tenía.
KyungSoo siempre sería así, tratando de fingir las sonrisas para no causar preocupaciones o convencerse a sí mismo de que él estaba bien. Pero, ChanYeol sabía que no. Y eso le lastimaba. Le lastimaba ver cómo constantemente, KyungSoo se convencía de que las estrellas ya no brillan para él. Así como el amor.
— ¿Crees que…ser como soy, es malo?—ChanYeol también sabía a qué se refería. Tanto como notó el sorbido por la nariz que hizo KyungSoo, aferrándose más y más a ChanYeol segundo a segundo.
—Claro que no. —Aseguró al segundo. — No hay nada malo en ti, ¿lo sabes? Eres único. ¿Qué podría haber de malo en ti? Esa ala que tenías rota lentamente ha ido curando. —ChanYeol siempre usaba esa frase. Porque así era KyungSoo. — ¿Has visto, cuando las flores florecen? Tú eres algo así. Con lentitud, lo haces. Y, ¿sabes qué necesitas para ello? Una cálida primavera, ¿sabes quién, o qué, es ella?—No hacía falta una respuesta con palabras. Porque KyungSoo no lo podía disimular más, y ChanYeol lo supo, al sentir sus sollozos calmados y tímidos, que también tenían un poco de frustración y rabia. — Exacto, sí. Para eso estoy yo. Tú eres la razón por la que sigo aquí.
—Es extraño…creo. —Logró espetar KyungSoo luego de largos y eternos minutos, en los que los sollozos de él y la tranquilidad de ChanYeol habían apoderado el lugar. Aunque su voz estaba algo temblorosa aún. KyungSoo tenía una sombra tras él, que ChanYeol hacía olvidar con sólo mostrarle una sonrisa. KyungSoo amaba eso. Amaba las facetas de ChanYeol. —Tú…tú haces que esas penas, vengan, se vayan y desaparezcan. Me haces sentir como en un vals eterno, y no lo entiendo. Me haces sentir raro, pero no mal. Gracias por compartir tu felicidad con este pequeño roto, Park.
ChanYeol logró sentirse muy cálido.
Ellos eran opuestos, y KyungSoo no era fácil de entender a veces.
Pero así se amaban.
Por eso es que guiñó el ojo y despeinó el cabello del menor riendo por lo bajo.
—Todo para verte sonreír, pequeño roto.