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Cincuenta días por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de Jojo's Adventure Bizarre Adventure pertenecen a Hirohiko Araki-sama. 
Contiene spoilers de la saga Stardust Crusade. 
Si existen algunos errores cronológicos en la narración, la culpa es mía. Yo sólo, como buena oportunista, agarré los flash headcanon para realatar, con sexo, lo mucho que amo esta pareja.

Notas personales: Recientemente terminé la serie en anime, espero a Junio de este año para que Ivrea publique el primer compilatorio del manga, mi hermano y yo estamos emocionadisimos; tendré que prostituirme para comprarlom.

 

  1. Rumbo.

+ : P.o.V. Noriaki Kakyoin : +

Extraer el parásito eliminó el control que Dio ejercía sobre mí. Mi vida se salvó a través de las acciones minuciosas de Jotaro Kujo. En mi recuperación, me encontré con las noticias: la vida de Dio y su resurgir con los Stands a través del linaje Joestar estaba mellando peligrosamente la salud de Holly, una mujer maravillosa que resultó ser la dama de la casa y madre de mi reciente benefactor.

–Puede que resulte inverosímil pero quiero unirme.

–Ciertamente no tiene que ver contigo –dijo Joestar-san.

–Holly-san es una persona que puede calmar el corazón de las personas, estar cerca de ella me calma. Estará fuera de lugar decirlo pero si me llego a enamorar de una mujer espero que sea como ella, por debe ser salvada, a cualquier costo.

–Será problemático llevar dos estudiantes y no se trata de un viaje fuera de peligros.

–Oye, viejo, no hables por los demás –intervino Jotaro.

–Hay poco tiempo para discutir –dijo Avdol –, tenemos cincuenta días para llegar a Egipto.

A decir verdad, no sería la primera ni la última vez que su camino, y el de su familia, ensamblasen con el mío. Era simplemente el destino. Así lo acepté. Había tomado la decisión de unírmeles. Salvar a Holly Kujo; tal como su hijo hizo por mí. Ella era la tranquilidad del mundo, y por eso valía la pena poner la vida, de ser necesario.

 

+ : P.o.V. Jotaro Kujo : +

Tomar un plan de vuelo, con escalas, hacia Egipto habría sido la vía más rápida; por ello también era obvio que Dio lo sabría y por ello enviaría a un usuario a detenernos. Al principio fue sorpresivo que tomase medidas inmediatas. Lo que el viejo dijo tomaba su sentido ahora: la sangre de Jonathan Joestar era nuestra nexo con Dio y eso también jugaba a su favor.

El asunto del mosquito en el avión culminó por mano de Kakyoin, su Stan muestra fortalezas en espacios cerrados, es buen estratega. Resultó ser buena idea…

 

–Qué suerte que logramos salir de ésta –Dijo Joestar-san cuando nos hubieron rescatado en barcas y llevado a la orilla de Hong Kong –. Debemos tener cuidado.

–No volveré a subir a un avión contigo –respondió Jotaro.

Yo fui el último en bajar del transporte ya que me ofrecí a ayudar a un par de señoritas cuyos zapatos habían perdido durante el ajetreo. Una de ellas estaba preguntándome insistentemente el nombre de un miembro de nuestra compañía. Una gota de aturdimiento recorrió mi sien derecha. Definitivamente Jotaro tiene un aura atrayente… y completamente indiferente hacia las mujeres que insisten en acercársele.

En mi experiencia, es extraño; aún recuerdo perfectamente la primera vez que lo conocí (cuando trabajaba para Dio y tenía como único comando matar al heredero de Jonathan Joestar); Jotaro centró su atención en mí incluso cuando le tendí un pañuelo donde escribí, infantilmente, una amenaza de muerte.

 

Comienzo a caminar en dirección contraria a donde está perdiendo el tiempo en responder preguntas estúpidas a ese par de féminas. Su régimen de modales es algo intrínseco, demostrado al conocer sus dos personalidades cuando asesinó a esa enfermera, pues permanecía cierta elegancia y respeto que la manipulación de Dio no pudo eliminar. Por eso se permite perder el tiempo con formalidades como despedirse de personas que jamás volverá a ver.

Me detengo un par de pasos después, esperando me diera alcance simplemente por curiosidad.

–Eres popular –marcha a mi ritmo –, querían seguirte hasta el final de la tierra.

–Dame un respiro.

 

Es fuerte. Lo supe al momento de enfrentarlo, pero conforme se van sucediendo los días también aprendí que Jotaro desborda genialidad en cada uno de sus movimientos. Es de admirarse que nunca pierda la calma, debo aprender eso y más de él para recuperarme de este miedo que atenaza mi alma desde mi encuentro con Dio. Debo superarlo, reunir las fuerzas para, de una vez por todas, derrotarlo.

–…Permanece alerta –fue lo único que escuché de recomendación de Jotaro.

–Perdona.  En ocasiones me sorprendo pensando en Dio y la manera de vencerlo, pero –me detengo en medio de la calle, aprieto las manos volviéndolas puños, temblando de frustración –, cuando lo recuerdo… lo siento, esto debe ser aburrido.  

Noté que estaba por decir algo cuando Joestar-san y los demás nos gritaban dos bloques adelante, al parecer habían encontrado un hotel. Fue Joestar-san quien decidió que debíamos permanecer en pares, para evitar desventajas por los desconocidos usuarios de Stands. Al ser estudiantes, pensé que lo factible sería compartir habitación con Jotaro al principio así sucedió.

La jovencita que nos había estado siguiendo y que Joestar-san prefirió cuidar hasta que encontráramos la manera segura de dejarla, negó, rotundamente, cohabitar con Polnareff, así que él terminó con cuarto para él solo.

–Descansaremos aquí esta noche, mañana partiremos en la embarcación que renté para llevarnos al siguiente punto. ¡Ah! Diablos, si tienen hambre llamen servicio al cuarto, no será conveniente salir hasta que no obtenga una imagen clara con mi stand –ya se encaminaba a su habitación con Avdol.

Me distraje un momento así que no me di cuenta al momento en que Jotaro también había tomado rumbo. Sería bueno tomar el sol un momento en la piscina.

 

Niñera o no, una hora después del atardecer busqué a Kakyoin, sus habilidades harían falta si era interceptado por un usuario. Menuda molestia, no fue sorprendente encontrárselo tranquilo al borde del camastro, teniendo la vista en el agua. Al percatarse de mi presencia se levantó y se disculpó por adelantado, sin siquiera yo mediar palabra.

–¿Estás seguro de seguir? –le pregunté al tomarle el antebrazo deteniendo su andanza.

–Sí –respondió inmediatamente –, sólo quise darte tiempo a solas. Debe ser molesto pasar toda una tarde encerrado con un sujeto al          que no llevas más de dos semanas de conocer.

–No lo des por sentado. Es estrategia –presioné.

–Lo que sucede –se libró lentamente de mi agarre –, es que lo entiendo. Buenas noches –inclinó la cabeza.

¿A qué diablos se refiere con que lo entiende?

 

Después de salir de la ducha, vi que Jotaro ya se encontraba durmiendo en la cama a la izquierda de la mía. Me disponía a recostarme cuando noté la vianda que aguardaba por mí en una mesa céntrica. Sonreí y en silencio agradecí a la silueta durmiente.

En mis sueños de nuevo apareció Dio. Un miedo calcinante despertaba en mi columna vertebral y reverberaba en todas direcciones, hasta la última fibra de mi cabello. Me había acorralado, tal como sucedió en realidad, cuando vacacionaba con mis padres en Egipto. El pavor me cerró la garganta, una burbuja hecha de puro pánico había ascendido por mi tráquea.

Retrocedí. Intenté correr, lo intentaba con todas mis fuerzas, pero mis piernas se sumergían en brea. Alrededor de mí el pantano. Sólo Dio, con fluorescente aura sobrevolaba, acercándose cada vez más. Más. Hasta que se inclinó frente a mí con una sencilla frase mi cuerpo, mi consciencia, sucumbieron.

Mi pequeño Kakyoin…

Logré despertar, incorporándome y sabiendo que debía sudar copiosamente. Llevé ambas manos a mi cabeza. Debo encontrar la forma de olvidarlo.

¿Olvidarme? –escuché su risa, su magnética carcajada hizo que me estremeciera de nuevo. Abrí los ojos y lo vi sobre mí. De nuevo. Estaba inhalando mi aliento. Me revolví sobre las sábanas.

–¡Hierophan Green! –llamé a mi Stand.

 

 

–Despierta –sostuve sus hombros y lo moví de atrás hacia adelante, comenzaba a desesperarme cuando surgió Hierophant Green. Al ser materializaciones del alma si el usuario se niega a abrir los ojos no debería verme, sin embargo tuve que llamar a Star Platinum para detener Emerald Splash.

Si esto sólo se resuelve con golpes…

 

–Jo… taro… -sentí mi latir desbocado, tratando de recuperar el aire después de haber atravesado la pesadilla pero no era Dio sino Jotaro quien estaba cerca de mí. Debí haberlo racionalizado, ese monstruo está todavía a kilómetros lejos. Ardía mi mejilla por el golpe con el que se me había despertado.

–Estás ocultándome algo. Habla o no permitiré que sigas –su mirada era dura. Estaba molesto y tenía sentido, lo había atacado con mi Stand. Una herida fina corría por su mejilla izquierda.

–Lo siento pero… -estaba excusándome cuando él me jaló del pijama y me levantó los centímetros necesarios para estar al nivel de sus ojos.

–Habla –repitió la sentencia.

Entorné los ojos y coloqué mis manos sobre las suyas.

–Dio –quise que ese simple nombre resumiese mi padecimiento –. Reviví en sueños el momento en que lo conocí. Tuve miedo, aún lo tengo, Jotaro –volví a verle, esperando saber si mi cobardía le causaba asco.

–Lo que tengas que hacer para superarlo hazlo.

–¿Crees que estaría así si ya hubiera encontrado el modo? –Me soltó y volví a sentir mi peso sobre los talones en la alfombra –, hay algo monstruoso en él. Le temo, sí pero no tanto como a mí mismo por haber perdido contra él, me mostró lo que realmente anhelaba y por pagar el precio de mi debilidad estoy consciente que esto no terminará bien.

–¿Dio te obligó?

Me congelé en mi lugar. Hubiera preferido cualquier cosa, menos que él supiera la verdad.

 

Guardó silencio. Entendía perfectamente el sentido de mi pregunta y por eso vi en su rostro lo que necesitaba saber. Aunque no explicaba del todo por qué rehuía del contacto físico, sí el fundamento de sus pesadillas. No hay nada que pueda hacer por él y lo sabe. Por eso no pide ayuda. Es algo que debe vencer por sí mismo, su batalla. No me entrometería, sino fuera porque él continúa aferrado a mi camisa.

–Ven acá.

 

Al día siguiente, cuando lo acontecido en la noche anterior seguía dando vueltas en mi mente, descubrí que había encontrado la manera de conciliar el sueño sin despertar a Jotaro con otro de mis ataques. Después de haberlo hablado con él me sentí aliviado, pero hubo otro factor que coadyuvó a devolverme las ganas de levantarme y luchar contra lo que desbalanceaba mi paz.

–¡Pero sí les estoy diciendo la verdad! –gritó Polnareff agitando los brazos –, ¡me atacó un Stand! ¡Grandes amigos son todos ustedes!

–¿Qué reclamas?

–¡Si les dije que iría en cinco minutos pero no llegué debieron sospechar que estaba bajo ataque!

–Esos pucheros guárdalos para un niño que no se sabe defender.

–Hump.

El peso en mis hombros era el mismo que cada uno en este grupo llevaba a cuestas, aunque los motivos fuesen distintos. No estaba solo y por eso debo continuar.

 

  1. Insistencia.

Cuando Kakyoin dejó de aludirse a mí como Jojo, despertó mi alerta. Debía tratarse de un usuario de Stand; aun si la sospecha me era suficiente no volvería a lanzarme a golpes antes de tener la certeza de que no era él quien estaba a mi lado.

Por un segundo Kakyoin tomó la delantera y fue cuando confirmé que él no era quien decía ser, así que al llegar al teleférico comenzó la lucha contra el usuario que podía cambiar de forma.

–¿Cómo averiguaste que no era tu compañero, Jotaro-kun? –inquirió.

–Kakyoin me dice Jojo –era verdad. Estaba demás decir que la cintura del verdadero Kakyoin era más menuda porque habría desatado otro tipo de preguntas, pues al ver la espalda de este sujeto las medidas no coincidían, Star Platinum se encargó del cotejo con sólo un vistazo.

 

Jotaro regresó herido por mi culpa, fue la conclusión a la que llegué cuando me contaron lo ocurrido. Cuando estuvimos a solas me ofrecí a tratar sus heridas.

–No.

–Será rápido –dirigí el paño húmedo cuando su mano rastralló contra la mía, enviándolo contra la pared –¿Qué sucede?

–Son superficiales.

–Puede que sí pero no te estoy preguntado si lo quieres o no.

–¿Qué?

–Heriophant Green –murmuré y en un segundo Jotaro estaba atado a la silla –, no volveré a pelear contra ti pero si lo que quieres es librarte será por medio de la violencia, así que invoca a Star Platinum y engrandezcamos la zanja que tienes en el pecho.

–Dame un respiro –replicó después de chasquear la lengua, obviamente inconforme. Al final se quedó quieto.

A excepción de Jotaro, una hora después nos reunimos para cenar y Joestar-san lanzó una sonora carcajada cuando le relaté cómo había hecho para que cediera a mi cuidado.

–Holly pudo contarme sobre la terquedad de mi nieto, y yo mismo la viví cuando fui por él ¡qué bueno que eres más persistente!

–No es para exagerar –respondí –, el malentendido se dio porque no estuve allí para ayudar –me encogí de hombros.

–Cuando conocí a Jotaro supe que era la clase de persona que prefiere encerrarse antes de causar daño a otros –añadió Avdol.  

–Es todo herencia –terció Joestar-san con orgullo –. Sea como sea –me palmeó la espalda –. Te lo encargo.

Una ola de calor reconfortante se expandió dentro de mí.

 

Algo me molesta desde hace un par de horas y es la mocosa que no ceja en su empeño de ir detrás de mí a donde quiera que vaya. Por insistencia del viejo es que tenía que encargarme de comprar suministros antes de tomar el transporte que nos llevaría a Hong Kong.

–Ne, Jojo ¿no quieres ir a una heladería? Quisiera conocer los sabores de Singapur.

–Dame un respiro –incliné la mirada sólo para darme cuenta que ahora además insistía en aferrarse a mi antebrazo –¿No tienes algo mejor que hacer? –Hemos perdido demasiado tiempo ocupándonos de esta mocosa.

–No seas grosero –hizo un mohín –, apenas si logré separarte de Kakyoin, no es justo que siempre estés con él.

–¡Jotaro! –escuché. Viré a la dirección de dónde provenía la voz.

–Todo está listo, llevamos media hora buscándolos, ¿todavía te falta mucho, Jotaro? –preguntó Polnareff que veía junto a Kakyoin.

–En su mayoría terminado –respondí –. Llévatela, Kakyoin y yo los alcanzaremos en el puerto.

–Claro, oye, mocosa, ¡vamos!

 

A pesar de que la señorita se negó un par de veces, Jotaro al mirarle con severidad, asintió en medio de un prominente sonrojo. Al verla alejarse con Polnareff no pude evitar reírme.

–Tu popularidad es interesante.

–Es la segunda vez que increpas eso.

–No volveré a mencionarlo –caminó a mi lado –. Esto no es un viaje turístico, sería muy peligroso que permaneciese más tiempo con nosotros y si se encariña de ti –dejé inconclusa la frase. Yo no era nadie para decir lo que él debía o no hacer. Quizá le era conveniente la compañía femenina, después de todo, sólo somos hombres y no sabemos cuándo podría aparecer un usuario más fuerte y nos arrastrase al infierno.

–¿Te molesta? –detuvo sus pasos y me di la vuelta. ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso pensaba que yo era quien buscaba ventaja sobre ella porque me interesaba?

–Me preocupa –repliqué con extrañeza –, si tuviera un stand probablemente sería adecuado para ti –de nuevo estoy emitiendo juicios. Hay algo raro en mis declaraciones, por más que trato de no pisar la mina, el campo está plagado de ellas –, quiero decir, una aliada.

–Ya tengo aliados –se aproximó demasiado, haciéndome notar su altura.

–Tienes razón –tendré que desviar el tema –, podrá parecer un lujo pero en el mar necesitaremos cítricos sino… -me había tomado de la muñeca y arrastrado a un recoveco.

–Había algo causándome inquietud, ya descubrí qué es.

–¿Qué sucede? –me causaba incomodidad su cercanía, él podía percibirlo, aun así continuó ocultándome de los demás transeúntes –. Debemos darnos prisa –lo empujé. Estaba sintiendo su aliento ser exhalado cerca de mi rostro, un relámpago cruzando el cuerpo. Si esto continuaba mis memorias resurgirían para desgarrarme por dentro y esta vez no sabría si podría seguir.

–Hasta la mocosa ya lo notó.

–Ya basta.

–¿En serio te uniste a nosotros para salvar a mi madre? No me hagas reír.

–Te dije que ha sido suficiente.

–Tampoco es porque pienses matar a Dio, hay otra cosa detrás de tus intensiones.

–Estoy en deuda contigo por salvarme la vida pero de ningún modo permitiré que menosprecies mis propósitos –él lo meditó un segundo, dejando de ejercer todo su peso contra la pared en la que me tenía acorralado, ¿por qué no invoqué a Heriophant Green? Hubiera bastando un empujón.

–Me largo.

Se alejó rápidamente sin perder la frescura de su altivez. Yo quedé perplejo por el episodio que habíamos protagonizado. ¿Acaso Jotaro había encontrado algo dentro de mí que lo perturbaba de tal manera que despertaba su enojo?

A pesar de ello. No deja de parecer un niño colérico, dicha imagen causó una fuerte impresión en mí, y reí. Nunca había experimentado sensación parecida, creo que algo como esto también cruza la mente de Jotaro.

–¡Kakyoin, eres lento! Oye, Jotaro volvió sin ti, ¿pelearon?

–En absoluto, le dije que yo podía hacerme cargo de todo –tranquilicé.

Posterior a nuestra aventura en barco, notando que el mar tampoco es socio nuestro, el grupo optó la travesía por tierra, la meta ahora era la India. Destino que Avdol conocía muy bien.

–Aunque no esperen tantos lujos –premeditó –. Continuaremos con el plan de siempre, habitaciones dobles.

Compartimos una cena breve, la desventura en altamar aun le causaba vómito a Polnareff, a mi igual. El encuentro con Fortaleza fue desagradable, para su mala suerte Jotaro lo derrotó, dejándolo a la deriva. Estaba analizando lo anterior y al saber que Jotaro no se movería de su cama entré en el cuarto de baño. Aunque no tuve exactamente el mismo problema de Polnareff, recordé que la comodidad no era el fin de este viaje. Cerrando la puerta tras de mí, respiré hondo.

–Creo que entiendo el origen de tu molestia –me senté al filo de mi correspondiente litera. Él me miró de soslayo, sin prestarse al diálogo –, necesitas desahogo, como yo lo obtuve de ti, ¿no?

–No.

–A diferencia de Avdol no soy adivino, no sé cómo podría ayudarte. Es difícil para mí simpatizar con la demás gente en estas lides.

–¿A dónde quieres parar? –colocó un dedo para levantar la visera de su gorra, mirándome con lo que percibí como genuino interés.

–Sólo quiero que me prometas una cosa: si te desagrada lo que diré, ambos lo olvidaremos, ¿de acuerdo? –él se incorporó, sentándose frente a mí, al recibir un leve asentimiento de su parte, proseguí –. Sé que no te atreviste a plantearlo con Anne por ser una niña y por las condiciones de nuestro viaje no puedes estar solo mucho tiempo para cubrir las necesidades inherentes a nuestra edad…

 

–… inherentes a nuestra edad, si de un modo puedo satisfacerte, lo haré –dijo, mirándome con firmeza.

Lo propuso, sin titubeos y yo lo acepté. Entonces se levantó lentamente cuando yo dije ven acá por segunda vez desde que inició el viaje. Él cree que me está haciendo un favor, me aprovecharé de ello, aunque todavía no sé dé cuenta del lío en que se ha metido. Quiero saber qué tan fuerte es la persona que ha sido usuario de Stand toda su vida.

 

Adelanto…

  1. Acuerdo.

Inquietud. Noriaki Kakyoin sabía que había dos consecuencias para el trato: declinar o aceptar. De haber optado por la primera todo habría terminado en el dicho de un loco, la segunda era la peligrosa. 

Notas finales:

Trataré de dar lo mejor de mí para terminarlo en otras dos actualizaciones.
Los comentarios se convierten en combustible que no hiere al medio ambiente.


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