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Los Alfas del señor Stark por Evanences

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Notas del capitulo:

No tengo llenadera, qué barbaridad.

Los Alfas del señor Stark

Capítulo 1: El primer Alfa.

Anthony Stark había sido diferente, desde su primera noche, desde la primera vez en que sus delicados pulmones de omega prematuro habían tomado aire para dar el primer llanto y soltar las lágrimas iniciales que bajaron por sus mejillas ante la mirada de decepción que sus padres le obsequiaron desde el día de su nacimiento.

-Mira, no está tan mal esta cría. –Expuso María desde su lecho. –Es un omega, sí, pero últimamente, el mundo ha sido más amable con ésta raza. –Era fácil decirlo, cuando estabas del nado neutral de la población. Beta sin responsabilidades, beta sin presiones.

-Quería, mínimamente, un beta, como tú, que no me diera problemas y pudiera ser el heredero de mi fortuna, un vástago al que pudiera pasarle mi conocimiento. –Howard, en tanto, se encontraba frustrado y no podía dejar de mirar la cuna con un desdén inaudito para un padre. María había hecho un milagro, y su cuerpo no sería capaz de albergar otra cría, pese a todo, Howard la amaba y no la obligaría.

-Un omega también puede entenderte, y en la actualidad, también pueden ser capaces de heredar, no veo problemas entonces.

-¿Y para qué voy a dejar que herede? Si el idiota crecerá, y en un calentón se enlazará con un alfa, quién sabe de qué monta y el dinero pasaría a ser de él.

No obstante, Howard, se encontraba muy equivocado, el menor, conforme crecía y llegaba a la adolescencia, su celo se mantenía apagado, no había  ningún indicio de que perdiera el control y se perdiera en medio de sus instintos, pero su olor era una fragancia exótica, que se propagaba por el donde quiera que pasase, alborotando las hormonas de los brutos alfas, pero para cuando se había detectado esa peculiar síndrome de omega roto, Howard y María se había envuelto en un accidente, en el que ambos perdieron la vida. Y ese día, aunque el mundo patalease y la élite, que había estado detrás de la fortuna Stark, Anthony, a sus diez y seis años de edad, quedó inmortalizado en la historia, como uno de los jóvenes herederos más ricos de toda la historia. Aun siendo omega.

A pesar de todo, de su orfandad y prejuicios de su época, realmente poseía un futuro prometedor, en el que albergaba esperanza, ir a la universidad, poner todo su ingenio en artefactos e inventos. Ser un revolucionario que el mundo jamás olvidase, sin embargo, el ataque que sufrió en a los 19 años, le dejó una marca perpetua, no en el cuello, como se suponía debería ser, sino en el corazón.

La noticia, aún estaba fresca, y se exponía a los y las jóvenes omegas que caminaban por ahí, había sido de manera tumultuosa, y aunque no habían logrado ultrajarlo, íntimamente, habían dejado daños permanentes.

Como el hecho de que su corazón no resistiese el cúmulo de hormonas forzadas a las que había sido expuesto, ni tampoco al miedo y el dolor que padeció en ese lamentable altercada, dejándole con una condición delicada permanente.

Tal vez aquello era lo que le había obligado a aislarse del mundo, con sólo su servidumbre como compañía, y cientos de máquinas alrededor, para olvidar que su esperanza de vida se había reducido en gran medida.

Oh, triste corazón, que cada día amanece más cansado, que pepena ganas de vivir entre las personas a su alrededor, buscando otro corazón, cálido y fuerte, que le ayude a seguir latiendo.

El incidente no se había dado conocer a la prensa, al menos no con su nombre, no, Anthony Stark se encontraba libre de escándalos, apenas recordándole al mundo que existía, silencioso y tácito en su torre. Apenas existente.

Sin embargo, ya poseía edad suficiente para dejar atrás el pasado, haber aprendido lo suficiente de él y jamás volver a pasar por la misma humillación. No con un spray de gas pimienta de alto alcance escondido debajo de su manga. No podía controlar su olor a café y chocolate, con una pizca de menta, era natural y le había acompañado desde su nacimiento, pero suponía que debía lidiar con él. Sólo tenía que ir a la estúpida tienda, comprar las estúpidas donas e irse a la no estúpida torre. Y listo, final feliz, ¿Cuánto se tardaría? ¿10 minutos? ¡Bah! Las cosas no pueden salir mal en tan poco tiempo, ¿Verdad? Tony quería creer que no.

Era una tienda de autoservicio, no las frecuentaba, bueno, no frecuentaba nada nunca, nada que no fuese, su habitación, el baño, el taller o la cocina, así que esos diez minutos se tornaron en el doble, viendo de aquí para allá, con una curiosidad innata, los estantes, muchos colores, olores y texturas, de objetos que no sabía ni para que servían, pero le agradaban, fue tomando varios, sólo para tenerlos en su sala, como recuerdo del exterior, pensó, que debería salir más seguido, finalmente, se topó con la caja de donas, oh sí, sí, lo que estaba buscando, mitad de chocolate, mitad de vainilla, pero todo para él, hasta ese punto, ya había agarrado una canasta y ésta se encontraba totalmente llena de diversas baratijas.

-Vaya, muy tarde para que un perrita sin marcar salga por aquí, ¿No crees? -¿De verdad? ¿El universo quería joderle en serio? Durante su vida había recibido peores insultos, así que no reaccionó de manera agitada, tampoco se dignó en mirarlo. Tony, relax, sólo ve a la caja e ignora al idiota, ignora al idiota. -¿Qué pasa? ¿Te da pena hablar? Está bien, puedes hacer cosas más interesantes con tu boca que hablar.

¿Por qué se les había ocurrido poner las donas al final de la tienda? Casi no había nadie a esas horas de la noche, no era tan tarde, 3 y media, ¿Qué? ¿Tres y media de la maldita madrugada? ¿Pero cuánto tiempo había pasado dando vueltas? Bien, no importaba, sólo debía ir a la caja.

-¡Te estoy hablando! –El sujeto parecía haber llegado a su límite y no notaba como una persona que le gustase el rechazo, no por la manera en que había gritado y sujetado su brazo, el spray cayó al otro lado, ¡Mierda! ¡No había sido lo suficientemente hábil para sacarlo a tiempo! El sujeto, alfa por naturaleza, sólo ellos eran así de brutos, le había estrellado contra un anaquel de productos, profirió un alarido de dolor, que pareció agradar al alfa, le pasó la lengua con descaro por el cuello, no recordaba aquella sensación asquerosa desde hace años, tenía una mano aferrándose inútilmente contra su pecha y la otra sobre la repisa, para no caerse.

-¡Respeta a las personas! –Fue lo que alcanzó a escuchar, en medio de su fallido intento por defenderse, el alfa que le lastimaba ahora se encontraba en el suelo, retorciéndose y tallándose los ojos con un desespero brutal, él había caído en el suelo también y se había arrastrado hasta una esquina, con el corazón bombeándole tan fuerte, que temió que ahí se acabaría todo. Sí, así lo sentía, su corazón latía con demasiada violencia.

Mucha presión.

Temor.

Miedo.

Las hormonas.

Presión.

Estaba en sus últimos segundos de vida, antes de que el órgano vital que se encargaba de mantenerlo vivo se detuviera y muriera de una manera humillante, todo porque no se la había enseñado a un alfa el respeto por los demás miembros de la cadena; no obstante, su corazón pareció calmarse, y el dolor que sentía romperle el pecho comenzó amortiguarse, cada vez más cerca de él, olisqueaba una fragancia, de alfa, suave y fina, aún sin definir, a la que respondió muy bien, sintiéndose tranquilo, aquella era la primera se sentía de aquella manera, ante un alfa. Volteó y se encontró con un niño precioso, de ojos y cabellos castaños, que le miraba preocupado. -¿Se encuentra bien? –Era un pequeño alfa que le había salvado. Quiso llorar.

-Creo que sí. –Su voz salió ahogada, con la mano sosteniéndose el pecho. –Gracias. –Le había salvado, le había salvado, no sólo por el hecho de intervenir, sino por su simple presencia, por su aroma.

Fue un instante eterno en la mirada, reconociéndose, oliéndose mutuamente, aceptándose, una conexión de alfa-omega, especial, sin el deseo carnal de por medio, si nada impúdico que manchase el vínculo inocente que ahora flotaba entre ellos.

-¿Peter? ¿Peter, cariño? ¿Dónde te metiste? –Era una voz cansada y preocupada, de una mujer, tendría una edad algo avanzada, y su cabello gris, junto con sus ojos irritados e hinchados, no hacía mucho por ayudar en su apariencia.

Vio la escena, el hombre, que no se miraba muy confiable, May no era ni alfa, ni omega, pero como beta, tenía un muy buen olfato y podía reconocer la maldad en el aire, vio a su sobrino al lado de un jovencito, que visualizaba en malas condiciones, con la ropa fuera de su lugar, algunos golpes en el rostro y las mejillas húmedas. Oh no, ¿Qué había hecho ahora?

-¡Los dos! ¡Rápido! –Llamó con impaciencia, cuando el hombre por fin se había recuperado del episodio de ardor infernal en los ojos y llenaba con su esencia el local, dejando ver que siempre era mala idea hacer enojar a un alfa. Tony cargó al niño, sin pensarlo dos veces, tendría algunos cinco o seis años, realmente no pesaba mucho y aquello facilitó su escape, era muy bueno escapando.

La casi anciana les había abierto la puerta, y los tres se escabulleron, con un alfa que ante sus pisadas pareciese que dejaba una marca de lava. -¡Mi auto está es ese! –Le informó a la señora, un coche, nuevo, mas no llamativo, discreto. Estaba harto de la atención dirigida hacia su persona y desprender lujos sería un motivo más por el cual ser utilizado.

Había sido un viaje extraño, movido por la adrenalina, con el temor a que le diese un paro cardíaco a la mitad del camino, sin embargo, la mano diminuta de Peter, jamás le soltó y aquello le hizo saber que estaba bien.

Casi cuarenta minutos de escape, Tony había logrado perderse dentro de la ciudad, y logró estacionarse en el modesto departamento de clase media de quien ahora sabía, era May y Peter.

 -Quiero ofrecerle una disculpa. –La tía May se mostraba tímida y algo avergonzada, pero Peter no. –No sé qué habrá hecho mi sobrino para que todo terminará de esa manera, y si existe alguna forma de que yo pague por todo esto…

-No, no, de ninguna manera. –Se apresuró dejar todo en claro desde un principio. –Su sobrino, ¿Peter, cierto? Sí, Peter, me salvó de ese hombre, debería de estar orgullosa.

-¡Todas las personas merecen respeto! –Exclamó el menor y eso era lo que más le agradaba hasta ahora a Tony, que se le respetara, no por ser un omega, sino por ser simplemente una persona. –Y ese señor no lo estaba haciendo. –Dijo para después cruzarse de brazos, haciendo énfasis en su enojo, Tony no pudo seguir evitándolo, y le dio un abrazo apretado.

-Lo siento, lo siento. –Dijo una vez que recobró su compostura, no era una persona que destilara afecto, tampoco a los niños, pero su naturaleza, de una u otra manera le pedía eso y él se negaba a dársela. –El punto es que, ustedes salvaron mi vida y voy a recompensar eso.

-Estamos bien así, gracias. –La mujer se negaba, tenía principios. –Pero, ¿Qué hacía a esa hora en una tienda? Debería de tener cuidado. –Oh, ese regaño maternal hacia que Stark sintiera una agradable sensación en la espalda.

-Quería donas. –Expresó avergonzado. –Y…Me distraje. Bastante.

-Ya veo, miré, en mi departamento sobraron bastantes, fue el funeral de mi esposo, por eso fuimos a ese establecimiento, se nos acabó el café, pero no las donas. –Para estar hablando de un muerto, se lo estaba tomando con bastante calma, tal vez era lo que llaman resignación.

-Siento mucho su perdida –El pesar genuino de su voz, había terminado por agradar a la señora.

-Está bien, la vida no es eterna y lo disfrutamos mucho en vida, ¿Verdad Peter? –El pequeño asintió, si bien iba a extrañarlo, sabía que ahora se encontraba en paz. -¿Sabe cómo regresar a casa?

 -No realmente… -Admitió, escondiendo un casi sonrojo. –No salgo mucho, siendo honesto, para evitar estos episodios con estos salvajes.

-En todo caso, quédese con nosotros hoy, por favor, me preocupa que ande por ahí sin saber el camino y ese alfa podría aparecer nuevamente.

Así era como había entrado en la vida de los Parker, por accidente, y terminó quedándose a propósito, al día siguiente, los había acompañado en el entierro, nadie más había asistido, al parecer, eran nuevos en la ciudad, tenían poco tiempo de haberse mudado, una vida nueva, una vida corta; se desarrolló una amistad duradera entre los dos mayores, Tony había encontrado un sitio y personas con las que se mantenía en un contacto constante, ayudando de aquí a allá, sabía que pasaban por problemas económicos, y aunque la tía May rechazase la ayuda, Anthony no se detuvo y no dejó que pasaran por carencias, ¿Qué era el dinero ante salvar una vida? Nada, y aquello era lo mínimo que podía hacer.

La tía May notaba el vínculo entre su sobrino y el joven, no lo miraba con malos ojos, sino como una influencia positiva a la vida del infante, según ella había leído, era sumamente favorable que un alfa, en sus primeros años, tuviera interacción con un omega, no sólo favorecía el respeto hacia ellos, si se encontraba en un ambiente óptimo y saludable, sino que también era bueno para su salud mental y física.

Después de todo, alfas y omegas estaban destinado a estar juntos, por lo regular, uno hecho para el otro, y eso no significaba que debía haber un romance de por medio. No siempre, así que le agradaba el papel que Tony venía a cumplir con ellos, hasta para ella era buena esa relación, además, en una ciudad como esa, de la cual no conocía mucho, siempre era agradable tener con quien contar, y se encontraba más tranquila, saber que Peter no se quedaría solo, cuando tuviese que partir, no engañaba a nadie, no era una mujer joven.

-¿Cáncer? ¿Es en serio? ¿Cuándo pensabas decírmelo? –No quería que su voz tuviera ese tinte de reproche, pero no podía evitarlo, ella nunca le ocultaba nada y ahora estaba eso, un secreto pesado en el fondo de su corazón.

-Tony, cálmate por favor, te hará daño… -Ella, tan buena gente, dulce y tierna como sólo ella podía ser, se alarmó cuando el otro comenzó a temblar, sujetándose el pecho, para mitigar el dolor y hacer que su corazón se tranquilizase. -¿Ves? ¿Cómo se suponía que lo dijera? La noticia podría matarte.

-¿Y no iba a matarme el que un día te encontrara muerta en un sillón? –Aquello le había dolido a los dos y cerró los ojos, apretándolos y respirando fuerte, continuó una vez que se hubo calmado. –No importa. –Sentenció y ella lo miró curiosa. –Sí, no importa, tengo amigos, aunque suene raro. –May dio una sonrisa temblorosa. –Tengo amigos que ahora son doctores, son buenos en su aérea, por ejemplo, mi Bruce, es un beta súper agradable, voy a llamarle y a decirle de la situación, conseguiremos el mejor tratamiento para ti y ¡Boom! Estarás como nueva. –Doce años de amistad, era difícil de aceptar que no había solución para esto.

-Estoy en la última etapa. –Dijo sin tanto dolor como pensó que haría, la muerte siempre llegaba, al Tío Ben le había pasado lo mismo. –Tengo 3 semanas, si tengo suerte, y está bien, mírame, estoy vieja y cansada,  y no me viene tan mal dormir por un tiempo.

-No digas eso. –Le regañó. –Debe de haber una manera, no te resignes, vamos al hospital ahora mismo. –Se hincó a su lado y le sujetó las manos. –No puedo dejar que te vayas, no sin luchar, Peter se graduará de la universidad y tú tienes que estar ahí.

-Oh Tony, deja que termine primero la preparatoria, es su primer año. –Dijo cariñosa. –No debo de preocuparme por su graduación. –Exclamó, acariciándole el rostro. –Porque sé que mi dulce alfita va a estar acompañado de ti, cuando se gradúe de la preparatoria, de la universidad, cuando consiga su primer trabajo, cuando se case y tenga hijos, porque tú sí vas a durar, mucho, mucho, no importa que digan los doctores, yo tengo mi instinto infalible de beta y me dice que algún día encontrarás una cura para esa extraña enfermedad que tienes, porque es un corazón bello y hermoso, que va a sanarse, así que hasta entonces, te prohíbo seguirme, ¿Entendido, jovencito?

-Siempre logras lo que quieres. –Apretó una sonrisa y comprendió lo que ella le estaba intentando decir, quería una muerte tranquila, sin las dolorosas quimioterapias, sin la angustia de si eso iba a funcionar o no, todo porque había decidido seguir teniendo esperanza.

Así que, respetó su último deseo, y guardó total silencio, no sabía si Peter estaba enterado al respecto, probablemente sí, eso explicaría su abatimiento sin aparente razón alguna, durante los últimas semanas, pero sabía que no se había atrevido a contárselo, no sabiendo que también lo perdería a él en el camino.

Fueron las últimas 3 semanas más hermosas y divertidas de su vida, nadie tocó el tema del cáncer, y la tía May hizo todo lo que siempre quiso, con Tony y Peter tras ella para cumplirle cualquier capricho, desde comer en un restaurante por los aires, hasta subirse a una montaña rusa, bailar, cantar, contar chistes, ¡Hasta coquetear con el vecino ardiente de 65 años! Era un jovencito para ella; el par de castaños no pudo evitar reír a escondidas ante aquella escena tan bizarra.

Para cuando el tiempo se agotó, fue mucho más fácil dejar ir el dolor y la tristeza, la tía May había disfrutado hasta el final sus últimos días, tranquila, feliz, con Peter siendo aún menor de edad, ella dejó legalmente su tutela a Tony, quien aceptó sin dudarlo, nada de trámites, oficinas, u asistentes alrededor de ellos, hostigándolos, nada, firma aquí, tu huella acá, y otra firma aquí y listo.

El departamento fue vendido, a petición de la fallecida mujer, el dinero fue a parar directo a la cuenta bancaria de Peter, Tony seguiría financiando sus estudios, como siempre, y le ayudaría en lo que pudiese y más, como guardar silencio, cuando la mordida de la araña llegó a cambiar su vida, estaba asustado, eso era poco, cuando lo descubrió con una fiebre altísima, removiéndose en su habitación, con dolor y casi gritando injurias ante entes imaginarios, pensó que había hecho un mal trabajo, que la tía May estaría decepcionada, sin embargo, las cosas volvieron a la normalidad, Peter no recordaba que Tony había estado en su habitación, por horas, sujetándolo para que no se hiciese daño y poniéndole comprensas frías en el rostro, según los análisis de sangre, que Tony había extraído sin que el otro se diese cuenta, Peter estaba bien, no estaba bajo ningún peligro, pero tampoco era un ser humano ahora, lo sabía por los no pocos centímetros que había crecido en cuestión de días, la musculatura mayor a la de un adolescente de diez y seis años, y por supuesto, por sus reflejos, la manera hábil en que ahora se movía, la telaraña que no podía terminar de eliminar, todo eso, sumado a sus características alfa, incrementadas, pero Peter había decidido no contárselo, y él iba a respetar esa decisión, después de todo, él también tenía sus propios secretos, y se encontraban con él en los momentos más peligrosos, aunque nunca se diese cuenta, o prefiriese no hacerlo.

Aquello no había afectado su relación, por el contrario, parecía haberlo fortalecido, sólo que cuidaban en no mezclar cuando Peter tenía o no puesta la máscara, aunque eso sí, si se atrevía a hacer algo estúpido, que arriesgara su vida, intervendría sin pensarlo dos veces.

-Iré con unos amigos después de la escuela. –Le avisó rápidamente, mientras se apresuraba a comer el pan tostado con mermelada y al mismo tiempo intentaba ponerse la mochila. –Estaré en casa temprano, lo prometo.

-Pero cúmplelo ésta vez, ¡Una llamada no mata a nadie! –Le gritó, se encontraba en el piso de arriba, pero podía escucharlo perfectamente.

-¡Lo haré! ¡Sólo reza porque no se me olvide! –Aquello había terminado por hacerle reír, esperó a que cerrase la puerta.

-Amigos, si claro. –Negando, puso más café en su taza y comenzó a leer los pendientes de esa semana.

-Jarvis, ¿Algo para mí? –Llamó a su asistente, mientras se dirigía a la parte baja de su taller.

-En efecto señor, Fury ha estado intentado hacer contacto con usted desde hace una semana, se requiere su presencia en la base principal de SHIELD, esta tarde.

-Alfas, siempre tan desesperados. –No le daba tanta importancia, si lo quería, que esperase, así era Tony.

-¿Confirmo su asistencia?

-Por favor, amigos, si claro. –Dios, debía de enseñarle a mentir a ese niño.

 

 

Notas finales:

¡Comenten! ¡Vamos! SÉ QUE QUIEREN, PUEDO OLERLO.

He pasado casi más de dos horas aquí :'v por favor.


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