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A Cielo Abierto por Chihara-chan

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Notas del capitulo:

 Hola chiquillas, aquí estoy con el segundo capítulo, disculpen la tardanza, estoy con la cosas de mi graduación ;u;)9 

Pero el tiempo que me sobra se lo dedico a la escritura de mis obras :,v  

 

Aaskdjf, sin más preámbulos, les dejo leer ^^)/ 

«A Cielo Abierto» Kuroshitsuji.

Capítulo II. «Infuencias, A un Cielo Abierto»

 

                                                              

Jueves, 29 de Marzo del 2018.

 

 Ese día, el reloj marcaba las Doce en punto, el joven Ciel Phantomhive se encontraba esperando al hombre de tez blanca conocido como “Sebástian Michaelis”, quién le afirmó estar ahí a esa precisa hora. Lucía bien, la enfermera le había cortado el cabello, y aunque sus ojeras no desaparecieron del todo, si se veía mejor que ayer. Este día estaba vistiendo un atuendo bastante elegante que, según Maylene, le había traído en la mañana aquel hombre quien le dejó un mensaje,  «Debe lucir bien para despedir el lugar que lo acogió durante todo este tiempo».

—…Maldito impuntual — dijo el joven con un tic en su ceja, cruzado de brazos y zapateando divertidamente con un pie, en señal de desesperación.

— Cálmese joven, El señor Sebástian llegará en cualquier momento.

— Ese cualquier momento llegará muy tarde — dijo sentándose en la banca, echándole un vistazo al hospital, que se encontraba tras de él. Era… demasiado lujoso, tenía jardines adornados de rosas blancas, enredaderas hermosamente adheridas a sus paredes, un extenso bosque a su izquierda, en el cual podían pasear sus pacientes, y había gente muy seria,  excepto por Maylene, miró a la chica, y sonrió cabizbajo irónicamente.

— Sebástian… es muy atento, ¿No lo cree? — pregunta la chica sonriendo.

— ¿Ah…? — Ciel frunció el ceño. Sabía que había pagado toda la estadía, le había visitado… y le había traído ropa… y eso era algo, por decirlo así, exagerado.

— ¿Atento? Está loco.

— Jajajaja ¿No le cae bien?

— ¿No es obvio? Ese tipo me da miedo. Y en primer lugar, no es su obligación hacer todo esto…

— Precisamente por eso, Joven Ciel — sonrió la chica.

En el momento en el que Ciel se dispuso  abrir su boca para responderle, se abrieron las rejas, dejando ver un auto negro muy lujoso. Ambas miradas se clavaron en él, en su reluciente  color oscuro, en sus plateadas y relucientes llantas, en su lento avance, dejándolos sin habla.

Se posicionó ante ellos, bajando el vidrio de la ventana, dejando ver las hermosas facciones del mayor, su sonrisa a ojos cerrados que empezaba a caracterizarlo.

— Buenas tardes — dijo sonriendo.

— Buenas noches — dijo Ciel cortante. — ¿Tienes idea de cuánto tiempo tengo aquí esperándote? Qué impuntual. Sebástian pareció dolido ante aquello, miró su reloj, y comparó esa hora con la de su celular, afirmando que estaban diferentes.

— Lo siento, fue un descuido mío — sonrió.

— ¡Tsk! Como sea — se cruzó de brazos mirando a otro lado.

— ¿Y bien, nos vamos? — preguntó el hombre bajándose del auto, dejando ver el elegante atuendo que llevaba esa tarde, hacía un perfecto juego en blanco y negro que costrastaban su pálida presencia, se dispuso a abrirle la puerta al joven. Ciel observó por un segundo a Maylene, para dirigir su mirada al fondo del negruzco auto.

— Nos vemos, Joven Ciel — dijo algo nostálgica la  chica.

— Gracias por todo, Maylene — le sonrió cálidamente, seguidamente, subiendo al auto.

No paso mucho tiempo para que el ambiente se volviese pesado entre ambos. Michaelis mantenía sus manos en el volante, mirando al frente, mientras Ciel miraba atento el paisaje que dejaban atrás.

— ¿Tiene hambre, Joven? — le pregunta el mayor. Ciel se sonrojó un poco, y se llevó la mano a su estómago, ya que…ahora que lo notaba, llevaba un buen rato haciendo ruido.

— No, claro que no — responde apretándose un poco, para disimular el sonido. Sebástian por su lado, se burlaba de él mentalmente.

— Pues, no he almorzado, vayamos a comer a un restaurante en la ciudad — sonríe a ojos cerrados, acelerando sin previo aviso, haciendo que Ciel se pegara del asiento algo exaltado.

—… ¡Este tipo, está demente! — pensó Ciel mirándolo con sarcasmo.

Pero ahora que lo pensaba, Michaelis era un hombre muy prestigioso, elegante… apuesto… y definitivamente no estaba soltero, pero si es así… ¿Estará estorbando?

— Está muy callado, ¿Se siente bien?

— Yo soy callado, no es nada.

— Oh, está bien — dijo mirando nuevamente al frente. — Ya estamos por llegar.

Las amplias calles de Liverpool, llenas de historias de su cultura, los llevó a una gigantesca edificación, de colores negruzcos contrastados con un gris muy brillante.

— Llegamos — dijo mientras se estacionaba.

No pasó mucho tiempo, antes de que abrieran la puerta para él, y para su acompañante.

— Bienvenido señor Michaelis —  lo recibió un hombre alto, esbelto, todo señalaba que era Hindú.

— Gracias Agni, deja el auto donde siempre. Ciel lo miraba extrañado, permaneció de pie un largo rato, tratando de encontrar con la vista el final del edificio.

— Qué grande… — murmura.

— ¿Le gusta, señorito? — preguntó Michaelis posicionándose a su lado.

—… ¿Gustarme? — respondió sin bajar la mirada, aún mirando aquella hipnotizante estructura.

— Jajajajaja Venga conmigo — se dispuso a caminar adelante. Unas cristalinas puertas se deslizaron dejándoles paso a esa maravillosa vista… Una increíble manifestación de  elegancia y modernidad que dejarían boquiabierto a cualquiera.

— ¿Joven Ciel? Está muy distraído el día de hoy… ¿O también me dirá que es extremadamente distraído?

— N— No es eso, idiota.

— ¿Entonces qué podrá ser? — sonrió irónico.

— ¡Tsk! ¿A dónde íbamos? — se cruzó de brazos.

— A almorzar — siguió caminando, deteniéndose en un ascensor, y pulsando uno de los botones.

— Por aquí — hizo que su mano le abriera paso al niño, quién volteó los ojos en señal de fastidio. Ese hombre podía llegar a ser bastante irónico, molesto y…

— Ya llegamos — sonrió a ojos cerrados mostrándole la habitación al niño.

—… ¿Qué es esto?

— Mi oficina — caminó hacia el centro, para llegar a su escritorio, que detrás tenía una ventana enorme que cambiaba la vista según quisieras verla… y según esa ventana…. Afuera estaba soleado, con un cielo azul, en vez de gris… un día brillante, en vez de oscuro, un día que hace mucho tiempo no se manifestaba en la ciudad.

— ¿Y qué se supone que haremos aquí?

— Almorzar — sonrió enérgico, pulsando un botón cerca de su gaveta. Todo quedó en silencio, Ciel tenía un tic gracioso en su ojo derecho… mientras miraba a los lados. Y al instante, tocaron la puerta.

— Pase — dijo Sebástian algo serio.

— ¿Desea algo, Señor Michaelis? — dijo un hombre con traje, de cabellos amarillos y ojos azules, de no más de Treinta años.

— Mi compañero y yo queremos almorzar.

— ¿Qué desea que le preparen en la cocina?

— Sorpréndenos, Bard.

—… ¿Sorprendernos? — dijo Ciel irónico.

— ¿Quiere algo en especial, joven Ciel? — preguntó el mayor.

—… No, Solo no quiero comida picante — miró a otro lado. — Y también… quiero algo dulce.

— Ya escuchaste — le dijo al hombre. — Trae muchos dulces.

— Si Señor, con su permiso — dijo antes de cerrar la puerta por completo.

… La habitación quedó en completo silencio, Sebástian permanecía en su escritorio mirando al joven que yacía aun cerca de la puerta.

— ¿No íbamos a un restaurante?

—… Pensé que aquí sería más privado, tu padre me habló de su timidez, y quiero que almuerce a gusto.

Ciel se sonrojó, parecía ser…que todas las conversaciones de su padre y Sebástian eran de él.

— Te dije que no me llamaras por mi nombre— musitó Ciel. — No me tutees.

El mayor se impresionó un poco, y su gesto de ironía fue intercambiada por un semblante ya serio. Sabía que iba a pasar mucho tiempo, antes de que ese niño cambiara su forma de ser hacia él.

— Está bien, fue mi error — dijo sin más. — ¿Por qué no se sienta? No tiene que hacerlo cerca de mí, la oficina es suficientemente grande como para satisfacer su espacio personal… y está totalmente amoblada. Ciel frunció el ceño, y miró el mueble del fondo, que estaba cerca de una mesa, donde se encontraba un ajedrez de vidrio muy llamativo. Caminó en silencio, parsimoniosamente, hasta llegar a él,  siendo perseguido por la pesada mirada de Michaelis. Tomó al rey blanco y comenzó a ojearlo, en ese momento, tocan nuevamente la puerta.

— Adelante.

— He traído su almuerzo, señor — entró el mismo  joven acompañado de otros dos, quienes traían consigo carritos de plata, uno con los almuerzos, otro con los postres, y obviamente, otro con el té que no podía hacer falta de presencia.

— Gracias, dejen todo ahí, y retírense, por favor.

—… Con su permiso — dijeron los tres al unísono.

Michaelis se levantó de su escritorio, y se dirigió al centro del estudio, tomó una mesa, dos sillas y las acomodó de manera que ambos quedaran cara a cara.

— Ya está listo, venga a comer — dijo un tanto serio, sacando la silla para él. Ciel lo miró con recelo, se levantó y caminó hasta la silla, miró a los ojos de Michaelis, y se sentó.

Por otro lado, el mayor empezó a servir la comida, recitando de qué se trataba cada platillo, con características y demás.

— Que tenga buen provecho — dijo luego para sentarse, pero no hizo más que colocar sus codos en la mesa, con sus dedos cruzados sosteniendo su rostro. Ciel estaba hambriento, así que empezó tomando lo que se viera más apetitoso, y probó un bocado.

— ¿Está bueno? — le pregunta Michaelis observando sus reacciones detalladamente.

—… No está mal — comió otro bocado, mientras la mirada de Michaelis estaba clavada en él, sin hacer nada, solo mirándolo, acechándolo, hasta que ya empezó a incomodarse.

—… ¿Y tú no comes?

— Jajajaja, claro que Sí — le sonrió. Ciel se impresionó, ahogándose un poco, tomó un poco de Té, aspirando su aroma.

—… ¿Earl Gray? — preguntó.

— En efecto… Veo que es conocedor del Té — dijo para tomar un cubierto y probar bocado.

— Algo así, mi padre me enseñó, es amante del Té, como todo Inglés, claro está.

—… Eso lo sé perfectamente — tomó una taza de Té, aspirando su aroma mientras sonreía.  Ciel lo miró con el ceño ligeramente  fruncido. — ¿Cómo se conocieron mi padre y tú? — levantó una ceja.

— En una reunión de negocios.

— ¿Reunión de negocios? — entrecerró los ojos.

— Así es — respondió sereno, sorbiendo algo de Té. — ¿Algún problema?

—… ¿Quién eres?

Michaelis sonrió de medio lado mientras cerraba los ojos, irónico.

— Soy Sebástian Michaelis — le sonrió a ojos cerrados. Ciel tasqueó la lengua nuevamente y siguió comiendo, pero por eso no acabaría con la interrogación.

— ¿Qué es este lugar?

—… Mi oficina — cortó un pedazo de carne, y lo metió a su boca.

— Este idiota… trata de jugar conmigo, pero no se lo permitiré — pensó. — Ya terminé.

— Bien, ¿Ya quiere que le sirva el postre?

— Es obvio. Michaelis se levantó y le acercó el carrito de plata.

— Escoja lo que usted quiera, joven — le sonrió a ojos cerrados. Ciel por su parte se sonrojó un poco, buscando con su mirada la delicatez que más llamativa  se viera, encontrando, para su deleite, un Foret Noire.

— Este de aquí — señaló con su dedo.

— Foret Noire, buena elección — murmuró, para picarle un pedazo y servirlo en la mesa. Ciel sonrió por sus adentros, cortando un poco con el tenedor, y comiéndolo. — ¿No comerás postre? — le preguntó al mayor.

— No soy muy… amante de los dulces, pasaré por ahora — dijo limpiando su boca elegantemente con la servilleta, ya había terminado de comer. Ciel no le tomó mucha importancia, estaba muy ocupado saboreando el pastel, pero aún habían muchas preguntas rondando su cabeza.  Michaelis, servicial, recogió los trastes, colocándolos en el carrito de plata nuevamente, se dirigió a su escritorio y tocó nuevamente el botón que anunciaba el solicite de personal, en tan solo un instante, entró un hombre, sin tocar la puerta.

— Mmmmm Con que ya has llegado — una voz extremadamente afeminada se hizo presente en la  habitación, un hombre de cabello largo y carmesí, de caderas sueltas y sensual caminar.

—… Grell, ¿Qué haces aquí? — preguntó el mayor con un tic en su ojo.

— Ñaaam, escuché que habías llegado, pero los principiantes de seguridad no me dejaron pasar, son unas escorias, no tienen idea de quién soy, así que cuando vi que solicitabas… me tomé la molestia de venir mmmmm  Ya empezaba a Ex— tra—ñar—te —   empezó a gatear en el escritorio dirigiéndose a Michaelis, pero no pudo evitar plasmar su mirada al niño, que ya llevaba rato mirándolo.

— Y… ¿Quién es este mocoso? — preguntó con ironía.

— Eso no te  incumbe… Termina de hacer lo que se te fue asignado — lo miró serio, señalando el carrito.

— Aññññ… Siempre tan frío Sebástian — se levantó adoptando una pose provocativa. — Byee Byee Chuu — dijo para llevarse todo rápidamente, no sin antes detenerse justo en frente de Ciel, mirándolo con ira, y mostrando sus afilados colmillos.

— ¡Termina de irte! — gritó Michaelis.

— Si, Si, Si Ya me voy  — le giñó el ojo y le lanzó un beso. El hombre salió de la habitación, y Michaelis dio un suspiro cansino, llevándose la mano a la frente en señal de fastidio. — Ahhh, estos empleados impertinentes.

—… ¿Quién era ese enfermo? — le preguntó Ciel aún afectado.

— Es un compañero de trabajo — abrió una gaveta y empezó a ojear unos documentos, mientras que Ciel, terminaba su pastel.

— ¿A dónde le gustaría ir? — preguntó el hombre sumido entre documentos.

—… No lo sé, eres tú quién conoce la ciudad, ¿O me equivoco?

— Cierto…En ese caso… — metió todos los documentos en un portafolios y se levantó, abrió la puerta. — ¿Nos vamos?

Ciel lo siguió.

¿Hacia dónde se dirigían? El hombre caminaba delante de él, en un paso particular, parecía conocer muy bien ese edifcio. Y a juzgar por cómo lo tratan… ha de ser alguien muy importante.

— Aquí tiene, señor — le alzó las llaves mientras le hacía una pequeña reverencia.

— Gracias, Derek, ten buen día — las recibió, sin esperar que el de traje negro les abriera la puerta. Abrió la puerta para Ciel, y luego se metió en el auto y arrancó a toda vlocidad. El joven de traje, se quedó con la mano alzada.

 

En el auto, ambos permanecían en silencio, había un ambiente tenso, pesado… incómodo.

—… Lo siento, es que cada vez que vuelvo a ese edificio me enojo sin razón.

— Eso significa que eres un idiota, que no soporta el trabajo arduo.

— Tienes razón.

Ciel se sorprendió y lo miró.

— ¿A qué te refieres?

— Yo no estoy acostumbrado. Y supongo que esto me hace parecer un cascarrabias.

Ciel no respondió, solo dejó que él mismo respondiera sus propias preguntas.

— Heredé la empresa de mi padre cuando cumplí la mayoría de edad.

— Entiendo. ¿Entonces no puedes con esa carga?

— Es un hecho que puedo.

— Idiota — respondió Ciel mirando por la ventana. — Nunca demuestres debilidad ante nadie, ni siquiera ante un niño como yo.

Michaelis se sorprendió en demasía, sus ojos se abrieron cual platos, y sus mejillas se pintaron de un color rosa intenso. Ciel tenía razón, no debía mostrar debilidad ante nadie… aunque… nunca antes se había comportado de esa manera con nadie, pero es que Ciel le recordaba a él mismo cuando tenía esa edad, ese niño poseía la misma obstinación y orgullo que él solía tener.

— Jajajaja, Es un error que no volveré a cometer, señorito Phantomhive — le giñó el ojo, y sonrió. Ciel frunció el ceño.

— ¡Tsk! Como sea… ¿A dónde me llevas?

- Si le digo, arruinaría la sorpresa.

— ¿Sorpresa? Se supone que tienes que conocerme bien para hacerme una cosa así.

— Tienes razón, pero recuerda que ya tu padre me había hablado mucho de usted.

— Tsk… — miró nuevamente por la ventana, pensando en qué le depararía aquel viaje, pensando en que… si realmente podía confiar en ese hombre. Mientras muchas más preguntas se amontonaban en su cabeza, como las hojas en una tarde de otoño.

 

 

¿Continuará? 

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado mucho, no olviden dejarme sus reviews! Con preguntas, insultos, ideas, propuestas  ¡Lo que quieran!  ;u;)9 ¡Cuiden mucho sus pequeños corazones, nos vemos pronto!


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