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I'm Still a Human por MilkyJeanFoxserbug

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Un año antes.

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Sus sentidos estaban completamente alerta, podía captar a la perfección cada una de las balas dirigidas a su cuerpo. La tierra y sangre salpicaban por todas partes mientras cargaba entre sus brazos una Carabina M4, un arma bastante común en el arsenal y la cual sabía disparar con perfección, nada muy complicado para un soldado de entrenamiento especial como lo era Eustass Kidd, considerado un demonio en el campo de batalla, arrasaba con cuantos enemigos podía, siempre formando esa sonrisa de completo maniático.

Era de esperarse que este temible hombre se encontrara entre las primeras líneas de batalla, fumando con tranquilidad mientras disparaba con habilidad a los enemigos que deseaban abrirse paso.  Si había algo que amaba era la adrenalina de estar evitando continuamente la muerte, mientras llenaba de metralla los cuerpos del enemigo.

Entre las cosas que se empeñaron en enseñarle en el ejército se encontraba el no tener remordimientos al disparar a los contrarios, por lo que su expresión neutral no cambiaba en lo absoluto al ver como la luz se iba de los ojos de quien eliminaba, después de todo, cumplía el propósito de ayudar a su nación.

— ¿No te parece esto divertido, Killer? — elevó suficiente la voz para que su amigo pudiera escucharle, mientras disparaba en la cabeza de otro sujeto, el rubio solo le lanzó una fría mirada a través del flequillo que siempre le acompañaba, sabía bien que el otro odiaba la guerra y al contrario del pelirrojo, se sentía ligeramente mal por acabar con tantas vidas.

Soltó una pequeña risilla y clavó su cuchillo en la garganta de un soldado que cometió el error de atacarlo mientras recargaba su arma, ese tipo de acciones poco honorables le asqueaba, pero en la guerra pareciera que hasta la misma traición estaba permitida. La sangre de aquel sujeto brotó de a montones, logrando empaparlo un poco con la misma, era todo un fastidio tener sangre seca, pues le dejaba un olor a muerte que no se iba ni con el jabón barato que daban en las bases militares.

Un extraño sonido que rasgaba el aire le alertó del peligro inminente, sujetó con ganas sus armas y corrió unos cuantos metros, al instante, la fuerza producida por el impacto de una granada lo lanzó relativamente más lejos. Se levantó, con la parte izquierda del rostro manchada de sangre. Pareciera que cierto pedazo de metralla había logrado cortar su rostro, escupió un poco de sangre y se levantó de nueva cuenta, ignorando el evidente ardor.

Avanzó entre la lluvia de balas, saltando los cuerpos inertes de sus compañeros, todo para seguir disparando, aún tenían la clara ventaja, pues lograron reducir el ejército enemigo a más de la mitad, los pocos que quedaban continuaban siendo masacrados. No pasó mucho para que se ordenará la retirada del contrincante, declarándolos como los vencedores en aquel encuentro, por algo el país era temido por su poderoso cuerpo militar, al fin y al cabo todos los soldados debían apegarse a un riguroso y poco sano entrenamiento intensivo.

La mayoría se encontraba ya festejando por lo bien que les había ido, se permitió soltar un suspiro para retirarse, o eso es lo que pretendía antes de que una pequeña voz le llamará.

— ¡Kidd-san! — un chico de afeminado cabello rosa rápidamente lo alcanzó, no conocía mucho al chico, sino, mal recordaba su nombre era Coby, uno de los protegidos de ese sujeto, Garp. Recordar al hombre le hizo hervir de furia, era el reconocido militar el que había influenciado a Sakasuki que sus problemas mentales solo causarían la destrucción de cualquier tropa donde fuera integrado, eran esa clase de rumores la que lo volvían un simple soldado, se pasaba esas supuestas “enfermedades mentales” por los cojones.

—Garp-san me pidió que te buscará para revisar el perímetro y asegurarse de que no haya ningún superviviente— declaró por fin sus intenciones el menor, lo cual le causó cierto grado de odio al pelirrojo, vaya que justamente ese hombre necesitaba su ayuda, trató de controlar lo más que pudo sus emociones, ese sujeto era su superior y debía obedecerle en lo que le dictara.

Caminó sin siquiera esperar al otro, de cualquier forma conocía los protocolos para algo tan simple como una revisión habitual del perímetro. Su rostro aun ardía, pero al menos podía abrir el ojo levemente, aunque su vista por más raro que fuera, estaba teñida del mismo color escarlata, ahora sabía que no estaba ciego, pero igual dificultaba su labor actual.

No tardó mucho tiempo en revisar todos los cadáveres y las pocas trincheras que no se encontraban destruidas, todo eso mientras era seguido por el otro, el cual cada cierto tiempo hacia anotaciones de lo que encontraban por el lugar. Estaba por darse la vuelta para poder ir a la enfermería y ducharse hasta que un extraño sonido, como el de varias ramas al romperse, hizo que se quedará totalmente inmóvil. Con lentitud llevó su mano hasta el mango de su Beretta 98, recordaba tener la pistola cargada y lista para disparar, se giró lo más rápido que pudo, apuntando con la misma al lugar de donde provenía el ruido, mas no alcanzó a hacer mucho, pues un intenso dolor en su antebrazo le obligo a soltar el arma.

Tampoco tuvo tiempo de procesar lo que sucedía. Inmediatamente sintió aquel dolor en su abdomen y el hombro, seguido de aquello un líquido carmín salió con ganas de esas heridas, reconocía el dolor, pero tampoco recordaba que fuera tan insoportable como en ese momento, en definitiva, esas heridas no eran causadas por una bala común y corriente. Se mordió el labio inferior para distraerse de su propio dolor y buscar al causante de aquello. Por mucho que se esforzó, su vista teñida de rojo le dificultaba el trabajo y pronto tuvo otras preocupaciones, como cierto objeto que cayó a sus pies, abrió los ojos con notable sorpresa al reconocerlo y sin dudarlo más tiempo, empujó al pelirosa que parecía haber quedado en shock desde el momento que se escucharon los disparos, el tipo de chico que no debería estar en esos lugares.

Desde ese punto todo se había vuelto borroso, juraba haber escuchado una extraña risa y una sonrisa marcarse a través de todo el fuego que se encontraba a su alrededor, este provocado por esa granada incendiaría, aunque claro, no estaba cien por ciento seguro de ello, pues su mente era eclipsada por el intenso dolor en su brazo izquierdo, junto un olor a carne quemada. Por primera vez después de tanto tiempo, se permitió soltar un grito de agonía e impotencia.

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Despertó bastante sobresaltado, con la respiración agitada y una ligera confusión. Se recargó contra la cabecera de la cama y llevó su mano hacia su brazo, o al menos donde debería estar su brazo izquierdo, pues lo único que encontró fue el muñón de este, el ardiente recuerdo de aquel fatídico día, el último día en que se le permitiría y tendría las posibilidades de estar dentro del cuerpo militar.

Soltó un suspiro mientras se levantaba de la confortable cama, se dirigió al armario en busca de algo que ponerse, ese día tenía clases en la universidad y sería mejor apresurarse. Unos ligeros toques en su puerta le hicieron desviar la mirada.

—Hijo, Ace está en la sala y dice que tiene una propuesta para ti— anunció con el mismo tono alegre su querido padre.

—Enseguida bajo— contestó de manera rápida mientras terminaba de subirse el pantalón.

Era raro que recibiera visitas del joven pecoso, al menos desde hace un año que no iba a verlo tan frecuentemente como solía hacerlo, pero en parte comprendía a Portgas, debía mantener en alto su reputación por ser hijo de Garp “el héroe” y por supuesto se encontraba lo suficientemente ocupado como para desperdiciar su tiempo con alguien que ya no era esencial para las fuerzas militares, ahora pertenecía al grupo de los civiles que proteger.

Con bastante esfuerzo terminó de colocarse una camiseta de manga corta y tomó su mochila del pequeño sillón donde la había dejado hace tres días, metió en ella los planos de unos pequeños proyectos para su carrera y salió de la habitación. Aquella casa parecía tan lejana en sus recuerdos, pues desde que había cumplido la mayoría de edad se enlistó en el ejército y desde entonces no estuvo de nuevo en la casa donde creció la mayor parte de su vida y bueno, su padre…Akagami Shanks, el hombre de cabellera tan roja como la propia, con él tuvo peleas fuertes sobre su decisión, de hecho aún muy en el fondo sentía que su padre deseaba decirle un gran “te lo dije” en la cara por las consecuencias de irse y arriesgarse a todo eso.

Bajó a paso lento la escalera llena de fotografías de la familia, claro, en ninguna de esas se veía alguna mujer, pues todo rastro e información sobre su madre había sido claramente borrada de la familia, aunque eso realmente no le importaba, si nunca la conoció no veía porque apegarse a ella.

Pasó por la cocina y el comedor, donde un delicioso aroma con lo que seguramente estaría preparando su padre ya le hacía gruñir el estómago. Entró hasta la sala y se quedó parado en el marco de la puerta, analizando al joven pecoso que se encontraba sentado y algo nervioso, revisando cada cierto tiempo el reloj de su mano.

— Sigues viéndote tan desastroso como siempre. —murmuró el pelirrojo mientras se acercaba y tomaba asiento justo al frente de él, para dirigirle una de aquellas casi olvidadas sonrisas maniáticas.— Seré muy directo, ¿cuál es la verdadera razón de que estés aquí? —preguntó yendo al grano, que el chico le visitara no podía presagiar algo ni mínimamente bueno.

— Lo dices como si no pudiera venir a visitar a un buen amigo de la escuela —. Respondió con una tímida sonrisa y el ánimo que siempre le caracterizaba, mientras bebía jugo de una taza, seguramente el padre del pelirrojo se la ofreció al llegar. La palabra “escuela” le hizo recordar bastantes anécdotas vergonzosas vividas junto al azabache, pues si algo le molestaba era que se escudará tras el hecho de que seguían siendo buenos amigos como en aquellos tiempos.

— Portgas, no trates de engañarme, sé que buscas algo, así que sería mucho mejor que te apresurarás para que me pueda largar a la universidad y dejar de perder tiempo aquí. — Utilizó un ligero tono mordaz para ello, de cualquier forma le daba igual lo que el pecoso pudiera pensar de él ahora.

Vio al menor soltar un suspiro y acto seguido sacó unos papeles de su saco, algo doblados y maltratados, pero a fin de cuentas lo agarró para comenzar a leerlo. Se quedó unos momentos en silencio, tratando de procesar si aquello era real o no, sabía que el mundo se estaba adelantando cada vez más, pero no creía que a puntos tan exagerados como para eso. Simplemente no podía creer algo como aquello y si el otro le estaba jugando una broma de mal gusto, entonces no se contendría a la hora de darle unos buenos golpes, aún con solo un brazo seguía siendo un hombre fuerte he instruido en el combate, nunca vería una desventaja con aquel chico.

— Dime que todo es una maldita broma o que sigo soñando. —dijo por fin después de un silencio que parecía eterno, se recostó en el sillón y cerró un poco los ojos, si aquello era real básicamente podría rehacer su vida y dejar de estar jodiendo a su padre, aunque la carrera universitaria que llevaba ya tiempo estudiando le atraía bastante y dejarla también le dolería un poco.

— ¿Recuerdas al chico que te pasaste acosando desde secundaria? —Al escuchar eso sus mejillas adoptaron un ligero tono rojizo, por lo que desvió la mirada y mantuvo una mirada de total indiferencia, como si escuchar el nombre de aquel chico no causará nada en él.— Bueno, como dice la información de los expedientes, Trafalgar Law ha estado causando reciente revuelo entre los científicos, básicamente dice que es capaz de regenerar o remplazar cualquier parte del ser humano para mantener su “vitalidad”—el azabache revisó las palabras que se había escrito en la mano para saber si lo que decía era correcto, al ver que sí, le sonrió a su amigo.

— Tks, pero seguramente es muy costoso el tratamiento y dudo que Trafalgar me recuerde de la preparatoria. —Estaba seguro de que la total indiferencia del moreno ante cada uno de los regalos y presentes que le daba solo fue porque simplemente no le interesaba, por lo que dudaba mucho que si quiera le recordará.

— Esa es la mejor parte de todas — el otro casi pegó un brinco de felicidad al ver el interés de su amigo, quizás así podía compensar su falta de apoyo durante los seis meses que se la pasó en recuperación. — El método aún no está probado en humanos, por lo que solicitan a un voluntario para probarlo y bueno, a pesar de que ha pasado un año desde tu servicio, te mantienes en forma, estoy seguro de que si te ofreces como voluntario no dudaran en elegirte. —Procuró explicar esa parte de la manera menos extraña, pues sonaba algo complicado y riesgoso, pero confiaba ciegamente en Trafalgar y sabía que era capaz de hacer feliz a Kidd…de alguna manera.

Al no ver a su amigo lo suficientemente convencido de aquello, decidió agregar algo para tentarlo un poco — Además, si aceptas estarás viviendo bajo el mismo techo que Law durante lo que dure el tratamiento, hasta quien sabe, podrías lograr algo. —se encogió de hombros mientras una sonrisa traviesa se formaba en sus labios, la expresión de su amigo había pasado del desinterés total a un ligero brillo que no veía desde que ambos estaban en el campo de batalla.

— Bien, lo acepto, aunque será difícil convencer padre… ¿cuándo debo estar allí? — sabía el gran sermón que le esperaba y aun así deseaba intentarlo, no podía negar que el moreno seguía atrayéndole de cierta manera y aunque nunca pudo acercarse, con esa excusa sí que podría estar cerca del mayor.

— Me alegra que hayas decidido aceptar. Confío en que podrás hacerle entender a tu padre las razones y convencerlo de eso. Oh, por supuesto, la reunión con ellos es dentro de una hora. —el pelirrojo que se encontraba comiendo una galleta, al escuchar eso escupió unas pocas migas sobre la ropa y cara del pecoso, algo alterado por no solo medio obligarlo a aceptar aquel trato, sino, también porque había aceptado mucho antes de que le diera una respuesta real, confirmando antes de siquiera hablar con él.

— Que modales tienes, Eustass —Acto seguido Ace estalló a carcajadas al ver la cara de cabreo completo de su amigo.

— Eres un completo desgraciado, Portgas. —le dijo soltando el veneno total en aquellas palabras, más permitió que una sonrisa de verdadera felicidad asomará por su rostro. Si todo salía bien tendría de vuelta su brazo y claro, la oportunidad de estar con aquel chico que desde hace años tenía su atención en él.

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Aquel hombre moreno se paseaba por el vestíbulo varias veces, caminando simplemente de una lado a otro mientras sostenía entre sus manos el expediente de cierto pelirrojo salvaje, que más que intrigarlo, le daba una clara cosa que esperar cuando lo conociera justo ese día.

— ¿Estás seguro de lo que dijo Portgas? — preguntó por décima sexta vez en el día el alto hombre rubio de abrigo de plumas negro, mayormente conocido como Cora-san en aquella casa.

— Estoy completamente seguro de que Donquixote-ya mencionó el que conocía a este sujeto, pero con tales características sería imposible no reconocerlo. —Pues se había leído el expediente al derecho y al revés y lo que sin duda llamaba la atención, eran las numerosas formas en que se clasificaba a aquel hombre pelirrojo.

— ¿A qué clase de características te refieres? — murmuró el rubio lo suficientemente alto como para ser escuchado por el azabache.

Se permitió esbozar una sonrisa de lado mientras abría el expediente en la página que llevaba por título “diagnostico mental”.— El joven Eustass presenta comportamientos totalmente agresivos y salvajes dentro del campo de batalla, tiene principios de psicopatía al verlo sonreír en más de una ocasión al matar, torturar o golpear a algún enemigo. Aunque no se queda corto el hecho de que fuera de combate utiliza un vocabulario por demás sucio y es tan fácilmente que lo provoquen, no duda incluso de golpear a los suyos. —Terminó de leer esas observaciones del doctor en turno. —  Interesante el sujeto, ¿no te lo parece? — preguntó con evidente sarcasmo en su voz mientras cerraba el expediente para dejarlo sobre la mesa del comedor.

— Law, estas trayendo a gente loca a la casa, deberías rendirte y dejar de involucrarte con los negocios de Doffy, sabes que estos nunca terminan del todo bien. —le comentó con evidente preocupación en sus palabras, sin embargo la mente del joven moreno trabaja a mil, pensando en las montones de formas con las que comenzar a experimentar con el cuerpo del pelirrojo.

¿Sería justo como lo describía la nota? Porque si era así no tenía ni la menor idea de que se convertiría en la máquina de matar perfecta, aunque considerando esa peligrosa personalidad, incluso el corría el riesgo si el sujeto resultaba ser más problemático y rebelde de lo que esperaba, por lo que en todo caso debía recurrir a medidas drásticas.

— Cora-san, lo creas o no, he decidido aliarme con un psicólogo de la región, no solo para acabar con sus extrañas enfermedades, sino también para prepáralo para la primera cirugía. —Le contó parte del plan, pues confiaba demasiado en ese rubio y al verlo asentir ante la idea solo pudo ponerse mejor, parecía que al fin apoyaba una de sus ideas.

Estaba por servirse otra taza de su café negro favorito, al menos hasta que el sonido del timbre retumbó con elegancia, el moreno miró el reloj de la pared y sonrió complacido por la puntualidad de ello.

— Parece ser que nuestro nuevo huésped ya ha llegado —. Murmuró casi en un ronroneo para acto seguido caminar hasta la puerta y tomar el pomo de la misma, comenzando a girarla y revelar así las dos personas frente a sus ojos. 

Notas finales:

Gracias por leer. 


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