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I.Victor
Yuri era un adolecente, un adolecente enamorado, que aunque le dijeras que las cosas no iban en ese sentido para él era todo lo contrario, el amor no parecía ser la cosa más genial del mundo de hecho en resumidas palabras era un gran y jodido dolor en el trasero, su estómago se retorcía y quería matar a las dos personas que estaban coqueteando en frente de él.
“Victor”, se dijo mentalmente en una voz siniestra y con una aura oscura a su alrededor.
Se supone que Yuuri venia de Japón a visitarlo y pasar el tiempo juntos luego de no verse hace un mes, pero aquí estamos, Victor de colado y la estúpida sonrisa de ese cerdo adornando sus facciones como si nadie más estuviera detrás, no es que no estuviera feliz de verlo, ni que tampoco odiara a Victor,una verdad que no diría jamás es que a fin de cuentas lo respetaba y veía como un hermano mayor pero en este tipo de situaciones era muy complicado saber que era lo que sentía por el peliplateado, como ahora, que estaba a lado de su gordo novio y que era esa molestia recorriéndole como fuego en cada parte de su cuerpo. Sentía ganas de gritar, golpear, llorar, huir, pero más que nada golpear a Yuuri.
Sabía, lo sabía muy bien, ellos solo eran buenos amigos cercanos, alumno y maestro, admirador e ídolo, nada más, pero ese horrible sentir le seguía carcomiendo hasta el fondo de su alma y jodiendole la vida.
“Que asqueroso es el amor”, seguía hundido en sus pensamientos mientras los tres seguían caminando por las calles centrales de Rusia.
— Entonces le dije que sería bueno encontrarnos en aquí.—Victor estaba todo contento, sonriendo mientras con una mano agarraba su helado y la otra posaba alrededor del cuello de Yuuri y este le respondía de la misma forma.
“Demasiado cerca.”
Ya habían hablado sobre este tema muchas veces, Yuri le gritaba que no quería que este cerca de Victor el otro simplemente lo calmaba diciéndole que solo eran buenos amigos y besaba sus labios tiernamente mientras lo abrazaba, era como una droga, KatsukiYuuri era su droga y si le dijera que los dulces son picantes, que el día es noche, él se lo creería porque lo amaba demasiado, tanto que dolía al mismo tiempo y era frustrante no poder ser más maduro y confiar en su Katsudon, odiaba esa parte de su personalidad, simplemente a veces se odiaba.
Aun sentía esas ansias, rencor, envidia, deseo incontenible y más, todo licuándose en su interior queriendo vomitar, ese sentimiento de perder algo más preciado que su vida.
Pero de repente al levantar la vista hacia esos dos idiotas vio como Victor bajo su mano a la cintura de Yuuri y ya no lo soporto, a la mierda el autocontrol y todas esas charlas, pateo a Yuuri haciéndolo caer al suelo y se acercó a Victor amenazante con el ceño fruncido a punto de explotar.
— ¡Deja de manosear a mi estúpido cerdo, maldito viejo! —le grito y fue hacia Yuuri. Este lo miro acomodándose los lentes desde abajo. —Y tú… —su rostro de repente se deformo a uno de pura tristeza, sin poder decir nada pero aun frunciendo el ceño,huyo.
—¡Yurio! —Yuuri se levantó y miro como se perdía entre la gente.
—Eres muy cruel Yuuri—puso cara de lastima mirando la dirección en el que el hada rusa había huido. —Pedirme que siempre haga enojar a Yuri, espero que no me mate algún día. —Victor sonreía de lado mientras lamia su helado.
— Quizá lo soy… —sonrió complaciente. —Pero ya me acostumbre a verlo enojado y provocarle para que sea más honesto, es la única forma de que me diga cómo se siente realmente.—sacudió sus ropas y camino en dirección hacia donde había escapado su amante.
—No niego que ver a Yuri enojado y celoso es divertido, así que suerte Yuuri.—Victor miro su reloj de mano y se fue por el lado contrario en dirección al aeropuerto. — Debo ir a recibir a Chris —le guiño el ojo a modo de despedida y se perdió entre la multitud.
Yuuri sabia donde se encontraba Yuri, seguro en esa fuente en medio de esa plaza apartada de la gran multitud comprando unpirozhki y maldiciendo porque no era nada bueno, pero igual se lo comía protestando contra el pobre vendedor.
Ese lugar era muy especial para ambos porque es ahí donde se tomaron las manos por primera vez, casi dos años atrás después de que empezaran una relación formal. Los dos lograron seguir juntos gracias a sus amigos y familiares sin importar las adversidades, obviamente todo rayando en el límite de lo prohibido, aunque Yuri no ayudabaal ser muy joven con curiosidad y deseos, si quería algo lo quería ya, al saberse de su relación solo por cercanosdebían ser muy cuidadosos ante el mundo como patinadores que eran, el de lentes lo respetaba y esperaba pacientemente a que Yuri fuera mayor de edad y hacer muchas cosas más sin tener que ocultarse, por el momento disfrutaba de estas primeras veces, cada día, cada hora, cada minuto y segundo junto con el de ojos verdes era una nueva experiencia para él.
— Yuri —susurro su nombre sentándose a su lado. Al sentir su presencia el de ojos verdes solo se limitó a ignorarlo mientras comía de mala la gana lo que acababa de comprar.
— ¡Cállatekatsudon! —Se puso a la defensiva haciendo puños una de sus manos. —Odio sentirme así, no quiero sentirme de esta forma… nada cambio en mi estos años…—bajaba el tono de su voz, parecía estar a punto de llorar.
— ¿También me odias? —Yuri no respondió, solo bajo la vista mirando sus pies, por supuesto que no lo hacía, lo amaba más que cualquier cosa en este mundo. — ¿Quieres que te diga o haga algo en especial? —Insistió el pelinegro.
—… Di que me amas… —dijo suavemente mientras sus mejillas se volvían carmín y prosiguió porque sabía que el otro lo escucharía. —Dime lo de siempre… abrázame, solo hazlo maldito katsudon. —Yuuri se estremeció casi arrepintiéndose de lo que hizoy tomo lentamente el rostro de su amante despacio.
— No podría vivir mi vida si no es contigo.—unió sus frentes rosando sus narices delicadamente, sintiendo la respiración del otro. Yuri tenía los ojos cerrados, las mejillas sonrojadas y su corazón latiendo fuertemente después de aquella declaración.Joder, ese estúpido cerdo siempre lo sorprendía.— Te amo Yuri. —Abrió sus ojos y se encontraba sintiendo los labios ajenos sobre los suyos.
El roce duro solo unos segundos, gracias al cielo no había nadie por esa plaza a esas horas, así que se tomaron de las manos y se dirigieron sonrientes como si nada hubiera pasado al departamento del menor, casi mayor porque Yuri ya rondaba por los 17 años.
— Hagamos pirozhkis de katsudon en casa. —Yuri apretó ligeramente el agarre con Yuuri al decirlo, este solo se limitó a sonreírle y corresponder el gesto.
Yuri pensaba que tener estos sentimientos no eran tan malos después de todo, los celos lo hacían sentir como si estuviera en una montaña rusa, tenía subidas emocionantes y bajadas turbulentas y él amaba los juegos de alto riesgo.
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