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Buscando el Amor por Bernkastel

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Notas del fanfic:

*Los personajes no me pertenecen.

 

Notas del capitulo:

Hola a todos.

Este es mi primer fanfic, espero lo disfruten y sea de su agrado. 

Si tienen dudas, sugerencias o comentarios no duden en dejarlos, con gusto los leeré. 

«No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.»

Le había dicho su madre alguna vez.

Pues tenía razón, pensó. Leía un libro, o al menos lo intentaba, pues le costaba mucho prestar la atención debida si su mente se distraía pensando en otras cosas, específicamente en aquella época.

Apenas tenía seis años recién cumplidos cuando sucedió, dos elegantes coches tirados por bellísimos caballos se encontraban trasportándolos con dirección al hogar de uno de los amigos más cercanos a su padre, habría una gran reunión ese día, conocería al futuro prometido de su hermano, quien en esos tiempos tenía tan solo diez años. Venían desde muy lejos, desde otro país para ser más exactos.

Se encontraban en el segundo carruaje conversando, dos hermanos, dos alfas, uno tratando de calmar un poco al otro, quien a pesar de que no lo demostrará se encontraba algo incómodo por el compromiso, lo pudo saber por el aroma sutil, casi imperceptible que emanaba y delataba su nerviosismo y molestia, sobre todo esta, que lo hacía ver como un depredador malgeniado apunto de matar a su presa, pues se sentía frustrado al no poder controlar sus sentimientos. Nunca creyó que algún día vería aquella faceta de su hermano, quien siempre era frio e indiferente para con lo que le rodeará, como todos en su familia. Simplemente no podía reconocerlo.

—Hermano, creo que… creo que deberías calmarte un poco. —Tomó el hombro del mayor—. Tú hedor me está causando dolor de cabeza.

El mayor solo se removió un poco, dejó de mirar el paisaje por la ventana tratando de calmarse un poco. Viró la cabeza para poder ver a su hermano menor y suspiró.

—Lo siento. —Se disculpó.

Él solo asintió aceptando las disculpas del primogénito de la familia.

—Solo estoy… —se pasó una mano por el flequillo acomodándose un poco el cabello—, solo estoy un poco fastidiado, eso es todo.

Suspiró y decidió retomar su lectura, la cual había sido interrumpida por el repentino cambio de humor de su pariente. La calma reinó el resto del viaje.

Unas horas después llegaron a una construcción, hogar de la familia con la que su padre estaba interesado enlazarse, ahí fue donde conoció a su cuñado y a la familia de este, mas no a él.

Se presentaron y se sentaron la mesa el gran jardín a beber algo de té y probar algunos bocadillos mientras hablaban sobre cosas sin importancia y esperaban a que bajara el primogénito de la familia, un joven omega, el cual hizo aparición minutos después vestido de forma ordinaria, demasiado ordinaria, con el rostro sucio y el cabello lleno de tierra, una total sorpresa para los invitados, quienes inmediatamente tomaron un mal concepto de la situación.

—Oh por Dios… —susurró la mamá sorprendido. Se llevó las manos al rostro por la vergüenza.

—¡¡Por todos los dioses!! —gritó colérico el padre mientras le dirigía una mirada asesina a su hijo. Inmediatamente recibió un insulto súper grosero y agresivo por parte del menor.

Mientras tanto, los tres invitados estaban atónitos por el acontecimiento.

Los padres del recién llegado se disculparon por el indecente de su hijo y llamaron a unos sirvientes, alfas sobre todo, dos hombres altos y musculosos, para que se lo lleven a cambiar y lo regresen presentable, como debe de ser. Y así lo hicieron, lo tomaron de los brazos arrastrando al violento joven que daba muy buena pelea e intentaba liberarse, llegando a escapárseles dos veces, hasta que ya hastiados lo cargaron entre los dos y se lo llevaron, el omega se retorcía y lanzaba maldiciones a los cuatro vientos, tales como: “¡Les ordeno que me suelten, mastodontes de mierda!” y “¡Los descuartizaré a los dos y los lanzaré al rio, hijos de su grandísima y perra madre!”. Todo eso ante la mirada de espanto de los visitantes. Los padres simplemente no sabían dónde meter la cabeza.

Decidieron esperara a que la incomodidad pase y conversaron un buen rato esperando que regresara el hijo de la pareja, el cual hizo aparición momentos después con un increíble cambio que dejo perplejos a los invitados.

—Wow… —susurraron sus parientes lo más bajo posible.

El joven que ahora estaba parado en frente de ellos, no era ni la sombra de lo que habían visto anteriormente, lucia completamente diferente a lo que todos vieron, un cambio increíble, esta vez se veía hermoso y perfecto, vestía con un hermoso traje de época de color negro que resaltaba su figura todavía no madura y su cabello no tan corto recogido en una pequeña coleta. Era toda una belleza. 

Otra vez los tres extranjeros quedaron impactados.

Este al darse cuenta de que todos se habían quedado mudos, y mirándolo con cara de tontos, se dispuso a sacarlos de su nube.

—¿Qué? ¿Tengo monos en la cara o que mierda les pasa? ¡Ni que fuera el rey! —bufó molesto y con cara de aburrimiento llevándose un chocolate a la boca (el que había usurpado de la cocina) sin ápice de educación.

Todos parecieron reaccionar al momento, sin percatarse de la palabrota que les había lanzado. El omega tomo asiento y siguió la reunión. Trataron los temas correspondientes y su padre les comentó sobre el enlace matrimonial que tenía planeado, al principio la pareja quedo algo anonada y vacilaron un poco, pues alegaron que su amado hijo recién cumpliría los diez años, lo cual fue extraño ya que en la sociedad en la que vivían habían niños y niñas, sean omegas, alfas o betas, eran comprometidos desde bebes, no obstante, su opinión cambio rotundamente al poner en discusión sobre las tierras que se les serian compradas, el negocio que pondrían y el gran dote que recibirían, el omega solo miraba y escuchaba todo con horror, reprimiendo sus grandes deseos de mandar a todos a la reverenda mierda, escaparse del lugar, cambiarse el nombre a Petronilo y vivir entre una familia de gitanos muy lejos de esa ciudad, mientras que del otro lado, el mayor de los hermanos, tenía los mismos pensamientos, solo que él quería cambiarse el nombre a Carlitos. Lamentablemente, para la mala suerte de los dos niños, la pareja terminó aceptando con gusto la propuesta y en seguida el padre del joven alfa anunció la relación “amorosa” entre ambos jóvenes.

El pacto se cerraría el día en que se casaran, cuando el omega tuviera los quince años y su hermano los dieciséis recién cumplidos, pues, ambos se llevan unos cuantos meses de diferencia. Por mientras, tendrían todos esos años para conocerse y enamorarse, si es que el destino así lo deseaba.

Empezaron a frecuentar la mansión días luego del gran anuncio, sin embargo, no tuvo jamás la oportunidad de verlo. Al menos no hasta unos años después.

Fue el último en bajar del carruaje y al salir pudo ver como su progenitor terminaba de darle los últimos retoques al cabello de su hermano, atando unos cuantos mechones con una cinta negra, que contrastaba perfectamente con el hermoso traje fino de época que llevaba, dándole una apariencia sofisticada y gallarda. Había llegado el día de la gran boda.

Un largo tiempo después de aquel día lo habían logrado, el destino favoreció ese cariño que había empezado a florecer a los tres años de haberse anunciado el compromiso hasta que se convirtió en amor, un gran beneficio para el futuro del pacto y de la joven pareja. Recordaba como a veces sentía celos de la pareja, mayormente de su hermano, porque mientras que este ya tenía un omega a quien amar y proteger, él estaba solo, pero después se le pasaba un poco al decirse a sí mismo que todavía no necesitaba ese tipo de compromiso, pues todavía tenía doce años.

Rápidamente empezaron a llegar los invitados, entre personas importantes, conocidos y amigos de ambas familias a la boda; al poco rato en el que todos estaban presentes, por fin hizo la aparición la familia del otro novio y pudo ver como su hermano y la mayoría de los alfas en el lugar no podía quitarle los ojos de encima al joven omega, el cual se veía simplemente hermoso, y se realizó la ceremonia. Acabada esta regresaron a la mansión que a celebrar la reciente unión.

Mientras que las personas se divertían en el baile realizado en honor a la feliz pareja, él solo buscaba un lugar donde poder estar tranquilo, el bullicio que había en el salón lo incomodaba mucho, se escabulló de la fiesta y salió al gran jardín a tomar un poco de aire, parpadeó pesadamente, había sido un día bastante agitado. Estuvo ahí largo rato dejando que la fresca brisa nocturna le revolviera los cabellos, suspiró.

—Qué aburrimiento. —Se apoyó en el tronco de un árbol, mirando el cielo— Ojalá todo esto terminé lo más pronto posible. —Bostezó como nunca lo hubiera hecho enfrente alguien.

Una pequeña risa se oyó.

Abrió los ojos con suma sorpresa, acaso era su imaginación.

La misma risa se volvió a oír, pero más fuerte esta vez.

Se tensó, había alguien en ese lugar, pero ¿Dónde? No estaba muy seguro hasta que sintió un fuerte y dulce aroma detrás de él. Se exaltó cuando tocaron su hombro.

—¡Hola! —exclamó detrás de él una voz—. ¿Quién eres tú? —preguntó alegremente.

Giró su cabeza lentamente hasta dar con la figura de su interlocutor, como desearía jamás haberse dado la vuelta, porque ese día, su soledad desapareció y su corazón comenzó a latir, aunque sea por los pocos instantes en los que estuvieron juntos.

Era un niño que bien podría ser de su edad, incluso menor que él, de cabello corto hasta los hombros y de estatura un poco más baja, vestía con harapos y una capucha que no dejaba ver su rostro. Se quedó anonado, con la mirada fija en él, al igual que el chico, quien no le quitaba los ojos de encima (aunque este no pudiera notarlo), se sonrojo. Varios minutos pasaron hasta que sintió que las mejillas le quemaban y salió de su trance.

—Hola, mi nombre es… —No pudo decir más porque el otro lo calló poniéndole un dedo en sus finos labios.

—Espera, déjame adivinar… —masculló el chico—. ¡Ya sé! ¡Tú debes ser el hermanito del marido del novio! Eres idéntico a él. ¡Gusto en conocerte! —gritó con entusiasmo acercándosele demasiado, al grado de rosar su nariz con la de él.

—Em…

Intentó no ponerse nervioso, sin embargo no pudo evitar temblar y sonrojarse de sobre manera ante el gesto, pues el chico estaba invadiendo su espacio personal.

—Incluso eres un alfa, como él… —dijo el menor olfateando el cuello de mayor con inocencia.

—E-Eh… —solo atinó a tomarlo de los hombros y alejarlo de su persona— Gusto en conocerte también… y… ¿eres un omega, verdad?...

El chico se sonrojo de pronto.

—Có… ¡¿Cómo lo supiste?! —preguntó incrédulo, como si no fuera obvio.

—Tú aroma se siente bastante, sabes… —contestó.

—… —al principio se quedó callado pero después pareció restarle importancia— En fin… —rió, confundiendo al más alto, lo tomó de la mano y se lo llevó a jugar con él.

Al principio no quiso acceder, pero después de una rápida tortura de cosquillas no tuvo otra opción más que aceptar, jugaron el resto de la noche, divirtiéndose como nunca antes lo habían hecho antes, corriendo y saltando con alegría, por primera vez en su vida desde la partida de su hermano ya no sentía solo, sin embargo la felicidad no es para siempre, pues todo tiene un final. Al rato llego una sirvienta a recogerlos, alegando que ya era tarde y tenían que descansar, parecía horrorizada de que los dos se encontraran juntos, quiso preguntarle su nombre, pero la joven beta no les dejó hablarse.

Al día siguiente, despertó temprano y a pesar que buscó y preguntó por él, no lo volvió a ver hasta meses después cuando volvió a visitar la mansión por una reunión familiar donde se enteró sobre la no tan futura paternidad de su hermano, pues su ahora cuñado estaba embarazado de su primer hijo, y se quedarían unos cuantos meses antes de volver a su país natal con su padre, su hermano y la pareja de este.

Lo encontró en el mismo lugar donde lo había visto un año antes, en el jardín recolectando algunos frutos de los árboles, vestía la misma “ropa” con la que había estado la vez que lo vio, se acercó para saludarlo, estaba poco nervioso, no obstante, ese sentimiento desapareció cuando el joven omega, en un acto de felicidad, salto en su encima, abrazándolo, poco después de saludarse el menor volvió a retornar su trabajo mientras charlaba con él, no paso mucho tiempo para que el terminara por ayudarlo cargando las canastas con frutas, pasaron toda la tarde así hasta que llegó la ama de llaves totalmente colérica y le pegara una bofetada al menor para luego llevárselo del lugar entre gritos histéricos jalándolo del brazo con fuerza bruta, humillando al omega en frente de sus ojos, no sin antes disculparse con él por el “atrevimiento” del menor, todo ante su mirada de asombro total.

Al día siguiente, volvió a encontrarse con él en los pasillos de la mansión, se disculpó por no haberlo defendido de aquella bruja, pero el más bajo contestó que no había nada que disculpar, que no tenía importancia, y se lo tomó con naturalidad, como si eso cosa de todos los días, sin embargo le advirtió que a partir de ese día si querían verse debía ser en secreto. Aceptó.

Así fue como terminaron viéndose todos los días a escondidas, jugaban, cantaban y reían, su amistad crecía cada vez más, hasta que se volvió otra cosa, se habían enamorado. Pero lamentablemente su felicidad terminaría pronto, pues llego el día en el que se iría y ya no se volverían a ver.  Cuando le contó solo recibió una sonrisa triste y luego un sollozo, su omega no quería que se fuera, pero él no podía hacer nada, pasaron el resto de la noche juntos y cuando la hora llego, se despidieron con un beso, uno amargo lleno de tristeza, no sin antes darle un pequeño obsequio que atesoraría por siempre, un bello collar de plata que a partir de ese día comenzó a colgar de su cuello. Todavía recordaba las palabras que le dijo, lo que le hacía conservar las esperanzas.

—Este collar nos reunirá algún día, lo sé, porque tú vendrás por él. Hasta entonces lo cuidare como oro, me recordará que ya tengo un alfa y tú un omega. —sonrió con nostalgia.

—Es una promesa —contestó.

Y finalizaron el pacto con un beso.

Cerró su libro con enojo y frustración, se dispuso a ponerlo en escritorio y se levantó. Miro su reflejo en el espejo de una de las paredes, se sentía miserable, solo y miserable, ahora estaba casado con otra persona, una con la que se suponía, tenía una familia que formar, lamentaba su vida, odiaba a su padre con toda su alma por haberlo casado con un patán solo por tierras nuevas que administrar. El maldito omega que le había tocado, no era más que un dolor de muelas, un fastidio constante, aunque al principio les pareciera una buena idea casarlo con él, terminó siendo todo lo contrario, pues simplemente no congeniaban, que eran como el agua y el aceite.

No podía evitar sentirse vacío.

—Perdóname amor, rompí nuestra promesa.

Pues ahora para su desgracia tenía otro omega, uno que no le agradaba nada, pero al fin y al cabo era su omega.

—Pero quiero que sepas que a pesar de todo nunca dejé de amarte.

A veces se preguntaba que había sido de aquel niño del cual nunca supo su nombre, varias veces preguntó, pero el menor nunca dio respuesta esquivando el tema audazmente. Siempre sería un misterio.

En ese momento tocaron la puerta, dio el permiso para que pasaran.

—Joven Dégel, lamento interrumpir su descanso, pero, vengo a informarle que su esposo desea verlo. —dijo un chico de unos diecisiete años de edad.

—Merci beaucoup, Albafica —contestó agradecido—. Dile que bajo de inmediato. Ah, y ya creo haberte dicho que solo me llames Dégel, se supone que ahora somos familia. —contestó.

El joven solo asintió y se retiró, todavía no se acostumbraba a ese trato. Se miró en el espejo una última vez, se acomodó el cabello, los lentes y tomó aire.

Solo esperaba que no le causara migraña otra vez, rogaba porque fuera algo rápido.  

Notas finales:

Hasta aqui el primer capítulo. Hasta la siguiente.


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