Desaparecido
Capítulo 1:
No encontró mejor momento para hacerlo que en la oscuridad de la noche. Escondido como los delincuentes y haciendo el menor ruido posible fue como salió por la ventana del segundo piso. Impulsado por el deseo, la soledad de una vida que sentía lo iba consumiendo poco a poco.
Había tomado la decisión por que según él ya no había nada más que hacer para cambiar las cosas.
Seguramente había más opciones y miles de maneras como arreglar su vida, pero eran opciones que no pretendía tomar. Entre su orgullo y aquella falta de valor, que siempre le habían dicho que carecía, tomo la opción más fácil y se animó a huir de su vida.
En compañía de alguien en quien confiaba se iba a sentir mejor. Le iba a decir para iniciar una nueva vida lejos, muy lejos de ahí. Le iba a pedir que lo abrazara muy fuerte y que no lo dejara ir. Le iba a pedir que le prestara su hombro, como se lo había ofrecido antes, para hundir su cara, respirar su olor y perderse en su calor como siempre lo hacía.
Solo con él se sentía completo, se sentía bien, sentía la posibilidad de dormir y levantarse al día siguiente.
Él era el único que lo comprendía a pesar que sus vidas eran muy diferentes. Su familia no tenía mucho dinero, quizás era eso lo que le hacía tener calor humano. Era hijo único y se notaba que lo amaban con locura. A sus ojos eran la familia perfecta y quizás era eso lo que lo atraía como si fuera una mosca. La convivencia diaria en una casa llena de amor y de bulla.
¿En qué momento había empezado a llorar?
Pensaba que sus lágrimas se habían secado hace mucho, ¿quizás el saberse tan cerca a esa vida que deseaba lo había convertido en un ser humano de nuevo?
Sus pies lo llevaron calle abajo al sitio donde sabía él lo iba a estar esperando y no se equivocó.
Parado bajo la luz más tenue, de un farol que luchaba contra todo para no apagarse estaba parado él. Con la capucha puesta como si evitara que la gente lo viera en una calle más que desierta. Tan tonto como siempre, aun así siempre estaba para él.
“¿Para qué me llamaste tan tarde? ¿Paso algo?” – le pregunto mientras apagaba el cigarro con el pie. Se le veía cansado, pero lo comprendía, lo había llamado en la madrugada y de eso solo habían transcurrido unos cuarenta minutos.
“Vámonos” – le dijo mientras tomaba su mano y comenzaba a jalarlo.
“¿Puedo saber a dónde?” – preguntó mientras se dejaba llevar como un niño.
“Lejos, muy lejos”
“¿Por qué?”
“¡No importa por qué! ¡Solo vámonos!” – y ahí fue donde sus pasos se detuvieron y el ancla de su cuerpo lo obligó a volver a la realidad. – “Tu dijiste que me querías, tu dijiste que te gustaría vivir conmigo, juntos… ¡Hagámoslo!” – estaba intentando armarse de valor y decir por primera vez en su vida lo que de verdad quería hacer. Él no era impulsivo, su vida era monótona y nunca se salía de sus parámetros, de su zona de confort. Para él dar esa declaración de querer cambiar las cosas era como liberarse de todo, podía sentir el aire fresco congelarle la cara y esa emoción que creía muerta recorrerle todo el cuerpo como una descarga eléctrica.
“Estas loco” – fue lo único que le dijo antes de soltarse la mano.
“Pero…” - iba a decirle que fue su idea, que todo ese tiempo él lo había animado a dar ese paso. ¡no podía echarse para atrás ahora!... no ahora…
“¿No te has puesto a pensar no? Eso es raro en ti” – le dijo dándole la espalda y en todo momento evitando el contacto. El solo lo miraba expectante intentando pensar con su cerebro lleno de cosas y la emoción a flor de piel – “Si nos vamos te van a buscar idiota. Van a pensar que te he secuestrado o algo para pedir dinero. El único que va a salir mal parado de esto soy yo”
Sus palabras hicieron eco en él. Tenía razón. Lo iban a buscar tarde o temprano.
Era un tremendo imbécil.
“Pero si nos vamos muy lejos no nos van a encontrar. Si lo hicieran yo diría que nadie me obligo, que me fui por cuenta propia. Tu serías inocente en todo esto y ….”
“Yo no le agrado a tú papá. Tu papá no te hace caso. Tus palabras y declaraciones no van a hacer nada para evitar lo peor.” – estaba intentando hacerlo razonar, pero él ya había llegado muy lejos. No podía regresar, tenía que convencerlo. – “Mejor regresa a tu casa, mañana tenemos escuela y mis papas me han dado un ultimátum con las notas…”
“No…”
“No es momento para ponerse rebelde solo por las cosas que pasan en tu casa. Tienes que regresar y afrontar lo que sea que hayas hecho ahora. Trata de…”
“¿Tratar?” – sentía como algo lo jalaba hasta el fondo de un abismo, se sentía atrapado debajo de una masa inmensa de agua y no había tenido tiempo suficiente para tomar aire. Sentía la respiración pesada y como sus costillas empezaban a apretarle el pecho.
“¿Estas bien? Estas pálido…”
“Estoy bien” – le dijo en un arranque de cólera – “Lamento haber recortado tus horas de sueño, esto no va a volver a suceder, te lo prometo” – giro en sus talones y obligó a sus pies a deshacer su camino. Había sido una mala idea después de todo.
“No tienes que ponerte así de dramático. Quizás me exprese mal, debe ser la falta de sueño. Tu sabes que si no duermo mis horas son un imbécil que no piensa. No te enojes conmigo, yo no tengo la culpa…”
Se estaba excusando, no lo culpaba. Quería regresar y pedirle que lo perdonara por ser tan egoísta y pedirle cosas imposibles, pero no podía. Se sentía estúpido por no hacerlo y hacerlo sentir mal. Lo estaba dejando hablar solo y disculparse cuando era él quien debía hacerlo.
De todas maneras, cruzó el amplio jardín y se paró debajo de su ventana mirando, esperando a que ocurriera un milagro, pero después de razonar cinco minutos supo que nada iba a pasar así esperara por diez años nada iba a cambiar.
Bajar por la ventana había sido algo complicado teniendo en cuenta su pobre condición física, pero regresar a su habitación era todo un reto. Por más que intentaba no podía trepar el árbol. Tenía raspones en las manos y le dolía el trasero de las caídas. Iba a tener que entrar como la gente decente por la puerta.
Saco la llave debajo de una de las macetas y abrió la puerta intentado no hacer ruido. La abrió ligeramente, lo suficiente como para que su cuerpo se deslizara dentro y la cerró con la mano en la manija y soltándola despacio haciendo el mínimo de ruido. Dejo los zapatos en la puerta y sin que nadie le contestara hizo su entrada en la que era su casa.
“Tadaima”