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Nada está escrito por Lauradcala

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En un mundo donde todo está fríamente calculado, yo soy un bicho raro.

Te preguntarás, ¿Por qué te sientes así? O tal vez pensarás "solo es una fase adolescente". ¡Pues no lo es!

Si me conocieras, tal vez me dirías algo como: "Ángel, estás siendo melodramático", porque sí, tengo un nombre que proclama divinidad aunque de divino no tengo nada, hay que aplaudir el sarcasmo de mi madre en esto.

El porqué de todo esto voy a explicártelo.

Veras, hace muchos años, muchísimos, nuestros agresivos antepasados se peleaban ante la más mínima oportunidad, provocando múltiples guerras y, por supuesto, muertes inminentes.

Unos genios, ¿No?

El punto es, que gracias a sus peleítas sin sentido terminaron por reducir a la raza humana a un cuarto de su población.

Desesperados por su cercana extinción, y utilizando la ciencia a su favor, lograron forzar la evolución un poco.

¿Resultado? Los hombres podemos concebir.

Al principio era algo artificial, algo que los médicos realizaban al nacer un nuevo varón, ahora todos nacemos directamente con esa habilidad.

Así, lograron duplicar la población restante, pero aun así seguíamos siendo la mitad de lo que éramos, lo que me lleva a pensar que aquellos antepasados se reproducían como conejos.

¿Sorprendido? Aún hay más.

Por alguna extraña razón que algunos llaman milagro, otros llaman paranormal y que yo tacho de raro y escalofriante, todos nacemos con una marca de nacimiento, solo que no es una marca como tal, es un nombre, el de tu alma gemela para ser exactos.

¿Raro no?

Más raro aun, ¡yo no tengo esa marca!

Usualmente está detrás de la oreja, con un solo par de letras bastan, el resto van apareciendo a medida que te acerques a esa persona.

Pero yo no tengo nada detrás de la oreja, tal vez algo de suciedad algunas veces, pero ninguna marca, ni en la oreja, ni en los brazos o piernas, ¡nada!

Es esa la razón por la que uso mi cabello largo hasta la barbilla, de esa manera evito preguntas que ni yo mismo puedo responder.

Aunque eso también me hace un raro, lo normal es lucir tu marca como un trofeo, así que nada de cabellos sueltos, bueno, al menos mientras estas en la búsqueda de tu alma gemela, cuando lo encuentras no importa mucho que peinado uses, aunque la costumbre de recoger el cabello prevalece la mayoría del tiempo.

Me seguía pareciendo ridículo.

No me importaba, dieciocho son bastantes años como para meditar al respecto.

Sí, tengo dieciocho años, estoy en mi último año de secundaria y aun no sé qué profesión elegir.

Mi dia a dia se basa en vivir y esperar si algo nuevo me hace cambiar de rutina, la cual es, básicamente, levantarme, ir a la escuela, llegar a casa, hacer mis deberes, cenar y dormir.

Excepto los viernes, que es cuando salgo con mis amigos, porque sí, tengo amigos, tampoco soy un antisocial.

Mi grupo de amigos se conformaba al principio por solo tres personas: Jessie, una amiga de la infancia que vivía cerca a mi casa y con quien cree una amistad bastante fuerte, tenía el cabello castaño rojizo y unos ojos café oscuros cuyo brillo te hacía sentir relajado al instante; A Maia, una pelirroja con la nariz llena de pecas que no hacían más que resaltar el esmeralda de sus ojos, la conocí en una clase de historia en octavo grado, cuando me estaba quedando dormido sobre mi mano y ella muy amablemente me dio un golpe en la cabeza que termino con estamparme la cara contra la mesa, lindos recuerdos que siempre aparecen cuando tengo migraña, la pobre chica se disculpó horrores al final de la clase y estaba al borde del llanto cuando le dije que no pasaba nada, con lágrimas en el rostro se me tiro encima en un abrazo que por poco me asfixia y desde entonces no se volvió a despegar de mí, con el tiempo aprendí a tolerarla y descubrí que no fastidiaba tanto como imagine; y Noah, un chico cuya apariencia andrógina ocultaba una personalidad huraña y malhumorada, vamos, que tanto malgenio no se puede contener en un empaque tan pequeño, y es que el castaño cobrizo parecía un combustible a la espera de su catalizador para explotar, lo cual era, básicamente, cualquier mínima acción que no saliera como esperaba, si, eran berrinches lo que él hacía, pero así nos habíamos conocido, al chico le había tocado emparejarse con el "raro del salón" para un proyecto escolar en décimo grado y eso no le cuadraba a su testarudo cerebro, y sí, me llamó raro delante de todos, pero no le presté atención, pues gracias al raro del salón saco una nota máxima en el trabajo y le cerré esa imprudente bocota.

Nada mal, ¿Eh?

Al principio éramos solo los cuatros, pero ahora somos seis, lo cual era bastante incómodo.

Maia y Noah habían encontrado a sus destinados, solo quedábamos Jessie y yo por emparejar, o bueno, Jessie porque al parecer mi destino era morir solo.

Derek, el destinado de Maia, era el perfecto príncipe azul de los cuentos, lo cual era lógico teniendo en cuenta que era una chica bastante delicada, el pelinegro con ojos azules parecía hipnotizar a todos a su alrededor.

Jeremy, en cambio, era el total opuesto de Noah, estaban en desacuerdo bastante a menudo, aunque eso no fuese raro en Noah, no sabrías que eran destinados hasta que los vieras mirarse a los ojos, porque en ese momento, cuando dos almas gemelas se ven a los ojos, el resto del mundo se detiene ante tal manifestación de amor.

O así es como ellos lo describían.

Para mí solo eran dos cursis mirándose.

Cuando hacia ese tipo de comentarios, era difícil para ellos entender, pero claro, ellos ya tenían su vida resuelta, yo aún seguía creyendo que mi final sería terminar soltero con treinta gatos.

Hasta Jessie, una soltera como yo y cuya marca, una C y una A, lucia con orgullo detrás de su oreja, defendía que el tener a alguien perfecto para ti era lo mejor que podría pasarte.

Mi consuelo era que había salido con algunas personas cuya marca incompleta les hacía pensar que yo podría ser el elegido, no era sino hasta que la tercera letra aparecía que caían en cuenta de su error y terminaban conmigo.

Por mi estaba bien, obtenía mi diversión durante algún tiempo y con eso me mantenía satisfecho.

Digo, moriría solo pero al menos no virgen.

Aquel viernes estábamos todos reunidos en el centro comercial tomándonos algo en una cafetería.

O bueno, yo estaba bebiendo mi café y observando a las parejitas lentamente meterse en su burbuja privada.

Jessie y yo intercambiamos miradas, internamente ambos pensábamos lo mismo: "¡otra vez nos están ignorando!"

-¡Jessie! Escuche que tu destinado es igual a Derek-Dije en voz alta usando un tono casual

Ella me miro sorprendida pero con señas le indiqué que me siguiera el juego.

-En realidad, Ángel, mi destinada es una chica-Comento ella con una sonrisa ladeada, había entrado al juego.

-Es una lástima, yo quería seguir viéndome a escondidas contigo-Dije simulando dolor y suspiré dramáticamente.

Ella acaricio mi brazo y se acercó.

_-Aun podemos jugar, Ángel mío, no creo que a ella le moleste.

-¡NO!-Noah gritó casi saltando sobre la mesa.

Jessie y yo nos sobresaltamos y mi café se derramo sobre mi ropa, no le presté atención y seguí en lo mío.

-¿Qué te pasa Noah? ¿Enloqueciste ya?-Preguntó Jessie tranquilamente mientras me ayudaba a limpiar el desastre.

-¡Quien enloqueció fuiste tú! ¡No puedes engañar a tu destinado! ¡Es prohibido!- Contestó él alarmado.

-Pero Ángel y yo la pasamos tan bien, no puedo dejar esa diversión, mientras nadie se entere no habrá problema ¿Cierto Ángel?

Jessie ahora me miraba a los ojos, aprovechando el momento me acerque a su cuello y, con mis labios en su piel, murmuré:

-Cierto.

Miré de reojo como a las parejitas se les caía la mandíbula mientras sus ojos se abrían como platos.

Al ver sus expresiones no pude contener la risa y comencé a carcajearme con Jessie.

Los cuatro nos miraban confundidos y algo recelosos.

-¿De qué se ríen? ¡Esto es algo serio!-Exclamo Maia algo molesta.

-¿Has visto sus caras, Ángel?-Preguntó Jessie entre risas.

-¡Si parecían un poema!-Exclamé yo.

-¡Chicos! ¡Expliquen de que se trata todo esto!-Regañó Jeremy.

-¡Ángel y yo no tenemos nada! ¡Y tampoco tengo un destinado!-Dijo Jessie algo más calmada, aunque de tanto en tanto se le escapaba una risita.

-¿Y por qué dijeron una cosa así?-Preguntó Derek.

-Porque ustedes, grupo de melosos, estaban sumidos en su momento cursi y se olvidaron de nuestra existencia, es molesto ¿Saben?-Reclamé una vez logré serenarme.

-¡Pero si le has besado el cuello!-Gritó Noah casi horrorizado.

Jessie se levantó de su asiento y se acercó a Noah por la espalda, el pobre estaba tan concentrado en sus reclamos que soltó un chillido de sorpresa cuando ésta le dio un beso justo en la marca que rezaba el nombre de Jeremy.

Yo me preocupaba por ocultar con mi mano la sonrisa burlona que empezaba a asomárseme.

-¡Jessie!-Gritó Noah indignado.

-Calma bonito, que es solo un beso, no es como si te vaya a acosar o algo así-Dijo ella juguetonamente.

Jeremy los miraba con expresión seria, pero sus ojos mostraban que se estaba divirtiendo.

Noah era un chico chapado a la antigua, por lo que la idea de romper las reglas simplemente lo descolocaba, más aun si hablábamos de la regla principal: Solo puedes estar con tu destinado una vez lo encuentres.

Una regla estúpida pues una vez se reunieran las almas gemelas, ya no querrían estar con nadie más, pero el estado lo veía como una forma de garantizar la natalidad, las posibilidades de tener hijos eran de casi cien por ciento si lo hacías con tu destinado.

Claro que, antes de conocerlo, cada quien hacia lo que quería.

Pero siempre existía la posibilidad, por eso habían creado la norma.

Luego del pequeño incidente, seguimos hablando de cualquier cosa, hasta que empecé a sentirme incomodo, el café en mi camisa se había secado y vuelto pegajoso.

Tenía que cambiarme la camisa.

Como estaba lejos de mi casa y no quería dejar a mis amigos, decidí que comprarme algo sencillo en una tienda de ropa sería la mejor opción.

Me disculpe con los chicos y me fui a buscar algún local que llamase mi atención.

Encontré uno bastante casual y algo pequeño que considere que podría encajar con mi estilo.

Entré sin pensármelo dos veces.

Efectivamente era pequeño. Pero de alguna forma se sentía acogedor.

Vendían ropa exclusivamente masculina y su estilo no salía del casual y deportivo.

-¿Puedo ayudarte?-Una voz masculina me saco de mi curioseo.

Me gire para encarar al dueño de la voz y, al hacerlo, mi respiración se quedó atrapada en mi garganta.

Era un chico, efectivamente, pero sus rasgos lo hacían parecer un adonis, vamos, que estaba buenísimo.

Cabello negro al estilo militar, piel ligeramente bronceada, cuerpo un poco tonificado y ojos…raros.

Bueno, no tenían nada malo, es solo… ¿Dorados? Nunca había visto ese color en mi vida.

-Si…Eh…Yo…-¿Qué rayos me pasaba? ¿Acaso se me olvido cómo hablar? Para colmo empezó a picarme el cuello.

El chico sonreía esperando que le dijera porqué estaba allí, ¿El problema? Había olvidado el por qué estaba allí, creo que ni siquiera era capaz de recordar mi nombre.

-Me llamo Dante y, si no estoy siendo imprudente, creo que necesitas una camiseta nueva- Dijo señalando mi torso manchado.

¡La camiseta! ¡Claro!

Me sonroje y asentí apenado, ¿Es que acaso era un niño siendo regañado? ¿Qué rayos me pasaba?

Dante me guio por toda la tienda indicándome los productos que tenía y dándome su opinión sobre cada uno de ellos.

Elegí un par de camisetas oscuras y me metí a un probador.

Estaba quitándome mi camiseta cuando una mano con un paño se asomó entre las cortinas.

-Pensé que necesitarías esto-Le escuché decir al otro lado.

Tomé el paño, que estaba húmedo, y musite un "gracias".

Tenía razón, el café había traspasado la tela y tenía todo el pecho manchado.

Me probé ambas camisetas y, como no pude decidirme por una, termine llevando ambas, una puesta y la otra en una bolsa junto con la que había ensuciado.

Dante facturó las prendas y me acompañó hasta la puerta con una sonrisa.

-Fue un placer atenderte…

-Ángel-Completé.

-Ok, fue un placer atenderte Ángel.

Asentí y salí de allí con la cara y el cuello encendidos.

Estaba tan rojo que cuando llegué donde mis amigos, Jessie se me acercó y me revisó pensando que tenía fiebre.

La tranquilicé diciendo que el aire acondicionado de la tienda no estaba funcionando y me había acalorado un poco.

Si, era un mentiroso, pero me creyó.

Para empeorar las cosas, aun me picaban el cuello, incluso estaba empezando a arderme, ¿Me habría picado algún bicho? No tenía idea, y opté por ignorar la molesta sensación.

Seguimos allí sentados, molestando, hasta la noche, sin embargo, me sentía como si mi cuerpo estuviese allí con mis amigos y mi mente estuviese en otra parte, bueno, pensando en una sola cosa realmente: En un par de ojos dorados.

Al llegar a mi casa, mi cuello seguía picando cada vez más, así que fui al baño para ver qué era lo que estaba causando semejante fastidio.

Recogí mi cabello y me acerque a mirar.

Allí donde siempre había habido piel blanca, y que siempre me había clasificado como diferente, había aparecido de la nada una línea.

Cerré los ojos creyendo que estaba soñando pero, al abrirlos, la línea seguía ahí.

Tenía que ser un error, era imposible.

Yo…yo no podía tener una marca de destinado.

 


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