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Una segunda oportunidad por Neko_Elle

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Notas del fanfic:

Hola!

Les traigo algo nuevo, espero les guste. Temporalmente hablando, este fic se lleva a cabo varios años después de la batalla con Hades del siglo XX.

Este fic es continuación de "Una decisión de adultos" que a su vez, es continuación de "Una incómoda duda infantil". Sin embargo, no es necesario que lo lean para entender esta historia, pero pueden hacerlo si así lo desean.

Notas del capitulo:

Espero les guste.

Masaje.

Muy a menudo fingía no observarle. Claro que la mayor parte del tiempo estaba con la vista en sus libros, pero, la realidad era que el 80% de su tiempo, estaba concentrado en Kardia. Aun cuando no lo estaba. Incluso había ingresado a la facultad de medicina por él. Lo conocía desde la infancia y estaba al tanto de sus problemas cardiacos, así que era natural para él haber hecho esa elección.

De hecho, desde siempre, él le acompañaba con el cardiólogo, ya que al estar juntos la mayor parte del tiempo, el médico –quien convenientemente era su tío- prefería darle instrucciones de qué hacer en caso de que Kardia tuviera algún ataque. Había muchos rumores corriendo sobre ellos en la universidad y entre sus amigos, pero ninguno de los dos los confirmaba, ni los desmentía.

Si bien, no eran completamente ciertos, pero tampoco eran completamente falsos. Degel nunca había mencionado el motivo por el cuál eligió su carrera y no se lo diría nunca a Kardia, pero estaba cierto de que era probable que él ya lo supiera de algún modo. Así eran ellos, muchas veces no necesitaban palabras para comunicarse esos detalles. Dejaban que sus acciones hablaran por ellos, aunque al menos en el caso del francés, no era muy adepto a dejar que sus emociones se notaran. Sin embargo, Kardia siempre lograba desnudarlo.

Estaban en un merendero en el campus universitario, como siempre, Degel estaba rodeado de libros. El de ojos de apatita se encontraba con la cabeza recargada en la mesa, durmiendo. Se había cansado de esperarlo y simplemente se durmió, igual estaba cansado, había sido un día pesado para él. Su carrera era sumamente demandante y los climas extremos le eran difíciles de sobrellevar.

Cuando el francés notó el silencio, sonrió ligeramente, extendió su mano y la colocó frente a su nariz, asegurándose de que aun respiraba. Era un viejo hábito suyo, no le hacía feliz tenerlo, pero lo tranquilizaba más de lo que le gustaría. Enseguida, posó sus nudillos en la mejilla del durmiente muchacho, tratando de medir su temperatura. Aunque lo cierto era, que simplemente quería acariciarle.

Cuando Kardia dormía, se veía demasiado tranquilo, muy diferente al terremoto que era estando despierto. Quitó velozmente su mano cuando escuchó los pasos de alguien.

- Se me hacía raro no verte en la biblioteca, Degel. Pero igualmente sigues rodeado de libros- comentó con una sonrisa casual.

- Sisyphos- le llamó- ¿Qué haces aquí? Creí que tenías guardia.

- Estoy en la hora de comida. También deberías comer algo, supongo que tu amigo por eso vino, aunque evidentemente se durmió esperándote.

- …- No tuvo deseos de responder a eso, no era como si le hubiese preguntado algo. Pero de igual manera sonrió y le dijo- Solo está cansado, le pasa a menudo en verano.

- ¿Es él?- inquirió curioso. Refiriéndose si era el chico de los rumores.

- …- Sin embargo, Degel no contestó, confirmando con ello la idea que cruzó por la mente del mayor.

- Cierto, no es asunto mío. Debo irme, toma- dijo entregándole una manzana- No te sobreesfuerces.

Apenas dijo eso, se fue. Degel sonrió por el regalo. Por fortuna era una manzana, las favoritas de Kardia. No le gustaba mucho la idea de mostrarse amable con desconocidos, sin embargo, era considerablemente cortés con ellos y con sus allegados lo era aún más. Con Kardia, se mostraba más serio a ojos de los demás. Quizá para equilibrar lo increíblemente revoltoso que podía ser ese muchacho. Pero la realidad era muy diferente.

Comenzó a cortar la manzana con una navaja que llevaba siempre consigo, cortó una rebanada delgada y la llevó a su boca, mientras continuaba cortando otra. Luego, pensó en que no era correcto que llevara una navaja consigo a la universidad y en breve recordó que había sido uno de los extraños regalos de Kardia. Nuevamente se colaba en su mente Kardia. Siempre se trataba de él. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el aludido abrió los ojos y se le quedó viendo. Antes de que pudiera hablar, se apuró a colocarle en los labios una rebanada de manzana. Inusualmente obediente, Kardia comió la rebanada de manzana y estaba por decir algo, pero Degel volvió a callarlo con otra rebanada. Con una mirada un tanto reprobatoria recibió la fruta y continuó comiendo mientras Degel sonreía complacido.

Cualquiera con solo esa vista, podría decir era Degel quien dominaba entre ellos. Para su amiga Serafina, que ya le había hecho algunos comentarios, era evidente que los deseos de Kardia eran los que predominaban en la relación. Pero entre ellos, no había tal competencia de poder, simplemente era su manera de coexistir el uno con el otro.

Cuando terminaron de comer la manzana, el de hebras azuladas habló.

- Si ya habías terminado, me hubieras despertado ¡Muero de hambre!

- Te veías cansado, creí que era mejor que durmieras. No has tenido ataques, pero tu carrera es muy demandante- le sermoneó.

- Ustedes dos siempre están juntos ¿verdad? – preguntó una curvilínea estudiante de intercambio que era amiga de Kardia. Acababa de llegar, pero parecía que llevaba un rato observándolos.

Ambos muchachos voltearon a verla y luego a verse entre sí, en realidad, escuchaban cosas así a menudo, pero era la primera vez que se los preguntaban directamente. En opinión de Degel, eran parecidos esos dos. Al igual que Kardia, Calvera era una persona directa, quizá tenía más tacto que él, pero no podía negarse que ese lado tan franco y sin mascaras de ambos, era lo que los había vuelto amigos.

- No. De hecho, casi no nos vemos últimamente- dijo Kardia mordiendo una manzana, sin percatarse que había sonado casi como un reproche- Te veo a veces más a ti que a él- le comentó a la chica.

- Pero son muy cercanos ¿no? Puedo decirlo por la forma en que conviven y se tocan.

- Bueno, su familia siempre se ha encargado de mi problema cardiaco.

Dijo señalando su corazón. Degel se sorprendió un poco de saber que ella estaba al tanto del problema cardiaco de Kardia. Es decir, no era algo que Kardia fuera contando a todo el mundo, ya que era una persona privada en lo que correspondía a sus asuntos de salud. Le escuchó continuar pronto.

- Así que estoy acostumbrado a que él y su familia me manoseen- bromeó sujetando la mano de Degel y agitándola. Luego, completó - Pero yo diría que sí somos bastante cercanos.

La postura de Degel se relajó ligeramente. Pero permaneció pensativo: ¿de verdad se notaban tanto sus ansias y deseos de tocar a Kardia? Dirigió su mirada a él y recibió una sonrisa juguetona. Al juzgar por lo que le respondió a Calvera, probablemente estaba al tanto y de acuerdo con ello. De igual manera, aún tenían una conversación pendiente.

- Y hablando de tu corazón, ¿cómo sigues? El otro día que estabas peleando con Huexda creímos que te ibas a morir. Incluso él se vio pálido.

- ¿Peleando? - intervino Degel sorprendido de que Kardia hubiera omitido ese detalle. Kardia dio un leve respingo al verse atrapado y liberó la mano del francés.

- Sí, solo fue una discusión acalorada y pues- sonrió nervioso- Para detener todo, él ofreció un apretón de manos y yo acepté.

Su explicación estaba tan incompleta que tanto Degel como Calvera voltearon a verse inconformes, así que ella decidió terminar de explicarle todo a Degel. Después de todo, Kardia mismo acababa de decirlo, Degel y su familia se encargaban del problema cardiaco del muchacho y estaba al tanto que el chico de lentes estudiaba medicina.

- Pero lo hizo tan fuerte que este tonto se enojó – continuó Calvera con la explicación- Y aunque Huexda casi le dobla en tamaño, al genio se le ocurrió lanzarle un golpe a la cara.

- Lo pensará dos veces antes de tomar tus cosas en pleno examen- argumentó el muchacho- Aunque según tú, puedes con todo tu sola ¿no? – se burló.

- ¿Te molesta? – inquirió Degel a la joven, comprendiendo un poco lo que hizo a Kardia participar en la riña.

- Es como un niño grande- explicó la morena- Tú sabes, el típico que le pega el chicle en el cabello a la persona que le gusta. Pero a veces sí es problemático. Que, por cierto, Kardia, cuídate, que te echó el ojo. Me andaba preguntando por ti.

- ¿Y tú punto es? - sonrió travieso y con el ceño fruncido. Ambos solían llevarse así, molestándose mutuamente.

- Que no creo que le importe reemplazarme contigo – dijo ella picándole las costillas.

- A como se ve de bestia, nos lleva a los dos a una cueva- ambos se rieron- Pero si no fuera tan tosco podríamos hacer trío- dijo pasando un brazo por los hombros de la chica. Comenzaron a reír nuevamente, ya que eso jamás pasaría.

- Nada más no se lo digas a él, o andarás en silla de ruedas.

- Andaremos – enfatizó el plural- En silla de ruedas.

Ambos soltaron una carcajada alegre. Desde hacía un rato que a Degel no le parecía para nada graciosa la conversación. Sin embargo, se limitó al silencio. ¿Qué más le quedaba? Notando esto, tanto Kardia como Calvera, decidieron que era hora de terminar con la broma.

- Bueno, Kardia, debo irme, pero los invito a los dos mi exposición. Necesito comensales- dijo con una sonrisa jovial.

- Solo no nos vayas a envenenar- dijo sujetando sin percatarse, la manga de Degel y jaloneándola levemente.

- Cállate, niño- reprochó – Siendo una exposición habría testigos, no puedo envenenarte a gusto de esa forma.

- Ya decía yo que era raro no haberme enfermado.

Notando aún muy serio a Degel, la chica le insistió.

- Por favor, ve tú también. Habrá mucha comida y buen ambiente- sonrió nuevamente- Sinceramente, no creo que este – señaló a Kardia- Pueda comer todo solo. Te ves muy delgado y estresado, así que comer algo sabroso te hará quitar esa cara larga.

Dicho esto, desapareció con el viento. Degel, aunque se sintió en cierto modo "amenazado" por la presencia de esa chica, no pudo molestarse con ella. Es que, era tan parecida a Kardia que era imposible enojarse. Volteó a ver a Kardia y dirigió una de sus manos al cuello de este, tomando su pulso.

- Estoy bien- se adelantó. Degel suspiró.

- ¿Estás tomando los medicamentos?

- Sí- respondió con fastidio, esperando más preguntas y reproches.

- Vamos- dijo poniéndose de pie y recogiendo sus cosas.

- ¿A dónde?

- Dijiste que querías ir a comer ¿no? Ya terminé.

Se dirigieron a un pequeño restaurante que era en realidad un lugar muy privado y les gustaba a ambos. En el camino, Kadia observó a Degel, parecía molesto aún. Es decir, sabía lo serio que podía ser Degel gracias a la manera en la que lo educó su tío en casa, pero aun así lograba ver que de vez en cuando, sacaba un poco de su verdadero yo. Un yo, que no era tan templado como se obligaba a aparentar y que fue con el primero que convivió cuando eran apenas unos niños; un "yo" que a veces, dejaba salir cuando estaban a solas.

Había una conversación que tenían pendiente, pero no habían abordado por diferentes circunstancias. Ese parecía ser un buen momento. Desde hace ya bastante tiempo, ambos sabían que había una atracción entre ellos, algo latente que no permitían aflorar a sus anchas. Pero había ocasiones en las que salía. Se habían dado circunstancias como roces leves e incluso besos. Situaciones que nunca tuvieron nombre o explicación, habían sido espontaneas o perfectamente excusadas. Sin embargo, la de la última vez no. Aun no abordaban el tema, pero los dos comenzaron a recordarlo inevitablemente.

Era un viernes por la noche, Kardia estaba de visita en casa de Degel. Se suponía iban a ver algunas películas, sin embargo, luego de un tiempo, Kardia comenzó a quejarse de un dolor en la espalda.

- ¿Quieres que te revise?

- Solo es un dolor de espalda- comentó- No quiero tomar más medicinas.

Toda su vida la había pasado entre médicos, más en casa de Degel, cuya familia se especializaba exclusivamente en ramas de la salud. Ya que iba a menudo, obtenía exámenes y seguimiento de su enfermedad cardiaca. Sin embargo, también había ocasiones en las que permitía que su amigo, que estaba en formación para ser médico, practicara algunas cosas con él. Casi como jugar al doctor, como cuando eran niños.

- Aunque, mejor sí te tomo la palabra- dijo parándose y dirigiéndose al consultorio donde siempre lo revisaban. Pero pronto vio que Degel se dirigía a su habitación, así que lo siguió sin hacer preguntas.

Cuando llegaron, el de ojos aguamarina comenzó a revisarlo por sobre la ropa. Quiso primero tomar como siempre sus signos vitales. Kardia sabía que al francés le servía de practica y a él como prevención. Así que se dejó hacer. Sintió el estetoscopio sobre su pecho y se mantuvo quieto, observando el rostro lleno de concentración de su amigo francés. Le gustaba ver ese semblante.

- Respira profundamente- le pidió Degel, tratando de escuchar sus pulmones y su corazón.

- …

- Otra vez- continuó concentrándose en su tarea, pero le era algo difícil.

- …- siguió las instrucciones con hastío, ya acostumbrado a ellas. Luego sintió que accidentalmente, Degel apoyó la mano en su muslo, pero trató de no darle importancia, aunque sí sintió un leve cosquilleo.

- Ahora respira normal.

Poco después, el examen rutinario había resultado normal, por lo que Degel se colocó a espalda de Kardia. El griego echó su cabello para adelante, para darle espacio a su amigo de poder tocar su espalda. De pronto, Degel recordó algo.

- He estado viendo algo de medicina del deporte y fisioterapia ¿quieres que te de un masaje?

Esa propuesta prácticamente lo despertó, había sido simultáneamente algo normal y anormal viniendo de Degel. Luego meditó que no era del todo mala idea. Su amigo practicaría y él se quitaría de dolores sin tener que lidiar con más medicinas.

- ¿Por qué no? - dijo al fin- ¿Qué hago?

- Quítate la camisa- le pidió- Yo iré a traer un gel para descontracturar.

Cuando volvió, Kardia estaba aún sentado en su cama, pero efectivamente, sin camisa. Parecía tranquilo, pero observaba curioso por todas partes. No era la primera vez que estaba en su habitación, pero cada vez, Kardia encontraba algo nuevo en que distraerse cuando tenía que esperarlo. El francés se obligó a sí mismo a no desviar la mirada y mantener la compostura. Estaba más que consciente de lo que el griego despertaba en él, así que ya no estaba seguro de qué tan buena idea había sido proponer darle un masaje.

Vio la cicatriz en el pecho de Kardia, rastro de una de varias cirugías que había tenido. Sin poder evitarlo, llevó su mano a aquella cicatriz. El muchacho no se sintió inhibido, solo observó la mano del de hebras verdosas delinear el vestigio de una batalla ganada contra la muerte.

- Recuéstate boca abajo- pidió saliendo de su transe.

Se escuchó el sonido de un bote dejar salir aquella gelatinosa sustancia y aquel sonido húmedo adornó el lugar, impregnándolo de un aroma a hierbas medicinales. Kardia se acomodó como le pidió Degel y esperó el contacto, le pareció extraño, pero le emocionó de alguna forma. El muchacho con aguamarinas por ojos trató de calentar un poco aquel gel es sus manos. Sin embargo, siempre había tenido manos frías. Por lo que, de igual manera, cuando las colocó sobre la piel desnuda y suave de Kardia, este último dio un respingo y dejó escapar un jadeo.

- Tienes las manos frías- se quejó.

- Lo siento- comentó paseando sus manos por toda la espalda y aplicándole así el gel.

- El dolor es en la espalda baja- le señaló tratando de mantenerse quieto.

Degel asintió, pese a que sabía que Kardia no podía verlo y deslizó sus manos a la espalda baja. Comenzó haciendo pequeños círculos con sus dedos en la zona lumbar y luego fue dirigiendo hacia los lados, de adentro hacia afuera. Alcanzó a escuchar un ronroneo delicioso del griego, quien comenzaba a relajarse y lo vio comenzar a cerrar sus ojos de apatita, disfrutando de las sensaciones tan relajantes.

- ¿Has estado estresado? - le preguntó- Tienes los músculos hechos nudo aquí.

- Un poco- respondió apenas.

La sensación era tan agradable que no tenía muchas ganas de hablar, solo de sentir las frescas manos de su amigo, amasar su espalda. Los movimientos en las manos de Degel cambiaron, ahora eran de manera ascendente, delineando su columna. Siguió paseando sus manos, a veces subiéndolas y a veces bajándolas, disfrutando del tacto de aquella piel tan cálida. Kardia, disfrutaba a su vez las sensaciones tan relajantes que le prodigaban aquellas manos expertas. Las manos de Degel bajaron a una zona limítrofe y en cierto modo, eso puso en estado de alerta a ambos muchachos, pero estaban tan concentrados en lo agradable de la sensación, que ninguno pareció darle importancia.

Luego, volvió a subir sus manos a la espalda media y espalda alta, masajeando los hombros y cuello del griego. Kardia estaba relajado y ocasionalmente soltaba algún suspiro o un sonido gutural. Ambos estaban tan a gusto compartiendo ese momento de intimidad, Degel con sus caricias y Kardia con los sonidos que salían de su garganta, que no se detuvieron a pensar si cruzarían o no, una cierta línea invisible. Degel recordó algo que había escuchado y presionó un cierto punto de su espalda baja, mientras observaba su respuesta. El cuerpo del griego reaccionó: una de sus manos empuñó la sabana y tuvo un estremecimiento que acompañó con un suspiro. Alzó su cadera por su recién despertar. Estuvo a punto de llamar a Degel, para advertirle que se detuviera, sin embargo, no lo hizo. Sabía perfectamente que, si su voz articulaba su nombre, todo se detendría.

Se volteó ligeramente, lo que su cuerpo laxo le permitió. Las miradas de ambos, anhelantes de más, se encontraron. La mano traviesa de Degel, acarició la cadera y el abdomen de Kardia, yendo de dentro hacia afuera y subiendo. El griego, entrecerró los ojos quizá para ocultar el brillo que se asomaba en ellos. Ambos supieron que cruzarían una cierta línea. Desde siempre habían existido esos juegos que no eran más que excusas para tocarse. Existía desde el inicio eso que se denominaba "tensión sexual" aunque en su infancia no habrían sabido darle un nombre definido.

Kardia jaló hacia sí a Degel, quien buscó de inmediato su boca y se posicionó encima del relajado cuerpo. El de ojos de apatita enroscó sus brazos sobre el cuello de Degel, mientras las frescas manos delineaban el contorno de su cuerpo y con sus pulgares presionaban algunas zonas deliciosas de la piel que comenzaba a verse enrojecida. Los dedos de Kardia se perdieron entre los cabellos del francés, mientras sus bocas se probaban y saboreaban.

Degel abandonó su tarea de acariciar el cuerpo griego y comenzó a desabrochar los pantalones de ambos. Casi como un incendio, Kardia dejó también viajar sus manos por el cuerpo de su amigo, explorándolo. Usualmente, era Degel quien podía tocarlo sin miramientos, después de todo, él era el médico, tenía la excusa perfecta. Pero el griego no siempre tenía la fortuna de poder explorar sin que eso modificara algo. Su boca se concentró más en su tarea. El beso a veces era lento y parsimonioso y a veces se degustaba pasional y desesperado. Ninguno de los dos se había aun animado a explorar el interior de la boca ajena, se limitaban a caricias externas con sus labios.

Cuando Degel logró abrir ambas prendas inferiores, comenzaron a asomarse las excitaciones de cada uno. Aun no liberaban sus bocas, cuando, se escuchó la puerta de entrada abrirse. Ambos salieron de ese espacio íntimo en el que estaban. Abrieron sus ojos y el beso que compartían fue interrumpido. Degel extrañó de inmediato la textura esponjosa de los labios de Kardia, quien parecía estar despertando de un trance, al igual que él. Terminaron por separarse. Degel se levantó y acomodó sus ropas, luego, se dirigió a una silla y tomó la camisa de Kardia para poder entregársela.

- Bajaré para recibirlos, así que puedes vestirte con calma- dijo saliendo de la habitación.

Un ruido súbito interrumpió sus memorias y sus ojos volvieron a encontrarse. El francés suspiró pesadamente, en tanto, los ojos curiosos de Kardia lo escrutaban.

- ¿Estás molesto?

- Un poco- expresó sincero, era lo mejor para evitar un problema con Kardia. Pero más que enojo, eran celos. No entendía de dónde provenían tantos celos y tanta posesividad. Desde que lo vio por primera vez, algo había: una conexión.

- ¿Por qué? - trató de hurgar.

- Aun no te puedo decir, pero lo haré próximamente. Espera un poco.

- ¿Y si no estoy vivo para entonces? - le presionó.

De repente, los dos sintieron una especie de deja vú. Algo que les pasaba muy a menudo entre ellos. Ambos sabían el motivo del enojo de Degel y más aún, por qué no quería revelarlo todavía. Les gustaba lo natural que todo se daba, pero al mismo tiempo, les disgustaba las limitantes.

- Lo siento- se disculpó, sorprendiendo a Kardia.

- ¿Por qué te disculpas precisamente? - le tanteó.

No estaba seguro de que le gustara a dónde se dirigía la conversación. Las disculpas siempre eran tan incómodas e innecesarias. Detestaba cuando las personas le pedían perdón, solo salvo ciertas circunstancias le parecía bien, pero esa no era una de ellas. Degel, viendo el ceño fruncido y los labios alzados, supo que el humor de Kardia estaba cambiando.

Continuará…

Notas finales:

Muchas gracias por leer :D


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