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Razones por Maos

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— Jörg va a pasar por ustedes mañana en la tarde… —comentó Simone en la cena del viernes, la primera que compartían en toda la semana.

— Ok.  —contestó el mayor de los gemelos y su mirada se dirigió a su hermano al notar que no había respondido—. ¿Bill?

El aludido se había mantenido callado en todo momento sin levantar la mirada, detestando a su madre en silencio, porque él ya sabía lo que Simone iba a decirles desde antes que hablara, apretó los puños por debajo de la mesa.

Ellos habían planeado salir con la mujer al cine ese fin de semana, pero a Simone le había surgido un asunto y había cancelado los planes. El pelinegro no podía dejar de sentirse traicionado y abandonado, sabía que el asunto de su madre no era más que otra cita con uno de esos hombres que conocía en internet.

— ¡Bill! —gritó para llamar su atención y el menor levantó la vista de inmediato, por reflejo—. ¿Qué no piensas comer? —preguntó la mujer con cierto tono acusatorio, al notar el plato intacto frente al pelinegro.

Él no contestó. Tom apretó los labios y supo por la cara de fastidio de Bill que la cena no iba a terminar bien.

La relación con su madre había ido deteriorándose poco a poco, más que nada porque Simone no soportaba las nuevas actitudes del pelinegro, siempre retándola y contestándole, la rebeldía que estaba manifestando su hijo menor la tenía hastiada.

— William —advirtió Simone con el tono firme y aparentemente calmo.

— ¡¿Qué?! —saltó a la defensiva, sin guardarse nada, estaba molesto y no se lo iba a callar solo para complacer a su madre.

— ¡No me contestes así! —sentenció la mujer.

— Bill por favor... —pidió Tom en un susurro, intentando en vano evitar otra discusión en la mesa.

El pelinegro bufó antes de responder con la mandíbula apretada. — ¿Qué pasó mamá? —preguntó en tono condescendiente.

— Te hice una pregunta. —recordó la madre con los labios apretados.

— No quiero comer. —el tono del niño fue por demás frio, repleto de enfado, Simone lo miro en advertencia nuevamente—. No tengo hambre.

— Pues no me importa, tienes que comer.

— Ya te dije que no-tengo-hambre —Bill levantó la voz, estaba tan enojado, moría de ganas de gritarle y reclamarle, pero se estaba conteniendo.

— ¡Y yo te dije que tienes que comer!, así que no te levantas hasta que termines. —respondió Simone en varios tonos más altos.

Bill sonrió con una mirada retadora. — ¡Que no quiero! —el pelinegro se levantó de golpe y con ambas manos aventó el plato hacia enfrente, derramando toda la sopa en el mantel.

— ¡William Kaulitz vuelve ahora mismo! —gritó Simone a todo pulmón con la rabia picándole en las manos, Bill había salido corriendo del comedor—. ¡Maldita sea Tom! ¡¿Qué demonios le sucede a tu hermano?! —el rubio solo negó y la mujer bufó rabiando.

Tom había presenciado la escena con la intención de mantenerse al margen, porque no sabía qué hacer.

Estaba sorprendido, no terminaba por acostumbrarse a la nueva actitud de su hermano, tan fría y retadora, mucho menos a sus arranques de ira. El rubio había intentado acercarse a su gemelo, en verdad lo había hecho, pero Bill se había vuelto tan distante, sólo lo alejaba con palabras hirientes y actitudes agresivas.

El pelinegro estaba pasando por una etapa en la que la desesperación era tanta, que necesitaba herir a otras personas para poder soportarla.

Había estado tan confundido y conflictuado después de lo sucedido en las últimas visitas, tenía las emociones tan revueltas y turbulentas, que no podía controlarse y terminaba estallando en ira.

Sentía que odiaba a su madre y a Tom por no darse cuenta, por no ayudarlo y por mandarlo a esa horrible casa, con ese horrible hombre que lo hacía sentir tan mal y que lo amenazaba constantemente con alejarlo de ellos para siempre. Los odiaba a ellos, lo odiaba a él, se odiaba a sí mismo. Mierda, estaba sufriendo tanto.

El pelinegro estaba encerrado en su habitación, con la cara hundida en su almohada gritando, aferrándose a ella tan fuerte que los nudillos se le ponían blancos, solo deseaba que todo terminara, porque creía que no podría con ello ni un segundo más. Estaba siempre reprimiendo las ganas de llorar y de contarles la razón del porque se sentía tan mal.

Pero no podía hablar, porque entonces Jörg le diría a la policía que su madre nunca estaba en casa y que en ocasiones tomaba mucho de la botella que irónicamente siempre le arrebataba a Jörg antes de que comenzarán las peleas cuando vivían juntos. Y si les decía eso entonces él y Tom irían a vivir y con él.

Tom lo odiaría por siempre si por su culpa lo alejaban de su madre. Bill no quiera eso, solo deseaba que todo volviera a ser como antes, incluso si eso significaba que Jörg ya no lo quisiera de nuevo y que nunca le hablara otra vez.

 

***

 

Tom había regresado a su habitación después de que Simone lo corriera a gritos, su cerebro no paraba de pensar mientras miraba fijamente al techo, esperaba que las cosas con Bill mejoraran para el día siguiente, no quería que hiciera molestar a su padre también y que el poco rato que pasaban -él menos que Bill- se volviera tenso.

Aunque si lo pensaba bien, en casa de Jörg su hermano parecía volverse otro, era más callado y obediente, totalmente calmado, pero para el parecía tener sentido, si él recibiera la cantidad de regalos, premios y halagos que recibía Bill, entonces él también se comportaría tan correctamente en esa casa.

Pero para Bill las cosas no eran tan simples, el pelinegro intentaba comportarse perfectamente no para ganarse obsequios, sino todo lo contrario, pues cada pequeño detalle que recibía de su padre era cobrado en la habitación, Bill ya no soportaba los regalos, no quería más atenciones y favoritismos, porque cada uno de ellos significaba un beso más, una caricia más, menos ropa, más culpa, más asco, más miedo.

Los abrazos para Bill se habían convertido en la acción más horrible de la tierra, cada abrazo, no importaba de que persona fuera, lo asociaba con los susurros sucios y amenazantes de Jörg, con los toqueteos, con esa opresión en el pecho que lo obligaba a morderse a los labios y aguantar las lágrimas.

***

Tom había estado asombradísimo cuando su padre le dijo que en la casa le estaba esperando una sorpresa.

El rubio en realidad no podía creer que en verdad su padre hubiera pensado en él y solo en él para darle algo. Cuando se enteró su emoción fue tanta, que no notó la mirada asustada de su hermano, esa que siempre ponía al estar cerca de la casa de Jörg. Aunque realmente Tom nunca parecía darse cuenta de que esa mirada existía, y eso ponía a Bill totalmente desolado.

Cuando llegaron, el pelinegro se mantuvo pegado a su mitad casi todo el tiempo, sin embargo, antes de que el rastudo le pudiera preguntar si ocurría algo, el mayor de ellos se lo llevo para, finalmente, darle su "sorpresa".

Tom quedó sin palabras, ¿En verdad eso era para él? No pudo contener un grito extasiado. Una habitación entera. Con muebles nuevos, una TV muy grande y una play station. ¡Una play station!

Tom se abrazó a su padre con la sonrisa más grande en el rostro, pero se esfumo cuando notó a su gemelo mirando todo con una expresión rara que no supo descifrar.

¿Bill estaba celoso? ¿O triste porque él no había recibido algo tan grande antes?

Y entonces Tom cayo en la cuenta de que tal vez, su hermano estaba triste porque ya no dormirían juntos. Y es que Bill siempre le decía que dormir cerca suyo le traía calma, bueno, eso era antes de que su actitud se volviera fría y se olvidara de él. Todo aquello estaba siendo muy duro para Tom también, aunque no quisiera admitirlo, extrañaba tenerlo a su lado. Ahora se sentía muy solo, con su madre siendo tan desinteresada y su padre ignorándolo; que Bill también se alejara lo ponía más triste de lo que el mismo quería aceptar.

Quiso acercarse a él para decirle que eso no era nada, que en la casa de su madre podrían dormir juntos de nuevo, y qué si él quería y permitía, volverían a pasar más tiempo uno a lado del otro.

Tal vez si hablaba con él las cosas volverían a ser como antes y ya no tendría que preocuparse por el Bill obscuro y enojado con el que había estado viviendo las últimas semanas. Tal vez Bill le contaría de una vez que era lo que le pasaba y volverían a ser les gemelos de siempre y volverían a estar felices, solo ellos dos, sin necesidad de alguien más.

Pero Bill se fue en el instante en el que lo miro a los ojos, y antes de que pudiera seguirlo Jörg lo distrajo, enseñándole la herramienta y pintura que había comprado únicamente para que ambos pasarán tiempo juntos arreglando el cuarto. Tom olvido en ese momento todo lo que quería decirle a Bill.

Y con una sonrisa de ilusión se dispuso a pasar tiempo con su padre.

***

Ese sábado el pelinegro pasó la mayor parte del tiempo en silencio, mientras observaba a Tom sonriendo a lado de su padre; hacían bromas y jugaban con la pintura. Se preguntó por un momento porque no podía ser así con él. ¿Qué había de malo con él?

Jörg lo había invitado a estar con ellos, pero sabía que si aceptaba Tom se enojaría con él, por intentar robarle la poca atención que su padre le daba, no es que él se lo hubiera dicho, pero Jörg sí y tenía razón: Tom ya no lo quería como antes, todo por su culpa, por querer siempre llamar la atención y dejarlo sin nada.

Por eso había empezado a dejar el maquillaje, y cuando su padre le menciono lo bonito y apetitoso que este lo hacía ver, no lo utilizó más, pero volvió a él después de que Jörg le reclamara entre arrimones y toqueteos su falta. Aunque ahora solamente lo utilizaba cuando tenía que verlo, ya no disfrutaba usándolo a diario, ya no disfrutaba nada.

Bill se pasaba la mayoría del tiempo con un nudo en la garganta, las imágenes y sensaciones no lo abandonaban nunca, no podía dormir, estudiar, comer o jugar, ya ni siquiera podía escribir sus canciones, todo el tiempo, dentro de su mente, estaba atrapado entre las cuatro paredes que tanto odiaba.

La culpa podía con él, por todas las cosas malas que hacían, y lo peor es que siempre iban en aumento, parecía que nunca pararían. Recientemente su padre había adoptado la manía de sentarlo en sus piernas mientras ambos solo vestían ropa interior, lo tomaba muy fuerte de las muñecas y frotaba su cosa contra su espalda y nalgas, en el proceso le susurraba frases que se repetían en sus sueños una y otra vez impidiéndole descansar.

“Sé un buen chico Billy… Sé un buen chico.”

“Silencio... Deja de llorar bebé.”

“¿Verdad qué te gusta? Dime cuanto te gusta”

Su mente colapsaba siempre que esas frases cruzaban por su mente, lo hacían temblar y lo confundían ¿Es que de verdad debían gustarle ese tipo de juegos? ¿Acaso él era el que estaba mal por no querer hacer esas cosas con su padre? Y Si eran tan buenos ¿Por qué su padre no los jugaba con Tom también?

No se le hacía justo, ¿Por qué solo con él? 


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