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Como si el alma volviera al cuerpo por Aomame

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Como si el alma volviera al cuerpo

 

Bien. Situaciones desesperadas, merecen  medidas desesperadas. Pensó Tony mientras se arreglaba el nudo de la corbata. No pensaba salir esa noche, quería quedarse en casa a pesar de que siempre gustaba de asistir a todas las fiestas posibles, beber hasta casi el desmayo y conquistar a una que otra conejita. Pero, suponiendo que el destino siempre nos alcanza, él había sido alcanzado hace tiempo y esa forma de divertirse se había ido diluyendo ante la forma de divertirse hogareñamente.

—Maldito, capsicle…—murmuró y echó una última mirada a su aspecto frente al espejo.

Él y Steve habían discutido. Nada fuera de lo normal, dirías tú. Pero esta ocasión tuvo un algo atípico. Un algo que dejo a Tony con el coraje entre una tripa y otra. Vamos, que por primera vez, Steve lo había dejado con la palabra en la boca, había dado media vuelta y se había ido. Sí, ¡ido! Tony lo vio salir de la habitación y después escuchó el anuncio innecesario de J.A.R.V.I.S que rezó: “El señor Rogers ha salido”. Si pudiera ahorcar a J.A.R.V.I.S., lo haría. Por Dios, que lo haría.

Así que, bien, se había ido. Perfecto, perfecto. No iba a esperarlo en casa como cualquier novia de pueblo con lágrimas en los ojos,  la caja de bombones cubiertos de chocolate a un lado y la película romántica del año en la pantalla. No. Esta no se la perdonaba. Se había ido ¿y eso qué? Eso no era nada para el gran Tony Stark.

Iría a la fiesta esa, ni siquiera recordaba en honor a qué era,  y le demostraría que no lo necesitaba, que se podía ir al diablo. Esa noche, se divertiría como antes. Sí, señor. Como antes, con champagne y bocadillos; y sí, con algunas conejitas también. ¿Y qué? No es como si importara. Steve se había ido y sin él, se divertiría más.

Eligió el Ferrari, sólo porque sí. Era ostentoso e innecesariamente rápido. Quería sentir el paso vertiginoso de las calles, el viento en su rostro. Quería dejar de pensar en Steve y en su, poco usual, grosería. Además, nadie lo dejaba hablando como loco en medio de una discusión. Por lo general, perdían la discusión ante él, antes de marcharse. Pero, no pudo correr como habría querido. Encontró más de un tasco en la carretera y tuvo que esperar tras el volante, eso sí, con música a todo volumen. Y en cada uno de esos momentos, rumiaba para sí cada instante y palabra dicha durante esa pelea.  Así que, tampoco pudo dejar de pensar en Steve.

Cuando llegó, sonrió. Las luces de los flashes de las cámaras y los gritos de los periodistas esperando que se detuviera, le recordaron los viejos tiempos. Subió las escaleras que llevaban al interior de la fiesta y se giró para mirar a toda la multitud, que no lo esperaba, con una sonrisa de oreja a oreja. Se divertiría y nadie notaría, ni siquiera imaginaría que por dentro se carcomía en enojo y tristeza. Nadie notaría nada. Abrió los brazos como todo un rock star y entró con displicencia. Se empaparía de un ánimo diferente al que tenía.

Bebió su primera copa, mientras bromeaba con un empresario que había visto a penas una o dos veces. La segunda vino cuando dicho empresario le presentó a su esposa. Una esposa muy fea, en su opinión, comparada con Steve (aunque éste no era mujer) era más fea que un tapón de corcho mal cortado, pero se guardó la comparación para sí. Hablando de corchos, pidió que abrieran un champagne para él y sus nuevos amigos. Se bebió la tercera y cuarta copa directo de la botella. Y le dejó al mesero una buena propina en el bolsillo del chaleco, para que le trajera unas cuantas pizzas, porque la comida era horrible y además, poquísima. Se bebió otra botella de champagne, y sintió sus burbujas hacerle cosquillas en la nariz, cuando se puso a bailar con una mujer de la cual no recordaría su rostro, tal vez, fue el corchó mal cortado. En ese momento no importaba. Recordó, entre un paso y otro, cuando Steve trató de enseñarle, sin ser un experto,  a bailar como lo hacían en los 40’s. Se habían pisado los pies uno al otro y habían renunciado. Media hora después, harto de pizzas, se deshizo de la corbata y subió a una mesa para brindar por lo que fuera que estuvieran festejando. Y así, sin parar, el alcohol comenzó a derramarse por su sistema. Se bebería cada dólar de su fortuna, si era necesario y si con ello lograba detener los pensamientos  sobre Steve. Pronto estaba rodeado de mujeres, jóvenes y no tanto, que querían bailar con él “el baile que le había enseñado su amigo el Capitán América”. Era como si esas mujeres, también pensaran en él. Como si pudieran llevarse un pedazo de Steve a través de Tony. No las culpaba, el anciano era más lindo que la media de hombres, y para tener más de noventa años, estaba más que bien. Se negó a bailar ese baile. Pero acepto beber con ellas. 

Estaba bien. Muy bien, más que bien. Seguía siendo Tony Stark. El play boy, el millonario… no necesitaba para nada al capitán. Si quería meterse en problemas, lo haría. Nadie podía detenerlo. Porque él era un súper hombre, él era Ironman y el resto no. Estaba bien, muy bien. Con cada trago, sin embargo, se disparaban los recuerdos, entre más ebrio estaba más ganas de llorar tenía. ¿Por qué tenía que  irse? ¿Por qué así? Y la pregunta que más lo atormentaba: ¿volvería?

Ella era un periodista de una revista banal  de moda. Quería una entrevista y con un infierno, se la concedería, siempre y cuando fuera privada. No había mucho que explicar, tampoco podía hablar muy bien, en ese punto de la fiesta arrastraba las palabras. Ella sugirió un lugar más privado y él le siguió con un guiñó y una media sonrisa. Steve siempre decía que la intimidad en privado era como tenía que ser. Siempre tan chapado a la antigua. Era hilarante. Ella cerró la puerta de un ala adyacente al salón y se recostó sensualmente sobre un triclinium. Tony sonrió y avanzó hacia ella. Como antes, se había propuesto ser como antes. Pero justo ahí, frente a la oportunidad de ser el de siempre, no pudo dar un paso más. Ella lo notó, por supuesto, y le preguntó que sucedía.

—Lo siento—balbuceó, se encogió de hombros y levantó las palmas de las manos hacia el techo. Ese gesto era la prueba de su desesperación y su congestión emocional. Sintió el picor alarmante de las lágrimas en sus ojos ya enrojecidos por el alcohol—, no puedo. Lo siento.

Ella lo miró con el ceño fruncido. El famoso Tony Stark, quizás, estaba demasiado ebrio. Esa era una explicación verosímil. Pero aun así, preguntó por qué.

Tony volvió a encogerse de hombros. No podía, porque la verdad era que no estaba bien. Que el alcohol no ayudaba en nada y que, definitivamente, odiaba estar ahí. No le gustaba la música, el baile ni la gente. Daría lo fuera por estar en casa ahora, viendo una maldita película en el sofá entre los brazos de Steve. Eso era mejor, sólo en ese escenario podía ser feliz. Tony Stark siempre sería Tony Stark, pero ahora la felicidad pintaba diferente. ¿Y qué? A veces, las personas maduran de golpe. En especial, cuando el amor de sus vidas aparece y lo revoluciona todo. Él no se conocía, hasta que se enamoró de Steve. Así de simple. No podía porque lo amaba, no podía porque no se permitiría traicionarlo, aun si éste no volvía. Claro que no dijo nada, sólo se quedó parado ahí, en medio de la habitación con la sensación de querer salir corriendo y buscar a Steve en cada una de las jodidas calles de la ciudad. Tocaría cada puerta de ser necesario.

Entonces, en ese preciso instante, la puerta se abrió y ante sus ojos, apareció Rogers. Vestía de gala, elegante y sencillo, con el cabello perfectamente en su lugar.

—Estás aquí—dijo cuándo su mirada se cruzó con la de Tony—. Te estaba buscando.

Tony lo miró desconcertado y luego, a la chica, para finalizar señalándose a sí mismo. Steve suspiró con cansancio y se acercó a la chica para ofrécele su mano.

—Disculpe, señorita, pero Tony y yo tenemos que discutir un tema.

La chica sonrió, estaba encantada de conocer al Capitán América en persona. Y al igual que a Tony, le pidió una entrevista, para su desgracia Steve era menos accesible que el excéntrico millonario y más efectivo en despachar personas indeseables.

Una vez solos, Steve se cruzó de brazos, sus ojos brillaron  con el color de un zafiro furioso. Tony pensó que si fuera mujer le compraría un anillo enorme de zafiros para que lo perdonara, pero no era el caso. Steve estaba a punto de soltar un sermón, seguramente, pero Tony se le adelantó.

—Lo siento—dijo—, es mi culpa.

Steve lo miró con extrañeza.

—La pelea, tenías razón—continuó Tony—. Pero no quería aceptarlo, ¿está bien? ¿Ya? ¿Estás contento?

La expresión en el rostro de Steve se suavizó y eso fue acompañado de un suspiro.

—Tony, no se trata de que esté contento o no ganando una discusión. A veces, sólo quiero que me escuches. Nada más.

Tony asintió y se rindió por fin a las lágrimas. Quería demostrarle a Steve que sin él podía estar bien, pero se había quedado en el intento. En realidad, ni siquiera lo había intentado. Lo había extrañado cada segundo, como si cada uno de éstos pintara una herida sobre su piel.

Steve se acercó y lo abrazó.

—¿Vas a volver?—preguntó Tony hundido felizmente en el firme pecho de su pareja.

—Nunca pensé en abandonarte. Sin mí, eres un desastre —bromeó y Tony sonrió.

—Sí, lo soy.

Se escucharon  los gritos alborotados de las personas del otro lado de la puerta. Era una cuenta regresiva. Pero no era año nuevo, entonces ¿de qué era la bendita fiesta? Al llegar a cero, vieron, a través de la ventana que daba al jardín, como se iluminaba el cielo de colores azules y rojos. Era 4 de julio. Así que era eso.

Tony se sintió más avergonzado.

—Es tu cumpleaños—le murmuró a un Steve que sonreía con los fuegos artifíciales.

—Supongo… casi tengo cien años, no me hace mucha gracia festejar.

—¿Y qué? para tener un siglo de vida te conservas muy bien.

Steve rió.

—Vamos a casa. Te daré tu regalo, anciano… a menos que—levantó sus cejas en gesto pícaro— lo quieras aquí.

¿Y qué si así era? ¿Y qué si la puerta no estaba cerrada con llave? Una reconciliación es una reconciliación. Es como si el alma volviera al cuerpo.

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Me inspiré en la canción So what? de P!nk. 

 Hasta la próxima!


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