ARCANO: CÓMO TE QUIERO.
Ve su cara en los periódicos la primera tarde. Light le mira con ligera duda, un temor ávido que le impide mirarlo apenas un segundo antes de responderle con un chasquido y un beso. Hay te quiero, pero no te amo y es así, en esta cantidad inexacta, que él se adormece en una posición viva; y así como el sueño le acuchilla la vista, el querer se le sale de los extremos. Light sigue allí, sosteniendo su viveza blanca, tocando –no existe menos– el labio inferior, lamiendo su lengua dulce, moviendo al viento hacia ellos. Se retuerce y no pasa nada fuera.
Mira al periódico; no, lo oye deslizarse. Está allí, sobre la mesa de centro, controlando sus párpados como puertas automáticas, y se deja porque duerme en sí, preocupado por la tarde y la lluvia, vivo en este venir de una oscuridad tremenda, fría como todas las demás oscuridades sin apellido; el sol les atraviesa. Light sabe qué es crepúsculo y le escupe veranos de cansancio, pero es su beso una playa seca de mar, que ahora sal no se mantiene agua.
Le tiene una mano sobre la cadera. Otra en el pómulo como caricia. Cómo ha de querer esto. Y la noche sí cae en el papel, y él sí se queda dormido en su cuerpecito de verdad, pálido de cariño, manejado en sus manos absurdas de deseo siniestro. No cabe la noche en ellos, no se entrega reluciente y perfumada de estrellas. Infinidad de detalles que lo hacen retroceder para golpearse con que no puede. Está bajo su piel. Light le cuenta sus secretos, le hace una mañana su mundo de enamorado fugaz. Se ha dado cuenta que le quiere: le muerde su hombro sano, su mente, pero no su sueño, correspondiente al titular del periódico, traído por la lectura y la foto impresa a color.
Un hecho: se acorta de sentidos. Su garganta explora sonidos alejados de sus universos alternos, de sus menguantes y traslucidos, de sus campos de amargos y tuertos. Gime en acto de cobardía, opacado por el aviso de un sueño de años. Sus labios hinchados se oyen flameantes, su querer disperso, su visión escondida. Le tocan las piernas, le amordazan el alma. Detiene el pasar del reloj por los párrafos, las palabras que no guardan nada, ni pesar ni arrogancia. Y el ego se lamenta ante su compañero. La noche se pulveriza en otro beso que rompe con sus tratos de consuelo. Light es intuitivo; al hacer el amor le presta atención a sus ojos y a sus manos, analiza su estado de putrefacción. Por un momento cubren sus ojos el periódico, sus orbes vivos, sus carnes.
Despierto en una declaración rápida, alcanza su mano, en el orgasmo, las dos hojas que ha leído en la tarde se arrugan entre sus palmas tibias, empapadas. El pelo rojo de Matt le mancha las yemas de los dedos. La noche sí ha caído. Y en el piso la muerte de su ser. Cómo te quiero.