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Camelia y lavanda por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Este fic está escrito para el 19avo Reto Literario de Mundo Yaoi bajo el seudónimo "Kaiku-kun". Su temática gira entorno al significado de ciertas flores, de ahí el título.

Notas del capitulo:

La lavanda, como regalo, significa la pureza, el silencio, la devoción y la suerte.


El significado de la camelia versa en el romanticismo, el amor incondicional y duradero. Significa “siempre te querré”.

Camelia y lavanda

 

¡Casa Hinata se ha despertado en medio de una catástrofe!

—¡Pero qué me habéis hecho, ranuchas de las narices!

¡Natsumi Hinata está atrapada de nuevo en una de las máquinas del alférez Kururu! Esa rana sin escrúpulos se ríe con todo su cinismo y malicia. Natsumi sabe que sola y encerrada poca cosa puede hacer, ¡hay que pensar en algo!

—No te preocupes, Natsumi, esto no te va a doler nada, solamente vamos a cambiarte un poco para que seas inofensiva…

—¡Kero-gero-gero! —¿Sargento Keroro? Cómo no, tenía que ser él—. ¡Con Natsumi fuera del mapa podremos por fin invadir este dichoso planeta como nos dé la gana y viviremos la vida a costa del Estado Mayor!

—¡Ranucha!

—No grite tanto, doña, que esto no es una tortura…

Como si lo fuera. Fuyuki no se entera de nada porque está durmiendo aún, Aki Hinata, la madre, ya se ha ido a trabajar y la base está preparada para defenderse si lo hace falta.

—¡Keroro! No sé si hace falta todo esto… —se queja el caporal Giroro, el eterno enamorado de Natsumi. La rana roja tiene las dudas de siempre por sus sentimientos encontrados.

—Giroro, por favor… —se lamenta Natsumi, jugando una última baza.

El caporal parece indeciso, no se atreve a atacar a los suyos para salvarla, ni tampoco parece dispuesto a aguantarlo. Kururu se ríe por lo bajo viendo cómo parece que va a estallarle la cabeza a su pobre compañero.

—¡¡Ayuda!! —grita desesperada la prisionera—. ¡¡Socorro, ayuda!!

—Ah, a lo que se ve rebajada a hacer, doña Natsumi —sonríe Keroro con la misma malicia que su alférez—. No se moleste, nadie la va a oír.

—Un minutito más y la máquina estará preparada para convertir a Natsumi en una holgazana de campeonato —informa Kururu.

Un minuto es mucho tiempo, ¿sabéis? Y la esperanza nunca se pierde del todo. Ser una flojucha no va para nada a Natsumi Hinata, conocida como el terror anti-invasiones. Los keronenses no tienen ninguna posibilidad con ella de por medio. Ella sabe que solamente le queda una opción, una sola.

De repente, el techo de la improvisada prisión se abre como hecho de papel y una sombra rompe las cadenas que atan a Natsumi de una sola cuchillada. Visto y no visto, sombra y prisionera escapan abriendo otro agujero en el techo.

—¡No! ¡Maldita sea! ¡Estábamos tan cerca…!

—¿Cómo ha burlado nuestro sistema de seguridad?

Giroro suspira aliviado por el plan fallido, pero tiene malas vibraciones respecto a esa sombra. Si piensa que es quien cree que es, debería perseguirla.

—¿A qué esperas, caporal? —le insta Keroro—. ¡Recupera a nuestra prisionera!

—¡A la orden!

Mientras tanto, Natsumi y su salvador ya están saliendo de la base. Ella se siente cómoda y tranquila entre los brazos de esa sombra.

“Esa agilidad gatuna… Esos golpes certeros, esos saltos… Solamente conozco una persona capaz de eso”, piensa Hinata.

—¿Koyuki? —la nombra, justo cuando ven la luz del sol.

—No te preocupes, Natsumi, ¡estarás a salvo! No dejaré que te pase nada.

Koyuki, la ninja tan alegre y tan amiga de Natsumi, es la que siempre la saca de estos apuros cuando no lo hace por ella misma. Quizás debería…

Pero sus pensamientos se ven interrumpidos por el ruido de la propulsión de un cohete. Giroro está persiguiéndoles, con la ira reflejada en su cara por ver a su rival directa en el amor por Natsumi.

—¡Tenemos que despistarle!

—Yo me encargo —dice, soltando a Hinata en un tejado. Justo después, dos kunai impactan en los cohetes de la rana y el agujero que dejan desvía a Giroro de su objetivo y cae sin remedio al suelo—. ¡Lo siento, pero ella es demasiado importante!

Sin preguntas ni avisos, Koyuki se agarra a Natsumi en un abrazo protector, por la espalda, para sacar un artefacto de su espalda y echar a volar por el cielo.

—¡Aaaaah…! —oye Giroro, cada vez de más lejos. Natsumi siempre se ha asustado por las salidas de Koyuki.

—Por lo menos estará a salvo y seguirá siendo ella —suspira el caporal, de nuevo feliz a medias—. Les diré que se me ha escapado y ale, santas pascuas.

Con Giroro tranquilo y volviendo a casa y ya fuera de peligro, las dos amigas vuelan con tranquilidad por el cielo de Tokio.

—Es muy bonita la ciudad desde aquí arriba…

—¿A que sí? Y además es más fácil ir a los sitios.

—Tú no eres normal… —se ríe un poco Natsumi.

—¿Por qué querría? Me encanta ser ninja, aunque quiera vivir entre vosotros.

El comentario risueño y orgulloso de Koyuki ablanda el corazón de Natsumi, que se libera de todas sus tensiones.

—¿Vamos a tu casa? —le pregunta, viendo que se alejan de la ciudad y se internan en el bosque.

—He pensado que ya que no tienes nada que hacer, podríamos pasar el día juntas.

—Me parece bien —sonríe ella. En el fondo, estar con Koyuki le viene muy bien. Esa casa de locos que tiene no es siempre lo más agradable, y la ninja suele tener tranquilidad a su alrededor. De nuevo, un pensamiento se le cruza por la cabeza. ¿Debería preguntárselo?—. Oye, Koyuki…

—No hables mucho ahora, entraremos en el bosque y podrías tragarte un bicho sin querer.

—¡Qué asco!

Koyuki se ríe del repelús que le da a su pobre amiga mientras se meten en el bosque. Tardan muy poco en aterrizar definitivamente, al lado de su casa.

Aquel sitio es idílico. Un molino de agua para generar la poca energía y agua que necesitan para vivir, una casita pequeña al lado del riachuelo, todo rodeado de bosque… Estar en casa de Koyuki es como un retiro espiritual. Ideal para un ninja, en verdad.

Uno de los amigos de Keroro, Dororo, aparece para recibirlos.

—Así pues, la angustia que sentía Koyuki era verdadera. Maese Keroro ha probado un plan con vos, ¿verdad?

—Sí, me ha pillado desprevenida mientras me lavaba los dientes. Quería hacerme algo para que me quedara sin energía.

—Maese Keroro y sus trucos sucios… Mis disculpas por el comportamiento de mi superior.

—Ay, Dororo, no seas tan formal, nos conocemos de hace mucho.

—Tiene razón, es que me sale así… —sonríe Dororo.

La complicidad genera un ambiente ideal para que Natsumi coja confianza y se atreva a decir lo que piensa:

—A veces me siento desprotegida contra las ranuchas. No siempre tengo la armadura que me presta Giroro y seguro que no podré ser rescatada el resto de veces.

—¿Qué intentas decirnos?

—Me gustaría aprender alguna técnica ninja para prever estas situaciones —pidió, inclinándose adecuadamente.

—¿Koyuki? —le insta Dororo. Su mirada cruzada revela la emoción de la ninja.

—¡Pues claro que te enseñaré! ¡Qué ilusión me hace!

—¿De verdad? —se cerciora Natsumi, pero justo después de volver a quedar sentada, Koyuki se le tira encima en un abrazo empalagoso de los suyos, aunque no le molesta—. Vale, vale, lo he entendido.

—Sería conveniente que pasaras unos días aquí en mi casa —le propuso Koyuki—. Será más fácil entrenarte y adaptarte.

—Espero que no seas muy dura conmigo…

—No, creo que ya he pensado qué haremos. Te ayudaré a agudizar tus sentidos, en especial el olfato.

—¡Vale!

*  *  *

Así comenzaría un entrenamiento sencillo para Natsumi. Durante varios días de vacaciones que tenían, Koyuki y Natsumi entrenaron duro con una serie de sencillísimos trucos y juegos de niños para mejorar los sentidos. La mayoría de ellos tenían que ver con algún deporte que Natsumi ya practicaba frecuentemente, así que era realmente buena. Sus reflejos mejoraban gracias a tener que adivinar de dónde le venían los ataques de Koyuki (en forma de pelota generalmente), notaba mejor el tacto de las cosas sin verlas, incluso sentía que comía mejor.

*  *  *

—Estamos llegando al fin de tu entrenamiento. Espero que te sirva de mucho, aprendes muy rápido —la elogia Koyuki.

—¡Es que me enseñas muy bien! Ha sido todo como un gran juego.

—¡Gracias! Era mi intención. —Sabe que se le acaba un tiempo tan preciado y glorioso con Natsumi tan cerca y oculta un poco esa tristeza. ¿Tendrá claro Natsumi lo que siente Koyuki? Eso se pregunta ella siempre—. Queda un último entrenamiento. Nos va a llevar más tiempo.

—¡Sin problema! ¡Aguanto todo lo que me eches!

—Este es más relajado y también…

—¿Qué?

—Bueno, es que es más importante para mí.

Koyuki libera esa ternura triste de su interior para que se vea reflejada en su cara. Natsumi no es tonta, nota enseguida que lo que van a entrenar es algo muy personal para Koyuki. No tiene el valor de abrazarla ni de decirle nada. Es como si el silencio melancólico se hubiera adueñado del lugar, pues ambas piensan que no se creen que todo haya pasado tan rápido. Por una vez, pueden sentir lo mismo.

—Puedo quedarme más días para entrenar, si quieres —le propone Natsumi.

—No, creo que ya estarás bien, ya lo verás —le sonríe Koyuki, volviendo a ocultar la sensación de un fin—. ¡Empecemos! Nos vamos a un prado que hay cerca.

El camino es corto, la calma, absoluta y las miradas, tensas y agradables a la vez. Normalmente es Koyuki quien mira de forma adorable a su amiga, pero esta vez está sucediendo al revés. Natsumi tiene algo en su interior que es distinto a lo que pensaba.

El prado está lleno de flores preciosas, muy variadas, de muchos colores. Un regalo a la vista para todo el que lo vea. Tonos rosas, violetas, amarillos, blancos, rojos, azules. Muchas de las flores que hay allí ni siquiera las reconoce Natsumi.

—Este sitio es uno de mis preferidos. Lo he cuidado durante años para el día que consiguiera enseñártelo, así, tan bonito.

—¿Todo esto es para mí? —se asegura, maravillada.

—Sí, lo es.

Cruzan una mirada intensa. La ilusión de Natsumi contrasta con la vulnerabilidad y sencillez de Koyuki, que la mira con una sonrisa dulce. Ella misma es quien desvía la mirada, finalmente, para empezar el entrenamiento.

—Quiero que te sientes ahí, en el centro del prado, y cierres los ojos.

—Vale.

Por alguna razón, el corazón de Natsumi ha latido con mucha más fuerza de lo habitual al oír eso. Cuando está allí, Koyuki se sienta delante de ella (aunque Hinata no lo sabe del todo) y le explica el ejercicio:

—Es el entrenamiento del olfato que te dije.

—Ajá.

—Tendrás que encontrar mi aroma entre todas estas flores.

—¿Qué? ¡Eso es imposible!

—No lo es —dice, algo herida porque nota que Natsumi no se acuerda de la primera vez que se vieron. Koyuki le dijo que “olía a ciudad”. No le dijo que olió algo más—. Tendrás que concentrarte. Yo no voy a decir nada y cambiaré de posición.

—Entonces… ¿tú conoces mi aroma?

—Por supuesto. Es lo más bonito que he olido nunca.

—¡No digas eso! ¡Me voy a poner roja! —Tarde para decirlo.

—Es la verdad —dice con una risita más alegre, pero se queda un segundo quieta, mirando a su amor a los ojos, tranquilamente cerrados. Justo como lo había imaginado todo este tiempo de espera. Hay una tentación, una tentación intensa, una tentación traicionera, pero debe concentrarse—. Si consigues encontrar mi aroma por el prado, te diré cuál es el tuyo.

—¡Hecho! ¡Entonces sí que lo encontraré!

—No quieras darte prisa —le aconsejó Koyuki, riendo un poco—. Se necesita concentración y mucho tiempo para diferenciar los olores o identificar uno en concreto.

—¿Vamos a estar mucho tiempo aquí, entonces?

—Todo el que necesites. He traído comida y hay más por los alrededores.

—Entonces no hay problema.

—Ahora voy a quedarme en silencio.

—Vale.

Y llega el silencio. ¿Cómo encontrará Natsumi a Koyuki? ¿Qué olor será el que destaque primero? ¿Y si Koyuki intencionalmente oculta su olor y no se detecta fácilmente? Podría ser ese el objetivo del ejercicio.

Hay muchos olores en ese campo. No es fácil distinguir o identificar ninguno, pues Natsumi no es una experta en flores. Conoce algunas de nombre y de aspecto, pero le cuesta relacionarlas con el olor. ¿Será el momento en el que empiece a distinguirlo?

Pasan unas horas. Natsumi no es la más paciente del mundo, pero está haciendo todo el esfuerzo por Koyuki, por descubrir su aroma, algo muy íntimo, a decir verdad. Entiende el porqué de sus dudas, de su sentimentalismo. Koyuki ya conoce su olor, pero ella no sabe a qué huele, como está tan acostumbrada… Y la ninja siempre lo detecta. Conoce algo tan íntimo como eso, algo que nadie más sabe (excepto, quizá, su madre).

—Me ha entrado hambre. —No recibe respuesta—. Ah, claro, que no puedes hablarme.

Koyuki observa con algo de angustia de no hablar cómo Natsumi tantea su alrededor hasta encontrar la comida. También nota que lo huele sin abrir los ojos y sonríe, y luego sonríe Koyuki, pues le ha hecho una de sus famosas bolas enormes de arroz con un poco de carne.

“¿Podrá partirla?”, piensa Koyuki. Su respuesta viene en seguida: Natsumi tenía guardada una pinza. La saca en este momento y la clava en la bola, partiéndose y revelando el arroz en su interior.

—¡Huele de maravilla!

Koyuki sonríe feliz con cara de gatito contento cuando ve que su amada se termina tan rápidamente la comida. “Ay, las ganas de abrazarla”, piensa, controlándose desde la distancia.

—¡Gracias por esto, Koyuki!

“De nada”, piensa, agradablemente.

Ya es de noche, ha pasado todo el día. Natsumi se ha racionado la comida de forma muy efectiva y tiene para dos comidas más. Koyuki ha ido cambiando de posición a lo largo del día, sin hacer ruido. Natsumi no lo sabe, pero su amiga ninja ya ha empezado a ver mejoras. Lo que tampoco sabe es que lo que quiere solamente es que pueda reconocer su aroma cuando esté cerca. Posiblemente no pueda hacerlo con las ranas, pero si tiene un contacto único con ella… ya será feliz.

—Supongo que pasaremos la noche aquí… Hace calor aún, no será un problema.

En un salto, Koyuki le deja una manta al lado. Natsumi no oyenada pese a la cercanía, ni tampoco nota aire apenas, pero sí ha olido algo distinto. En el instante en el que lo nota, se queda quieta y procura recordar ese olor. Se deshace en el aire al cabo de unos segundos.

—¿Eres tú?

El corazón de Koyuki late con fuerza, de nuevo, desde la distancia.

—Es un olor que ya conocía… Me recuerda mucho a estos días, pero no sé de dónde viene, dónde lo he olido.

Ahora aún es más fuerte.

—Pero creo que seguiré mañana. Buenas noches, Koyuki.

Ella sonríe y se queda en la rama de un árbol. Ambas tardan bastante en dormirse. Natsumi, por la intriga con ese último aroma y Koyuki intenta calmar sus ganas de echarse encima de su amor secreto.

Las horas pasan de nuevo. El sol se alza sobre el prado de flores. El amanecer ha traído humedad y se ven relucientes y con gotitas del rocío en sus pétalos y tallos. Los olores quedan aún más tapados por ese rocío, pero Natsumi, ya despierta, lo ve más claro aún.

El silencio es la seña que identifica mejor aquel prado y solamente se ve interrumpido por un aroma. Sin abrir los ojos, usa su olfato, mucho más aclarado ahora, para seguir un rastro invisible y reciente.

Natsumi no ha aprendido de la noche a la mañana a identificar los olores, no. Ha sido culpa de Koyuki. Ella al final ha cedido y se ha dormido a su lado, y despertado antes del amanecer. Ahora está de nuevo en el pie del árbol de anoche, despierta, expectante, con el corazón a mil por hora. Casi expresamente ha dejado ese rastro oloroso para que la encuentre y pueda hacer lo más bonito y osado que ha hecho en su vida.

Koyuki ya está nerviosa. Natsumi está ya muy cerca, ha esquivado todas las plantas y flores y está delante de ella, apenas a unos metros.

—Te tengo —dice, tocándole la nariz con un dedo y abriendo los ojos al fin. Koyuki está sonriente, con el corazón desbocado—. Aunque no sé qué aroma es.

—Es lavanda —dice, con voz decidida—. Representa la pureza y el silencio, y también la suerte y la devoción, pero es menos importante.

—Ya veo, me has traído aquí por el prado y por la calma.

—Sí.

—¿Puedo oler de más de cerca? Es un olor que me encanta. No sé dónde lo he olido antes.

—Siempre tengo un poco de lavanda encima, me recuerda a la aldea ninja, puede que por eso lo recuerdes —dice con voz queda. Ver a Natsumi tan cerca la está volviendo loca, y eso que ya ha estado así muchas veces… pero nunca en una situación así. Ella está respirando el aroma que emana del cuello de la ninja con suavidad—. También lo llevo porque relaja a la gente de mi alrededor.

Natsumi se separa para mirarla bien y le coge las manos.

—Pues por lo menos a mí me ha relajado, seguro. Probablemente recuerde siempre todo esto por tu aroma. —¿Acaso no se da cuenta de lo que dice? En realidad sí, pero todo es tan natural…—. Ahora te toca decirme cuál es mi aroma.

La ninja responde con calma y serenidad para entregarle una flor rosa con una geometría prefecta, fresca, con el rocío matutino aún presente.

—La primera vez que nos vimos te dije que olías a ciudad, pero también olías a esta flor: una camelia. ¿Sabes qué significa?

—Sí —afirma, entre embelesada y avergonzada. Siempre se ponía ese perfume con la esperanza de que apareciera el hombre de sus sueños. Pero quien ha aparecido ha sido Koyuki y en parte no se está creyendo que sienta lo mismo que ella.

—Es para ti —dice con una sonrisa. En vez de entregar la flor con todo su tallo, lo corta todo con un kunai y se lo pone en el pelo. Sonríe más—. Perfecto.

Están tan cerca que la lavanda y la camelia no pasan desapercibidas la una de la otra. Tan cerca que los aromas se mezclan, se difuminan, crean un nuevo perfume que ya será imposible de separar aunque vivan a miles de kilómetros de distancia. Un perfume sellado con un beso.

*  *  *

Los días pasaron y todo volvió a la normalidad. Natsumi hizo vida corriente, con la diferencia que la tropa de Keroro no conseguía atraparla para ninguno de sus experimentos. El entrenamiento hizo su efecto. El único que no participaba en esa cacería desigual era Giroro, que sabía que Hinata había vuelto más feliz a casa y prefería no arruinárselo.

Y es que cuando Natsumi abandonó el prado y volvió a casa, se llevó algo con ella: una planta de lavanda. La plantó en su jardín, con una sonrisa llena de felicidad y melancolía, recordando con cada aspiración todos los juegos, las aventuras y los besos que Koyuki le había brindado en esos días. Era una sensación de recuerdo que llevaba muy en su interior y no lo dejaba ver a nadie. Pero había algo más que llevaba dentro. Eran las palabras que Koyuki le dijo después del primer beso: “siempre te querré”.

Notas finales:

Espero que os haya gustado :) si os gusta el yuri, entrad en http://amorymundoyuri.forumfree.it, es un foro creado por mí dedicado al yuri.


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