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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del fanfic:

Bueno, los personajes son del anime Kuroko no Basket.

Multipairing. Algo de OoC.

Inspirado en la película "The Help".

 Espero les guste, es mi primer fic con Mpreg porque pues... ¡Me acabó atrapando ????????! 

Esta historia la pueden encontrar también en Wattpad

Notas del capitulo:

Esta es la segunda historia que escribo de Kuroko, y me emociona muchísimo.

¡DISFRUTEN! ^^

CAPÍTULO I: Así es Teiko; así son Kise y Aomine.

 

Desde hacía años que su familia había trabajado para ellos; para esos rubios. 

 

Y todo por su color de piel. 

 

 Así venía siendo las últimas décadas. La única diferencia es que ya no se le llamaban esclavos domésticos, sino sirvientes. Aunque debía agradecer que mínimo tuviera un sueldo, algo miserable, pero sueldo a fin de cuentas. También que los latigazos ya no estaban permitidos. Pero iba siendo la misma mierda de amo-dueño que todos conocían.

 

Era un verdadero fastidio para alguien como él. Él, que se consideraba tan malditamente bueno en todo y que nadie podía ganarle, nadie excepto él mismo. Y aun así, tenía que denigrarse a eso, a verse como un objeto cuyo valor dependía de su utilidad y eficiencia física para esos «blancos de mierda», así les llamaba.

 

Era el alfa oscuro más poderoso de todo el lugar y debía esconder su olor para no llamar la atención ni causar pánico a sus patrones.

 

En este lugar dominaban dos ámbitos; clasificaciones que te daban privilegios o privación de ellos:

 

1. Tu color de piel: cuantos más genes blancos tengas, mayores privilegios tendrás. Las clasificaciones eran…

 

I. Blanco puro.

II.  Blanco.

III. Acanelado, algunos también les llaman los Brown sugar o clase media.

IV.  Moreno.

V.  Moreno inferior.

VI.  Negro

 

2. Si eras Alfa, Beta u Omega.

 

Aomine Daiki era un A-V o un Alfa de rango V: «Moreno inferior».

 

Aunque ser de la clase media o acanelado no era garantía de nada, también podías acabar atendiendo a la clase I y II. Las más privilegiadas de todas.

 

Así funcionaba el mundo,  en especial en su región. Se encontraban en el Estado de Teiko, con reglas tan antiguas como el polvo, cuyos líderes amaban la servidumbre, pero sin quitar el odio y repugnancia por ese color moreno, oscuro, negro, que juraban era obra de demonios y enfermedades.

 

Había tantas reglas en ese lugar, las más importantes eran conocidas por todos a temprana edad y llevadas a cabo con obediencia incuestionable… en algunos casos. La más importante, y la que la mayoría seguía por miedo, era no mezclarse entre rangos de color de piel, ya que si terminabas encontrando a tu vínculo del alma, solo podía terminar en tragedia: al de menor rango lo acababan encarcelando o asesinando para que así el otro pudiera buscarse una pareja más… “adecuada”.

 

Para eso se habían creado no sólo las pastillas supresoras, también las pastillas que eran comúnmente llamadas pastillas de la ceguera. Su función era, básicamente, lograr que las parejas destinadas no se conocieran. Nadie sabía a ciencia cierta cómo funcionaban, pero habían logrado disminuir drásticamente el número de incidentes en cuanto a ese asunto. Ya eran contadas las parejas que lograban unirse, y eso principalmente en los rangos inferiores: IV, V y VI, que no tenían el dinero para pagarlas y les permitían “aparearse” con su pareja destinada.

 

Pero para los blancos, era otra historia. Su obligación era tomarse esas dichosas pastillas por su bienestar social. Para así lograr uniones benéficas.

 

Eso era algo que Kise Ryota detestaba. No importaba cuánto hablara con sus padres sobre dejar de tomar las pastillas de la ceguera, ellos seguían insistiendo. En especial, para alguien como él, un Omega de clase I.

 

La pregunta que constantemente rondaba en su cabeza era cómo se sentiría encontrar a su pareja. De verdad ansiaba descubrirlo, pero si antes era difícil, con esas putas píldoras lo era aún más.

 

Sus amigos no parecían pensar igual, solo uno empatizaba con él: Kasamatsu. No sabría qué hacer si no lo tuviera a él, era un Beta,  pero de rango II. Y aun así lo comprendía perfectamente.

Tan ensimismado estaba pensando en todo eso que se sobresaltó un poco cuando su amigo habló.

 

—¿No has hecho tu tarea, idiota? —le preguntó de mal humor.

 

Pero Kise no quería responder, se hizo bolita en su cama y le dio la espalda.

 

«Estúpidas leyes, estúpidos todos, estúpida escuela. Estúpida pareja destinada, ven ya por mí» Pensó mientras cerraba los ojos y volvía a fantasear con encontrar a su destinado para que lo marcara y lo hiciera suyo, solo suyo.

 

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 Al día siguiente, no muy lejos de ahí y antes de que el sol saliera, en una casa de madera con dos habitaciones, muebles hechos por los mismos propietarios y una agradable chimenea a un costado que armonizaba perfectamente con la decoración, dos personas se movían agitadamente.

 

—Daiki, toma — una mujer morenita y delgada le dio a su hijo un sombrero—, para el sol de la tarde —contrario a lo que muchos veían, era algo distante era verdad, pero considerada. No conversaba mucho con su hijo y pocas veces se veían o cruzaban palabra debido a sus ocupadas vidas; Aomine sabía que poco le importaba su vida si era más importante el dinero para seguir sobreviviendo.

 

—Claro, no vaya a ser que me pasen al rango VI —dijo con sarcasmo para tomar esa cosa y largarse de ahí.

 

Su labor en esa casa era básicamente jardinería y aseo exterior, pocas veces ingresaba a esta. Así que apenas y conocía a la familia de su patrón. Sólo sabía que los odiaba, a veces los señores de la casa eran unos hijos de perra desconsiderados. Y de su hijo, bueno, seguro era un asno al igual que sus progenitores, la verdad nunca lo había tratado, pero llevaba 7 meses sin verlo… igual y era porque no prestaba atención.  

 

Pero debía de seguir trabajando, las pastillas para sus celos no se pagaban solas y jamás ¡jamás en la vida le pediría dinero a sus padres para algo así! Menos a su padre, no, a él le tenía por muerto aunque vivieran en la misma casa.

 

Agradecía ser hijo único o de lo contrario hubiera tenido que cuidar a alguien más.

 

Su trabajo le tenía lo bastante ocupado como para perder el tiempo. Descontando su temporada de celo, era un trabajador que muchos llamaban “un monstruo” por la rapidez y rudeza con la que hacía todo, aunque algunos también decían que era un monstruo en la cama por lo duro que le gustaba y por su irrefrenable apetito sexual.

 

Consideraba su vida tan aburrida. Había dejado la escuela y el basquetbol, ¿por eso? La vida de los de su rango era una mierda con patas.

 

Con algo de frustración, emprendió el camino a su trabajo.

 

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Al llegar allí, a la casa con paredes blancas, ventanas rectangulares y un inmenso árbol al frente, se dirigió al jardín trasero. Se sorprendió cuando abrió el cobertizo y vio un rubio hurgando en la caja de herramientas.

 

—Hey, ¿se te ofrece algo?  —el rubio se sobresaltó al escuchar esa voz grave a sus espaldas.

 

—No, no de ti, gracias —y siguió su labor de seguir buscando un martillo, sin atreverse a ver al Alfa que estaba detrás de él. Si ya con su voz lo había puesto ansioso, no quería verlo o se pondría peor—. Listo —se incorporó, dando media vuelta y abriendo grande sus bellos ojos dorados al percatarse de esa persona. ¿Cuántos kilos de testosterona tenía encima? A leguas se veía que era un alfa fuerte—. Quítate —le dijo con voz indiferente a Aomine.

 

Apretando fuerte sus puños, el moreno le hizo caso. No sin dejar escapar una especie de gruñido cuando ese rubio pasó junto a él.

 

Aun así, Kise juntó valor y volteó hacia donde estaba ese peliazul.

 

—Ni se te ocurra volver a responderme así —regresó a su casa con el corazón agitado, ese puto Alfa era un imprudente. ¿Cómo se atrevía a hacer eso a él, a un Omega rango I? Ese pedazo de escoria se las iba a pagar, era un Omega, pero no por eso iba a doblegarse ante cualquier Alfa y mucho menos ante uno que no alcanzaba el rango medio.

 

Porque Kise era algo clasista e incoherente. Quería encontrar a su pareja destinada, pero porque estaba seguro que sería, mínimo, del rango II. Y mientras aguardaba su llegada, de vez en cuando pasaba sus celos en casa o con un amigo Beta que le ayudara a desfogarse un poco. Todo con discreción. Si sus padres supieran que ya se la había mamado a alguien y viceversa, lo castraban.

 

Llevaba ya 3 años con sus apestosos celos, y a sus 16 años, las hormonas a veces le ganaban.

 

La primera vez que le había llegado, había sido todo un acto embarazoso. Sus padres le hicieron una fiesta para celebrar, no sin antes haber llamado a alguien para que limpiara todo lo que había lubricado su bello cuerpo. Celebrar algo así… era solo como una subasta de carne, como patrocinar un cerdo para el matadero.

 

Pero eso era historia antigua. No se veía obligado a casarse contra su voluntad por más presión que ejercieran sus padres. Él podía decidir quién sería su pareja y nadie más.

 

Todo era tan curioso, tan extraño y nada certero.

 

¿Cómo se puede desear encontrar a alguien, pero al mismo tiempo querer ir contra eso?

 

Seguro su amigo Tetsuya la tenía fácil. Él desde hacía dos años que había olvidado la idea de la pareja destinada o el vínculo del alma. Aunque era un bello Omega, pocos lo notaban, argumentando que le faltaba un toque más seductor o de fertilidad.

 

«Kurokocchi es tan hermoso, tan maternal y cuidadoso», era lo que siempre pensaba Kise de su amigo sin poder comprender cómo había Alfas que no veían lo que era obvio.

 

Quitando todos sus pensamientos al llegar a su habitación, la cual era de un color crema en las paredes con muebles rústicos tanto en su cama como en el tocador, se propuso a usar el martillo para poder colgar un cuadro de sus amigos y él.

 

Tomó un poco de impulso y dio el primer golpecito, el clavo se quedó quieto y tomando valor, tomó más impulso para de un solo golpe meter el clavo de una vez.

 

—¿Hijo? —su madre entró sin tocar y Kise pegó un grito tremendo, lanzando el martillo y logrando así, romper una parte de su ventana—  ¿Estás bien? —fue corriendo a él para revisarle la cara y sus manos—  ¿Qué haces? Esto deberías pedírselo a uno de los sirvientes. Quédate aquí —salió de la habitación para a los pocos minutos llegar oh, sí, con ese moreno de cabello azul—. Hazlo rápido, está mal visto que haya un Alfa como tú en la habitación de mi hijo.

 

— Claro, señora —con el ceño fruncido, se acercó al rubio para observar el clavo—. Vaya, si no eres tan inútil… señorito —antes de que pudiera espetar algo el susodicho, levantó el martillo en su mano derecha—. Casi me cae esto en la cabeza, así que con esto estamos a mano —le dijo susurrando, aprovechando que otra sirvienta había llegado con su madre para decirle algo de la comida.

 

— C-Cállate — respondió avergonzado por su torpeza.

 

Apenas unos segundos después, Aomine colgó el cuadro—  Listo —sonrió al ver ese esfuerzo tan minúsculo que la madre del rubio le tenía prohibido—  ¿Te gusta cómo quedó o prefieres que lo cambie? —volteó a ver al Omega.

 

—Aomine, te agradecería si le hablas a mi hijo de manera formal.

 

—Oh —inspiró con fuerza para aguantarse otro coraje—, ¿y bien, joven? ¿Le gustó así? —le dio una sonrisa al Omega, quien por un momento se quedó embobado.

 

—Sí, gracias. Disculpa la molestia.

 

—No fue… — Aomine iba a responder, pero la madre le ganó la palabra.

 

—Es su trabajo, hijo. Ya puedes retirarte. Gracias. Después mi marido te dará instrucciones para que arregles esa ventana.

 

—Bien. Con permiso.

 

Sin más, el moreno salió de ahí, agradeciendo no ser de la servidumbre que atendía directamente a esa bola de engreídos blancos de mierda.

 

Su día de labor ya no involucró más contacto con ese Omega rubio, Kise Ryota.

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? Espero que les haya gustado este primer cap.

Actualizo en dos semanas, sólo para terminar de afinar unas cosillas.

¡BESOOOOS! 


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