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Desnúdame por Del

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Notas del capitulo:

            Después de ya casi dos años volví, escribiendo una historia que estaba revoloteando hace ya varias semanas en mi cabeza, aprovechando mis vacaciones me dediqué a escribir, así que hoy paso por aquí para compartir con ustedes las locuras que pasan por mi cabeza, simplemente espero que les guste y nos llevemos muy bien. 


¡Disfruten la lectura! Corta por ahora.

       


       Estamos en pleno invierno, hay tanta humedad en el ambiente que los árboles parecen haber sido roseados cuidadosamente, el frío incluso puede penetrar a través de las fibras del polar que estoy usando, se congela hasta el último de mis vellos. El aire frío quema mis fosas nasales, pero no puedo parar de correr, voy tarde a mi trabajo en la oficina, y la impuntualidad no es mi fuerte.


-Casi no llegas Abby- esa voz tan dulce, pero a la misma vez severa me era muy conocida.


-Señora Morrigan- mi estúpida y sensual jefa.


-Te necesito en mi oficina de inmediato- Morrigan es una mujer sensual, de curvas bien elaboradas, de cabellos dorados como el sol, con ojos tan azules que le otorgan una mirada tan profunda que congela cada fibra de mi cuerpo, de rostro delgado y pechos pronunciados, la única heredera de las empresas Cross, ella es el deseo de muchos- ahora Abby- y mi maldición.


- ¡Sí señora! - dejé mi abrigo en mi escritorio tomando rápidamente la agenda que estaba en mi mochila, caminando a paso veloz mientras iba despeinando mi rojizo cabello, aquella mujer me daba miedo.


-Necesito que me hagas una reunión con el comité, tenemos que discutir el tema de las nuevas propuestas- decía ella mientras caminaba a su escritorio apoyándose de éste mientras me miraba entrar.


- ¿Para qué hora señora? – cerré la puerta con un golpecito de mis caderas mientras anotaba todo lo que ella me decía.


-Abby- ese noto me asusta.


- ¿Sí señora? - apenas logré alzar la mirada me encontré a aquella mujer invadiendo mi espacio personal, sujetando mi antebrazo derecho, dejando correr una enorme sonrisa.


-Qué hermoso se ve tu cabello así- soy el conejillo ideal para los acosadores.


- ¿Señora? - la miré muy sorprendida- ¿Podría soltarme? Me está apretando muy fuerte. Me duele-


-Quiero la reunión para hoy en la tarde- dijo soltándome con una sonrisa en los labios.


-Haré de inmediato las llamadas pertinentes- mi antebrazo me duele, esa mujer tiene más fuerza de la que aparenta.


-Otra cosa- dijo antes de poder salir de aquella oficina- te quiero allí, necesito que tomes todos los apuntes, sé que trabajas hasta las 12pm, pero tranquila, tu tiempo será reintegrado en cualquier otro día- el sonido de sus tacones me mantienen alerta- ya puedes irte-


-Sí- respondí saliendo de esa habitación, caminando hasta mi cubículo, dejando caer un suspiro antes de sentarme.


-Deberías denunciarla- que dulce voz.


-María- era mi compañera, ella tenía su cubículo cerca del mío- hoy llegaste más temprano que antes-


-Sí, es que necesito salir antes hoy- esa hermosa morena es quién me alegra todas las mañanas en este lugar- además no me cambies el tema, ¿Otra vez se te insinuó? –


-Sí, pero ésta vez uso la fuerza… aunque no pasó a más- ella me miraba con esos ojos café como diciendo “lo siento”- pero tranquila, yo me sé cuidar muy bien, sabes que soy ruda- dije mostrándome mis súper invisibles bíceps.


-Oye, no tapes el sol con un dedo, debes tener cuidado- cuando ella está preocupada sus labios se entre abren ligeramente.


-Tranquila estaré bien- la miré sonriendo.


-Tus hermosas esmeraldas no brillan como siempre, tus ojos hablan por sí mismos-


-Tengo mucho trabajo- dije cortando el tema.


-Los niños de ahora piensan que pueden con todo- dijo mirándome de reojo mientras volvía a su computador.


-No soy una niña, tengo 22 años ¿Sabes? –


-Una mocosa- amo ese tono juguetón de María.


 


            Tenía poco tiempo para terminar de organizar la reunión y que todo saliera justo como Morrigan quería, así que sin poder evitarlo tuve que saltarme el almuerzo, pues aún me faltaba algunas personas y todavía tenía que ordenar el aperitivo. María se despidió de mí con un beso en la frente y un “cuídate” de por medio, debo decir, que una de las cosas que me gustaba de trabajar en esa empresa es que los horarios eran muy flexibles, y las jornadas de trabajo no eran tan pesadas, incluso me daban tiempo de estudiar cualquier otra cosa por las tardes, aunque no siempre es así, hay días donde no paro hasta la noche, pero en su mayoría solo trabajo lo regular.  


 


-Abby vamos- ya era la hora de entrar a la reunión y yo aún no había almorzado, tenía tanta hambre, pero no podía decirle no a la señora jefa.


-Sí- ella siempre me mira feo, como si fuera un estorbo o buena para nada, aunque cuando estamos a solas sus ojos me miran de otra forma, algo así como si yo fuera su presa.


            Sabía muy bien cómo eran estos tipos de reunión, donde se extienden hablando tanto que cae la noche y ellos ni cuenta se dan, ese tipo de reunión en las cuales hablan de todos los planes de comercio que tienen para generar más ingresos a la empresa, de esos en los que no tengo ni tiempo de descansar mi pobre manito, pues me la paso escribiendo sin parar. En éste tipo de reuniones es cuando me siento muy feliz por salir del trabajo.


-Gracias Abby, fue muy buen trabajo- ella es ese tipo de jefe, ese que te felicita y valora tu trabajo por más pequeño que sea, por algo todos la aman en este lugar, como en cualquier otro.


-Me alegra que todo le haya resultado muy bien señora Morrigan-


-Venga, cuando estemos solas puedes llamarme Morrigan simplemente- no puedo confiar para nada en esa mirada dulce que ella está dibujando en su rostro, aunque parezca buena, no es de fiar.


-Está bien con señora Morrigan- debo mantener el estatus empleador y empleado.


-Bueno…- tomó su bolso y caminó hacia mí- es muy tarde- no sé porque esa mujer me da tan mala vibra- ¿Quieres que te lleve? -


-No, está bien señora Morrigan, puedo irme sola- el ambiente está tan pesado.


- ¿Segura? No me molestaría llevarte- necesito salir de éste lugar lo más rápido que pueda.


-Señora Morrigan- la miré directo a los ojos- que pase buenas noches- soy abiertamente lesbiana, pero también soy abiertamente alérgica a la gran mayoría de las personas. Segundos después de mirar esos ojos directamente un inexplicable miedo invadió mi cuerpo completamente, dejándome paralizada, mirándola a ella y a su enorme sonrisa maléfica.


-Serían buenas si te fueras conmigo Abby- ella se acercaba peligrosamente a mí.


-Necesito irme Morrigan- endurecí mis ojos, no iba a permitir que ella notara cuán asustada estaba.


-Pasa buenas noches- ella estaba a centímetros de mí- Abby- susurró a mi oído antes de darle un beso a mi mejilla y seguir su camino.


            No esperé más, salí de aquella oficina corriendo a mi escritorio, ya todo estaba solo, tomé mi abrigo y mi mochila, dirigiéndome al ascensor, en el cual ella estaba, al igual que yo esperando al elevador, ella me miró y me sonrío, una mueca fue lo único que le di como respuesta, entrando junto con ella, había tanto silencio en ese lugar, haciendo estos minutos los más incómodos de mi vida. Y de un segundo a otro las luces comenzaron a fallar, dejando una bocanada de aire en mis labios cuando las luces del ascensor se apagaron.


- ¿Estás bien Abby? – ella se mantenía calmada, a diferencia de mí, que estaba casi entrando en pánico.


-Sí…- fue el sí más ahogado que pude haber dicho.


- ¿Estás asustada? –


-No…sé…- ya me estaba faltando el aire, no me sentía nada bien, ya no podía controlar mi respiración, hasta que sentí como ella tomaba mi mano, jalándome hacia ella para resguardarme entre sus brazos.


-Tranquila- ella me abrazaba muy fuerte- todo estará bien-


-No puedo respirar- mi cuerpo ardía tanto, sentía que me estaba quemando, algo me estaba quemando.


-Puedo ayudarte con eso- dijo ella segundos antes de sentir su mano acariciar mi espalda.


- ¡No! - grité empujándola lejos de mí- ¡No me toques! – me estaba alterando, no era normal, algo estaba pasando en ese lugar. Hasta que de un segundo a otro la luz volvió y el ascensor siguió bajando, pero al mirar a Morrigan sentí terror, ella me miraba, pero sus ojos parecían brillar como la luna llena, y había una extraña sonrisa en sus labios, ella me miraba como si fuera su presa.


- ¿Tienes miedo de mí? – el ascensor se abrió y era la hora de salir de ese lugar, era el momento de poder escapar- oye Abby- voltee hacia ella, mirando como su cuerpo se abalanzaba hacia el mío- no aceptaré un no como respuesta- dijo segundos antes de golpearme y dejarme inconsciente.


 


            Había tantos olores, todo me daba vueltas, podía mirar el rostro de Morrigan y esos ojos tan brillantes que tenía, podía mirar esa sonrisa de su rostro, pero a los segundos me volvía a desmallar. Ya cuando logre recobrar complemente la consciencia me encontraba en un cuarto oscuro con enormes ventanales que dejaba una vista hermosa de la ciudad, realmente no sabía dónde estaba, pero al mirar a cada rincón miré unos ojos brillar en la oscuridad, dándome un fuerte golpe de miedo total, al mirar como esos ojos se acercaban lentamente hacia mí, apreté con fuerzas el cobertor creyendo que éste me protegería de lo que saliera de aquellas sombras, cuando logré distinguir quien era.


-Señora Morrigan…- ella me intimidaba completamente con una sola mirada- ¿Dónde estoy? – ella se detuvo al frente de la cama, mirándome con arrogancia y supremacía.


-Tienes dos opciones- su voz era tan diferente, era más áspera. 


-No entiendo…-


-Uno- decía subiendo a la cama en la que estaba, mientras yo me cubría con mis piernas sin dejar de apretar el cobertor- sé mía- mis ojos se agrandaron sorprendidos- dos, aliméntame- sentí su fuerte apretón en mi rodilla haciendo que ésta bajara- créeme- sujeto mi otra rodilla bajándola con fuerza, quedando muy cerca de mi rostro- no te gustará alimentarme-


-Si esto es una broma es de muy mal gusto señora Morrigan- a duras penas podía mirar sus ojos, pues un contacto visual era muy peligroso en esa distancia tan cercana.


-Abby, no estoy bromeando y eso lo sabes muy bien- ella… ¿Desde cuándo tiene dientes tan afilados?   


-Debo irme… esto me está asustando- ya no podía fingir más.


-Me estoy impacientando Abby- sus labios estaban tan cerca de los míos.


- ¿Qué pasará con cada una de esas opciones? – tenía que intentar mantener la calma.


-Hueles tan bien Abby… me dan tantas ganas de comerte…- sus dientes, cada vez están más filosos.


- ¿Qué es usted? – no podía entender nada de lo que estaba sucediendo.


-Estoy siendo buena Abby, decide, uno o dos-


-Pero…-


- ¡Decide! - aquel grito se escuchó como miles de voces.


- ¡No! – aquello me había asustado, y mucho- ¡Quiero irme! – gripe dándome vuelta intentando irme, pero su mano me sujetó, tan fuerte que no podía ni moverme.


-Te ayudaré a decidir- dijo sujetando fuertemente mis muñecas, apretando mi cintura mientras se acercaba a mis labios.


            Podía sentir como su lengua entraba en el interior de mi boca, mezclándose con golpeteos suaves en mi sexo, ella, estaba calentando mi cuerpo, creaba una completa controversia en mi interior, mi mente no quería pero mi cuerpo lo deseaba, mis muñecas fueron liberadas, pero mi cuerpo ya era prisionero, no podía controlarme, no podía entender que estaba sucediendo en ese preciso momento, solo podía sentir sus manos recorrerme entera, mirando mi ropa caer al suelo junto con la de ella, mirando el camino de chupones que ella dejaba en el recorrido a mi sexo, comiendo de él de tal manera que no podía hacer nada más que sujetarme de las sábanas blancas, mientras contenidos gemidos querían salir de mis labios. Ella me miraba con esos ojos tan perversos, que me molestaba de sobremanera no poder controlar mi cuerpo, era como si hubiera sido drogada por ella.


            Mi cuerpo era impactado una y otra vez por su pelvis, sus dedos jugueteaban en el interior de mi sexo sin moralidad alguna, su boca se encargaba de marcar cada esquina de mi cuerpo, hasta que una mordida más profunda dejo salir un ahogado gemido contenido desde que todo comenzó, liberando miles de sensaciones en mi cuerpo, dejándome tumbada a un lado, mirando aquel cuerpo desnudo que me miraba hambriento, casi no podía ver su cuerpo, pues la luz de la luna se colaba por el gran ventanal, dejándome ver solamente aquellos ojos brillantes.


-Así que te gusta las cosas más violentas- susurró ella relamiéndose los labios.


-No…- estaba sin aliento- ya no más…- me sentía complemente destrozada.


-Pero si apenas estamos comenzando pequeña Abby, te haré sentir mejor- decía ella posándose una vez más sobre mí, mirándome son esa maquiavélica sonrisa.


-No… por favor…- mi cuerpo no respondía- Mor…- ella cortó mis palabras con un beso, mientras sus manos iban nuevamente por mi cuerpo, mientras su boca, una vez separada de la mía, iba en busca de la sangre que corría de mi cuerpo.


            Aquella noche parecía jamás terminar, parecía eterna, era tanto el dolor para mi cuerpo, que en un momento de la madrugada caí desmayada, ya no podía más, ya no había brillo en mis ojos, ya no había nada de mí.


            Esa noche tuve tantas pesadillas que no paraba de sudar, no podía despertar por más que lo intentara y por más que supiera que era un sueño, a pesar de estar inversa en el mundo de los sueños podía sentir mucho dolor, mi cuerpo ardía, sentía que mis huesos se rompían, me sentía sucia, podía sentir como mi alma se manchaba.


           


            Qué hermoso amanecer, la luz solar entraba descaradamente por el gran ventanal, golpeando mis ojos pidiendo que despertara, a duras penas logré voltear mi cabeza al lado contrario de la cama, topándome con la mirada horrorizada y asustada de Morrigan, ella me miraba diferente, era como si no pudiera creer lo que había hecho conmigo.


-Abby…-


-No más…- susurré con mucho dolor- por favor… no creo poder más…- no podía contener las lágrimas.


-Abby lo siento tanto…- ella me miraba con esos ojos de niña, no era nada parecida a la mujer de anoche.


- ¿Qué es usted? - la miré con terror.


-Te sanaré- dijo ella saliendo de la cama, corriendo de regreso con un maletín- tal vez esto te arda un poco Abby, aguanta-


-Logré aguantar anoche- la miré fijamente- no creo que sea peor- había tanto dolor en sus ojos que no podía entenderla. Pero sí podía sentir aquel líquido caer en mi espalda, podía sentir como éste me quemada completamente.


- ¿Puedes sentarte? - no dejaba de mirarla.


-No me mires- ella volteó a otro lado, mientras yo me sentaba lentamente, alcanzando una camisa blanca que estaba en la punta de la cama, poniéndomela y abrochando uno o dos botones.


-Lo siento- susurró ella.


- ¿Lo siento? - me sentía tan ofendida- ¿Sabe usted lo que me hizo? – ella me miró- me violaste Morrigan- guarde silencio unos segundos- jamás pensé que serías capaz de algo como esto…-


-Te gustó- dijo ella con esos ojos dominantes- jamás pensé que te podría gustar el sexo violento- ese cambio drástico de ella me tomo por sorpresa- no llores tanto, a la próxima lo disfrutaras más, pues ya conozco mejor tu cuerpo- me sentí tan molesta.


-No habrá una segunda vez señora Morrigan- dije levantándome de la cama- la denunciaré- dije decidida mientras recogía mis cosas.


- ¿Sabes que perderías si lo haces verdad? - 


-Cierto- dije poniéndome el jean y los botines- la justicia no se aplica para personas como usted-


-Podría matarte ahora mismo y nadie lo sabría- la miré fijamente, con un nudo en mi garganta- podría hacerlo pues viste en parte lo que soy, o simplemente podría tenerte atada en mi closet- ella se levantó de la cama tomando un camisón que estaba cerca- pero no lo haría, porque sé que eres una buena chica- dijo acariciando mi rostro- te daré de comer, ven- dijo tomando mi mano.


-Eres un monstruo- susurré. Ella me miró, y dejo correr una perversa sonrisa.


-Entonces sabes que debes ser muy buena conmigo- sentí sus labios sobre los míos- muy buena debes ser Abby- tengo tanto miedo, y más cuando siento sus labios en mi cuello, mi miedo crece cuando sus manos acarician mis brazos en busca de un tacto más íntimo.


 


            Mi cuerpo estaba lleno de marcas, tantas mordidas había que, sin duda más de alguna dejaría una cicatriz, estaba adolorida, pero, aun así, eso no le impidió ir por mi cuerpo una vez más, sin saciarse, sin parar, una tras otra, hasta que la puesta de sol alcanzó el cielo y sus ojos se cerraron satisfechos, en ese momento aproveche para tomar mis cosas y caminar a la salida, huyendo de aquel lugar.  


            Realmente no sabía a donde debía ir, pero mis pies caminaban por sí mismos, llevándome al lugar que no quería, quedando expuesta a los ojos café de una morena horrorizada.


- ¡Abby! - grito ella sujetándome cuando ya no podía mantenerme en pie. Al despertar del corto desmayo que había tenido me miré en una cama amplia, vigilada por unos dulces ojos.     


-María…- no evite sonreír al mirarla.


- ¿Qué te ocurrió Abby? – había tanta preocupación en sus ojos.


-Una mala persona, perdona por venir… no sé porque lo hice-


- ¡Tenías que venir Abby! – gritaba ella con aquel ceño tan fruncido- ¡Soy tu amiga Abby! – ella me hacía sonreír tanto.


-Te quiero María…-


-También te quiero Abby…-


- ¿Puedo pedirte algo de vida o muerte? - ella me miraba tan preocupada.


- ¡Claro, lo que sea! –


- ¿Podrías darme de comer? Tengo dos días sin comer…-


- ¡¿Qué?! – grito ella- ¡¿Pero dónde demonios estabas metida?! – gritaba mientras corría a la cocina para prepararme algo.


 


            Ya estoy lejos de ella, pero por alguna razón no me siento tranquila, puedo sentirla en las sombras, tengo su olor impregnado en todo mi cuerpo, ni duchándome puedo quitarme ese olor tan potente. Me sentía tan mal al recordar todo lo sucedido, la forma en que ella me miraba y tomaba mi cuerpo, la forma en que sus manos me tocaban sin vergüenza alguna, aún puedo sentirla en mi piel, no logro sacarme ese tacto por más que restriegue mi epidermis, no puedo dejar de sentirla dentro de mí.


 


-Necesito que me deje quedarme en su cabaña Samuel-


- ¿Y por qué debería dejarte? –


-Porque soy tu prima favorita- aquel elegante pelirrojo era idéntico a mí, solo que en versión masculina.


-A ver primita, ¿Por qué quieres irte un tiempo? – y él no era para nada un tonto- ¿De quién estás huyendo? ¿Te has metido en algún problema? Soy tu familia, puedes decirme y te ayudaría incluso a enterrar un cuerpo, lo sabes- él siempre tan sincero.


-Lo sé querido primo, pero solo quiero un tiempo a solas, necesito pensar un poco- le di un sorbo a mi café- solo quiero despejar mi mente-


-Bueno- dijo él desistiendo- te dejaré suficiente comida en la cabaña, no debes preocuparte de nada, solo de llegar y disfrutar- decía mientras sacaba las llaves del bolsillo izquierdo del pantalón.


-Gracias primo- dije tomándola.


            Con un beso y una sonrisa nos despedimos, yo tenía algo que hacer, iba a meter la renuncia en la oficina, no iba a seguir en aquel lugar, menos con esa mujer asechándome. Con un frío viento besando mis mejillas caminé, mirando el enorme edificio de las empresas Cross, dejando salir un fuerte suspiro antes de entrar. Todo estaba como siempre, el señor Marco en la entrada vigilando que todo estuviera bien, Jenny en la resección saludando siempre sonriente, y María, mirándome con esos ojos brillosos, con sus labios entreabiertos con esa ligera preocupación saliendo de ellos.


-Necesito un favor tuyo María- le dije deteniéndome al frente de su escritorio- entrega esto por mí- le deje una carta doblada perfectamente- renunciaré-


-Abby… ¿Por qué te vas? – sé que está mal, pero me gusta como sus ojos me miran llenos de tristeza. Después de dejar correr una sonrisa intentando recibir una de vuelta, escuché esos tacones, sentí esa mirada sobre mí.


-Abby- era la voz de quien angustiaba mi alma- ven a mi oficina- 

Notas finales:

       Espero les haya llamando un poco su atención, y si les ha gustado por favor no duden en hacérmelo saber.

Nos leeremos pronto :D 


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