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Valiente Caballero por Annie de Odair

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Notas del fanfic:

Este es un fic que tenía en fanfiction.net pero nunca había podido subir acá, pero me parece que lo amerita, porque me da muchos lindos sentimientos. 

 

Notas del capitulo:

Oh my... Sísifo es realmente perfecto y uno de mis personajes favoritos tanto de Lost Canvas como de Saint Seiya en general. Es mi primera incursión en este personaje, en El Cid y en esta pareja (que me parece hermosa y perfecta dicho sea de paso)

¡AL FIN UN SAGITARIO DECENTE! (Dios, ya quería tener un personaje de mi signo que pudiera amar...)

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, nunca lo hizo, ni nunca lo hará.

Valiente Caballero

Era una pregunta que le habían hecho hasta el hartazgo. Sus discípulos, sus compañeros, todos. Realmente le fastidiaba que se lo preguntaran tanto, no era algo importante y además no les concernía. ¿Qué les importaba como se llamaba? Desde que había pisando el Santuario tenía otro nombre y eso debía ser suficiente.

Agradecía que al menos su compañero vecino no lo agobiara a preguntas, pese a su curiosidad nata. Algunas veces había apreciado que tenía muchas ganas de preguntárselo, pero se contenía justamente porque sabía que él odiaba cuando los demás lo hacían.

Sísifo de Sagitario no se preocupaba demasiado por eso. Conocía a su amigo, por más que a veces quisiera saber su verdadero nombre, no era algo que importara, pues para todos, El Cid de Capricornio era justamente El Cid de Capricornio. No había que darle muchas vueltas al asunto.

Sin embargo, un día en su búsqueda de información sobre los Dioses Gemelos encontró algo llamativo. Cantar del Mío Cid. Se suponía que estaba en una biblioteca lejana buscando información y transcribiendo hallazgos, pero se encontró leyendo los poemas del Mío Cid como si no tuviera nada que hacer. Al principio le había llamado la atención que ese libro se titulara con el nombre de su amigo, y cuando comenzó a leer las primeras páginas se encontró preguntándose si no se trataba de un libro hecho de El Cid mismo.

Sonrió sin darse cuenta al encontrarse recordando algunas actitudes de El Cid que se asemejaban mucho a ese personaje heroico. Le pareció apropiado adquirir una copia de ese libro y llevarlo al Santuario para poder leerlo cuando tuviera tiempo y la búsqueda de información no ocupara cada resquicio de su mente.

Era poco el tiempo que tenía libre de todas formas. Entre las guardias, la preparación para la Guerra Santa, la protección de Athena, y planificar las acciones diarias del Santuario no le quedaba casi nada de tiempo para sí mismo. Por supuesto que no estaba solo en eso, había muchos Santos en diversas tareas, pero él era casi el único que se encargaba de todas al mismo tiempo. Por todos estos "contratiempos" Cantar del Mío Cid había quedado olvidado en un estante de la recámara de Sagitario. Cada tanto se recordaba que debía seguir leyéndolo, pero sus obligaciones lo mantenían en vilo, sin tiempo para nada.

Fue una tarde de primavera; cuando Sísifo había llamado a El Cid a su templo para conversar de un viaje que deberían hacer juntos; que el dichoso libro volvió a aparecer. En realidad todo había comenzado porque Sísifo buscó algunos papeles con descubrimientos nuevos sobre la Barrera del Sueño de Hypnos. El Cid lo había seguido hacia su habitación y él le mostró los documentos.

—Creo que descubrí algo importante en ese viaje. —mencionó acercándose a él y señalando unas frases escritas con su letra—. Me parece que una flecha de Sagitario podría derribar la Barrera del Sueño

— ¿Crees que será suficiente? —preguntó El Cid volviendo la vista a él, pero los ojos de Sísifo mostraban que aún no había terminado de hablar.

—No, por supuesto que no. —aclaró sonriendo como si estuviera seguro de lo que sabía—. Es necesario que esa flecha esté cargada de un poder inmenso. Un poder capaz de destruir cualquier cosa. Pero no cualquier poder, sino uno que destruya y construya.

— ¿Destruya y construya? —preguntó sin entender las cavilaciones de su amigo.

—Que con su bondad pueda destruir el mal. —agregó Sagitario sabiendo que su compañero ya le entendería. Solo había un poder inmenso que pudiera llegar a cualquier lado y destruir el mal. Un poder divino que construya algo nuevo a través de la destrucción de lo que hace mal—. Aún no se si esto es correcto, pero me parece que es lo mejor que tenemos en un tiempo. Y por eso te necesito, El Cid. Haré un viaje la semana próxima para tratar de verificar mi hipótesis y necesito un compañero. Si me ayudas, terminaremos rápido con la búsqueda y ya sabremos como deshacer esa barrera.

Sísifo apoyó los papeles en su mesa de luz y salió de la habitación a buscar algunas cosas con rapidez. El Cid suspiró. Sagitario era precavido y organizado, sabía qué tenía que hacer, cuándo y dónde, pero también solía ser muy ansioso. Él se tomaba las cosas con más clama y parsimonia y no entendía por qué Sísifo vivía con prisa todo el tiempo.

Mientras lo escuchaba revolver papeles y libros en la sala, él paseó sus pequeños ojos por los libros que tenía en su habitación. Vaya, no sabía como tenía tanto tiempo para leer todos esos libros, si es que lo había hecho. Supuso que Dégel de Acuario tendría unas diez veces más que Sísifo, pero a él le pareció que la biblioteca de su vecino era bastante grande y variada. Miró un par de libros, estaban en diversos idiomas y eran de muchas cosas diferentes. Los lomos eran gordos y las tapas duras y antiguas. El único que sobresalía era uno que no estaba bien guardado, como si lo hubieran dejado ahí de forma apurada. Siendo Sísifo el dueño de esa Templo no era raro que lo haya dejado él algún día en que intentando leerlo, se fue presuroso a hacer algo relacionado con su oficio de Santo. Seguramente se habría ido tan apurado que ni lo colocó bien, y nunca más lo había hecho, así que suponía que debía haberlo leído recientemente. Negó con la cabeza, pero una pequeña sonrisita se le escapó. Sísifo vivía ocupado en el deber, hacía tantas cosas al mismo tiempo que no entendía como no le explotaba la cabeza aún.

Quitó el libro de la fila y miró la contratapa. Lo acarició con los dedos y le pareció suave a pesar de ser cuero antiguo con el que lo habían forrado. ¿Qué habría estado leyendo Sísifo de Sagitario recientemente que tuvo que dejar tan apurado? Lo dio vuelta en sus manos y se sorprendió. Cantar del Mío Cid. Que extraño.

Frunció el ceño imaginándose a Sísifo leyendo en esas páginas y por un momento cruzó su cabeza la idea de que buscaba lo que nunca se había animado a preguntarle en voz alta, pero no creía que teniendo tantas cosas en la cabeza, el Santo de Sagitario se tomara la molestia de leer un libro para saber como se llamaba su vecino. Casi se rió de lo absurdo que sonaba. .Sin embargo, la curiosidad le pudo y se encontró por primera vez cayendo preso de eso que sabía característico del dueño de ese Templo. Se maldijo al curiosear dentro del libro de otro, pero cuando lo tuvo abierto ante sí, no pudo quitar los ojos de el.

Pasó las páginas como si las hubiera leído toda su vida, lo cual no era algo muy desacertado. Justamente por conocer hasta el hartazgo esos poemas, supo identificar los que estaban marcados levemente con lápiz, y se sintió avergonzado de reconocerse en esas líneas. Sísifo había encerrado algunos versos y él mismo era capaz de darse cuenta por qué. Los valores del Cantar del Mío Cíd eran similares a los de él y tenían un vínculo muy fuerte con su tierra y sus recuerdos antiguos. Y a pesar de que la prosa sea antigua y cualquiera no la entendiera, él sabía de alguna forma, que Sísifo las había resaltado porque le recordaban a él.

"Yo ruego a Dios y al padre espiritual,

a vosotros que por mí dejáis casas y heredades,

antes que yo muera, algún bien os pueda hacer;

lo que perdéis, doblado lo cobraréis"

Sabía que ese pasaje representaba la generosidad del personaje el Cid. Era un verso que se tomaba en su análisis para mostrar los valores que tenía el protagonista. Y Sísifo lo había marcado, lo había relacionado a él. Leer esos poemas podía resultar engorroso y difícil, pero Sísifo pasaba a través de las páginas con facilidad, o eso le pareció al ver como anotaba algunas cosas que no llegaba a entender en los márgenes. Y eso… ¿lo hacía en su tiempo libre?, ¿no había otra cosa en que pudiera distraerse cuando no buscaba información para la Guerra Santa?

Mientras él continuaba viendo las anotaciones de su compañero y rememorando su país natal, el dueño del libro entró por la puerta de la habitación con varios papeles enrollados en sus brazos. Parecían pergaminos y mapas, pero El Cid no prestó atención.

—Mira, aquí están los destinos a los que he ido en los últimos viajes y aquí es donde tene… —Sus palabras quedaron suspendidas en el aire cuando enfocó la vista en El Cid. Primero le extrañó verlo leer algo que evidentemente era suyo, pero cuando reconoció el libro sus cejas se juntaron como pidiendo disculpas.

—Así que Rodrigo eh… —mencionó dejando en su cama los pergaminos y mapas y concentrando su mirada en El Cid—. Nunca quise preguntarte, pero siempre tuve curiosidad por saber cómo te llamabas. —reconoció finalmente lo que el otro sospechaba.

El Cid rió levemente ante sus palabras y quitó la vista del libro. Al parecer Sísifo no estaba molesto con su intromisión.

—Yo no soy este Cid, Sísifo. —comentó cerrando la cubierta y dejando el libro donde lo había encontrado—. No me llamo Rodrigo como él.

—Lo se, pero cuando lo leí creí que podría decirte así. —bromó dedicándole una pequeña sonrisa cálida.

Y si había algo que podía llegar a cualquier persona, eso era una sonrisa de Sísifo. El Cid nunca sabría qué tenían esas muecas que en otro podrían resultar molestas, pero que portadas por Sagitario generaban un poder de magnetismo; y al menos a él lo hipnotizaban. Cuando se decidió a dejar de contemplarlo y abrir la boca para contestar, Sísifo se le adelantó.

—No te preocupes, ya no quiero saber tu nombre. —mencionó inclinándose en la cama para revisar sus papeles y buscar el que quería mostrarle primero—. Para el Santuario eres El Cid de Capricornio, y para mí, además eres Rodrigo, el valiente caballero.

Si no fuera porque era él, El Cid juraría que se habría puesto, al menos, un poco rojo. Lo que sí, nervioso estaba seguro. Otra cosa que tenía Sísifo era ese poder de descolocarlo. No sabía si era solo con él o con todo el mundo, pero al menos él nunca sabía con que iba a salirse.

—De todas formas… —contestó recomponiéndose de su sorpresa—. Rodrigo Días de Vivar sí fue un antepasado mío.

La sorpresa en el rostro con que lo miró Sísifo fue increíble. Había logrado descolocar a ese arquero que vivía sorprendiéndole.

— ¿Ah sí? —preguntó dejando los pergaminos a un lado y volviendo la vista y el cuerpo a él. Tomó el libro en las manos y lo abrió—. Así que tenía razón cuando pensé que eras parecido…

De nuevo el que se sorprendió fue El Cid. Esas palabras le habían confirmado que todo lo marcado en el libro había sido con él en mente. No pudo oprimir una sonrisa pequeña y juguetona.

— ¿Entonces lo que subrayaste era por mí? —preguntó vivaz, buscando sorprenderlo como hacía él, pero el gesto que le devolvió Sagitario fue contrario a lo que esperaba.

Sísifo tomó todos sus dichosos papeles y se encaminó fuera de su habitación con intenciones de que El Cid lo siguiera.

—Probablemente, Rodrigo… no conozco a otro valiente y apuesto caballero español con el que podría compararlo.

El Cid se quedó tan pasmado que solo reparó en el nombre cuando Sísifo había salido de la habitación.

—¡Que no me llamo Rodrigo, joder!

Notas finales:

Si, esto es para vos Daena, por que siempre supiste que Sísifo era perfecto.

 


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