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Senseless por AbiHummel3007

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta historia no me perteneces, son de la maravillosa Kubo-sensei y su equipo, como ya mencione, la idea tampoco es mía, esta le pertenece a Okaeri_Kairi quien amablemente me dio permiso de traducir, espero que lo disfruten

Notas del capitulo: Esta es una historia parelela situada dos años antes de los eventos de Separation Anxiety y que hace referencia a personajes y eventos de la historia principal.

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Eso de arriba son palabras de la autora xD yo cumplo con comunicarselos, espero que disfruten la traducción nos leemos al final.

Senseless

Traducción

 

La nieve caía gentilmente sobre los techos de St. Petersburg, dándole a la ciudad un aspecto suave y cálido, como algo salido de una tarjeta de Navidad. Solo era por la tarde, pero el sol ya se había puesto, y las calles estaban iluminadas por cientos de luces que brillaban alegremente en la oscuridad. Las personas caminaban por las calles en grupo, riendo y hablando mientras señalaban los coloridos escaparates, y de algún lugar cercando llegaba el sonido de música tradicional reproducida en un altavoz.

 

Viktor casi sintió que él y Yuuri estaban en una cita mientras caminaban a través de la ciudad con un propósito. Quería jalar a Yuuri a su lado y señalar todas las cosas encantadores que estaban a la venta, o sentarse en una banca y disfrutar la atmósfera festiva juntos, pero sabía por la severa mirada en el rostro de Yuuri que había trabajo que hacer. No había tiempo para frivolidades.

 

“Nada de esto luce familiar,” murmuró Vitya mientras pasaban otra calle y entraban a un área residencial. El ambiente ahí era más calmado, aunque no menos alegre. Las lámparas de la calle brillaban, iluminando los viejos edificios de ladrillo con sus puertas y ventanas decoradas. Como un destino de turistas, St. Petersburg había adoptado mucho del espíritu festivo del occidente, a pesar del hecho de que según la experiencia de Vitya, por lo menos, la religión no se había extendido demasiado entre los residentes.

 

“Está en la siguiente cuadra,” explicó Yuuri simplemente, sus manos metidas en sus bolsillos. Vitya deseaba poder tomar una de ellas, pero Yuuri ya nunca lo dejaba demostrar afecto en público. Esa parte de su vida ya había acabado.

 

“No entiendo por qué se mudó,” dijo, tratado de mantener la conversación fluyendo. “¿No le dejo Lilia su fortuna en herencia? ¿Qué hay de la casa Feltman?”

 

“La vendió,” dijo Yuuri mientras doblaba en la esquina. “Ya deberías saber eso.”

 

“Lo sabía,” Vitya frunció el ceño. “Pero eso no significa que lo entienda.”

 

Yuuri se encogió de hombros, sus ojos mirando los números en los edificios sin ninguna emoción en particular.

 

“No es de tu incumbencia, lo que ella haga con sus fondos privados.” Se pauso y saco un teléfono de su bolsillo, el repentino brillo de la pantalla cegó a Viktor por un momento. “Llegamos,” dijo un segundo después, y Viktor se giró para ver un edificio de ladrillos que no destacaba entre dos edificios más exactamente iguales. La puerta estaba pasada de moda y era de madera, y a diferencia de los vecinos no había decoraciones en ninguna ventana a la vista.

 

“No le queda para nada,” dijo Vitya mientras miraba el departamento. Pero Yuuri no lo estaba escuchando, y ya estaba subiendo hacia la puerta. Llamo con firmeza mientras Viktor se le unía en el recibidor.

 

“Yuuri… ¿Estás seguro de esto?” preguntó en voz baja. Yuuri lo ignoró, sus ojos fijos en la puerta.

 

Fue alrededor de un minuto después les abrió y una mujer joven con brillantes ojos azules y cabello rojo oscuro salió.

 

“¿Hmm?” dijo, parpadeando ante ellos curiosamente. “¿Papa? ¿Y Viktor Mikhailovich? ¿A qué le debo esta visita?” preguntó. Mila Babicheva era más joven de lo que se veía, todavía menor de edad en la mayor parte del mundo, y sus maneras delataban su inexperiencia. Un miembro de la bratva normalmente nunca cuestionaría al pakhan, incluso si llegaba en la mitad de la noche cubierto de sangre. Las costumbres de la familia insistían en que un subordinado siempre tendría la puerta abierta para él sin hacer preguntas.

 

“Mila,” advirtió Vitya, su tono era el de una reprimenda. Ella parpadeo y pareció volver a sus sentidos.

 

“Oh, sí. Por favor, pasen,” dijo, con solo una pequeña nota de hastío en su voz mientras se hacía a un lado. Yuuri asintió y entro, con Vitya pegado a sus talones.

 

El interior del departamento era tan simple como el exterior; casi no tenía toque personal, al menos por lo que Vitya podía ver. Una sola fotografía colgaba en el pasillo, y Viktor creyó reconocer la cabellera rojiza en una niña pequeña en la esquina, pero no se detuvo a mirar mientras Mila los guiaba al salón.

 

“No se fijen en el desorden,” dijo mientras tomaba sus abrigos y los colgaba en una percha. No estaba desordenado para nada, un hecho que Viktor apuntó como extraño; Mila era profesional, pero debajo de la superficie era un espíritu libre. Ella solo había sido obshchak por un corto tiempo, pero ya tenía una reputación por su jugueteo despiadado y sus hombre estaban tanto aterrorizados como atraídos por ella. No le parecía a Viktor del tipo que viviría en un lugar tan falto de personalidad.

 

Yuuri no espero una invitación para sentarse. Se sentó en el sillón más cómodo cercano al fuego y sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo.

 

“Siéntense,” ordenó, y ambos, Mila y Viktor, hicieron lo que pidió, sentándose uno junto al otro en el diván. No fue hasta que terminó de encender su cigarrillo que su tono se suavizó. “Lamento interrumpir tu tarde sin avisar, Mila.”

 

La atmósfera entre ellos de pronto perdió toda la tensión y todos se relajaron, casi sin notarlo.

 

“No te preocupes por eso,” dijo Mila animadamente. Se recostó en el diván, completamente relajada ahora, aunque Vitya notó que cierta tristeza permanecía en su expresión. “Siempre serás bienvenido aquí, Yuuri.”

 

Vitya estaba perturbado por la familiaridad; solo había visto a Mila y a Yuuri interactuar en un ambiente profesional. No era extraño para un pakhan y su obshchak ser informales, pero eso usualmente venía con el lazo de una vida que precedía esos roles.

 

Quizá hay uno, se regañó a si mismo Vitya. Seguramente hablaron al menos un par de veces mientras crecían, incluso aunque Yuuri nunca me haya hablado de eso…

 

Su corazón pareció contraerse dolorosamente, como siempre que recordaba lo poco que realmente sabía sobre su amante.

 

Yuuri le dio a ella una sonrisa rara; solo duró un momento y se había ido antes de que Vitya pudiera reaccionar.

 

“Lamento ir al grano, pero tenemos algunos negocios que atender después de esto,” dijo Yuuri mientras buscaba en el bolsillo de su pecho y sacaba un sobre. Lo deslizó sobre la mesa de té hacia ella, y ella lo tomó, con una ceja alzada.

 

“No me digas que Madre dejo un testamento secreto con la bratva,” dijo. Su tono era bromista pero Vitya pudo sentir el dolor debajo de él. Mila había perdido a sus dos padres en un muy corto lapso de tiempo; peor aún, ella no era ninguna extraña al hecho de ser huérfana, incluso si las circunstancias fueran completamente diferentes.

 

“No, a Lilia no le gustaba mucho la familia. Ella estaba en contra de que sucedieras a Yakov en primer lugar, después de todo,” dijo Yuuri en voz baja. Mila asintió y algo pasó entre ellos con lo que Viktor, aun habiendo perdido a su padre, simplemente no pudo empatizar. En su lugar, vio a Mila rasgar el sobre y desdoblar su contenido. Leyó en silencio, poniendo su cabello detrás de su oreja mientras sus ojos recorrían la página. Alcanzó el final e hizo una pausa, frunciendo el ceño.

 

“No puedes hablar en serio, Yuuri,” dijo de pronto. Yuuri cerró los ojos levemente, exhalando una nube de humo.

 

“Lo estoy,” dijo simplemente.

 

“¡Pero yo no puedo ser tu heredera!” insistió Mila, empujando la carta de vuelta a él. “¡No estoy emparentada contigo, con ninguno de los dos! ¡Y no estoy interesada en ser pakhan, mi trabajo es protegerte, no tomar tu lugar cuando mueras!”

 

“Yo tampoco estoy emparentado con nadie de mi familia,” dijo Yuuri, y Vitya pensó que algo en su expresión lo hacía ver dolido. “Mientras el círculo interno este de acuerdo, cualquiera puede ser designado para sucederme.”

 

“Eso no es a lo que me refiero, Yuri Mikhailovich,” siseó Mila. “Soy la heredera de mi Padre, tengo mi propio rol para desempeñar en la bratva, un rol del que estoy orgullosa. Además, eres demasiado joven para venir con un testamento para esto; si tuvieras hijos-”

 

“No los tendré,” dijo Yuuri, y fue una respuesta tan firme, y fría que Mila dudó. Miró de reojo a Vitya.

 

“La adopción también está fuera de las opciones,” dijo, respondiendo la muda pregunta en una voz muy baja. Ellos ni siquiera tenían que hablarlo para que Vitya entendiera las razones de Yuuri; incluso si eventualmente se casaban y vivían juntos cien años, Yuuri nunca podría ser padre. Eso lo desgarraría.

 

“Pero…” Mila no parecía saber hacia dónde voltear. Vitya nunca la había visto tan insegura antes. Ella usualmente era tan fiera y despreocupada, pero parecía sentir que ahí había algo debajo de todo eso, algo que era demasiado peligroso para mencionarlo.

 

Chica inteligente, pensó Vitya tristemente. Sin importar cuanto lo negará Yuuri, ambos, Vitya y Mila sabían que estaba arreglando el problema de un heredero… solo en caso de.

 

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El agua era como cuchillos helados en su carne, en sus pulmones, en su corazón. Saboreo el dolor, sabía que significaba que una vez que su último aliento se le escapará no quedaría nadie a quien pudiera lastimar. Era un alivio, morir de ese modo era piadoso, y Yuuri, por primera vez en muchos años, sintió que finalmente estaba haciendo lo correcto.

 

Pero no duró.

 

La vida le regresó abruptamente, con violenta insistencia. Y Viktor estaba llorando en sus brazos, indefenso, desesperado.

 

Yuuri realmente no lo entendía mientas acariciaba ausentemente el cabello de Vitya. Todo sobre ese momento estaba fuera de lugar, invertido.

 

De algún modo, lo frágil que en realidad era el mundo lo golpeó.

 

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El camino de regreso fue silencioso. Yuuri mirando por la ventana, sabiendo que Vitya estaba mirándolo de reojo cada pocos segundos mientras conducía. Ya habían tenido una discusión sobre eso, y Yuuri no tenía intenciones de dejar que eso resurgiera. Viktor quería que le prometiera, que le asegurará que nunca intentaría matarse de nuevo, pero eso no era algo de lo que Yuuri fuera capaz. No importaba que tanto Vitya mendigará y suplicará, cuantas mentiras le dijera cuando intentaba asegurarle a Yuuri que era amado y cuidado; al final, todo se reducía a una verdad muy simple, algo de lo que Yuuri no podía huir sin importar a donde fuera.

 

Soy como una enfermedad, pensó ido, captando un vistazo de su propio cabello negro y sus ojos rasgados en el espejo. Apretó los dientes, sintiendo asco y odio en la boca del estómago. ¿¡Por qué no puede entender eso!?

 

No era como que Yuuri no supiera la respuesta. Vitya era diferente de él. Desde el minuto que había regresado a Rusia, Yuuri lo había sentido; las cosas que Yuuri había experimentado y hecho no pertenecían al mundo de Vitya. Era egoísta en su inocencia y clara moralidad. Se había quedado todos esos años, no por amor, como le gustaba pretender, sino por culpa. A sus ojos, eso era probablemente la cosa más amable que podía hacer. Él era ese tipo de hombre.

 

“Vitya…” dijo suavemente.

 

“¿Si, Yuratchka?”

 

“Ella es muy joven, no es así,” dijo, presionando su mano en su mejilla mientras el carro daba vuelta en su calle.

 

Viktor asintió. “Mm.”

 

“Pero no mucho más joven que yo.”

 

“…No, no lo es.”

 

“Es divertido, ¿no lo crees? Todos nuestros padres dicen que nos aman y se preocupan por nosotros, pero todos ellos quieren que sigamos sus pasos, al final.”

 

Vitya no respondió mientras se enfocaba en estacionar el auto.

 

“No me agrada la idea de hacer que alguien tome mi lugar,” anoto Yuuri. “Ni siquiera alguien como Mila.”

 

“Entonces no mueras, Yuuri,” dijo Viktor firmemente, apagando el motor. Giro sus afilados ojos azules hacia él, con una súplica enojada y pesada en ellos. “No mueras, y nadie tendrá que seguirte.”

 

Yuuri rio. Fue un sonido vacío, y frío.

 

“¿Eso no es cruel de tu parte, Vitya?” preguntó. “¿No te importa que yo tenga que pasar por este infierno, mientras nadie más lo haga?”

 

“Eso no es lo que quise decir, Yuratchka…”

 

“Nunca lo es contigo,” dijo Yuuri ausente. Mientras abría la puerta.

 

Nunca miró hacia atrás, pero sabía que Viktor lo estaba siguiendo. Siempre estaba ahí.

 

Por ahora, por lo menos.

 

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“Luces exhausto, Papa.”

 

Yuuri parpadeo, confundido. Le tomó un momento recordar que estaba sentado en un café con Mila sentada frente a él.

 

“Lo siento, ¿Qué fue eso?”

 

Mila le dio una sonrisa pequeña y empática.

 

“¿Tienes problemas para dormir?” preguntó, revolviendo su taza de té casualmente.

 

Yuuri alzó una ceja hacia ella.

 

“¿Cómo es que tú-?”

 

“Tienes ojeras bajó los ojos,” dijo simplemente, tomando un sorbo de su taza. “Y luces un poco enfermo.”

 

“…Eso es observador de tu parte.”

 

Ella rio.

 

“Yuri Mikhailovich, el sovietnik no es la única persona a cargo de tu bienestar.” Ella tomo su tenedor y corto un pedazo del pastel que había ordenado. “Es mi trabajo poner atención. Padre me habría regañado si ni siquiera pudiera notar que te ves fatal.” Llevo el tenedor a su boca e hizo un pequeño sonido de satisfacción. “Por cierto, estamos siendo observados,” dijo tan simple como si estuviera hablando del clima.

 

Mirando los papeles frente a él, Yuuri asintió ligeramente. “¿Cuántos?” pregunto, completamente calmado mientras firmaba con una floritura.

 

“Solo uno. Ha pasado tres veces frente a nosotros desde que llegamos. ¿Debería encargarme de él?”

 

“Todavía no,” dijo, todavía concentrado en su trabajo. “¿Cómo luce?”

 

“Rubio. Alto. Ruso.”

 

“Divertido,” bufó, y Mila rio mientras dejaba su tenedor.

 

“Bueno lo es,” insistió ella. “Tienes un tatuaje en un lado del cuello. Es la marca de los Langransky.”

 

Yuuri golpeteó la mesa con los dedos.

 

“Uno peligroso,” notó. Solo los miembros de la bratva que han sobrevivido a un tiempo en prisión son lo suficientemente audaces para usar tatuajes tan obvios y llamativos.

 

“O uno suertudo,” dijo Mila simplemente.

 

Yuuri asintió y deslizo los papeles hacia ella.

 

“Necesitas firmar aquí,” dijo, pasándole su pluma. Ella frunció sus labios ligeramente pero aun así hizo lo que le pidió.

 

“Madre me mataría si supiera lo que este contrato dice,” murmuró.

 

“También lo haría la mía,” estuvo de acuerdo Yuuri. “Ese es el por qué esto debe quedar entre nosotros tres,” dijo afiladamente.

 

Mila vació su taza, suspirando. Alzó su muñeca para revisar su reloj. Era una pieza muy grande, gruesa y de plata que Yuuri reconoció como una que alguna vez perteneció a Yakov Feltman.

 

“Viktor llega tarde,” notó.

 

Yuuri se contrajo ligeramente ante el nombre, y la expresión de Mila cambió inmediatamente.

 

“Oho, algo me dice que sé la razón de tu falta de sueño,” dijo sugestivamente, los costados de su boca torciéndose en diversión. Mila era extraordinariamente joven para ser un miembro del círculo interno de la bratva, pero a veces era bastante obvio que la había criado un hombre mayor.

 

“No seas sucia,” la regaño mientras engrapaba los documentos. “No tiene nada que ver con eso.”

 

“No es ser sucia,” insistió. “Solo estaba poniendo atención; siempre que pierdes horas de sueño tiene algo que ver con Viktor Mikhailovich. Tú eres el que pensó en algo indecente,” se burló.

 

“Mila,” dijo Yuuri, con un tono pesado de advertencia.

 

“Relájate, Yuuri. Era solo una broma,” dijo, sacudiendo todas sus preocupaciones. Su expresión había vuelto a ser seria. “¿Han estado discutiendo, no es así?”

 

“Y tú, o eres muy buena espiando, o eres increíblemente buena adivinando,” dijo sospechosamente.

 

“Ha, no necesitó espiar,” se burló. “Vitya es como un libro abierto, si sabes cómo leerlo.  Pasé mucho tiempo con Mikhail Yemelyanovich y Katerina Ivanovna mientras entrenaba con Padre, y Viktor es mucho como sus padres.”

 

Yuuri dudó por un momento, su deslizándose por el borde del documento. A penas si sintió la punzada del corte que se provocó.

 

“Mila… No te mezcles en cosas que no te incumben. Eso no lo hace un futuro pakhan.”

 

Ella lo miró atentamente.

 

“Nunca pedí ser tu sucesora, Yuri Mikhailovich.”

 

Sus ojos se encontraron con los de ella, y aunque trataron de sostenerse la mirada, al final fue ella la que apartó sus ojos.

 

“Es importante estar preparado para lo inesperado,” dijo inexpresivo. Su tono indicaba que el tema había quedado zanjado.

 

El silencio calló entre ellos por un minuto, y Mila tomó su abrigo.

 

“Está aquí,” dijo, mirando por la ventana. Yuuri tuvo que evitar mirar por sobre su hombro para ver el cabello platinado de Viktor en la multitud.

 

“…Ya veo.”

 

“Bueno, me voy yendo,” dijo Mila, levantándose de la mesa. “Hay alguien que está tratando de llamar mi atención.” Se apartó el cabello del rostro y hubo un leve chasquido que provenía de dentro de su bolsillo.

 

“No lo mates de inmediato,” advirtió Yuuri. “Queremos saber detrás de que está.”

 

“Por supuesto,” dijo. Casi había acabado de alejarse de la mesa cuando se detuvo y se giró. “Sabes, solo es humano, Yuuri,” dijo de pronto. “Se preocupa por ti.”

 

“Sé eso,” respondió.

 

Sus ojos se quedaron fijos en él un momento antes de alejarse y salir por la puerta, sin parecer la sucesora de una de las mafias más poderosas en St. Petersburg. Mientras ella se dirigía a un callejón con confianza, Yuuri miraba por la ventana. Alrededor de un minuto pasó cuando un hombre sospechoso la siguió, echando una mirada rápida hacia la izquierda mientras lo hacía. Yuuri volvió a su café, sin estar para nada preocupado. El hombre de los Lagransky no saldría de ahí.

 

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Viktor llegó pocos momentos después, su abrigo mal abotonado y sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo.

 

“Lo siento,” dijo mientras llegaba apresuradamente a la mesa. “Quede atrapado en el tráfico-”

 

“Está bien,” dijo Yuuri simplemente, levantándose de su asiento y reacomodando la silla. “Solo llegaste unos minutos tardes.”

 

“¿Dónde está Mila?”

 

“Terminamos nuestros negocios y se fue,” dijo Yuuri, encaminándose a la calle. Viktor siguiéndolo, manteniendo su paso. El crujido de la nieve bajo sus pies, quedaba casi totalmente ahogado por los sonidos de la ciudad en la luz de la tarde.

 

“¿Te dejo solo?” preguntó Viktor serio, con una nota de severidad en la voz.

 

Yuuri sintió una puñalada de irritación.

 

“No soy un niño, Vitya,” dijo afiladamente. “Puedo cuidarme por mi cuenta.”

 

“No quise decirlo así…”

 

“Si, si, lo sé,” Yuuri suspiró. Miro de reojo la alta figura de Vitya caminando a su lado. “Se fue menos de un minuto antes de que tú llegarás.”

 

“Oh. Eso es bueno entonces,” respondió, obviamente aliviado.

 

‘Solo es humano, Yuuri. Se preocupa por ti.’

 

Sé eso, pensó enfadado. No soy idiota, no pienso que sea un ángel o algo así. Sé mejor que nadie que es un mentiroso y un hipócrita.

 

¿Pero eso en que me convierte, si necesito esas mentiras para mantenerme vivo?

 

“Oh, Yuuri, toma,” dijo Vitya de pronto, quitándose la chamarra y extendiéndosela. Yuuri parpadeo.

 

“¿Huh?”

 

“¿Tienes frío, no es así? Tu manos están temblando,” dijo Vitya, deteniéndose para poner la chaqueta sobre los hombros de Yuuri. De pronto estaba de vuelta en su infancia, cuando Vitya había hecho ese mismo gesto incontables veces. “Ahí está,” dijo, sus ojos brillaban en la luz de las lámparas de la calle.

 

Yuuri se olvidó de su propio desagrado por las muestras de intimidad en público. No le importó si había gente mirando mientras jalaba a Vitya hacia abajo por el cuello y lo besaba feroz y violentamente, en la mitad de la calle.

 

Soy tan hipócrita como él, pensó mientras se dejaba llevar, mareado y jadeando por aire, sus dedos todavía firmes alrededor del suéter de Vitya.

 

Ese pensamiento se quedó con él toda la noche, y una vez que estuvieron en la cama, Vitya se quedó rápidamente dormido a su lado, él no pudo evitar acariciar su cabello, justo como lo había hecho esa noche a la orilla del río.

 

Tengo miedo, Vitya, pensó mientras encontraba un área más delgada en la coronilla de la cabeza de Vitya, sus dedos recorriendo las hebras suaves y plateadas. Mientras más me quede, más te lastimaré.

 

Sus ojos se detuvieron en la espalda y hombros de Vitya, cubiertos en mordidas y moretones que el propio Yuuri había dejado.

 

Cerró los ojos, presionando su nariz en el cabello de Vitya.

 

Mila, cuando me haya ido, por favor protégelo por mí.

Notas finales:

Estas pequeñas historias laterales nos ayudan un poco con el contexto, espero su love y no olviden darselo a la autora original también, un beso!


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