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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

Hola, pues por aqui yo otra vez, primero aclaro, voy a terminar mi otro fic, nunca dejo nada tirado ustedes lo saben. Se me ocurrio esta idea y voy a hacerla y ademas es cortita. 

Bien, como siempre aclaro, los personajes no son mios los tomo prestados de Nakamura san, para darles vidas diferentes y crear locas historias.

Aqui hay mpreg si no te gusta NO LEAS

Aqui hay personajes fuera de canon si no te gusta NO LEAS

Por lo demas ustedes ya me conocen, hay drama, amor, suspenso y mas drama, asi que las espero por aqui y espero sus mensajes.

 

MIL GRACIAS POR LEER, LAS QUIERO UN MONTON.

Notas del capitulo:

Ya estamos por aqui espero disfruten este primer capitulo, dejenme sus mensajitos y gracias por leer.

 

 

En una sociedad con normas, reglas, secretos y verdades, la composición de las clases sociales ocupa un lugar importante del diario vivir. En los estratos más altos de la escala social, las máscaras, la falsedad, el disimulo y sobre todo la ansiedad por conservar el poder ganado con o sin méritos, son costumbres comunes con las que los integrantes de familias encumbradas deben vivir a diario.

 

Es así, como en la unión entre miembros de dichas familias prominentes, se forman lazos que contribuyen a solidificar las raíces  sociales, que por años han sustentado sus bases en matrimonios de conveniencia, donde el amor, no es el principal protagonista.

 

Uno de esos matrimonios se despertaba esa mañana en su lujosa mansión, donde el día parecía amanecer ajetreado.

 

—Si mamá, ya hablé con el servicio de catering…también revisé todo con las personas de la decoración.

 

Un suspiro largo llenó el salón, donde la taza de té que descansaba sobre una fina mesa de cristal veneciano, se había enfriado hace mucho.

 

—No mamá, no contraté músicos de mal gusto, solo habrá música tradicional. — el cansancio estaba dando paso a la exasperación. —Mamá no es la primera vez que organizo una celebración formal.

 

El sonido de la puerta al cerrarse con cierta brusquedad, evitó que el que suspiraba con cansancio dijera algo que pudiera salirse de su comedido y exquisito comportamiento habitual.

 

—Mamá debo colgar, Kaoru acaba de bajar y vamos a desayunar… si mamá, lo haré, no te preocupes.

 

Ryu apenas giró su rostro, cuando la chica del servicio entró con el desayuno y lo sirvió en la mesa. De todas formas tampoco habría mucho que mirar, las personas a su alrededor hacían su trabajo con eficiente discreción, apenas habría podido describir los rasgos de cualquiera de las personas que le servían.

 

— ¿No es muy temprano para ese tipo de llamadas?

 

Ryu no pudo ver el rostro de su esposo, que escondido tras el periódico que le habían dejado junto con el desayuno, le hablaba como siempre, con un desapego que a Ryu le irritaba, pero él cual había aprendido a tolerar con el tiempo. Ya se había acostumbrado a ser un intruso, poco más que un adorno en aquella casa.

 

—Mi madre solo quiere asegurarse que…

 

—No deberías estar tan ocupado en tu…situación. — le dijo su esposo, interrumpiendo su explicación.

 

Ryu apretó los puños con molestia, pero por un segundo se tragó la protesta, pues en ese momento le servían el desayuno. Cuando la joven salió silenciosa del salón, Ryu enfrentó a su esposo con disgusto.

 

— ¿Cuando dices mi situación te refieres a mi embarazo? ¿Tan difícil es llamarlo por su nombre?

 

Kaoru bajó el periódico y se quedó mirando a Ryu con un inexpresivo gesto. Eso alteraba más el ya exacerbado carácter de Ryu, pues odiaba que su esposo no trasmitiera jamás, emoción alguna.

 

—Creo recordar que hasta no hace mucho, tú te referías a tu “embarazo” de la misma forma. —le recordó Kaoru indolentemente. —Por no decir que muchas veces lo llamaste “el problema”

 

Ryu posó una mano en su abultado vientre, sintiendo que el hambre desaparecía y una molesta sensación de desasosiego hacia doler su estómago. Sintiéndose incapaz de enfrentar a su esposo en aquella situación, en donde no tendría defensa alguna, colocó la servilleta que descansaba en su regazo sobre la mesa y se puso de pie.

 

—Siéntate Ryūichirō y comete el desayuno.

 

La voz no había sido alzada y su tono sedoso conservaba la serenidad que dibujaba el rostro de su dueño, pero Ryu tenía muy claro que aquella era una orden.

 

—              No tengo ham…

 

—Por favor. —le pidió Kaoru, endureciendo un poco más su expresión pacífica.

 

Ryu, tomó asiento silenciosamente y sujetó un cubierto para mantener sus temblorosas manos ocupadas.

 

Kaoru, satisfecho, volvió a su lectura, mientras comentaba con serenidad.

 

—Podrías decirle a tu madre que contrate a alguien especializado, para que se ocupe de la fiesta.

 

—Es el compromiso de mi hermano menor y mi madre está convaleciente, solo confía en mí para hacer las cosas a su gusto.

 

Ryu mordisqueaba la comida sin encontrarle sabor alguno, deseoso de que su esposo se marchara dejándolo solo, como siempre lo hacía.

 

—Por el fragmento de conversación que escuché, no estaba muy complacida con tu trabajo.

 

Ryu dejó caer los cubiertos con brusquedad, mirando a Kaoru lleno de ira.

 

— ¡Eres tú el que está haciendo esas estúpidas suposiciones!

 

—No recuerdo haberte gritado. —le increpó Kaoru, mirándolo con un gesto desaprobatorio.

 

Ryu bajó la mirada y apretó los puños sobre su regazo, sabiendo que de aquella pequeña batalla verbal, no saldría bien librado… como siempre.

 

— ¿Y bien?

 

—No lo hiciste. —murmuró Ryu, controlando el deseo que tenia de salir corriendo de allí y apelando a toda la exquisita educación que había recibido por años. — Lo siento.

 

Kaoru suspiró y sorbió con calma un poco de su café.

 

—No trato de controlarte. Si eso es lo que ha ocasionado toda esta pataleta infantil, puedes dejar de estar enfurruñado. Solo me intereso por tu salud, estás en tu séptimo mes de embarazo y ya que desde que aceptaste tú… situación no has dejado de decir que amas a ese bebé, deberías hacerlo ahora tu prioridad.

 

Ryu siguió mirado las manos apretadas sobre sus piernas, se mordió el labio con violencia y antes de lastimarse más, soltó una fuerte respiración y levantó la mirada para enfrentar el rostro frio y circunspecto de su esposo.

 

—Ya todo está casi listo y la celebración será en una semana, le… dejaré los detalles que falten a un profesional.

 

Kaoru asintió y terminaron de desayunar en silencio.

 

Un rato más tarde, Kaoru bajó con su maletín rumbo a su oficina. Ryu iba a subir hasta su habitación, cuando este lo tomó suavemente por el brazo.

 

—Recuerda que tenemos una cena esta noche.

 

Ryu asintió tímidamente y se estremeció cuando Kaoru besó su sien con delicadeza.

 

—Hasta más tarde entonces.

 

A solas, frente a la enorme escalera que decoraba el salón principal, Ryu acarició cariñosamente su vientre.

 

—Te amo bebé ¿Lo sabes verdad?

 

Suspiró para alejar las lágrimas y subió despacio, iría a su habitación y trataría de distraerse un rato, para tratar de enderezar un día que no había comenzado bien.

 

El día también estaba comenzando para un dedicado estudiante que en ese momento se preparaba para su rutina de cada mañana.

 

—Los internos de neurología irán con Asano Sensei. Los internos de ginecología tendrán practicas hoy con…

 

Hiroki escuchaba a la Doctora Haneda, jefa de internos, pasar la lista de las labores del día. Estaba ansioso porque llegara su turno, esperaba que su profesor a cargo aquella mañana fuera el Doctor Iwaki. Era para él una inspiración aquel hombre diligente, fuerte e inteligente, adoraba su dedicación y lo admiraba con fervor.

 

Suspiró cerrando los ojos con un dejo de emoción, pues no solo era admiración, también había un poco de amor no correspondido en sus confusos sentimientos hacia el joven médico. ¿Y como no estar enamorado de aquel hombre que irradiaba un aura de sobrenatural belleza?

 

—Los internos de cirugía irán con Iwaki sensei. —dijo por fin la jefa de internos y la sonrisa de Hiroki no se pudo ensanchar más, pero así como brilló su alegría, murió repentina en sus labios, tras las siguientes palabras de su mentora. —Aprovechen estos días las enseñanzas de nuestro querido sensei, pues apenas ayer ha anunciado su retiro. Nos abandona para asentarse en los Estados Unidos, en donde lo tienen en gran estima y le han ofrecido un cargo envidiable en un prestigioso hospital.

 

Hiroki sintió a su corazón caer a sus pies, todo el mundo se retiró murmurando la triste noticia y Hiroki se quedó en el medio del pasillo, mirando atontado el tropel de personas, sin saber que pensar o que decir.

 

—Kamijou. — le llamó Haneda.

 

El alzó su mirada y su expresión se tornó triste y abatida. La maternal mujer posó sus manos sobre los tensos hombros de uno de sus mejores estudiantes.

 

—Algún día iba a pasar, toda su familia esta allá y ya él los extrañaba, además es un médico brillante, era cuestión de tiempo para que lo reclamaran en los mejores lugares de otros países.

 

Ella le sonrió y alborotó su cabello con ternura.

 

—Tú eres su mejor estudiante, aprende todo lo que puedas de él y hazlo sentirse orgulloso.

 

El asintió, ella no sabía de su amor, nadie lo sabía, bueno alguien si lo sabía pero no contaba, era su mejor amigo, nunca rebelaría su secreto.  Dejando un poco de lado su tristeza, pensó en su amigo, le parecía extraño no haberlo visto en la ronda de internos.

 

— ¿Kusama no regresaba hoy de su permiso? —preguntó Haneda, siguiendo el hilo de sus pensamientos.

 

Era natural que se lo preguntara a él, aquellos dos eran inseparables. Pero Hiroki tenía días que no sabía nada de Nowaki.

 

—Debía regresar ayer Haneda sensei, pero no me ha llamado.

 

La mujer asintió y se retiró. Hiroki, con un suspiro, saco su celular. Llamaría a su amigo antes de enfrentarse a Iwaki sensei, aquel iba a ser un día muy largo y necesitaba el apoyo de Nowaki.

 

No le dio tiempo ni de marcar, cuando una mano fuerte asió su brazo con fuerza.

 

—Qué demonios, Nowaki ¿qué te pasa? — gritó Hiroki con molestia, cuando fue casi arrastrado al interior de una de las habitaciones de descanso

 

Nowaki cerró la puerta con seguro y se recostó de esta, como si en cualquier momento fuera a desplomarse.

 

— ¿Se puede saber qué demonios te pasa? Llevas tres días desaparecido, no me llamas, no me escribes ni un mensaje y te apareces aquí como un loco, tú…

 

Hiroki paró su perorata al ver la palidez en el rostro de su amigo.

 

—¿Nowaki? —le llamó cauteloso. —Nowaki que te…

 

—Cásate conmigo Hiroki, necesito que nos casemos mañana mismo… hoy si es posible…

 

Nowaki comenzó a caminar frenéticamente por la pequeña habitación, mientras que Hiroki, impactado, lo miraba como si le hubiese crecido una segunda cabeza.

 

— ¿Acaso te volviste loco? — preguntó cuándo pudo salir de su estupor.

 

—Es la única salida, la mejor solución. —le gritó Nowaki sujetándolo con fuerza por los brazos, mientras lo miraba con los ojos llenos de angustia.

 

— ¿La única salida para qué? ¿Quieres decirme de una vez que demonios te pasa?

 

— ¡Mi madre concertó una boda para mí! — gritó Nowaki fuera de sí. —Miyagi se casó en Paris hace dos semanas, con un chico proveniente de una acaudalada familia “Francesa”

 

Nowaki casi se atraganta, con la frase que lanzó llena de sarcasmo.

 

— ¿Puedes entender lo que eso causó en mi familia?

 

Hiroki se sentó en una de las camitas más próxima, mirándolo con asombro. Claro que entendía lo que aquello era. Una tragedia en todas sus letras. Las familias poderosas japonesas eran muy celosas con su linaje y un matrimonio como aquel, era un exabrupto. La de Nowaki era sin duda una de las familias más poderosas del país, cuatro eran los herederos de aquel Linaje. Miyagi el mayor, Ryuchirou el segundo, Nowaki le seguía y por ultimo Misaki, el menor y más consentido de todos.

 

Hiroki había tenido poco contacto con el mayor de los hermanos. Miyagi era un rebelde y nunca se había dejado llevar por las conveniencias de su familia, vivía viajando y explotando su carrera de arquitecto. Era afamado por su genio e instinto artístico y muchas hermosas edificaciones esparcidas por el mundo, tenían su sello. Con Ryu y con Misaki compartía mucho más. Ryu era muy extrovertido y sociable, amable y hasta un poco alocado, o lo había sido hasta que se enamoró de alguien que nadie conocía y desapareció por unos meses, volviendo con  un inconveniente embarazo y casándose en un rápido matrimonio con Kaoru Asahina, el hijo de otra rica y encumbrada familia.

 Misaki era muy dulce y tenían una bonita amistad, Misaki estaba enamorado del hijo de la familia más poderosa de todo el país, el soltero más cotizado, dueño de una elegancia y una belleza a veces inquietante. Usami Akihiko era un hombre joven que irradiaba un aura de poder a la que muy pocos podían resistirse. Había sido objeto de muchas conjeturas en la prensa rosa, endosándole una legión de amantes de las que nunca se le pudo comprobar nada, pues estaba rodeado de una absoluta protección y los muros poderosos que lo rodeaban alejaban de él cualquier escándalo.

 

Misaki se podría decir que había logrado hacer su sueño realidad, pues en unos días se anunciaría oficialmente su compromiso con Usami Akihiko y se casarían un mes después, en una ceremonia que tenía a todos los medios de Japón a la expectativa, porque sería el acontecimiento del año.

 

—Misaki se va a casar con Usami san en un mes. — murmuró Hiroki, sabiendo cómo funcionaba la mecánica interna de aquellas familias. — Si Miyagi se casó, será Usami san el que tome el control del emporio familiar.

 

Suspirando con abatimiento, Nowaki se dejó caer en la cama, al lado de su amigo. Conocía a Hiroki desde la secundaria, eran diferentes en muchas formas. Hiroki era pobre y luchaba por sobrevivir cada día, tenía varios trabajos y vivía en un pequeño departamento destartalado, que había rentado con lo poco que ganaba. Había luchado con uñas y dientes para obtener un beca y entrar a la universidad y él que lo tenía todo, envidiaba la entereza de Hiroki, su fortaleza y el optimismo con el que emprendía todo en su vida.

 

—Mi padre… pero sobre todo mi madre, se oponen a que no sea alguien de la familia, el que ocupe el cargo de presidente del emporio Kusama. —Murmuró cansado, ocultado sus ojos entre sus manos. —Cuando Miyagi anunció su matrimonio, renunció a todo, hasta a la herencia. Él tiene dinero propio y su esposo también al parecer ostenta una enorme fortuna. Con Ryu no pueden hacer nada, con el escándalo que ocasionó su embarazo y aunque se haya casado con Asahina, papá no lo quiere en la directiva de la empresa.

 

—Misaki es el menor y tu padre no lo verá jamás como su sucesor, así que solo quedas tú.

 

Nowaki asintió suspirando.

 

—Yo, que el único acto de rebeldía que tuve fue no estudiar economía sino medicina.

 

—Pero tus padres te apoyaron. — le recordó Hiroki, con un dejo de molestia, hacia los padres de Nowaki.

 

Este se puso de pie y volvió a caminar frenético por la pequeña habitación. Tenía días sin dormir bien, sin pensar en otra cosa que no fuera idear algo que lo sacara de aquella situación.

 

—Sí, claro que me apoyaron. En aquel momento confiaban en que Miyagi se cansaría de llevarles la contraria y ocuparía el lugar que como hijo mayor le correspondía. Tener un médico en la familia les daba prestigio.

 

Nowaki apretó los puños con fuerza y miró a Hiroki desolado, caminó hacia él y se arrodilló a sus pies.

 

—Por eso te necesito Hiroki, si me obligan a casarme perderé todo lo que he logrado. Mis sueños, mis planes, todo se ira a la basura. Tendré que prepararme para ser el sucesor de mi padre y ya no quedará nada de mí.

 

Hiroki tomó sus manos, mirándolo angustiado.

 

—Pero Nowaki ¿casarnos? Eso es una locura ¿cómo podría eso arreglar las cosas?

 

Nowaki estaba desesperado.

 

—Lo hará Hiroki, casarnos me salvará. Mis padres no permitirán otro escándalo, con el de Ryu quedaron muy mal y ahora Miyagi también, si nos casamos, si lo hacemos todo legalmente, no podrán hacer nada. Tendrán que aceptar que Usami sea el único que se encargue de las empresas.

 

—Pero Nowaki ¿Cómo estás seguro de que no intentaran anular el matrónimo?

 

Nowaki se puso de pie y volvió a su enloquecida caminata.

 

—Porque los amenazaré. — dijo con determinación. —Ellos le temen al escándalo, cuando sepan que me case con alguien de menor estatus social, con alguien…

 

— ¿Con un pobre diablo como yo?

 

Nowaki detuvo sus pasos, lastimar a Hiroki no era su  objetivo.

 

—No quise decirlo así. —murmuró arrepentido.

 

Hiroki lo sabía y también reconocía que su amigo estaba en una desesperada situación. Pero ¿casarse? Aquello nunca había estado en sus planes, ni con Iwaki sensei y ahora que este se iba, menos era una opción a considerar. Siempre había vivido para salir de la pobreza, estudiaba y trabajaba con mecánica dedicación, con el solo objetivo de obtener aquello que soñaba, estabilidad, un lugar decente donde vivir, un buen hospital donde ejercer.

 

De pronto vio que Nowaki se arrodillaba de nuevo frente a él.

 

—Te necesito. — le rogó. —Eres el único en quien confío.

 

Hiroki suspiró.

 

— ¿Los amenazaras y qué? ¿Qué pasará si no resulta?

 

—Resultará, tengo un contacto que conoce al periodista ese que persiguió a Ryu hasta el cansancio, para obtener la historia de su embarazo.

 

— ¿El que tu padre casi hace sacar del país?

 

Nowaki asintió y se sentó al lado de Hiroki.

 

—Trabaja ahora en un periódico de mala muerte, las conexiones de mi padre le arruinaron la vida y estoy seguro de que lo odia, si mi padre me presiona, iré con él, le contaré toda la historia.

 

— ¿Y qué pasa conmigo? ¿Se te olvida que yo también voy a estar envuelto en todo ese escándalo?

 

—No lo estarás, porque nunca llegaremos a eso ¿no lo entiendes? Mis padres no pueden permitirse otro escándalo que les quite el estatus que han conservado por años. Ellos viven de eso, de las malditas apariencias.

 

Hiroki suspiró y lo  miró indeciso.

 

—Por favor Hiroki, te juro que no lo lamentaras, te daré una suma de dinero cuando nos divorciemos, tendrás todo lo que has deseado, hasta ese viaje con el que siempre soñaste.

 

— ¿Me estas ofreciendo dinero? — gritó  Hiroki indignado.

 

Nowaki lo apaciguó con una suave sonrisa.

 

—Te estoy dando muy poco porque me salves la vida, tus eres el que tiene mi vida en sus manos. Solo quiero que tengas un beneficio de todo esto. Eres mi amigo Hiroki, el único que me ha apoyado por años, conozco tus sueños, tus planes y yo puedo ayudarte a realizarlos. Será como un trabajo y cuando acabe el contrato, tú tendrás todo lo que soñaste en tus manos.

 

Hiroki lo pensó unos segundos.

 

—Hiroki, nunca me has aceptado nada, y si yo te hubiese ofrecido dinero de otra forma me hubieses rechazado, piensa que esta vez no será una favor o la caridad que tu tanto odias. Haremos un intercambio justo, tú me das unos meses de tu vida y yo a cambio te doy la llave para realizar tus sueños.

 

Sonaba razonable de aquella forma. Dinero, el dinero lo arreglaba casi todo y le abría las puertas a cosas que solo había podido soñar.

 

—Iwaki sensei se irá a Estados Unidos en unos días. — murmuró afligido.

 

Nowaki frunció el ceño, sabia como admiraba Hiroki a aquel hombre y cuanto también lo amaba.

 

—Lo siento. — le dijo  con sorna, acariciando sus suaves cabellos.

 

Hiroki lo miró con una sonrisa reluciente.

 

—Podría…ir…ir tras él. Vivir en Estados Unidos, comenzar una nueva vida.

 

Nowaki no supo en aquel momento, por que aquella idea lo inquietó, pero no dejó traslucir su malestar, porque estaba por conseguir lo que deseaba.

 

—Sí, Hiroki, podrías, también podrías quedarte y comprar una casita,  trabajar aquí ¿recuerdas que siempre soñamos que tendríamos una consulta privada para los más pobres? Te daré dinero para que hagas cualquier cosa que desees.

 

Hiroki suspiró, era un panorama muy bonito, pero una decisión que había que pensar muy bien.

 

—Nowaki… quiero ayudarte, pero ¿puedo pensarlo?

 

Nowaki asintió, le sonrió y lo tomó de la mano, para ponerse de pie.

 

—Vamos a trabajar, antes de que nos amonesten.

 

Nowaki sabía que ya Hiroki había decidido, lo conocía. Lo dejaría pensarlo y estaba seguro que esa  misma noche estaría haciendo planes para su matrimonio.

 

Hiroki dejó a Nowaki en la sala de maternidad, donde haría sus prácticas y se encaminó a cirugía. Una enfermera lo recibió contenta.

 

—Iwaki sensei estaba buscándote, estaba extrañado de que su consentido llegara tarde.

 

Hiroki sonrió sonrojado y caminó hasta uno de los cubículos, donde su mentor y el hombre de sus sueños, evaluaba a un paciente en compañía de otros internos.

 

—Bienvenido Kamijou, es un placer que haya decidido acompañarnos esta mañana.

 

Hiroki lo miró consternado, pero toda pena desapareció, cuando el medico lo miró con una exultante sonrisa.

 

—Por castigo, tendrás que acompañarme a todas las rondas.

 

Hiroki asintió rápidamente, todos sabían que aquello no era un castigo, pero nadie objetaba el favoritismo de Iwaki con Hiroki. Era el mejor de los internos, el más dedicado, el más inteligente y hábil, todos le tenían aprecio.

 

Al final de la tarde y cuando ya las rondas habían terminado, Hiroki asistió al médico en una cirugía. Exhaustos salieron comenzando la noche y se sentaron en el cafetín del hospital.

 

—Haneda sensei nos dijo que se va.

 

Iwaki puso un poco de azúcar en su café y lo miró con suavidad.

 

—Pienso que ya hice aquí todo lo que tenía que hacer, quiero avanzar y también quiero estar con mi familia.

 

Hiroki asintió, sorbiendo despacio su café.

 

— ¿No has pensado en irte tú también? América sería un lugar grandioso para ti.

 

Hiroki lo miró con una sorprendida sonrisa.

 

—Si… claro que lo he pensado. —murmuró sonrojado, incrédulo de que el medico estuviera coqueteándole.

 

—Hiroki yo…

 

Lo que iba a decirle el médico quedó enmudecido por la bocinas del hospital, llamándole para una emergencia. El resto de la noche lo pasaron en una complicada cirugía y cuando salieron del quirófano, el jefe del hospital se reunió con Iwaki san, impidiendo que volvieran a hablar.

 

Hiroki, con el corazón lleno de emoción, corrió por los pasillos. Irse a américa era ahora su objetivo, lo había decidido en aquellas frenéticas horas, donde se enamoró aún más del hombre, que con gran maestría salvó a aquel paciente de una muerte segura. Se casaría con Nowaki, conseguirá dinero y lo seguiría, Iwaki san era su futuro y el matrimonio con Nowaki sería el modo para alcanzarlo.

 

Nowaki estaba en uno de los pasillos, acababa de atender un parto, particularmente difícil. Los partos masculinos eran irremediablemente más complicados. Con los años y las diversas experiencias él había aprendido a entender la mecánica complicada del embarazo masculino. La ciencia le daba muchas explicaciones a aquella mutación genética, pero al pasar los años y los siglos, dejó de importar el milagro y comenzaron a mirarlo como otro proceso natural del cuerpo humano. Solo que con este, los médicos debían prepararse aún más y Nowaki era el mejor en lo que hacía. Figuraba como el mejor de los internos, tanto, que muchas veces, como aquella, atendía sus propios partos, escasamente asistido por algún residente.

 

Firmaba la carpeta del paciente cuando vio a Hiroki acercarse con una gran sonrisa, suspiró para sí, sabiendo que no había perdido el tiempo arreglando todo para su matrimonio, el rostro de Hiroki le daba la respuesta que deseaba.

 

—Me casaré contigo. — le dijo casi sin aliento.

 

Nowaki sonrió y asintió complacido.

 

—Gracias, no te arrepentirás.

 

Arrepentirse o no era algo que estaría por verse, ya que la última palabra aun no estaba dicha.

 

El aeropuerto es un escenario donde las emociones están a la orden del día, nostalgia, tristeza, alegría, ilusión. Una pareja abordaba en ese momento un vuelo en primera clase y arrepentimiento no era ni remotamente lo que ambos sentían.

 

Miyagi cargaba su bolso de mano mirando el largo pasillo que lo llevaba hasta sus asientos, a su lado, con el rostro sereno y los ojos cubiertos por unos carísimos lentes de sol, estaba su esposo.

 

Cuando lo pensaba bien, en los pocos momentos de lucidez que su esposo le dejaba, aquella situación era una total locura. La punta del iceberg que había hundido toda posibilidad de reconciliación con su familia.

 

—Quiero una copa de champan por favor. — dijo de pronto la voz suave y delicada de su esposo.

 

Miyagi lo miró extrañado cuando ya la azafata que había atendido su orden se marchaba. Shinobu se sentó en una de las butacas, dentro de uno de los cómodos cubículos que componían el ala de primera clase. Tenían audífonos, unas comodísimas butacas, pantallas de televisión, unas almohadas de suaves plumas, mantas de algodón egipcio, libros actualizados, revistas y hasta un pequeño refrigerador lleno de bebidas azucaradas y de agua de la  más fina composición.

 

— ¿No es muy temprano para ingerir alcohol?

 

El chico, con su rostro perfecto,  sus rubios cabellos y sus grandes y expresivos ojos grises, lo miró con la natural inocencia que lo cautivó desde un principio.

 

—Son las once de la mañana, querido. — le dijo con una sensual y coqueta sonrisa — además ¿quién impone las normas de lo que es correcto o no? solo un montón de aburridos, que no saben que vivir es una aventura deliciosa, donde todo lo que sea prohibido se convierte en un reto.

 

Miyagi no pudo refutar aquello, pues justo cuando guardaba su equipaje de mano en un compartimento sobre su cabeza, llegaba la azafata con la burbujeante bebida.

 

Shinobu tomó las dos copas con una traviesa sonrisa.

 

—Mi esposo no bebe alcohol señorita, sino hasta la ahora adecuada. — murmuró con una cínica mirada. —Me las beberé yo, las dos.

 

La azafata sonrió y se marchó. Shinobu se tomó de un trago el contenido de su copa y se mordió los labios saboreando la quemadura de las burbujas en su garganta.

 

—    ¿A que sabe? — preguntó Miyagi, mirando los rosados labios atrapados en sus perfectos dientes.

 

Shinobu sonrió y se  acurrucó con la copa en la mano en la cómoda butaca.

 

—A libertad. — dijo sonriendo y tomándose despacio el contendió de la segunda copa, mientras miraba perdido por la ventanilla.

 

Anunciaron el inicio del vuelo y los pasajeros tomaron sus asientos. Miyagi se sentó, Shinobu se terminó su copa y se adormeció en la cómoda butaca, para cuando volvió la azafata ya estaban surcando el cielo azul, la chica se llevó las copas y le sonrió a Miyagi.

 

— ¿Desea algo más?

 

Miyagi negó con la cabeza.

 

—Estoy a su orden, llámeme para lo que necesite.

 

La chica se fue y Miyagi se sorprendió al escuchar la voz de Shinobu al que creía dormido.

 

— ¿Voy a tener que lidiar siempre con tus conquistas?

 

Miyagi se acomodó en el asiento para mirar a su pequeño esposo de frente. Su cabello estaba un poco despeinado,  sus ojos tenían un tono oscuro y somnoliento, sus labios entreabiertos invitaban a besarlos hasta el cansancio.

 

Cuando lo vio por primera vez, caminaba por una concurrida calle de Paris. Era la perfección hecha un joven, su rostro sereno no demostraba emoción alguna, su cabello estaba peinado con seriedad, sus labios rosados se cerraban en una fina línea, sus ojos miraban perdidos al frente, como si no estuvieran mirando sino a su interior. Lo acompañaban dos enromes hombres que Miyagi intuyó serian guardaespaldas.

 

Entre la muchedumbre, Miyagi lo perdió, por más que lo buscó no logró volver a encontrarlo. Había estado explorando edificios para mirar su composición, tenía un encargo y necesitaba tener una idea de lo que su contratante francés desearía.

 

Esa tarde tuvo una reunión en las lujosas oficinas de la corporación que requería sus caros servicios. No era común que el hiciera los negocios personalmente, tenía empleados que se encargaban de eso, pero esa vez había querido viajar, Paris era una de sus ciudades favoritas.

 

Cerró un trato millonario esa tarde, el trabajo era un conjunto de edificios que serían las instalaciones de un hotel de lujo. El proyecto era ambicioso y la cantidad de dinero que ganaría sería absolutamente obscena. Cuando llegó al hotel donde se hospedaba, celebró con una botella de champan, se rio pensando lo que su padre diría. Seguro lo reprendería y le obligaría de nuevo a volver con ellos, “eso que ganas no es nada comparado a lo que te pertenecerá cuando heredes mi fortuna” solía decirle su padre.

 

¿Qué diría ahora cuando supiera la millonada que iba a ganar con aquel proyecto?

 

—Seguramente diría que eso es una gota en su océano de riqueza. — se refutó a si mismo, con una irónica sonrisa.

 

A quien si llamó esa tarde fue a sus hermanos. Misaki como siempre se mostró feliz, pidió regalos diversos y lo hizo reír con su alboroto dulce e infantil por su próximo matrimonio. Cuando colgó estaba sonriendo complacido. Misaki siempre tenía ese efecto en él, su pequeño hermanito era feliz, porque todos ellos se habían comprometido a alejarlo de todo lo que pudiera causarle dolor. Nowaki, Ryu y él, lo sobreprotegían y ahora que iba a casarse con el hombre que todos sabían amaba con locura, se sentían complacidos y felices.

 

Hablar con Ryu fue igual de gratificante, pero menos feliz que con Misaki. Su hermano era como su madre, educado, dulce, discreto y comedido, hermoso en todo el sentido de la palabra, tanto por fuera como por dentro, pues era una persona muy especial. Pero siempre estaba triste, ni a él que había sido siempre su confidente le había querido contar lo que pasó en aquellos meses en los que desapareció. Para todos fue una sorpresa cuando regresó embarazado y más aún cuando a los pocos días se celebró su  discreto matrimonio con Asahina. Aunque Kaoru era su amigo, este tampoco rebelaría jamás lo que lo llevó a casarse con Ryu y nadie sabía si el hijo que esperaba su hermano era en realidad de Kaoru.

 

Cuando colgó con Ryu, intentó llamar a Nowaki, pero su hermano estaba siempre de aquí para allá en el hospital donde trabajaba, así que no pudieron hablar. Se dedicó a leer un rato y luego repasó sus ideas para el proyecto. Su nuevo cliente lo había invitado a una cena en su casa esa noche así que decidió pasar el rato hasta que callera la noche.

 

La impresionante mansión donde residía su cliente, era enorme y estaba en una zona muy lujosa de la ciudad, el taxi lo dejó en la entrada y cuando iba a tocar, alguien le dijo desde la acera semi iluminada.

 

—Ese no es el timbre.

 

Miyagi volteó su mirada y pudo distinguir a un jovencito que vestía de negro, el cabello alborotado apenas  dejaba ver su rostro. En sus labios regordetes y rosados bailaba un cigarrillo que en seguida tomó entre sus gráciles dedos. Uno de esos dedos señaló una botonera, más abajo de la que él iba a tocar.

 

—Es esa, toca el número uno, vendrá Pier de inmediato a abrirte.

 

—Gracias. — murmuró Miyagi, tocando donde el chico le señaló. — ¿Vives aquí?

 

El humo se escapó de los labios del chico y este lo miró con una expresión que Miyagi no pudo descifrar, porque entre la semioscuridad no podía distinguir bien su rostro.

 

— ¿Vienes al circo, perdón, a la cena de esta noche?

 

Miyagi sonrió ante la desfachatez encantadora de su enigmático amigo.

 

—Sí, soy uno de los payasos, perdón, invitados…

 

El chico sonrió, mostrando una encantadora expresión, que por un momento le hizo a Miyagi recordar algo.

 

—Eres el arquitecto. — murmuró saliendo un poco más a la luz.

 

Miyagi, a pesar de la negra vestimenta, el despeinado cabello y la escasa luz, pudo reconocer el rostro que lo había cautivado esa mañana.

 

—Cuidado con las fieras, en este circo se comen a la gente. — le dijo el chico y de pronto la puerta se abrió, trayendo consigo a un circunspecto hombre, que no dejó que Miyagi pudiera decir o hacer nada.

 

—Amo Shinobu, su padre lo ha estado buscando.

 

Shinobu desestimó el regaño del hombre, con un displicente gesto de su mano.

 

—Sí, sí, ya me voy a cambiar para el show.

 

Pier miró entonces al hombre en la puerta.

 

—Lo siento mucho señor, sea bienvenido.

 

Miyagi asintió y entró. El chico se giró antes de perderse por un iluminado jardín.

 

—Lo veré más tarde señor payaso, quiero ver si me hará reír.

 

Miyagi sonrió y Pier le señaló un pasillo empedrado que llevaba a la entrada de la mansión.

 

Había muchas personas, parecía más bien una fiesta que una cena. Miyagi coincidió con varios de sus anteriores clientes y disfrutó de las charlas, hasta que un pequeño alboroto llamó su atención.

 

—Ese es el ángel. — le informó la esposa de uno de sus clientes, que lo acompañaba en ese momento. — Es el primogénito de la familia, aunque muchos aseguran que no es hijo de  Edmond. Cuando el volvió de un viaje que hizo a Japón, lo hizo casado con Kumiko, la madre del chico y ella ya estaba embarazada.

 

Shinobu descendía las escaleras, haciendo honor a su apodo. Causando que todos lo miraran con admiración. Parecía un ángel, vestía completamente de blanco y su rubio cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, dejando al descubierto su perfecto rostro.

 

Un hombre lo recibió al final de las escaleras, se veía exultante cuando Shinobu, con una estudiada sonrisa le tendió su fina mano.

 

—Y ese es su prometido, Fernand  Thepaut-Calvez, o bueno, lo será pronto, todo parece indicar que anunciarán pronto su boda.

 

Miyagi estudió los gestos de Shinobu, todo en el parecía natural, su sonrisa, sus ademanes, la coqueta mirada que le dirigía a su acompañante, pero le parecía que le chico que había visto en la entrada era el real, era quien en verdad ocupaba aquel hermoso cuerpo.

 

De pronto vio a su cliente acercarse, en compañía del hermoso muchacho.

 

—Miyagi te presento a mi hijo, Shinobu Brunel.

 

Shinobu hizo una graciosa y elegante reverencia.

 

—Mucho gusto señor Kusama, es un placer tenerlo en nuestro hogar.

 

Miyagi sonrió, casi podía escuchar la palabra “circo” en su mente, pues era así como Shinobu se había referido a aquella cena.

 

—Gracias, para mí también es un placer que su padre me haya invitado a esta cena.

 

—Celebración. — interrumpió entonces el acompañante de Shinobu. Le tendió la mano a Miyagi, presentándose con altanería — Fernand  Thepaut-Calvez soy el novio de esta belleza.

 

Shinobu sonrió, pero Miyagi pudo notar su gesto de furia y desdén.

 

—Fer, deja de decir esas cosas por favor. — le suplicó con una aire delicado y frágil, que desarmaba a cualquiera y sonrojado hasta el cuello miró a Miyagi con delicada inocencia. —Perdónelo señor Kusama, él es un poco impulsivo.

 

Miyagi, cuando el chico se retiró del brazo de su seudo prometido, se preguntó si eran la misma persona, el chico que había conocido en la entrada a este que era toda pureza e ingenuidad.

 

— ¿No tiene más hijos señor Brunel?— preguntó a su cliente, pensando que tal vez aquel chico era el gemelo del otro.

 

—No Kusama, Shinobu es mi único hijo, ahora si me disculpa debo atender a los otros invitados, queda usted en su casa.

 

Miyagi lo observó toda la noche. Shinobu apenas levantaba la mirada de su copa, había escuchado recortes de conversaciones y miraba con disgusto como Fernand llevaba la voz cantante en casi todo. Cuando Shinobu había querido tomar una copa de champan, este se la había quitado de las manos, dándole una con una bebida que Miyagi intuyó era jugo.

 

Al cabo de una hora, estaba fastidiado de ver como el hombre invadía el espacio de Shinobu. Salió a una de las enormes terrazas y encendió un cigarrillo, mirando la imponencia de las estrellas en aquel despejado cielo. Escuchó de pronto una discusión que provenía de una de las habitaciones cuyas puertas daban a la misma terraza.

 

—No puedes anunciar ese compromiso.

 

Decía una mujer con la voz llorosa.

 

— Shinobu pronto tendrá dieciocho años, es hora de que tome su lugar en la sociedad y Fernand es un excelente candidato.

 

Miyagi reconoció en la voz al padre de Shinobu.

 

— Es un niño todavía Edmond y siempre ha hecho lo que le pides,  déjalo por una vez tomar su propia decisión. No puedes obligarlo a casarse con un hombre al que apenas conoce.

 

Miyagi se dio la vuelta para marcharse, ya había oído suficiente y le daba vergüenza haber escuchado la conversación. Pero no pudo ir muy lejos, toda vez que frente a él, estaba el objeto de sus especulaciones.

 

—Es triste que hablen de ti como sino tuvieras voz propia ¿verdad? — Shinobu extendió su blanca, fina y hermosa mano y señaló el cigarro a medio fumar de Miyagi. — ¿Me dejas terminarlo?

 

Miyagi se lo tendió sin chistar, ganándose una sonrisa agradecida de Shinobu, que le dio  una larga calada, exhalando el humo lentamente, en un gesto que a Miyagi le pareció muy sensual.

 

— ¿Quién eres de verdad?

 

Shinobu se dio la vuelta para mirar el vasto jardín de su mansión y le dio otra calada al cigarrillo, para exhalar el humo hacia el cielo estrellado.

 

— Aquí dentro, soy uno de los integrantes de este circo lleno de máscaras. — le dijo mirándolo con sorna luego de unos largos segundos de silencio. Luego, levantó su mano y señaló la cuidad, que iluminada se arrodillaba ante la colina donde estaba su mansión — allá afuera, soy yo, soy libre, soy real.

 

Miyagi se quitó la chaqueta, cuando lo vio estremecerse por una ráfaga de aire frio que se paseó por la terraza. Puso la chaqueta sobre sus hombros y este lo miró con una coqueta y agradecida sonrisa.

 

— ¿Que sabe un muchachito como tú de la realidad, de la libertad?

 

Shinobu sonrió, no le extrañaba que Miyagi también lo juzgara, todos lo hacían, pues ¿qué podía faltarle al pobre niño rico?

 

—Lo mismo que tú, cuando decidiste irte de tu casa, huyendo de las imposiciones de tu padre.

 

La serena seriedad con la que lo miró tras aquellas palabras, no dejó a Miyagi sorprendido o extrañado de que este lo hubiese investigado, pues su vida, como la de todos los hijos de familias ricas, era un libro abierto para la prensa y las noticias de su rebeldía y de su negativa a heredar los negocios de su familia, había sido muy documentada en la prensa. Solo hasta que se había hecho un nombre en el mundo de los negocios dejaron de hablar de él como el rebelde y lo empezaron a notar como el renombrado arquitecto, que hacia lujosos y hermosos edificios y ganaba montañas de dinero con su trabajo.

 

—Yo tenía veinticuatro años y una profesión cuando me fui de casa.

 

Shinobu le dio una última calada al cigarrillo y volvió su mirada al cielo estrellado. Encogiéndose de hombros tiró el cigarro al suelo, apagándolo con el pie.

 

—Yo voy a cumplir dieciocho, acabo de terminar la secundaria. No se me va a permitir tener una carrera porque los esposos de los hombres ricos no trabajan, y me van a casar con el más pesado idiota de toda la sociedad parisiense, porque el imbécil me quiere convertir en otro de los trofeos que exhibe en su horrendo catillo en la Riviera.

 

Miyagi sabía lo que se sentía, él y sus hermanos habían pasado o pasarían en algún momento  por lo mismo, porque Misaki tal vez estaba enamorado de Akihiko, pero y ¿este de él? Sabía que Ryu no amaba a Kaoru y aún estaba por decidirse el destino de Nowaki.

 

En un impulso se le ocurrió una idea.

 

—Escápate, tienes dinero, toma un poco y vete.

 

Shinobu le sonrió con tristeza ¿cuántas veces lo había pensado?

 

—No puedo hacerle eso a mi madre, ella…ya ha sufrido mucho por mi causa. Sueña con verme casado… por amor, teniendo muchos niños y siendo feliz.

 

Miyagi frunció el ceño.

 

— ¿Tu puedes?

 

—Sí, y es una de la razones por las que mi padre quiere casarme de inmediato, no quiere que me enamore de cualquier imbécil y le traiga un nieto bastardo, así como casi lo fui yo.

 

Si, la situación era muy parecida a la sufrida por su hermano Ryu, pero Kaoru no era un imbécil como Fernand, él sabía que su amigo era una buena persona y confiaba en que en algún momento tanto el cómo su hermano, encontrarían la forma de hacer funcionar su relación.

 

— Gracias por escucharme Miyagi, pero la mía es una situación sin salida. Pocos tenemos la suerte que tuviste tú, que lograste escapar de tu jaula de oro. Mi compromiso tal vez no se anuncie hoy, pero mi padre muy pronto se saldrá con la suya. Tal vez no con Fernand, pero ya encontrará algún otro imbécil adinerado, con quien casar al inútil de su hijo.

 

 

 

Miyagi lo vio perderse por las acristaladas puertas y mezclarse entre la gente, sintiendo un peso en su corazón. No pudo quitárselo de la mente en toda la noche y la mañana la paso dibujando bocetos que no lograba terminar, por pensar en el adorable jovencito. Hastiado de sus pensamientos agobiantes, se decidió por un paseo, pero en las atestadas calles de parís no encontró consuelo, pues en cada rostro lo veía, con su tímida sonrisa y sus ojos picaros.

 

En una de aquellas calles lo vio,  cuando ya caía la noche. Al principio pensó que alucinaba, pero era él y caminaba con un grupo de jovencitos con los que su perdió por una callejuela. Caminó tan rápido como pudo y los alcanzó cuando entraban a un antro, donde una música estridente se escapaba cada vez que abrían la puerta.

 

Tuvo que pagar al guardia para que lo dejara entrar y adentro se arrepintió. Aquello era una algarabía de música y gritos. Había gente en todos lados y se movían como si fueran una extensa marea, apenas se diferenciaban los cuerpos, en todos lados estaban tocándose, besándose, bailando como si fueran a fundirse o a tener sexo, lo cual de alguna forma molestó a Miyagi.

 

Lo buscó frenético por todas partes, hasta que lo encontró en un rincón oscuro. Uno de aquellos que lo acompañaba, lo estaba manoseando con descaro por  dentro de la ligera ropa que vestía. Shinobu se fumaba un cigarrillo, mirando todo pero sin verlo en realidad. Era la misma expresión que tenía la primera vez que lo vio, como si estuviera mirando dentro de sí.

 

El chico levantó su camisa y besó los pezones erectos y rosados. Shinobu soltó un suspiro y cerró los ojos. Miyagi se sintió un intruso y ya había decidido marcharse, cuando vio que el chico aprovechó el momento para meter una pastilla entre los labios de Shinobu.

 

Miyagi, en dos zancadas, los alcanzó, empujó al chico con violencia tirándolo al suelo y agarró a Shinobu del brazo para sacarlo decididamente de aquel lugar.

 

Las protestas de Shinobu no se escucharon sino hasta que estuvieron fuera del local.

 

— ¿Eres un maldito loco? — le grito cuando ya estuvieron fuera, en medio de la oscura callejuela — ¿Por qué me sacaste así? y ¿qué demonios haces aquí? ¿Me estas siguiendo acaso?

 

Miyagi le tomó el rostro con fiereza y lo miró duramente.

 

—Ese tipo iba a drogarte ¿eso es lo que quieres? ¿Esta es la libertad que tanto deseas, drogarte y revolcarte con el primer imbécil? Eso no es libertad, es estupidez.

 

Shinobu se soltó del fuerte agarre y lo abofeteó con fuerza, abrió su mano y sacó la pastilla que había escupido, tirándosela a Miyagi con los ojos llenos de lágrimas.

 

—No soy un idiota. — le dijo sollozando. Lleno de rabia y de dolor le gritó todo lo que sentía. —Con quien me revuelque no es problema tuyo, prefiero revolcarme con cualquiera que yo escoja, que acostarme con el imbécil que mi padre escogió para mí, es mi elección, mía ¿me escuchaste? Deja de meterte en lo que no te importa. Nadie te nombró mi salvador, nadie puede salvarme.

 

Miyagi sintió su corazón doler, con la tristeza en aquella voz, la impotencia, el miedo y la fragilidad en aquel jovencito tan hermoso y tan joven, tan increíblemente  joven e inexperto.

 

Lo atrajo hacia él y lo encerró en un abrazo suave, buscó los labios húmedos y salados por las lágrimas y los besó con una inusitada ternura.

 

Shinobu se dejó llevar por la deliciosa sensación y devolvió el beso con avidez y desesperación.

 

—Elígeme a mí. — le dijo Miyagi entre besos.

 

Shinobu lo miró con preocupación.

 

—No sabes quién soy, Miyagi, a veces ni yo mismo lo sé. Esta no es mi primera vez, no soy ese muchachito tímido y casto que todos creen.

 

Claro que no lo era y Miyagi lo sabía, en las venas de aquel cuerpo ardía una sangre fuerte y devastadora como la lava de un volcán, pero en es momento se creyó capaz de controlar a aquella criatura ávida de experiencias, de vida, de libertad y asumió el reto con los ojos cerrados.

 

—Nunca llegamos a  saber en realidad quienes somos, Shinobu y tú tienes mucho tiempo para aprender, yo solo seré el que te allane el camino.

 

Shinobu le sonrió y le ofreció sus labios en un principio, porque su cuerpo se lo dio toda esa noche, donde desnudó más que su piel. En aquellas cálidas horas también desnudó su alma y Miyagi le hizo el amor hasta hacerlo desmayarse de cansancio, como el amante experto que era.

 

Se casaron unos días después, en una ceremonia íntima y rápida. Edmond Brunel se sorprendió al principio, pero todo el mundo estaba convencido que había sido amor a primera vista, nadie sabía las razones que habían llevado a aquellos dos seres tan diferentes a casarse. Solo ellos lo sabían, el pacto que habían hecho, la libertad soñada de Shinobu estaba pronta a ser realidad.

 

Y ese día regresaban a Japón después de una corta luna de miel.

 

Miyagi a veces se preguntaba si había hecho lo correcto.

 

—Suenas como un esposo celoso. —Le dijo con cautela pues nunca habían tocado temas como la fidelidad o el pasado de cada uno.

 

—Y no voy a estar el suficiente tiempo casado contigo para que me seas infiel ¿no?

 

No hablaban de eso, no habían señalado un tiempo para que su pacto terminara, pero ya que Shinobu lo había traído a colación, era bueno dejar las cosas claras. Después de todo la de ellos no era una unión por amor, sexo si, había mucho sexo, pero porque ambos lo habían acordado así y vaya que lo disfrutaban.

 

—Yo no dije eso, pero ya que lo mencionas, deberíamos acordar el tiempo que vamos a durar casados.

 

Shinobu miró de nueva hacia la ventanilla y tomó aire, tenía un poco de miedo de lo incierta que ahora parecía su vida, pero también estaba entusiasmado y esa sensación era mayor y más poderosa que su molesto temor.

 

—Yo creo que un año estará bien, mi padre dejará de molestar, ya tendré la mayoría de edad y no podrá decir nada. Nuestro divorcio será pacífico y como seguiremos siendo amigos, no habrá ningún escándalo.

 

Miyagi levantó la ceja y lo miró un poco intrigado.

 

—Lo tienes todo planificado.

 

— ¿Acaso tu no?

 

Miyagi asintió sin pensarlo. Aunque no había llegado a planear nada de aquello.

 

Shinobu sonrió y se acurrucó más entre las suaves mantas.

 

—Bien, ya que dejamos ese punto aclarado, puedes seguir mirando a la coqueta azafata, mientras yo duermo un rato. Despiértame cuando lleguemos a Japón.

 

Miyagi lo miró dormir por un largo rato, pensando, ahora seriamente, en las implicaciones de haberse casado de aquella forma con Shinobu. Ese día regresaba a su país, donde le presentaría a su familia, pues tenía que estar allí para la fiesta de compromiso de su hermano, no podía faltar.

 

Se recostó del asiento y se dispuso a leer para distraer la mente, del lio que el mismo había causado.

 

Lleno de líos estaba un chico aquel día, pero sus problemas eran de índole romántico y causaban en él, sensaciones más dulces que la miel.

 

—El traje para la fiesta de compromiso no puede ser blanco, Shinosuke kun, por eso lo elegí azul… Ay cielos no entiendes nada, eres un pesado…Si, si, deja los celos, de seguro tu también encontraras un hombre tan maravilloso como Akihiko.

 

Misaki reía emocionado, mientras conversaba con su amigo de la infancia, el que muy pronto seria su padrino de bodas.

 

—Mi mamá programó todo tipo de actividades para todo el mes, creo que no tengo un solo día libre hasta la boda.

 

A pesar de que se quejaba, por dentro estaba reluctante de felicidad. Después de todo, no todos los días te casabas con el hombre que amabas.

 

De pronto su celular le anunció otra llamada, cuando vio el nombre de quien llamaba, su sonrisa no pudo ser más grande.

 

—Tengo que colgar, hablamos en la noche.

 

No dejó ni siquiera que su amigo se despidiera, pues tenía una prioridad más grande.

 

—Akihiko san ¿cómo estás?

 

El que llamaba sonrió, aquella voz dulce y enamorada no se podía oír mas emocionada y le gustaba esa inocente emoción.

 

—Ocupado y con poco tiempo. — contestó sonriendo, pues imaginaba el puchero de indignación pintándose en el adorable rostro de su prometido.

 

— ¿Entonces para que me llamas? — preguntó Misaki con una encantadora molestia.

 

Akihiko rio encantado y su asistente entró para avisarle que ya le esperaban en la sala de juntas. Él le hizo una seña y le habló con suavidad a su pequeño prometido.

 

—Te llamé porque quiero recordarte que hoy es la cena en casa de los Honomaru y pasaré por ti a las siete en punto.

 

Misaki rio encantado, aquella seria su primera cena formal como pareja, antes del anuncio de su compromiso, que se haría en una semana. Esa era su primera noche para brillar.

 

—Como si pudiese haberlo olvidado. — murmuró sonrojado.

 

Akihiko sonrió y se despidió con suavidad.

 

—Nos vemos esta noche entonces. Ponte hermoso.

 

Misaki escuchó el chasquido que le indicó que Akihiko había colgado. Suspiró y colocó el celular sobre la cama.

 

—Te amo. — murmuró nostálgico, mientras miraba el techo pensativo.

 

Todo aquello parecía un sueño, había pasado tan rápido que apenas podía creer que estaba ocurriendo. Conocía a Akihiko desde que era un niño, lo había visto en las innumerables reuniones que hacia su familia, tanto Miyagi con Ryu y Nowaki formaban parte de su círculo de amigos y era frecuente encontrarlo en algún partido de tenis o algún evento social, de los miles que frecuentaban.

 

Pero Akihiko siempre lo había mirado como un niño y ni siquiera cuando cumplió dieciocho años y comenzó su debut en la sociedad, fue tomado en cuenta por el deslumbrante hombre en el que se había convertido Akihiko Usami. Desde jovencito se había previsto su futuro. Ahora era la cabeza de sus empresas familiares. Brillante, astuto, despiadado en los negocios, apuesto y encantador, ese era Akihiko, ya había perdido la cuenta de cuantas veces había llorado sobre las revistas rosas que reseñaban sus múltiples aventuras.

 

Perdió la esperanza de que algún día lo mirara cuando cumplió veinte años.  Akihiko acudió a  la fastuosa fiesta que le hicieron por su cumpleaños, con su prometido y anunció ante todos sus amigos  su  próxima boda. Misaki lloró por días, sus hermanos no sabían cómo consolarlo y le habían regalado muy a pesar de sus padres, un viaje a Estados Unidos, para poner kilómetros de distancia entre él y el dolor que lo embargaba.

 

Misaki abordó el avión en compañía de su mejor amigo y una tanda de guardaespaldas, dos días antes de que la boda de Akihiko Usami y Sumi Keiichi se hiciera realidad. La noticia era un revuelo en todos lados y las fotos de la joven pareja estaban por doquier. Sumi Keiichi era un joven apuesto y de buena posición social, aquella era una unión perfecta que nunca llegó a realizarse.

 

La mañana que Misaki pisó el aeropuerto en la ciudad de Nueva York, se enteró de la triste noticia. Sumi Keiichi había muerto en un terrible accidente de tránsito. La boda del año quedó sumergida en el oscuro espesor de una tragedia.

 

Misaki regresó a tiempo a Japón para asistir al funeral, lloró sinceras lágrimas de dolor por la muerte de un joven hermoso y por la congoja que podía ver en el rostro del hombre que amaba y que siempre amaría.

 

El viaje a Nueva York finalmente se hizo realidad un mes después. Misaki nunca pudo acercarse a Akihiko, solo pudo darle unas palabras de condolencia el día del funeral y luego fue imposible volverlo a ver. Akihiko se había sumergido en una rutina frenética de trabajo y viajes que lo hacían permanecer pocos días en la ciudad. Misaki desistió de buscarlo para hablar con él y finalmente se marchó.

 

El viaje que debió durar solo un mes se alargó por casi un año. Misaki y Shinosuke se quedaron en la cosmopolita ciudad, estudiando decoración de interiores, el cual era un hobby que los apasionaba a ambos. Misaki tenía mucha facilidad para la decoración y ya tenía muchas propuestas para trabajar, cuando tuvo que regresar de improviso a su hogar.

 

¿La razón? El intempestivo matrimonio de su hermano y su más desconcertante embarazo. No había hablado mucho con Ryu aquellos meses, mantenía más contacto con Nowaki y este estaba tan sumergido en su carrera de medicina, que apenas pasaba tiempo en la casa. Se sintió mal por no haber estado pendiente de los problemas de su hermano, toda vez que se enteró por Nowaki, que este había estado desaparecido por meses y había vuelto embarazado, sin querer decir nada al respecto.

 

Sus hermanos lo habían mimado mucho y en cierta forma pensaba que por esa razón había sido tan egoísta como para desconectarse de su familia a tal punto. Que su corazón estuviera roto no era razón para abandonar a aquellos que lo amaban.

 

El matrimonio de su hermano se llevó a cabo unos días antes de su cumpleaños veintiuno. Aunque la boda fue discreta y no hubo celebración alguna. Para su regreso y cumpleaños, si se hizo una gran fiesta.

 

Fue allí que lo volvió a ver, su estadía en Estados Unidos lo había hecho madurar un poco y el amor guardado por siempre en su corazón parecía más sosegado, pero no se esperaba la especial atención que le brindó Akihiko aquella noche y tampoco esperó que la atención se extendiera a los días siguientes, tanto, que parecían inseparables.

 

Iban al teatro, al cine, a conciertos y exposiciones. Era común verlos en fiestas y cenas. Cuando Akihiko le dijo su intención de hacerlo su novio, Misaki ni siquiera lo pensó, porque todo aquello parecía un sueño. Su sueño hecho realidad.

 

Ahora estaba allí, a pocos días de ser oficialmente su prometido y a escasamente un mes de hacer su mayor ilusión realidad, ser el señor De Usami.

 

Misaki se puso de pie y caminó hacia su enorme vestier, necesitaba verse regio esa noche, porque aunque no podía creerlo, aunque aún pensara que estaba viviendo un sueño, era realidad y esa noche quería deslumbrar más aun, al hombre con el que se casaría muy pronto.

 

—No has probado ni un poco de tu almuerzo.

 

Akihiko, que estaba distraído mirando por la ventana del lujoso restaurant donde había ido a almorzar, miró a su hermano con un dejo de confusión.

 

Haruhiko, señaló el plato lleno y sonrió.

 

—Tu comida, está intacta. —le dio un sorbo a su copa de vino y sonrió ante el gesto contrariado de su hermano. — ¿Estás pensando en tu adorable prometido?

 

Akihiko endureció el gesto, lo que causó una sonrisa irónica en la cara de su hermano.

 

—No me mires así, no me interesa conquistar lo que ya tú has conseguido.

 

Akihiko suspiró contrariado y bebió de un solo trago el contenido de su copa.

 

—Yo lo hice una vez.

 

Haruhiko miró pensativo las gotas de lluvia que corrían por el enorme cristal del ventanal, que les mostraba la imponente ciudad de Tokio, bañada por la ligera llovizna.

 

—Esa fue una decisión de él…Ambos lo amábamos, pero él te eligió a ti. —Haruhiko miró a su hermano con tristeza, sabía que Akihiko no dejaba de culparse y mucho más, tras la muerte inesperada de Keiichi. — Nunca hubo una competencia Akihiko, él te amaba, yo siempre fui, solo su amigo.

 

Akihiko cerró los ojos con frustración.

 

—Si él hubiera estado contigo, sino hubiésemos peleado esa noche.

 

—No digas tonterías Akihiko, lo que pasó no fue tu culpa.

 

Haruhiko llamó al mesero y pidió otra botella de vino. Cuando el hombre se marchó, le habló a su hermano con desaprobación.

 

— ¿Es eso lo que no te deja disfrutar de tu compromiso? Misaki es un jovencito encantador y te adora, no es justo que te metas en todo este compromiso sin ofrecerle lo que desea.

 

—Tú sabes que no puedo darle lo que desea, Haruhiko.

 

— ¿Entonces porque te casas con él?

 

Akihiko lo miró sorprendido y molesto.

 

—Tu sabes porque.

 

Haruhiko suspiró y esperó que el mesero, que llegaba en ese momento, llenara su copa de vino.

 

—Que yo sea el bastardo de los Usami, no me deja ciego ante la situación de la familia, pero deja que sea Fuyuhiko el que arregle el desastre que hizo, Tú has sido brillante con todo lo que has hecho, casi has logrado sacar las empresas a flote. Ya has hecho suficiente Akihiko, no tienes que sacrificarte y mucho menos tienes que sacrificar la felicidad de Misaki.

 

Akihiko negó con la cabeza, frenéticamente.

 

—No será un sacrificio Haruhiko, lo haré feliz, le sonreiré y lo mirare como si lo amara de verdad, le haré el amor, le haré los hijos que desea. Él nunca sabrá que todo eso es un teatro, yo jamás haré que Misaki Kusama derrame una lágrima.

 

Haruhiko no estaba nada convencido.

 

—Tarde o temprano las cosas se saben, la verdad no tarda en salir a la luz.

 

—Esta vez no, Haruhiko, lo haré todo tan bien, que parecerá una verdad. Misaki será feliz, las empresas Usami se salvaran con la fusión con los Kusama y yo lograré todo lo que me propuse. No será un sacrificio para mí tampoco, Misaki es hermoso, dulce, será un placer tenerlo en mi cama cada noche, después de todo, el amor no hace falta. Yo ya amé una vez y no quiero volverlo a hacer.

 

Su hermano no quedó muy convencido con aquella elocuente defensa. Esa noche, Akihiko fue a recoger a su prometido y lo vio descender por las escaleras con un hermoso kimono rojo, así pensó que aquel matrimonio de conveniencia era la mejor decisión que había tomado.

 

—Te ves  impactante. — le dijo a su novio con admiración.

 

Misaki sonrió tímidamente, sonrojado por el piropo de Akihiko.

 

Llegaron a la cena y Misaki casi corrió a saludar a su hermano, que ya se encontraba en el lugar.

 

Misaki lo abrazó con fervor, cuidando de  no apretar mucho la redonda barriguita de Ryu. Su hermano se veía hermoso, aunque como siempre vestía ropas oscuras y su mirada tenía ese dejo de tristeza que no lo abandonaba. En comparación con él, que vestía aquel llamativo kimono y lucia su exuberante felicidad, parecía más bien una sombra.

 

—Estás deslumbrante. —Le dijo Ryu, con una dulce sonrisa.

 

Misaki sonrió feliz.

 

—Tú también te ves muy bien, el embarazo te ha sentado de maravilla.

 

— ¿Verdad que si? Su piel se ve muy tersa y parece brillar. — Dijo de pronto una voz tras Ryu. —Solo falta que deje de vestir esos oscuros colores y volverá a ser el de antes.

 

Ryu se tensó ante el comentario de Kaoru y sintió deseos de salir corriendo, cuando este posó su posesiva mano sobre su cadera.

 

—Asahina san ¿cómo está?

 

—No tan radiante y feliz como tú, Misaki kun.

 

Misaki rio y sintió con emoción, como su novio lo rodeaba con su brazo y saludaba a los presentes.

 

—Kaoru, Ryu, es un gusto verlos.

 

Después de los saludos, los hermanos conversaron de los detalles de la próxima fiesta de compromiso, mientras los cuñados hablaban de negocios. Luego de un rato, anunciaron que la cena estaría próxima a servirse y fue cuando una pareja muy esperada hizo su aparición. Ni Misaki ni Ryu, sabían que Miyagi estaba invitado a aquel evento, ni siquiera sabían que estaba en la ciudad,  pero allí estaba y sostenido de su brazo, estaba un espectacular rubio, que aquella noche brillaba más que cualquiera de los presentes en el lugar.

 

Miyagi se acercó a sus hermanos sonriendo, el primero en reaccionar fue Misaki, que se lanzó a sus brazos con un infantil alborozo.

 

—Hermano malvado ¿porque no me dijiste que vendrías? ¿Tú no estabas en París?

 

Miyagi lo abrazó cariñosamente y le sonrió a Ryu, al cual, cuando Misaki lo soltó, también abrazó con cuidado.

 

— ¿Cuándo regresaste? — preguntó Ryu, cuando este lo envolvió entre sus brazos.

 

—Esta tarde.

 

— ¿Papá lo sabe?

 

Miyagi negó con la cabeza y dirigió su mirada a sus cuñados.

 

—Akihiko, Kaoru, me alegra verlos.

 

Los hombres lo saludaron y de inmediato, Miyagi tomó la mano de Shinobu, poniéndole delante de él.

 

—Quiero presentarles a mi esposo, Shinobu Brunel, ahora Shinobu de Kusama.

 

Ryu dio un paso atrás, mirando al joven con impresión. Kaoru lo sostuvo por la cintura y miró a Miyagi consternado. Misaki estaba entre la alegría y el espanto y Akihiko pensó que aquella situación era un giro interesante de los acontecimientos, que lo ponía a él, más cerca de alcanzar lo que deseaba conseguir.

 

— ¿Has hablado con Nowaki?—preguntó Ryu casi sin aliento.

 

Miyagi había pensado mucho en su hermano aquellos días, con su matrimonio lo dejaba a él en una posición muy vulnerable y lo menos que quería era lastimarlo, ya encontrarían una situación para ayudarlo.

 

—No he logrado localizarlo.

 

—Miyagi pero…

 

—Lo se Ryu, créeme que lo he pensado y buscaré la manera de ayudarle.

 

—Este no es el lugar ni el momento para hablar de eso. — Intervino entonces Kaoru, que sintió el cuerpo de Ryu temblar ligeramente. — Misaki, acompaña a Ryu al tocador, para que se refresque.

 

Misaki obedeció de inmediato y se llevó a un pálido Ryu al tocador.

 

Shinobu miraba a su esposo, sin entender el porqué de la preocupación, que de pronto todos denotaban en sus rostros.

 

—Ve con ellos querido, así los conoces un poco, mientras yo hablo con mis cuñados.

 

Shinobu asintió y siguió a los otros a los que aun podía ver a lo lejos.

 

—Tu padre no va a aceptar esto. — dijo un muy serio Kaoru. —Y Nowaki va a ser quien pague las consecuencias ¿no pensaste en eso?

 

No había pensado ciertamente en todo lo que su matrimonio acarrearía y unos días después de aquella cena, la casa Kusama estaba revolucionada. Nowaki era el único heredo viable que quedaba y ya sus padre estaban planificando una provechosa unión comercial, con alguno de sus asociados.

 

Lo que no sabían, era que el joven se había casado la mañana siguiente a la que sus padres creyeron haber decidido su destino, en una sencilla ceremonia sin más votos que los de cumplir los compromisos que ambos habían aceptado, para llevar a cabo aquel intempestivo matrimonio.

 

Hiroki, ahora lucía una hermosa alianza y se dirigía a pasar la prueba más difícil de todas, la de presentarse en la casa Kusama como el esposo de Nowaki y así derribar todos los planes que sus padres habían tramado para él.

 

Los problemas, solo acababan de empezar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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