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Soldadito de plomo por HizakiDoujinshi

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Notas del fanfic:

Este one-shot participa en el "Torneo de las tres shipps" del grupo Shhh...SasaNaru NaruSasu

 

#TeamSN

 

Es mi primer fanfic SasuNaru, es muy crusi y tiernito jeje ojalá le den una oportunidad.

Soldadito de plomo

 

Era el cumpleaños número seis del príncipe de la casa. Apenas había salido el sol, el pequeño Kato había corrido hacia  la alcoba de sus padres con la energía a punto de estallar, se lanzó en la cama sintiéndose un proyectil  y gritó dispuesto a despertar con un susto a sus progenitores.

-¡Es mi cumpleaños!

Kakashi despertó sobresaltado sintiendo que el aire le faltaba; su hijo había caído justo sobre su estómago y junto con el grito de susto que pegó el peli plata, el niño soltó uno que cortó de golpe su alegría convirtiéndola en lágrimas. Iruka despertó al escuchar el llanto de su príncipe.

-Mi niño, no llores, papi está aquí- abrazó al menor que sollozaba y miró a su esposo con ojos asesinos; ¿cómo se atrevía el desalmado a espantar a su tesoro el día de su cumpleaños?

-Soy yo el que casi muere de un infarto- replicó Kakashi con un puchero. Iruka ignoró el comentario.

-Hey, no llores mi amor, si lloras no tendrás energías para abrir tus regalos.

Como si hubiera recitado algún hechizo, el niño dejó de sollozar y se limpió las lágrimas con las mangas de su piyama.

-Quiero ver mis regalos papi- hipó el niño.

-Quiero un pulmón nuevo- se quejó en respuesta Kakashi. Iruka le dio un codazo para que se comportara como el padre y no como un bebé llorón. –Bien, bien, veamos qué tenemos por aquí- sacó de debajo de la cama una caja envuelta burdamente con papel periódico.

Iruka casi deja de respirar al ver aquel desastre de obsequio. ¡Un mes!, ¡un maldito mes le había dado a su irresponsable marido para encontrar un regalo adecuado y envolverlo cuidadosamente para el gran día! y salía con eso… más le valía a Kakashi que fuera un buen regalo.

Kato se abalanzó sobre la caja que sostenía su padre sin importarle en lo más mínimo la envoltura, la cual fue a parar al suelo inmediatamente. Sin embargo, los ánimos del pequeño se esfumaron al ver el contenido.

-¿Qué es esto?- preguntó el niño extrañado. Iruka notó que su hijo intentaba dibujar una sonrisa para disimular su decepción, estaba más que claro que Kakashi había cometido un grave error con el obsequio, ¿es que no había leído la nota en la que especificaba que su hijo deseaba un Nintendo Switch?

-Eso, mi querido padawan, son veinte años de diversión y sabiduría- respondió Kakashi orgulloso de su obsequio. Iruka estaba por sufrir un tic nervioso.

-Ya en serio papa, ¿qué son estos? –Kato había abierto la caja sacando uno a uno los veinticinco soldados metálicos, con la pintura desgastada y uno que otro rasguño por el uso. –Ni siquiera se ven nuevos- dijo inocentemente el niño ya que nunca en su vida había visto nada igual. Se veía triste y con los ojitos a punto de soltar lágrimas de nuevo.

Kakashi se rascó la nuca al notar la tristeza en la carita de su hijo, buscó la mirada de Iruka pidiéndole auxilio recibiendo algo de compasión por parte del doncel.

-Qué tal si bajamos a desayunar mmm… ¿waffles con helado?

El niño saltó de gusto olvidándose de los pobres soldaditos despintados que se encontraban regados en la cama.

-¿Y después iremos al parque de diversiones?

-A donde tú quieras mi cielo. Kakashi, ¿puedes despertar a Rin?, es hora de su leche- respondió Iruka levantándose de la cama y alzando en sus brazos a Kato para llevarlo a la cocina para preparar el desayuno dejando a Kakashi solo en la habitación preguntándose qué de malo tenían aquellos soldaditos de plomo. “Nada” se respondió el peliplata y volvió a acomodar a los gallardos juguetes de metal en la caja uno al lado del otro, pensando cómo hacerle ver a su hijo que eran el mejor regalo del mundo.

 

 

 

 

Para el medio día, el incidente con los obsequios ya había quedado en olvido. La familia Hatake-Umino pasaba un espléndido día en familia en el parque de diversiones más popular de la ciudad. Kakashi se había encargado de complacer los antojos de sus hijos y de su esposo para compensar su falta de tino y lo había hecho bastante bien, pues el niño del cumpleaños sólo podía sonreír de felicidad al estar sobre los hombros de su padre mientras hacían fila para la siguiente atracción.

Iruka por su parte, no paraba de inmortalizar cada momento en su celular, y ¿por qué no? presumir a su familia en cada red social que a la que tenía acceso. Y Kato, sin duda estaba gozando del mejor cumpleaños de su vida, hasta ahora. Rin, ella era toda sonrisas cuando no estaba dormida en los brazos de Iruka.

Fue hasta el regreso a casa que la pareja pudo hablar a solas de lo acontecido esa mañana, pues sus hijos se encontraba dormido en la parte trasera del automóvil, Kato junto a la venta y Rin en su asiento especial para bebés.

-No puedo creer que hayas olvidado comprar el regalo de Kato, Kakashi, habíamos acordado que le compraríamos el nintendo…

-En primer lugar, esposo mío- interrumpió el varón con la vista fija en el camino -sabes que estoy en contra de que juegue con esos aparatos todo el tiempo, ya tiene demasiados, en segundo lugar, no olvidé comprar el regalo, lo tenía listo desde hace días, y en tercer lugar-…- guardó silenció unos minutos mientras observaba atentamente el cruce y continuó hablando, esta vez con un tono más serio –no puedo creer que hayas olvidado que habíamos acordado hacerle ese regalo a Kato cuando cumpliera seis.

Iruka palideció al momento. Sí, la realidad cayó sobre él como un balde de agua helada, había olvidado por completo aquello y la conciencia empezaba a martillearle las sienes repitiendo que quién se había equivocado había sido él. No se atrevió a decir nada más y ninguno dijo otra palabra el resto del camino. Kakashi lucía, más que molesto, herido.

Al llegar a casa Iruka llevó a Kato a la cama y Kakashi se encargó de acostar a Rin en su cuna, tomándose su tiempo para arroparla, encender la luz de noche, el micrófono para bebés y dar cuerda a la pequeña y desgastada caja musical color azul  que descansaba en el buró. Después de eso su enojo se disipó un poco, pero no lo suficiente como para no salirse al balcón a fumar un rato, tal como hacía cuando se encontraba estresado o molesto y deseaba despejar la mente.

Cuando Iruka volvió de la habitación de Kato vio a su esposo fumando en el balcón y decidió que no se irían a la cama con aquel problema flotando entre ellos. Se acercó sigilosamente hasta él y lo abrazó por detrás hasta sentir que los músculos de su esposo se destensaban.

-Lamento lo que pasó, de verdad olvidé que esas cosas aún existían- recibió como respuesta una exhalación de humo –siento que ha pasado tanto tiempo desde que Kato y Rin llegaron que ni siquiera puedo recordar bien nuestra vida antes de ellos. Nada ha sido como lo habíamos imaginado y…sabes de lo que hablo-

Una mano acarició las suyas como calmando las palabras que se amontaban para salir.

-No tienes que decir nada, sé que quieres darles lo mejor y lo entiendo, pero tú entiende que quiero compartir lo mejor de mí con ellos, sabes que no tuve muchas cosas a su edad, pero lo que tuve es lo que me hizo ser quien soy ahora… quiero educarlos bien Iruka- el peli plata arrojó la colilla de cigarro y encaró al doncel, quien le veía con infinita ternura.

-Eres un buen padre amor- dijo tomando su rostro en sus manos antes de besar sus labios –y por eso Kato va a amar tu obsequio, y cuando Rin sea más grande, también va a adorar tus regalos.

El problema quedó zanjado y ambos fueron a dormir tranquilamente esa noche.

 

 

 

Al cabo de una semana, Kato guardaba varios de los juguetes nuevos que había recibido después de haber pasado todo el día jugando con ellos hasta el cansancio. Al terminar, notó en un rincón del armario la caja con los soldaditos viejos que la había regalado su padre, la tomó y vació el contenido en su mesita de colorear. Los alineó uno al lado del otro observándolos firmes, con su fusiles al hombro, tan elegantes como la pintura gastada de sus uniformes lo permitía. Al llegar al último se dio cuenta de que a éste le faltaba una pierna y que además era el más desgastado de todos.

Justamente, pasaba Iruka por su habitación recogiendo la ropa sucia en una cesta cuando Kato observaba con desprecio el último soldadito.

-¿Qué haces bebé?- le dijo cariñosamente Iruka a su niño al verlo sumido en el silencio. Como el menor tardaba en responder, Iruka decidió entrar a la habitación y enterarse por sí mismo, entonces su mente se llenó de nostalgia al ver a los veinticinco soldaditos Uchiha alineados juntos de nuevo. Sus pensamientos románticos cesaron de golpe al escuchar la vocecita de su hijo.

-¿Qué le pasó a este? Está muy feo y le falta una pierna.

Iruka enseguida dejó caer la cesta con la ropa y se sentó al lado de su hijo.

-No digas esas cosas tan feas de Sasuke-dijo tomando el soldadito y limpiándole un poco el polvo.

-¿Sasuke? ¿Esa cosa tiene nombre?

-Oye, no debes insultar a un soldado, menos si es un héroe de guerra.

Kato abrió la boquita sorprendido.

-¿Héroe de guerra? ¿Hizo algo muy importante? ¿Por eso está así de feo?

Se escuchó un llanto en la habitación contigua. Iruka se levantó enseguida.

-Te contaré la historia si me ayudas a cambiarle el pañal a Rin- Iruka tomó la mano del niño y Kato, a su vez, llevó en las suyas al soldadito de una pierna llamado “Sasuke”.

Una vez que Rin tuvo un pañal limpio, un biberón tibio y unos brazos acogedores para acurrucarse, Iruka se concentró en cumplir con el trato. Volvieron los tres (Rin en brazos de Iruka y Kato por su cuenta) a la habitación del niño y se tumbaron en la cama para escuchar la historia.

 

Hace mucho tiempo, un niño de cabellos plateados recibió un obsequio, el más grande de todos. Su padre había mandado a hacer para él un pequeño ejército de soldados que lo protegerían de todo cada vez que el hombre no estuviera para cuidarle. Se trataba de los mejores soldados de todo el mundo, el niño los nombró los Uchiha. Todos eran hermanos, pues habían sido fabricados del mismo contenedor de plomo. Todos lucían imponentes, fuertes y elegantes con sus pantalones azules y casacas rojas, el cinturón blanco y el fusil al hombro. Pero cuando llegó el turno de fabricar el último, el plomo se agotó y no pudieron terminarlo; aun así, con una sola pierna, el soldadito también se sostenía luciendo igual de gallardo que sus hermanos…

 

Los ojitos de niño miraron al soldadito con un nuevo sentimiento, uno que prometía volverse más positivo cada vez.

 

En la habitación del niño no había muchos juguetes así que las únicas aventuras que podía tener eran al lado de los valientes soldados Uchiha. Siempre que salía a la calle uno de ellos lo acompañaba en el bolsillo de la camisa para que pudiera proteger la zona más vulnerable de cualquier ataque sorpresa; el corazón.

Un día, le tocó el turno al soldadito de  una pierna, al que llamó Sasuke, de salir a la calle con él. Ese día el niño de cabello plateado conoció a un niño pequeño en la juguetería del pueblo, éste se encontraba jugando con una caja musical…

 

Iruka detuvo su relato para ir a su habitación y volver con la pequeña caja musical azul. Le dio cuerda y esperó a que la música comenzara a sonar para continuar con la historia.

 

La caja de música estaba adornada con una bonita figura de porcelana de un doncelito bailarín con ojos azules y  cabello dorado, que giraba al compás de la música. El niño que jugaba con él sonreía y tarareaba la canción al verlo girar. El niño de cabello plateado se acercó a la ventana de la juguetería y se quedó un largo rato observando al niño mientras que Sasuke observaba al bailarín.

De pronto una gran sacudida tomó desprevenido al soldadito quien de un momento a otro se vio tendido en el piso húmedo. No supo cuánto tiempo pasó ahí tirado, pero él no podía quejarse, debía siempre mantenerse firme y atento, a pesar de aquel sentimiento agobiante que cruzaba por su mente: si estoy yo aquí, ¿quién cuida de mi niño de cabellos plateados?

Aquel pensamiento se disipó en cuento una mano cálida lo sujetó para adentrarlo en la juguetería. Fue colocado en un estante mucho más grande que la caja que compartía con sus veinticuatro hermanos y, su corazón de pronto palpitó con fuerza al  ver frente a él a nadie más y nadie menos que al bailarín de la caja musical.

<<Caramba>> pensó <<debo hacer algo para que volteé y me mire>>

Sin embargo, ¿qué podía hacer un soldadito como él para que una belleza así notara su existencia? Se mantuvo firme y gallardo esperando que eso le diera algunos puntos.


               Cuando las luces de la juguetería se apagaron, los juguetes se amontonaron a su alrededor para verlo, unos asombrados por su porte, otros divertidos por su postura y tan solo uno de ellos le gritó enfadado, tal vez había notado como miraba al bailarín y le había molestado.

<<¡Soldado de plomo!>> gritó una marioneta pelirroja con ojos de mapache a su parecer  <<¿Qué tanto estás mirando?, ¡haz el favor de dejar en paz al bailarín y reservar tus miradas para los de tu clase!>>. Sasuke, aunque por dentro estaba furioso de que alguien intentara  prohibirle ver aquella figura tan hermosa, hizo como que no había escuchado a la marioneta…

 

-¿Cómo se llamaba el bailarín? ¿Sabía que Sasuke lo estaba viendo?- interrumpió Kato. Iruka rio.

-El bailarín se llamaba Naruto, cielo, y sí, sabía que Sasuke lo veía todos los días, a veces, incluso llegaban a conversar.

-¿En serio? ¿De qué hablaban?

 

-¿Alguna vez te cansas de cargar ese fusil?-preguntó Naruto viendo a Sasuke por el reflejo de la ventana. Ambos se encontraban en muebles distintos, Sasuke en un estante en la pared, Naruto en una repisa junto a la ventana dándole la espalda a Sasuke. Ambos ansiaban poder compartir el mismo espacio algún día.

-Jamás me cansaría de hacer algo para lo que fui hecho- respondió Sasuke con firmeza.

-Pues creo que te ves muy bien.

-Tú te ves aún mejor.

 

No hablaban mucho porque casi siempre la marioneta buscaba llamar la atención de Naruto, y las únicas ocasiones que podían compartir eran cuando llevaban a la marioneta al teatro y cuando alguien daba cuerda a la caja musical. En esos momentos Sasuke podía jurar que Naruto bailaba solo para él.

Un día de aquellos, el dueño de la juguetería decidió limpiar el polvo del estante de juguetes en el que estaba paradito Sasuke y ocurrió que sin haberlo esperado, fue colocado en la repisa al lado de la ventana justo al lado del bailarín de sus sueños. Por fin ambos pudieron verse de cerca y sonreírse a gusto. <<Pero que bonitos ojos tiene>> pensaron uno del otro.

De pronto una fuerte ráfaga de viento lanzó a Sasuke por la ventana haciéndolo caer contra el duro pavimento. Por un instante se vio tentado a gritar con fuerza para hacer saber su posición pero se reprendió por aquel pensamiento pues consideró que no era adecuado andar gritando por ahí al estar vestido de uniforme de gala. <<Al menos caí bocarriba y puedo verlo de lejos>> penó al levantar la vista y ver a su amado aún de pie en la repisa junto a la ventada de la juguetería.

 

-A mí se me hace que fue la marioneta malvada el que sopló para que Sasuke cayera- volvió a interrumpir Kato. Iruka volvió a reír, esta vez enternecido por la mirada de orgullo que le lanzaba su hijo al soldadito maltrecho.

-Nadie lo sabe, amor, tal vez no, tal vez sí.

-¿Y qué pasó después?

Había empezado a llover, tan pero tan fuerte, que en las orillas de la calle se comenzaron a formar fuertes corrientes de agua que arrastraban todo a su paso. Al calmarse un poco la lluvia, pasaron por ahí un grupo de muchachos que jugaban en la calle, vieron al soldadito tirado y gritaron emocionados. Armaron un barco con algunos periódicos viejos y metieron a Sasuke en su interior, poniendo al pobre soldado a navegar calle abajo, llevado por la corriente. La diversión no les duró mucho pues el final de calle, Sasuke cayó por una alcantarilla.

 

Kato soltó un gritito de angustia y se abrazó a Iruka.

-¿Qué le pasó a Sasuke?

 

Sasuke sintió mucho miedo pero no podía permitirse perder el control. Permaneció impasible y sereno como siempre, con su fusil al hombro, aun cuando la corriente lo arrastró en lo más profundo del túnel. No debía flaquear si quería ser digno de aquel bello doncel dueño de sus pensamientos. Justo en esos momentos de angustia pensaba en él, en lo mucho que deseaba estar a su lado de nuevo, en que podría soportar mil veces aquella oscuridad sin fondo con tal de verlo otra vez.

No supo contar cuánto tiempo había estado navegando hasta que por fin pudo ver un poco de luz, tan solo unos instantes porque en un abrir y cerrar de ojos el barco dio una sacudida, algunas vueltas se llenó de agua hasta el fondo haciendo caer y hundirse poco a poco hasta que el agua lo cubrió por completo. Su último pensamiento entonces quiso dedicarlo al bonito bailarín de la tienda, pensando en lo triste que sería morir sin verlo una última vez.

 

Iruka tuvo que volver a interrumpir la historia pues los sollozos de su niño le cortaron toda inspiración. Se sintió pésimo.

-¿Sasuke murió?- preguntó Kato con lágrimas cayendo de sus ojitos.

-Oh, mi cielo, tranquilo, es solo un cuento, no llores.

-Pero Sasuke se ahogó y Naruto se quedó solito con esa marioneta mala.

-Aún no has escuchado el final Kato, ¿olvidas que te dije que Sasuke era un héroe de guerra?- esas palabras lograron detener el lloriqueo del niño.

Casualmente, Sasuke había ido a parar a un canal, el cual estaba lleno de enormes y bigotones peces. Al caer del barco, un pez gordo se lo tragó de un solo bocado, pero unas horas más tarde a ese pez gordo fue atrapado por un grupo de pescadores que lo llevaron al mercado del pueblo. Al abrir al pez, la mujer de la pescadería se llevó una enorme sorpresa cuando vio en sus entrañas al soldadito de plomo. Después de limpiarlo bien, lo llevó a su casa, donde un niño de cabellos plateados saltó de gusto al ver de nuevo a su juguete perdido y todo el día lo dedicó a celebrar la proeza que había realizado el juguete al viajar dentro de la barriga de un pez quién sabe por cuánto tiempo.

Al día siguiente, Sasuke se vio de nuevo de camino a la juguetería en el bolsillo de la camisa del niño de cabello plateado. Deseó poder haberse visto en un espejo y saber si se encontraba presentable para volver a encontrarse con bailarín de ojos azules.

El niño lo tomó en sus cálidas manos mientras conversaba con el mismo niño castaño que daba cuerda a Naruto por las tardes, se veían bastante cercanos, y Sasuke se alegraba por eso. Esperó pacientemente y fue recompensado siendo colocado junto a la caja de música.

Miró a Naruto, y Naruto lo miró a él, y ambos sin decirse ni una palabra, ya se habían dicho todo…

 

-Fin- dijo Iruka apresuradamente al escuchar el auto de su esposo estacionarse en el garaje -¿adivina quién llegó temprano a casa?

-¡Papá!- gritó Kato saltando de la cama para ir a recibir a Kakashi. Rin, al parecer también deseaba ir a darle la bienvenida a su padre, pues había despertado ya y balbuceaba entre sonrisas.

-De acuerdo, vamos a saludar a papá- dijo Iruka saliendo de la habitación. Para cuando bajó las escaleras, Kato ya estaba sentado sobre el regazo de Kakashi contándole con grandes ánimos la historia que él le había relatado hace unos momentos mientras éste se deshacía de su corbata.

 

-…y entonces, Sasuke fue navegando por la calle solo, y calló en una alcantarilla, sentí mucho miedo, ¿crees que Sasuke haya sentido mucho miedo?

-Apuesto a que sí campeón…

-Pero era fuerte y sobrevivió todo eso solo para ver a Naruto, y después volvieron a estar juntos para siempre, y seguro que un día se hartó de la marioneta y le disparó con su fusil, pium, pium, pium- Kato estaba muy inquieto y alegre pues le había encantado la historia del soldadito Sasuke y su bailarín Naruto.

Kakashi lanzó una mirada curiosa a su esposo y el docel solo pudo encogerse de hombros como respuesta.

Esa misma noche Kakshi se encargó de arropar a Kato a la hora de dormir. Había sido muy difícil llevar al niño a la cama pues no paraba de corretear de un lado para otro con Sasuke en la mano. Cuando por fin estuvo en la cama con la piyama puesta y las sábanas en su sitio fue que el niño se atrevió a decir lo que había planeado durante toda la tarde.

-Papá, gracias por regalarme a los soldaditos Uchiha.

Kakshi sintió un vuelco en el estómago por la emoción.

-Me alegra que te hayan gustado campeón- dijo el mayor revolviendo los cabellos castaños de su niño.

-Sí, papi dijo que si quería podía mandarlos pintar para que lucieran como nuevos, igual que como estaban cuando te los regaló el abuelo.

No se sorprendió al enterarse de que su hijo estaba al tanto de que aquellos soldaditos le habían pertenecido en su infancia, seguramente había atado cabos en la historia que Iruka le había contado, después de todo, era un niño muy listo. Ya estaba por irse a su habitación con la vocecita tímida lo detuvo.

-¿Te puedo preguntar algo?...

 

 

Kakashi ya se encontraba en la cama esperando a su esposo que aún se preparaba para dormir.

-Kato me preguntó por qué Naruto no estaba en la misma caja que los soldaditos de plomo- soltó de pronto el peli plata. -Debiste haberle dicho que ambos se quemaron en el incendio de la juguetería, que por eso Sasuke está como está y que solo pudimos recuperar la caja musical de Naruto.

-No quería que llorara más, ya estaba llorando cuando le conté la historia, además no quería recordar cosas tristes, bastante tengo con ver a Sasuke así de chamuscado.

 

Los días pasaron y como lo prometió Iruka, los veinticinco soldaditos fueron pintados nuevamente y cubiertos por un barniz especial luciendo mejor que nunca. Por Sasuke, sin embargo, no pudo hacerse mucho pues ya estaba muy dañado para que el brillo mejorara su aspecto, aun así también fue pintado  con los colores brillantes de su uniforme. Kato podía jurar que veía al juguete sonreír por rejuvenecido que lucía.

 

Tiempo después, cuando Kato fue un poco mayor y cuando Rin tuvo la edad suficiente para poder escuchar con atención cuentos de hadas, Iruka le contó la misma historia y fue ella quien, con el permiso de ambos padres y Kato, reunió a los dos amantes de forma simbólica pues se enteró de que ella tenía bajo su poder la caja musical de Naruto. Decidió que encontraría el lugar perfecto para que ambos pudieran compartir por fin el mismo espacio después de todo lo que habían pasado, y en día lo encontró. Colocó entonces al soldadito de una pierna y la caja musical juntos sobre el mueble de la chimenea, pidiendo a su padre que se encargara de que nunca más nadie los moviera de ahí para que pudieran estar juntos toda la vida.

Notas finales:

¡¡Gracias por leer!!

XD


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