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¿Me extrañas? por Aomame

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¿Me extrañas? 

“¿Me extrañas?”

 Te he había querido preguntar desde que estábamos lejos.

“¿Me extrañas? Porque yo a ti sí” Era inesperado, sé que escucharlo te habría sorprendido, tanto como a mí me sorprendió darme cuenta. Nunca se está preparado para algo así. Menos yo.  Había pensado en ti tanto, que me sentía instalado en el pasado.

Una noche cerré los ojos y te imaginé. Soñé que nos encontrábamos y que te daba un puñetazo, soñé que te decía cuando me habías herido, pero luego, luego, lloraba. Me sentía perdido y abandonado. Desperté y pensé “¿Realmente me has traicionado?” Mientras más lo pensaba, mientras más triste me ponía que no estuvieras, pensaba que no. No había sido tu intención. Querías salvarme y a él también. No querías que nos matáramos uno al otro. No querías perder a las dos personas que más te importaban. Te obligamos a elegir, y lo elegiste a él. Sí, eso también dolió, pero lo entiendo. Es tu amigo, crecieron y combatieron juntos; tuviste que enfrentarte a él en más de una ocasión con todo el dolor que ello de causaba; no podías abandonarlo a su suerte; te necesitaba.

“Lo siento, Tony…”

Quise, en ese entonces,  escucharlo una vez más y al mismo tiempo, no. Sólo quería verte. Sólo quería saber si me extrañabas. Quería saber si también significaba algo para ti. Por eso estoy aquí, sólo por eso. No venía a suplicar, ni a pedirte que vuelvas, no, nada de eso. Vamos, ni siquiera es como si hubiera querido hablar contigo y preguntarte. Estaba aquí para verte, para dilucidar a través de tu comportamiento que es lo que hay dentro de ti.

Sí, te espié cuál acosador. Te observé desde las sombra de las plantas de Wakanda, con los lentes oscuros, muerto de calor y acosado, a mi vez, por los malditos mosquitos. No la estaba pasando bien. Pero no podía, simplemente, ignorar la duda que me carcomía la mente.

Hace unos minutos te vi. Caminabas a la lado del Rey, hablaban serios pero fluidamente. Te observé con mis binoculares, y pude ver tu rostro. Te has dejado la barba, jamás te imaginé así pero, ¡caray! que bien te ves. Vi los gestos de tus manos, reconocí tu forma de caminar, la forma en que frunces el  ceño y también la manera en que sonríes de medio lado.

Tuve que irme cuando me persiguió un gato de dimensiones descomunales. Yo no sé cómo pueden tener eso de mascota. Estuve a punto de ponerme la armadura y salir volando.

Horas después, con hambre, porque tuve que darle mi almuerzo a esa cosa, te vi de nuevo. Estabas sentado en una banca, tenías una libreta en las manos y dibujabas el paisaje frente a ti, debía ser así, ya que levantabas la vista de vez en vez para capturar los detalles. Entonces, lo vi a él, salió del edificio detrás de ti y posó su única mano en tu hombro. Giraste para verlo, y sonreíste. Dejaste de dibujar, le diste toda tu atención. Hablaste y reíste con él, como nunca lo habías hecho conmigo. Él parecía más tranquilo, más sereno, tal vez,  porque estás a su lado. No lo culpo. También yo encontraba la calma cuando estabas junto a mí. Tienes esa habilidad. Simplemente, sabía que podía confiar en ti, que tus decisiones nos llevarían al triunfo y  a la sobrevivencia, al mínimo daño. Eres un líder por naturaleza.  Él te seguiría al fin del mundo. Yo también lo habría hecho.

No confiaste en mí. Ahora que lo pienso, fue eso. Teníamos un desacuerdo, pero a pesar de ello, pudiste haber confiado en mí, pero no lo hiciste. No confías en mí. ¿Por qué lo harías? Todo lo tomo a broma. Tal vez, pensaste que no tomaría en serio tus sentimientos en esto.  Tal vez, pensaste que me burlaría de ti. Confieso que, tal vez, lo habría hecho. Invalidar tus sentimientos, tus pensamientos y creencias, era algo que solía hacer, sólo por molestar, aunque nunca con verdadera intención.

Él si te da esa confianza, ¿verdad? A pesar de todo. Tu fe en él jamás desapareció. Después de todo, él es todo lo queda de quién fuiste. Él es tu pasado, y un hombre no es nada sin su pasado. Después de la muerte de Peggy, te aferraste a él, porque era tu último bastión. Odio saber que dentro de ti hay tanta melancolía.

“…El hombre que quería todo eso, murió hace 70 años.”

Cuando dijiste eso, debí haberlo comprendido.

Te escuché reír. Y supe que estabas bien. Que no me necesitabas, que, por fin, estabas en casa. Así que también le di paso a mi propia melancolía.  Jamás me había sentido realmente tan triste. Tan perdido. ¿Qué debía hacer ahora?

Vagué por esa selva hasta que oscureció. Me di cuenta que era bastante peligroso estar ahí, así que busque la manera de salir a un claro. Y fue cuando te vi de nuevo.

Estabas solo, de pie en una saliente. Mirabas el cielo estrellado, la enorme luna y la claridad de una noche profunda. Me paralicé  a unos metros de ti, si salía de mi escondite, me verías. Te vi suspirar, sacaste de tu bolsillo un algo que no reconocí hasta que lo abriste. Era un viejo teléfono móvil, la pálida luz de su pantalla iluminó tu rostro. Suspiraste de nuevo cuando lo cerraste, envolviste en tu puño y  lo llevaste a tu frente.

Podría ser que… ¿esperas mi llamada? ¿Podría ser que si me extrañas? Fue el impulso de ese pensamiento lo que me llevó a salir a la luz, lo que me llevó a acercarme a ti. Te diste cuenta antes de que llegara a ti que no estabas solo. Te giraste hacia mí. Vi en tu rostro la sorpresa que mi visita te causaba, te vi sonreír como si te dijeras a ti mismo “lo sabía, era cuestión de tiempo”.

—¿Vienes a arrestarme?—dijiste y sin más me tendiste tus manos, los puños hacia arriba, las muñecas juntas, como si esperaras que cayeran las esposas.

Estabas tan tranquilo, aceptabas eso, porque te sabías fuera de la ley. Pero no, no estaba aquí para eso. No podría aunque quisiera.

—Steve, yo…

No dije nada más, el resto de la historia la conoces. Me abrace a ti, te besé. Y entonces, cuando me correspondiste, supe que sí, que si me extrañabas. 

Así que no tienes que decirlo. ¿Por qué? Porque odio sonrojarme como un adolescente. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado! 

Nos leemos!

Hasta la próxima!


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