Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Run, princess [NAMJIN] por Peluche

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaaaa denle amor, mi escrito favorito hasta ahora, chau. 

“Solo podemos vivir una vez, ¿Verdad?
Entonces cada quién debe encontrar su futuro
Así, podremos cerrar nuestros ojos
y decir adiós al mundo sin arrepentimientos.
Oh, nunca he tenido miedo
En el momento que me tropecé
Estoy seguro que había un arcoíris sobre la lluvia.
Oh, los cuentos de hadas y los sueños
Solo ahí podemos tener
un hermoso mundo real.”

-Z.Tao, The Road

 

Bueno… No sé exactamente como comenzar mi relato. ¿Debería hacer un breve resumen como en los trabajos de la escuela? ¿Debería presentarme primero? No lo sé, es repentinamente confuso, pero haré mi mejor intento para relatarles un episodio de mi vida que podría llamarse el más importante, no solo por todo lo que ocurrió, sino que porque en ese episodio de mi vida, conocí a la mejor persona que existe en el mundo.

<< ¿Conociste al Papa?>> No, no lo hice, y el Papa no es la mejor persona que existe. Probablemente hubiera pensado dos veces si hubieran mencionado a Kanye West, a Eminem, a Warren G o a Vin Diesel, pero no, el chico que conocí es mucho mejor que ellos por más geniales que sean esos hombres. Pero bueno, todo es cuestión de perspectiva, alguien más preferiría a Eminem que a aquella persona. Yo lo hacía al principio, pero mira que misteriosos son los caminos del Señor.

¡Cierto! ¡El principio! Lo siento, no tiendo a relatar mi vida, solo es raro, pero quisiera que alguien algún día leyera el cómo conocí al que ahora es el amor de mi vida: Jin.

Peeeeeeero no hablaremos de Jin primero, hablaremos de mí primero porque yo soy el narrador de todo, así que ahí va mi presentación… ¡Hola! Soy Monster. No es necesario que sepan mi nombre de primer momento, en algún momento se los revelaré, pero intento que sea bastante misterioso el asunto. Ya saben, para ser más interesante.

Volviendo al punto, en ese entonces tenía 23 años de edad (no importa mi edad actual, no sean tan curiosos) y vivía como un viajero, vulgarmente llamado mochilero. En este mundo solo existíamos mi enorme mochila con todo lo necesario para sobrevivir, mi pasaporte y yo, nada más. Para mis 23 años de edad había recorrido muchos lugares del mundo y había aprendido muchas cosas en todos mis viajes, había conocido personas y había visto tantas culturas y convivido en tantos espacios, que generalmente la gente no me creía cuando yo contaba alguna de mis experiencias.

Por supuesto que no me creían, era un chico de 23 años que en realidad no poseía mucho dinero y que comía por trabajos momentáneos o porque alguien le regaló comida, un chico que tampoco tenía un auto (ni siquiera una bicicleta) por donde trasladarse, un chico que solo parecía alguien que había caminado unos cuantos kilómetros con una enorme mochila en la espalda, pero no. En realidad si había viajado mucho, pero yo tampoco era alguien que se tomara el tiempo para convencer a alguien sobre algo. Si no creía, no me creía y ya.

Era yo el que conservaba recuerdos preciados y los capturaba con una cámara instantánea, pero nunca mostraba las fotos porque las veía demasiado íntimas como para que las simples personas que cuestionaban mi forma de vivir las apreciaran.

Al cumplir los 19 años, sin nada que dejar atrás, me fui de casa con mi mochila y nunca más volví. No me arrepiento, aprendí 5 idiomas y viví muchísimas experiencias que no muchos pueden vivir porque están muy ocupados estudiando para internarse en un sistema social al cual yo me niego a pertenecer.

Siempre he sido lo que es considerado como un “espíritu libre”, algo como un rebelde. A pesar de siempre fui el primero en todo, estudiar nunca había sido atractivo para mí y yo nunca había mostrado un real interés por ser el mejor o por ansias de aprender de esa forma. Era excelente en la escuela y me gradué con honores, sí, pero mientras la gente se ponía de pie y me alagaba por mi intelecto, yo no sentía más que ganas de lanzarme a un charco de barro para manchar el uniforme impecable que siempre me hacían usar. Cuando me daban una prueba de matemática con la nota alta solo pensaba en el árbol que tuvo que morir para que yo tuviera esa hoja con una buena nota en las manos. Cuando notaron mi habilidad para administrar y para ser un líder, yo no estuve interesado.

La verdad es que pensé por varios años que era un amargado. Pensé en mí mismo como un viejo prematuro que terminaría soltero y sin ganas de vivir a los 30 años. ¡Hasta me había resignado a la idea!

A los 15 años ya no le veía sentido a la vida y me hacía preguntas existenciales todo el tiempo, pero un día, cuando hicimos un viaje escolar al bosque en cual me perdí, sólo, abandonado y hambriento, noté verdadera calma y felicidad por primera vez en mi vida.

La naturaleza y el contacto con ella son tan preciosos que honestamente no puedo imaginar algo más hermoso (O bueno, si puedo, pero él es obra de la naturaleza, así que él no cuenta).

Experimente ese día por primera vez en mi vida esa conexión con ella y más que buscar una salida o intentar volver con mi grupo, disfruté estar perdido. Me encontré animales como ranas y ardillas, me encontré una laguna (donde me bañé un rato con ropa y todo), me encontré plantas extrañas que luego me llevé a casa y busque sus nombres. El punto es que mientras estaba perdido pensaba en que yo no tendría problemas en vivir en un área rural, en un sitio donde nadie me conociera y dónde solo se necesitara de mí y de mis habilidades para poder vivir en paz.

Nada de horarios, nada de estrés, nada de molestias. Solo la libertad, la aventura y yo.

Yo asistía a una escuela prestigiosa y sacaba las mejores notas. Me juraban un increíble futuro como empresario o contador. Me visualizaban como el mejor de todo y fui el orgullo de mi padre enfermo; así que lamentablemente decepcione a todos cuando me fui de casa luego de que mi padre, mi única familia, muriera de diabetes. Decepcione a mis profesores y a los amigos de mi padre que querían que yo hiciera grandes cosas, pero hacer un aporte a este mundo no es de mi interés.

Yo quería vivir para mí.

Suena egoísta, sí, lo sé. Soy una terrible persona por ese lado y me sentí culpable por “desperdiciar” mi intelecto, pero no pasó mucho antes de que lo superara y comenzara a hacer lo que en realidad quería hacer: viajar y disfrutar de este mundo hermoso.

Me decía a mi mismo que cuando ya hubiera conocido lo que quería conocer, volvería a estudiar y viviría amasando dinero y haciendo un aporte a la sociedad, sin embargo, cada vez me enamoraba más de todo y había tantas cosas que aún quería conocer que probablemente la vida no me alcanzaría.

El punto es que a los 19 años me fui de casa solo con mi enorme mochila, mi identificación y un libro.

Sé que dirán <<Ay ¿Quién entiende a este hombre? Dice que no quería estudiar porque no era lo suyo pero se lleva un libro>> Bien, estudiar no era mi adoración, pero tengo que admitir que amo leer. Cuando llegaba a los pueblos, siempre me llevaba un libro de ese lugar, no porque los comprara, sino porque los cambiaba. Comenzó con el primer libro que me llevé de casa. Ese libro lo cambié en un lugar, luego ese que conseguí en ese lugar lo cambié por otro, y así sucesivamente.

También se preguntarán el cómo me alimento si por lo que narro no tenía ni un solo centavo, pues déjenme decirles que es cierto: no tenía ni un solo centavo en efectivo que usara en comida. Peeeeeeero yo no era alguien tonto y de hecho comía bastante ¿Cómo? Persuasión, altura y mis hoyuelos. Tan simple como ser alto y con sonrisa con hoyuelos.

No, es mentira… Bueno, a veces funcionaba.

Ya había mencionado que hacía trabajos momentáneos y que a veces la gente me daba comida. Pues sí, básicamente es así como había estado sobreviviendo. Siempre aprovechaba en ayudar a los viejos en los mercados o ayudar en algo a alguna persona que lo necesitara, así, siempre por gratitud me daban algo de dinero, comida o las gracias. Yo apreciaba cualquiera de las tres cosas, así que me daba por satisfecho.

Hablando del tema, en uno de esos mercados fue donde conocí a Jin, pero no quiero adelantarme a los hechos ¡No nos apuremos, coño! Aún hay algunas cosas que relatar antes, como algunas de mis aventuras, por ejemplo.

De hecho, la semana en donde conocí a Seokjin es tan nítida en mi cabeza que podría creer que volví a ese entonces, cuando tenía 23 años y era un joven despreocupado, libre, aventurero y con solo la motivación de seguir caminos donde mi intuición me guiara.

Todo eso pasó en mi visita a Corea luego de tres años fuera en el extranjero.

********************

RapMonster, 23 años.

 El sol me daba de lleno en la cara y me amargué por varios momentos porque no me gustaba demasiado la sensación que me da tener la piel caliente.  Me caga en el alma cuando todas las horas de sol parecen sol del mediodía, y lo peor es que ya mi piel está lo suficientemente oscura como para querer estar aún más oscuro. Me resigné a morir moreno ¡Joder! ¡Qué sol tan fuerte!

Jadeaba con los labios entreabiertos y me sequé torpemente la frente con el dorso de las manos y al ver que no servía de nada, me detuve a secarme con la camisa ya empapada de sudor. Sentía como si seguía así me iba a quedar deshidratado, pero no podía parar. Ya había pasado dos días sin toparme con ningún pueblo y pude conseguir provisiones por una de esas gasolineras sucias y en donde uno tiene que detenerse por mera obligación por lo fea que está. Como sea, por muy fea que fuera la gasolinera, me dejó unas botellas de agua y unas barras de cereales, así que no tengo mucho de qué quejarme.

Bueno, tengo la queja de que me quedé sin el dinero que me habían dado en el anterior pueblito, pero fue para comida, así que no es un derrochamiento.

Seguí caminando por unos 20 minutos y ya sentía en cansancio rondarme por el cuerpo ¿Sabes esa sensación de que te vas a caer de culo en cualquier momento de lo cansado que estas y que sientes que los pies te pesan 50 kilos cada uno? Aparte de que estás sudando como si te estuvieran exprimiendo al punto de que las gotas de sudor hacían que me ardieran los ojos cuando se metían dentro. Bueno, así me sentía yo. Muy muy cansado y como si me fuera a caer de cara contra el concreto porque mis piernas ya no querían seguir sosteniendo mi cuerpo.

Me detuve otra vez, solté un suspiro cansado y mire a mi derecha al camino de la carretera hasta donde el pavimento se perdía en una curva y rodé los ojos. No podía seguir caminando por una carretera donde no pasaba nadie, no era saludable desgastarme tanto y he estado caminando desde la madrugada cuando aún no había salido el sol y el aire era fresco, no un aire de horno como el de ahora. Entiendo cómo se siente la comida en un microondas y no tenía ganas de quedar rostizado.

Fije mis ojos a mi izquierda, en la vegetación boscosa que rodeaba la carretera y de donde sus arbustos y ramas me habían estado golpeando las piernas y los brazos mientras caminaba. Pensé que no me vendría mal un descanso para comer una barra de cereal y, luego de pensarlo un par de segundos, me adentré en la vegetación.

Las ramas de los árboles me dificultaban entrar y tuve que agacharme y forzar mi enorme mochila para poder entrar en la vegetación a un punto donde ya podía caminar. Me sentí bastante bien al notar que las hojas de los árboles evitaban el paso de la luz del sol y la sombrita me arropó agradablemente. Benditos sean los árboles.

En un punto, me voltee a ver la carretera. Sabía que si seguía, podría perderme y se me haría difícil encontrar la salida, así que saqué de un bolsillo un trozo de tiza amarilla y, disculpándome previamente con el bosque, comencé a marcar mi camino mientras me adentraba. Hacía líneas irregulares en los troncos y en las ramas o raíces del suelo para saber en qué dirección volver sin mirar hacia atrás.

Caminé por alrededor de una hora y me detuve repentinamente al escuchar un murmullo lejano, pero que creí saber la dirección de donde venía, así que caminé rápidamente en esa dirección sin olvidarme de hacer mis marcas con tiza en los árboles. Me disculpo con ellos porque, francamente, yo me enojaría si fuera un árbol y un chico de repente comenzara a rayarme y yo no pudiera sacudirme y tuviera que quedarme meses o años con esa línea amarilla que tal vez se borre con la humedad y la lluvia, pero que mientras estuviera ahí me recordara al chico grosero y anti ecología que me ensució mi perfecto tronco y mis hermosas raíces. Pensaría en él muchos años y le desearía que alguien le ensuciara la ropa algún día con un material que no se pueda quitar. Sí, eso pasaría si yo fuera un árbol.

Acostúmbrense a mi cabeza. Yo le veo vida a todo, y todos merecemos respeto.

Una enorme sonrisa me iluminó el rostro cuando luego de unos minutos encontré un riachuelo. El murmullo del agua chocando con las piedras era lo que me había atraído y me emocioné porque ya llevaba días sin darme un baño y sin tocar el agua. Me quité la mochila y comencé a quitarme la ropa sin preocuparme de que alguien me viera ya que me había adentrado bastante en el bosque. Aunque cuando iba a quitarme la ropa interior, dudé y decidí dejármela.

Tomé un jabón de mi mochila y luego fui al agua. El agua apenas y me cubría más arriba de los tobillos, así que me senté  y me estremecí por el agua fría, pero lo disfruté. Lavé mi ropa y luego me bañé por bastante rato en el río luego de colgar la tela mojada sobre una rama de un árbol. Siempre me han gustado mucho los riachuelos, los ríos y las playas. Son muy relajantes y no puedo imaginarme algo mejor, ya que no me gustan las piscinas a menos que sea una piscina propia y yo sepa que está libre de cloro y de seres humanos apestosos que dejan sus fluidos en el agua.

Cuando consideré que era suficiente y comenzaba a temblarme el cuerpo por el frío, salí del riachuelo. Recién me acordé del hambre que tenía, así que me quité la ropa interior mojada, la lavé y la colgué para cambiarme por otro bóxer. Fui hasta mi mochila y saqué las barras de cereal, una lata de sopa, y algo de fruta que había encontrado en el camino por la carretera. Me comí el cereal y la fruta porque no quería comer la sopa fría, pero luego de vestirme con unos jeans gastados, una camiseta y una chaqueta, busqué leña y encendí fuego con acetona y fósforos.

Primero calenté la sopa y aunque solo era sopa de lata, me sabía a gloria. Cuando no comes cosas demasiado refinadas o elaboradas, comienzas a apreciar bastante los sabores buenos.

Luego de beberme la sopa, puse a hervir agua del riachuelo y luego la filtré en mis dos termos. Me serviría para el día que resta para seguir mi caminata, así que me quedé más tranquilo y agradecí al bosque.

Entre jugar con el agua y demás, no noté cuando el sol se había puesto y ya estaba oscureciendo. No quería caminar por la carretera de noche, es más peligroso y hace mucho frío, así que saqué de mi mochila mi tienda de acampar (sí, mi mochila enorme es espectacular) y tardé pocos minutos en montarla. La tienda ya tiene un suelo acolchado, así que solo saqué un par de cojines y una manta para estar cómodo.

Salí de la tienda y me quedé un rato afuera apreciando la naturaleza y pensando en varias cosas. Mi vida habría sido muy fácil y prácticamente hubiera estado resuelta si yo me hubiera quedado y hecho todo lo que me decían en casa, pero… ¿A eso podría llamársele vida?

Estar 7 horas en una oficina, administrando una empresa, ordenando a trabajadores, ganando dinero que luego no sabría en qué gastar, cumpliendo un horario, durmiendo lo suficiente, haciendo vida social obligatoria, conociendo gente que tal vez pueda dañarme, desconfiando de todos, yendo a lugares que no me interesan, llegando a la cima de una montaña que no quería escalar… Eso no es vivir. Vivir para mí no es solo trabajar hasta el cansancio todos los días para tener más dinero que otras personas, no. Vivir es experimentar, es emocionarse, es amar, es hacer lo que uno quiere hacer.

Nunca verás a alguien que quería ser bailarín diciendo “Oh, esto es vivir” luego de una jornada laboral en una oficina. No, jamás lo verás porque para ellos eso no es vida. Eso es solo estar y cumplir, ya.

Yo quiero vivir. No he pasado un solo día desde hace cuatro años en el que no me sienta vivo, porque he experimentado, sentido y amado todos los días desde ese entonces.

Sí, tal vez mi habilidad para las empresas no fuera mala y ahora mismo podría ser un joven empresario, pero luego de que lograra un imperio ¿Qué? ¿Sería feliz? ¿Estar encerrado me haría feliz? ¿Viajar solo por trabajo me haría feliz? No lo creo. No nací para estudiar basura administrativa, nací para viajar y conocer todo lo que quería conocer, no para ser administrador o gerente.

Mi padre ¿Qué pensará de mí? Él falleció, pero esperaba de mí lo que todos esperaban, que yo fuera exitoso según los parámetros impuestos socialmente. Él quería que yo fuera un “exitoso” empresario con una hermosa mujer como esposa y unos tres hijos que probablemente no veré nunca por estar demasiado ocupado con un trabajo que probablemente no va a satisfacerme nunca aún si trabajo por 10 años seguidos en eso, y al contrario, va a carcomerme hasta drenar mi felicidad ¿Qué pensará de mí ahora donde sea que esté? No quiero ni pensarlo, así que dejaré esta reflexión hasta acá y me iré a dormir.

Apagué el fuego, metí mi ropa ya seca y todas mis pertenencias dentro de la tienda, me metí dentro y luego la cerré. Es cómodo dormir en la tienda aunque no sea tan grande como para que yo pudiera estirarme ya que supero el 1.80, pero me he acostumbrado con el paso del tiempo a dormir con mis cosas en una tienda pequeña. Me acurruqué, me arropé con mi manta y me acosté en posición fetal.

Mis ojos se mantuvieron abiertos por un largo tiempo, planeando lo que haría dentro de los próximos dos días, pensando en algún recuerdo significativo, pensando en algo sin importancia, pensando en muchas cosas y todas me llevaban a recordar los días cuando yo vivía con mi padre.

Originalmente, yo nací en Corea y viví ahí con mis padres hasta los 7 años, luego vivimos por 3 años en Nueva Zelanda, luego fuimos a vivir un año en Japón, y luego otra vez a Corea hasta que yo me independicé y comencé a vivir de forma libre, así que sé hablar con fluidez japonés, inglés y coreano, pero también he aprendido lo básico de otros idiomas como francés, español y mandarín.

Mi padre no era una mala persona, pero siempre tuvimos una relación extraña. No era una hermosa relación padre e hijo, pero no era una mala relación, solo parecía que hablábamos de vez en cuando y de temas triviales para luego no hablar más por un tiempo largo. Él era un hombre severo y serio, pero yo lo quería mucho y yo sé que él me amaba, así que sufrí con su partida hace 4 años. Aún lo recuerdo y sufro un poco, pero hace unos años que puedo soportarlo y he aprendido a superar su pérdida.

Probablemente sonará frío el hecho de que me haya ido justo luego de que papá estirara la pata, pero no quiero que me mal entiendan. Yo amaba a mi padre y no esperaba que se muriera, pero aún si me hubiera deprimido por el resto de mi vida, eso no lo habría hecho volver y solo me haría estancarme en mi tristeza. Y creo que él no hubiera querido eso para mí.

Como sea, saliendo de pensamientos deprimentes, probablemente se habrán preguntado << ¿Y no te sientes solo?>> Y la realidad es que no tanto. No me considero alguien asocial, pero yo nunca he sido tan cercano a nadie como para desvivirme por esa persona o para sentirme abandonado cuando ella no estuviera, no. Siempre he tenido amigos, he amado a personas y tengo personas a los que considero hermanos, pero nunca me he desvivido por ninguno porque, como ya he dicho, soy un espíritu libre y no me puedo aferrar a nada. No he podido aferrarme nunca y dudo poder lograrlo. Además, no quiero.

Aunque me costó dormirme una hora y media a pesar de mi actividad de hoy, pude lograrlo. Y ronqué bastante.

***********************

Siempre tengo el hábito de despertarme antes que el sol y esta mañana no fue la excepción.

Abrí los ojos y me senté cruzando las piernas como un indio. Bostecé, me froté la cara, me despeiné mi cabello negro y luego de un suspiro, salí de la tienda de acampar para comenzar mi mañana. Al parecer había lloviznado y el cielo estaba bastante nublado, así que daba esa sensación de estar en un lugar donde el sol no podía llegar con facilidad y esperé que estuviera así por lo que me quedaba de camino. Recogí todo y lo guardé metódica y sistemáticamente en mi mochila gigante en tiempo record gracias a la práctica. Finalmente me subí la mochila a la espalda, la abroché en mi pecho y comencé a caminar de vuelta con la ayuda de las marcas groseras que les hice a los árboles.

Cuando llegué a la carretera, miré el pavimento húmedo y fijé mis ojos en la curva otra vez. Decidí dejar el pesimismo y me obligué a llenarme de energía para seguir caminando ¡Tu puedes, Monster!

Caminé por unos 40 minutos y aún la mañana no se despejaba, seguía nublada y parecía querer llover, pero ninguna gota caía. Sudaba, pero no en exceso ya que el aire frío podía ayudarme a mantener una mejor temperatura corporal y casi corro al medio de la carretera cuando escuché un motor gruñir a lo lejos. Agradecí a todos los dioses habidos y por haber cuando vi que era una camioneta de carga de frutas. Eran de esas camionetas rústicas rojas que tienen un espacio atrás lleno de cajas amarradas con cuerdas.

Comencé a caminar de espaldas y estiré mi brazo para mostrar mi pulgar mientras sonreía enorme, feliz por ver un auto luego de tanto tiempo deseando que pasara uno, aunque no me permití ilusionarme porque tal vez pasara de largo y me abandonara ahí. Por suerte, no ocurrió eso.

El camión disminuyó su velocidad hasta detenerse y me asomé por la ventana del copiloto para encontrarme con un señor robusto y canoso que tenía una expresión amable y una gorra aunque no hacía sol -¿A dónde vas, muchacho?- su voz era rasposa y grave, pero tenía un toque juguetón. Me caía bien este señor, aunque en realidad nunca me confío de nadie a la primera, pero por ahora podía decir que no era un señor desagradable. Tal vez fuera un asesino o un violador, pero sé defenderme y ese señor se veía pequeño. Hasta pude ver un cojín debajo de su trasero.

-A cualquier pueblo cercano, señor- respondí con una sonrisa con hoyuelos.

-Me dirijo a un mercado de uno de los pueblos para descargar esas frutas ¿Te llevo?-

-¡Claro! ¿Puedo irme atrás? Me gustaría sentir algo de brisa-

-¡Por supuesto, muchacho! Pero luego me ayudas a descargar la mercancía, puedo darte algunas frutas-

-Me parece perfecto, gracias. Justamente estoy hambriento-

-Entonces puedes agarrar un par de manzanas cuando te subas atrás ¿Cómo te llamas?-

-Taehyung- dije aún con una sonrisa –Gracias por su amabilidad- y troté a la parte de atrás mientras me desabrochaba la mochila. La eché sobre la parte posterior del camión y el señor arrancó justo cuando mis pies dejaron de tocar el suelo.

¿Acaso creían que decía mi nombre real a las personas? De hecho, ninguna persona que he conocido en mis viajes sabe mi nombre. No lo creo importante, pero todos quieren saber un nombre y yo les doy alguno por el que puedan llamarme, aún si es falso. Generalmente doy los nombres de mis amigos, esta vez le tocó a mi amigo V (O Taehyung, solo que le llamamos V), y lo hago con confianza ya que no soy una persona problemática y no creo que se metan en problemas. Además, ni que V fuera el único Taehyung de Corea.

Pasaron unos minutos en los cuales yo no quitaba mi sonrisa mientras extendía mis brazos. La brisa fría era muy agradable y se sentía bien, pero al rato me dio frío, así que me senté y disfruté el viaje. Saqué un gorro de lana color negro y tapé mi cabello con él ya que algunos mechones me molestaban. Ya me estaba creciendo el cabello y tendría que tomar tiempo para cortarlo (Sí, lo hago yo mismo y francamente a veces es un desastre, pero ahorita mismo estoy conforme con mi cabello).

Extendí mi brazo hacia arriba y mis dedos se pusieron fríos, pero no bajé mi mano. La mantenía extendida mientras balbuceaba una canción de rap que me había tomado el tiempo de escribir en estos días y me agradó bastante como quedó.

Antes de irme, era un rapero underground. A mi padre no le agradaba mucho la idea, pero no se enojaba conmigo y hasta me dejaba rapearle. Creo que hasta llegó a gustarle, pero nunca lo dijo.

Yo participaba en batallas de rap, hago mi propia música (antes era más frecuente) y conocí a muchas personas en ese ambiente. Me gané el apodo de RapMonster, y ese ha sido el apodo que le he dicho a todos los que llegan a ser “cercanos” conmigo. Es lo más cercano a una identidad que puedo dar y a veces se sienten insultados por mi negativa de un nombre. Es que para mí, no es importante eso.

Además, no puedo ir por la vida diciendo mi nombre a todo el mundo, es muy poco seguro.

Tomé una manzana, me la comí y luego me recosté de unas cajas para poder cerrar los ojos y descansar durante el viaje al pueblito.

*******

Quién diría que estaría tan tranquilo antes de conocer a mi chico. Como ya lo he dicho, el destino trabaja de formas interesantes y misteriosas.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).