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Viernes trece y ¿un suéter? por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Viernes trece de octubre y es cumplaños de Erwin y Reborn. Aw. 
No hay plazo que no se venza. Resulta que yo estaba muy feliz escribiendo el fanfic en el trabajo, shalaleano de vez en cuando, pues un día me mandan a la notaría y está en Jojutla, y pum güey, sismo de 7.1, me tocó estar en el Palacio Municipal, casualmente planta de arriba. 
El punto, mi lugar de trabajo no resultó tan afectado peeeero seguimos sin internet, así que tuve que terminar la historia a la antiua: cincel y piedra para luego transcribir. 

Sin mas verborrea, espero alguien allá afuera disfrute esto. 

Un estúpido suéter. Levantar la tapa sin expectativas hubiera sido más sano para su negro corazón. Sin embargo todos los regalos anteriores le habían sorprendido agradablemente, incluso la isla que ahora llevaba su nombre, así que hoy, sólo por hoy, que había decidido omitir prejuicios, enviándolos de vacaciones, recibió dos cosas: la salmuera de la decepción y un enorme suéter. Eso era todo por cuanto a presente recibía  en conmemoración a su llegada al mundo un trece de octubre.

  —¿Te gusta-kora? -la respuesta a esa pregunta fue un gutural sonido desprendido de la entidad oscura —. Oh vamos, no seas gruñón, es especial para este día-kora. 

—No sé cómo pude olvidar la etiqueta, "si es rubio espera una idiotez de su parte".  Sabía que ello conllevaría una riña en el día donde nunca habría planeado soltarle insultos al dueño de sus mafiosas quincenas.

En silencio aguardó una perorata, pero el militar con una sospechosa sonrisa se encogió de hombros y tomando el suéter de la caja se retiró a la alcoba. "Dormiré en el sillón una semana", dijo su consciencia y en menos de diez disparos ya estaba muerta. Por un instante pensó en ir a su búsqueda, pero presentía que encontraría la puerta cerrada a cal y canto. El desánimo le supo amargo, casi a bilis.

Tenía cerca de treinta minutos arrellanando el sofá que sería su resguardo en las próximas noches cuando escuchó ruido en la cocina, tampoco quiso husmear hasta que el delicioso aroma de la cena le pellizcó la nariz con insistencia.

Caviló en la necesidad de una tregua en la que se ofrecería a conseguir una buena botella, pues la pasta iría bien con un vino del... se quedó de una pieza cuando, al entrar en la cocina, vio al estúpido suéter caminar de aquí para allá, de la alacena al hornillo, con movimientos que lo dejaron hipnotizado a tal punto que le costó reunir la concentración necesaria para hablar. 

—Ah, ya que estás allí, ¿cerveza o vino-kora? -dijo sin volver la vista, él sí ensimismado en hacer brincar el espagueti sobre la sartén. 

—A ti -murmuró.  Un aleteo de gozo levantó los hombros del rubio al reír.  —Me muero de hambre-kora -giró sobre sus talones, Reborn supo que esta noche sería largamente tortuosa: Colonnello tenía puesto el suéter, y ahora, por todas las almas condenadas al segundo círculo del infierno, sentía un bruto menester de confirmar que no tenía más que eso puesto.

Las piernas torneadas y doradas por el sol le parecieron pilares de acaramelado mármol sobre el linóleo negro. Mientras pecaba en su pensamiento en más de diez formas, quebrantando más de dos mandamientos, el rubio llegó a la barra de brillante alabastro donde ya estaban dispuestos dos platos. Creer que Colonnello estaba descalzo y completamente desnudo le redujo el hambre de comida, más aumentó el nivel de hambruna de su libido. 

Entonces el torrente de pensamientos se fue encausando hasta mostrarle una verdad. Maldijo por lo bajo. Esta era la verdadera sorpresa. La consecuencia de rechazar su regalo de cumpleaños era sufrir una espantosa erección por tener a Colonnello casi desnudo cocinándole.

Detalles como éstos eran los que lo volvían loco y le recordaban que en este mundo no había otro sinónimo de perfección sino Colonnello. 

—Suspende la cena, ahora -demandó, en vano el intento de ocultar el tono de urgencia.  

—Este rubio idiota no comprende lo que quieres decir-kora —respondió ecuánime, para el moreno un golpe en el estómago hubiera sido menos doloroso que retornarle sus palabras en este estadio. 

—Tú ganas, no debí insultarte -extendió la mano para alcanzarle el hombro, el rubio retrocedió un paso. Con el movimiento y los centímetros de más que tenía el suéter, la manga cayó suavemente, develando un atezado hombro. 

—Quizá viole algún protocolo al servirte pasta de entrada pero... 

—Lo que quiero es violarte -confesó.

—se compensa con otra cosa, aunque tampoco fui demasiado original -continuó como si Reborn nunca hubiese mencionado la premeditación; tomó ambos platos y pasó peligrosamente cerca del moreno, dando camino al comedor —Trae el vino-kora. 

El arcobaleno del sol maldijo de nuevo para sus adentros, pudo atraparlo en el acto pero la mirada reprobatoria fue suficiente advertencia para omitir ese asalto. Se apresuró a alcanzar la alacena donde guardaba sus mejores botellas, eligió la que su nublado juicio le indicó propicia y entró en el comedor.

Por segunda vez en la noche acribilló a su consciencia por no haber recomendado precaución para no herir al rubio, pues éste sabía cómo cobrar venganza. Las dos sillas se encontraban frente a frente, de tal manera que Colonnello lo aguardaba sentado, con las piernas ligeramente abiertas indicando que él debía tomar lugar pronto.

  Era momento de retomar el control de sí mismo, pensó. Con paso lento, medianamente imponente, se colocó a un lado de la silla, mirando la inmensidad de los ojos azules de Colonnello, esperando una señal de sumisión que no llegó. Al momento en que accedió a sentarse, los ojos propios, negros como el abismo, jugaron la travesura de intentar ver la entrepierna del rubio, pero un tenedor enraizado con pasta se recortó en su campo de visión. Abrió la boca, deteniendo el utensilio un segundo, dejándolo ir sugestivamente, masticando con suavidad. 

—No es suficiente -dijo, después de saborear el bocado. Justificó que sus dientes querían masticar carne y no carbohidratos. 

—De postre habrá pastel-kora -apuñaló la pasta, dio vueltas con suavidad al tenedor. 

—Te quiero a ti –reiteró. Tomó con fuerza el antebrazo de Colonnello para detener la marcha del utensilio a su boca —¿Hasta cuándo me castigarás?

—Ah, pero, cómo es posible, ¿te sientes castigado-kora? ¿En pleno cumpleaños-kora? -sonrió su demonio interno. Con la mano libre recuperó el tenedor y lo dejó sobre el plato, con un gesto exigió su diestra de regreso. Todavía se dio el lujo de respirar profundo en medio de la quietud, soltando un grave suspiro —. No puedes tocarme a menos que yo lo permita-kora -declaró la regla del juego y antes que Reborn pudiera ejercer derecho de réplica, el rubio extendió el pie, lo elevó con cuidado hasta colocar el talón entre las piernas del festejado. Los dedos toparon con el cinturón negro, descendió con una velocidad agonizante, iniciando estimulación insuficiente para saciar la bestia que Reborn ansiaba calmar.  

—Me podría ir y no volver –amenazó.

—Inténtalo-kora -retó. Al momento de ponerse de pie, un nuevo desliz dejó descubierto el otro hombro —, la verdadera pregunta es: ¿te marcharás sin averiguar qué tengo debajo-kora?

—¿Tienes algo?

—Quizá sí, quizá no. No lo sabrás hasta que te dé permiso de deslizar la prenda sobre mi cabeza. 

—"Si pudiera revivir a Schrodinger le metería su dilema por el culo sólo para matarlo"

Si tan sólo  hubiera guardado el estúpido y estereotipado comentario  para una ocasión en que sí se le hubiera acuchillado el orgullo no estaría sufriendo ahora. Aunque su consciencia pudiera hacerle recordatorio cada cinco segundos sobre el error en su comportamiento debía encontrar una salida inteligente a su predicamento.

Era buen episodio para recapitular que cada vez eran mas frecuentes los episodios en que Colonnello hacía gala de técnicas manipuladoras y en mas ocasiones en las que se veía obligado a ceder ante peticiones so pena de quedarse en la sala. Lo orillaba a través de la privación de su sexo. Sin embargo no permitiría que esta oportunidad morbosa se le escurriera de las manos; quiso saber qué tan firme sería el militar respecto a la advertencia de no dejarse tocar.

Las manos fueron directas a los muslos del rubio, o al menos eso intentaron hasta que los gestos de aquél le recordaron lo que debía omitir. 

 —¿Debo suplicarte? -aventuró. La pregunta causó un palpable placer en el rubio. "Seguramente te sientes poderoso, maldito", farfulló el asesino de negro. La luminosidad de esa revelación casi le hace sonreír, pero guardó compostura. Si Colonnello quería verlo débil para aflojarse... bueno, digamos que entre las serpientes hay quienes fingen su muerte como método de supervivencia... o mejor aún, método de caza. 

—Alguien como tú debería estar consciente que mi nivel de resistencia es bajo cuando se trata de ti -moduló el volumen de voz; el rubio se retrepó en la silla inútilmente ocultando la sonrisa por adulación. 

—Si quisieras podrías follarme ahora mismo-kora, ¿a qué le temes-kora? 

—Tu forma de cobrar venganza -respondió recuperando la calma. Otro ardid se fraguó en su vil cabeza de ébano: se desabrochó el mismo el cinturón, bajando el cierre sin apartar la mirada de los ojos azules. Éstos cayeron en cascada a la entrepierna del moreno, notando el abultamiento en la ropa interior. Al quedar expuesta la enhiesta hombría supo que iba por buen camino al ver que el rubio se incorporó con movimientos lentos y quedó a un paso del moreno.   

—Qué lascivo-kora -extendió la mano derecha, dejando que su dedo índice rozara la punta del miembro erguido —¿Está así por mi?

—Cuando te veo seducirme.

—Ah, ¿sólo en eso-kora? -profirió una corta inclinación, lo suficiente para poder amasar el miembro de Reborn entre sus dedos.

—Siempre -se mordió el labio, devorando al militar a través de sus ónices, volviendo a caer en la cuenta que cedía a la presión de ansiar arrancarle el estúpido suéter a Colonnello en lugar de concentrarse en su malicioso plan de victimarse. Música celestial proveniente de querubines benevolentes que al fin mostraban un poco de misericordia: Colonnello se le sentó a ahorcajadas. La sensibilidad de sus muslos confirmó que el calor del cuerpo del rubio le llegaba sin más tela como intermediarios. Ahora seguro que Colonnello estaba desnudo bajo el suéter. Tragó saliva. 

—Tardaste demasiado -dijo en digno tono de reproche cuando por fin pudo tener a su alcance la boca del miliciano. Al apartar los labios, después de un delicioso beso, un hilillo de saliva se empeñó en mantener la unión hasta que fue posible.

—Feliz cumpleaños -le habló al oído, al tiempo en que dirigía por sí mismo el pene de Reborn hasta el tan ansiado recinto. Una penetración húmeda y caliente provocó un instantáneo placer en el moreno, cerrando los ojos para disfrutar la contracción de la cavidad anal de Colonnello. La voz de éste, agudamente sensual, le trajo de regreso con una sonrisa —. Tócame despacio, que tus manos descubran lo que hay debajo —habiendo obtenido el ansiado permiso, las yemas de sus dedos sintieron las rodillas del militar, yendo lentamente hasta poder sentir a plenitud los fuertes muslos a la par que el rubio ascendía y descendía sobre su órgano viril.

El rostro de Colonnello era poesía encarnada. Color carmín en sus lozanas y varoniles mejillas, hebras doradas enmarcando tal deliciosa vista. Eso le hacía olvidar el mundo que intentaba matarlo a través del hastío, de una Familia que lo utilizaba para su egoísta supervivencia. En cambio estando junto a él, podría perderse horas enteras sólo para discutir cuál café era mejor, terminando justo como ahora, unidos sus cuerpos repartiendo suaves caricias. 

–Reborn… -murmuró en un corto gemido. Le pedía más, que cualquier cosa que los hiciera discutir valía derretirla con su calor. El sucio sonido de la carne húmeda de Colonnello impregnando la soberana piel del asesino de negro.

Mientras el rubio ascendía y descendía sobre la virilidad del moreno, éste ocupaba sus dedos, a través de movimientos sutiles, dentro del suéter; al sentir una liga detuvo sus ojos hacia abajo, casi inmediatamente devolviéndolos a los del rubio que tenía picardía desbordada en ellos. Frenó las penetraciones.

–Debes desenvolverlo tú –expresó en tono lacónico. El otro hombre sonrió con plena satisfacción cuando apreció, al elevar el suéter hasta la cintura, que el miembro erguido de Colonnello estaba adornado con un listón rojo que iba alrededor de sus testículos, subía hasta su cintura y entre las coquetas vueltas, un encantador moño.

–Dime si hay en este mundo existencia más perfecta para mi –con abrupta fuerza jalo el cuello de la prenda, para morder los labios de su regalo; con sus enérgicos brazos lo cargó y dejó sobre la mesa, le subió los talones a la madera a fin de las piernas formaran hermosos arcos. Volvió a besarlo en la boca, partiendo de allí hacia abajo, lentamente. Con su lengua saludó efusivamente el ombligo del militar hasta dejarlo perlado de saliva.

Cuando su perniciosa boca llegó a la meta, Colonnello se sintió estremecer por completo gracias a la felación gozosa y desesperadamente anhelada. La saliva y el pre-seminal ya sucedían hasta encontrar una breve oposición en el listón, hasta el inevitable desborde. Al tiempo que el pulgar del moreno esperaba ese líquido auxilio para tentar la entrada que ardía en la expectación de contraerse y cernirse sobre el bien dotado miembro. En la fascinación del cumpleañero por cuanto al placer carnal, se encontraba en primeros lugares la manera en que los crispados dedos de Colonnello casi le arrancaban el cabello; ello le indicaba el goce de su amante y el ritmo necesario para llevarlo al clímax.

Acaecido esto último, el grito del rubio vibró la habitación, arqueada u espalda hubo un fugaz momento, al cruzarse sus miradas, que en silencio se prometieron cientos de cosas. Esa muda complicidad era la evidencia que embonaban el uno en el otro.

Sin dar mas tiempo al descanso, Reborn dirigió una nueva intromisión.

–Espera… por favor –suplicó con los ojos vidriosos, como si estuviera preso de una lujuriosa fiebre que emocionó mas al moreno, propiciando una negativa a la petición.

El militar en la reminiscencia del orgasmo no pudo erguirse, sólo dejarse hacer, pero para reanimarse contaba con los indómitos besos de su dueño. Un furioso vaivén con sus caderas como danzantes. Al estar así de juntos y pegándose con tal ánimo, la mesa comenzó a cambiar de sitio.

–Me corro –gruñó Reborn; en su éxtasis mordió, con saña, la piel a su alcance, siendo el hombro de Colonnello el ganador de la marca –. Todavía no –advirtió, llevándolo hasta la alfombra –, continúa con lo que empezaste.

–Bestia-kora –se quejó al mirar la herida en su piel. El índice del moreno le tocó la barbilla para atraer su atención.

–Móntame entonces y trata de domarme –desafió.

–Pan comido-kora –replicó.

–Sólo falta un detalle –rápidamente quitó el listón de la cintura de Colonnello para atarlo en el miembro de tal manera que le impidiera correrse hasta que fuese desecho –, si logras que me corra primero tú ganas.

Ni siquiera se detuvo a pensar en el premio que dicho hipotético acarrearía; sólo sentía la espantosa presión sobre su erección. Cayó en la cuenta que los papeles se habían invertido, ¡maldita sea!, pero no se rendiría pronto. Tenía que recuperar el timón. Masajeó el órgano viril del moreno, bombeándolo y dando inteligentes giros de muñeca.

Probó colocar su cara frente la hombría ajena, al mismo tiempo que la propia quedaba frente el rostro de aquél. Con la boca comenzó a trabajar a lentitud, dejando uno que otro beso en la punta y dejando escurrir de su saliva para lubricar el objeto de su empresa.

En ello esperaba que Reborn colara los dedos en su cavidad anal y cuando arribase ese instante… sintió un dígito dentro y en respuesta automática metió la punta del miembro, primero jugando a pasar los dientes y apresarlo con ellos. Su plan ya lo regocijaba porque causaría el desequilibrio en la concentración de Reborn.

Todo eso formaba parte del plan. En el segundo que la mano del moreno estuviera pronta a reprenderle, Colonnello usaría sus labios para evitar el roce de los dientes… un segundo para respirar profundamente e introdujo todo el órgano en su boca, hasta sentir le chocara en la garganta.

El asesino de negro maldijo con ímpetu.  

–Tú ganas.

Reborn acompañó los dedos de Colonnello, el sonido húmedo deleitó sus oídos a la par que le complacía sentir la calidez del oscuro recinto del rubio. Respiró profundamente, dejando libre el aire hacia la oreja de Colonnello. Poco a poco redescubriendo las zonas sensibles de su amor… ¿por qué definirlo así? ¿por qué dotarlo de tan peligroso don? Lo valía. Un millón de muertes bien valían con tal de tenerlo junto a él regalándole su aliento para desdibujar los contornos de su piel.

–¿Dónde aprendiste a torturar a través de la ansiedad?

–Tú me enseñaste y mira –introdujo un poco mas los dedos –esto es lo que resulta, tu lugar favorito está ansioso de recibirte.

–Ese no es mi lugar favorito –contradijo seriamente, causando que Colonnello lo mirara con expectación –, este sí –con la mano libre le atrajo por la nuca para besarlo y así superar su hambruna.

Lo envolvió con sus brazos, dejó caer la cabeza en el hombro lastimado del miliciano.

–¿Recuperas el aliento-kora? –cuestionó con suave voz –, podemos hacerlo de nuevo, si quieres.

–No eres sólo un amasijo de carne –levantó la cara para afirmar su declaración a través de los ojos –, eres y serás mi platillo fuerte de disfrute, pero no sólo por esto –sus manos bajaron sensualmente por la espalda del rubio, deteniéndose en los glúteos.

–¿Esta es la parte en que alabas mi existencia-kora?

–Es la parte en que te llevo a la cama y te quito ese estúpido suéter… para la próxima sólo deja el moño –desplegó los labios en una diabólica sonrisa.

 

+ : : FIN : : +

 


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