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La noche en cuestión por AccumbensHM

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Notas del fanfic:

Hola, amigos. Este fic fue subido hace mucho mucho mucho tiempo, por la cuenta HeartaMess. No, no me lo estoy robando, soy yo :) sólo que borré los fics de la cuenta. Perdí todos mis rw y vistas, lo que me dejó muy triste pero bueno.

Iré subiendo capítulo por capítulo, no pienso cambiar nada por si hay alguien que lo leyó o alguien nuevo...

Espero que les agrade y muchas gracias por leer

La noche en cuestión

 

Dicen que no has vivido hasta haber asistido a una de las fiestas privadas de la compañía Newgate. En el gran salón de la casa de retiro se estaba llevando a cabo la más grande de todo el año: el nombramiento de un nuevo comandante de división.

 

La música resonaba con alegría, los hombres bailaban  sobre las mesas derramando sus tarros llenos de cerveza, sake, vodka, vino, cualquier bebida al alcance de la mano. Platos rebosantes de comida eran colocados para segundos después quedar vacíos. Había pato, lechón, ensaladas, pescado horneado, asado, salteado, sushi, pan al vapor, en fin, era un festín digno de recordarse. El capitán de esta industria, Shirohige, no escatimaba en gastos. Todos los empleados recibían la invitación semanas antes, desde el conserje más humilde hasta el comandante de la primera división, su mano derecha.

 

El mismo Shirohige observaba sonriendo desde su gran silla conectado a con puntas nasales a un gran tanque de oxígeno, en verdad no esperaría perderse ese día por muy delicada que fuera su situación. Para él, aquellos no era sus empleados, esas personas eran y siempre serán, su verdadera familia. Un cálido sentir inundó su corazón, había valido la pena todo el esfuerzo y el trabajo. Recordaba ahora con nostalgia aquel pequeño bote que robó y los hombres que decidieron seguirlo. Ahora estaba a la cabeza de la compañía mercantil más grande, dominando así el comercio marítimo dentro y fuera del continente.

 

A su derecha, con una mesa para ellos solos, estaban sus 16 comandantes, sus hijos más queridos. Sobre la mesa Ace bailando junto con el festejado. Haruta, un menudo muchacho que había confundido por niña la primera vez había obtenido el título de comandante de 12° div, ahora Ace no sería el más joven. Si se vieran a todos los muchachos separados parecerían un montón de fenómenos pero juntos, tomando y riendo de esa forma no eran otra cosa que familia. Así pasaron las horas

 

- Oooe Haruta! – Le picó la mejilla Vista que había perdido su elegante sombrero de copa hace algunas horas – Despierta muchacho. – agitó su hombro pero no hubo respuesta

 

- Déjalo dormir – le distrajo el pecoso con el rubor propio del alcohol – es  su primera fiesta, se le perdona que haya terminado así – dijo dándole el último sorbo a la botella que llevaba en la mano. Eran poco más de las tres de la mañana y el salón comenzaba a vaciarse salvo por su gran mesa.

 

- No lo dejaran ahogado aquí ¿o sí? – la gruesa voz de Izo contrastaba con su carita blanca y el elegante kimono rosa para la ocasión. – El nuevo aún no tiene su propia habitación en la casa de Padre. Su familia se preocupará si no regresa a casa – sonrió de lado murmurando sarcásticamente “Familia”. Balanceo elegantemente la copa de vino que sostenía en las manos.

 

- micarro… está adosh cayesh deee aquí – despertó el aludido de repente. El cabello castaño alborotado caia sobre sus ojos y sus palabras se barrían por pasarse con la bebida. Calló de cara sobre la mesa de nuevo.

- Yo lo llevó – se ofreció Marco

- Voy contigo. También necesito caminar. – le acompañó Ace en perfecto estado. Era necesario beber más, mucho más, para lograr tirarlo. El rubio le guiñó un ojo con su media sonrisa a lo que el otro respondió volviendo la mirada.

 

Se colocó a Haruta sobre los hombros y se dispusieron a salir. La mansión estaba en una calle poco transitada, la madrugada era más obscura de lo normal y apenas se veían estrellas en el cielo. El fresco del viento les sentó bien a ambos para despejar la cabeza.

 

- ¿Y? – mencionó el mayor para hacer la plática a la par que sus dedos rozaban sutilmente la mano de Ace – ¿Ya te sientes mejor?

 

- Bromeas?! – entrelazó sus dedos, devolviendo una sonrisa inocente – Apenas estábamos empezando! Recuerdas MI nombramiento? – preguntó acercándose peligrosamente a su cara – Esa sí que fue una fiesta! La resaca me duró toda una semana! – reía como si aquello fuese un logro

 

- Claro que lo recuerdo – jaló su cuerpo y lo abrazó por la cintura – Me invitaste a bailar, apenas te podías sostener en pie y … murmuraste algo a mi oído. – espió de reojo la reacción del pecoso y cómo su cara se coloreaba de ese tierno tono carmín.

 

- Sí…. Bueno. Me faltaba valor… para decirlo… ¡No tienes que echármelo en cara cada vez que lo recuerdas! – gritó el chico empujándolo del hombro para apartarlo.

 

- Vale, que tú has sacado el tema – se burló. Ya estaban frente al único carro de la calle, seguramente unas horas antes todo el lugar estaba abarrotado de carros hasta en doble fila. – Pequitas, dejaré al muchacho y regreso.

 

- Ee.. está bien. – miró al cielo con la mano en la nuca tratando sin suerte de ocultar su nerviosismo. – Los chicos deben de seguirla hasta mañana, creo. Jozu e Izo siempre terminan tarde y es divertido escucharlos filosofar de la vida, podríamos quedarnos hasta que Padre pase el desayuno para crudos… -- los nervios lo estaban haciendo hablar muy a prisa.

 

- Podriamos… - Marco sonrió de lado, después de colocar al inconsciente Haruta en la parte de atrás. Las pecas de Ace sumadas a su nerviosismo le daban ese aspecto infantil y seductor. – O podríamos pasar… tiempo juntos. Hace meses que no te veo. – alcanzó a acariciar su mejilla con el dorso de la mano.

 

- Podriamos… - respondió antes de levantar su cuello y alcanzar sus labios. Fue un beso rápido y tierno antes de separarse sonriendo de forma pícara – Te espero.

El auto arrancó y se perdió en la obscuridad que cubría la calle. Ace dio vuelta y emprendió el camino de regreso a la gran casa de su Padre, sumido en sus propios pensamientos.  En efecto, hacía más de un año que había confesado sus sentimientos a la piña con patas. Lo había admirado de lejos desde que lo vio y le ofreció ayuda, cuando recién había sido adoptado por Shirohige como un hijo más.

 

“Me gustas y te quiero. Y te querré siempre” Sus palabras resonaban en su cabeza haciendo que el color regresara a sus mejillas. No estaba borracho, ni tampoco era que no se podía sostener de pie ese día. Era que estaba tan nervioso, incluso después de armarse de valor por el alcohol, que sus piernas temblaban. Se dejó caer entonces en sus brazos esperando lo peor y, para su fortuna, Marco había besado su frente, lo había estrechado más a su cuerpo y terminó de bailar en silencio.

 

- Tranquilo, Ace, pareces una quinceañera enamorada – se regañó a sí mismo en voz alta. – Lo quieres? Sí – se preguntaba y se respondía a sí mismo para acabar con sus nervios y poner las cosas en claro – Han salido más de un año… Lo que tenga que pasar… pasará! No es como si tú tampoco lo desearas, o si? … Crees que él sea virgen? Claro que no! Es decir, no pareciera que lo fuera, es bastante mayor. Podría preguntarle? Pero no es como si me interesara realmente. Lo que sí me interesa es… que papel… crees que… quiera? – Afortunadamente no había nadie cerca para ver su rostro de color tomate – Que!!! Dicen que eso duele mucho!! Aunque… Marco no me lastimaría verdad? No creo, después de todo, el dijo que te amaba. – una media sonrisa se dibujó en sus labios.

 

Tenía la vista clavada en los pies. Escuchó una puerta abrirse a su derecha en la calle. No tuvo tiempo de voltear. Una mano que le cubría la mitad de la cara lo jaló hacia atrás, la otra se abrochó de su cuello; sus pies se separaron del piso. La puerta se cerró y el motor recuperó su marcha.

 

La banqueta vacía fue lo ultimo que vio antes de que una bolsa de tela negra se abrochara a su cuello. Soltó un codazo para liberarse de la mano que le ahorcaba. El espacio era reducido y muy poca luz le guiaba, la suficiente para reconocer al conductor. Apenas se liberó, saltó hacía él, hizo una llave china a su cuello abrazando también el asiento frente a él. La camioneta coleó perdiendo el control

- ¡Hijo de puta! Detén el auto. ¡Ahora! – gritó Ace, apretando un poco más su garganta contra el respaldo del asiento. Frenó. Escuchó cómo las llantas se amarraban a la acera.

 

El hombre empezó a jadear, luchaba por pasar aire, pero el pecoso hecho una furia apretó aún más. Escuchó cómo el segundo hombre se levantaba. Un golpe sordo, metálico, le obligó a soltarlo. Ace sintió cómo el suelo se movía, sus ojos vibraban, incapaz de enfocar algo. Lo aprovecharon para tirarlo de espaldas. ¿qué era eso? ¿una pala? La sintió caer de nuevo sobre su pecho sacándole todo el aire.

 

La camioneta arrancó de nuevo.

- Maldito! Contrólalo!! – el conductor le gritó al segundo hombre con la pala. También había pánico en su voz.

 

Le obligó a levantar los brazos sobre la cabeza. El hombre pesaba horrores, era muy voluminoso y dejaba caer todo su peso sobre su joven cuerpo. Ace trató de impulsarlo con las piernas pero estaban atoradas a ambos lados.  Antes de que comenzara a atarlo el muchacho se impulsó para morderlo. No sabía qué trozo de carne tomó pero sintió como rápidamente la boca se le llenaba de sangre.

 

El gordo gritó y pudo liberar una de sus manos. Soltó un puñetazo en la cara guiándose por el sonido de su alarido. No necesitaba sus ojos de momento. Sintió cómo la nariz se le hacía pedazos bajo su puño. Liberó su otro brazo. Soltó otro golpe y otro y otro, uno tras otro hasta que sintió los puños sangrantes sin saber si era suya o del contrario. El hombre calló de espaldas y se liberó las piernas. La camioneta seguía avanzando. Aprovechó el poco tiempo libre para llevarse las manos a la cara y desgarrar la tela que lo cubría pues le faltaba el aire y su cabeza sangraba por el único golpe que recibió

 

Miró a la ventana, todo era obscuro e irreconocible. Miró a su atacante que estaba en el suelo de la camioneta cubriéndose el ojo, con la poca luz de las lámparas que pasaban a toda velocidad sólo se podía ver el carmesí brillante que cubría todo su rostro. Pero del conductor pudo notar una opaca cabellera roja.

 

- Detén el auto ahora!! – gritó de nuevo

- Niño, me has causado más problemas de los que imaginé – comenzó a reir. Una risa macabra que jamás olvidaría. – Pero si quieres, eres libre de saltar – le retó con la mirada

 

Miró de nuevo por la ventana. Se encontraban ahora en una carretera bordeada de bosque a las afueras de la ciudad. ¿cómo lo habían cruzado tan rápido? Ni siquiera se veía con claridad el pavimento de lo rápido que iba.

 

Un estruendo le hizo volver la vista al gordo. Todo pasó rápido, demasiado rápido. Cerró los puños para irse sobre él pero una punzada le detuvo. Ace jaló aire pero le fue insuficiente. La punzada crecía en intensidad hasta obligarlo a doblarse para respirar. En el centro del pecho, justo donde las costillas se separan, tenía el comienzo de un río que se deslizaba por su vientre empapando su camisa. Era cálido, tibio, viscoso. No sentía en sí dolor, eran más unas ganas horribles de respirar sin conseguirlo.

 

El hombre frente a él sonrió mostrando los dientes. Asestó un solo golpe en la boca del estómago. Ace gritó, esta vez de dolor. Se dobló hasta quedar de rodillas. La sangre corrió con más fuerzas, jadeo de tan fuerte que intentaba respirar. Sus manos estaban cubiertas de aquel color negruzco. Sus ojos perdieron nitidez y poco a poco se fue sumiendo en una neblina que le impedía enfocar.

- ¿Serás un buen niño ahora? – preguntó con sarna en la voz. Ace lo miró hacia arriba. Apenas podía respirar, sería una estupidez intentar pelear de nuevo, estaba armado y tenía todo en su contra. Escuchó cómo se cortaba un nuevo cartucho al cargar el arma. Sus ojos se abrieron como platos y empezó a temblar. – Abre – le ordenó colocando la pistola a la altura de su boca. Ace volvió a mirarlo, asustado. – ¡¡Que abras!! – gritó a la par que golpeaba su cien con el mango tirándolo al suelo.

 

Le jaló del cabello e introdujo el metal en su boca sin miramientos. – Yo te recomendaría que no te movieras mucho, bonito – Ace comenzaba a cerrar sus puños para golpearlo cuando comenzó a moverlo frenéticamente dentro de su boca. – Podría haber un accidente. Podría írseme un tiro. – empujó la pistola un poco más provocándole una arcada.

 

- - - - - - - -

Marco estacionó el auto junto a la puerta, no es como si fuera a regresar a pie ni que Haruta lo fuera a necesitar. Se bajó y abrió con sus propias llaves, todos los comandantes tenían las propias para entrar a la casa de Shirohige, su casa. Antes de pasar al salón pasó su mano por su cabello para intentar aplacar los necios cabellos rubios que le dieron el título de Piña. ¿Para qué mentir? Estaba nervioso.

 

Sus 13 nakamas seguían reunidos, tomando, riendo y bailando. Padre hacía tiempo que había subido a su cuarto muy a su pesar pero había cedido a las peticiones de los “pequeños” preocupados por su salud

 

- Marco!! – Curiel le recibió con un tarro de cerveza en cada mano que quedaron vacíos al instante -  Te lo has perdido todo! Kingdew hizo su imitación de HeMan – todos estallaron en carcajadas. Marco solo sonrio de lado. Buscaba con la mirada y comenzaba a ponerse nervioso porque cierto pecoso no aparecía en ningún lugar.

- ¿Dónde está Ace? – preguntó una vez que se callaron todos.

- ¿Qué no estaba contigo? – Izo fue el único que detectó el tono preocupado de su voz.

-¿Qué quieres decir? El regresó hacia acá… No vino conmigo a dejar Haruta. Me acompañó al auto y regresó – el silencio se hizo en el salón. Con todo lo que habían tomado, fue como si el alcohol se hubiera evaporado de su sistema. Tomaron sus armas que jamás dejaban solas y se encaminaron a la puerta.

 

14 muchachos salieron armados a las 4:40 de la madrugada en busca de un muchacho pecoso.


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