Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Té de rosas por lpluni777

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada.

El segundo capítulo es una edición del primero, no una actualización. Tanto si lo leíste antes como si no, recomiendo directamente leer el segundo.

Té de rosas

 

 

Cuando Afrodita se encontraba sólo, rodeado del aroma del nuevo veneno que probaba en sus rosas y lo único que conseguía escuchar, aunque fuera en la lejanía, era aquella vieja radio que encontró en el sótano de aquella choza cercana a su Casa, la primera vez que lo hizo fue porque estaba cansado de procrastinar en su Templo y más tarde porque el lugar parecía tener más aparte del polvo y chatarras que ofrecía a plena vista (el mismo sótano era una prueba de ello); en esos momentos de soledad Afrodita se preguntaba cómo sus compañeros podían pasar cada día de pie en la entrada de sus propios recintos sagrados, aguardando por algún enemigo que no llegaría. Y aún si lo hiciese, ellos lo notarían con medio día de anticipación, quedarse a vigilar le parecía estúpido al guardián de Piscis quien se excusó aquél día, como ya venía haciendo desde hace unos meses, dejando en las escaleras sus rosas más letales como reemplazo de su presencia.

 

Uno de su compañeros, el Escorpión, era quién más se escabullía fuera de las Doce Casas, pero aún cuando hacía aquello, no era frecuente y siempre regresaba seguido por algún Caballero o guardia de menor rango con el que al parecer había tenido una «Tonta discusión sin importancia» como solía explicar ante el Patriarca.

 

Uno de esos días, cuando Piscis sintió la presencia del octavo Caballero desaparecer, bajó a su Casa (agradeciendo silenciosamente a Atenea que Shura no le cuestionase al pasar Capricornio) y se plantó en la entrada del Templo ajeno, pensó que desde allí podría ver aquello que irritaba tanto al Escorpión como para salir a buscar pelea. Pero tras un par de horas sin encontrar nada, desistió, y cuando se dispuso a regresar a su propia Casa frenó en seco pues había un aroma en aquél lugar, intenso, casi tanto como su veneno, pero mucho más dulce. Encontró un pastel de manzana casero, que no lucía para nada comestible pese al buen olor que emanaba de él.

 

Aquél día Piscis bajó al pueblo para comprar manzanas y regresó a la choza tras su Templo para buscar aquellos frascos y artefactos que se hallaban allí. Le tomó una semana conseguirlo, pero con el sacrificio de unas decenas de manzanas y habiendo conseguido generar rosas, sin aroma aunque no pudo retirar el veneno, que plantó (en un rincón alejado de las otras) una vez logró hacer que éstas oliesen a manzana.

 

La siguiente ocasión en que Milo pasó hacia el Templo de Atenea, discutiendo con otra persona, el octavo se detuvo un momento y el doceavo notó como la vista del griego se dirigía por un momento al grupo de rosas nuevas. En su camino de vuelta, Escorpión le cuestionó si podía llevarse algunas, y aunque Piscis se sintió halagado, contestó que no, pues las rosas seguían siendo venenosas, quizás no un gran peligro para un Caballero de Oro, pero venenosas aún con esas. Las personas no obsequian veneno.

 

Quizás se volvió un hábito suyo, uno que no sería muy apreciado si sus compañeros se llegaban a enterar del mismo. Aunque la próxima vez en que ocurrió, fue más bien una casualidad, pues él simplemente estaba regresando del entrenamiento un poco antes que los demás y el olor que invadió sus fosas nasales en Leo le fascinó.

 

Así, por culpa de un león cafeinómano, unas rosas con aroma a café con crema vieron la luz del día. Más tarde fue el turno de unas que apestaban a cítricos a causa de unos dulces de Aldebarán; entonces unas con eucalipto por el nuevo detergente de Capricornio; y finalmente otras despedían un fuerte olor a azufre, aunque esas las preparó para alardear un poco con Cáncer.

 

De todos los Caballeros presentes en el Santuario en la época, solo le restaba uno, pues él mismo ya había aceptado que el aroma de su veneno no se marcharía de su Templo por más empeño que pusiese; las personas solían decir que olía a rosas, pero él no era realmente capaz de distinguirlos.

 

Así que intentó prestar atención a algún momento en que Virgo se marchara de su Templo. Mas ese momento parecía no llegar.

 

Porque sí, al igual que con el Escorpión, el Pez no se había atrevido a invadir las Casas de sus compañeros con éstos presentes, aún cuando sabía que realmente no le prestarían atención… Con Shaka igual, no se enfadaría porque Afrodita parase un momento en su Templo, el motivo por el cual no se atrevía a ir así como así era el aroma característico de la Casa de la Virgen: Incienso. Éste no era el favorito de Piscis, así que estaba dispuesto a encontrar algo mejor, el problema recaía en que para ello debía indagar en el sexto Templo y aquello podría molestar a su Custodio. Algunos pensarían que es ridículo, tener miedo de alguien años menor a ti mismo, pero Afrodita no quería meterse en problemas con el hindú… Piscis era joven, pero no estúpido.

 

Olfateando una de sus rosas de café el Pez realizó una cosa, o mejor dicho un lugar, que se encontraba en Virgo y por el cual Shaka no requería salir de su Templo para estar fuera del mismo. La habitación de los Sales Gemelos. Con todo el coraje que el nórdico pudo acumular se dirigió a la sexta Casa, esperando que ese día un rayo de suerte le cayese encima.

 

Pero entonces, tras encontrarse al sexto Caballero en medio de su Templo (no era algo inusual) mientras bebía una taza de té (eso era algo que Afrodita nunca vio: al otro bebiendo relajadamente en vez de meditar), el doceavo notó algo al instante, los sahumerios de incienso se hallaban apagados pues el aroma no era tan abrumador en ese momento como solía serlo.

 

Piscis se acercó a Virgo y el más joven dejó de beber.

 

-¿De qué es el té?- Era extraño para el Pez que el líquido no produjese ningún aroma, incluso el té más básico despedía alguna esencia y su nariz era capaz de captarla, pero la infusión de Shaka no lo hacía, bien podría haber pasado por agua si no fuese por el color rojizo. El rubio arqueó una ceja.

 

-Buenos días Caballero de Piscis- Afrodita bufó -… Puedes probarlo tú mismo- El hindú bajó su taza y el sueco notó entonces a la acompañante vacía sobre la baja mesita de madera.

 

-¿No es más sencillo si-

 

-No está envenenado Afrodita, tan sólo pruébalo- Como el rubio pareció volver a concentrarse más en su bebida que en la «conversación», el mayor se resignó.

 

El Pez llenó la otra taza hasta la mitad y después de olfatear más de cerca, con la esperanza de conseguir un aroma que pudiese relacionar con Virgo, volvió a caer en la cuenta de que no lo conseguía, no había nada de especial o diferente para él en la infusión. Lo bajó de un trago y aunque se hallaba caliente no hizo ni una mueca, pues el sabor sólo le reafirmó una cosa.

 

-Shaka… Este té no tiene sabor- Quizás fuere la imaginación del nórdico, pero creyó notar algo parecido a una sonrisa en el rostro del otro muchacho antes de que éste colocara una mueca de confusión, inclinando la cabeza hacia un lado y todo.

 

-¿De veras? Supongo que coloqué muy pocas rosas, lo lamento, es la primera vez que intento esta infusión… Esperaba que te agradase- Afrodita sintió un tic en su ojo izquierdo.

 

-¿Rosas? ¿Té de rosas?- El hindú asintió -… ¿Por qué?-.

 

-Has estado bajando de tu Casa con frecuencia, no es que me moleste en demasía, aunque sea una falta contra tus deberes de Caballero, tan sólo pensé en invitarte algún día si volvías a bajar- Piscis frunció el entrecejo.

 

-Podrías haber preparado algo que supieses hacer de antemano sí planeabas hacer eso- Ahora, aunque no llegó al extremo de abrir los ojos, el otro lucía sorprendido.

 

-… Además extrañaba tu aroma, Afrodita- Continuó Virgo.

 

Ambos se quedaron en silencio un buen rato, Shaka no era alguien de muchas palabras de por sí, por lo que en aquellos momentos se las arregló para no lucir incómodo en lo absoluto pese a lo que acababa de pronunciar… Eso era «Una confesión, ¿no es así?».

 

-No puedo oler las rosas Shaka, no asocio su aroma a cosas buenas y tú tampoco deberías-.

 

-Nunca he dicho que lo asociase con algo bueno, tan sólo, se sintió extraño que un día dejase de aparecer aquél rastro de olor que siempre dejabas atrás, aunque fuese opacado por el incienso a las pocas horas; el tuyo es un aroma fuerte, Piscis-.

 

Afrodita procesó esas palabras por algún rato, pero no consiguió llegar a una conclusión concreta, así pues decidió continuar con algo que el otro seguro no se esperaba.

 

-Sabes que podemos dejar el Santuario por unas horas mientras aún haya tres Caballeros presentes en éste para custodiar- Fue más un recordatorio que una pregunta -He oído por parte de los novatos que el mes pasado una tienda de bebidas nueva realizó una inauguración… He estado pensando en bajar a echarle un ojo- Shaka ni se inmutó.

 

-¿Me está invitando a que vaya contigo?- «No me harás pregonarlo» Pensó el mayor.

 

-Yo sólo decía… Gracias por el té, aunque no fuera tan agradable… Supongo que fue un gesto- Uno de los pocos que el sexto Caballero había realizado para con él, por lo cual aunque no fuera uno lindo, sí que lo apreciaba.

 

Ninguno se despidió aquella tarde, Afrodita simplemente se marchó de regreso a su Casa después de recoger el casco que había dejado a un costado suyo en el suelo.

 

 

 

Al día siguiente Piscis pensó que ya no tenía sentido posponer su visita al pueblo para visitar aquella tienda, por lo que no se molestó en portar su armadura y simplemente comenzó a descender las escaleras una vez que se vistió.

 

No fue demasiada su sorpresa al encontrar a Virgo en condiciones parecidas a las suyas, «aguardando» por él en la entrada del sexto recinto. Compartieron un saludo y comenzaron a bajar la bajar las Casas restantes sin conversar demasiado, también saludando a sus demás compañeros en el camino.

 

Una vez fuera de las doce Casas, Afrodita consiguió captar algo, algo que se sorprendió de no haber notado previamente...

 

-Apestas a jazmín Shaka- Soltó cómo si nada y el otro Caballero lo observó, literalmente, pues por un instante abrió los ojos, pero los volvió a cerrar enseguida.

 

-Es mi té favorito, mi especialidad, podría decirse- El rubio retomó su compostura.

 

-¿Acabas de tomar té aún cuando estamos dirigiéndonos a una tienda de brebajes entre los cuales, más que seguro, hay tés que nunca has probado?- Una vez más, probablemente fueran imaginaciones del doceavo Custodio, pero el sexto lucía avergonzado -… Invitame a una taza de tu especialidad, si nuestra cita de hoy sale bien, ¿de acuerdo?-.

 

-De acuerdo- Accedió el hindú.

 

 

 

Una semana más tarde, Afrodita hizo algo nuevo después de tomar el té de jazmín con Shaka, que por cierto era delicioso; bajó al pueblo una vez más, en aquella ocasión para comprar semillas de jazmín, las cuales plantó en el extremo de su terreno, asegurándose de que el veneno no fuese lo suficientemente fuerte en aquél sitio cómo para matar a las nuevas plantas.

 

Con suerte y cuidados de vez en cuando, crecerían fuertes y preciosas.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).