Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Varado por Eruka Frog

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Disclaimer: Naruto no es mío y no pretendo lucrar con el producto.

 

Preludio:

Mis opiniones acerca del embarazo adolescente, el aborto y todo lo relacionado a ello no están vertidas aquí, las opiniones de los personajes reflejan la verosimilitud de la ficción de esta historia.

No me gusta todo el mundito omegaverse, o doncel, me parecen innecesariamente tediosos, así que en esta historia se da por hecho que algunos hombres pueden gestar bebés, otros no, y no me meto demasiado en asuntos anatómico-fisiológicos porque no me parece necesario.

Advertencias:

-Este es un AU, tiene muchísimo OoC, principalmente con Sai y Gaara.

-En casi todas mis historias, Kurenai es la madre biológica de Sai, esto no tiene ninguna lógica, pero mi buena amiga Arandanofea me lo metió en la cabeza con una de sus historias (hace casi diez años)  y desde entonces para mí es como que lo natural.

-Sai le dice Cerecita a Gaara, esto ha sido así desde mi primera historia sobre ellos.

-El apellido de Sai es Amane, tampoco tiene lógica, fue un apellido random que surgió cuando comencé  escribir de él y necesitaba un apellido. Recuerdo que estaba viendo Vampire Knights, uno de los personajes se llama Kamane o algo así, le quité la K y eso fue todo.

 

Esta historia contará de tres capítulos algo largos, uno por cada trimestre, espero actualizar al menos uno al mes, pero como digo, los tengo pensados para que sean bastante largos (a lo que suelo acostumbrar).

 

 

Notas del capitulo:

Esperoque lo disfruten =D

I

Miró los resultados de sus exámenes de laboratorio sin amargura, no decían nada que él no supiera ya, deducido a partir de los síntomas que había presentado durante el último mes. El medico lo miraba con un rostro serio, evidentemente esperaba que comenzara a asustarse o mostrara signos de sorpresa, pero aquella consulta era la primera de muchas, ya tendría tiempo para saber que Sabaku no Gaara nunca se asustaba ni sorprendía.

 

Un embarazo no deseado no sería la excepción.

 

-Desde luego, dado el tiempo de gestación actual, todavía te quedan opciones –le dijo con voz que pese a la seriedad no dejaba de resultar confortante –puedes detener el embarazo, eres menor de edad y necesitarías la aprobación de tus padres, pero quiero que sepas que es una opción.

 

Pensó en sus padres, ellos definitivamente le instarían a hacerlo, pero aunque él era bastante radical en sus opiniones, lo cierto es que nunca se había planteado abortar. Sabía que era un hombre que podía concebir desde entrada  la adolescencia, pero aquello nunca le había generado un cambio en su vida. Hacía un tiempo que en su clase habían hablado sobre el aborto y la polémica moral detrás de éste, y él había permanecido neutro, pensando que cada cabeza es un mundo. No obstante, ahora que estaba en la opción de elegir, se daba cuenta de que cada cabeza es un mundo, sí, pero ahora había dos mundos dentro de su cuerpo, y él no tenía derecho a matar a uno de ellos.

 

-Nos veremos dentro de una semana, para comenzar con las consultas como tal –le dijo por último el galeno, una vez le hubo manifestado su tajante decisión.  

 

Al salir del consultorio, bajó un poco los hombros. Que supiera que el aborto no era una opción y aceptar como si nada un futuro bebé, eran cosas muy diferentes. Tenía diesiete años y formaba parte de una familia conservadora en una comunidad todavía más conservadora, y aunque las opiniones de los demás siempre le habían parecido cuando menos poco interesantes, sabía que lo iba a tener difícil a partir de ese día. Le gustaría culpar a esa noche de desenfreno en la casa de su amigo Naruto, donde todos tomaron hasta desfallecer o, en su caso, tirarse a la persona menos indicada.

 

Pero no podía culpar ni a esa noche  ni al idiota del que ahora estaba preñado.

 

Sasuke y él solo habían tomado en exceso, y sólo habían pasado esa noche juntos como una expresión de deseo, y sólo habían olvidado utilizar protección porque ambos eran jóvenes y estúpidos, demasiado embriagados de placer y alcohol como para preocuparse por algo tan banal como el sexo seguro. Sólo eran dos niñatos tontos que habían cometido un error.

 

Sólo dos hijos de puta que habían hecho la marranada de engañar al Ser Humano más bondadoso del puto planeta.

Naruto.

 

No estaba seguro de como se lo estaría tomando el rubio o si éste ya lo sabía, pues apenas unos segundos después de dejar el consultorio, le había mandado a Sasuke un mensaje sencillo: “confirmado”. Ya lo había hablado con Sasuke y aunque éste había dicho sin escrúpulos que de ser cierto le sacaría al bebé de las entrañas de ser necesario, sabía que en el fondo lo decía por miedo. Nunca le haría algo así ni aunque eso significara arruinar su relación de toda la vida con el amor de su vida, porque pese a todo ambos eran amigos también y Sasuke había crecido en una familia todavía más conservadora que la suya.

 

Se sentó en una de las bancas fuera del hospital, pensando en cuál sería la forma menos indolora de enfrentarlo a sus padres. No quería hacerlo de frente, no por miedo, sino porque en realidad hacía años que no los consideraba importantes en su vida y se aburría bastante con ellos. Le dirían cuan decepcionados estaban, nada que no le hubieran dicho desde que tenía memoria, pero también le echarían en cara que debido al escarnio, el compromiso de su hermana con una de las familias más influyentes de Konoha corría peligro.

 

Sus hermanos lo apoyarían, podía sentirse bastante irritado con lo sobreprotectores que podían ser, pero apreciaba lo mucho que ellos hacían por él y cuánto se preocupaban. Por eso no quería meterlos en problemas. Por apoyarlo, Kankuro sería capaz de llevárselo fuera de su hogar, y su hermana mandar al infierno su boda si era necesario, y no quería coartar la vida de sus hermanos de la misma forma que una noche de embriaguez se la estaba coartando a él.

 

En la escuela también tendría problemas. La política estudiantil era ambigua respecto a los embarazos prenupciales, pero estaba seguro de que si no lo expulsaban a la fuerza, encontrarían el modo de hacerlo renunciar a ella. Supuso que sus brillantes notas, como en muchas otras ocasiones, no lo ayudarían en nada.

 

-Gaara –llamó alguien a su espalda. Si hubiese estado de pie, seguro se habría caído al mirar a la única persona en la que no se había atrevido a pensar desde que sospechó de su estado -¿Estas bien? –interrogó, al hacer una mueca de incomprensión, el otro aclaró –lo pregunto porque estás frente a un hospital.

 

-Estoy bien… sólo vine porque me sentí algo resfriado, pero al parecer no es nada –mintió mediocremente. El otro lo miró con sorpresa antes de desearle que se recupera pronto. Se sentó a un lado y le pasó una mano por el cabello de forma suave -¿no deberías entrar? –interrogó. Había ido a ese hospital a sabiendas de que se lo podía encontrar, pero también a sabiendas de que era una institución muy discreta.

 

-En un momento, quiero recargar fuerzas –repuso con una sonrisa. Suavemente, se sintió acariciado por el cuerpo contrario, que le prodigaba suaves besos en todo el rostro –quizás me dejen llevar a mi madre, al parecer está mejor –le dijo al separarse. Parecía feliz realmente, y él se alegró también, pues sabía que la larga enfermedad de su madre había sido un peso constante en su vida.

 

-Me alegro mucho –si alguna vez en su vida  estuvo cerca de llorar, era en aquel momento.

 

-Ven a visitarla, sabes que siempre la pones de buen humor, cerecita…

 

Aquel apelativo cariñoso nunca la supo más amargo e inmerecido. Con un último beso, Sai se levantó y camino hacia el hospital. Al observarlo irse, no pudo menos que pensar que aquel seguramente sería el último beso que compartirían. En cuando Sai supiera que estaba embarazado de uno de sus amigos en común, quien a su vez estaba saliendo con otro de sus amigos, no podría sino darle la espalda. Ellos dos nunca habían salido formalmente, pero siempre había habido un cariño latente y muestras de afecto poco propias de ambos.

 

Como venía haciendo desde el primero momento en que se manifestaron los síntomas, deseó con todas sus fuerzas que aquel embarazo fuese producto de una noche apasionada con él.

 

Pero al igual que con él cariñoso apelativo de “cerecita”, sabía que no se lo merecía.

 

 

 

 II

 

Los siguientes días fueron un caos. Sus padres no solo lo habían tachado de puta para arriba, sino que habían hablado con la escuela para que fuese expulsado en la más alta deshonra. Sus hermanos lo habían defendido apasionadamente mientras él se quedaba en silencio porque sabía que no había nada que discutir, y sus preocupaciones cobraron vida cuando su hermano le informó que había comprado un departamento en el centro de la ciudad y se irián a vivir los tres ahí por tiempo indeterminado.

Temari había hablado con su prometido, diciéndole con todas las letras que por ella se podía ir al mismo infierno si decía algo respecto al estado de su hermano, pero Nara Shikamaru no era conocido por ser una persona que se preocupa por la opinión pública, así que al menos la boda seguía adelante. Temari la utilizó entonces como arma de negociación con sus padres, amenazando con no presentarse a su propia boda si no lo dejaban en paz.

 

Debido a ello, se vio en el nuevo departamento de su hermano, recién cumplidos los dos meses de embarazo, sin ninguna pertenencia de la casa familiar más que la ropa que vestía. Su hermana iba  de un lado a otro acomodando paquetes mientras le advertía que él no debería hacer esfuerzo alguno, y su hermano lo instaba a irse a descansar. Ambos estaban muy violentos con sus padres todavía, y aunque intentaban disimularlo ante él, se sentían con la adrenalina al tope. Al final sus padres, aterrorizados por la idea de que su hija no se casara con el heredero de los Nara, habían accedido a una tregua. Ellos lidiarían con la escuela para que le permitieran presentar los exámenes desde casa, y Temari continuaría con la boda según lo pactado.

 

Así comenzó la vida de ostracismo de Gaara. Desde luego ya no podía asistir a clases, y aunque habían asegurado que recibiría tutoría para realizar los exámenes finales, hasta el momento no había recibido ninguna señal de vida por parte de sus maestros. Quizás se estaba condenando a sí mismo, pero por cada día que pasaba dejó de importarle.

 

 

 

 III

 

La noticia había explotado hacía tres semanas. Se había propagado de una manera bastante inusual. Todo comenzó cuando Naruto dejó de ir con Sasuke pegado como baba, para dedicarle miradas furiosas que luego pasaban a dolorosas. Sasuke iba con la cabeza en alto, pero esta vez su dignidad parecía forzada. Sai no se preocupó demasiado por la ausencia de Gaara, el pelirrojo podía ser bastante responsable, pero después de verlo en el hospital y notarlo tan esquivo, imaginó que tendría alguna situación familiar que debía resolver, y su relación siempre se había basado en el hecho de no presionarse mutuamente.

 

Después de una semana de ignorar a Sasuke a medias y a medias odiarlo a la distancia, los rumores sobre la pareja más controversial y caliente de la escuela eran ya un hervidero, y las teorías acerca de su ruptura no podían se tornaron inverosímiles. En medio del caos surgió la idea ridícula de que Sasuke había engañado al rubito adorado por las masas. Pero había legiones de personas dispuestas a desmentir aquello, porque nunca se había visto que el orgulloso y altivo Sasuke fijara sus ojos en alguien que no fuese el alegre  muchacho. Además, eran amigos desde hacía años y novios desde hacía cuatro. Que Sasuke arriesgara su relación con el amor de su vida y razón de existencia estaba fuera de dudas.

La segunda semana Sai comenzó a preocuparse y llamó a Gaara reiteradamente, pero el pelirrojo no contestó ni una vez. Entonces llamó a su hermana, Temari, quien le dijo algo apresuradamente que su hermano estaba bien, pero que no asistiría a clases durante algunos días más. Algo más tranquilo, porque sabía que la rubia jamás le mentiría, se dedicó a disfrutar de los rumores como cualquier otro estudiante.

 

Cuando Naruto y Sasuke volvieron a escenificar una de sus muchísimas escenas románticas frente a todos, la cosa parecía calmarse. Toda la pelea no había sido más que el resultado de dos personalidades fuertes, nada de qué preocuparse. Pero Naruto tenía el vicio de confiar demasiado en sus amigos, y usualmente sobrevaloraba su discreción, así que un día Kiba, demasiado imprudente para ser malicioso, hizo un inocente comentario sobre la ausencia de Gaara.

 

-Quizás el uniforme ya no le queda –la burla fue coreada un poco por Sakura e Ino, pero los tres callaron sus risas al notar lo que habían dicho y frente a quien. Sai formaba parte del enorme grupo de amigos que estaban centralizados en Uzumaki Naruto, pero no solía participar demasiado en sus dicharacheras pláticas a menos que se tratara de meterse con alguien de forma sarcástica.  Pero no por ello era menos apreciado, todos sabían que bajo esa fachada de infantil desdén y las sonrisas escalofriantemente falsas, había un buen chico y un amigo insuperable. Por ello, habían ocultado la verdad que habían contenido desde que Naruto le dijera a uno de ellos la razón por la que estaba furioso con Sasuke.

 

El silencio no precedió a nada. Todos lo miraban congelados, Naruto parecía apunto de matar a Kiba, pero este ya estaba considerando el suicidio por sí mismo. Sai se levantó, con esa impasibilidad que siempre tenía, y se encaminó hacia la puerta del aula. Quizás la cosa hubiera quedado (momentáneamente) ahí, pero Sasuke siempre había sido demasiado impulsivo para ser un Uchiha, y trató de tomarlo del hombro para soltarle un:

 

-Sai, hablemos –Lo siguiente fue el puñetazo que el tranquilo pero peligroso Sai le propino en toda la cara, porque sabía sumar dos más dos para obtener cuatro.

 

La presencia de Gaara en el hospital y la pelea de los tortolitos.

 

La broma sobre el uniforme y la negativa de Temari a dar explicaciones.

 

Después de dado el puñetazo no hizo ademán de nada más, realmente no le interesaba que Sasuke se hubiera acostado con su pelirrojito, estaba demasiado herido con el hecho de que su pelirrojito se hubiese acostado con Sasuke.

 

Los siguientes días la noticia no pudo ser más contenida, ya fuese porque en ese punto había demasiada gente que lo sabía, o porque es cierto que la verdad siempre sale a la luz. De cualquier modo, la noticia del embarazo precoz de Gaara sacudió a la escuela de golpe. Las alumnas y aquellos alumnos que eran potencialmente capaces de gestar una nueva vida fueron llamados al auditorio y se les informó de las “mejoras” al reglamento referentes a la libertad sexual, se les dieron talleres interminables de planificación familiar, se condenó a tal punto el embarazo extra matrimonial que al final de dos semanas ya todos estaban lo suficientemente asustados como para siquiera compadecer a Gaara.

 

Sai dejó de buscarlo. Su madre le había dicho alguna vez que el verdadero amor no necesita ser probado, y se dio cuenta de que debía ser así en la dirección contraria: el falso amor tampoco necesita ser probado. Si Gaara no le había revelado la noticia por sí mismo, no sería él quien lo buscase. Además, era evidente que todo el cariño latente entre ambos no era más que una tontería, todos esos besos que iban desde la inocencia hasta la fogosidad, aquellas tardes en las que se dedicaban a diatribas de larga e inteligente ironía, esa sensación de exclusividad que parecían tener aún si no eran oficialmente una pareja.

 

Falso, mentira, deslealtad.

 

En contrapunto, Sai entendió porque Gaara era tan reticente a tener sexo con él. Siempre había creído ilusamente que bajo aquella naturaleza de violencia contenida, el pelirrojo era un tanto tímido. No quería porque evidentemente Sasuke era un candidato más deseable.

IV

Naruto habló con él, y sus palabras más que las de nadie le parecieron huecas y de poco consuelo.

 

-Debimos decírtelo antes –admitió el rubio, sentado frente a él en su propia sala de estar. Su madre estaba en su habitación, tenía una leve mejoría pero se sentía cansada –pero pensé que Gaara tenía que ser quien te dijera, y pensé que no podía presionarlo…

 

-No es necesario, Naruto –le sonrió tan displicente como siempre, pero invitándolo a marcharse.

 

-Pero sí es necesario, Sai –le dijo el rubio.

 

-¿Por qué perdonaste a Sasuke? –interrogó inútilmente, ya sabía la respuesta, pero ya que el rubio quería hablar, le parecía correcto incomodarlo también a él.

 

-Lo amo –lo que esperaba. El verdadero amor no necesita ser probado, Naruto había pasado por una explosión de rabia al enterarse, pero jamás dejaría a Sasuke- fue una sola vez, Sai…

 

Eso es lo que más dolía, tal vez. Que con una sola estúpida noche de adolescentes borrachos, un solo momento de calentamiento hormonal, Gaara estuviera embarazado.

 

¿Por qué no había tenido una noche de ridícula explosión hormonal con él?

 

Sería difícil, pero dejar preñado al taheño era probablemente una de las mejores cosas que podrían pasarle.  Pero aquello debía ocurrir muchos años después, cuando ambos hubiesen consolidado su relación, ambos terminaran sus estudios y quizás vivieran durante un tiempo juntos antes de dar el paso. Sasuke le había robado ese futuro, pero no estaba enojado con él porque después de todo el moreno jamás había levantado una expectativa de confianza en él. Era Gaara quien había cortado en trozos su futuro juntos.

 

Por una sola vez.

 

 V

La siguiente semana se enteró de que los Uchiha habían intentado que Sasuke se casara, pero siempre gracias al bendito Itachi se había llegado a una tregua. Los Sabaku era una familia con cierto renombre, pero desde hacía generaciones tenían también fama de arribistas (fama acentuada porque por primera vez en tres generaciones lograrían cerrar un trato matrimonial con una familia cuantiosamente rica como los Nara), así que aunque la primera idea de los Sabaku había sido que su hijo perdiera al bastardo entre un velo de silencio, rápidamente los Uchiha se habían impuesto. No hay nada que tenga menos honor que matar a un ser que aún no ha tenido la oportunidad de merecer la muerte.

 

Nada excepto matar a un ser con la sangre de los Uchiha.

 

Así que la primera idea obvia era unir a las dos familias pese al orgullo Uchiha, pero Itachi había dado un convincente discurso acerca de las personalidades poco sociables de ambos muchachos, de su inexperiencia, de la relación Uchiha/Uzumaki, intacta desde hacía tanto y que estaba en su mejor momento. Sí, era poco honorable que un Uchiha no respondiera a su paternidad, pero era peor que deshonraran a la familia Uzumaki, con cuyo delfín se había llegado a formalizar una relación que prometía grandes retribuciones para ambas familias.

Si los padres de Naruto estuvieran vivos, seguramente no se habrían dejado manipular de esa forma, pero Tsunade quería mucho a su nieto y sabía cómo lo destrozaría que su novio se casara con alguien más, incluso aunque Naruto lo negara de todas las formas posibles. Entonces, considerando que los Uzumaki estaban en mejor posición que los Sabaku, estos tuvieron que bajar la cabeza y aceptar que su hijo  fuese deshonrado, a cambio de la promesa de que el vástago recibiría el apellido Uchiha, más no los privilegios de herencia que éste conllevaba.

 

A Sai aquello lo enfermó, pero le enfermó más lo aliviado que se sintió al saber que Gaara no se vería atado a un matrimonio sin amor, indeseable.

 

Y así se tomaron todas las decisiones: tomando de entre las peores, la mejor.

 

 VI

 

 

Sai ya se estaba acostumbrado a asistir a clases con las miradas de lástima a su espalda, acentuado  porque su madre estaba recibiendo agresivas sesiones de quimioterapia para tratar su enfermedad. Cuando Kakashi-sensei lo llamó un día a su cubículo. Le comunicó que debía presentarse ahí después de terminada la práctica de arquería del que era presidente, pensando que quizás se trataba de algo relacionado con dicho club, del que Kakashi era tutor, se presentó sin sospechas en la oficina de maestros, esperando a que Kakashi-sensei dejara su libro pervertido y hablara.

 

-Sai-kun, me da gusto que hayas venido  tan puntualmente –le dijo cínicamente, como si no llevara cinco minutos ignorándolo.

 

-¿Necesita algo de mí, Kakashi-sensei? –interrogó con prisa.

 

-Si… verás, sé que ya tienes bastante peso sobre la espalda dado el estado de tu madre, pero tengo una tarea que sólo tú puedes cumplir –le dijo. La alusión a la enfermedad de su madre no lo alteró, la mujer llevaba casi una década luchando contra el cáncer y aunque a él desde luego le preocupaba, también se había convertido en rutina.

 

-Si está en mis manos cumpliré con ella, sensei.

 

-Está sólo en tus manos, Sai-kun –le dijo severamente. De su escritorio cogió una pila de libros y papeles que parecían programas de estudio. La sala de maestros estaba casi sola, y nadie les prestaba atención. Pero de todos modos aquello le pareció demasiado clandestino.- Veras, Sai-kun, la escuela le prometió a la familia Sabaku que su hijo recibiría tutoría y la oportunidad de presentar los exámenes para pasar de un grado a otro, pero esta escuela es corrupta y traicionera. Se supone que soy yo el encargado de otorgar dicha tutoría, pero me han puesto tantas trabas en mi trabajo, que me veo obligado a delegar, al menos por ahora, esa tarea a ti.

 

Kakashi-sensei era una persona quizás tan hipócrita como él, con un sentido del humor que rozaba lo idiota y cuyo sentido de ética profesional era cuestionable, pero aquello le pareció insensible hasta para él. ¿De verdad le pedía que precisamente él se encargara de poner a Gaara al corriente?

 

-Tengo que declinar la tarea, Kakashi-sensei –dijo con la calma que años de entrenamiento le habían dejado.

 

-Sai-kun –llamó el maestro cuando comenzó la retirada –sé que esto es injusto, pero antes de que decidas definitivamente no ayudarme, déjame contarte algo –suspiró con cansancio antes de continuar – sé que tú y  Gaara-kun tenían algún tipo de relación  más allá de la amistad, y que por tanto pedirte esto es cruel de mi parte, pero me temo que precisamente por esa relación, eres el único que logrará que Gaara no se deje vencer por la apatía. Necesita continuar sus estudios, entre mejor preparado esté, con mayor facilidad podrá enfrentar la vida que le espera. Si envío a cualquiera de sus otros amigos, probablemente él los recibirá y fingirá que leerá los programas, si mando a alguien tan responsable como Neji es posible que incluso lo obligue a presentar el primer examen, pero esta es la situación: no me importa que Gaara pase o no los exámenes, lo esencial es que  le importe.

 

 VII

Sai, ante todo, era práctico. Cuando se le pedía algún favor, por más pequeño que fuese, no hacía el esfuerzo por complacer si no tenía sentido, pero si alguien le pedía algo irreal, difícil o inhumano, el aceptaba si era lo bastante razonable. Por ello, porque lo que Kakashi decía era verdad, es que se encaminaba al centro de la ciudad, cargando en su maletín usualmente ligero algunos libros y programas para Gaara.

 

“Esta es su dirección” le había dicho el maestro. No le sorprendió que fuese una distinta a su casa, quizás sus padres habían admitido su derrota ante los Uchiha, pero no dejarían pasar las cosas. Era un complejo de departamentos de dos plantas cada uno bastante agradable. No demasiado ostentoso, no demasiado tradicionalista, quizás la justa medida que alguien como Gaara necesitaba. Estaba a la orilla de la zona más transitada de la ciudad, con lo que había un gran acceso tanto para la zona comercial como para los lugares de descanso.

 

No se dedicó a pensarlo mucho, llamó al timbre del departamento 3B y esperó pacientemente respuesta.

 

-¿Sai-Kun? –interrogó la voz algo hosca de Temari, la hermana mayor de Gaara, en el parlante-Esto…

 

-Le traigo a Gaara los libros del programa de este periodo –informó. No sabía si estaba enfadado con la rubia, siempre la había considerado una cómplice en su inspirada relación con Gaara. La mucha carraspeó y pareció decirle algo a alguien. Al siguiente instante, la voz de Kankuro dijo:

 

-¿Te ha mandado a ti la escuela?

 

-Si –respondió con simpleza. Si ellos querían hacerse chaquetas mentales al respecto, era su problema. Tras un largo rato, la luz azul que le informaba que la puerta principal estaba abierta se encendió. Tomó el elevador y quizás en ese momento su respiración se agitó un poco. La blanca puerta ya estaba abierta, flanqueada por los dos hermanos Sabaku de más edad –No vengo a discutir con él –repuso a la pregunta silenciosa. Sacó los libros para mostrarles sus intenciones.

 

Temari fue la primera en hacerse a un lado, creyó atistbar culpa en sus ojos.

 

-Llamaré a Gaara, espera un momento –le dijo Kankuro, apenas lo dejaron pasar a la salita, decorada con sencilla elegancia, sin lujos innecesarios.

 

-Estoy aquí –la voz de Gaara casi le detuvo el corazón, y quizás lo mismo a sus hermanos. El menor bajaba por la escalera, descalzo y con la ropa más casual que le había visto; un chándal y una sudadera oscura.

 

-Kakashi-sensei te envió algunos libros y tareas –explicó lo más formalmente que pudo. Gaara observó  los libros y luego asintió, sin interés.

 

-Gracias, los veré más tarde –aseguro aún desinteresado.

 

El hecho de que fuese el pelirrojo quien lucía más ajeno a todo aquello fue lo que lo desquició, pero es que Gaara tenía la horrorosa habilidad de sacarle los sentimientos.

 

-¿Ahora somos formales? –interrogó. Por el rabillo del ojo observó a Temari arrastrar a Kankuro hacia el otro piso -¿te parece si nos llamamos por nuestros apellidos, o deberíamos presentarnos de nuevo?

 

Gaara se mordió el labio muy ligeramente. Para todos los demás aquel gesto podría pasar por el de alguien que nerviosamente espera un golpe, pero él lo conocía, y sabía que no había nada de nerviosismo en sus gestos.

 

-Suéltalo, Gaara –escupió con hastío –no quieres que esté aquí.

 

-No –negó en voz baja, apaciguada –el problema es que si quiero.

 

Dejó los libros en la mesita de té y ocupó un sillón. Tras esa confesión, le pareció que estaba algo más calmado.

 

-¿Y por qué te gusta que esté aquí? –interrogó. Sabía que a Gaara no le gustaban las preguntas abiertas porque odiaba extenderse en sus respuestas, pero que se jodiera porque ahí el ofendido era él. Gaara se sentó en el sillón más alejado.

 

-No me atreví a contarte nada –le dijo de pronto –no quería que me vieras como lo haces ahora… no quiero tu lástima, no quiero tu odio…

-No tienes mi lástima –concedió, dejando implícito lo otro. El pelirrojo puso las manos en su regazo, un gesto que hacía cuando quería contenerse de demostrar un sentimiento humano y apasionado.

 

-No te voy a pedir perdón –aseguró al fin. Ya lo sabía, Gaara era todavía más práctico que él.

 

-Y yo no te voy a perdonar. Así que estoy aquí para obligarte a estudiar, tenemos evaluación en una semana, y francamente mi vida ya está bastante enlodada como para que encima Kakashi me riña por no cumplir.

 

De tratarse de Naruto y Sasuke, seguramente una discusión como aquella habría tomado horas y días, quizás habrían llegado a los golpes, insultarían a sus respectivas madres y planearían alguna rencilla inspirada, pero esos dos eran dos cabezas locas con la edad mental de un niño de seis años con TDAH. A ellos les tomó un minuto saber que no había una discusión que valiera la pena tener.

Gaara asintió y el resto de la tarde no hablaron de otra cosa que no formara parte del programa de estudio.

 

 

 

 VIII

 

-Ya debe tener ¿dos meses? –dejó caer el rubio, para sorpresa de Sasuke. Había estado ensimismado en un nuevo videojuego, y ahora Naruto miraba fijamente a la pantalla, que mostraba la hora y fecha en la que la partida estaba siendo guardada. Aguantó un suspiro y le replicó:

 

-No te tortures pensando en ello, Naruto… lo tengo bajo control –pero no era verdad, nada estaba bajo su control desde que el embarazo de Gaara había llegado a oídos de Naruto. De no ser por su hermano y por la ventajosa relación con el de ojos claros, estaba seguro de que cómo mínimo estaría expulsado del clan y vagando en la calle. En toda su vida de perfecto control, no se había sentido más inestable.

 

-Le toca cita esta semana, mi abuela ha dicho que es importante que no dejen pasar una sola revisión.

 

-Gaara quiere ir solo, Temari lo acompañará.

 

-Sí, Sasuke, pero Temari es la tía, tú eres el padre, ten los cojones de ir tú mismo –lo riñó Naruto. Era una pequeña sombra del enojo monumental de cuando se enteró. Si Naruto no fuese un imbécil con el corazón más blando del mundo, no le pediría algo tan idiota. Si Naruto guardara en su ser un grano de malicia, sabría que lo mejor era que él y Gaara no estuvieran ni en el mismo país. Mucho menos en la misma habitación.

 

-Supongo que no hay otra salida –aceptó. El rubio le sonrió y acto seguido se abalanzó sobre él, que lo sostuvo aliviado de que dejara el tema.

 

-Será el bebé más bonito del mundo.

 

Y ahí estaba. Sasuke siempre había sido muy seguro de sí mismo, compartía con su padre la idea de que nadie se merecía a un Uchiha, pero Naruto desarmaba todas sus ideas, porque quien no merecía a Naruto era él. 

 

 

 

 IX

 

 

 

Era la segunda cita oficial que tenía con el médico. En la primera le había informado que había bajado tres kilos, pero que esto era normal en el primer trimestre. Le había dado una lista con alimentos prohibidos y el ultrasonido no había revelado nada inesperado. Temari  había conservado la impresión con gran alegría, mostrándoselo a su prometido y luego a Kankuro, que pareció francamente conmovido.

 Por alguna razón estúpida, Sasuke había decidido ser él quien lo acompañara esta vez. Y por razón estúpida se refería a Naruto, sólo él habría convencido a Sasuke de hacer semejante cosa.

El moreno pasaría por él, para luego encontrarse con su hermana en el hospital, pues esta saldría del trabajo con el tiempo justo para la consulta. No se esmeró demasiado en su aspecto. Antes de toda aquella estupidez era una persona relativamente vanidosa, sabía que era atractivo y cómo sacarle provecho a ello, pero tampoco se pasaba la vida arreglándose. Al menos se quitó el chandal y se puso un pantalón de corte casual, junto a un suéter gris y unos sencillos tenis no es como si quisiera impresionar a alguien.

 

-Estoy aquí –informó Sasuke. En un arranque de rabia, Kankuro le había dado la contraseña para entrar al departamento, pensando que con esto lo hacía más responsable.

 

-Un momento –le dijo, tomando su teléfono de la mesa. Al girarse se encontró con la mirada afilada de Sasuke. Se habían visto poco desde que su embarazo fuese una realidad, pero nunca a solas. De alguna manera, habían evitado hablarse directamente. A solas, no había palabras de consuelo o de afrenta. Sólo lo obvio –Eres un idiota, Sasuke.

 

-Eres un idiota también, Gaara.

 

Y ahí se terminó la conversación. Otra discusión innecesaria.

 

 

 

 

 X

 

 

-Llevo siglos esperándolos –les riñó Temari con su acostumbrada tendencia a la exageración. En la sala de espera sólo estaba ellos tres y Shikamaru, prometido de Temari, pero éste estaba muy ocupado resolviendo un crucigrama como para interesarse por ellos. Apenas alzó la mirada para dedicarle un levantamiento de ceja en señal  de reconocimiento.

Dentro del consultorio, Sasuke mostró el nivel máximo de incomodidad que una persona puede sentir. Desde el principio, cuando Takao-sensei los recibió, aludiendo a su paternidad, Sasuke casi lo negó por mera costumbre, pero al autocorregirse y aceptar su responsabilidad en esas circunstancias, se hizo un verdadero embrollo explicando innecesariamente la situación. Gaara lo conocía desde hacía años, y lo había visto enfrentarse en discusiones de nivelazo con alumnos de grado superior, con profesores y en una ocasión hasta con su padre, y siempre había mostrado un temple y una arrogancia que estaba por encima de la media normal de los humanos.

 

Pero era evidente que la paternidad nunca iría con él. Lejanamente, dejó de sentir pena por el hecho de que Naruto no fuese un varón con la habilidad de gestar.

 

Sasuke miraba todos los procedimientos desde la distancia de su inmadurez, mientras que Temari intentaba formar parte de cada proceso. Takao-sensei hablaba casi todo el tiempo, explicaba cada paso, hablaba del desarrollo del embarazo, daba consejos nutricionales adicionales a la primera consulta, obsequiaba algunas prudentes y amables palabras de aliento hacia Gaara, siendo un papá tan joven.

 

A Gaara al principio le había resultado francamente empalagoso, pero se daba cuenta de que el otro hombre simplemente amaba su trabajo, así que terminó agradándole. Al terminar la consulta, Gaara salió del consultorio después de Sasuke, que casi dejaba la ropa detrás en su prisa por marcharse. Temari de inmediato le mostró el ultrasonido a Shikamaru, que después del crucigrama lucía más receptivo y hasta ligeramente entusiasmado.

 

-Por fin ha recuperado el peso, Takao-sensei dice que irá subiendo de peso poco a poco; nunca me imaginé ver a Gaara con algo de peso extra –parloteaba la rubia. La verdad es que su hermana era una persona bastante cortante, pero la idea de ser tía parecía alocarla por completo. Shikamaru era una persona tan plana que a veces se preguntaba como su imponente hermana podía salir con un sujeto así, pero era evidente que ella sacaba lo mejor de él. El muchacho estaba próximo a convertirse en la cabeza de un imperio empresarial, pero hasta dar con Temari, no había sentido el más mínimo interés por aceptar esa carga.

 

Los dos juntos hacían una bonita estampa. El hombre sonriendo ante la felicidad de su futura esposa, y Temari dejándose llevar por la emoción, segura de que se encontraba en un entorno en el que no había paredes qué construir.

¿Eso es lo que habrían tenido Sai y él?

 

-Me marcho –anunció formalmente Sasuke. Llevaba una copia del ultrasonido, pues al parecer la buena de Mikoto deseaba conocer a su futuro primer nieto aún sí no nacía por los medios tradicionales.

 

-Hasta el otro mes –repuso, porque parecía que necesitaba dar una respuesta. Sasuke lo miró fijamente antes de agregar:

 

-Naruto quiere hablar contigo.

 

-No quiero hablar con él –respondió lacónicamente.

 

-No va a reclamarte, no tiene intenciones de pelear, pero eres su mejor amigo, quiere saber cómo estás.

 

-Tú y yo nos jodimos esa amistad de la forma más literal posible –sus palabras eran agresivas, sus ademánes, no.

 

-Sabes que insistirá –advirtió.

 

-Y sabes que yo seguiré negándome –repuso. Después de mirarlo fijamente, el moreno se marchó, despidiéndose secamente de Temari y Shikamaru.

 

-No sé qué tiene él que hacer aquí –dijo la rubia, recuperando momentáneamente su habitual temperamento seco –su familia ha dejado muy clara su participación en este embarazo.

 

-No me molesta –dijo encogiéndose de hombros. La verdad es que desde que Sai había estado visitando su casa casi a diario para ponerlo al corriente con las materias, no tenía un segundo para pensar en nada que no fuese él.

 

Su hermana puso su mano en su vientre todavía plano, comentando que muy pronto empezaría a crecer un bultito. Ese bultito, como lo llamaba ella, no despertaba un interés en él. Claro, había decidido no abortar, y al parecer en algún momento, cuando se hizo público, decidió no darlo en adopción. Así que la tercera opción era conservarlo y quererlo, pero él no se imaginaba haciendo tal cosa.

 

Era espantosamente frío hasta para él, pero es que no podía forzarse a sentir algo que no iba con él. Era el hermano menor de una familia disfuncional, sus hermanos habían desarrollado cierto aire de paternalismo porque eran mayores que él y sus padres, ausentes, les habían delegado a ellos la responsabilidad de criarlo. No esperaban que lo quisieran, pero era así porque Kankuro y Temari, así de secos y altivos, sarcásticos y apenas corteses, eran buenas personas.

 

Él ni siquiera había tenido mascotas. No odiaba a los animales, pero tampoco había sentido  interés especial en tener una mascota. En su vida no se había hecho cargo ni de una planta. No es que él fuese inútil, se hacía cargo de sí mismo, no es como si sus hermanos estuvieran con el ojo pegado a él como si se tratara de un bebé. Sacaba buenas notas porque además de inteligente era responsable y disciplinado. Cuidaba de su salud, había lidiado con los problemas de ira que lo habían atacado al entrar a la adolescencia hasta detenerlos por completo. Hacía ejercicio, ni siquiera se excedía con el alcohol.

 

Ah, pero claro  que se había excedido.

Cuando su hermana retiró su mano de su abdomen y tocó con esa misma mano el brazo de su prometido, tuvo el mismo impulso que había tenido desde que se lo contó a su hermana.

 

Quédatelo.

 

Sabía que la rubia lo adoptaría con gusto, y que Shikamaru, aunque demasiado joven para la paternidad, también lo aceptaría. No por quitarle un problema a él, al menos no sólo por eso, sino porque no serían capaces de observar como un ser viviente, desprotegido, crecía junto a un padre que simplemente no podía quererlo.

 

No lo odio.

 

Se consolaba con ello, y quizás por eso aún no se decidía a pedirle a su hermana que se lo quedara, porque  aunque débiles, tenía esperanzas de que cuando naciera, cuando fuese una cosa tangible y no un concepto extraño de algo creciendo en su interior, puede que de pronto lo quisiera. Quizás cuando lo tuviera en sus brazos, o cuando lo alimentara, cuando lo observara dormir por primera vez o cuando lo arrullara, quizás entonces podría quererlo.

 

Quizás podría querer un bebé que fuese mitad suyo y mitad de Sai.

 

 XI

Se habían conocido no hacía mucho. Konoha no era una ciudad tan grande, así que las personas o se conocían o al menos tenían una idea lejana de quién era quién. Había varias escuelas en la ciudad, pero sólo una replicaba la educación tradicionalista que pocas familias podían costear. Por lo que Gaara siempre había estado más o menos con el mismo grupo de personas. Desde luego había ido llegando gente nueva a su vida, pero su personalidad introvertida no le permitía disfrutar de esas nuevas personalidades.

 

Cuando Sai llegó a Konoha, causó un revuelo medianamente interesante. Se sabía que su madre provenía de una familia respetable, pero también se sabía que se había casado con un hombre sin apellido conocido, y que había sido ella misma quien había amasado la considerable fortuna que ahora poseía. El muchacho era guapo, y aunque era demasiado franco, también podía ser galante y caballeresco, por lo que las alumnas causaron alboroto sobre él.

 

Gaara se mantuvo alejado de él sin esfuerzo, pero Naruto, su amigo de toda la vida, había acercado a Sai hasta tenerlo completamente dentro de su grupo. Ahí también pudo ignorarlo, no todos los amigos de Naruto eran sus amigos, aunque era cortés con todos. Pero quién no pudo ignorarlo fue el moreno. Pronto comenzó a llamar su atención, nunca demasiado intensamente, simplemente comentando alguna clase, pidiéndole despreocupadamente que lo ayudara a resolver algún ejercicio u ofreciéndose casual a explicarle otro.

 

Intercambiaron un libro o dos, hablaron acerca de un nuevo álbum, compartieron algunas puyas acerca de Naruto o Sasuke.

 

Y Sai lo besó con reposada seguridad un día cualquiera, después de clases.

 

Gaara lo permitió y respondió aquel beso, no era el primero que recibía, pero había algo nuevo. Sai no hizo alarde de él, no comenzó a tomarlo de las manos ni mandarle notitas babosas, sólo dejó pasar los días, besándole ocasionalmente, a veces susurrando alguna bobada en su oreja, alabándolo sin incomodarlo. Todavía hablaban de otras cosas, todavía se descubrían con más cosas en común.

 

Al mes o dos, ya compartían besos más fogosos, el moreno a veces lo llevaba a rincones secretos para compartir caricias más apuradas, lo comenzó a llamar “cerecita” en privado, le dejó una o dos marcas en el cuello. Le habló de su madre, escuchó acerca de sus padres, hablaron de las dificultades de una vida y otra. Sai le contó un par de secretos, secretos de verdad, no secretos de niños.

 Por allá de los seis meses, compartían caricias en público, salían juntos casi cada tarde y conocían a sus respectivas familias. Gara se quedaba dos o tres noches a la semana en casa de Sai, donde a veces se acariciaban y otras dormían. Donde el moreno gustaba de darle besos reposados, mientras escuchaban música o lo pintaba mientras él dormitaba, quieto como el mejor de los modelos.

Gaara nunca tuvo oportunidad de no enamorarse, todo había pasado tan lento que se había cocido sin saberlo.

Habían pasado un años así, su relación yendo a más, pero siempre pausada en la informalidad, pues ambos eran personas poco románticas, poco dadas a las cursilerías de llamar novio o pareja a alguien. Además, Sai constantemente estaba ocupado con su madre y Gaara estudiaba obsesivamente porque quería estudiar derecho en una escuela importante.

 

“¿Quién necesita ser cursi cuando se está seguro de lo que se siente?” pensaba constantemente, antes de que todo aquello se desmadrara. “Yo, yo necesitaba ser cursi y bobo, debí haberle suplicado a Sai que saliera conmigo, debí suplicarle que no me quitara el ojo de encima”.

 

No era la primera vez que miraba su aún plano vientre con venenosa irritación.

 

 

 XII

 

 

La tercera semana dándole tutoría a Gaara, no fue menos tortuosa que la anterior. Sabía por Naruto que había tenido una consulta médica, y que Sasuke lo había acompañado, así que quizás menos que mejor, era peor.  Sin embargo, se presentó puntualmente en casa de Gaara, que le abrió la puerta vestido con unos pantalones pescadores que definitivamente lo hacían ver más aniñado y bonito que nunca. Iba descalzo, y casi le apeteció ordenarle que utilizara calcetines o surippas porque con ese clima podía enfermarse, pero se recordó a tiempo que él no tenía ya ninguna responsabilidad sobre el taheño.

 

-Hoy podemos… podemos estudiar en mi habitación –Gaara nunca titubeaba, quizás por eso es que lo miró tan sorprendido. Sin embargo, el de ojos como el agua miraba al espacio, como casi siempre.-Mis hermanos no están, pero llegarán pronto y no quiero que se metan  -explicó. Gaara tampoco daba explicaciones, hablaba lo menos posible y cuando daba largas parrafadas parecía mortalmente cansado. Además, era demasiado indiferente de casi cualquier cosa como para necesitar argumentar algún punto.

 

-No debes ir descalzo –le dijo al fin, sin poder callarse una cosa tan tonta ni un segundo más. El pelirrojo asintió sin exaltarse, aceptando. El acatar alguna recomendación o sugerencia de Sai estaba más dentro de los patrones de Gaara, eso sí era familiar. Era absolutamente común y corriente que el pequeño taheño hiciera sin rechistar lo que Sai le pedía, sin que ello significara que el moreno pudiera mandarle o ponerse por encima de él.

 

Eran como una sola cabeza.

Cuando se hubo calzado, subió por las escaleras, indicándole dónde estaba su habitación. Desde luego, estaba parcamente decorada, como era habitual en el otro, como si se tratara de la habitación de un hotel genérico, no de una persona con mente propia. El escritorio era pequeño y arriba sólo estaba una portátil, dos plumas y un libro.

 

-Será mejor en la cama –le dijo el moreno –no creo que los dos quepamos  en el escritorio.

 

-Está bien –aceptó, acomodándose. El pelirrojo era ágil y elegante en movimientos, así que se acomodó en la cama casi sin hacer pliegues. Él hizo lo propio, sintiendo el mullido colchón debajo de él. Sacó de su bolso el libro con el que trabajarían, y Gaara se acercó lo justo para tener una buena vista.

 

-No han avanzado mucho –dijo luego de un rato. Sai asintió, la verdad es que estar por el medio del ciclo escolar daba la ventaja de ir a un ritmo lento.

 

-No tendrás problemas en presentar los próximos exámenes, cere…

 

Esa fue su perdición, él apenas acababa de entender que había estado a medio camino de llamarlo por su cariñoso apodo, cuando Gaara ya se había puesto en pie. Lucía nervioso, no con esos gestos que una persona normal pasa por alto, sino con una caminata por la habitación y moviendo frenéticamente sus manos.

 

Dejó de importarle absolutamente cualquier cosa cuando los ojos aguamarina se clavaron en él, culpables en toda su gloriosa apertura. Brincó de la cama y casi hizo caer al otro en su afán de besarlo de nuevo. Sintió los labios delgados, algo duros y quebrados de Gaara, y de inmediato ahondó en la añorada cavidad, succionando la lengua que tan bien conocía. Las manos del pelirrojo estaban en su nuca, juntando más sus cuerpos, mientras que él ya estaba desabrochando los jodidamente sexys pescadores.

 

-Lo siento, lo siento, lo siento –dijo Gaara una vez se separaron, pero ahora Sai entendía por qué Naruto podía perdonar a Uchiha con aquella tonta facilidad. El amor verdadero sí necesita ser probado, porque cuando es probado y falla, siempre tiene segundas, terceras y centésimas oportunidades más.

-Te amo, cerecita –aseguró pasionalmente. Terminó de quitarle la playera y casi lo arrojó a la cama. A tiempo estuvo de recordar que estaba con una persona con tres meses de embarazo, y con suavidad se posicionó encima de él. El pelirrojo estaba receptivo como nunca a sus caricias, y francamente le dio un poco igual si era por la culpa o no, él deseaba esa noche, y si a Gaara no le lastimaba otorgársela, no sería él quien se detuviera.

 

Lamió todo el torso de perlado color, devorando con ansias los pezones de un apaciguado café hasta hacerlos enrojecer, mordió el cuello de cisne hasta dejarle tantas marcas que lucirían amoratado en unas horas, y dedicó homenaje sincero a las piernas delgadas y fuertes, flexibles y exquisitas, tocó cada parte del cuerpo que durante tanto se le había escondido a medias. El pelirrojo se dejaba hacer, participando en caricias menos apresuradas, más dulces. Cuando enterró el semi erecto pene en su boca, Gaara se sorprendió deliciosamente. Arqueo su espalda y le dedicó una preciosa sinfonía de gemidos y lloriqueos, igualando el ritmo de las succiones.

 

-Nunca, nunca vas a estar solo –le dijo cuando por fin se hundió en la deliciosa cavidad –voy a estar tan dentro de ti que este bebé será más mío que de Uchiha –susurró con malicia. Gaara lo miró intensamente, ahogando un gemido con la mano para declarar, con absoluta sinceridad.

 

-Todo lo que está en mi es tuyo.

 

 

Así terminó el primer trimestre.

 

 

Notas finales:

Y ya está.

 

Es la primera vez que uso numeros romanos para separar escenas, la verdad es que me gusta dejar espacio largo porque me parece más cómodo, pero como es algo largo, pensé que así era mejor.

 

Hay dos referencias que quizás les resulten conocidas: la del amor verdadero no necesita ser probado creo que es de un poeta cuyo nombre no recuedo, pero luego les digo. La otra es lo de que Sai le va a dar tan duro (xD) que el bebé va a ser más suyo que de Sasuke. Sé que escuché o leí eso o algo parecido en alguna parte, pero aunque eso sí lo he buscado, no logro recordar. Me da que de hecho lo usé en otra historia, pero no logro recordar.

 

Espero de corazón que les haya gustado, la verdad es que mi inspiración va y viene pero mi amor por el SaiGaa es como que eterno (estoy a dos semanas de hacerme mi tercer tatuaje y, desde luego, serán dos cerecitas).

Kissu ^x^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).