Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cámara por DanyNeko

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Un poco tarde pero por fin está aquí el one.shot de Halloween

...

Ahora, si tan solo pudiera terminar el fic de "cuando solo falta uno" 

u.u

 

Sunakawa Yuzuki era ese tipo de chica que, muy por encima, fácilmente la calificarían de bipolar... O de hipócrita.

Pero un vistazo más profundo, le da un contexto a su actuar.

Y es que, nacida en cuna británica, en el seno de una familia medianamente acaudalada de Londres, no se podía culpar a la chica por ser callada, recatada y muy introvertida cuando estaba con su familia y en los en los eventos sociales a los que se veía obligada a asistir.
Todo lo contrario a su personalidad amigable, extrovertida y atlética que mostraba en la escuela, con sus amigos.

Naturalmente, asistía a una escuela de renombre, pero para su buena fortuna, aquella no era particularmente estricta. El instituto St. Paul de Londres destacaba más por múltiples eventos y trofeos que por alcurnia académica.

Algo perfecto, tomando en cuenta que a Yuzuki le encantaban los deportes.

Ella siempre había sido una chica de destacar, solo hacía falta observar su cabello, de un vibrante color violeta, largo y ligeramente rizado, usualmente recogido en una trenza.
Contrario a su madre, a Yuzuki siempre le había gustado su pelo, lo consideraba una insignia de su familia extranjera.

Un poco de Irlandés por algún lado, si no mal recordaba, y una gran ascendencia japonesa, lado de su familia que le había dado su nombre.

Claramente su madre, nacida en las afueras de Londres, no estaba muy contenta, pero no podía hacer mucho al respecto.

Nada más allá de someter a su hija a un 'tratamiento' intensivo con bálsamo negro para el pelo tras cada baño, cosa que solo había logrado oscurecer un poco el tono de aquella hermosa melena.

Ohayo, Yuzuki.

Ohayou, Ryou-kun —sonrió la pelimorada, viendo con sus grandes ojos azules al niño albino que se sentaba al lado de ella.

Algo que a Yuzuki le gustaba, era ver las caras curiosas y raras del resto de sus compañeros cuando ella y Ryou hablaban en japonés. Una perfecta forma de practicar sin duda.

Yuzuki se jactaba de ser, prácticamente, la única chica que no sucumbía al 'hechizo de atracción' -como ella lo llamaba- que Ryou generaba sobre sus compañeras de salón.

No entendía porque chicas de 10, 11 y hasta 12 años se peleaban por acercarse al peliblanco, a tratar de que este probara de su bento.

¿Eso no podía ser amor, o sí?

Si lo era, que Jesucristo la librara de ello.

— ¿Te enteraste de que hoy las clases acabarán pronto? —consultó el niño.

A lo que la oji-azul asintió —hai, reunión de emergencia del consejo directivo o algo así —repitió lo que había escuchado — ¿cuál crees que sea la causa?

Ryou se encogió de hombros —no lo sé —dijo honestamente —pero qué te parece si aprovechamos esto para ir al mercadillo turístico luego de clases.

Yuzuki fingió estar horrorizada —esa es la clase de cosas que nuestros padres definitivamente no aprobarían —exclamó resaltando la negativa.

A esto, ambos pequeños se miraron y echaron a reír con complicidad, de acuerdos con el plan.

.

.

.

Agradecidos de que el colegio no se tomara el cuidado de notificar en casas la salida temprana de su alumnado, Ryou Bakura y Yuzuki Sunakawa tomaron un colectivo que los llevaría a una de las zonas más turísticas de Londres, cerca del Big Ben y de los muelles del rio Támesis.

Acordaron no separarse mucho uno del otro, si bien no era un sitio peligroso, era lo suficientemente grande, enredoso y transitado como para perderse con facilidad.

La atención de Ryou fue fácilmente capturada por una exposición de antigüedades, donde se exhibían amuletos, atrapa-sueños, sellos y símbolos de protección de diferentes culturas.

Le recordaban mucho a la bella sortija dorada que ocultaba bajo su ropa, y que muy pocas veces se quitaba desde que su padre se la había dado.

Yuzuki se paseaba entre hermosos y delicados accesorios para habitaciones, atraída por un espejo con marco plateado, tallado en patrones muy curiosos.

—Adivina que he encontrado para ti —la sorprendió Ryou por la espalda, provocándole un sobresalto a su amiga.

—Espero que valga la pena el sus... —pero Ryou le mostró su hallazgo sin que ella terminara su reproche, y Yuzuki abrió grande los ojos, clavándolos con curiosidad en la antigua cámara de fotos que el albino sostenía en sus manos —Ryou... es...

Por muy pocos era sabido la afición que Yuzuki tenía por hacer fotografías. Adoraba fotografiar sobretodo paisajes, animales y flores.

—El señor que me la vendió dijo que el botón está algo duro pero no deberías tener ningún problema, y que hay un estudio aquí cerca donde puedes comprar la pelícu... —el fuerte y fugaz abrazo de Yuzuki, previo a arrebatarle la cámara, lo descolocó un poco.

—Eres el mejor amigo.

—Me alegra que te gustara —se río el albino —la vi y pensé en ti.

—Oh Ryou-kunr03;. Solo por eso te invito unos pastelilos.

Los ojos esmeralda del chico se volvieron literalmente estrellas —Oye, de camino podemos comprar el rollo para que estrenes tu cámara.

—Excelente idea, Ryou-kun. Ya quiero probar a este bebé.

No caminaron muchas calles hasta hablar el estudio que el vendedor le había mencionado a Ryou; compraron la película para la cámarar03; y se encaminaron a una encantadora pastelería para tomarse la merienda.

Un par de pastelillos de vainilla con chocolate y otro par de red-velvet hicieron el truco junto a unas tasa de te limón.

Por el camino, Yuzuki iba fotografiando cada zona que le gustaba:

Parques con niños jugueteando (la mayoría de ellos con niñeras)

Exhibiciones de artistas callejeros.

Los estilizados jardines de los restaurantes.

—Eres como una niña con su juguete nuevo —se atrevió a reírse el albino.

La pelimorada infló las mejillas en un puchero inconforme —soy una niña con un regalo nuevo —le hizo ver —la llevaré mañana a clases.

—Ten mucho cuidado de que te la vean —aconsejó el chico, a lo que ella asintió.

—Lo sé —musitó con seriedad.

Ryou no pudo más que revolverle el pelo amistosamente.

No les faltó me mucho para llegar a casa.

.

.

.

Al día siguiente, aún no habían iniciado las clases cuando Yuzuki ya había hecho una fotografía a la mitad de su clase. Muchos se mostraron entusiasmados por la cámara, otros simplemente pasaron del asunto, alegando que era una simple y anticuada cámara sin valor.

Ryou llegó ese día con un semblante diferente, seco en comparación a su usual sonrisa amable y con un aura extraña rodeándolo.
Ligeras ojeras resaltaban fácilmente en su piel tan blanca.

Tanto así, que incluso su habitual "club de fans" no se le acercaron.

— ¿Quieres... hablar de algo? —le preguntó la oji-azul cuidadosamente, una vez salieron al descanso.

— ¿Umm? —Ryou volteó a verla con ojos pesados y nublados de cansancio, y algo más que Yuzuki no pudo entender —oh, no te preocupes —el chico forzó una sonrisa —es sólo que no dormí muy bien anoche —y, como para avalar su comentario, un bostezó escapó de su boca —por algún motivo me costó mucho dormirme.

Su amiga asintió en reconocimiento — ¿ocurrió algo en tu casa ayer? —consultó vacilante.

Ryou simplemente negó con la cabeza —no es nada de eso, ni siquiera yo entiendo que es lo que me mantuvo despierto ayer hasta tarde.

Yuzuki lo miró con preocupación.

—Dime ¿ya llenaste el rollo? —quiso cambiar de tema.

Ella se lo permitió, aún insegura —aún queda una —explicó, luego de negar lentamente — ¿quieres...?

Y Ryou por fin, en todo lo que iba de día, sonrió sinceramente —claro, pero seguro soy un desastre —se río.

Yuzuki sonrió con él —no hay manera —preparó la cámara.

Ryou se frotó el rostro, dándole sin querer un poco de color a sus mejillas -esperando que sus ojeras no fueran tan notables-, y sonrió levemente a la cámara, llevándose una mano al pecho inconscientemente... Justo sobre su sortija antigua, oculta bajo su ropa.

No hubo flash. Solo el click del botón tieso de la cámara.

—Listo.

—Quizá podamos ver ir a revelarlas después de clase —ofreció Ryou.

— ¿Antes de las extracurriculares? —Yuzuki lo pensó —sí, espero que nos alcance el tiempo.

El albino asintió y fue todo lo que dijo por el resto del receso.

.

.

.

—Adelante —Ryou abrió y sostuvo la puerta para que su amiga entrara en el mismo estudio donde el día anterior habían comprado el rollo.

—Disculpen niños, pero ya estamos a punto de cerrar —dijo secamente el dependiente en turno, mientras hacía cuentas tras la caja.

— ¿Tan pronto? —gimió Yuzuki —Ah, pero, yo quería... —levantó la cámara en sus manos —revelar estas fotos —compré un pequeño rollo aquí, ayer.

El joven, de oscuro pelo negro y ojos ámbar, miró a los grandes y perlados ojos de la niña, que hacía un adorable mohín. Suspiró. Maldita fuera su debilidad por los niños y sus ojos de cachorro.

— ¿Sabes qué? —exclamó el joven,, antes de poder morderse la lengua —Puedes dejarr03; el rollo aquí y volver por las fotos mañana.

— ¿De verdad? —el brillo en los ojos azulados hizo que el joven pelinegro suspirara, convenciéndose de que había hecho bien.

Asintió —Claro, permíteme.

Yuzuki se sonrió junto a Ryou y le dio al muchacho la cámara para que este sacara el rollo. El pelinegro tomó los datos de la niña y guardó el rollo para que los menores pudieran irse.

— ¿Vamos por un bocadillo y regresamos a la escuela? —ofreció Ryou.

Yuzukir03; suspiró con pesadez —si no queda de otra —caminó junto a un Ryou con una rodilla nerviosa al oírla gruñir algo que sonaba a: malditas clases de etiqueta y protocolo.

.

.

.

Al día siguiente, un sábado muy tranquilo y fresco, Yuzuki intentó llamar a casa de Ryou un par de veces, para tratar de conseguir permiso de ir a por las fotos reveladas. Nadie contestó, sin embargo.

Tuvo la suerte de que su primo estaba de visita en casa. Un par de años mayor que ella y con la ascendencia irlandesa muy marcada, Jackson, un joven de pelo rojo-anaranjado peinado hacia atrás y ojos rojos cual rubí, tan pálido como lo era Ryou, siempre había sido una agradable compañía para Yuzuki.

El chico consiguió, sin problemas, permiso para ir a pasear junto a la pelimorada, luego de que esta le explicara lo de su cámara.

Llegaron al estudio y estaba abierto pero no había ningún dependiente a la vista. Los primos se miraron, encogiéndose de hombros antes de que Jackson se acercara al mostrador, a tocar una campanilla que había allí.

— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —consultó el chico, en voz cantarina.

—Un momento —se escuchó desde la trastienda, una voz masculina que Yuzuki identificó como el chico de ayer.

El muchacho de ojos ambarinos apareció tras la gruesa cortina de plástico que hacía de puerta para la trastienda, sacudiéndose las manos antes de retirar un broche de su pelo, con que lo había recogido a medias.

Jackson mentiría si dijera que no se perdió en la forma de la brillante melena, como una cascada de tinta china, resbalando por los hombros anchos del joven, hacía su espalda; o en el vibrante color de los ojos que se enfocaron en él unos segundos después.

— ¿En qué puedo... ayudarles? —también sería mentira decir que Jackson fue el único impresionado.

Los ojos ámbar se abrieron ligeramente, impresionados por la peculiar estampa frente a ellos. Se cuestionó si ese tono de pelo podría incluso ser natural mientras notaba como la piel, blanca como la leche, parecía incluso resplandecer ante la luz atenuada del local. Hijo de la luna sonaba en su cabeza.

Blanco como el lomo de un armiño.
...
Niño albino de luna.

—Sí, vengo a recoger una fotos —se adelantó Yuzuki, ante el repentino mutismo de su primo — ¿me recuerdas? Dejé un rollo aquí ayer.

El pelinegro se esforzó en dejar de observar al muchacho frente a él para mirar a la niña.

—Oh, sí, claro —sacudió la cabeza —están listas, ya te las traigo, pequeña —y desapareció de vuelta en la trastienda.

Jackson suspiró — ¿Qué ha sido eso, hummm? —cuestionó astutamente la niña.

— ¿De qué hablas? —desvío los ojos inocentemente.

Yuzuki arqueó una ceja hacía él —Claaaaaaro —canturreó —soy joven no ingenua, Jack —resongó haciéndose la ofendida —te vi quedarte mirándolo.

El pelirrojor03; se la quedó mirando, sintiendo como la sangre se iba hacia sus mejillas, sonrojándose levemente.

—Sus ojos son muy lindos, demándame por fijarme en eso —refunfuñó el albino pelirrojo, cruzando los brazos sin notar que el aludido aparecía de vuelta tras la cortina.

El pelinegro en cuestión se permitió una sonrisa ladina ante el cumplido indirecto y regresó con sus clientes —aquí están —dijo, inclinándose un poco más cerca de Jackson, que se había recostado de espalda contra el mostrador, por lo que le provocó un sobrer03;salto.

Yuzuki se río entre dientes y se acercó para recibir el sobre con las fotos —gracias ¿cuánto es?

—Dos euros —informó educadamente, sin dejar de ver a Jackson por el rabillo del ojo.

La niña se llevó una mano al bolsito que acompañaba su vestido, pero antes de eso, Jackson se adelantó a cancelar el valor.

—Yo puedo pagarlo, Jack —se quejó ella, inflando las mejillas.

El pelirrojo se estremeció en cuanto su mano rozó la del oji-ámbar, al darle el dinero. Casi podía jurar que le había dirigido una mirada y sonrisa coqueta —Déjalo así, princesita —respondió distraídamente, luchando por no perderse en los ojos ámbar, por lo mismo se tensó cuando estos se endurecieron —nada me cuesta regalarte algo, prima —añadió, y los ojos dorados retomaron la calidez y ese encanto hipnotizante para él.

Yuzuki, con las fotos en manos, rodó los ojos ante la obvia atracción y la tensión que crecía por momentos entre su primo y el joven pelinegro.

—Te espero afuera —atinó a decir, saliendo del estudio.

Apenas alcanzó a ver que el pelinegro colocaba una mano sobre las de Jackson, con una sonrisa ladina, antes de decir algo que no alcanzó a escuchar, pero que provocó un brillante sonrojo en el albino.

Un par de minutos más tarde, Jackson salió del local también, con un rubor constante en el rostro y un papel que números apuntados en él. Tomó un respiro y se reunió con su prima en una banca.

Yuzuki arqueó una ceja hacía él, pero prefirió guardarse sus comentarios en pro de ver las fotos; así que mientras Jackson trataba de controlar su sonrojo, ella abrió el sobre y sacó las fotos.

Jackson se juntó más a ella para ver las fotos, pero al hacerlo, su sonrojo se fue de golpe, igual que la sonrisa entusiasmada de su prima.

—Pero qué rayos... —se veían unos trabajadores, atendiendo barcos en el muelle del río, pero la fotografía lucía ahumadas, como si hubiera un incendio en curso y el humo bailoteara por todos lados. Las personas lucían heridas menores y aparentes quemaduras.

—Jackson... —Yuzuki se llevó la mano libre a la boca, mientras veía las demás fotos.

La foto del parque se mostraba oscura, como si una sombra cubriera los rostros de cada niño, los padres o cuidadores de estos parecían cadáveres ambulantes, pálidos y con una capa blanca sobre sus ojos.

Los artistas parecían haber sido momificados y sus cuadros no eran más que amalgamas de sangre y carne cruda.

Los jardines parecían zonas volcánicas erosionadas y desérticas, con lava y azufre fluyendo descontroladamente.

Algunos de sus compañeros parecíanr03; una especie de zombie, otros tenían sus caras como cocidas, al estilo muñecos de trapo.

Yuzuki casi tira las fotos y Jackson la miró con ciertas náuseas y preocupación a la vez.

— ¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? —la pelimorada dirigió sus furiosos ojos azules hacia la tienda —encantador el chico del que te viniste a enganchar, Jackson —gruñó.

—Cálmate, Yuzuki. Él no pudo hacer eso.

La chica volteó a verlo molesta — ¿tanto te ha gustado para que lo defiendas así? —le chilló indignada.

Jackson se sonrojó, pero la tomó de los hombros y la miró seriamente —cálmate, te lo digo porque es imposible hacer photoshop a un rollo de película, niña.

—E-Entonces —tartamudeó — ¿l-la cámara? —sacó con manos temblorosas dicho objeto de su bolso y se le quedó mirando sin saber bien cómo sentirse.

De un momento a otro, dejó la cámara a un lado sobre la banca y volvió a las fotografías, buscando la última que había tomado, la de Ryou.

Cuando la tuvo frente a sus ojos, no supo bien que pensar.

Ryou estaba perfecto, como si fuese inmune a lo que quiera que fuese aquello que alteró las otras fotos. 
La sonrisa pequeña pero sincera que había mostrado relucía en su rostro y su cabello esponjado enmarcaba perfectamente su rostro con aquel ligero que rubor en sus mejillas que se había provocado al frotarse el rostro.

Sin embargo...

De tras de él había... Había... Yuzuki no sabía decir qué exactamente había tras su amigo.

La palabra dopplergänger se asomó entre sus confundidos pensamientos.

Detrás de Ryou había un... ente, decidió llamarlo ella, sumamente parecido al chico: el cabello igual de blanco pero mucho más rebelde, la piel pálida pero el cuerpo más tonificado, lo único diferente eran sus ojos, donde Ryou portaba unas grandes y brillantes esmeraldas, el ente mostraba unos pequeños y afilados ojos lavandas, relucientes de malicia y amenazas.

Este ente miraba directo a la cama, a la vez que rodeaba a Ryou con sus brazos, una clara muestra de propiedad y territorialismo; como si retara a alguien o algo más, a acercarse al niño que envolvía en sus brazos fieramente.

Yuzuki jadeó.

—Jack ¡préstame tu celular! —exigió ella, con pánico en la voz, y su primo no dudó en ofrecerle el aparato.

Ella marcó el número de la casa de Ryou, pero de nuevo nadie contestó.

—Ryou —gimió la chica de preocupación y las lágrimas empezaron a bajar por su rostro.

Jackson frunció el ceño, tomando la cámara en sus manos se levantó, para sorpresa de Yuzuki — ¡go dtí riamh* cacharro del infierno! —y la lanzó con todas sus fuerzas al río Támesis.

Su prima lo miró sorprendida a lo que Jackson se sentó a su lado y la abrazó para tratar de calmarla —Nadie hace llorar a mi prima pequeña en mi guardia —fue la explicación que dio el pelirrojo, llevándose una mano al pecho.

Yuzuki sonrió y se abrazó a él, más tranquila y mirando de reojo hacia el río, apretando con medidas fuerzas la fotografía de Ryou.

.

Días más tarde, Yuzuki se enteraría de que Ryou, aparentemente, se había mudado a Japón, a una ciudad llamada Dominó, de forma muy apresurada.

La pequeña pelimorada lloró esa noche. Nadie más que Jackson comprendía la profundidad de su precaución por el albino de ojos verdes.

La fotografía de Ryou estaba cuidadosamente escondida en un marco, tras una foto propia, en la veladora de su habitación.

Cinco años después.

—No entiendo por qué tuvimos que venir tan temprano, yadonushi —bostezó Bakura, siendo prácticamente llevado a rastras por su hikari, quien llevaba de la mano al somnoliento yami por los pasillos de su escuela.

—Ya te lo expliqué, los chicos y yo estamos en el grupo de logística del evento escolar —le respondió el menor pacientemente —tenemos que tener todo listo media hora después del momento en que usualmente empiezan las clases. Yugi, Malik y los demás ya deben estar llegando también.

Bakura bostezó nuevamente, reclinándose contra el hombro de su luz, aun mientras caminaban —que fastidio —murmuró.

—Has sido tú el que insistió en acompañarme a este festival —le recordó el menor con una sonrisa —podrías estar ahora mismo en casa, durmiendo y acurrucado entre las mantas —se burló.

— ¿Sin ti en la cama? —consideró, para luego bufar y negar, como si fuera algo inconcebible.

Ryou canturreó con ternura mientras deslizaba la puerta de su salón para entrar y dejar la bufanda sobre el perchero del aula —oh, Kura.

El aludido ex-espíritu rodó los ojos y se acercó a su luz, tomándolo por sorpresa lo alzó de la cintura para sentarlo sobre un escritorio al azar y se coló entre sus piernas, acallando la exclamación de sorpresa de Ryou con un apasionado beso en los labios.

El menor apenas atinó a gemir quedadamente en medio del beso, enredando sus dedos entre los salvajes mechones del cabello de su yami.

—Kura —jadeó, en busca de aire, cuando el otro se alejó.

—Esto es lo mínimo que me debes por hacerme perder mi sueño —se quejó en broma.

Ryou solo atinó a reír quedadamente, con las mejillas ligeramente sonrojadas, antes de ser abordado por un nuevo y ardiente beso.

El oji-esmeralda gimió más acaloradamente, tensando sus piernas alrededor de las caderas de Bakura cuando este empezó a acariciarle los costados, desde los muslos hasta las costillas, raspando sus uñas contra la tela que cubría el sensual cuerpo de su yadonushi.

Ryou se había atrevido a mordisquear traviesamente los labios de Bakura antes de que el mayor se separara abruptamente de él.

— ¿Kura?

—El faraoncete y su enano ya vienen —explicó en un gruñido, al ver un ligero destello en la sortija del milenio. Le dio un último beso a Ryou y rodeó el escritorio para sentarse en la silla y recostar la cabeza sobre las piernas de su pareja.

Ryou empezó a mimar el cabello de Bakura cuando Yugi entró de la mano con Yami, regalándole a ambos un amable saludo y una sonrisa de buenos días.

.

.

.

—Te he dicho que no tenían por qué acompañarme —gruñó una pelimorada de dieciséis años, cerrando la carpeta color borde donde llevaba su papeleo mientras salía de las oficinas del que sería su nuevo instituto.

Yuzuki ahora lucía su vibrante color de cabello natural, habiendo dejado el 'tratamiento' impuesto por su madre, aunque este se había tornado un poco más rizado.

Un Jackson de 18 años, que iba mirando los adornados alrededores de la escuela -que parecía estar de evento-, y siendo abrazado por la cintura por parte de un pelinegro de ojos ámbar, le respondió distraídamente —no tiene nada de malo, no es como si te estuviera dejando frente a la escuela en tú primer día, además esta es tu primera vez en Japón y tu madre insistió en que te acompañara —le recordó suavemente, señalando una decoración en particular al muchacho que lo abrazaba, a lo que este sonrió en su dirección —pero no te preocupes, una foto de evidencia para tus fastidiosos padres y te dejaremos en paz —le sonrió fingiendo inocencia, mientras sacaba su celular —Chase y yo tenemos nuestros propios planes de todas formas —se apegó más a su novio.

Yuzuki se mordió el labio inferior para evitar chillar como fangirl ante las demostraciones de afecto de su primo y el novio de este.
"Casualmente" las vacaciones de ambos en Japon habían coincidido con el intercambio de Yuzuki para estudiar en Domino, y la madre de la misma le había pedido e insistido -hasta el hartazgo- que cuidara y acompañara a su 'hijita' lo más que pudiese.

—De acuerdo —una foto de ambos primos, enseñando los papeles que certificaban el traslado exitoso de la chica, y ya estaba.

—Listo, ya estás libre —burló Jackson, enviando la foto a sus tíos —no llegue muy tarde al departamento y si te pierdes llámame.

—Ja. Ja. Muy gracioso —mofó la adolescente, con las manos en jarra, hasta que de pronto se quedó petrificada; el aliento se le atoró en la garganta y la sangre se le heló al punto en que su piel casi competía con la palidez de su primo.

— ¿Yuu? —la llamó Jackson — ¿estás bien? Parece que viste un espanto —bromeó de nuevo.

—A-allí —señaló quedada y cuidadosamente, con las manos temblando.

La pareja de chicos se miró entre sí, confundidos, hasta que siguieron la dirección del dedo índice de la chica.

El pelinegro quedó igual de confundido, Jackson solo se tomó unos segundo para comprender la reacción de su prima.

Era el mismo chico de la última de las fotos que, hace tantos años, Yuzuki había tomado con aquella maldita cámara; no fue muy difícil reconocerlo, como albino, Jackson sabía lo poco común que era hallar a alguien con esas características, y Ryou realmente resaltaba en la escuela.

No obstante, no fue la vista del que una vez fue mejor amigo de la pelimorada lo que trastocó a los primos; fue el hecho de ver al que, había sido denominado como un 'ente,' de pie, en carne y hueso, en vivo y a todo color, a un lado de Ryou, ayudando a un muchacho de piel canela y pelo cenizo a levantar una cava de icopor y llevarla a donde les indicaba Ryou.

Luego de que ambos terminaran con eso, el moreno pareció disculparse para irse al interior de la escuela.

Fue cuando el supuesto ente abrazó a Ryou por la cintura y le dio un rápido beso en los labios... que Yuzuki se desmayó, apenas dando tiempo a Chase de sostenerla.

El pobre pelinegro alternó su mirada entre Yuzuki y Jackson con la confusión escrita en la cara.

Y ajeno a todo eso, Ryou abrazaba felizmente por el cuello a su yami.

Fin.

 

Notas finales:

*go dtí riamh: hasta nunca en irlandés.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).