Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Jaula de Cristal por ipen shidemiru

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Pues esto lo comencé en 2012 pero hasta la semana pasada lo retomé porque el fic más reciente que vengo haciendo desde hace un año (y no he publicado) esta en hiatus mentales y no sé qué hacerle....

En fin, este es una historia que me gustó mucho el planteamiento, y se existe alguna variación entre la narración a partir del capitulo 2 es porque era todo lo que hube escrito el 1 hasta el 8 de nov del 2017.

 

Por otro lado, antes le había calculado unos 3 capitulos largos, pero ahora van 9 de extención muy variada. Recalco que mis capitulos estadar son de 2 mil palabras.

Notas del capitulo:

Si no mal recuerdo, tiene dos palabras que no corregí porque me dio flojera xD

 

Disfrutenlo.

Cumplía los 16 años cuando mi padre, la cabeza de la familia, me hizo saber que mi boda se acercaba. Lo supe desde pequeño, mi vida me destinaba a ser el consorte de alguien más, a bajar la mirada y dejar que hicieran lo que fuera necesario. No me gusta ahora, ni mucho menos en ese entonces. El compromiso era para con un reino lejano, todo por aliarse en caso de guerra. Yo era apenas un niño cuando me comprometieron, ni siquiera había cumplido ya los 14 meses de edad y mi vida era delineada por deseos ajenos.

La Luna iluminaba por completo el jardín interior de la villa donde me críe desde los 5 años, alejada de las ciudades para prevenir ataques, secuestros y enfermedades que pudiera adquirir al pasearme. La villa contaba con todo, era auto sustentable e incluso tenía un doctor que normalmente fungía como jardinero – cosa que al parecer le encanta. Unos hombres vestidos de negro llegaron por mí. No dijeron más que "Por órdenes de reino del Este, venimos en busca del hijo del reino del Sur, Yutaka-sama. La ceremonia matrimonial se llevará a cabo en diez días", y me llevaron con ellos sin esperar una respuesta.

El camino fue muy lago, tardamos casi una semana en llegar a mi nueva casa. Durante ese tiempo permanecí sentado o durmiendo en su mayoría. Durante las horas de sol hacíamos paradas cada cuatro o cinco horas, todo dependía de mis ánimos y la comida. El carruaje me permitía dormir todo lo que quisiera, sentado, acotado, sobre almohadas suaves y no tan suaves que se acomodaban bajo mí. Ello hizo que no me fijara en la condición del camino ni siquiera la ruta, todo lo que supe era que iba al Este…

Desde mi llegada a este lugar comida y techo no me han faltado. Personas de confianza tampoco, mimos, joyas... Ese tipo de cosas sobran. Incluso ahora soy padre. De un adorable niño castaño y de ojos negros. Su nombre es Ren. Ren, desde su nacimiento ha estado a mí lado.

Esta es la primera vez que un señor feudal tiene hijos de diferentes amantes para el mismo fin, o por lo menos en esta dinastía así es. Normalmente suele tenerse más de un hijo, sin embargo, el primer amante murió cuando su progenie cumplía un mes de edad. Aun no entiendo por qué fui desposado con el padre, esté ya contaba con un heredero fuerte y sano a quien cederle su imperio, el hijo es tan solo dos años mayor que yo... Si pensamos en eso Akira siempre ha sido muy educado conmigo, mientras que su padre, la noche de la boda, me atacó a fin de consumar la unión.

El día en el cual llegué, una comitiva esperaba por mí.

Nadie permitió que bajara del carruaje y me llevaron a una habitación donde me asearon y me vistieron de seda. Me cubrieron de tal forma en la que incluso mi altura era dudosa. No podía ni verme las manos, unos quince centímetros de tela se escurrían más allá de mí. Un velo me cubría la cara y solo si trataba de mirar a un lugar muy luminoso me dejaba ver. Tampoco fue necesario caminar. Me arrodillé sobre una tablilla cubierta con mantas y plumas y me llevaron a un lugar que olía a incienso y agua fresca.

Logré diferenciar la música nupcial haciendo un breve ensayo sin empeño en él. No me moví, para qué, mi cuerpo estaba más que acostumbrado a ser un muñeco aunque en mi mente me revelase…

Luego, un olor a flores se desató dentro. Multitudes de cuchicheos entraron a la par. Alguien me dio las buenas tardes y le respondí con una reverencia. Entonces, un peso se dejó sentir a mí lado y la música se desató como ruido blanco.

Escuché las palabras de un sacerdote… bueno, creo que fueron de un sacerdote. Ofició un rito religioso que acabó en una declaración de matrimonio de alguien frente a mí conmigo. Tras eso mis manos dentro de la tela fueron acogidas por una persona y hube de hacer una gran reverencia para los presentes a quienes nunca vi.

Cuando me vistieron repitieron muchas veces que la única personas que podía quitarme el velo de la cara era el terrateniente con quien estaba cansándome, si otra persona lo hacía sería considerado como traición. Mientras lo tuviera puesto dependería completamente de la servidumbre. Admito que comer con el velo puesto fue lo más interesante que hice ese día.

Una vez finalizada la ceremonia fui llevado a una habitación enorme llena de muebles cómodos y con comida esperándome. Esa noche dormiría con el velo puesto. También, el terrateniente con quien contraje matrimonio entraría a tomarme como se supone debe hacerse, sin embargo, no me quitó el velo, lo subió lentamente y lo dejó sobre la altura de los ojos sin decir ni una sola palabra.

Tampoco me tomó por la fuerza, trató de que no fuera en extremo doloroso para mí y, aun así, tuve más dolor que placer.

Se marchó de la misma forma en la que llegó.

A la mañana siguiente entró y lo primero que hizo fue quitarme el velo. Frente a mí había un hombre que fácilmente me duplicaba la edad, con unas cuantas arrugas y ninguna cana. Era apuesto, de ojos marrones, cabello negro liso, nariz pequeña y piel a penas tostada. Sus labios me sonrieron con una cara de lástima y me invitó a salir de ahí.

— Mi nombre es Suzuki Seiji, ayer contrajimos matrimonio. Así que espero que te lleves bien con todos. Aquellos sirvientes te llevarán a lavar, luego comerás es la sala principal. Puedes andar por toda la casa pero regresarás a aquella recamara todas las noches para tomar la cena y dormir. ¿Entendido?

— Sí.

— Bien, vete.

A decir verdad, su trato no de diferenció mucho del que recibí de mis padres cuando niño. Siempre dando órdenes, siempre limitándome, siempre cuidando a su reliquia que les salvaría la vida a todo el reino.

Al acabar la ducha fui remitido al comedor. Llevaba vestiduras orientales de altísima calidad de colores oscuros, una parte del cabello sobre el rostro y otra en una cola escondida en el cuello de la ropa. Suzuki Seiji comía junto a un hombre joven que se le parecía mucho.

— Vamos, siéntate frente a él.

El hombre frente a mí subió los ojos un momento y los regresó a su plato.

— Dime tu nombre y edad.

— Me llamo Yutaka Tanabe, tengo 18 años de edad. Mucho gusto. Me alegra unirme a este hermoso lugar.

— Es un honor que lo consideres hermoso. ¡Tú! ¡Preséntate!

Aporreó la mesa con la mano.

— Un placer conocerlo, me mi nombre es Suzuki Akira, soy el primogénito de terrateniente. Tengo 20 años de edad, soy el administrador de las exportaciones.

— Akira se irá después de la comida. Aún no termina la especialidad y debe regresar al extranjero. Yutaka, ¿estudiaste algo? Sé que eres encantador a la vista, pero nada satisface más que una buena charla.

— Economía, señor, pero entiendo de ciencias, política y literatura. También sé cocinar y tocar piano.

— Mandaré traer un piano y más libros para que no te aburras.

— Gracias por la comida. Padre, Yutaka-san, debo marcharme en este momento. Un gusto conocerlo.

— Buen viaje, hijo, esperaremos tu regreso.

— Le deseo mucha suerte.

Akira salió del comedor y ya no volví a verlo hasta tres años después.

Dos semanas después de que el hijo partiera, su padre entró en mis aposentos e hizo algo similar a la primera vez. Trató mucho menos de darme placer y sólo se preocupó por él mismo. Hizo eso, en promedio, una vez por semana, a veces dos o tres… en ocasiones no me tocaba y en otras me desnudaba pero él no se quitaba la ropa.

Tiempo después de vivir ahí parí un niño, Ren.

Ren fue el nombre designado para un niño que, posiblemente, sufriría un destino igual al mío.

Ren nació con los ojos grises, el cabello negro y la piel pálida, igual que la mía.

El terrateniente lo visitaba de vez en vez. No le interesó más que a mis padres el tener un hijo pequeño. Pero cuando lo hacía le daba regalos y dulces — aunque no pudiera comerlos ni jugar con ellos por su edad.

Un día, Suzuki Seiji entró de buena manera a mi habitación — no dormimos juntos, solo teníamos sexo — y me pidió amablemente salir de ahí llevando a Ren conmigo a la sala principal. Ren estaba por cumplir tres años e iba vestido con satén blanco y azul. En esa pequeña junta privada dio a conocer que su primogénito se encargaría de parte de la educación de Ren y que él dejaría de salir tanto a causa de una enfermedad, por tanto, Suzuki Akira y yo haríamos como la cara en todo. Entonces lo noté, Suzuki Seiji mostraba una tez decolorada, un par de manchas oscuras — sospecho que eran marcas de la edad — y un temblor poco evidente en las manos.

Año y medio después de eso murió.

Akira y yo nos quedamos con Ren. Akira ni siquiera podría verlo a los ojos, evitaba mirarlo y tocarlo. Su repulsión era evidente hasta para mí. Sin embargo, para el momento de la muerte del padre de ambos ya podía soportar cierta cantidad de contacto humano entre nosotros.

Simplemente nos veía. Akira era la viva imagen del terrateniente mientras que Ren lucía exactamente igual que yo. El mayor no hablaba mucho conmigo, sólo lo hacía lo estrictamente necesario.

Cuando Akira me miraba a los ojos era como ver a un actor de cerca, sus palabras eran firmes y sin ningún titubeo, nunca lo vi parpadear al momento de dirigirme la palabra.

Luego de quedar al frente de la familia mandó llamarme.

— Los dos estamos en esto, por favor, espero tu cooperación en futuras decisiones.

Hizo una diminuta reverencia a la cual correspondí y complementó:

— Por falta de tiempo alguien más vendrá a ayudar con la enseñanza de tu hijo.

— Eso no es necesario, yo puedo encargarme de él.

— Aún si quisiera, eso no es posible. Tu hijo aprende más rápido de lo que podemos enseñarle cualquiera de los dos, es necesario que alguien de su nivel lo ayude.

— En ese caso, confiaré en usted.

Notas finales:

Si les gustó suscribanse y dejen su like, ok no.

 

Pueden dejar su opinión, eso me serviría.

 

Yo actualizaré semanalmente.

 

Chau~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).