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Omelas por Ale Moriarty

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Notas del fanfic:

Advertencias: Adaptación del cuento Omelas. Posible Ooc. Hurt/Comfort. Maltrato. AU.


Anime/Manga: Naruto


Pareja: SasuNaru (Sasuke x Naruto)


Palabras: 3,077 –OS-

Notas del capitulo:

Notas: Este fanfic fue hecho para el torneo de las 3 ships. Llego a la última hora, pero todo porque gane el team SN. A cualquiera que lea esta historia, espero que les guste.

Omelas

[Ellos vivían en la utopía llamada Omelas. Una ciudad donde todos tenían la vida plena, era el lugar idílico, Sasuke Uchiha jugaba como cualquier niño de 10 años hasta que un día descubrió la verdad sobre aquella ciudad, tenían que sacrificar la felicidad de otro niño por la de todos los habitantes, ¿qué sucederá con estos dos chicos?]

Omelas, la ciudad perfecta.

En esta utopía era donde vivía Sasuke Uchiha con su familia. Los árboles eran frondosos, la tecnología era avanzada, no carecían de comida ni de conocimiento. Los niños corrían, jugaban y reían, disfrutando de una infancia idílica, mientras que los adultos crecían tanto a nivel económico como intelectual, no había otro lugar tan perfecto como Omelas.

En esta ciudad podías hacer lo que quisieras, no había problema sobre quién te enamorarás mientras fuera consensuado, no había clero y no existían guerras, la ciudad era tan impecable que aun cuando estaban permitidas, las drogas podían dejarse de lado porque no eran necesarias las alucinaciones.

Pero está ciudad escondía un oscuro secreto, una verdad que helaba la sangre de todos los niños cuando cumplían la edad suficiente para entender.

Cuando todos descubrían la verdad, preferían haber vivido en la ignorancia. Pero esta realidad era necesaria para que la ciudad prosperara, y exactamente hoy, Sasuke Uchiha la conocería.

Fugaku su padre, le guio hasta aquel lugar escondido de esa perfecta ciudad. Un edificio al cual todos habían entrado, pero nadie regresaba más de 5 veces. El azabache apenas tenía diez años, y en su cara se podía notar la inocencia, creía que este sería otro viaje familiar para ver más maravillas de su ciudad.

Nada estaba más alejado de la realidad a la que se enfrentaría.

Cuando entraron al edificio, vio a varios guardias custodiando una puerta, era metálica y su grosor era considerable. Las miradas de los que custodiaban le parecieron realmente frías al de orbes oscuras, por lo que apretó la mano de su padre con miedo.

—No tengas miedo Sasuke, todo estará bien —su padre intentó calmarlo con esa voz estricta que lo caracterizaba.

—¿Cuántos años tiene su hijo, Uchiha-san? —preguntó uno de los guardias.

—Cumplió 10 la semana pasada —dijo con total firmeza.

El hombre se giró con su compañero y ambos se observaron por varios minutos, después asintieron a la nada, como si hubieran usado telepatía para comunicarse. El otro guardia caminó unos pocos pasos y empezó a abrir la cerradura con una llave que tenía colgada en el cuello.

—Pasen —dijo después de unos segundos cuando quitó el candado —Recuerde, no hable con él y no muestren simpatía. Debe hacerle entender a su hijo cómo son las reglas de este lugar.

Fugaku asintió y caminó jalando a su hijo con él. Era mejor terminar con esto antes de que le regresara el arrepentimiento que tuvo la primera vez que vio a esa criatura. Sasuke acompañó a su padre, pero se aferró a su brazo como si fuera a arrancárselo. En esa enorme habitación, no había rastros de luz a excepción de una pequeña ventana. Los rayos del Sol penetraban a través de ella, pero eran tan opacos que no proveían calor alguno.

Y allí fue donde lo vio por primera vez.

Sasuke no supo por qué o cómo, ya que su mente aun no procesaba esa clase de sentimientos tan difíciles de nombrar, pero lloró… las lágrimas se desbordaban por sus ojos con aquella imagen lamentable.

Allí, atado con grillete que le rodeaba el cuello y una cadena que apenas lo dejaba caminar unos cuantos pasos alrededor de la habitación, estaba un pequeño niño, de su edad, o al menos eso quería creer.

Tenía la piel llena de suciedad por la falta de higiene, su cabello, aunque era rubio había perdido resplandor, sus ojos eran azules, pero parecían realmente apagados, como si se hubieran rendido con el mundo.  Estaba escondido en un pequeño rincón, viendo aquella luz que atravesaba la ventana, podía percibirse la incertidumbre en su mirada, como si no entendiera nada sobre la luz solar.

—Papá ¿qué significa esto? —exigió saber el menor, se sentía indignado y su estómago se revolvía al ver a este niño sufrir de carencias descomunales, incluso su ropa estaba rasgada y sucia… y tenía heridas en brazos y piernas, el grillete le había hecho quemaduras en su cuello por tanto estirarlo cuando se movía.

Era inhumano, era vil… y era desgarrador.

—Está es la felicidad de Omelas… hijo —confesó mientras miraba fijamente al rubio que temblaba al otro lado de la habitación.

—¿Qué? —exclamó alterado el pequeño Uchiha.

—Está ciudad es mágica, Sasuke. Para que todos sean felices, para la prosperidad… los ciudadanos tenemos que hacer sacrificios, tenemos que darle a la ciudad a un conejillo de indias, mientras él sea infeliz, la ciudad brillará… es su destino —dijo finalmente. Intentaba desviar su mirada del pequeño niño miserable, la vista le aterraba.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué alguien tiene que ser miserable para que los demás sean felices?! ¿Qué hizo él?

—No hizo nada Sasuke, es huérfano… era el único que podía ser sacrificado. Nadie daría a uno de sus hijos por el bien de la ciudad, así que, Naruto tuvo que ser el conejillo de indias cuando sus padres murieron en un accidente, ¿comprendes por qué tenemos que alimentar a la ciudad con la desgracia de otro? Ese accidente le puede pasar a alguien más si no le damos lo que quiere.

—¡Eso es horrible! ¡Yo no puedo aceptarlo papá! ¡Él…! —las lágrimas se desbordaban de su infantil cara, no soportaba ver a otro niño como él sufriendo tal injusticia.

En ese momento sus miradas se cruzaron, y el Uchiha pudo notar el poco brillo que quedaba en esa mirada angelical. El rostro del chico mostraba preocupación, ¿por qué se preocupaba por otros cuando su situación era peor? ¿Qué demonios?

Sasuke cayó al suelo sobre sus rodillas, estaba pegajoso y mugroso por la falta de limpieza. El aire era realmente asqueroso de respirar y el olor apestoso de la habitación le demostraba la inmundicia en la que hacían vivir a este pobre niño.

—Sasuke… levántate, vámonos… es necesario que sepas la verdad para que nunca se te ocurra ayudarlo.

—¡NO ACEPTO ESTO, NO LO ACEPTO! —gritoneó con fuerza mientras su padre lo jalaba.

—¡Reacciona Sasuke! ¡Esta es la realidad, algunos tienen que ser pisoteados para que los demás vivamos en armonía! ¡Olvídate de Naruto como todos nos olvidamos de él! ¡Sigue con tu vida y déjalo!

Cuando su padre lo jaló para salir de la habitación, sus ojos enrojecidos tuvieron una imagen que le cambió la vida, para siempre. Una sonrisa, una brillante a pesar de toda la desgracia, a pesar de toda la injusticia.

Naruto, el marginado de Omelas, podía sonreír de una forma tan brillante, como si fuera un enorme Sol.

Aquello solo provocó que Sasuke se sintiera más miserable.

.

.

.

Desde ese día, la ciudad utópica le pareció desagradable. Las risas de todos los adultos, los adolescentes o incluso los niños de su edad, le repugnaban. Sasuke siempre había sido introvertido con los demás niños, pero ahora simplemente se recluía. No quería saber nada de nadie, todos le parecían unos hipócritas.

—¿Por qué te gusta quedarte solo? —una voz conocida le volvió a la realidad. Era su hermano, Itachi, le sonreía con esa amabilidad que lo hacía aún más atractivo.

—Vete, no quiero verte. Odio a todas las personas de esta maldita ciudad —se quejó sintiendo como las lágrimas se desbordaban.

—Realmente te afectó, ¿eh? —dijo con una sonrisa seca su hermano mayor.

—¿A ti no o qué? —dijo con un tono ofendido que logró que su voz chillara.

—Todos los que hemos estado allí para verlo nos sentimos miserables como tú, todos… ni el más fuerte se escapa de tener pesadillas mientras duerme sabiendo que ese niño está sufriendo por nosotros, pero debes pensar racionalmente, Sasuke…

—¿Racionalmente?

—Eres aún un niño, es obvio que no lo comprendes Sasuke…

—¿Qué tengo que comprender Itachi? ¡¿Por qué tenemos que sacrificar a alguien por nuestra felicidad?!

—¿Y por qué no? Piénsalo detenidamente idiota… ese chico ha estado encerrado en esa habitación desde que aprendió a caminar, no tiene a nadie que lo quiera y lo cuide… todo lo que tiene es ese mugroso cuarto, es todo lo que conoce Sasuke… ni sabe hablar, no sabe comportarse como humano… ¿qué le espera si alguien lo salva? ¿Vas a sacrificar tu felicidad, la de mamá, la de papá, la mía… la de todos en Omelas, por un chico que no tiene futuro? No seas estúpido, es como si estuviera muerto… él ya no puede ser considerado un humano.

Itachi se levantó del suelo y empezó a caminar de regreso a la casa. La cabeza de Sasuke retumbaba por todas las palabras que su hermano escupió contra él, aunque tenía razón no podía olvidar el brillo de esos ojos azules que suplicaban ayuda y aquella sonrisa que no emitía culpas, al contrario, era tan tierna como la de cualquier niño.

Las lágrimas se volvieron a acumular en sus ojos.

No quería vivir en un mundo donde tenía que sacrificar a un chico que había tenido el infortunio de perder a sus padres.

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Sasuke no pudo dormir durante semanas, miles de pesadillas lo invadían. Naruto era apaleado por todos, miles de risas resonaban y lágrimas desbordaban de los ojos del rubio. No podía clamar por ayuda así que solo gimoteaba siendo pateado por todos los aldeanos que sonreían tenebrosamente. Eran monstruos sin corazón que dañaban a otro para ser felices.

—¡Basta! —Sasuke gritaba, pero nadie lo escuchaba, las sombras seguían maltratando al pequeño niño, pisoteándolo. Era como un animal indefenso al cual privaron de cualquier derecho posible, no era humano, no era catalogado como ser vivo.

No era nada.

—¡BASTA!

Y entonces se levantó, sudando y temblando de frío. Itachi seguía imperturbable en su sueño, agradeció que no lo viera llorar de semejante manera. Observó la luna tras su ventana y recordó la pequeña ventana que había en esa habitación.

Tenía que verlo de nuevo…

Solo así su conciencia estaría tranquila.

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Sasuke caminó entre la oscuridad, agradecía ser tan pálido como los rayos lunares y tan azabache como la misma noche. Llegó al edificio que custodiaba a la “felicidad” de Omelas y buscó aquella ventana en el perímetro del lugar.

Encontró la pequeña ventana de vidrio y suspiró aliviado, esto era el único contacto con la humanidad que le permitían a Naruto. Tragó la saliva con dificultad, no quería volverse nostálgico de nuevo.

Abrió la ventana con calma ya que no quería hacer un escándalo que alertara a los guardias y cuando al fin pudo abrirla entro con cautela. Era totalmente oscuro, solo por la luna que se filtraba tenía algo de luz. Escuchó el sonido de las cadenas y se giró encontrándose con esos ojos azules que le habían perforado el alma.

Se miraron por un momento que pareció una eternidad, Sasuke estaba hechizado por esa mirada inocente, aquella inocencia que él mismo tenía hasta el momento donde se le dio a conocer la verdad de su ciudad.

—No te haré daño —murmuró con voz calmada mientras se acercaba lentamente. Naruto se alejó por instinto, como si fuera un animal asustadizo.

—No huyas, no te haré daño… —su voz comenzó a quebrarse. Se sentía miserable, no quería lastimar a este chico, desde el primer momento que sus miradas se encontraron, sintió algo… una necesidad de protegerlo, de ser aquella persona que lo cuidara, de ser el único en su vida.

—Mi nombre es Sasuke… —le dijo con un tono cariñoso mientras extendía su mano. Era como la escena de una persona acercándose a un gato callejero, teniendo miedo de que lo rasguñe, pero aun así queriendo acariciarlo.

—Sa… su… ke… —la voz del rubio sonaba ronca, como si hubieran pasado años y fuera la primera vez que la usaba.

—Sí, Sasuke… ¿y tú? —le preguntó, aunque tal vez el rubio no sería capaz de entenderle. Volvió a repetir su nombre y luego señaló al chico de mirada zafiro. Se sentía como un tonto, pero quería intentar comunicarse, para probarles a todos que estaban equivocados, que en efecto él, este chico, era alguien, era un ser vivo, era un humano y merecía amor como todos.

—Naruto…

Y entonces lágrimas de felicidad inundaron los ojos oscuros de aquel Uchiha.

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El Uchiha comenzó a utilizar las madrugadas para visitar a Naruto. Él cohibido Sasuke había encontrado a una persona con la que deseaba compartir su tiempo. Aunque solo eran dos horas, sus visitas alegraban a Naruto.

Comenzó a llevarle libros y le enseño a leer y escribir, el rubio empezó a aprender a comunicarse y de vez en cuando podía comer deliciosas comidas que Sasuke guardaba de la cena. Aprendió lo que era dulce y salado, ya que todos sus alimentos eran amargos y agrios.

Descubrió lo que eran los rayos solares que atravesaban su ventana y que cuando desaparecían siendo remplazados por resplandores blancos, la noche había llegado.

Aprendió los diferentes tipos de colores y el negro comenzó a convertirse en su color favorito ya que de ese color eran los ojos de su salvador. Sasuke muchas veces le lavó el cabello con agua embotellada que empacaba en las noches y le cubrió con una manta cuando las noches se volvían heladas, incluso descubrió la calidez de un abrazo, y eso se volvió su cosa favorita.

Cuando le enseñó a escribir la primera palabra que quiso aprender fue: Sasuke y la segunda fue gracias.

En el cumpleaños 11 de Sasuke, Naruto descubrió que uno festejaba las fechas donde había nacido y que se daba un regalo, el rubio no tenía muchas posesiones, así que le dio una piedra que había sido su amiga durante tantos años en cautiverio.

—Ya no la necesito, quiero que la conserves —le sonrió tiernamente. Naruto no conocía los ángeles, pero Sasuke juró que tal vez el rubio podía ser uno, un mártir que sufría por los pecados de los humanos.

Ese simple obsequio le cambió la vida, y aquella piedra tan corriente se volvió más valiosa que una pepita de oro.

Pasaron 3 meses y Sasuke un día le preguntó cuándo era su cumpleaños, quería regalarle algo, no importaba si después tenía que llevárselo para no generar sospechas.

—Yo no tengo algo como eso, nadie se alegra de que naciera —confesó con tristeza en sus ojos. El pecho del azabache se comprimió y ahogó un grito desesperado.

—A mí me alegra, así que este día será tu cumpleaños, ¿está bien? —le preguntó sonriente. Naruto resplandeció como un día de verano y asintió con vehemencia.

El 10 de octubre festejarían y agradecerían porque Naruto existía.

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Omelas fue empezando a perecer al pasar de los días, semanas y meses. Aquella ciudad prospera ya no era tan brillante y los ciudadanos no entendían el por qué su lugar idóneo los traicionaba a pesar de su sacrificio.

Los años siguieron pasando y las cosas iban desmejorando con cada día.

Cuando Sasuke cumplió 16 años, sabía lo que sentía por Naruto. Ya no era un niño que fingía sentir amistad por el pequeño, no, ahora entendía que desde el primer momento donde sus ojos se encontraron, aquella sensación fue lo que los humanos describían como amor.

Amor de verdad.

Ese deseo de proteger al ser amado de toda dificultad.

Sasuke no podía desprenderse de este amor que sentía, había sacrificado la felicidad de miles de personas por la sonrisa de ese chico, sus padres y hermano eran importantes para él, pero Naruto se había vuelto esencial, era más que un enamoramiento, era… algo eterno.

Tal vez era demente, tal vez solo quería crearse esa falsa mentira, pero cuando estaba con él… nada más importaba.

Entonces ese día llegó, en una noche… los aldeanos descubrieron el por qué la ciudad comenzaba a traicionarlos, encontraron a Sasuke infiltrándose a la habitación donde estaba Naruto.

Hubo una enorme conmoción.

Mujeres gritaban, los niños lloraban, los hombres regañaban vorazmente y los adolescentes se quejaban. Sasuke había sido apaleado, pero aun así protegía a Naruto de las manos que querían hacerlo miserable.

—¡Sasuke se volvió demente! —gritaba una chica histérica.

—¡¿Cómo puedes preferir salvarlo y sacrificar a todos?!

—¡Por tu culpa la ciudad nos castiga!

Escuchaba cada uno de los reclamos mientras intentaba mantenerse de pie, los brazos del rubio abrazaban su estómago y el rostro lloroso de Naruto mojaba su espalda. Sasuke no quería verlo sufrir de nuevo, ya no más.

—¡HIPÓCRITAS, USTEDES SACRIFICABAN LA FELICIDAD DE NARUTO POR LA SUYA! ¿POR QUÉ NO PUEDO HACER LO MISMO CON SU CIUDAD? ¡MALNACIDOS! ¡NO ME IMPORTA LO QUE OPINEN, YO NO DEJARÉ QUE LO LASTIMEN! ¡LUCHARÉ POR ESTAR CON ÉL!

Todo el pueblo se quedó mudo ante la declaración mientras la ciudad comenzaba a moverse como si un terremoto la azotara. Muchas personas corrían despavoridas, no podían soportar ver como todo lo que habían construido se caía en pedazos.

—Sasuke, entra en razón… —le decían todos —No vale la pena ¿por qué sacrificas todo por él?

—Porque lo amo…

Y entonces la ciudad comenzó a desmoronarse como un juego de dómino, era como si aquel Dios que les había dado todo, se los arrebatara caprichosamente mientras se reía malévolamente por cada vida que iba despojando.

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Dicen las historias que nadie decide irse de Omelas, está ciudad es prospera y tiene a los mejores ciudadanos, guapos, inteligentes, maduros y felices. Las estructuras son enormes y la tecnología es avanzada, los niños disfrutan de una vida llena de lujos y no hay restricciones ni reglas porque existe la paz absoluta.

Lo que nadie sabe es que esta ciudad necesita que sacrifiquen a alguien para ser miserable hasta el final de sus días, no importa si es niño o niña, si es pequeño o grande, la ciudad no tendrá piedad.

En aquella ciudad llena de gente egoísta, hubo un niño que vio el brillo de los ojos azules de un ángel y quiso salvarlo. Un chico que no le importo sacrificar la felicidad de miles para salvar a aquella persona que lo hizo feliz.

Porque tal vez la felicidad es más que una ciudad idónea, tal vez la felicidad se compone de heridas, de oscuridad, de errores, de cicatrices… de abandono y de rechazo.

Tal vez la felicidad solo constaba de una mano que sostener, de una sonrisa cálida, de un cabello rubio como el Sol, de unos ojos tan adictivos como la brisa en un día caluroso… tal vez su felicidad tenía nombre y no, no era Omelas…. Era Naruto, un chico que cumplía años el 10 de octubre, que amaba comer dulces, que su color favorito era el negro y que su primera palabra fue… Sasuke.

Fin.

Notas finales:

Gracias por leer, amé escribir este fanfic. Espero sus comentarios.


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