Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

DIAURA por The_Raven

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic es para Izzy, sin la cual, este capítulo no existiría. Me he inspirado en todas nuestras conversaciones y en muchos vídeos que me has mandado. Gracias por meterme de lleno en el Universo de DIAURA. Y gracias por haberme apoyado y animado, por haber confiado en mi, incluso cuando ni yo mismo era capaz de soportarme. Te quiero mucho, hermanita.

En definitiva, gracias por todo.

 


 Quizá se debía al cansancio y a que en esa última temporada no comía como debía. Tampoco dormía las horas recomendadas para un hombre de su edad, y poco se preocupaba realmente de ello. Se pasaba día sí, día también, encerrado en su apartamento, de cuclillas en el suelo y la espalda apoyada en la pared mientras sus dedos se deslizaban de arriba a abajo y viceversa por los trastes de su guitarra; componiendo, estrujándose los sesos para que cada acorde combinara a la perfección con el anterior.


Le encantaba su trabajo. Nunca dudaría en afirmar aquello a cualquiera que se lo preguntase. Le encantaba tocar la guitarra. Había sido su gran pasión desde adolescente, cuando tras mucho ahorrar sus pagas de cada mes, pudo comprarse aquello que sonaba tan mágico entonces: su primera guitarra. Ya tenía leves nociones de cómo tocarla y le gustaba inventarse ritmos nuevos; ritmos que ahora que era un profesional, no le parecían tan espectaculares como en antaño. Claramente, después de tantos años, había perfeccionado y hacía verdaderas maravillas. Creaba melodías que le habrían hecho admirarse a sí mismo si tuviera 15 o 16 años, cuando lo que mejor se le daba era imitar sus canciones favoritas simplemente. Y a la par que su talento crecía, su auto-exigencia guiaba a éste de la mano y crecieron juntos, casi inseparables. No era suficiente con ser “bueno”. Kei quería quedar realmente satisfecho, quería darlo todo y hasta sorprenderse de sus propios méritos.


 


Quizá se debía al cansancio, pero últimamente tenía la mente en otro sitio y divagaba durante horas, sin escribir nada en sus partituras, tan sólo tocando notas al azar o afinando la guitarra tardes enteras. Quizá por eso no le diese tiempo a acabar a tiempo su parte, y eso no le gustaba. Se había impuesto un horario firme que cumplía al dedillo, según el cual sólo tenía cabida en su día desayunar, correr a la sala de ensayos; y al volver a casa, cenar e intentar componer. Y lo seguía, no tenía tiempo libre. Llevaba tanto tiempo sin usar su reproductor de DVD que incluso llegó a pensar que no sabría volver a encenderlo de nuevo. Apenas entraba en Twitter, y en las largas temporadas en las que eso ocurría solía colgar alguna foto, o darle favorito a algún tuit de sus compañeros de banda. No quería que sus fans le diesen por muerto, aunque poco le faltara para estarlo. Le hacía gracia llegar a ese tipo de conclusiones. Estaba claro que necesitaba descansar, o tal vez, un poco de inspiración; pero su mente estaba nublada por otras cuestiones. Se replanteaba muchas cosas, muchas situaciones a las cuales, claro que les ponía música, pero no servían. Esos acordes no servían, no pegaban, no eran del estilo de la banda. Eran demasiado ñoños, por el amor de Dios.


 


Según dicen, la mente de los artistas se inspiran y crean según sus vivencias, y puestos a recordar que no tenía ninguna; que no podía crear una canción llamada: “¿Debería limpiar esa mancha del suelo o cenar?” y que no era capaz de dar más de sí, sentía terribles ganas de llorar. No era la primera vez que le pasaba todo aquello. Ya había tenido faltas de inspiración antes, ya se había quedado en blanco en infinidad de ocasiones. Pero esta vez era diferente, porque esta vez sí que creaba. Sus dedos sólo se deslizaban para hacer suaves notas, dulces incluso… Sólo para que la voz del cantante destacara de forma armoniosa y se alzara dejando mostrar todo su esplendor. Y tener una balada en el CD está muy bien. O incluso dos o tres, pero no podía crear sólo baladas. Y casi se muere de vergüenza una vez que Tatsuya, el batería del grupo, leyó sus partituras y le preguntó con una amplia sonrisa: “¿Estás saliendo con alguien, Kei?”


 


Frunció el ceño con molestia al recordar aquello y bajó de sus pensamientos de un salto. Una disonancia le advirtió y cuando miró al bajista mirarle con una ceja alzada, esperando una disculpa por su parte por haber interrumpido su ensayo por segunda vez aquella mañana, resopló. El castaño suspiró a su vez, estirando las piernas.


 


—Lo siento —se apresuró a decir el de cabellos rosados, mientras llevaba sus dedos pulgar e índice a apretar el puente de su nariz. Shoya estaría molesto de sus constantes despistes durante aquella temporada que se le hacía eterna, pero al que más le molestaban, sin duda, eran a él mismo.


 


El castaño que se encontraba sentado frente a él también sabía aquello. Su compañero se tomaba muy enserio la música. Pero para él la situación estaba tan clara que incluso a veces llegaba a aburrirle. Por eso no respondió a aquello, simplemente sacó de su bolsillo su teléfono móvil para revisar sus mensajes.


 


—Siempre y cuando no te pase después…—Sin despegar la mirada de la pantalla, se encogió de hombros, sujetando el bajo con una de sus manos.


 


—Por supuesto que no. —Kei puso los ojos en blanco y suspiró largamente.


Realmente se sentía bastante mal por aquello. No quería preocuparse excesivamente, pero era verdad que todos se estaban esforzando demasiado, y no quería causarle molestias a ninguno.


 


Shoya rio de forma divertida y entrecerró los ojos entonces, apartando un poco su bajo para encoger sus piernas e inclinarse hacia delante, cambiando su expresión a una seria al notarle así de pensativo.


 


—¿Qué te pasa ahora?


 


—Nada.


 


—Sí, y yo nací ayer.


 


Kei resopló y desenchufó su guitarra, comprobando la hora del reloj colgado sobre la puerta. Quedaban aún varias horas para que saliesen al escenario. Estaba más nervioso que de costumbre. No podía dejar de pensar en que tal vez… ¿había dejado de tener talento? Por supuesto que no pensaba aquello. Sólo era un parón. Sólo estaba nervioso por muchas cosas.


 


—¿Nunca has pensado que… ya no vales para esto? ¿O en qué haremos cuando todo esto acabe?


 


Aquella reflexión por parte de su compañero y amigo, lo asustaron. Perplejo, pestañeó un par de veces y boqueando, ladeó la cabeza. ¿Realmente aquel chico le estaba diciendo aquello? Sabía que debía estar bastante afectado, bastante estresado y preocupado como para llegar a preguntar ese tipo de cosas. Kei era uno de los fundadores de aquel grupo junto con Yo-ka, por ello le resultaba bastante extraña su actitud; pero eran humanos al fin y al cabo, y bajo esa fachada de chico serio y misterioso que el de cabellos rosados se esforzaba en mostrar, se encontraba la personalidad de un chico tímido y totalmente dedicado a la música, en cuerpo y alma.


 


—Rechacé tres veces el ingresar al grupo a pesar de las constantes insistencias de Yo-ka… Pensaba que no servía lo suficiente, que no daría la nota, que no os llegaría a los talones —murmuró mientras se encogía de hombros y desviaba la mirada. El contrario le miró con atención. No esperaba ninguna respuesta por su parte. El bajista era mucho más independiente, solía ir a su aire. Cada cual con su personalidad pero… Sin embargo, demostraba muchas veces estar ahí para ellos, aunque sólo fuese por la necesidad de brindar desahogo y de dar ánimos—; aunque, ya me ves aquí. Todo lo que hemos conseguido juntos. Además, soy el único bajista sobre la faz de la tierra capaz de aguantar todas las bromas y chistes malos que hacéis mientras trabajamos.


 


—Como que no ibas a soltar una de tus perlitas ¿eh? —rio el guitarrista, bromeando. Aunque realmente estaba agradecido por sus palabras, aunque no quisiese demostrarlo de forma abierta. Le costaba bastante; y eso, el otro lo sabía.


 


El castaño le sacó la lengua y también desenchufó su bajo, dejándolo en su funda con cuidado. Se alzó y desperezándose comenzó a caminar hacia la puerta.


 


—Me voy a por un café —masculló pensando en que debía responder varias menciones que varios miembros de otros grupos le habían hecho en Twitter—. Y no quiero volver a verte pensando en esas cosas ¿eh? Como Yo-ka te vea así, recibes, y lo sabes.


 


Yo-ka. El cantante y líder de la banda. El hombre que le había pedido que hiciesen un grupo de nuevo, tras la separación de Valluna, y juntos decidieron que esa, DIAURA, sería la última. Habían pasado ya muchos años desde que la crearon. Habían avanzado muchísimo, y habían pasado todos juntos muchas cosas, aguantado muchas burlas, superado muchas discusiones… Y aun así todos volvían a juntar sus manos y recibir puñetazos en la espalda, porque “da buena suerte antes de los conciertos”. Kei sabía bien que si no hubiese sido por el entusiasmo del vocal, nunca habrían llegado a ser lo que eran. Dictatorial Aura nunca habría llegado a significar todo lo que significaba para ellos en ese momento. DIAURA, eran ellos. Su esencia como personas, como músicos, como equipo, como una familia. La gran familia que formaban junto con los Gumins, sus fans.


 


Y por todo aquello, Kei admiraba profundamente a su compañero y amigo. Tanto como cantante, ya que su voz le resultaba preciosa, encantadora, incluso cuando simplemente les pedía que guardasen silencio durante los ensayos; tanto como persona. Siempre lograba entusiasmarlos y apoyarlos. Él era el pilar sustentador de todos ellos. Ese chico les brindaba protección, comprensión y valentía para seguir adelante. Se esforzaba más que ninguno  y no parecía molestarle en absoluto. Asumía su papel de líder con total convicción y capacidad. Sabía que debía ser él. Sabía que era el único capaz de conseguirlo.


 


Y a Kei sus sonrisas le provocaban suspiros. Había empezado a sentir mucho más por aquel chico de lo que nunca pensó alguna vez. Si tuviese que definirlo con una palabra, lo llamaría “Sol”. Definitivamente, era un sol. Los iluminaba con su luz innata, los abrigaba con su calidez y los reconfortaba. Y al guitarrista lo derretía con su dulzura y con aquellas miradas que se dedicaban durante minutos enteros. Sin embargo, nunca llegaba al punto de quemarles. Se apagaría por voluntad antes de causar algún tipo de daño a sus compañeros.


 


—¿Qué haces ahí tan callado con la guitarra sin enchufar? ¿Sabes que tenemos poco tiempo? Se está rifando una colleja y alguien tiene todos los boletos.


 


Aquella voz.


 


Se aclaró la garganta y se atrevió a mirar de reojo hacia la puerta, encontrándose al líder del grupo apoyado en el marco, con una lata humeante entre sus manos y una expresión divertida en su rostro. En su barbilla llevaba arrugada una mascarilla blanca y en su cuello enrollada, una bufanda de colores oscuros. Había empezado a refrescar ya por esa época del año, y el de cabellos blancos no podía permitirse descuidarse la garganta. Si perdía la voz, aunque sólo fuese temporalmente, le daría un ataque.


 


Se sentía privilegiado de poder ver al contrario con aquellas pintas, sin maquillar y el pelo lacio, peinado hacia abajo sin ningún tipo de gracia. Sus ojos no eran muy grandes y no llamaban tanto la atención como cuando llevaba lentillas y toda aquella cantidad de sombra de ojos. Sin embargo, a él le parecían encantadores. Sus labios eran gruesos y su piel más morena y más imperfecta que en el escenario. Tenía algunas manchas en sus pómulos, los cuales eran lo que más destacaba de su rostro. Pero las manchas de la piel y las pecas no eran lo único que la base de maquillaje lograba tapar; también escondía unas ojeras marcadas y oscuras y una mirada cansada. Seguramente el chico se habría pasado el día de arriba para abajo, organizando un montón de asuntos importantes en el escenario. A pesar de todo aquello, aquel atisbo de energía, ese brillo vivo y entusiasmado permanecía en sus pupilas.


 


Kei sonrió también desde el interior, de forma casi imperceptible y se encogió de hombros para levantarse e ir lentamente a agarrar su guitarra acústica, dando un par de acordes al azar y dos puntadas con la uña de su pulgar, sosteniendo la púa entre sus labios tensos. Yo-ka rio ante sus acciones de forma encantadora mientras fijaba su mirada en él. El más bajo lo notó e inevitablemente, desvió su mirada, sin borrar su sonrisa de sus comisuras. Una sonrisa que se tornó nerviosa. Se quitó la púa de la boca y comenzó a afinar aquel instrumento.


 


— Pensaba practicar un poco con este bebé, ¿te apuntas? —preguntó, en voz baja, con tan sólo una de sus comisuras alzadas.


 


—Vale, pero una canción sólo. Tenemos que ir a maquillaje y preparar aún algunas cosas —murmuró el vocalista mientras acercaba un poco la silla en la que antes se había sentado el bajista. Se cruzó de piernas y dejó la lata en el suelo— ¿Cuál quieres?


 


—Aguafiestas —Yo-ka puso los ojos en blanco—¿Innocent? —volvió a preguntar el de cabellos rosados, tensando algunas cuerdas y dando una puntada, como si cada vez que tuviese una guitarra en sus manos tuviese que hacer cualquier cosa con ella excepto dejarla quieta.


 


—Perfecto —asintió entonces el menor, aclarándose un poco la garganta.


 


El guitarrista no necesitó ni un segundó más para comenzar a tocar los primeros acordes de aquella canción que tanto gustaba a ambos. Sus dedos volvieron a deslizarse por los trastes, casi hipnóticamente, creando una atmósfera peculiar que sólo lograban las notas siendo interpretadas por aquella guitarra. Flotaban por toda la estancia, con un deje de frescura. Así sonaba esa canción en acústico. Y cuando el otro chico comenzó a cantar, Kei tuvo que apretar los labios y mirarle de reojo mientras seguía con su labor. No quería perderse aquella imagen. El otro cerraba los ojos mientras abría sus labios y dejaba salir su voz. Ambos elementos combinaban a la perfección, haciendo que a los dos chicos les recorriese las cosquillas. Los vellos de la nuca del de cabellos rosados se erizaron sin poder evitarlo cuando el de menor hacía aquellos agudos. Suspiró también y cerró los ojos, sin necesidad de ver su instrumento para tocarlo. Lo conocía a la perfección y al cabo de los años, ya tocaba de forma mecánica, sin necesidad de pensar. Sus manos se movían solas. Era en esas situaciones y cuando hacía representaciones en vivo, que aquel hecho se convertía en una ventaja.


 


Sin embargo, el guitarrista no era el único que lo observaba de esa forma. El cantante abría de vez en vez sus ojos para observar la expresión tranquila del hombre que daba puntadas a las cuerdas. Se quedó atontado mirando cómo se relamía los labios cuando sus dedos cambiaban de traste y como apretaba los párpados en una mueca placentera cuando el ritmo se iba acelerando. Y la realidad era que, el de cabellos blancos vivía prendado de su ser. Lo admiraba tanto como el contrario lo admiraba a él. Disfrutaba verle tocar, verle disfrutar mientras tocaban todos. Verle mirar al público y agitar la cabeza cuando llegaban sus solos. Se había enamorado de él. Su música le había conquistado el corazón y su personalidad se había encargado de hacerse un hueco muy especial en él. Eran amigos. Nunca se habían catalogado como “mejores amigos” o algo por el estilo. Tampoco estaban saliendo juntos. Pero su relación era única. No sentían nada parecido con nadie más. No sabían cómo llamar a aquel sentimiento ninguno de los dos. Simplemente se conformaban con saber que para ambos, el contrario era la persona más especial que podrían encontrar jamás.


 


Esa era la palabra que mejor se ajustaba a aquella situación, a aquello que ambos llamaban amistad.


 


Especial.


 


***


Escuchaban los aullidos del público. El ambiente en aquella habitación estaba cargado de los nervios de aquellos chicos, más cuando una de las chicas del staff se acercó a avisarles de que debían ir saliendo ya. Pero antes, como tratándose de un ritual, todos los miembros se miraron unos a otros y unieron sus manos. Esa tradición que parecía no extinguirse a pesar de los muchos conciertos en los que habían actuado.


 


—Tiene pinta de que la noche va a prometer…—murmuró Shoya con una sonrisa ladina en su rostro y sus ojos entrecerrados. Numerosos fans gritaban sus nombres y eso, los hacía palpar la adrenalina que estaba empezando a crecer, anunciada por un cosquilleo en sus vientres.


 


Tatsuya rio ante aquel comentario y apretó su mano libre en torno a sus baquetas, visiblemente más inquieto que el resto del grupo.


 


—¿Hoy son más o soy yo? —preguntó, mirando hacia la puerta que se acababa de abrir. Él sería el primero. Inspiró profundamente y cerró los ojos unos segundos, concentrándose. Cuando abrió de nuevo los ojos, la emoción brillaba en estos con brío.


 


Se miraron los unos a los otros y con un fuerte apretón de manos gritaron al unísono y se desearon fuerzas. Yo-ka estampó su puño en la espalda del batería. El siguiente en salir fue Shoya, y de nuevo, aquellos gritos que hicieron que el cantante cerrara los ojos con deleite. Los esperaban. Sabían que les esperaba una noche prometedora.


 


Por último, los dos restantes se miraron. Kei tragó saliva y esperó unos segundos en la puerta, con el ceño fruncido, en una mueca seria. Concentrado, con el corazón desbocado. El menor se acercó a él y se inclinó suavemente mientras apoyaba una mano en su espalda, murmurando cerca de su oído unas palabras que hicieron que las mejillas del más bajo se encendieran.


 


—Como vuelvas a pensar que no vales para esto…—La mirada del de cabellos blancos se clavó en la del otro, de forma seria, impasible—, te juro que te vas a enterar —amenazó.


»Recuérdalo, ¿me oyes? —prosiguió- Yo canto si tú tocas la guitarra —la voz de Yo-ka era dura, con un claro deje de ira contenida en cada palabra que explotaba como una bomba en los tímpanos del mayor, que con los nervios a flor de piel por los gritos, las luces de los focos y la adrenalina a los que estaba a punto de enfrentarse, notó sus rodillas temblar— Yo canto —volvió a repetir entonces, haciendo énfasis, con esa voz profunda y melodiosa que llevaba la cordura del guitarrista a unos límites extremos, amenazando con ceder- si TÚ tocas. Y yo quiero cantar.


 


Los párpados de Kei se encogieron. Se humedeció los labios de forma casi imperceptible e inspiró de forma pesada. Sintió que aquella situación lo superaba, pero de una forma extasiante; de una forma sublime. ¿Podría catalogarse aquello como orgásmico?


 


—A sus órdenes, Master.


 


Voy a asesinar a Shoya. Fue el único pensamiento lúcido que el chico había sido capaz de plantear en aquella situación. Salió corriendo fuera entonces, sin mirarle una vez más, y fue recibido por el público con un fuerte alarido. Abrumado por toda aquella situación, se sintió abrazado, abrigado por todo aquel gentío. Extendió los brazos y recorrió toda la sala con sus ojos. Intentó alcanzar a cuantas personas le era posible y con su mirada les prometió, que irían a pasar una de las mejores noches de sus vidas.


 


Mientras tanto, las mejillas y el bajo vientre del cantante ardieron en una punzada de pura excitación que lo sacudió entero; y a la vez, un cosquilleo en su pecho le hizo quedar totalmente embelesado, observándolo desde donde se encontraba. Kei podía derretirle a él también. Y lo conseguía.


 


Ya lo creo que lo consigue.


 


***


El escenario les cambiaba. A todos los artistas que había conocido les pasaba lo mismo. Parecía que se trataba de dos personas completamente diferentes fuera y dentro de él: el Shoya despeinado, el Shoya maquillado. El Kei tímido, el Kei atrevido. Sin embargo, el escenario sólo sacaba lo mejor de ellos. Maximizaba sus rasgos, los hacía más exagerados. Seguían siendo ellos, pero sin tapujos. Sin restricciones de ningún tipo.


 


El guitarrista empezó a cuestionarse el porqué de esa actitud generalizada. ¿Tal vez se debía al palpable sentimiento de libertad y, a la vez, de alabanza por parte de sus fans? Probablemente, mas no importaba realmente mucho en aquellos momentos, pues su único deseo era contemplar hasta saciarse a aquel ser que ahora, plantado sobre una tarima e izando la bandera con su símbolo y sus colores, no sólo iluminaba a los tres restantes miembros del grupo, sino que los iluminaba a todos ellos. A cada una de aquel centenar de personas que habían ido a verles. Y con todos sus rasgos en puro esplendor, las baquetas de Tatsuya dieron comienzo a la primera canción, y de esta forma, también el resto de la noche, durante la cual los ojos de Yo-ka y de Kei se buscaban, se encontraban y se fundían. No podían dejar de hacerlo, como un imán no puede dejar de sentirse atraído por el hierro. 


 


Y entonces, llegó el momento de Innocent. Era curioso percibir como una misma canción podía cambiar tanto dependiendo del contexto en el que se tocaba. Había mucha diferencia entre la que habían ensayado aquella tarde el líder y él, y en la que en esos momentos comenzaban a tocar. La frescura seguía ahí, sin embargo, jamás había sentido algo igual con aquella canción y no sabía por qué debía ocurrir con ella en especial. Se suele decir que, las emociones tan fuertes y tan recurrentes no tienen explicación. Son impulsos irracionales. Pero, aquella vez sí que había una razón importante por la cual, notó su garganta cerrarse con cada palabra que el cantante iba dejando salir de sus labios. El público cantaba con el chico, al cual sólo podían escucharlo con claridad los propios miembros de la banda, pues había prescindido del micrófono. Se había igualado a todas las personas que cantaban frente a él. Les estaba mostrando a ellos, lo que el guitarrista había visto durante tantas veces cuando ensayaban: sus más puros sentimientos


 


Kei sabía lo importante que eran para Yo-ka sus fans, los Gumin. Y sabía que les entregaba todo su corazón en cada concierto que hacían. Sabía las ilusiones que ponía siempre en los miembros del grupo, en él mismo, y en las personas que oían su música y la disfrutaban. Y no fue hasta que al menor se le fue la voz al haberla alzado con tal pasión, que se dio cuenta de que a éste se le deslizaban las lágrimas por las mejillas. Incluso las personas más fuertes sucumben cuando las situaciones le superan ¿no?


 


Quizá fuera por el cansancio pero, cuando aquel concierto acabó, justo en el segundo en el que la última nota, el último acorde, puntada y sílaba de la última canción se fundió con un silencio mezclado con el aplauso del público; justo entonces, la cabeza del guitarrista comenzó a componer con un frenesí que no recordaba desde hacía mucho tiempo. Gracias a los fans por haberlos apoyado, por haberlos seguido durante aquel arduo camino en esos duros y a la vez, preciosos años. Pero sobre todo, gracias al cantante, por ser la mejor persona que iría a conocer jamás en toda su vida.


 


***


 


Entraron de nuevo a aquella sala de entre bastidores con las rodillas y los dedos temblorosos. Sin duda, ninguno esperaba que aquel público fuese a reaccionar de aquella forma. Ninguno, excepto, por supuesto, Yo-ka. Éste permanecía al fondo de la habitación, con una mirada seria, la cabeza gacha y un aura extraña a su alrededor. Había experimentado demasiadas sensaciones en muy poco tiempo, por lo que se sentía abrumado, pensativo, contemplativo. Los demás aún no lograban creérselo y para canalizar un poco mejor el nerviosismo, comenzaron a hacer bromas, a soltar suaves risotadas y a dejar caer alguna que otra lágrima que no habían conseguido contener. El rostro del bajista entonces se suavizó cuando se dio cuenta del estado de su líder, quien a pesar de su  situación, se esforzaba en bromear con el grupo, aunque no de la misma forma en la que ellos lo hacían. Kei se giró a mirarle y, al enfrentarse a él de nuevo, notó una suave punzada, esta vez en su estómago y una sensación de calidez que lo embargó al completo, rodeándole. Pero Shoya no era idiota, ni había nacido ayer. Y Tatsuya sabía que aunque el guitarrista no estuviese saliendo con nadie; eso no impedía que su corazón no lo sintiese: el amor. Se marcharon sin dar más explicación que un par de estúpidas excusas. Ambos sabían que el cantante, en ese instante, necesitaba al mayor. Sólo a él.


 


—Me he muerto cuando han empezado a cantar…—susurró entonces, agachando aún más la cabeza cuando los chicos se marcharon. Se llevó una mano a los cabellos, apartándolos un poco de sus ojos. Su voz sonaba entrecortada.


 


Kei observó cómo sus cabellos, que se revolvían de forma graciosa por todos aquellos movimientos de cabeza, se pegaban a su frente; y como sus pómulos brillaban, debido al sudor. El maquillaje de sus ojos se había emborronado también por la reciente humedad que éstos habían expulsado.


 


—Lo sé…yo también —murmuró en voz baja el guitarrista, sin comprender exactamente bien a qué acababa de responder. Dio un par de pasos hacia el contrario, algo dudoso. Él también se había muerto, pero no precisamente por los fans.


 


De nuevo, se quedaron mirando durante unos segundos y, sin necesidad de mediar palabra, comprendiéndose con tan sólo un leve gesto de párpados y pupilas, se acercaron ambos, como si desde muchísimo tiempo atrás hubiesen esperado aquello con impaciencia. Lo anhelaban. Kei anhelaba rodear con sus brazos el cuerpo del más alto, y viceversa y, cuando lo hicieron, un fuerte cosquilleo en el vientre los atacó a ambos. Como si los brazos del otro fueran su única protección. Un hogar al que volver; un lugar seguro.


 


—Estaban cantando nuestra canción —continuó el otro, como si nada, pero sin ignorar en ningún momento cómo se sentía el dulce roce de los cabellos del otro acariciar sus mejillas—. Mira hasta dónde hemos llegado, Kei…


 


Y el guitarrista pudo notar como los hombros del menor comenzaron a temblar entre sus brazos. Lo escuchó sollozar y comprobó con un suave vistazo, tras alejarse apenas unos milímetros, que lloraba. De forma más profunda que antes.


 


Tragó saliva y notó sus propios ojos anegarse en unas lágrimas que permanecieron dentro de los límites de sus párpados. Acarició suavemente los cabellos del otro, haciendo que se desprendiera aquel olor a sudor, que no le parecía para nada desagradable. Justo lo contrario, lo sentía como una evidencia de que aquello era real. Todo aquello. DIAURA era tan real como el abrazo que se estaban dando.


 


E incluso las personas más fuertes, a menudo, se ven superadas y necesitan, por unos segundos, olvidarse de que lo son y, dejarse llevar. Dejarse abrazar y dejarse hacer. Perder los papeles y desvanecerse, dejar que alguien los levante. Sentirse protegidos y, en ese caso, queridos. Y si de algo estaba seguro el mayor de ellos era que jamás dejaría que aquella persona que se encontraba frente a sí, cayese. Ambos saldrían juntos de todas las adversidades, como habían hecho siempre. Como seguirían haciendo.


 


El guitarrista sólo pudo asentir a lo que el chico le dijo y, sin poder evitarlo más, notando como todos sus sentidos le gritaban, tiraban de él como si de una fuerza superior se tratase, de forma tímida y rápida, pegó sus labios contra los del otro en un suave beso que apenas duró unos segundos, degustando el sabor salado de sus lágrimas. Aquel simple roce de su boca caliente lo devastó y, temblando esta vez él, lo estrechó con fuerza. Los labios de Yo-ka lo recibieron con dulzura, con calidez, y en ese momento, todos sus miedos huyeron. No les preocupaba perder su tan preciada amistad, no les preocupaba, pues, justamente entonces, eran tal cuales eran, de nuevo sin tapujos. Sin fachadas.


 


—Y los años que aún están por venir —murmuró Kei, intentando aparentar normalidad, pero no por ello intentando quitarle importancia o queriendo olvidar aquel acto que acababan de hacer. Se habían besado, por fin, se habían besado. Y le había encantado.


 


El vocalista tomó la iniciativa entonces pero de forma más directa, tomando aquel acto como una vía libre para proceder. Acarició el mentón del más bajo con sus dedos, notando su piel húmeda por el sudor, y acercándose a él, volvieron a pegar sus labios. Esta vez no duró unos segundos, sino que se atrevieron a moverlos suavemente contra los contrarios, notándolos humedecerse, de forma dulce. Los corazones de ambos latían desbocados, taladrando sus pechos; y, cuando se separaron, se miraron por un instante.


 


—Gracias por estar conmigo —murmuró Kei, en voz baja.


 


Yo-ka rio encantadoramente y, con una mirada embelesada, ladeó la cabeza.


 


—¿Eso no debería decirlo yo?


 


—No me refería a eso.


 


—Lo sé…—El guitarrista pestañeó de forma algo tensa, mirando al otro entonces con una mirada seria por estar reflexionando sobre aquello, y con las mejillas completamente encendidas. El vocalista volvió a añadir—. Siempre voy a estarlo.


 


Y volvieron a abrazarse durante unos segundos, cada uno sonriendo y sintiendo aquella felicidad embriagarles. Ya no tendrían miedo.


 


 Todo aquello, era sólo el principio. DIAURA acababa de comenzar.

Notas finales:

-Si queréis ver el momento en el que el público canta con Yo-ka y empieza a llorar, aquí os lo dejo.

https://youtu.be/MAK46m7HIj0

-Y aquí os dejo el concierto completo, para que lo disfrutéis tanto como yo (?

https://youtu.be/YavSNee0TG8

-Y aquí está Kei tocando Innocent en acústico. La primera vez que vi este video me puse a llorar. Son demasiado <3

 https://youtu.be/s-ffw7SvFkU


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).