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Las mujeres que ame, pero... por Rather be

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Notas del capitulo:

Porque tenia ganas de escribir algo corto y simple. Y recordar lo esfimero que es la vida.

Empezar hablando de la mujer más atractiva, fina y delicada que vi en mi adolescencia, sería lo ideal. Aquella mujer que ocasionaba que mi piel se erizara, que mis manos temblaran, esa mujer que esperara ansiosa todas las tardes. Aquellas tardes donde solo existía ella y yo; donde no me  importaba que estuviera todos mis compañeros presentes, no me importaba que me doblegara la edad, que importaba que su anillo de compromiso y una futura boda estuvieran ahí. Recalcando que mis esperanzas jamás florecerían.  Ella creía yo que era lo mejor que me había pasado, su cintura, sus manos, su cabellos recogidos en un broche, sus gafas de marcos gruesos… Ah y ese perfume, que le quedaba tan bien en su piel… eso es lo que más recuerdo de ella.

Pero así como tiempo paso, ella también lo hizo. Una tarde me veía tan lejos de ella, como ella de la docencia. Mi profesora, mi luz cálida de la adolescencia se marchaba como yo lo hacía de la escuela. Admito que aun cuando la veo pasar con sus hijos, sonrío, ambas decidimos que lo mejor era continuar.

Luego, déjenme decirle que le siguió una hermosa chica ciclista, solo la veía pasar desde la lejanía. En ese instante en el que yo esperaba el colectivo. Sus piernas, sus pechos y el cabello rubio recogido; jamás me los olvidare. Parecía imbécil cuando esperaba ansiosa a que pasara; pero no me fallaba, y yo tampoco lo hacía. Luego una tarde decidí cruzarme en su camino, en ese momento el peatón imbécil se había apoderado de mi, debía dejar de mirarla en la distancia; sabia que ella también me miraba…  después de una frenada abrupta, ella se bajo de la bicicleta y creyendo que me insultaría e incluso que me golpearía.  Me pide ayuda para que la acompañe a una bicicleteria para que revisen su bici que según ella, se había doblado la rueda, en la frenada abrupta que le provoque cuando me metí en su camino.  

Pero, aun cuando ella tuviera un cuerpazo y una delicada sonrisa; sabía que no me pertenecían. Sin involucrarme demasiado en la idea de un trió, junto a su novio, desaparecí de su vida, al igual que ella, ya que no volvimos a cruzarnos más en aquella avenida.

En mis años de adultez, no me falto mas desilusiones que las anteriores nombradas, la tercera que recuerdo, no fue más que la mujer de mi jefe; una mujer de ojos celestes, uñas “finamente” pintadas, y un perfume barato que aun lo siento en el aire, sus manos eran tan atrevidas cuando querían y tan delicadas cuando nadie nos veía; que me dejaba casi siempre lejos de la cordura la verdad.  Su boca cuando nos reuníamos en su casa, no paraba en ningún momento de decir hartadas de cosas, en ese momento pensaba en cuan atrevida y rebelde podía ser si le robaba un beso frente a todos. Claro que eso lo reservamos para lo privado.

Sin embargo poco duro, la verdad ya que le gustaba volar alto en la vida, y si no le bastaba con un gerente del banco, mucho menos se lo podía ofrecer una cajera.

La siguiente que recuerdo no fue más que una chica ruda, que vestía musculosas de colores pocos comunes; que mostraban sus trabajados bíceps y tríceps. Su pelo corto y su chaleco de jean bordado de letras góticas, y sus besos violentos y sedientos de pasión, me volvían loca.  Recuerdo que incluso fui a su casa, me presento frente a su familia; salíamos a pasear a su perro cada tarde sea invierno o verano.

Sin embargo, cuando me presento a sus amigas. Lo nuestro se termino, ella no pudo soportar la idea de que su ex me mirará; al igual que yo no pude soportar sus celos.   

La siguiente, no fue más importante que las anteriores, pero al menos si de las que dejo una cicatriz; ella era mi mejor amiga. La amiga que juras y vuelves a jurar que nunca tocaras; la que dices no importa lo quebrada que se encuentre o nos encontremos no tocaras. La que arropas y consuelas con kilos de helado, pelis bizarras, e incluso ayudas cuando sabes que todo no es más que una fachada. Esa misma.

Decir lo que ocurrió esta de mas, pero lo diré para que en mi cerebro se haga el “Clic” y la elimine de una vez; la encontré con el que era su novio. El día siguiente del que dormimos juntas. Ese día jure no volverla a ver, y eso al menos sigue aún vigente.

La sexta, si mal no lo recuerdo. No fue más que la mujer de mi hermano, Oh… sino creía caer más bajo, lo había conseguido. El mismo día de su boda, ella llorando se lanza a mi pecho, diciendo lo poco que se sentía preparada al respecto del compromiso, claro que poco podía hacer más que aceptar su destino y el de su hijo que venía en camino. Creía que creer que el niño podía ser mío, pero vamos esas cosas solo ocurren en los cuentos de hadas.

El mismo día del compromiso aceptamos en unión que iríamos por caminos separados; mi hermano que jamás lo supo aun cree que odio a su esposa; cuando en realidad no sabe cuántas veces me acosté con ella.  A veces es mejor callar ciertas cosas.  

La séptima, era una joven que me iba a “visitar” al trabajo al menos una vez a la semana, al trabajar en un banco era normal las personas desesperadas de efectivos me odiaran, pero verla una, dos, siete e incluso ocho veces; solo para consultar su saldo; me desquicio. Y… quería que lo sintiera en carne propia; cuando la hice que rogara y gritara mi nombre. Luego de eso no volvió más no me extraña ya que fuimos filmadas por las cámaras de vigilancia del estacionamiento.

Semanas después la mujer del gobernador de la ciudad, dejo su cargo para irse de la ciudad; no pudo soportar la presión mediática, yo por mi parte recibí una que otra amenaza.      

La octava que toco mi puerta, no fue más que una mujer joven del bar al que asistía; ella era bailarina y yo solo una consumidora. Mucho dirán que la devoraba con la mirada, yo diría que ella lo hacía. Fue divertido mientras duro. Aunque claro  como el agua, era menor y pensando que yo la sacaría del agujero en el que vivía; se instalo en casa. Vivió conmigo varios meses. Ciegamente confié en ella, y le entregue la llave de mi casa. Lo siguiente que encontré fue mi casa vacía y una nota, “Lo siento, mis deudas eran mayores que tú” Vacía como mi casa, desbalijada de mi inocencia, pague el alto precio de mis pecados anteriores, con una ladronzuela que se había burlado de mi.

Volví errante de mi persona a comenzar de nuevo, pero ya vieja y cansada; solo pude esperar que la paga de mi jubilación sustentara mi existencia en un asilo de medio pelo. Donde tal vez tendría la suerte de tener una enfermera que me limpiara y cuidara. O tal vez una que me maltratara; no me extrañaría en mi vida no hice nada digno para merecer lo contrario.


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