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Dad Knows Best por Whitekaat

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Notas del fanfic:

 

- Los personajes no me pertencen, blah blha blha...

- Ay! como siempre tenía una idea en mi mente que quería usar y bueno que mejor que usarla con Aioros uno de mis personajes favoritos y además durante su mes.

 

 

Notas del capitulo:

Espero les guste a todos este one-shoot

 

 

DAD KNOWS BEST

 

“Y frente a la casa de gobierno se encuentran miles de personas protestando por una misma causa, niños, adultos, jóvenes, ancianos, alfas, betas, omegas, hombres y mujeres, no importa cuál sea su género o su sexo, todas estas personas luchan por el mismo propósito, exigen que el gobierno los escuche a ellos y a las 498 víctimas que van ya a mitad del año productos de los crímenes hacia los omega. Recordemos que la última víctima de estos crímenes fue un adolescente de tan sólo 14 años el cual se suicidó tras ser violado por un grupo de chicos de su mismo instituto tras un repentino celo, quedando los cuatro autores libres aun estudiando en el mismo lugar sin problema alguno mientras la familia del chico aún sufre aquella pérdida.

Esta manifestación es una llamado a todos, a cada persona que pertenece a la sociedad, pidiendo que cesen estos crímenes y que acabe la impunidad para todo aquel que comete tan horribles acciones.”

— Saga, sé que te molesta que te lo diga, pero deberías ir durante esta semana al doctor, ya sabes, para asegurarnos — El geminiano sólo rodó los ojos una vez más antes las palabras de su madres, aquel sermón de aburrido comenzaba a ser molesto.

— Mamá, si fuese omega ya hubiese tenido mi celo, te preocupas demasiado, no he tenido celos, no cumplo con el fenotipo de los omega, es más, siento que hasta podría ser más un alfa que un omega, sólo detente con el tema, por favor — El menor entendía la preocupación de su madre, sabía que el hijo de una de sus amigas había sido una de ellas víctimas, pero él sabía que no había nada de lo cual se debiese preocupar.

Él no era un omega, lo sabía, lo tenía claro y si en existiese una pequeña posibilidad de que l fuera, sabría defenderse perfectamente sólo.

— Está bien, sólo cuídate y ten tu celular siempre a mano — La mujer de cabellos color plata besó la coronilla de su cabeza y dejó que su hijo se marchara a su colegio, mientras al fondo sólo se oía como el reportero continuaba entrevistado a las personas que en la manifestación.

— ¿Otra vez la charla? — Su hermano caminaba junto a él con desgano, como si estuviese cansado, cosa que Saga sabía que era imposible, ya que nadie podía decir que se encontraba cansado cuando gran parte de su día consistía en dormir, jugar videojuegos y ver series por televisión, pero al parecer para Kanon cada una de esas acciones desencadenaban su agotamiento diario.

— Deberías hacerle caso— prosiguió ganándose al instante una mirada molesta por parte de su gemelo — ¡Hey! No me mires así, sólo lo digo para que deje el tema de lado, yo lo hice y cuando supo que era beta, no lo tocó más, de seguro será lo mismo contigo, somos gemelos compartimos tanto material genético que de seguro será lo mismo para ti —

— Quizás tengas razón, entonces me acompañaras mañana — No solía darle la razón a su hermano, es más, podrían ser contadas las veces en que Kanon daba alguna idea que lo ayudara, pero con el examen de que no era un omega confirmado, ya no tendría que escuchar más a su madre con su charla diaria.

 

***°***°***°°***°***°***

 

— Si, hoy saldré más tarde porque soy el encargado— Gritó un castaño de ojos verdes mientras metía la comida que su padre había dejado sobre la cocina a una lonchera.

— Recuerda llevar las llaves, debo ir a una conferencia por la tarde y volveré mañana. Tu madre avisó que llegará mañana pero no puedo ir por ella así tendrás que levantarte temprano para ir a buscarla al aeropuerto — un hombre alto y rubio de mirada severa se paró frente a su hijo escudriñándolo con la mirada, mientras el chico de cabellos castaños seguía haciendo sus cosas esperando pasar por el escáner de su padre.

— Aioros, no olvides llevar los supresores — Habló el mayor ganándose una mueca de reclamo que cortó enseguida— Y no te atrevas a reclamar, sabes muy bien lo que pienso al respecto, y no puedo dejar que mi hijo no le tome el peso a la situación por la que está pasando el país — respondió al instante acercándose a su hijo y despeinando aún más sus cabellos.

— Si, lo sé papá, de todos modos nunca los quito de la mochila, sé lo que piensas pero a veces sólo exageras — terminó de hablar el chico mientras terminaba de ordenar lo que usaría ese día.

— Quiero que sea un hábito para ti, como lo es lavarte los dientes, y si de verdad quieres postularte a ser parte del centro de alumnos debes comprender que debes cuidarte tú para así también poder cuidar a todos — La mano del mayor se posó sobre su hombro, no podía rebatirle a su padre, sabía que tenía razón y agradecía que compartiera toda esa sabiduría con él.

— Ya vas tarde, será mejor que corras— con una sonrisa en los labios del rubio, y una cara de terror por parte suya, Aioros abandonó su hogar lo más rápido que podía para alcanzar a tomar el trnasporte.

 

***°***°***°°***°***°***

 

— Deseo aprovechar este momento para felicitar a su compañero Saga, quien consiguió un puntaje perfecto en los exámenes de la semana pasada, y no solo de esta clase, si no que a nivel de todo el colegio— El profesor, un hombre regordete, bonachón de cabellos canos comenzó el aplauso provocando la seguidilla de aplausos forzados por gran parte de sus compañeros.

No era noticia para él, ser poco querido entre sus pares, pero realmente aquellos chicos no le eran del todo relevantes, su simpatía prácticamente no le importaba. Saga sabía que su éxito sólo lograba atraer pensamientos negativos hacía él, lo sabía y que fuese la mejor nota a nivel de todos los alumnos no ayudaba mucho en su desprecio hacia él, pero no podía hacer nada contra eso, él pensaba en su futuro, en lo que quería lograr cuando saliera de ahí y no se iba a detener por un par de miradas furiosas.

Saga comenzó a sentir un ligero dolor de cabeza en ese momento y como su respiración se hacía más pesada, tal vez aquella teoría de las energías negativas era cierta, porque después de aquellos aplausos y la entrega de notas a los demás alumnos podía sentir algo diferente en él lo cual asoció a toda esa mala vibra que sus compañeros irradiaban contra él.

La clase pasó más lenta para su gusto, y el hecho de que su siguiente y última clase fuese deporte no le causaba ninguna gracia, si había cosa en el mundo que odiara esa sería la clase de deportes, no por la clase en sí, ya que no tenía problema alguna en realizar lo que el profesor pedía y competir en grupos con sus compañeros, no, lo que odiaba venía después, ese momento en el que se encontraba en ese instante, en donde debía entrar a las duchas y cambiar su uniforme, siendo abordado siempre por alguno de sus compañeros que buscaba pelea con él frente a la falta de profesores.

— Cerebrito, quiero tus apuntes para el próximo examen — un chico de cabello negro y tez blanca se paró frente a Saga, mientras que con un portazo cerraba su casillero.

— No tengo tiempo para ti, si quieres apuntes, toma los tuyos, no debo entregarte nada — ambas miradas se encontraron una frente a la otra, Saga no le temía, Saga no tenía por qué asustarse de un perdedor como él.

— Creo que aún no repasas la jerarquía, soy un alfa por ende yo estoy en la cima, tomo lo que quiero y eso incluye tus apuntes — respondió el chico con molestia en su voz.

Saga sintió nuevamente la opresión en su pecho.

Saga sintió un ligero mareo.

— Vaya, no sabía que podían haber alfas tan estúpidos, veo que tú eres uno de ellos, un alfa que no puede resaltar por sí sólo ¿Qué dice eso de ti? Ahora lárgate de mí vista — Saga empujó al chico con una de sus manos con la suficiente fuerza para mandarlo al suelo.

Saga sintió que el piso comenzaba moverse.

Saga comenzó a sentir los olores más vividos que nunca.

Saga sintió su pecho acelerado.

Saga sintió su cuerpo comenzar a arder.

Los demás presentes sintieron aquel dulce aroma, aquel aroma que podía llevar a alfas a la locura y omegas a su perdición.

 

 

***°****°***°°***°***°***

 

Los colores anaranjados del ocaso se colaban por la ventana de una aula vacía, ya sin estudiantes, ya casi sin gente si no fuese por un chico de cabellos marrones que gruñía molesto dentro de ella mientras terminaba de organizar las impresiones que su profesor le había dado como tarea por ser uno de los encargados de la sala durante esa semana, su compañero y amigo lo había abandonado por una chica, por aquel proyecto de novia que tenía, que él muy bien sabía que sólo lo estaba utilizando para que hiciera sus tareas y la llevar a comer, pero ahí estaba Aioros, junto a la soledad de una sala vacía y un montón de hojas a su lado derecho y otro montón aún más alto al izquierdo que esperaba ser organizado.

Apoyó su cabeza contra la mesa, aun reclamando internamente por ser tan buen amigo y permitirle al otro chico abandonarlo, su estómago gruñía y eso no ayudaba en nada a placar su molestia y sus pocas ganas de ordenar todo el papeleo.

Cuando miró su celular eran las quince con cuarenta, el tiempo pasaba endemoniadamente lento, al igual que su trabajo, a lo lejos se podía escuchar las voces de los alumnos, algo no muy poco común en su colegio, pero extraño para ser la hora en que la mayoría ya no se encontraba y debido a que se trataba de un ruido constante cada vez más alto.

El castaño movido por su curiosidad decidió acercarse a la ventana y abrirla observó como un grupo de chicos y chicas miraban hacia arriba del edificio gritando cosas que no alcanzaba a escuchar, Aioros no entendía el alboroto, no entendía que sucedió su alarma de precaución se encendió y por un instante sintió su cuerpo tensarse.

 

***°***°***°°***°***°***

 

Por un momento creyó que sería más fuerte que sus instintos, pero aquello lo decía desde la ignorancia de no saber qué es lo que realmente se sentía. Saga corría por las escaleras con todo su cuerpo húmedo por el sudor, mientras que con cada paso que daba deseaba retroceder otros tres para que aquel grupo de alfas que corría tras él lo alcanzaran e hicieran lo que tuviesen que hacer y lo que su cuerpo anhelaba.

Entre sus pensamientos erráticos y nublado se repetía una frase imaginaria de su madre diciéndole “te lo dije”, “mamá lo sabe todo” y era cierto, tan cierto que le dolía y debido a su testarudez se encontraba corriendo por su vida, buscando conservar el poco raciocinio que aún conservaba para correr de aquellos hombres que buscaban tomarlo como a un animal.

Aun sentía las manos de aquellos que alcanzaron a tocar su cuerpo cuando su celo comenzó, como las caras de aquellos alfas y betas presentes en las duchas se trasformaron en lujuria y deseo, sólo alcanzó a derribar a aquellos que tapaban su huida y con ello comenzó a arrancar a correr sin tener un rumbo fijo, sabiendo que si uno de ellos lo alcanzaba sería su fin.

Su aroma se esparcía por todo el lugar que pasaba, aumentando con el sudor que su cuerpo producía, los pocos alumnos que aún quedaban llevaban sus manos contra su entrepierna para disimular lo que en su cuerpo producía aquel olor, otros preferían correr lo más lejos de él encorvados, pero aquellos que tanto odio le tenían al gemelo iban tras él como sabuesos en cacería.

Su carrera lo había dejado en el último piso, cerrando la puerta tras de sí, aquello no los detendría pero al menos serviría para pensar en algo antes que lo alcanzaran, pero cuando giró su rostro se encontró con el fin del camino, no había donde correr, no había donde ocultarse,  había llegado hasta la azotea del edificio y sus ojos comenzaron a humedecerse al verse acorralado, no sabía si era por frustración, por tristeza, de rabia o aquel celo que revolucionaba sus hormonas.

La puerta atrás de él comenzó a ser golpeada con rudeza, mostrando que faltaban una docena de golpes más antes que cediera, así que siguió su caminar con dificultad aun sintiendo su cuerpo quemarse en llamas, sintiendo su parte más intimida humedecerse con tan solo el roce de su ropa interior, caminó hasta que sólo lo separaba un pequeño muro del borde y fue ahí cuando la puerta abrió mostrando a aquellos seis hombres ante él dispuestos a reclamarlo como suyo.

— Se acabó el juego, Saga, es hora de venir a divertirte con nosotros — el alfa más alto era quien caminaba a paso seguro hasta donde él se encontraba, aquel mismo alfa de tez blanca y cabellos negro siendo seguido por los otros chicos por atrás.

— Nos turnaremos entre todos para que puedas disfrutar de esto — El chico masajeó su miembro sobre el pantalón frente al geminiano sin pudor alguno y aquello sólo provocó un escalofrío que viajo por toda su columna vertical.

— Preferiría morir, antes de ser tocado por algunos de ustedes — Dictaminó. A pesar de que todo su lenguaje corporal dijese lo contrario había algo con lo que Saga jamás podría mentir y eso era su mirada, esa verdeazulada mirada de decisión que les mostró a sus compañeros por un segundo terminó con el embrujo de su celo y les heló la piel, pero cuando se dieron cuenta que el chico no bromeaba ya estaba sobre el muro, lanzándose con tan sólo con un paso hacia el duro suelo.

 

 

***°***°***°°***°***°***

 

Aioros entendía muy poco lo que sucedía, sólo aquel aroma dulzón que llegó junto con una brisa lo hizo sacar su cabeza por la ventana, mirar hacia arriba y ver como unos largos cabellos azules se mecían con el viento peligrosamente cerca del borde.

Todo fue en tan sólo un pestañeo en como el cuerpo del chico avanzó más hacia el borde, ver como esos cabellos azules caían y como con desesperación tomó la mano del chico y lo arrastró hasta dentro de la ventana poniendo su cuerpo a salvo.

Cuando Aioros pudo procesar todo lo que había hecho un olor dulzón nuevamente se coló por sus fosas nasales, ese olor que sólo podía significar peligro, sus dientes se apretaron, su cuerpo reaccionó por completo, cada parte de piel se erizó, su torrente sanguíneo comenzó a bombear con más rapidez y las ganas de tomar a ese chico se hicieron vitales para él, sus labios se acercaron a los otros en una eterna lentitud hasta que probó de aquella boca transformándose al instante en una poderosa, cálida, suave, dulce y adictiva droga

Pero aún quedaba algo lúcido en él, aún quedaba algo de claridad en su mente, con la cual empujó al omega sin delicadeza alguna contra las sillas y mesas y corrió hasta su mochila, y en tan sólo dos segundos ya estaba abriéndola y tomando aquellos dos supresores que su padre siempre lo obligaba a llevar.

Con uno de ellos en la mano corrió devuelta hasta el misterioso chico de cabellera añil que ya comenzaba a generar ligeros gemidos por tan sólo su presencia e inyectó uno de los supresores contra su brazo liberando su contenido en su torrente sanguíneo, lo mismo hizo con él mientras dejaba al chico de lado y se apresuraba a salir del salón y cerrar la puerta.

El cuerpo del castaño vibraba por completo, sentía un hormigueo en sus dientes, sus manos temblaban por la excitación, sus dientes se apretaban en un esfuerzo de controlar la frustración, aún tenía el olor del omega adherido a su nariz y deseaba desde el fondo que el supresor hiciera efecto lo más rápido posible para que aquel dolor que comenzaba sentir en la ingle se detuviese.

El moreno comenzó poco a poco a respirar calmado, todo su organismo comenzaba a volver a la normalidad luego de aquel shock que le provocó el celo del omega, apoyó su cabeza contra la puerta permitiéndose relajarse después de aquel tenso momento y cuando sintió que ya era dueño de sus actos decidió que era tiempo de entrar a la sala y ver el estado del otro chico.

El sagitariano abrió la puerta con miedo aún, no deseaba volver tener aquella sensación, no se sintió él, sintió como si otra persona se hubiese apoderado de él, alguien lleno de deseo y lujuria descontrolada capaz de destruir todo a su camino sólo por conseguir lo que quería, y lo que quiso en ese momento era el cuerpo de ese omega.

Se encontró con un chico de largos cabellos añiles totalmente enmarañados y húmedos, parte de su cuerpo mojada por el sudor y por cosas que quizás no era correcto imaginarse, respirando serenamente mientras miraba al techo, Aioros pudo notar sus ojos enrojecidos y el rastro de lágrimas que bajaban por la comisura de sus ojos.

— ¿Te encuentras bien? —Se acercó con sigilo y lento sin querer molestar o asustar al otro, pero el chico ni si quiera le devolvió la mirada, sólo pestaño mirando algún punto sobre él.

—No — Respondió escuetamente sin ánimos.

— ¿Te lastimaste? ¿Te empujé muy fuerte? Realmente lo siento pero…—El castaño comenzó a hablar rápido preocupado por el estado del chico creyendo que era su culpa que no se moviera, mortificándose por haberlo lastimado a pesar de que fuese por una buena razón.

— Soy un omega y no lo sabía. — Interrumpió — tuve mi celo y sólo bastaron tres segundos para que todos esos idiotas que me odiaban quisieran violarme, no estoy bien, no estoy bien siendo un omega — Aquella mirada verdeazulada por fin enfocó sus ojos verdes, una mirada opaca que si brillaba era sólo por las lágrimas que aún caían, sus parpados enrojecidos y caídos dejaban ver aún más aquella tristeza y ese hoyo en el que se estaba hundiendo.

— ¿Alcanzaron a hacerte algo? — Preguntó, para luego recriminarse por su estúpida pregunta, recordando que no era buena idea recordarle el dolor a alguien de lo que ha vivido.

— No, no los dejé, corrí y cuando vi que estaba acorralado, preferí morir antes de ser abusado por esos imbéciles. — respondió desviando su mirada una vez más. — Por cierto, gracias por salvarme y por lo del supresor, ¿Eres un omega también, no? — La conversación no era tensa, no, pero no podían decir que fuese una conversación agradable, el tema era delicado, amargo Aioros se preguntaba como un chico como él no hubiese sabido ya que era un omega, pero esa pregunta prefirió guardársela para sí mismo.

— De nada, y no, soy un alfa. No soy tan diferente de esos imbéciles, tratando de hacerte lo mismo… supongo — respondió aun sintiendo una culpa por todo lo que su subconsciente trató de hacer guiado por su instinto.

— Claro que no eres como ellos, partiendo porque me salvaste, rehuiste de mí y llevabas dos supresores en tu mochila — Saga le habló dejando de mirar aquel punto en el techo, Aioros notó que sus lágrimas habían cesado y que sólo quedaba aquel rojo color a su alrededor— eso es algo que nadie haría, algo que nadie hace, si hubieses sido igual que ellos podrías haberme salvado para sólo aprovecharte de mí, pero no lo hiciste, gracias…—

— Aioros, me llamo Aioros ¿Tu? —

— Saga —

 

***°***°***°°***°***°***

 

Cuando saga llegó a casa sólo pudo tensarse al recibir a su hijo llorando desconsolado entre sus brazos, en ese momento sólo pudo acariciar sus cabellos hasta calmarlo, su instinto de madre no había fallado, sabía exactamente la razón por la cual su hijo lloraba, lo único que deseaba en ese instante era que sus miedos no fuesen tan reales y que su amado niño no hubiese pasado por nada horrible.

Cuando el llanto se calmó Saga pudo hablar y contar todo lo que le sucedió, frente a su madre y hermano, los cuales irradiaban ira, no dijeron nada, pero con tan sólo un vistazo cómplice entre ellos sabían que aquellos seis muchachos que intentaron lastimar a Saga no volverían a acercarse a uno de sus familiares, por un lado estaría la manera legal y por otro lado uno no tan formal que dejarían no muy bien parados a aquellos chicos.

 

***°***°***°°***°***°***

 

— ¿Qué haces aquí? ¿Creí que tenías una conferencia? — Aioros al entrar a su casa pudo encontrarse a su padre viento televisión con un vaso de jugo en la mano.

— La aplazamos para dos días más, la manifestación de esta mañana tuvo resultados positivos y el gobierno entrará en sesión de análisis en torno a los derechos de los omegas en conjunto con las distintas asociaciones que los ayudan, así que mañana nos reuniremos con ellos, pero aun así debes ir por tu madre, así que no creas que te has zafado ¿Qué tal tu día? — Preguntó su padre, y era ahí el punto en cómo llevaría esa charla que venía ensayando desde que dejó a Saga en la puerta de su casa.

— Ya sabes lo normal, Milo me dejó todo el trabajo de la sala por ir tras de su novia, conocí un chico nuevo de otra clase y es bastante agradable, lo acompañé hasta su casa y bueno estoy aquí — Respondió tranquilo, pero esa no era la parte difícil, no, por eso tras una pausa, pasar saliva y respirar hondo prosiguió — y veras… necesito otros dos supresores. — y ahí estaba esa mirada relajada que siempre tenía su padre al mirar la televisión cambio drásticamente a una dura y severa.

— Aioros, explícame que ha pasado tranquilamente y con detalles, por favor — Aioros sabía que su padre no estaba molesto, pero aquella mirada seria siempre lo ponía tenso sobre todo cuando se dirigía a él.

 

 

***°***°***°°***°***°***

— Hola, Aioros — El chico de cabellos azules fue el primero en saludarlo cuando sus ojos se encontraron mientras ingresaban al colegio.

El castaño logró ver a Saga siendo acompañado de una mujer de cabellos color plata muy parecida al chico, la cual imaginaba que podría ser su madre y junto a él otro chico igual a saga que suponía que debía ser hermano, la mujer apenas lo vio se dirigió a él y lo envolvió en sus brazos, sin importarle que estaban frente al colegio, sin importarle que su padre estuviese al lado y sin importarle aquel lindo sonrojo que alcanzó a ver en el rostro de Saga que trataba de disimular mirando hacia otro lado.

— Muchas gracias, de verdad, muchas gracias por salvar a mi hijo — la mujer lo miró al rostro con sus ojos humedecidos. — Mucho gusto soy la madre de Saga — se levantó saludando tanto al chico como al padre.

— Mucho gusto, mi nombre es Sisyphus, padre de Aioros — el hombre extendió la mano a la mujer la cual respondió el saludo con una sonrisa.

— Perdón por la intrusión ¿Es usted Sisyphus, el diputado? — Preguntó la mujer al encontrar su cara familiar.

— Si, en efecto y me alegra mucho que usted esté presente, como me debo imaginar ya sabe que nuestros hijos se relacionaron el día de ayer por una terrible situación, algo lo cual yo no concibo y estoy en contra, y es por eso que si desea hablar con el director del colegio sería un placer brindarle mi apoyo en relación a aquellos muchachos. — La madre de Saga se sorprendió y con una sonrisa aceptó la propuesta del hombre cabellos rubios quien se fue caminando tranquilamente junto a la mujer conversando algunos temas que los chicos dejaron de oír.

— Buenos días, Saga— terminó respondiendo finalmente el castaño frente aun avergonzado Saga.

— Los dejo para que conversen, nos vemos en clases, Saga — habló Kanon despidiendo a su hermano y al moreno con su mano.

— Saga, sé que las condiciones en que nos conocimos no fueron las mejores, pero fue agradable conversar contigo ayer a la vuelta de clases y quería preguntarte si Te gustaría que siguiéramos hablando y no sé tal vez… ser amigos. — El castaño desvió su mirada hacia otro lugar, mientras sus manos descansaban dentro de sus bolsillos para evitar que se viera aquel leve temblor en ellas.

— Si, sería bueno tener un amigo además de mi hermano— Terminó de responder con una sonrisa en su rostro, siendo respondida por una incluso aún más amplia que lo dejó deslumbrado al gemelo.

Ambos chicos se miraron con complicidad, buscando convencerse a ellos mismo que tan sólo buscaban una inocente amistada, pero muy en el fondo ambos sabían que aún tenían los labios del otro grabados a fuego, al igual que el olor y su cercanía, pero toda aquella confusión sentimental la dejarían para otro momento porque sabían que desde ese minuto en adelante su tiempo juntos alcanzaría para todo aquello y más.

 

FIN

 

 


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