Despedida por EtaAquarida

La mañana de ese día amaneció sombría. Las gotas de lluvia caían en silencio salpicando el mármol de los templos, y haciendo verdear los campos que se veían en el horizonte, tan lejanos de las tierras yermas que componían el Santuario.

En el Cuarto Templo su propietario se calzaba la brillante armadura de oro al borde de las escaleras de la entrada y dos invitados admiraban la escena, parcos y resignados a enfrentarse a la pérdida que estaba por llegar.

—¿Entonces te irás ahora mismo? Creí que sería el jueves —preguntó Afrodita.

—El Patriarca cambió de decisión —dijo Deathmask saliendo ya a las escaleras donde una gota cayó en medio de su frente y resbaló graciosa hasta la punta de su nariz.

—¿Tienes miedo? He oído que el viejo caballero de Libra tiene cientos de años y es el caballero más fuerte que ha existido, me dijeron que su fuerza era igual o superior a la del viejo Patriarca —inquirió Afrodita cruzándose de brazos y apoyándose en una de las sombrías columnas repletas de rostros angustiados.

—Si eso es cierto y tiene cientos de años debe estar tan anquilosado como un fósil. Mi técnica no fallará. Una vez en Yomotsu ya nada le quedará por hacer a ese anciano —respondió Deathmask.

Con soberbia mostraba toda la confianza que era capaz de transmitir, aunque los otros dos sabían que su amigo estaba tan lleno de miedo como el que mas; se sentía tan intimidado que incluso podía observarse de a ratos una temerosa mirada de cobardía. Tenía pánico y no podía ser de otra forma. Sabía que del caballero de Libra se contaban muchas cosas exageradas, pero la mayoría eran ciertas, y un santo de oro promedio como él no tendría oportunidad. El Patriarca lo estaba enviando a una muerte segura.

No había llorado nunca en la vida y no pensaba hacerlo, pero las lágrimas intentaban de vez en cuando empañar su vista, cuando caía en la cuenta de que debía asimilar que nunca volvería a ver a sus dos amigos, a los que adoraba intensamente.

—Bien, ya vuelvan a sus casas —dijo con frialdad y se calzó la tiara de Cáncer.

Entonces fue Shura, que no había dicho palabra alguna desde que salió de su casa, quien se le acercó y le miró a los ojos de forma extrañamente tierna.

—Vuelve como puedas —le dijo.

Y con modestia besó su boca, disfrutando de sus labios tibios por apenas un momento, volviendo luego a tomar distancia. Death asintió enérgico sin dejar de mirar a Shura, pues no podía pensar en otra cosa más que en su muestra de aprecio, que era la primera que le daba en la vida.

A Deathmask se acercó Afrodita que también le besó con cariño en los labios.

—Los dos te amamos —dijo él contra su boca todavía.

—Así es —recalcó Shura.

—Y yo a ustedes —dijo Deathmask en tono muy bajo, y sin saludar siquiera, dejando sólo una sonrisa forzada, partió rumbo a su misión.