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Hipotéticamente por Aomame

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Hipotéticamente

I.

—Tony, hazme un favor.

Así comenzó aquel día, que Tony había planeado pasar  comiendo galletas y viendo un maratón de Star trek  clásico (porque últimamente, todo lo clásico llamaba su atención).

—¿De qué se trata, Pepper?

—Como bien sabes, pronto se cumplirá un aniversario más de Industrias Stark, y vamos a montar una exposición temporal en  el MET . Así que necesito que revises los archivos de tu padre. Sus primeros inventos y adelantos tecnológicos, los más importantes, ya sabes, aquellos que le dieron prestigio a  la empresa. ¿Puedes hacerlo?

—¿Por qué no contratas a alguien para ello?—Tony se dejó caer en el sofá con una sensación de frustración que no sentía desde la adolescencia.

—Porque hay objetos personales, Tony. Cartas, documentos… si hay algo ahí que cause morbo, nos veríamos en un problema mediático.

—Hazlos firmar un contrato de confidencialidad y ya.

—Tony, es lo único que te estoy pidiendo. Hazlo, ¿está bien?

—A sus órdenes, jefa.

No había manera de negarse a las exigencias de su directora general. Así que suspiró cuando las cajas del archivo Stark entraron una tras otra por la puerta y desfilaron alegremente hasta  la sala; y se puso a seleccionar lo que Pepper le había pedido.

Al principio, no encontró nada que pudiera significar un peligro para la reputación de su empresa y familia. Nada fuera de lo normal. Había cartas de su madre a su padre, y viceversa; fotografías más viejas que la Pangea y álbumes fotográficos del crecimiento de un bebé Tony. Nada especial, excepto por una pequeña caja cerrada con llave. Era una caja de madera barnizada con una sencilla cerradura, nada que llamara la atención, y ese era, tal vez, el propósito de su simpleza. Abrió la cerradura con su viejo juego de ganzúas (se sintió todo un detective al hacerlo) y echó un vistazo a su contenido.

Para su sorpresa eran más fotos amarillentas y roídas por el tiempo. Pero todas tenían un denominador común: eran del Capitán América. Algunas, Tony,  las clasificó como parte del acervo de su padre. Había fotos del uniforme del capitán, de los instrumentos y las armas que usaba en esa época, por supuesto que, también, había mil fotos en todos los ángulos posibles del  famoso escudo, así como del casco. Eso, sin duda, pensó, podía ajustarse perfectamente al propósito de la exposición; después de todo, el Capitán América era un adelanto biotecnológico en el que Industrias Stark tuvo injerencia. Pensó poner una imagen de éste en el antes y en el ahora.  Y se divirtió pensando en la pose que le pediría a su buen amigo Steve para ella.

En la caja había fotos del capitán. Muchas fotos inéditas, que si se subastaran, Tony se haría de unos milloncitos de dólares más. Fotos de Steve  trazando algún plan con todo su comando, de él con Bucky, de él con la tía Peggy, de él solo, de él y Howard. De él y Howard, casi todas eran de ese tipo. Steve y Howard riendo o tomando un café juntos, jugando una partida de póker o concentrados en  planos, que bien podían ser armas o cualquier otra cosa. Steve y Howard. Tony jamás había visto esas fotos, jamás de los jamases. Pero parecían ser el tesoro secreto de su padre.

—Así que de verdad eran buenos amigos, eh—sintió una punzada en el estómago.  Era algo que sabía, pero que nunca fue tan patente como en esas fotografías. Caray, había una foto de esos dos compartiendo un cigarrillo. No sabía que Steve fumara en ese entonces.  Steve y él jamás habían compartido ni una taza de café… bueno, no es como si fuera muy habitual.

Debajo de todas esas fotos, encontró sobres todavía más oxidados. Revisó los remitentes y las clasifico en cuatro: “De Steve para Howard” “De Howard para Steve”  “De Tía Peggy para Howard” y “De Howard para Tía Peggy”.

Eso sin duda era interesante. Tenía en sus manos algo bastante curioso. ¡Tenía en sus manos cartas de Steve! Le había escrito al menos unas cinco cartas a su padre; en el balance salía perdiendo, puesto que Tony sólo tenía una. Howard, por el contrario había escrito muchas más para  Steve, pero más de la mitad de las cartas nunca fueron enviadas; no tenían dirección alguna ni sello o estampilla postal. El sobre sólo tenía escrito con letra pulcra:

Para: STEVE ROGERS.

La razón de ello, supuso Tony, y confirmaría más tarde al leerlas, era que, para ese entonces, el Capitán América ya había desaparecido.

Con las cartas entre Howard y Peggy la cosa era distinta. Tenían una correspondencia fluida, al parecer, cada una de ella tenía una respuesta. Ese era un dialogo sin lugar a dudas.

Como aquello era más interesante que un maratón de Stark trek, pero igualmente vintage se preparó un delicioso café, sacó de su alacena las mejores donas gourmet de su tienda favorita y se dispuso a leerlas todas y cada una.

Comenzó con las cartas de Steve y su padre. Las primeras, aquellas que tenían respuesta, eran cartas simples. Steve hacía un pequeño recuento de lo que había pasado durante sus misiones, hacía alguna pregunta técnica a Howard, o eran simples saludos y ganas de mantener comunicación con alguien fuera de su comando estratégico.  Howard siempre le contestaba con prontitud y seriedad,  eran muy cordiales el uno con el otro y se notaba, también, la confianza férrea que se tenían. Una nueva punzada golpeó el estómago de Tony, odiaba compararse, pero él no tenía una relación así con el capitán, aunque le gustaría.

Una carta de Steve hacia su padre llamó su atención, tenía fecha del día anterior al que los periódicos de la época y la historia marcaron como la desaparición del Capitán América. Era una carta muy especial, era la última carta que Steve escribió a su padre. No decía mucho, tal vez nada, pero él hecho de que Steve se hubiera tomado la molestia de escribirle antes de su última misión era muy significativo.

La carta decía así:

Querido Howard:

Nos encontramos muy cerca de la base de Hydra, tal vez es la última y RedSkull este ahí. Es una noche muy fría esta, creo que nunca había tenido tanto frío en mi vida. Se siente como si el invierno atravesara mi piel y trepara lentamente por mi cuerpo. Se siente como un mal presentimiento. Se siente igual a la noche anterior de la caída de Bucky.

Sé que no debo ser supersticioso, y que me dirás que la suerte no es más que el azar haciéndose presente. Sé que me dirás que nada prueba científicamente que tocar madera funcione, pero si te soy honesto, es inquietante. Tengo un mal presentimiento. No le digas a Peggy, no quiero que se preocupe. Como bien dices, no debe ser nada más que la anticipación a los nervios de cada misión.

Que puedo decirte, el Capitán América también siente miedo de vez en cuando, más en cuando de lo que desearía.

Sea como sea, y pase lo que pase, cuídate amigo mío. Sé que eres feliz de la manera que eres, pero a veces, me pregunto si realmente es así. Llámame anticuado, pero la estabilidad también debe ser agradable. Una esposa, hijos, una casa con jardín y perros. Tal vez yo no pueda tenerlo, tal vez mi camino termine mañana, pero,  tal vez, tú si puedas. No lo sé, si la guerra terminara ahora, me gustaría mucho tener una vida común, nunca he tenido una.

Me estoy desviando del tema.

Sólo quiero despedirme de ti, por si mi mal presentimiento se cumple y no te vuelvo a ver. Y si no se cumple, te invitaré un trago, ¿qué te parece?

 Howard, querido amigo,  gracias por todo.

Un abrazo.

Steve Rogers.

 

Tony se enjugó las lágrimas que habían traicionado su estoicidad. Steve lo sabía, muy en el fondo de sí mismo, que algo malo ocurriría en esa misión. Y seguramente su padre se habría sentido bastante mal después de leer dicha carta. La respuesta de Howard ya no tenía remitente. Era una carta corta casi telegrafiada, pero que lo decía todo:

Querido Steve:

Hoy llego tu carta. Una semana después. De ahora en adelante deberé confiar más en las corazonadas.

Te sigo buscando.

No me rendiré. Te lo prometo.

Howard.

Ahora, Tony, entendía porque su padre cada año financiaba una búsqueda del Capitán América. Aunque cada año le era más difícil reunir al equipo que la llevara a cabo, realmente, nunca se rindió.

Las siguientes cartas eran más extensas. Tony rescató algunas frases de cada una. En algunas le hablaba de su tía Peggy.

“…estarías orgulloso de ella. Es una agente increíble y estoy seguro de que salvará mi trasero…” “Peggy me escondió en una pensión de chicas. No tengo ni que decirte que no he dormido en el baño de su habitación más que una vez. Las chicas piensan que soy su primo. Pero me dicen que me parezco mucho a Howard Stark. Es hilarante, me estoy divirtiendo mucho, aunque no debería.” “Peggy, como te dije que lo haría, salvó mi trasero. Tu mejor chica, es sin duda la mejor. Pero no es de eso de lo que quiero hablarte. Hoy me dijo algo que me obliga a cuestionarme a mí mismo. Dijo que sabe cuánto significas para mí, porque sabe lo mucho que significas para ella. Siento como si hubiera descubierto un secreto mío, tan secreto que ni yo me había dado cuenta de él. Tengo mucho que pensar.”

Esa última frase, Tony, la transcribió.

En cartas posteriores, Howard hablaba de otras cosas, mucho más personales. Tony también rescató algunas que le parecieron importantes.

“Desde que te fuiste, he releído tu última carta un millón de veces, sí, exagero, pero en definitiva la he leído muchas veces. En especial la parte que hablas de mi felicidad. Ciertamente, me siento solo a veces. Tengo a Jarvis y compañía casi diaria. Pero siempre falta algo.  Tienes razón, la estabilidad también debe ser agradable.” “…hoy, conocí a una chica increíble. No me creerás pero entiende todo lo que le digo,  es temiblemente inteligente. Si tuviéramos un hijo sería un genio. Se llama María, es preciosa y me mandó a paseo.” “Volvía a buscarla, sí, a María, estoy seguro de que te agradaría. Una vez más, me cerró la puerta en las narices, pero aceptó tomar un café mañana” “Ya lo decidí, me casaré con ella. Mi querido amigo, ojalá pudieras verme. Te morirías de risa, pero de verdad estoy enamorado, aunque no tanto como lo estaba de… olvídalo. Se lo propondré, deséame suerte desde  dónde estés.”

A Tony los episodios que hablaban de su madre lo llenaron de nostalgia. Siempre se preguntó cómo había vivido esos momentos su padre, ahora tenía una mejor idea.  Entonces, llegaron las cartas donde Howard hablaba de él.

“Ha sido complicado. Es como si la vida se negara a darme un hijo, tal vez, no lo merezco. Intercede por mí allá arriba, ¿no? Si es que estás ahí. María ha llorado toda la noche. Es duro cuando te dicen que el embarazo de tu esposa es de alto riesgo y que podríamos perderlo. Sé que de estar aquí me darías fuerza. Necesito a mi amigo Rogers, el elocuente y que sabía que decirme para hacerme sentir mejor. No le digas a María, pero también he llorado toda la noche en mi estudio.” “¡Nació! Es precioso, claro, se parece a mí. Se llamará Anthony como mi tatarabuelo, algún día te contaré esa historia, él vivó en el viejo oeste. Ojalá estuvieras aquí para que lo conocieras. Ojalá hubieras tenido la oportunidad de tener a tus propios hijos y la vida que soñabas. La tendré por ti, querido Steve.”

Tony se enjugó las lágrimas de nuevo. Nunca habría imaginado que su padre deseara tanto tenerlo, ni que su deseo de sentar cabeza hubiera tenido raíz en las palabras del capitán. No podía negar que, entonces, parte de su existencia se la debía a él. Aunque fuera un dolor de cabeza.

Dejó las cartas de su padre a Steve y decidió leer las de tía Peggy. Estaban datadas más cerca de su nacimiento y también después de este.

Peggy había sido una sombra en la vida de Tony, pocas veces la vio. Pero ella solía llamarle en Navidad y era ella quién le regaló en un par de ocasiones  muñecos del Capitán América. Incluso Tony llegó a llamarla a escondidas de sus padres por las noches para que le contara historias de su héroe, historias que según su padre no eran como en el radio, sino mejores. Supo de su muerte, pero no asistió al funeral. Sabía que Steve estaría ahí, y no se sintió con ganas de verlo, en ese momento tenían un conflicto por la firma de los acuerdos… esa era historia pasada de todas maneras. Lo que no sabía era que había mantenido correspondencia con Howard.

Sus cartas eran, más bien, sobrias, y las respuestas de su padre también.  En algunas, parecían afinar los detalles de su proyecto, que más tarde se llamaría S.H.I.E.L.D. y que para ser honesto,  ambos habían puesto mucho esfuerzo en que el acrónimo de la organización hiciera referencia a la persona más importante para ambos, sin que nadie se diera cuenta del porqué de su enorme nombre. A veces, Tony era mencionado en las cartas.

“…No seas tan duro con él, Howard, es sólo un niño” decía tía Peggy en una carta. “Quisiera pasar más tiempo con Tony, pero ahora, ¿sabes? No sé cómo acercarme a él. Creo que Steve me golpearía si lo supiera” Decía Howard en su respuesta. “Sólo hazle saber, no importa cuando ni donde, lo valioso que es para ti. No creo que quieras que pase lo que sucedió con Steve.”  Contestó ella. 

En ese punto, Tony estaba intrigado, ¿qué había pasado con Steve? La respuesta lo golpeó con la siguiente carta de Howard.

Querida Peggy:

Hoy grabé un video para Tony, espero que lo vea en algún momento, le he dejado un par de secretos que estoy seguro podrá descubrí; es muy inteligente. Seguí tu consejo, le he dicho  lo importante que es para mí. Es él lo mejor que he hecho en mi vida.

Steve, bueno, él ya era excepcional antes de convertirse en el Capitán América, pero él también ha sido lo mejor que he hecho para este mundo. Es la mejor arma que pude hacer, pero me habría gustado que no lo fuera. Ojalá hubiera podido sobrevivir  a la guerra, casarse contigo, vivir su vida, una vida que no pudo vivir antes por no tener salud y luego, por lo que demandaba su misión. Supongo que siempre tuvo miedo de no ser útil. Pero a mí me enseñó muchas cosas. Cosas que incluso no sabía de mí mismo.

Sé que lo sabes, siempre lo supiste ¿no? Aquel día, cuando me dijiste que sabías cuanto significaba para mí… equiparaste lo que él era para mí, con lo que era para ti. Y para ti, él era tu amor. El hombre de tu vida, al que siempre amarías, incluso si seguías adelante. El hombre que no podrías olvidar ni aunque le dijeras adiós. Tu persona correcta. No sé si él era tanto para mí, pero no negaré que anidaba en mi un sentimiento extraño hacia él, que callé bastante bien, hasta para mis propios oídos. Un sentimiento extraño porque nunca antes lo sentí por un hombre y nunca lo he sentido de nuevo. Aun es confuso para mí, y no puedo darle un nombre. Tal vez, no me atrevo. Pero lo que es un hecho es que su perdida me golpeó duramente, y al igual que tú, lo sigo extrañando, y evocando en cada cosa que hago. Mi propio hijo ha crecido bajo sus valores, y los de su madre, esos son los buenos valores que lleva tatuados y que espero que lo hagan un hombre de bien; los malos,  los ha adquirido netamente de mí, así que perdónalo si comete indiscreciones al igual que su padre.

Hay muchos “hubiera” que probablemente nos harían más felices, querida amiga, pero el que más feliz me haría, sin temor a equivocarme, es aquel en dónde Steve conociera a Tony. Algo me dice que ser llevarían bien, o tal vez no. El punto es que me habría gustado poder presumirle a mi hijo. No poder hacerlo, no poder compartirle eso, supongo que es lo que más melancólico me pone en invierno.

Felices fiestas, Peggy, para ti y tu esposo.

Con cariño.

Howard Stark.

Tony dobló la carta y la regresó a su sobre. El gran secreto de Howard Stark era ese sentimiento extraño que había tenido por Steve. Un sentimiento al que no se atrevía a ponerle nombre, pero que no podía ser otro que…Tony tampoco se atrevía a decirlo.

Guardó las cartas y las fotos en la caja, y llevó ésta a su habitación. Ya no la entregaría a los archivos. Pepper tenía razón sobre tener cuidado y discreción con los objetos personales de la familia Stark. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Esto era un one shot, pero era tan largo que decidí dividirlo. 

XD

continuará...


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