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Flor de Noche. Especiales. por princessTai

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Notas del fanfic:

Especial de la historia "FLOR DE NOCHE. AMOR A QUEMARROPA" plubicada por Outlander.

Notas del capitulo:

Todavía no sé si habrá otro especial de estos personajes, por lo que por ahora no lo marcaré como finalizado.

Especial 4. º. La luz de sus ojos.

Tenerlo enfrente y no besarle se me hace imposible. Lo he querido desde que lo conocí. Él me enseñó a amar como nunca podré hacerlo. Para mí, ese hombre ha sido, es y será a la única persona a la que entregaré mi corazón. Él no sabe que ya le pertenece, desde el momento en nuestros ojos se cruzaron. Él conoce cada rincón de mi cuerpo y es el único que ha besado mis labios y el único que lo hará. Aunque tenga amantes, nunca permito que me besen. Cada noche, siento como sus manos me recorren por todo mi cuerpo y me hace el amor como él sólo sabe pero, cuando abro los ojos, me doy cuenta de que estoy solo sobre mi cama, con una excitación que sólo él puede provocarme. Pensaba que, después de dieciocho años, mis sentimientos por él disminuirían pero, tras encontrármelo en el supermercado, me di cuenta de que no ha sido así.

A pesar de que él ha accedido a encontrarse conmigo para explicarle los motivos de mi desaparición, lo noto diferente. Algo me dice que tiene algo que comentarme. Cojo mi cerveza y le doy un trago mientras lo miro. Él está serio. Por lo que algo le reconcome por dentro y sé que me voy a enterar. Dejo mi bebida sobre la mesa del bar donde nos encontramos y subo una pierna sobre la otra sin quitarle mi vista. Los años le ha sentado bien y puedo sentir como mi corazón late con fuerza. Observo como sus ojos bajan al suelo y, segundos después, arquea una ceja. Mis calcetines de patos siempre le ha producido extrañeza, pero a la misma vez sorpresa. Lo sé porque él me lo comentó una vez. Por alguna razón, los patos siempre me han gustado y saber que mi apellido Bisen significa “pato”, es una de las razones por las que siempre llevo algo de estos animales o tengo cosas de ellos.

-¿Vas a decirme por qué te marchaste o pretendes que estemos aquí todo el día? – Me suelta de mala gana. – Por desgracia, yo no tengo todo el día como tú.

-Creímos haber encontrado a nuestra hermana. Así que tuvimos que irnos para…

-Otra vez el tema de tu hermana – me interrumpe sin dejarme terminar.

-Diego, escúchame – me pongo serio y me echo un poco hacia adelante. – El tema de mi hermana siempre va a estar ahí. Es la mayor prioridad que mis hermano y yo tenemos.

-Ja… – él se echa hacia atrás mientras bufa y niega con la cabeza. – ¿Y cuando estuvimos juntos también era prioridad? – Le miró después de suspirar.

-Escúchame, Diego – me pongo recto en la silla y pongo mis manos sobre mis piernas. – Tú siempre has sido importante para mí pero sino encuentro a mi hermana, ella puede morir a manos de mi tío. Y eso no podemos permitirlo. Ese hombre nos quiere hacer sufrir y sabe perfectamente cómo: Matando a la única persona que nos queda – me hecho un poco hacia adelante y le cojo de la mano pero él se suelta de mi agarre. – Tú siempre has sido importante para mí pero, si tu hermano fuese centro de una venganza personal, me entenderías.

-Haré un esfuerzo – me dice y asiento unas pocas veces con la cabeza. – En realidad, te he llamado porque… – Se queda callado. – La chica a la que le clavaron el dardo que tu hermano Jano creó, está grave. Y al parecer es alérgica, como vosotros. Cada vez que la miro, no sé por qué pero recuerda mucho a ti – me cuenta y veo que cierra los ojos. Yo tengo que retener mis ganas para no besarle. – ¿Encontrasteis a vuestra hermana cuando desaparecisteis?

-No. Era una falsa alarma. Aún la estamos buscando.

-Mientes – le miro intentando no parecer que me sorprende. – Te conozco y, verte tan tranquilo cuando tu hermana corre peligro, me dice que ya la habéis encontrado – miro hacia otro lado. – ¿Ves? La habéis encontrado.

-Me gustaría decir que sí pero no es así – le digo. No puedo decirle que sí. – Aunque la hubiésemos encontrado, no podemos decirle quienes somos ni tenerla a nuestro lado.

-Entonces, explícame por qué esa chica se parece tanto a ti, tiene vuestra alergia e incluso ese hoyuelo que te sale cuando sonríes – veo cómo se echa hacia adelante no sin mirar hacia los lados primero. – Esa chica es vuestra hermana y estoy seguro de que tú y tus hermanos lo sabéis – murmura para que sólo yo lo escuche.

Lo miro con una cara de póker que ni desmiente lo que me ha dicho ni lo afirme. Poco a poco, lo veo sentándose de nuevo bien en la silla y luego observo como bebe de su coca cola. Miro hacia otro lado, arrugo la nariz y me aclaro la garganta para no tirarme a sus labios cuando, de reojo, me doy cuenta que me está mirando y sonriendo. Esa sonrisa lobuna siempre me ha traído loco. A su vez, yo esbozo una sonrisa, declarándole así que tengo las mismas intenciones que él. Pero no tengo tiempo para eso. Debo regresar a Villa Pato para ver cómo sigue esa chica. Por lo que, con toda mi fuerza de voluntad para acallar esas ganas de ir a su casa, me levanto de la silla y saco la cartera. Dejo encima de la mesa cinco euros y luego me inclino un poco hacia él para que mi boca quede a la altura de su oído. Pongo mi mano sobre su hombro para tener así algo de contacto y cierro los ojos para inspirar la colonia que usa. La reconozco al instante, es la que yo una vez le regalé.

-No sabes lo sexy que estás con ese uniforme, Diego. Si no tuviera prisa, te juro que te lo quitaría con los dientes si hiciera falta – le susurro muy despacio en su oído y noto como se mueve levemente en su sitio. También veo como su piel se le eriza. – Mi cuerpo te extraña bastante…. Al igual que yo a ti – le beso en el cuello muy lento y con los ojos cerrados.

Me separo de él despacio y, antes de reincorporarme, nos quedamos mirándonos mutuamente. No quiero marcharme. Lo que deseo realmente es que nos vayamos a su piso y hagamos el amor hasta bien entrada la noche. Él no sabe hasta qué punto me encanta y de las burradas que haría por él. Sin previo aviso y sin poder retenerme más, acerco mis labios a los suyos pero detengo cuando ambos se rozan. No sé si debo pero lo necesito, necesito sentir de nuevo su boca contra la mía aunque sea unos segundos. Me muero por besarle sin descanso y termino de acercar mis labios hasta que se posan en los de él durante unos segundos, haciendo que mi cuerpo tiemble como una hoja. Diego no me aparta en ningún momento mientras que dura aquel beso. Me separo de él unos centímetros pero acabo reincorporándome del todo y no puedo evitar pasarme la lengua entre mis labios. Ahora sí que no quiero irme. Para hacerme aquel momento menos duro, cierro los ojos, meto las manos dentro de los bolsillos de mi traje y le digo:

-Si quieres quedar otro día, ya tienes mi número.

-No pienso llamarte, Brais. Tengo pareja – dice con la voz ronca.

-Como amigos, al menos – abro los ojos y muestro una pequeña sonrisa. – Ahora… me tengo que ir. Cuando eres empresario, tienes poco tiempo libre – le digo antes de darme la vuelta y marcharme de ahí antes de que mis lágrimas salgan de mis ojos.

Los días pasan como si caminase con grilletes en los tobillos. Esos grilletes me anclan a la tierra, imposibilitando que mi ánimo y mi fortaleza sean capaces de seguir el día a día que tengo estipulado a la fuerza y lo único que me apetece en estos momentos es estar metido en mi cama lamiéndome todas esas heridas que nunca he cerrado ni puedo cerrar. Se me hacen tan pesados y eternos, por lo que acabo agobiado. Más de una vez pienso y tengo la tentativa de llamarle pero no lo hago. Saber que tiene pareja me frena a la hora de hacerlo. No quiero que tenga problemas con su pareja. Volver a verlo, ha hecho que los recuerdos vuelvan a golpear como mazos a una pared pero sé me tengo que mantener alejado de él. Tanto por su seguridad como por la mía. Diego no sabe que la verdadera razón por la que me marché tiene que ver a lo que me dedico en las sombras. No quiero que, si algún día me detienen, tenga que elegir entre yo o su trabajo. Tampoco deseo que sufra de nuevo. Prefiero hacerlo yo por los dos, ya que estoy acostumbrado a sufrir por aquella mala decisión que tomé tiempo atrás.

Estando en el despacho de mi finca, concentrado en unos papeles para reunión que tengo al día siguiente, entra Elián con cara de pocos amigos. Eso no me sorprende, él es así. Siempre serio. Veo que se acerca a la mesa antes de volver a mirar los papeles pero levanto la mirada cuando él da un fuerte golpea fuertemente la mesa. Cierro los ojos al escuchar el golpe y suspiro con pesadez con ellos cerrados. Los abro y me echo hacia atrás, cruzándome de brazos a la vez que le miro con una ceja levantada. ¿Qué le ocurrirá?

-Brais, tienes que ordenar a tus hombres que la traigan, ¡ya! Ese cucaracho le ha vuelto a hacer daño – me suelta sin rodeos. – Él no la quiere y está sufriendo. He estado con ella esta tarde y no sabes lo mal que estaba. Si tú no das esa orden, la daré yo y, créeme, que no sólo mandaré que la traigan.

-A ver, Elián. ¿Qué ha pasado exactamente? – Pregunto serio.

Sé que algunas veces mi actitud bromista le saca de quicio pero es que me gusta ver como arruga el entrecejo cuando está molesto. Esta tarde he tenido que hacer un gran esfuerzo para controlarme y no decirle a Dylan Arez lo que pienso del daño que le está haciendo a mi hermana y que se merece que ella haya decidido estar con nosotros y no con él. También he tenido que hacer un esfuerzo para no besar a Diego esta tarde cuando lo he visto con su uniforme. Para disimular todos esos sentimientos, he optado por tener una actitud bromista, la misma que le irrita algunas veces. Al menos he conseguido una cita con él. Gracias a mis espías, sé dónde vive. Así que aquí me encuentro, esperando a que llegue y quitarme estas ganas de besarle que tengo desde que le besé en el cuello y en los labios antes de marcharme aquel día. Cada noche recuerdo el tacto de sus labios contra los míos. Hacía tiempo que no sentía este nerviosismo al pensar en una persona pero, claro, Diego no es ninguna persona cualquiera. Él es el amor de mi vida. Lo es desde el primer momento que lo vi durante una fiesta de un amigo que teníamos en común. Cuando lo veo salir del ascensor, mi cuerpo se eriza y no puedo evitar ponerme nervioso como un quinceañero. Veo en sus ojos la sorpresa al verme y es normal, no se esperaba que yo estuviera en la puerta de su piso.

-¿Qué haces tú aquí? ¿Y cómo narices sabes dónde vivo? – Me pregunta perplejo.

-Mejor que no sepas como lo sé – le digo pasándome una mano por el pelo.

-Largo. Tengo muchas cosas que hacer – me aparto de la puerta para que él pueda abrirla.

-Tenemos que hablar, Diego – le digo serio.

-Cinco minutos – me dice dándome la espalda.

Ambos entramos en su piso en silencio. Sin poder remediarlo, le cojo del brazo y hago que su espalda quede totalmente pegada a la pared. Con el pie, cierro la puerta para que nadie sepa lo que ocurre dentro, aunque a mí me da igual pero sé que a él no y menos por su trabajo. Me pego todo lo que puedo a su cuerpo y pongo mis manos a cada lado de su cabeza. Acerco los labios a los de él pero no le beso. Nuestros ojos se miran fijamente, nuestros labios se rozan a cada segundo y nuestras respiraciones se mezclan. No nos movemos en ningún momento. Quiero disfrutar de nuestro contacto lo máximo. Como lo extraña. Sentirlo así, después de tanto tiempo, hace que reviva cosas del pasado que creí muertas. Las puntas de nuestras narices se rozan y se me corta la respiración al igual que a él. En ese momento me percato que estoy completamente enamorado de este hombre y que el paso del tiempo no ha hecho que mi corazón continúe latiendo por él.

-¿Qué haces, Brais? – Me dice con la voz entrecortada.

-Tú y mis hermanos sois lo más importante que tengo en mi vida. Si te dejé hace años, créeme que fue la decisión más difícil que he podido hacer – le murmuro cómo puedo pero apenas mis palabras salen de mi boca. – Te he querido desde el momento en que te vi – acerco mis labios a los suyos y le doy un beso corto que me sabe a gloria y que hace que mi cuerpo vibre como sólo con él puede vibrar. Al separarme, le miro a los ojos y le pongo una mano sobre su mejilla para acariciársela después. – Sé que hice mal y que debí haber dado señales de vida durante estos años pero yo siempre he sabido de ti. Te quiero, Diego, y siempre lo haré aunque tú no lo hagas.

Él me pone una mano en la nuca y me besa haciendo que yo cierre los ojos para disfrutar de ese contacto. Me rodea con su brazo libre y nuestros miembros se rozan, produciendo que jadeemos. Gracias a que somos igual de altos y eso nos facilita las cosas. La intensidad del beso cada vez en mayor y las caricias aumentan con cada segundo que pasamos besándonos. Poco a poco nos despojamos de las ropas mientras que, a ciegas y sin romper el beso, caminamos hacia el interior de la casa. No sé a dónde vamos pero supongo que vamos a su dormitorio. Aunque con él sería capaz al mismísimo Infierno con tal de poder estar de nuevo así con él. Y vendería mi alma con tal de que a él no le ocurriese nada.

En un momento dado, tenemos que separarnos para recuperar el aire. Aprovecho ese momento para mirar el torso bien definido del hombre que tengo enfrente y se lo acaricio con ambas manos. Estamos desnudos de cintura para arriba y disfruto de las vistas que tengo delante de mí. Es en ese instante que él me acorrala contra la pared y juntamos nuestras cinturas, haciendo que nuestros miembros excitados se rocen. Nos miramos a los ojos mientras que nuestras respiraciones se encuentran agitadas por el momento. Mis manos suben por su cuerpo hasta llegar a su fuerte pecho. Extrañaba tanto su tacto que esto me parece un sueño… Noto como sus manos recorren mi cuerpo muy lentamente y jadeo en el mismo instante en que sus labios besan mi cuello. Cuando siento que sus manos comienzan a desabrocharme los pantalones del traje, se las cojo para que se detenga y giramos para que sea él quien se quede contra la pared. Acerco mis labios a los de él y le beso con ganas, pasión y sin retención. Cómo podemos, nos desabrochamos los pantalones y nos abrimos las cremalleras haciendo que nuestros pantalones cayesen a la misma vez.

Dirijo mi boca a su cuello, se lo beso, lamo y muerdo mientras que mi mano indiscreta entra por dentro de sus boxers. Busco su miembro y se lo agarro cuando me entretengo en la zona que hay entre su cuello y su hombro. Él deja escapar gemidos a la vez que mi mano empieza a tocarle su duro miembro. ¡Dios, como echaba esto de menos! Tocarlo y escuchar sus gemidos. De pronto, comienzo bajar mientras que dejo un rastro de besos por su cuerpo a la vez que bajo sus boxers, liberando la potente, húmeda y deliciosa erección de ese miembro que siempre me gustó, sonrío de medio lado, dispuesto a disfrutar de él como lo hacía tiempo atrás. Acaricio sus piernas de arriba abajo hasta que mis manos llegan a sus glúteos. Sonrío con satisfacción cuando siento lo que provoco en él es lo mismo lo que provoca él en mí. Saco mi lengua y comienzo a acercarme a su erecto miembro hasta que me lo introduzco por completo en la boca. Mis labios acarician todo su falo hasta que me lo saco y mi húmeda y caliente lengua acaricia la punta de su pene. Al escuchar el gemido que Diego deja escapar de sus labios al hacerle aquello, hace que mi corazón lata con frenesí. Lamo su vigoroso miembro como un helado, de arriba abajo, sin dejar ningún recoveco sin probar. Me lo introduzco por completo en mi boca cuando noto su mano sobre mi cabeza y comienza a marcar el ritmo, el que yo sé que le gusta. Saco su pene de mi boca y beso suavemente el glande con mis labios.

Con una mano en la base de su pene, lo vuelvo a introducir en mi boca y comienzo hacer ligeros movimientos con mi mano y mi lengua, sobretodo incidiendo en el glande en los cuales giro un poco cada vez que muevo la cabeza de dentro hacia afuera. Luego pongo la lengua todo lo plana que puedo y la deslizo por todo su pene desde la base hasta la punta. Me tomo mi tiempo en saborear de ese sabor que él desprende, no me dejo ningún espacio sin lamer sin dejar de mirarlo en ningún momento. Él tiene los ojos cerrados y sé que disfruta por aquellos gemidos elevados que libera de su boca. Entonces, mi entras que mi mano libre juega con sus testículos, me centro en el frenillo y hago una y otra vez los mismos movimiento hasta que, después de unos minutos que siento que hasta yo me voy a correr, presiento como él también está apunto. Saco su erecto miembro de mi boca y levanto hasta que nuestros rostros quedan a la misma altura. Le muerde suavemente el labio inferior, tirando de él hacia mí y luego se lo beso con mimo. Nuestras respiraciones están demasiadas agitadas pero eso no le evita decirme:

-¿Crees que me puedes hacer esto, Brais?

-No… tranquilo, yo tampoco quiero detenerme – le murmuro mientras me bajo mis boxers.

-Te vas a enterar cuando… – le interrumpo con un beso que nos hace temblar a los dos.

-El único que se va a enterar esta noche, eres tú – le susurro a escasos centímetros de su boca.

Sin dejarle que me diga lo contrario, le doy la vuelta, dejando que me dé la espalda y él apoya sus manos en la pared. Me acercó a él y le penetro de un asalto a la vez que gemimos a la vez al sentir aquello. Hacía tiempo que había deseado estar así con él. Comienzo a moverme muy despacio ya que la profundidad de la penetración es más intensa que las demás posturas y porque no puedo aguantarme hasta llegar a su habitación. Miro a Diego y comenzamos a movernos a la misma vez pero en dirección contraria al otro. Aquello nos produce un placer que ya no recordaba. Buscamos más nuestro contacto y la intensidad de las embestidas son cada vez más rápidas, produciendo así que nuestras respiraciones estén agitadas y nuestros gemidos se intensifiquen a cada segundo. Busco su contacto visual y, al mirarlo, me encuentro que a él le pasa lo mismo. Acerco mis labios a los de él y pero la postura no nos permite besarnos.

Con una mano busco su miembro y, cuando lo tengo entre mi mano, me percato que Diego está a punto, al igual que yo. Llevamos ya tiempo y el sudor recorren nuestros cuerpos pero eso no es impedimento para continuar dándonos placer. No puedo evitar apretarle el pene y él no retiene un grito de placer que me excita a un nivel que hacía tiempo no me excitaba. Durante un rato más, unos pocos minutos, continúo moviéndome todo lo rápido que mi cuerpo y mi excitación me permite. No sé cuánto tiempo pasa pero siento que me no puedo retenerlo más. Y sé que él tampoco. Doy varias estocadas más antes de mirarle a los ojos y ser correspondido por él. Los dos dejamos escapar un gruñido varonil que anuncia que el clímax nos ha alcanzado a la vez. Yo me apoyo en su espalda sin salir de dentro de él pero Diego tampoco me aparta.

Nuestras respiraciones están tan agitadas que siento que el corazón se me va a salir del pecho. Miro al hombre con que estoy en esos momentos, y le aparto con los dedos unos mechones que se le ha quedado pegados en la cara debido al sudor. Acerco de nuevo mis labios a los de él, rozo mi nariz contra la de él y le beso como si sus labios se fuesen a romper. Nos separamos a los pocos segundos para hacer que nuestras respiraciones vuelvan a ser la misma de antes. Le miro a los ojos. No puedo evitar gustarme todo de este hombre. Con una mano en su mejilla, me dice:

-Vamos a la cama.

A la mañana siguiente, cuando despierto, lo hago con una sonrisa. Hace mucho tiempo que no me despertaba así ni tampoco dormía del tirón toda la noche. Giro la cabeza hacia el lado izquierdo y mi sonrisa se ensancha al verlo dormir a mi lado. Alargo mi brazo, a la vez que me pongo de lado y le aparto el flequillo que le tapa los ojos. Se me había olvidado que era dormir con la persona de la que se está enamorado. De pronto, recuerdo que a mi hermana se le ha parado el corazón y debo ir a ver cómo se encuentra. Pero no quiero irme sin decírselo a él pero tampoco deseo despertarlo. Acerco mis labios a su mejilla y se la beso, ya que no puedo saborear sus labios debido a la postura en la que está durmiendo. Me quito las sábanas de encima y me levanto de la cama buscando mis boxers y mi ropa. Una vez que los localizo, me lo pongo y me giro hacia la cama. Sonrío al ver que Diego está despierto, con un brazo por encima de la frente para que la luz del sol no le dé en los ojos. Me acerco de nuevo, me pongo de cuclillas a su lado y le doy un beso en los labios. Me quedo mirándolo con una sonrisa tonta.

-¿Ya vas a desaparecer otros dieciocho años? – Me suelta con gesto serio.

-Sólo hasta que me vuelvas a llamar – le respondo con guasa.

-Brais…

-Lo sé, tranquilo – me siento en el filo de la cama ya que mis piernas están un poco débiles tras la noche de pasión que hemos tenido. – No te molestaré más. Aunque me debes una cena.

-No va a haber cena, Brais – me suelta mirando al techo. – Aunque nos hayamos acostado, esto no quiere decir que te haya perdonado o que hayamos vuelto – miro hacia otro lado. Eso lo sé muy bien… - Lo único que quería saber era por qué te marchaste y me lo dijiste el otro día. No sé si debo creerte o no, pero tenías razón: si mi hermano fuese el centro de una venganza personal, daría todo lo que tuviese para protegerlo – le miro de reojo y veo que cierra los ojos. – Esta noche me lo he pasado genial contigo pero aprendí algo hace tiempo: contigo no podré ser feliz – me muerdo el labio inferior. – Así que te pido que desaparezcas de nuevo de mi vida. Hasta que te vi, mi vida volvía a tener sentido pero creo que lo mejor para los dos, es que ninguno esté en la vida del otro.

-Si es por lo que dije de la rubia escultural…

-No es eso, Brais – me interrumpe. – No estoy dispuesto a que me jodas de nuevo la vida como lo hiciste hace dieciocho años cuando decidiste que nuestra relación se acababa.

-Entiendo… - me levanto de la cama y camino hacia mis pantalones que están en el suelo. - ¿Al menos puedo pedirte un favor antes de no volver a vernos? – Le pregunto girándome hacia él.

-Por supuesto.

-Cuida de Paula Sieiro, la esposa de Dylan Arez – le digo mostrando una fingida sonrisa mientras que veo que él se sienta sobre la cama y pone los pies en el suelo. – Ella es mi hermana pequeña y no confío en nadie más que en ti para cuidarla – veo la sorpresa en sus ojos. – Si algo le ocurriera, mi tío se habrá salido con la suya – aclaro mi garganta para que no se me rompa la voz. – Sólo deberás cuidarla hasta que mis hermanos y yo pensemos una manera para que él no la encuentre.

-Tranquilo. Tu hermana está bien cuidada – me dice y yo asiento. – Ha sido un placer volver a verte, Brais.

-Lo mismo te digo, Diego – me coloco bien los pantalones y le sonrío. – Deseo que algún día nos volvamos a ver y… - me detengo. No sé si debo decirle sobre mis sentimientos. – Bueno, tengo que irme. Tengo que liberar a mi hermana de las manos de los hombres que la retienen.

-Me mentiste.

-Fue por una buena causa – me excusa. – Dylan Arez no se merece que ella esté con él. Como comprenderás, no voy a dejar que nadie le haga daño, no después de que, por mi culpa, ella tenga una diana en la espalda de por vida.

-Brais, no fue tu culpa…

-¡Lo es! – Le grito molesto. El hecho de separarme de él, me duele y me cabrea conmigo mismo. – Si no les hubiera dicho a mis hermanos de ir a Granada, mi madre seguiría con vida y mi tío nunca hubiera sabido lo de mi hermana – me paso una mano por el pelo y cierro los ojos. – Lo siento, Diego, pero me tengo que ir. Tengo muchas cosas que hacer.

Y sin querer escuchar más, me marcho de la habitación del hombre que es el amor de mi vida. De camino hacia la salida del piso, recojo el resto de mi ropa y salgo todo lo rápido que puedo del piso sin mirar atrás. Como me quede un segundo más, soy capaz de darme la vuelta y hacerle ver mis sentimientos por él. Pero sé que conmigo estará en peligro. Cuando el ascensor llega, veo que un hombre con un uniforme de piloto de avión sale de él y luego, mientras me quedo mirándole de reojo, observo que se dirige hacia la puerta por donde he salido. La abre y entrar en el piso. Me apoyo en el marco del ascensor, lo llamo con los ojos cerrados  y cuando las puertas se abren, entro. Me aguanto las ganas de llorar para cuando esté en mi habitación de Villa Pato mientras que el ascensor baja y me pongo mi ropa. Al salir del portal, veo a los mismos hombres que estaban con Diego en el despacho de su trabajo. Le hago un movimiento de cabeza y me dirijo al coche que me está esperando. Me monto en él y le dio a Stephen, a uno de mis hombres que ejerce también de mi chófer:

-¿Sabes cómo está la chica?

-No, Dragon. Lo único que me han dicho es que El Tipi ha ido a la villa exigiendo que le regresemos a sus dos hombres – me contesta él.

-¿¡Cómo!? – Salto cuando lo escucho. – Stephen, más te vale correr.

-Como ordene, Dragon – me dice antes de colocarse al tráfico de la mañana.

Cuatro horas más tarde, llego a Villa Pato y, tras saludar a Sandra, subo a la habitación que teníamos acondicionada para mi hermana. Sin llamar, entro y la veo tumbada en la cama mientras que escribe en el ordenador que le hemos regalado la mañana anterior. No me importa no llevar el pasamontañas ni que ella vea mi rostro. Me acerco a ella y la abrazo aliviado de que esté bien. Por el camino, he temido que mi tío la hubiese visto. Ella es mi mayor preocupación en estos momentos. Me separo de ella y veo que me mira sorprendida. Es cierto, ella no sabe nada y seguro que mi reacción le ha extrañado. Me siento en el filo de la cama, luego dejo el ordenador a su lado, sobre el colchón, y le cojo de las manos. Sé que no debería decirle nada pero es que no puedo soportar la idea de que le ocurra algo. Respiro hondo y, sabiendo que puede que no se lo crea, le digo:

-Paula, sé que no va a ser fácil todo esto, pero debes tener mucho cuidado con quien te rodeas.

-¿Qué…? ¿Quién eres tú?

-Soy Dragon. Sé que no debería mostrarte mi rostro pero, cuando he sabido que se te había parado el corazón… he entrado sin pensar – encojo los hombros y veo que el desconcierto en los ojos de  ella se marcha. – Paula… debo decirte algo.

-Claro, dime – ella sonríe y no puedo evitar pensar en mi madre.

-Tienes una diana en la espalda desde que naciste – ella me mira desconcertada. – Quizás, con el tiempo, deberás esconderte o abandonar el país si quieres continuar con vida.

Notas finales:

Espero que os guste :)


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