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El lenguaje de las Flores por Dragon made of Fullmetal

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Notas del fanfic:

Disclaimer: TODO a Hiromu Arakawa. 

| El lenguaje de las Flores |

 I. GIRASOL

 » respeto, admiración.

 .

Roy observa fijamente a Alphonse mientras éste, sin saberse observado, riega y consiente a su amado grupo de girasoles que se alzan en el jardín trasero. Bajo el apacible Sol de la mañana el mismo consigue arrancar destellos soñados y totalmente etéreos de su cabello dorado; toda su humanidad parece resplandecer por obra de alguna clase de magia misteriosa que sólo Alphonse poseía, de hecho. Alphonse revolotea de aquí para allá, sonrisa nacida de la más honesta tranquilidad plasmada en sus labios. Era perfecto y no tenía la menor idea de ello.

Aquello era parte de su magia, de igual manera.

Roy sonríe. Se contagia de la paz que de Alphonse emana a montones: Roy Mustang es feliz con autenticidad y de un modo en que no lo era (en que no se permitía a sí mismo serlo) en años. Está en paz. Y es qué, ¿cómo no estarlo, si Alphonse estaba en su vida? ¿Cómo no estarlo si él, poco a poco pero con firmeza aplastante, se había convertido en una parte tan fundamental de la misma? ¿Cómo no estarlo si Alphonse Elric se había convertido en el Sol mismo de su sistema solar y Mustang había transmutado en la flor color alegría que giraba y se alzaba en torno a él?

Cómo no estarlo, maldita sea, cuando Alphonse le devolvía su humanidad, roce a roce y palabra susurrada tras otra, cada vez que hacían el amor.

Dejando que recuerdos de intimidad se desplieguen en su mente, recorriendo los mismos su propia piel mientras erizan sus sentidos, el mayor se permite cerrar los ojos, apoyando su barbilla sobre sus brazos cruzados en el marco blanco de la ventana desde la que observa a Alphonse: así pues, no nota cuando éste ha entrado a la casa hasta que él le habla.

―Despierte, general de brigada, o me temo que llegará tarde a su oficina. Y ambos sabemos de una teniente a la que no le gustaría eso ―le dice con voz suave, juguetona, hecha de miel: voz de ángel en toda su maldita extensión.

Roy voltea en dirección a la voz: lo mira de pie bajo el umbral de la puerta, esbozando esa maldita sonrisa suya que lo hacía caer a sus pies cada vez y, por supuesto, en esa posición la luz solar es perfectamente capaz de delinear la figura de Alphonse de una manera que es digna de plasmarse en un cuadro de perfección artística: la mayor obra de arte jamás creada por el simple hecho de retratarlo a él.

Su perfección era excesiva. Era aquello que, siempre, conseguiría salvar a Roy de todo lo que dolía.

Pasa de repente: salido de la total nada pero de una naturaleza fuerte y auténtica, Roy siente que una certeza absoluta lo embarga cual balde de agua fría y a pesar de no ser del tipo que se guía o cree en cosas que no tienen explicación lógica, lo comprende, sí: ellos, juntos y de la mano por el mundo, estaban destinados a ser. Lo estaban. Lo estarán.

Tal era la fuerza de lo que ambos sentían.

Roy estaba seguro de que el sentir lograba atravesar realidades, uniéndose las mismas por ese único punto-hilo rojo en común que era su adoración por Alphonse: con seguridad, más versiones de sí mismo posaban sus ojos en Al y ya nada volvía a ser igual. No después de haberle conocido.

Comprende, también, sencillamente porque lo siente verdad, por más demente que pueda sonar que en otra de las mil realidades posibles y existentes él estaba igualmente destinado a ver a Alphonse, su Al, delineado por una luz dorada mientras yace de pie bajo un marco de puerta, casi siendo capaz de ver alas desplegadas tras su espalda.

Y tenía razón.

Así de aplastante era su sentir, así era el tamaño de la convicción con que Alphonse lograba llenarle. Así de poderosa era la sola existencia de Alphonse en su vida.

Lo amaba tanto que no lo cree.

Entonces, una vez superado el trance-delirio, Roy sonríe y le habla con una voz de igual calidez, sin desear romper el agradable silencio que inunda la casa esa mañana, interrumpido únicamente por el ocasional cantar de pájaros azules posados en los arboles del patio. Naturaleza que era igual de perfecta que ellos dos.

―Lo mismo digo, niño: date prisa o llegarás tarde a tus clases, profesor ―se pone de pie, caminando en dirección a Alphonse; Alphonse se acerca a él también, a paso lento, paciente, con las manos tras su espalda. Alphonse no deja de sonreír ni por un momento, cual maldito ángel proveniente de una realidad superior de la que se alejaba paso a paso, bendiciendo a Roy con su aproximación.

De pronto, se encuentran uno frente al otro, con apenas escasos centímetros separándoles. Negro y dorado se miran de hito en hito, amándose sin desvestirse, devorándose sin necesidad de abrir la boca y uniéndose sin barreras que los separen hasta el punto de que se combinan en un solo y nuevo, fantástico color: verde que, en su relación, es la consumación de la pasión.

Sus respiraciones acarician sus rostros de manera mutua y todo es perfección…

Entre los dos, todo era tan abrumador que jamás conseguiría describirse dignamente con palabras y aquello, oh, conseguía hacerles trizas el corazón. Injusto era que en todo el vocabulario humano no se hayan inventado palabras que logren describirlos con justicia y precisión.

Los destroza, sí, pero los vuelve a unir, pedazo por pedazo de lo que son, hasta volverlos aquel único ser que los dos conforman al unirse.

Una vez más, Roy cierra sus ojos anticipada, gustosamente, delirando, mientras acerca su rostro al de Alphonse en busca de labios amados, felicidad y agradecimiento absolutos inundándole entero ante el hecho de ser él quien pueda permitirse amar a Alphonse de esta forma: se sabe tan afortunado… Los labios de Roy, entonces, besan algo… áspero. Puntudo. Algo que en definitiva no es la piel ni los labios de Alphonse.

Al abrir los ojos Roy encuentra amarillo. Encuentra, también, que el amarillo brota de un centro oscuro en forma de encantadores y alegres pétalos.

Roy esboza una sonrisa que es mitad divertida, mitad puchero-de-niño-pequeño por no haberlo podido besar.

Es entonces cuando la risa de cristal de Alphonse inunda sus oídos: una vez más, Roy se dice que haría todo lo humanamente posible, sea correcto o inmoral, si, al hacerlo, pudiera ser capaz de escuchar ese sonido y sólo ese sonido por el resto de sus días.

Alphonse aparta de su rostro el girasol que ha colocado frente a sí para que sea éste lo que se encuentre con Roy y no sus propios labios, juguetón a más no poder. Roy se encuentra con que sus mejillas están por completo arreboladas.

―Lo siento ―dice Alphonse, ofreciendo su sonrisa más solemne y centelleante―. Tenía que hacerlo: si me besas, ambos sabemos que llegaremos tarde a los lugares a los que debemos ir…

Roy se deja ser al fin y, tomando su barbilla, vuelve a nacer una y otra vez a merced de los labios de Alphonse y la salvación que éstos le otorgan con gentileza, renaciendo en un ser nuevo, en una mejor versión de sí mismo y todo es (sería por siempre) gracias a él: lo ama tanto que apenas lo soporta, que apenas es capaz de mantenerse cuerdo si Alphonse lo toca.

― ¿Crees que me importa eso, niño…?

Ambos conocen la respuesta: y por eso es que, entre ellos, todo era tan maravilloso.

Al final, Alphonse deposita el girasol, humilde pero de innegable belleza, sobre la superficie de la mesa y ambos lo olvidan por completo ante la inmensidad de la presencia del otro y ante lo estremecedor de su amor compartido: en esta única realidad, una de cientos de miles que podrían existir, la justicia ha triunfado para los dos y pueden permitirse ser felices, juntos y ambos lo disfrutarán a plenitud, aún si llegasen a morir de sobredosis. Lo harán, eso es una promesa.

Y, sin saberlo, su felicidad en esta realidad es una suerte de intercambio equivalente en nombre de todo el dolor que rebosa esa realidad, aquella en la que los separa, hoy y siempre, una línea hecha de sangre que se derrama directamente de unas grietas de un corazón en eterna aflicción.

Esto estaba destinado a pasar, sí, de alguna u otra manera.

...

 «Porque eres tú mi sol».

 (Shakira, )

Notas finales:

¡Hola! :'D

MIL GRACIAS por llegar hasta acá, por pasarse, por leer, por todo. Gracias. :')

Espero no me haya quedado tan feo este relato, que no haya sido un desperdicio tan grande de su tiempo. Si les gustó, aunque sea un poquito, seré feliz. ♥

Se vale mencionar (?) que, de los tres, éste es el shot de naturaleza más... alegre. Creo que por ello mismo esta antología me fue tan difícil de escribir. No sé.

Ni hablar, entonces.

Espero que los dos que siguen sean aunque sea medianamente decentes~

¡Gracias eternas por leer, siempre! ♥♥♥


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