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Siete días por Aomame

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Siete días


El viejo teléfono celular giró sobre sí mismo en la mesa de caoba pulida. Tony había sido quien lo ha puesto en movimiento con la punta de sus dedos. Un suspiro empañó la superficie de la mesa. Tony había apoyado la mejilla en ella, con la vista torcida en dirección al teléfono, esperando quieto, con el paso de las horas, a que una luz parpadeara, a que vibrara, a que el ringtoneinundara la habitación, mientras el aparato seguía girando.


Pepper se detuvo en el marco de la puerta. Tomó valor y se acercó a él. Su mano cubrió el teléfono y detuvo su movimiento.


—¿Qué haces, Tony?


—Espero.


—¿Qué?


—Que me llame.


Pepper apretó los párpados y respiró profundamente.


—¿Quién va a llamarte, Tony?—sabía la respuesta, le temía y esperaba que algo hubiese cambiado en esos días. Pero sabía, también, que eso era improbable.


—Steve—contestó el castaño y con sus dedos hizo a un lado la mano de Pepper del teléfono.


—Tony, ¿recuerdas lo que pasó hace una semana?


—Derrotamos a Thanos.


—¿Recuerdas por qué?


Tony frunció el ceño y apretó el teléfono en su palma.


—¿Puedes dejarme solo, Pepper?; estoy esperando una llamada


La pelirroja suspiró tristemente, bajó la mirada y se apartó lentamente de él.


Del otro lado del arco del comedor, estaban los demás. Todos estaban preocupados, sus caras angustiadas eran la evidencia más clara. Cuando vieron a Pepper estiraron el cuello con una interrogante implícita en sus labios. Pepper negó y sin poder soportarlo más, comenzó a llorar.


—Suficiente—dijo Rhodey—, esto está yendo demasiado lejos. Hablaré con él, es hora de que entienda.


—No seas cruel, por favor—Pepper le miró al tiempo que tomaba el pañuelo que Wanda le había tendido—. Trata de entender...


Rhodey no dijo nada y pasó al otro lado de la habitación, donde Tony seguía mirando aquel viejo aparato, con un solo número en él, y completamente obsoleto.


—Tony.


—¿Qué quieres, Rhodey? Estoy ocupado.


—¿En qué? ¿En mirar ese aparatejo?


Tony no respondió, hizo oídos sordos, pero procuró hacerse del teléfono. Rhodey ya había intentado quitárselo y no le daría oportunidad de hacerlo de nuevo.


—Tienes que parar esto, Tony.


—¿Parar qué?


—No te hagas el tonto.


—Yo jamás puedo ser tonto.


Tony le miró ceñudo, Rhodey negó exasperado.


—Escucha—el coronel se sentó en la silla próxima, se acodó en la mesa y le miró seriamente—, él no llamará. No lo hará.


—Mientes—Tony neceó—, él dijo que lo haría.


—No hay manera de que pueda hacerlo. Steve está...


Tony se llevó las manos a las orejas, no quería escuchar las necedades de Rhodey. No quería siquiera verlo. Rhodey intentó quitarle las manos, pero aquello fue enfrascarse en una pelea infantil e inútil. Tony se resistía a la verdad.


—Han pasado siete días, Tony, debes empezar a aceptar el hecho de que él no volverá.


Tony se puso a tararear en voz alta. Rhodey suspiró y terminó por irse, también.


—Es tu turno, Bruce—dijo Pepper.


—¿Yo?


—Ya se ha abierto contigo antes, vamos, por favor.


—¿Por qué no dejamos que, simplemente, lo vaya asimilando con el tiempo?


—El tiempo sólo lo empeora—dijo Rhodey apretándose el puente de la nariz.


Bruce se resignó.


***


Una taza de café humeó delante de Tony. Éste volteó a ver a quien se la había llevado y sonrió.


—Gracias, Brucie—dijo—El café ayudará, no quiero dormirme y no escuchar cuando suene el teléfono.


Bruce asintió y se sentó a su lado.


—¿Puedo esperar contigo?


—¿También quieres hablar con él?


Bruce asintió de nuevo. —Pero prometo no tardarme mucho— dijo—. No quiero quitarte tiempo con él.


Tony sonrió y estuvo de acuerdo con cederle un par de minutos.


—Tony—Bruce, quien también había llevado una taza, pero de té relajante, para sí mismo, sorbió un poco antes de continuar—, ¿cuánto tiempo hace que no hablas con él?


Siete días, siete días enteros.


—¿Y de qué hablaron?


Tony lo miró, algo brilló en sus pupilas.


***


Estábamos en combate. Lejos uno del otro. Me había quitado de encima varios enemigos cuando escuché el timbre de llamada resonando en mi traje. Sabía que configurar que la llamada se transmitiera en mi armadura serviría de algo


—¿Qué quieres, Rogers?


—Tony—la voz de Steve se escuchaba agitada—Hay algo que tengo que decirte.


—Hablamos luego, no es el momento.


—Necesito decírtelo, porque, tal vez, no haya otro momento.


—No digas tonterías.


—Supongo que no puedo evitarlo—escuché su risa desganada del otro lado de la línea—. Lo siento, Tony. Suelo callar muchas cosas, cosas importantes.


—¿No me digas?


—Supongo que no aprendo—estaba a punto de mandarlo al diablo, no estaba el horno para eso, limaríamos asperezas después, cuando todo eso terminara. Pero entonces, Steve volvió a hablar y me paralizó dijo cuatro palabras, y nunca más saldrían de mi mente—Yo... te amo, Tony.


¿Cómo responder a eso? Solamente escupí lo primero que vino a mi mente y por lo tanto, no era ninguna mentira.


Yo te amo más.


Creo que él no lo esperaba. Luego, un respiro, una pausa, y me respondió no con escepticismo, no, te juro que habría podido verlo sonreír. Así era el tono de su voz, cuando respondió: como si sonriera.


Si tú lo dices.


No te lo negaré, yo también sonreí.


—Hablamos luego—me dijo—. Lo estoy viendo.


—¿Qué? ¿A quién?


—Thanos.


—Espera, Steve, no vayas solo. Es muy fuerte, me derribo de un solo golpe.


Algo me dijo, pero no pude escucharlo, la comunicación se perdió en estática, su voz sólo llegó a mí como balbuceos inexactos.


***


—¿Y entonces?—preguntó Bruce como si nada, aunque, por dentro sentía un nudo en la garganta. Comenzaba a sentirse furioso, pero se dijo que tenía que calmarse.


—No sé.


—Lo sabes, Tony. Cuéntame, por favor.


Tony tragó saliva, parpadeó. Bruce vio como el rostro de su amigo se contraía de a poco. Ahí estaban los recuerdos, los dolorosos recuerdos trepando por su cuerpo. Y cuando volvió a hablar las primeras lágrimas resbalaron por sus mejillas.


Perdió su pelea.


Bruce apoyó su mano en el hombro de su amigo.


—Y a mí me atormenta ese ser, no me deja dormir, me hiere. No puedo soportar el dolor ardiente. Me despierto.


—¿Qué es, Tony?


—Es... Un héroe caído... que... atormenta mis pensamientos.


¿Steve?


Tony volteó a ver a su amigo y éste se dio cuenta que Tony estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor, pero se negaba a exteriorizarlo, hasta ese momento.


—Steve me llamará. Sólo está esperando el momento, Bruce. Sólo... aún hay una orden de aprensión en su contra, por eso tiene que esconderse. Pero me llamará. Lo hará y me dirá a dónde tengo que ir para escapar con él. Él lo hará. ¿Verdad, Bruce? ¿Tú me crees, verdad?


Bruce se mordió el labio inferior, incapaz de responder sin que se le quebrara la voz.


—Rhodey, Pepper, todos, me han mentido. Todo lo que me han dicho ha sido una fría mentira. Pero tú no, ¿verdad? Tú me dices la verdad.


Bruce tomó la mano su amigo. Tenía que ser honesto con él, tenía que decirle como habían ganado la partida, que entre sus cartas, hubo un comodín. Y la balanza se inclinó a su favor. En la batalla, Steve había eliminado al teseracto, todos sabían cómo odiaba ese cubo. La jugada que no esperaba el enemigo, el comodín es tan cruel, siempre tenía que sacrificarse, perderse para salvar el juego. Pero esas palabras tan precisas, no podían salir de la garganta de Bruce, temía mentirle, pero no podía romper lo que quedaba del corazón de su amigo.


Tony lo miró impaciente y comprendió que el silencio suele ser muy elocuente. Apartó su mano de la de Bruce y levantó la tapa del teléfono. Nada había en la pantalla, entonces, llamaría él. Marcó y esperó.


"Por el momento no puedo contestarte, deja tu mensaje" la voz de Steve, una grabación, prueba fehaciente del pasado que siempre está presente.


—Steve... aquí todos dicen que te has ido—dijo—. Pero yo no puedo creer que sea verdad, sigo buscándote. Han pasado siete días enteros sin tu abrazo. Quiero ver tu cara, tengo algunas cosas que decir. Fue apenas hace una semana ¿Recuerdas? Tú dijiste: Yo te amo, Tony; y te dije: Yo te amo más; y tú dijiste: Si tú lo dices. ¿Recuerdas?


Bruce lo vio levantarse de la mesa, lo vio llorar y casi gritar en esa bocina. El resto de los vengadores asomaron el rostro por el marco de la puerta, había lágrimas en ellos también. Sobre todos ellos se había tendido un manto negro y funesto. Pero ninguno se sentía tan desesperado, como Tony.


Han pasado siete días enteros. Compruebo mi teléfono y espero oírte. ¿Por qué me haces esperar tanto?


—Tony...—Bruce se acercó intentando calmarlo, pero Tony huyó de su toque—Tony, Steve no querría que estuvieras así. Tony... por favor... Tony...


El castaño no respondió, apretó el teléfono un poco más en su oreja. Sabía, lo sabía muy bien, sabía que el único que se engañaba era él mismo. Todos ahí, con sus miradas tristes, con sus estúpidas caras tristes... Todos, eran inútiles. ¿Por qué nadie lo ayudó? ¿Por qué nadie lo detuvo? ¿Por qué no fue uno de ellos y no Steve? ¿Por qué? ¿Por qué no dejaba de sangrar la herida? Eran ya siete días de puro dolor. No lo soportaba más. ¿Por qué no lo dejaban tan sólo creer? ¿Por qué no lo dejaban refugiarse en la ilusión?


Se dejó caer de rodillas en la alfombra, sus lágrimas se derramaron sobre la mullida superficie. Bruce se arrodilló a su lado.


—Steve, ¿cómo pudiste dejarme así? Pensé que íbamos a llegar a viejos... juntos.


El teléfono resbaló por sus dedos, y cayó como en cámara lenta sobre la alfombra. Bruce lo abrazó y Tony lloró, lloró en el hombro de su amigo hasta que no tuvo más fuerzas para seguir haciéndolo.


***


—Por fin se durmió—murmuró Pepper al cerrar la puerta de la habitación de Tony—Mañana será más duro.


—Tenemos que ser pacientes—dijo Rhodey.


El resto asintió y después, uno a uno comenzó a retirarse a su habitación. No había nada más que ver o hacer. Bruce se quedó al último, había sido él quien había levantado el teléfono del suelo. Dudó un poco, pero al final decidió devolvérselo a Tony. Después de todo, era lo único que le quedaba de Steve, incluso tenía su voz ahí para cuando la necesitara. No podía ser cruel y privarle de ello.


Entró al cuarto del castaño y dejó el aparato en la mesa de noche de éste. Lo miró dormir por un par de segundos.


—Todo irá bien, Tony, ya lo verás—murmuró antes de salir.


El reloj avanzó, las manecillas indicaron que había llegado el octavo día.


Entonces, el teléfono vibró, la luz parpadeó, el ringtone inundó la habitación...


Y Tony abrió los ojos.


 

Notas finales:

Wola! espero que les haya gustado. 


La canción es If yousay so  de Lea Michele.  Una canción muy triste en mi opinión, y que por si misma dice mucho, de hecho,  lo dice todo. La traducción está  un poco modificada para mis fines,  pero sólo  un poco.    Es un canción hermosa con toda y esa tristeza. Aún así, como siento que tengo mucho Angst en este apartado, decidí darle un final ¿esperanzador? No sé, un pequeño giro que deje una duda. Ustedes decidirán que pasa después de que Tony despierta. 


Espero que les haya gustado.


¡Nos estamos leyendo!


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