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Por Siempre por Miniikusa

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Notas del fanfic:

Holis

Este seria mi primer fanfic con esta cuenta. 

También lo publique en Wattpad con mi otro seudónimo Miniku_sa.

Esta ubicado una noche antes de la muerte de Mello.

Disfruten la lectura :)

 

"Creo que la muerte es tan sólo una puerta.

Cuando ésta se cierra, otra se abre.

Si me imaginara un cielo, éste sería una puerta.

Y al abrirla, ahí estaría él.

Esperandome del otro lado."

-Sonmi 451

 

 

 

 

 

Por Siempre

 

 

 

Son solo dos cuerpos. Desde más arriba, son solo dos cuerpos en una cama. La escena entera muestra dos cuerpos en una cama amplia de alguna habitación de ese edificio. Un ventanal. Una puerta. Dos cuerpos en una cama entre un ventanal y una puerta y quizás algún que otro mueble como decorado.

 

Mello duerme. O tiene los ojos cerrados y no duerme y piensa. Sueña. Near lo mira dormir. O lo mira tener los ojos cerrados y pensar. Dice muy bajo que es la última vez.

 

- Esta es la última vez - dice.

 

Si Mello duerme entonces no escuchó las palabras que salieron de su boca. Pero ya no puede saberse.

 

 Near lo mira. Lo adora. Pero repite:

 

- La última.

 

Lentamente cierra sus ojos, sus abanicos de pestañas largas y blancas se juntan, pero posiblemente lo siga mirando desde más atrás de los párpados. Posiblemente ya no pueda hacer otra cosa mas que mirarlo para siempre.

 

Mientras ellos duermen los ruidos atraviesan como infiltrados entre el espacio del ventanal y la pared. Mientras ellos duermen los ruidos se esconden apretados en los rincones del sueño. Sus sueños.. Algunos se alargan más que otros. Algunos ruidos hacen más ruido que los otros.

 

Mello se despierta. Fija sus azulados ojos en el menor y lo mira. Sabe entonces que el pequeño esta desnudo. No necesita otra cosa para saberlo, solo mirarlo. Y Near no puede seguir en el sueño porque él lo mira fuerte, desnudo.

 

Mello le dice que estuvo besándolo mientras dormía. Dice también:

 

-Y no te despertabas… Seguro soñabas que yo nunca había existido – sonríe.

 

Near dice que no se puede soñar que no. Que se sueña que sí o que tal vez. Y que él definitivamente no lo había besado.

 

-“Tal vez” no – se ríe.

 

Ya lo sabía, piensa el menor. Y Mello sigue riendo mientras lo mira más allá de la mirada. Near sonríe. Pero tal vez no se da cuenta que él está llorando. La risa es la manera más radical de su llanto. El lo dice. Dice que él se ríe pero que su risa es una radicalización de su llanto. Una pormenorización de su llanto. Una exasperación, dice, de su llanto. Pero que Near solamente sonríe.

 

Que no, no lo había besado. Se vuelve a reír, pero más fuerte, más contagioso. Más radical. Más doloroso. Near sonríe junto con él. Pero sonríe solamente, según él.

 

Mello se pone de pie. Así está más desnudo, cree Near. Se sienta en el mueble de decorado. Puede decirse que, para la escena, él no se sentó sino que está menos desnudo. Menos directamente desnudo. Cuando termina de sentarse, el silencio es profundo. Dice :

 

-La muerte debe ser parecida a este silencio.

 

Near lo piensa. No lo sabe. La muerte debe ser diferente a todo cree. Por eso el miedo.

 

 Silencio. El mayor pregunta:

 

-¿Qué te da miedo? La muerte, sí, pero ¿que más? ¿Qué cosas te asustan?

 

 Le asusta el mar. La vejez le asusta, dice. También la habitación cuando él no está. Eso si debe parecerse a la muerte, piensa el alvino. No a la agonía. A la muerte misma.

 

-Es que este lugar es horrible – responde Mello – tiene una puerta para huir y un ventanal para suicidarse, pero adentro es una zona de puro peligro.

 

Near no entiende completamente pero sabe que lo que él acaba de decir es la verdad. Quizás porque Mello sabe que no le agrada la oscuridad, y tanta oscuridad en un lugar tan grande, o tan chico, como este es una pesadilla para él. Aun más si esta solo. Esa es otra cosa a la que teme, la oscura soledad.

 

Near lo llama, lo atrae a la cama. Necesita sentirlo. Cuando llega lo abraza. Lo mira a los ojos, esta vez, con los ojos abiertos. Dice que esta noche él va a irse. Que antes de la hora en la que los dos se levantarían para seguir viviendo Mello se va a levantar para irse de su lado. Dice además:

 

-Para siempre.

 

Mello tiene los ojos profundos. Con kilómetros de llanto que va a esparcir entre más risas y comentarios agresivos. Cree que ya nunca va a poder hacer otra cosa más que llorar de todas las formas conocidas, hasta que el pequeño alvino vaya a su lado de nuevo. Pero esa vez para siempre. Le agrada su creencia: por siempre.

 

Near dice:

 

-Pero tú lo decidiste. Egoísta. Yo jamás te pediría algo así. – Nunca. Piensa.

 

Mello lo escucha. Las palabras son un dato más del alvino que lo esta abrazando, como una pierna o el grisáceo de su mirada. No puede dejarlo aparte, aislarlo, asesinarlo, para interpretar y llevarse algo más que escapa del abrazo. Las palabras quedan, entonces, sin ser procesadas enteramente. Tal vez el menor deba repetirlas en el transcurso de la noche. O tal vez Mello ya tenia decidido irse antes de la apertura del día.

 

Entonces se anticipa así su final.

 

La noche está afuera, irremediable. Desde arriba se los ve abrazados, la piel hecha un escándalo de roces. Hay algo de intimidad violada en toda la escena que ahora se reduce al abrazo y a algo de sábana enroscada y derramada. Algo de todo esto debería quedar en el silencio. En el secreto. Near dice:

 

-Estamos hechos de bifurcaciones de lo simple. – dice que, en definitiva las cosas son así o asá, y que el problema central es precisamente esa “O”. Que una vez que se pronuncia la humanidad no tiene escapatoria. Que ellos están perdidos en algún punto de esa “O”.

 

Puede pensarse que es él mismo el que está perdido en consideraciones alfabéticas.

 

-Piensa: es la única letra del abecedario en la que siempre estas a la misma distancia del centro - Redondea con sus delgados dedos en el aire una circunferencia - Cuando la dibujas, parece que la mano se estuviera moviendo, avanzando, pero en realidad no te acercas al centro de la cosa. ¿Te das cuenta? Estamos perdidos en el perímetro de una disyunción y encima con la pretensión de llegar al núcleo de casi todo.

 

Near dice que el alfabeto es patético. Mello le habla de un cuento de un escritor “Poe” en el que una mañana un editor publica su diario con todas equis en lugar de las oes; resulta que su diario competidor se las había robado todas la noche anterior, le explica. El dibuja un ejemplo en el aire. En lugar de NOSOTROS el hombre escribía NXSXTRXS, dice. Dice también que en la equis todo se dirige al centro.

 

- Tendrías que leerlo. Quizás te ayuda a redondear la tesis.

 

Near piensa que Mello no va a poder abandonar esa habitación. Que por más que esa noche la dejara y no volviera jamás a cruzar esa puerta, él iba a quedarse allí, fusionado con ella para siempre. Que cada mañana iba a tener que levantarse de las paredes, sacudirse la pintura y mover la puerta para poder soportar su propia vida. Que iba a sufrir un recuerdo irrepetible de esa habitación. Sin embargo no dice nada de esto. Solo dice:

 

-Te amx.

 

Esta decidido. Esa noche es la del amor más pleno, pero es la última, piensan. Y nadie va a salir realmente de la habitación a menos que sea para siempre.

 

Para siempre.

 

Near dice que no puede distinguir esa noche, a ellos dos desnudos esa noche, de alguna página de alguna novela. De el minuto sesenta y tres de alguna película o de alguno de sus dados en una de sus construcciones. De otras cosas más.

 

-Es que pretendemos ser un simulacro. Como todo. Somos algo que quiere ser ficticio, pero que sucede inevitablemente real – responde Mello. Dice que la realidad no es una fábula más; todo lo contrario. Que la ficción es un gran engaño. Que nada es ficción. Que una separación imaginada es tan cierta como estar viviéndola; por eso se siente en todo el cuerpo una sensación de abismo. Lo que el espíritu crea esta más vivo que la materia. – Todo, absolutamente todo es auténtico – termina.

 

Near no sabe si darle la razón. Siempre tuvo la impresión de que entre sus palabras se esconde una moneda falsa, muy dorada, como él, pero falsa. Va a intentar probarlo esta noche.

 

 -Entonces el director de una película donde hay un asesinato tendría que ir preso - dice el menor - Y también los autores de novelas policiales. Tantos. Todos presos, porque esos asesinatos serían reales.

 

-¿Y por qué ellos? Si yo – responde - Te matara en este momento para no dejarte, para tenerte conmigo para siempre, ¿quien tendría que ir preso? ¿Dios? ¿La naturaleza? ¿El periodista que escriba la historia del amante perverso? Y si estuviéramos en un libro, ¿Quién? ¿El escritor? ¿El que lee y reconstruye el crimen? No: yo. Yo o nadie. Yo en todos los casos.

 

Mello lo mira, profundo, con un mar de amor y obsesión en los ojos.

 

Near lo mira mirandolo. No sabe si el matarlo fue solamente un ejemplo o una idea real.

 

El mayor deja andar un poco el silencio. Sigue:

 

-Lo que se castiga es el recuerdo del crimen. La intención, no el hecho en sí. Y en un libro el asesino es el que recuerda haber matado, no el autor – Near lo besa apenas. Lo ama tanto. El sigue un poco más todavía – imagínate a un católico que sueña que mata a toda la familia. La policía lo persigue en su sueño y él trata de escapar. En el medio del sueño, pum, se muere de la angustia. El hombre está perdido, lo último que recuerda es haber asesinado a su familia. Veredicto: culpable; de cabeza al infierno por haber muerto en desgracia de Dios. Patético. Pero real.

 

Near se acomoda un poco, queda totalmente sobre el mayor. Mello le acaricia lentamente la fina y suave espalda. La alvina cabeza queda arriba de su pecho, debe sentir un latido ardiente y triste, amargo y pleno. Melancólico. Secreto.

 

La noche sigue afuera, esperando.

 

Ahora es afuera. Es una calle. Una calle vista desde un balcón de un piso no muy alto. Está completamente vacía, es tan de noche. Las luces de la calle vistas desde arriba ocurren en la sima de la melancolía. Una imagen parecida se vería desde la ventana de ellos si alguno de los dos pudiera salirse del abrazo y apoyarse en la ventana y oler un pedazo entero de invierno.

 

Near dice algo.

 

Mello ahora lo escucha, también le besa el cabello por que no sabe besarle las palabras. El le dice:

 

-A veces el cielo tiene tu mismo color cuando amanece.

 

Near piensa que no estaba escuchándolo.

 

Necesita un chocolate. Una copa de vino. Una distracción para no abrazar para siempre a ese pequeño alvino. Música: eso. Dice:

 

-Voy a poner música.

 

-No te vayas.

 

Dice que es un segundo: elegir una canción, servirse una copa de tinto, uno para el menor si quiere y de vuelta a la cama.

 

-Lo digo en serio… Mello no me dejes.

 

-Elige tú cual canción, así tardo menos. Y sirvo una copa para los dos. Minimizo el tiempo de la operación. ¿Sí?

 

Near dice en silencio, casi, el nombre de él; Mihael. Lo dice apenas. No el diminutivo que suele usar, el nombre completo. Y siente que pronuncia la palabra más dulce y más terrible del universo. Lo dice:

 

-La palabra más hermosa y la más desoladora.

 

Mello no sabe a qué palabra se refiere, mientras pone música y sirve una copa llena, para los dos. Casi no deja de mirarlo. Camina cuatro pasos: el retorno a la cama. En verdad nunca dejó de abrazarlo, a pesar de la distancia y el tiempo.

 

- Ya estoy de vuelta. ¿Que palabra era?

 

Near no lo dice.

 

Otra vez afuera. La imagen es la misma sólo que hay sumada la figura de un hombre. Un hombre pecador. Criminal. La presencia absoluta de un hombre que camina inseguro, como si quisiera imitar exasperadamente el vértigo de cada borrachera. Durante todo el tiempo, sin embargo, parece tener decidida una acción determinada. El suicidio, no puede saberse si es su decisión consiente o la de un poder más poderoso, uno de el Dios del nuevo mundo. Se balancea un poco más, hasta la esquina. La ropa exacta de un vagabundo, la edad imperceptible. Está en el centro de la imagen, con una violencia de estar parado y quieto, de frente. Debería pensarse en un actor que espera la atención del público para decir su papel. Se da vuelta, queda de frente a la avenida donde transcurren los vehículos, de espaldas en la imagen.

 

Toda la escena de afuera se interpreta vagamente porque no parece tener relación con la historia. Parece. De cualquier modo es algo que ocurre más allá de los amantes y que ellos ignoran. Es algo de todo lo que ocurre fuera de la habitación. Algo de lo que no ocurre dentro de la habitación, también. Algo que desborda la frontera de lo íntimo: una escena muda y sin testigos.

 

Near lo mira. Lo ve en el borde de la belleza. Lo mira sin limites.

 

-No lo puedo entender -dice.

 

Mello sabe que el menor va a llorar. Lo sabe por la profundización abrupta de la calma. Por la sensación de un mar lejano y liso. Por una forma espiral en el silencio, de pronto. Por una abundancia de ozono, el alvino vuelve a apoyar la cabeza en el cuerpo de el.

 

Near llora sin indicios, como si no respirara. Como si hubiera dejado morir el cuerpo para dedicarse al puro acto de dejar caer las lágrimas.

 

Mello esta con Near, justo en ese momento, pero el pequeño no puede dejar de pensar en que Mello estará muerto al otro día. Por protegerlo. A él, al mundo. Para atrapar a ese Dios terrenal.

 

En plena persecución del espasmo de la piel alvina, lo acaricia y lo besa. Es un miedo que casi no conoce. Un miedo que ya es casi decididamente otra palabra. La palabra más hermosa y la más desoladora.

 

Near empieza a llorar con el cuerpo. Como nunca. Como si acabara de ser sacado del mar, ahogado, y reconociera el cuerpo mojado del salvador confundido con el rigor de la muerte.

 

Mello abraza a Near infinitamente. Por siempre.

 

- Adiós.

 

Notas finales:

 

Espero que les haya gustado y gracias por leer.

 


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