Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CARTA A UN AMIGO por itzerUchiha2

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Inspirado en el hermoso doushinji de mi querdia amiga Vita Vitae "Bittersweet", te lo decido con todo mi corazón hermosa, muchas gracias por el apoyo brindado aquel día y sobre todo emocionarte con estos fics alocados que escribo.

también agradezco a todos los lectores que se dan una vuelta para leer mis locuras, gracias y espero disfruten este oneshot que es el primero que escribo :D.

 

Me es tan extraño estar sentado frente a esta pequeña mesa que ha estado por más de 15 años cerca de mi cama y nunca le había dado uso hasta el día de hoy al igual que esta pluma blanca que ahora tiene la punta entintada, con el tenue resplandor que esta desgastada y pequeña vela me brinda es que hoy escribo estas letras y oraciones para ti.

Ya es de noche en el santuario, este lugar que se convirtió en mí hogar desde que mi ciudad natal fue arrasada por parte del ejército del rey del inframundo, si, ese montón de construcciones había logrado darme la efímera sensación de estar en uno hasta que lo vi cubierto por las almas en pena de los muertos que aliviaron mi soledad sólo por unos instantes antes desaparecer como las más ardientes llamas que se doblegan en un día de torrencial.

Confieso que para mí siempre la mejor forma de expresar mi sentir era el campo de batalla, golpear y vencer a los enemigos era mi mayor gusto, sonreía satisfecho después de terminar un combate difícil pues así le gritaba al mundo lo fuerte que era y para que todo aquel que quisiese meterse conmigo lo pensara seriamente antes de siquiera intentarlo.

Pero en estos momentos necesito más que eso para poder recuperar la calma y aliviar esta profunda soledad que tu ausencia ha dejado en mí desde que te sepulte junto a los caídos del día de hoy, lo único que pude hallar dentro de esta desesperación por menguar un poco este sentimiento es con las letras, como diría mi maestro, los sencillos trazos que forman una palabra pueden contener tantas cosas, dolorosas, alegres y tristes, he llegado a entender que una palabra puede destruir, rescatar o regocijar a una persona.

Y eso lo comprobé contigo, Albafica, el caballero dorado de piscis, el poderoso y solitario caballero de la sangre envenenada, que cargaba con honor el peso que tu antecesor dejo en sus hombros, oculto tras el bello significado que las ocho letras de su nombre significaba “flor blanca”. Aislándose y protegiendo a los inocentes y compañeros de armas de la condena carmesí que lo atormentaba, auto condenándose a la soledad eterna.

Como podría olvidar nuestro primer encuentro, cuando me perdí en el increíblemente inmenso terreno que era el santuario, cansado y acalorado me senté en una de las muchas piedras que adornaban sus alrededores, me abanicaba con mi mano tratando inútilmente de refrescarme del fortísimo sol del verano griego que daba de lleno sobre mí, no sé cómo mi nariz pudo percibir el leve olor a rosas de aquel inhóspito escenario, que no mis cansadas piernas hallaron la fuerza necesaria para correr de una forma extrañamente ansiosa al no lograr entender como un lugar como ese podía expedir un olor tan dulce y fino para finalmente guiarme hacia un enorme jardín de rojísimas rosas, me impresione tanto por su vasta extensión que olvidé por unos leves instantes mi infernal sed e insolación, cerré mis ojos por un instante aspirando su aroma hasta que tu voz perturbo mi concentración con la simple pregunta ¿Qué estás haciendo aquí? Dándole inicio a nuestra historia.

Voltee despacio encontrándome con una criatura tan hermosa casi me golpee las mejillas buscando despertar de esa ilusión, porque eso debía ser,  no podía haber tanta belleza en una persona, tu largo cabello azul celeste que hacían juego con tus ojos, cuerpo delgado y musculosos sin  que llegase a exagerar y tu piel tan blanca que parecía nunca haber sido tocada por un solo rayo de sol. Sonreí como idiota acercándome de forma instintiva, quería tocarte, saber que eras real y no producto de ese maldito calor del demonio, puse mis manos sobre tus hombros comprobándolo para enseguida presentarme.

“Manigoldo, el verdugo” respondiste levantando una ceja al oír mi nombre, mencionaste tu nombre sólo alcance a decirte mucho gusto antes de caer en la inconciencia, mi cuerpo había cobrado la factura. Abrí poco a poco mis ojos tratando de enfocar con mi nublada vista intentando reconocer el lugar donde me encontraba, me sentía mareado por lo quise poner mi antebrazo sobre mi rostro sobresaltándome al sentir un frío paño en mi frente, en un acto instintivo tome la mano de quién quería volver a colocarlo. Me revolví un poco en un acto desesperado al sentirme vulnerable sintiendo de pronto como un par de brazos se cernían sobre mi torso uniéndolo a otro que respiraba con algo de agitación.

“Tranquilo, tranquilo” escuché tu susurro pregunte aún desorientado y sujetando mí cabeza, me explicaste que  había sufrido un colapso que debía descansar un poco hasta que el patriarca llegase por mí. Logré enderezarme al fin, sentándome en esa amplia cama que era la tuya,  sonreíste ampliamente cuando te conté que me estaba entrenando para ser el futuro caballero dorado de Cáncer, “entonces seremos compañeros de armas” mencionaste en un tono emocionado fue cuando me enteré que sería el futuro caballero de Piscis, en ese momento no entendí porque mi pecho se inundó de una gran calidez.

Seguimos frecuentándonos en los límites de ese bello jardín, ya todos los aprendices sabían que era el alumno del patriarca, conforme el tiempo pasaba mejoraba mi percepción y manipulación de las almas, así como el viajar al monte Yomotsu en donde era el final del camino, literalmente hablando, ir y venir entre los dos mundo era una habilidad que me sorprendió mucho la primera vez que logré hacerla, pero que algunas veces de verdad llegue a detestar con todo mi ser.

Ver la forma en que la que partían de este mundo, conocer circunstancias, escuchar sus gritos confusos de no saber que ocurrió, de terror al saber la verdad, ya no formaban parte del mundo terrenal, estaban muertos. Había momentos en los que sólo podía sentir una profunda angustia, aunque mi maestro me hizo ver lo valiosa que es la vida me sentía tan desolado y triste, tanto que en cuanto acabó el entrenamiento ese día de otoño salí corriendo de su sala, pese a sus constantes gritos corrí a toda velocidad, a pesar de la imponente presencia de la luz del sol, las almas me seguían con sus lamentos tortuosos, cientos de ellas se hallaban a mi alrededor, en el santuario, en la ciudad; sus llagas, heridas y enfermedades que arrebataron su último aliento eran tan reales como las lágrimas que resbalaban por mis mejillas.

Corrí buscándote, necesitaba saberme vivo, caí más de una vez durante mi alocada carrera hiriéndome el cuerpo en el proceso, hasta que te halle, recogiendo agua a la orilla de ese pequeño riachuelo que corría alimentando a las rosas, grité tu nombre, apenas te di tiempo para poder voltearte cuando me aferre con fuerza a tu pecho derribándote en el proceso, lloraba llamándote una y otra vez, apretaba tus ropas con fuerza, hundiendo mi rostro en tu cabello, no podía contestar tus preguntas porque un sollozo era la único que salía de mis labios. Así nos quedamos un buen rato, abrazados, tus manos pequeñas acariciaban mi espalda buscando darme consuelo para algo que desconocías, logré tranquilizarme un poco dejándote al fin que te pusieras de pie ayudándome.

¡Ah! Que bellas sensación cuando pusiste tu mano en mi mejilla, tus ojos comprensivos me observaban y tus labios me regalaban una cálida sonrisa, justo lo que en esos momentos necesitaba. Me di cuenta de la importancia de tu existencia cerca de la mía, lo especial que te habías vuelto para mí, no pude resistir a mis impulso y tomándote de los hombros junte nuestros labios en una caricia desesperada y suave, pude sentir tu sorpresa en los mismos, como tus manos se pusieron sobre mi pecho tratando de separarme, logrando hacerlo levemente pues nuestros rostros sólo tenían una milimétrica distancia el uno del otro, bese tus mejillas ante el leve sonrojó que las coloreo, me preguntaste en un susurro ¿Por qué lo había hecho? No pude responder algo coherente solo me límite a decirte “Te necesito porque te quiero” antes de volver a unir nuestros labios en una sutil caricia que para mí enorme gozo fue correspondida de forma tímida por ti, a pesar de nuestra edad, tú 15 y yo 17 con ese gesto nos dijimos todo y lo más importante, estábamos seguros de los sentimientos que teníamos el uno por el otro.

Nos quedamos a charlar hasta entrada la noche, nos despedimos con un último beso más profundo y apasionado que los anteriores, a pesar de mis constantes negativas por irme lograste convencerme y con un suspiro resignado partí de ese lugar hacia mi futuro templo, la casa de Cáncer. Al llegar me comporte de la manera más vergonzosa, me arroje de cara a mi almohada mientras movía mis piernas de atrás hacia delante de forma emocionada, repitiendo “te amo” más de 10 veces, agradecía el estar a solas porque apuesto que hasta tú te hubieras burlado de mi comportamiento tonto y ridículo, logró conciliar el sueño después de lograr apaciguar el ansia de verte en la mañana.

Ya habían transcurrido 15 días desde nuestra declaración, disfrutábamos de nuestra mutua compañía, como era ya nuestra rutina, terminé con mi entrenamiento y me dirigí hacia nuestro jardín, si, ya lo sentía como mío también, logré ver tu figura recargada en una de las columnas levanté la mano saludándote pero algo extraño había en tu mirada que no supe descifrar, alce mi mano para acariciar tu mejilla y poder besarte como siempre lo hacía sentí el fuerte golpe de tu mano alejando de forma tosca la mía. Sin mediar palabra me exigiste que no volviese a verte nunca más, que todo lo que me habías dicho era porque quería experimentar sensaciones nuevas y que yo era la mejor opción al tener toda la disposición, te diste la vuelta apuñalando mi corazón con la cruda frase “Ya no me eres necesario”. Estaba totalmente paralizado, mi cuerpo y garganta no obedecían mis órdenes, quería correr darte alcance para exigirte una explicación ante esa descarada mentira, porque sabía muy bien que me mentías, algo me ocultabas lo sabía, cuando desapareciste en la oscuridad mi cuerpo al fin respondió pero apenas di el primer paso y un enorme muro de aquella rosas se levantó frente a mí, mi mano se movió hacia mi rostro al sentir un fuerte frío en la mejillas, como recuerdo que reí al percatarme que eran lágrimas descubriendo que eras la primer persona que las hacía salir de esa forma tan involuntaria, apreté mis puños con impotencia limpiándome con brusquedad esa humedad, di la vuelta regresando hacia mi templo, buscaría la forma de hacerte decir la verdad.

Río mucho ante el recuerdo de cómo intentaba trepar ese muro de rosas una y otra vez, había escuchado entre los cadetes los rumores de que tu maestro había muerto heredándote su armadura siendo ya oficialmente reconocido como el caballero dorado de piscis y con ello el vínculo carmesí, no tenía idea de lo que eso significaba fui con el viejo en busca de la verdad, me explicó con una profunda nostalgia lo que eso significaba, no obedecí su orden cuando me dijo que no podría acercarme, gritándole en mi alocada carrera hacia tu templo “Me importa una mierda ese vínculo”, sin querer me lleve a Kardia y Dégel de paso, ni siquiera me disculpe cuando los derribe, necesitaba verte, hacerte saber que pese a los años separados seguía amándote.

Corrí por una ladera a ese enorme muro logrando colarme entre las envenenadas espinas, si supieras cuantas veces estuve al borde de la muerte por ese veneno te hubieses dado cuenta que ese veneno para alguien que juega con la muerte y la ve de cerca no servía de nada, estaba a poco metros cuando escuché un silbido y de un salto esquive un bella rosa roja que se clavó a mis pies, sonreí divertido ante tal recibimiento. Ahí estabas sentado en aquella misma roca en la que te vi por primera vez hermoso pero sobretodo majestuoso, escuche tu seria advertencia “Vete Manigoldo, si das un paso más no dudaré matarte” pronunciaste con una mirada llena de decisión, ese era el Albafica que me gustaba, decidido, sin temor. Camine acortando más y más la distancia entre nosotros “Con que este es tu paraíso” pronuncie levantando mi índice hacia el cielo “Entonces déjame mostrarte el mío” ejecuté mi técnica de las ondas infernales separando nuestras almas yendo hacia el monte Yomotsu, te impresionaste ante tal escenario tanto que no te percataste que ya estaba frente a ti, tire de tu brazo acercándote, al fin volvía a sentir tu calor pero ahora algo más íntimo, el tu alma que poseía una calidez sin igual, “En este lugar tu veneno no tiene efecto alguno” sonreí al ver que tus ojos derramaban lágrimas silenciosas, acorte las distancia una vez más después de tanto tiempo de no tenerte, tu sabor ahí seguía tan dulce, tan suave, me di el gusto de hacer jugar a nuestras lenguas en el que dominó la mía dando inicio a un juego erótico y sensual, aferraste tus brazos a mi cuello profundizando más, nos separamos ya sin aire “Te había extrañado tanto” dijiste antes de caer inconsciente.

Te deje dentro de tu templo y salí no sin antes darte un último beso en los labios partiendo a la misión que me había sido encomendada. Era de noche cuando volví al santuario, si te soy sincero Albafica fue una misión difícil pero mis sentimientos me permitieron cumplirla porque había alguien que me esperaba, tú. Me reporté con el viejo y aproveché mi camino para dirigirme a tu templo, te vi ahí sentando en ovillo con un aire tan triste, te llamé y levantaste tu mirada, sonreí al ver como tú también lo hacías pero mi cuerpo no pudo más y colapso, sentí tus fuertes brazos rodearme llamándome muchas veces pero tu voz se oía cada vez más lejana. Desperté en tu cama, ah una vez más en esa mullida cama que estaba impregnada de tu perfume, entraste con una tarja de agua, un pequeño paño, alcohol y unas vendas, empapaste el paño en alcoholo colocándolo sobre la herida que tenía en el pecho, pegue un grito ante el ardor, “Cállate, eres peor que una nena” te quejaste, “Te recuerdo que estoy herido, deberías ser más delicado conmigo albafica” frunciste el ceño y lo volviste a poner sobre la herida causándome ardor de nuevo “Encima que te estoy curando escucho tus quejas” me reclamaste ante mis peticiones de delicadeza hacia mi persona. “Por cierto Manigoldo, quiero preguntarte algo” me dijiste sin dejar de curar mis heridas “¿Qué pasó en el monte Yomotsu? Por más que trato de recordar, simplemente no puedo, tengo lagunas mentales y me desespera el no saber qué ocurrió”.

“No te hice nada si es lo que te preguntas Albafica, simplemente quería mostrarte mi paraíso y hacerte entender que tu sangre jamás me detendrá para poder estar contigo” abriste tus ojos a sobremanera tomando mis hombros con fuerza sacudiéndome con desesperación, exigiéndome una explicación ante tales palabras, fue cuando te confesé la verdad, todas mis intentos por verte, las consecuencias de los mismos y al parecer la cierta inmunidad que había desarrollado hacía el mismo, aproveché tu desconcierto y te jalé hacia mí, uní mis labios a los tuyos de una forma suave que fue subiendo de tono conforme el tiempo pasaba, nuestras lenguas se movían de forma lenta, acariciándose, sintiéndose, saboreándose de nuevo pero esta vez con el sabor que nuestros cuerpos terrenales tenían.

Fue el momento más excitante y erótico de mi vida, ni separar nuestro labios colé mis manos bajo tu playera de entrenamiento descubriendo tu majestuoso torso al igual que tu lo hiciste con el mío, tome tus manos poniéndolas sobre mis pectorales “Tócame albafica, siénteme” te pedí a lo que tus tímidas manos comenzaron a acariciar la extensión arrancándome unos leves gemidos ante el contacto de tu piel, te recosté suavemente besando tu cuello, tus hombros, paseando mi lengua en toda la extensión de tu pecho, jugando con tus pezones de forma lenta, tus gemidos eran música para mis oídos y lo mejor era que yo los provocaba “Eres mío albafica aquí y en la eternidad, nunca lo olvides” suplique besando tu ombligo, lamiéndolo, tus manos se pusieron sobre mis hombros cuando comencé a soltar los cordones que sostenían tus pantalones, levante el rostro para poder mirarte a los ojos que derramaban lágrimas “¿Te hice daño?” pregunté con miedo, “Es que es la primera vez que hago esto” no podría siquiera describir con palabras lo que sentí cuando escuche eso, sería el primero, tu primero.

Sonreí como nunca lo había hecho, descendí aún más hasta llegar a tu vientre plano y fuerte, descendí aún más “Eso me alegra” me límite a decir antes de engullir por completo tu miembro que se erguía majestuoso por las caricias que hice antes en tu cuerpo, eras y serías totalmente mío, subía y bajaba mi boca, lamiendo y saboreando toda su extensión, sentí como tus manos se aferraban y tironeaban con fuerza mi cabello, subí mis dedos hacia tu boca para introducirlos de forma suave sin dejar esa exquisita felación para que pudieses ensalivarlos, sentí un leve temblor en tus caderas señal de que pronto terminarías por lo que inyecté más fuerza, gritaste mi nombre de una forma tan excitante cuando tu esencia lleno mi boca,  que no pude evitar sonreír, no perdí ni una sola gota de ella, era como el más suave y dulce de los vinos.

Retire mis dedos de tu boca, dirigiéndolos hacia tus firmes glúteos colándolos entre ellos, hallando al fin tu entrada virgen, diste un respingo al sentir mi primer dígito que se adentró en tu cálido interior, te hablaba y besaba pidiendo que te relajarás, lo movía de forma lenta y suave para evitar lastimarte así continúen con un segundo hasta un tercero, tus gemidos dolientes se transformaron en unos cargados de placer. Tus caderas comenzaron a moverse sobre ellos; estabas listo, lo retire recibiendo un gemido de protesta “Ya voy, ya voy” te dije divertido al ver tu rostro con un gesto molesto, me acerque de nuevo a tus labios mientras mi mano sostenía uno de tus muslos y la otra acomodaba mí ya muy firme miembro en tu entrada que estaba húmeda por el anterior trabajo, comencé a introducirlo de forma lenta, te abrazaste a mi cuello apretando tu gesto pues siendo sinceros me enorgullecía del tamaño de los que tenía entre las piernas, entré por completo quedándome totalmente quieto esperando a que te acostumbrarás aunque tenía algo de miedo que me dejases mi miembro cual vil hoja de papel por la fuerza en que tu estrecho interior lo apretaba, me moví un poco, me enterraste las uñas en la espalda ante la sutil embestida, eso me excito y me hizo dar un par más.

“Me gusta, más Manigoldo, más” me pediste moviendo ahora tú las caderas “A sus órdenes” respondí comenzando mis embistes lentos pero firmes y profundos en tu interior, gemías con fuerza  enredando tus piernas alrededor de mi cintura, mis caderas se movían ahora de forma rápida, entraba casi por completo para entrar de una firma estocada, ambos gemíamos el nombre del otro, nos besábamos con verdadera pasión y lujuria hasta que en un movimiento rápido me empujaste del pecho para quedar sentando sobre mí, era una sensación exquisita el verte, moviendo tu musculoso cuerpo sobre el mío, la forma en que tu cabello saltaba por el ritmo que imponías , te apoyaste en mis pectorales golpeando tu trasero en mi bajo vientre haciendo un sonido fuerte y sensual. Como pude logra sentarme sin salir de tu interior sujetando tus muslos marcándolos como míos, imponiendo ahora yo el ritmo con mi pelvis que se movía de forma ya frenética “Manigoldo, yo estoy a punto de…” gemiste en mi oído de forma sensual lamiéndolo de paso.

“Juntos mi amor” pedí casi suplicándote, ambos dimos un fuerte gruñido terminando, yo llenando tu interior y tu manchando nuestros estómagos, pechos y rostros, jadeante dejaste caer tu espalda sobre el mullido colchón sin que saliera de tu interior, acariciaste mi rostro limpiando los rastros de sudor que bajaban por él, “Te amo Manigoldo” me sonreíste volviendo a besarme moviendo de nuevo tus caderas “No hagas eso” te pedí en un gemido. “¿Qué cosas? ¿Esto?” preguntaste en un tono de fingida inocencia volviendo a moverla, “Tú lo quisiste amor” advertí comenzando una vez a embestir tu interior que ahora era mucho más placentero para ti, gracias a la lubricación que deje en tu interior momentos antes. Pasamos toda la noche haciendo el amor de forma desenfrenada, jurándonos amor eterno, nos besamos hasta que nuestros labios se desgastaron.

Así paso un año, todos en el santuario sabían de lo nuestro, tuvimos miedo cuando se lo confesamos al viejo aunque yo estaba dispuesto a todo con tal de no separarte de mi lado, con 24 años esta vez no estaba dispuesto a dejarte ir, me sorprendió cuando el viejo soltó una carcajada divertida cuando nos dijo que no éramos los únicos que estábamos en pareja, Kardia estaba con Dégel, el Cid con Sísifo, inclusive Shion y Dokho. Pero a los 20 días mi temor más grande se hizo realidad, la guerra santa había comenzado. Muchos caballeros plateados caían ante el inminente poder del juez de infierno Minos de Grifo, me mantuve firme cuando tu aroma inundo el aire, tu pelea había comenzado, nunca había creído en ningún dios hasta ese día, le pedí a Athena con todo mi corazón que te protegiera, que te permitiera regresar a mis brazos, a salvo.

El fuente repique de las campanas me anunciaron el peor de mis miedos, corrí hacia la primera casa pues sabía que Shion había sido enviado a ayudarte, llegue agitado a la entrada de su templo, sus ojos detonaron una profunda tristeza dirigida hacía mí, sus lágrimas incluso mojaron tu armadura por la abundancia con las que caían, me pedía perdón una y otra vez, me límite a abrazarlo fuertemente con tu cuerpo entre nosotros, le repetía una y otra vez que no era su culpa que ese era el camino que habíamos elegido al momento de hacernos caballeros, te tome en brazos caminando hacia tu templo.

El camino se me hizo tan largo, no pedía permiso al pasar por cada templo simplemente pasaba contigo en mis brazos,  Kardia abrazaba con fuerza a Dégel quién ocultaba su rostro en el cuello del bicho con un fuerte temblor en su cuerpo, sonreí al darme cuenta que a pesar del duro camino que escogimos no dejábamos de ser seres humanos, “por favor, no lloren muchachos” les pedí con la voz quebrada sin detener mi caminar, al fin llegamos a ese enorme jardín, “Mani…goldo” abrí mis ojos con suma sorpresa al escuchar tu susurro, la armadura de piscis abandono tu cuerpo en un suave resplandor dejando la tibieza de tu ser entre mis brazos, “Mi amor tengo frío” me dijiste antes de que pudiese articular palabra, asentí sonriendo y desprendí mi armadura que se colocó junto a la tuya como si también se despidiese de ella.

“¿Sabes? Creo que después de todo soy un hombre normal, no siento tristeza, ni miedo por partir, porque ame y fui amado con toda la intensidad que mi todo mi ser y corazón permitió” dijiste en un tono tan tranquilo “Eres el primero y el único a quién he amado” me quebré, mis lágrimas humedecieron tu rostro cansado “pero… no pude hacer nada por ti” apreté mis ojos con fuerza, tristeza y frustración “Es la primera vez que te veo llorar Manigoldo y lo haces por mí” tu tono era tan comprensivo que no podía hacerme el fuerte y mucho menos en esos momentos “!Albafica, perdóname, por favor perdóname, no te pude salvar, no te pude proteger” sentí tu mano ya algo fría sobre mi mejilla limpiando un poco mis lágrimas que no dejaban de salir las muy malditas, se suponía que debía despedirte con una sonrisa, con esa forma tan descarada y altanera que te había enamorado “Viniste por mí, estuviste siempre para mí, eso es suficiente” sonreíste de una luminosa pero sobre todo tan feliz, junte nuestros labios en un último beso que siempre fue la máxima expresión de todo el amor que podía darte, tus ojos derramaron un par de lágrimas antes de que tus labios dejasen de responder separándose de los míos

Tu cuerpo dio un fuerte brillo dorado cuando tu alma se separó de él, la habilidad que maldije tantas veces en ese momento la bendije de todas las formas posibles, estabas de pie frente a mí con una sonrisa dulce de la que yo era su único espectador, “Te estaré esperando, Manigoldo. Sin importar el tiempo, te esperaré” extendiste tu manos hacia mi mejilla para enseguida besar mi frente, sonreí derramando mis últimas lágrimas y levante mi dedo hacia el cielo ejecutando mis ondas infernales que te envolvieron en un blanco resplandor “Te amo” fue lo último que me dijiste antes de desaparecer.

Agh que estupidez, estoy llorando Albafica que patético soy ¿No lo crees mi amor?, eres la única persona que lo ha logrado y sabes algo lo agradezco porque me permitiste sentirme vivo en todos los sentidos, ser necesario, ser libre. Muchas gracias, por todo, por tu amor, por tu persona, sé que no tendrás que esperarme por mucho tiempo ahora que el dios del sueño, la muerte y todo el ejército de Hades está detrás de Tenma y mi misión es protegerlo, te confieso que me siento emocionado por esta batalla con el maldito dios de la muerte a la que admire con fervor desde que era pequeño, ese momento del que ninguno puede escapar pero que tendré el placer de sellar junto al viejo. Iré a enterrar esta carta en tu tumba, nadie más debe leerla por lo que te acompañara en el sueño eterno en el que tu cuerpo se sumergió, así que espérame muy pronto llegare.

***************************************************************************

La batalla contra el dios de la muerte termino, la victoria del santuario fue anunciada, el patriarca y Manigoldo de Cáncer lograron sellar su alma aunque sus vidas se perdieron en el proceso.

—Así que verdad ahora formo parte de esta gran fila—pronunció Manigoldo mientras caminaba hacia el enorme agujero del monte Yomotsu.

—Manigoldo—

El pelicorto volteo cuando escucho es voz tan conocida para él.

—Albafica, mis ojos no me mienten, ¿De verdad, eres tú?—sus labios temblaban.

—Claro que si tonto—extendió sus brazos hacia él—es hora de irnos—

Apretó sus labios y corrió hacia su amor, lo abrazo con fuerza llorando a mares.

—Ja no llores que eso no va contigo—le dijo aferrándose a su abrazo mientras sus cuerpos emanaban un brillo dorado cuando estuvieron juntos al fin.

—No me importa, sólo tú me haz visto y veras así por siempre y para siempre—respondió aspirando el aroma de su cabello

—Si—tomó su rostro entre sus manos—por siempre y para siempre—susurro besándolo desapareciendo junto con él en un resplandor dorado.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leerlo :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).