Durante toda nuestra vida caemos en desgracia, para qué mentir. Es todo lo que uno sospecha que sería una condena porque, para empezar, estamos destinados a morir y que todas las noches a pesar de sentir miedo por tal sentimiento mortal, al día siguiente pensemos que somos los reyes del mundo.
Después de eso nada puede parecer peor. Pero creerme, aun no hemos empezado.
Comienza apenas, cuando naces y no lloras, te asfixias, luces como aborto (literal) y luego tienen que pegarte fuerte para poder entender de qué trata todo.
Eso pasaba justamente en el hospital distrital. Un establecimiento no muy agradable y el peor es nada de los pobres. La temporada había sido cuantiosa y en cuanto a embarazos, coincidente mente muchos. El hospital ese era como un megáfono dentro de otro y otro que contenía un cuarto de llanto de bebés. Enfermeras desesperadas, médicos incompetentes... Todas esas nacientes almas llenas del estigma de la pobreza.
En el primer cuarto de la treceava sala estaba un caso ordinario como muchos, un sujeto de prueba. La mujer encinta había llegado con el uniforme del instituto encima y una fortaleza envidiable. Alrededor de tres horas habían estado trabajando con ella. El bebé que llevaba era duro de roer, hasta parecía que no deseaba nacer a sabiendas de su poco amigable destino.
Por fortuna después de una clase de gritos, dolor, intento de convencimiento para una cesárea y tres gritazos berrinchudos por parte de la madre, nació.
Su carita era como la de una tortuga, algo rara y bastante roja, por eso no extrañaba que naciera de pie.
Qué dolor para la madre...
Sus pies, que fue lo primero que todos vieron, eran grandes y sus piernas largas, parecía un marciano. Al salir la cabeza todos quedaron callados, por su silencio.
Cuando nació parecía muerto. No hizo sonido alguno. Y ahí le llegó el primer manazo de su vida para darle comienzo a esta justamente.
La enfermera extasiada de no tener que seguir ahí, le recomendó a su madre llamar al afortunado padre pero no estaba. Fue con la liga de fútbol a Langley y sólo tuvieron sexo de paso en una de las fiestas locas al conocerse. Ella pensó que siempre que eres joven jamás te pasan cosas como tener hijos y él era un americano cabeza hueca. Por eso ninguno cayó en cuenta del embarazo.
Eso significaba:
Padre = Not found.
Y como todo era gratis, ella encogió de hombros, hizo una mueca de resignación y se fue.
Su madre con la frente llena de sudor y un doctor no muy profesional, haciendo mueca por lo feo que se veía cuando bien sabemos que todos los recién nacidos no son precisamente los más lindos. Era lo que la vida le tenía para ofrecer.
Su madre le cargó y siendo justa, hubiera querido ponerle el nombre de su padre. Pero como no lo recordaba, le encantó la idea de llamarle Leonardo Dicaprio.
Pero el doctor decidió que era demasiado y adiós Leo.
“Kim Taehyung.”
Un bebé no muy afortunado, sin dinero y sin padre. Con una madre en extremo superficial. Y encima feo.
Hay gente que nace sin suerte.