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Un solo beso no es suficiente por YoloSwag

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Notas del fanfic:

Tokyo Ghoul no me pertenece, es obra de Ishida Sui.

Somos nuestra memoria,
Somos ese quimérico museo, 
De formas inconstantes, ese, 
montón de espejos rotos"
Jorge Luis Borges.

 

 

 

<<Feliz cumpleaños>>, palabras simples y vacías como la mayoría de las que conforman un idioma. Que solo toman un valor, un significado cuando son pronunciadas por alguien a quien se ama o se estima. Hoy es un día "normal" como cualquier otro. Un día más en el que los humanos siguen caminando hacía su propia destrucción, y así debe ser por siempre, es necesario para continuar con ese ciclo infinito de nacer, vivir una vida sin sentido y morir. Hoy es veinte de diciembre, el día en que por primera vez conoció este mundo, cuando aún no era conocido como <<El dios de la muerte del CCG>> ,  ese momento en que su cielo era azúl y no rojo. Su andar es cada vez más pesado, su semblante más pálido y su expresión de indiferencia cada paso más marcada. Hace frío, pero es un frío diferente, no proviene de la nieve que cae gentilmente sobre él o de las bajas temperaturas, parece provenir más bien de la nostalgia, del anhelo. <<¿Qué es lo que anhela?>>. Incluso con las luces brillantes de los escaparates de la tiendas, que las personas felices se detienen a observar....¿Por qué todo es tan oscuro?
Suspiró. Estaba demasiado cansado, y no quería luchar más contra el dolor. Solo deseaba que una avalancha de nieve lo sepultase y olvidarse de todo pero todavía no era tiempo; Kaneki Ken aún dormía.
Se dirigió —reuniendo toda su fuerza de voluntad— a la estación de trenes para llegar a su departamento y desplomarse finalmente. No quería saber del mundo por un buen tiempo. Debió haber previsto que el tren estaría atestado de personas con el mismo objetivo que él. Asi que durante el trayecto se aisló en sus pensamientos, como una manera de olvidar la incomodidad de no contar con algo de espacio vital. 
<<20 de diciembre, hoy también es su cumpleaños>>
El tren se detuvo anunciando el final del trayecto. Arima esperó pacientemente a que el resto de personas bajará para hacerlo él. Una vez fuera tuvo la extraña necesidad de escuchar la voz de Haise. Podía llamarlo con cualquier excusa, pero ya era demasiado tarde —11:00 p.m— seguro estaría ocupado haciendo sus reportes. Además que le diría, <<Te extraño>>. No, definitivamente no era adecuado.
Después de caminar por varios minutos finalmente se encontró con aquel edificio familiar, que se alzaba como un gigante entre la oscuridad de la calle. Algo extraño, la calle siempre solía estar iluminada. No le tomó demasiada importancia solo deseaba llegar. Pero entonces reconoció aquella silueta, que parecía perdido mirando el espectacular campo de estrellas en el cielo —que hasta ahora él notaba— dentro de la gélida oscuridad nocturna.
Haise. La persona que le había dado felicidad y envenenado el alma con esperanza. Nunca lo había visto tan quieto, pero en cuanto notó su presencia se acercó a él con su irresistible e inocente calidez.
    —Arima-san, me alegro de verlo. —exclamó sonriendo, con aquella sonrisa luminosa con que lo había atormentado tantas veces. Su rostro como siempre era amable y franco. La indefinible capacidad de atracción que ejercía sobre él era simplemente absurda. Como si un lazo inexplicable lo uniera a él.
<<Reconoce que te has enamorado de alguien de quien no debiste hacerlo>>. Esas palabras lo perseguían como una amenaza.
    —También me alegro de verte Haise. —Cuando dijo ésto, los ojos de Haise brillaron y, en sus labios se dibujó una leve sonrisa. Saltó el mismo e incesante anhelo de besarlo. 
Naturalmente no lo hizo.
Entraron. Haise se mostraba inquieto y miraba su celular con bastante ansiedad. Arima fingió no darse cuenta. Si Haise no quería hablar acerca de eso, respetaría su decisión
Caminaron juntos en completo silencio por el pasillo hasta el ascensor.
 Arima notó que Haise pulsaba el botón equivocado. Su departamento se encontraba en el piso 6, no en el 10. 
    —Haise mi departamento está en el piso 6.
Éste miró una vez su celular, y se mordió los labios antes de responder.
    —Oh, lo siento Arima-san — respondió de manera evasiva—, lo olvide por completo.
Arima no hizo ningún comentario. Haise poseía una memoria eidética, era imposible que lo olvidara. ¿Qué estaba ocultando?
Las puertas del ascensor se abrieron al llegar al piso 6, y ambos salieron. Arima deslizó su tarjeta y estaba a punto de abrir la puerta cuando Haise lo tomó del brazo reteniéndolo.
    —Arima-san tiene que venir conmigo ahora.
    —Puedo saber el motivo.
    —Necesito mostrarle algo pero lo olvide en el auto.
    —Haise, ¿estás tratando de impedir que entre a mi departamento?
    —No, claro que no. —respondió Haise, con una inocencia en los ojos que no logró engañarlo ni siquiera un momento.
   —Haise tienes muchas virtudes pero la mentira no es una de ellas. —Arima le rodeó la cara con las manos y, sin importar que pudieran ser observados lo besó. Fue apenas un contacto, pero fue suficiente para que su corazón latiera de una forma extraña, en medio de un silencio abrasador.
Arima dio un paso atrás.
El silencio se prolongaba.
    —¿Estás bien Haise?
    —¿Por qué? ¿Por qué lo hizo Arima-san?
Haise está tenso, con expresión desconcertada y cierto dolor contenido, pero conserva la compostura.
    —Arima-san. —lo llamó, pero Arima no pudo escucharlo, estaba atrapado en aquellos penetrantes ojos grises, donde brillaba un atisbo de locura. Le gustaría responder que no sabe por qué lo besó. Desearía decirle que fue solo un impulso, pero sería una mentira. Él lo sabe y reconoce que está perdido.
    —Porque te amo Haise. —contesta finalmente Arima con gran naturalidad, y el rostro de Haise se iluminó en aquel instante, quien pasó los brazos alrededor de sus hombros, y lo besó. Arima lo rodeó con las brazos atrayéndolo más hacia él, para comfortarse con su calor. 
Entonces, la puerta se abrió, seguido de un grupal <<¡Feliz cumpleaños!>>
Haise se apartó de él, y tomándolo de la mano lo llevó hacia dentro. Arima contempló la escena que se presentó ante sus ojos intrigado, sintiendo una extraña calidez. Su habitual departamento frío y oscuro, ahora parecía una especie de circo decorado con colores vibrantes. Pero lo más extraño eran los disfraces que vestía su escuadrón —el temido y respetado escuadrón zero—, no era capaz de determinar si su objetivo era aparentar ser payasos o monstruos con exceso de maquillaje.
No pudo evitar sonreír.
Daba lo mismo cómo terminara todo o cómo estuviera destinada a terminar su vida. Lo único que importaba era el presente, su presente a lado de Haise.

 


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