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About me and beyond [Omegaverse] por soreto

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Notas del fanfic:

Este es un volumen de varias historias, muchas de ellas sin conexión.

Pueden ser historias de más de una parte, pueden ser historias felices y livianas, como no.

Pueden ser historias totalmente diferentes, de todo tipo de género, relación o temática.

Espero les guste :)

 

Notas del capitulo:

La historia de este volumen de cuentos es curiosa; yo inscribí dos cuentos al concurso de cuento Omegaverse de Lit ediciones; una de ellas, gano mención honorifica, mientras la otra (el primer relato de este compendio), no fue una de las fortunadas...pero eso me deja publicarla xD

A mediados de octubre, el día del asesinato de Peter Wakefield.

Iván veía al que habían llamado su Alfa inerte, con los ojos huecos y mirando algún punto que no podía ubicar.

La cabeza del Alfa estaba ligeramente recargada sobre la madera blanca de un mueble de la cocina, frente al fregadero que goteando, porque no lo había cerrado bien; el hombre muerte frente a él, yacía con su cuerpo cubierto de manchas rojas, profundas…Peter estaba cubierto de ellas.

Todo era demasiado rojo, demasiado.

Se dejó caer al suelo, tirando el jarrón de un buró cercano, y vio como el cuchillo al caer de sus manos, cubierto por ese horrendo rojo, se deslizó por el suelo, cayéndole algunos pétalos de flores secas que adornaban el jarrón caído.

Iván fijo sus ojos en las flores blancas y rosas que cubrían el suelo, las cuales alejaban esas manchas carmesí.


Principios de noviembre, dos semanas después del asesinato de Peter Wakefield.

La radio sonaba con algo de estática en el fondo, el veía su reloj de la pared impaciente. Quería apagar aquel aparato, pero su mente estaba absorta en el segmento de noticias, buscando en la voz del locutor la mención de cierto caso. Volvió a dar un vistazo al reloj, que marcaba la hora acordada para su siguiente paciente.

No era alguien inexperto en su trabajo, pero definitivamente nunca imaginó que se le asignará a alguien así; el responsable de un asesinato: un Omega que había apuñalado a su Alfa en varias ocasiones— al menos los pocos detalles que le dieron—; era la primera vez que escuchaba de un crimen de su magnitud cometido por un Omega, quienes siempre estaban dispuestos a perseguir cualquier orden del Alfa con el que estuvieran enlazados.

Su teléfono celular vibró un par de veces, desplazándose muy ligeramente sobre su escritorio; al observar la pantalla, vio el número de la jefatura de policía. Al otro lado de la línea lo saludó el detective encargado del caso de asesinato.

— ¿Está seguro de esto doctor? — le preguntó—. Sé que nos ha ayudado antes, pero…nunca a interrogar al culpable, y menos a tratar con un Omega.

El psiquiatra tomó una gran bocanada de aire, todavía tenso por la responsabilidad que se le había encomendado. Volvió a sopesar la situación; de él dependía obtener la verdad del asesino. Por lo que sabía, era un hombre con poco más de veinte, el cual no había dicho ni una palabra desde que la policía lo apresó.

—No, lo haré— respondió—. Aunque me gustaría que me contaras más antes de que llegue; si ya saben que lo hizo… ¿Por qué necesitan que lo analice?

—Sin duda él lo hizo— confirmó el otro—. Leonardo, hemos sido amigos por un tiempo, y es por eso que te diré más; pero nadie debe saber nada de esta conversación.

—No Evan, solo se quedara conmigo— prometió el terapeuta; escuchando como su amigo suspiraba un par de veces al otro lado de la línea.

—Matar a un Alfa es muy grave, tú lo sabes— dijo el hombre, esperando por la respuesta de su amigo.

Aun si él era un simple, e insípido Beta— como los denominaban los Alfas, o a veces mencionaba alguno de sus hermanos—, Leonardo conocía perfectamente las implicaciones de afectar en cualquier sentido a un Alfa; incluso discutir con uno se veía mal. Había tratado con algunos en su trabajo, y en su vida, pero era algo que prefería evitar.

—Si, por eso me sorprende que un Omega lo hubiera hecho; especialmente uno que está unido al Alfa— opinó, absolutamente concentrado en lo que le fuera a decir el detective.

—Si bien el Omega lo mató, con sorprendente violencia— continuó—; nuestro culpable tenía serios golpes y contusiones por el cuerpo; además de marcas de manos en su cuello; asumimos que fue su Alfa; si hubiera continuado siendo agredido, probablemente hubiera muerto. Pero…hay algo más, el Omega esta…esta embarazado.

El Beta sintió su boca seca, y se notó impedido con las palabras, por lo sorprendido que estaba. Si el Omega estaba esperando un hijo, eso justificaba sus acciones, pero aun no quedaba claro por qué paso eso, ¿Por qué su Alfa lo habría golpeado de tal manera? No obstante, se sintió ridículo haciéndose esa pregunta, el maltrato a Omegas era un elemento del día a día en esa sociedad.

—Si…si es así— Logró reaccionar el hombre—, él es… ¿inocente? ¿El bebé está bien?

—Ambos estan...bien, sorprendentemente. Y bueno, Tiene todo a su favor— concordó—. Pero…no ha dicho ni una sola palabra, como si ni si quiera pudiera entender que pasó. La situación es complicada si no dice nada; la familia del Alfa tienes cierta influencia en el gobierno, y están presionando. Si no habla, podrían incluso quitarle al bebé.

—Pero… ¿Qué no se consideraría defensa propia?

—En estos momentos, la familia del Alfa están empujando una acusación, alegando que el Alfa fue el que intentó defenderse, además de reclamar que el Omega es inestable emocionalmente— respondió frustrado.

Aquello le parecía injusto; el Omega debía estar demasiado afectado por lo ocurrido, por lo cual era normal su reacción emocional. Con la información que tenía, cualquier duda de ayudar en el caso se había esfumado, todavía quedando la incertidumbre de ser su primer paciente de ese tipo.

—Depende de ti; lo siento Leonardo— colgó el detective, a un par de minutos de que el Omega llegara.

Un cuerpo escuálido parecía encogerse en su sitio, con los ojos estáticos en sus manos, los cuales mostraban perderse en sus pensamientos, evidenciando que el hombre frente a él, estaba casi ignorante de su propio entorno.  Iván era observado por el psiquiatra, quien se encontraba ansioso por el absoluto silencio del chico.

El Omega lucia enfermizo, notablemente acongojado. Su cuerpo se estremecía de dolor por más pequeño que fuese el movimiento; la piel descubierta lucia oscurecida, amoratada por profundos cardenales, algunos contrastando incluso en la palidez de su rostro, muchos de ellos recientes, como de semanas atrás.

Leonardo no podía decir que estuviera aterrado en el momento, no de manera visible; pero sí estaba bastante desorientado.

Frente a él, estaba alguien incapaz de comprender su realidad, y como esta cambio. Temía que estuviese en un estado catatónico por el peso de sus actos; así que decidió intentar sacarlo de lo que parecía ser una coraza emocional construida por el Omega, para protegerse de un acto imperdonable.

Los ojos de color avellana del joven, permanecían en el mismo punto; con marcas oscuras bajo ellos, parecían hundidos; mostrando claras muestras de falta de sueño. Leonardo aclaró su garganta,  sin obtener respuesta alguna.

—Iván— llamó el mayor, como otro intento de hacer reaccionar al chico—.  Iván… ¿Ese es tu nombre?

El joven pareció comprender apenas que había alguien más en la habitación; como si aquello lo asustara, levantó en un movimiento brusco su cabeza, para ver a el rostro de la persona que lo nombraba.

—Iván…— repitió—. Si…Ese es, mi nombre, es…Iván— El joven quiso hundirse en el diván en el que estaba sentado; y Leonardo reaccionó inmediatamente, evitando que el Omega volviera a hundirse en su blindaje emocional.

—Es un lindo nombre— dijo el psiquiatra, procurando que su voz sonara amable—. Yo soy Leonardo; estoy aquí para que nos conozcamos. ¿Qué te parece si hablamos de cosas que nos gustan? A mí me gustan mucho los perros.

Iván volvió a bajar la mirada, angustiado de no saber cómo responder esa pregunta tan mundana; su mente se encontraba aun profundamente turbada por lo que aconteció, sus ideas eran montones inconexos de cosas, un caos que evitaba ser consciente el haber matado a alguien con sus propias manos.

—Quizás no quieres hablar de animales, ¿no te gustan los perros?— Leonardo sonrió, mostrándose paciente, y abierto a cualquier cosa que el deseara decir. El terapeuta, se preguntó si ese sería el verdadero carácter del joven; el de alguien cohibido, cerrado a otras personas—. Ah, si te sientes cómodo, puedes usar solo mi nombre, o Leo, como algunos amigos me llaman.

Encontrando su voz, creando con tremendo esfuerzo una frase, contestó—: Me…me gustan los perros — susurró—. Esta bien si...si yo, ¿Puedo…puedo llamarlo Leo?

—Por supuesto— procuró no subir el volumen de su voz.

Leo se dio cuenta que ese, sería un proceso largo en el que tendría que ser muy sutil.

—También me gustan los gatos, pero los perros son mis favoritos. —Dejó las manos sobre su regazo, decidiendo no anotar nada de esa sesión, para evitar todo lo que pudiera alterar al joven.

—Los gatos son mejores…— agregó, con un ligero tono de indignación, algo que sorprendió al otro ligeramente. Sonrió al ver al joven más tranquilo, y con emoción reflejada en su rostro; un rostro que lucía una pesada melancolía, y el dolor de un acto aberrante, e imborrable.

Las sesiones iban dando pequeños pedazos de quien era realmente el Omega; fragmentos, que iban descubriéndose poco a poco.

Leonardo tuvo que pedir que se extendiera la investigación, evitando que con la presión de cerrar el caso, tuvieran que condenar a Iván.

Lo que el menor dejaba ver al terapeuta eran fragmentos diminutos, estos lograban convertirse en pequeñas hebras, unas que le permitían desenredar el sentir del Omega.

No preguntó inmediatamente sobre el caso, el asesinato cometido; las pocas veces que intentó tocarlo, el joven parecía bloquearse, y alejarse del mundo externo: Iván aun intentaba mantenerse inconsciente de que había pasado, del hecho de haber asesinado a alguien.

Presionar sólo haría que retrocedan, talvez, incluso provocar que el Omega se sumiera en su caótico interior, y el silencio se convirtiera en su vida. Las preguntas, decidió dirigirlas a otro aspecto: conocer quién era Iván, hacerlo sentir seguro.

Al ver el carácter y temperamento del joven con las conversaciones anteriores, pudo atisbar de lo que creía era la verdad de quien era realmente Iván; la primera vez que lo vio sonreír, quiso el mismo reír de alivio, de ver que podía dejar la tristeza, y recordaba orgulloso ese momento.

—Sí, cuando era niño— relataba el joven, mostrándose relajado, e incluso comiendo con entusiasmo unos bocadillos que el Beta le dio, preocupado por lo delgado que se encontraba, algo poco saludable al esperar un bebé—, rescate a varios animales, recuerdo que me encariñe con un perrito de color café, lo llame Chocolate. Tuve que buscarles hogar a todos, mi madre me felicitaba por ayudarles, mi padre…

El terapeuta percibio,  con bastante claridad,  que aquello era un tema delicado; por lo poco que sabía, Iván no era del interés de ese hombre, y su madre había fallecido en su juventud, poco después de que iniciara la preparatoria.

—Él era alguien estricto, no le gustaba hacer cosas que creía pérdida de tiempo— contestó Iván—. También era alguien tradicional, la única que vez que lo vi feliz fue…

—Está bien si no puedes hablar de eso. —Se inclinó, con una sonrisa amable.

—Él…— comenzó a temblar—, él se vio feliz cuando me fui con un Alfa.

Deseaba ver  más de Iván, al presenciar como piezas de quién era verdaderamente comenzaban a asomar; con una sonrisa dulce, una voz amable en fugaces momentos, sintió su corazón encogerse deseando ver más, alejar el peso de los actos del otro. Dentro de él, comenzó a emerger la necesidad de proteger a alguien tan desolado, casi abandonado por el mundo, hasta por su propia familia.

Iván era alguien normal, que odiaba la idea de idea de lastimar a alguien, ¿Cómo podría ser alguien cruel, quien se mostraba aterrado de herir a un animal? no estaba frente a alguien que buscara lastimar a alguien, ese hombre no era un asesino.

Nunca aceptaría eso, no lo creería.

Ambos eran tan similares; hombres solitarios, que intentaban a vivir únicamente bajo el rol que se les había asignado: Beta u Omega, eso era lo que debían ser.

Pero, los dos querían otra cosa, sólo ser ellos mismos; nadamas que Leonardo e Iván; dos hombres que se conocieron, viendo lo que había en la esencia del otro, ofreciendo lo que tenían en sus corazones sin darse cuenta; dando lo que realmente eran.

 

______________

 

Leonardo estaba absorto en la blanca porcelana de la taza frente a él, mostrándose más interesado en sus manos sutilmente enrojecidas por el calor del líquido contenido en ella. Evan suspiró enarcando una ceja, rindiéndose de iniciar una conversación con su amigo, así que esperó hasta que este recordara su presencia.

— ¿Listo para notar que estoy aquí?— preguntó el detective, ya por la segunda taza de café.

—Ah… ¿Decías algo Ev?— parpadeó un par de veces, saliendo de sus incesantes pensamientos acerca de Iván.

—Lo intente, pero estabas en otro lugar— Río entre dientes, mordiendo una rosquilla—. Metafóricamente hablando claro. No te invitó mucho, pero mira que ignorarme…

—Perdón…— suspiró pesadamente, pasando su mano entre sus cabellos rojizos—. Es solo que me preocupa él.

—Leo— El hombre lo miró reflexionando sus palabras, no seguro de si decir lo que había concluido con la forma en que el psiquiatra actuaba con el Omega—. Dime, ¿Qué piensas de Iván Wakefield?

El Beta sonrió cuando escuchó el nombre del joven. No se alteró ante el cuestionamiento de Evan; después de tanto tiempo con el Omega, sabía perfectamente lo que su comportamiento daba a entender, y su amigo supo leer mejor el cambio en sus emociones que el mismo.

— ¿Y si lo que hizo no tuviera una razón para haber matado a su pareja?— cuestionó Evan, al ver que no tenía palabras para contestarle, una respuesta por demás obvia.

—La tiene— contestó tenso, casi enojado ante tales palabras—. Él no es un asesino.

—Tranquilo compañero— comentó bromista—. Yo también lo creo. Después de que tengas las respuestas, supongo que puede haber cosas que no sabré, o quizá nadie deba saber. ¿Me equivoco?

Leo se mostró sorprendido ante la indirecta del hombre, quien le estaba diciendo que si hubiera algo que volviera culpable a Iván… ¿no lo diría? No, lo que su amigo decía era que creía en su inocencia, como él; aunque su fe venia de ese deseo de proteger a una persona, que llegó a ocupar un lugar en su vida.

— ¿Tu no harías lo mismo?— Rompió el silencio Leo.

—Sí, pero no con la misma pasión que tú— afirmó el detective.

Evan pensó en viejos casos de Omegas abusados; muchos de estos quedando impunes. Iván era el primero en hacer algo tan drástico: como el asesinar a su propio Alfa. Pero, a pesar de tener que ser alguien neutral como autoridad, se alegraba de que la persona que ensombrecía la vida del joven ya no estuviera, algo logrado a un terrible precio.

Un acto de un solo Omega no cambiaría la situación de millones; y hubiera deseado que lo hiciera. Pensó en inocentes, que no lograron salvarse de hogares abusivos, como lo fue su propio hermano.

—Nunca dejará de ser inocente, y no dejare que eso cambie.

El detective asintió suavemente con la cabeza, apoyando con absoluta convicción la decisión de su amigo.

Tardó un tiempo en llegar a lo sucedido a mediados de aquel octubre, a tratar la verdad en el asesinato del Alfa de Iván.

Comenzó a ahondar en el asesinato casi a finales de diciembre, en la razón por la que Iván fue enviado con él.

Las primeras ocasiones en que lo hizo de manera discreta, ocultándose en temas sin relevancia, el joven dejo su mirada perderse en algún punto de la oficina, con las manos en su vientre, como si protegiera al pequeño que aún no nacía.

Con las breves conversaciones que tuvo con el joven, aprendió que Iván era alguien inteligente, curioso, y hasta bromista; algo que el mismo Omega había olvidado muchos, muchos años antes, enterrado bajo una fachada de miedo para vivir al lado de aquel Alfa.

Para ser, lo que se suponía tenía que ser.

En aquel joven, vio a alguien sincero. El Omega parecía incluso preocuparse por su bienestar. Leonardo siempre fue alguien solitario, teniendo que vivir como un hijo ocasional para sus familia, donde, sus padres eran los orgullosos progenitores de dos Alfas, sus hermanos mayores, pero no de un insulso Beta.

Iván también fue tratado fríamente por su familia, principalmente por la influencia de su padre, un admirable, y perfecto Alfa; de sus abuelos, o si existía alguien más que debiera llamar familia, fue algo que nunca supo.

Esa conexión, y soledad, término germinando de manera natural, casi anhelante profundos afectos en los dos.

Leonardo veía una necesidad de ofrecer cariño, y un hogar a Iván. Aquello, simplemente era lo denominado como amor; una emoción, quizá nacida por la fragilidad del otro, quizá por esa innegable soledad que los caracterizaba a ambos.

— ¿Entonces te gustan los videojuegos?— Río suavemente Iván, enarcando una ceja—. ¿No ya estas bastante grande? ¿Y cuál es tu videojuego favorito?

Iván comenzó a ser curioso con Leonardo, intentando abrirse sobre su vida con el otro, sobre las cosas que le gustan, o anécdotas de su vida;  pero, todavía permanecía distante, melancólico, con la imagen de su Alfa muerto en la mente.

Con el tiempo acabándose, Leonardo tuvo que abordar aquel tema que, podía decir los atormentaba a ambos; tanto a él por lo que le causaba a Iván, como al Omega, por revivir aquellas memorias, su crimen.

—Iván, estoy aquí para ayudarte— comenzó el Beta—. Lo sabes, ¿verdad?, estoy para ti. —El joven torció su rostro en angustia, entendiendo en qué dirección iría aquella conversación—. Lo prometo.

Al fin se revelaría la verdad de lo que pasó. El comienzo de ese relato sale en palabras temblorosas, una voz hueca de quien aún no comprendía los hechos que iba a relatar, el significado de matar a alguien. La mente de Iván se protegió omitiendo el hecho, y las implicaciones de este: pero, el Omega decidió dejar esa carga, confesar lo que sucedió.

—Yo…Leo, te lo diré, debo hacerlo— dijo el Omega, luciendo extremadamente pequeño; casi ahogándose en angustia de obligar a su mente a reconocer el significado de acabar con la vida de alguien; de la muerte—. Pero, por favor, por favor te lo pido— suplicó, con sus ojos del color de la madera perdidos, reviviendo los acontecimientos del horrendo acto que cometió—, no me juzgues, no me rechaces— Su voz era apenas audible, y su espalda se encorvó, ocultando su rostro en sus manos.

—Nunca lo haría— aseguró el Beta; sus palabras eran honestas, con tal certeza que hizo sonreír al otro.

— ¿Lo…lo contaras?

—Iván, tu eres alguien que no está imposibilitado mentalmente; la verdad que se diga, será la que tú quieras decir— dijo Leo, sonriéndole cuando el joven se atrevió a mirarlo—. No contare lo que mi paciente ya dirá, ni lo que no deba decir; es confidencial, ¿verdad?—  El Beta tomó las manos del hombre de cabellos castaños, acariciando el dorso de estas cuando comenzó a temblar.

Leonardo estaba dispuesto a protegerlo, aun si debiera ocultar algo, o mentir; había decidido aceptar lo que le dijera Iván, por más que la historia fuera cruda, y demostrará que el asesinato fue a sangre fría. Pero no creía que esa fuera la realidad, no cuando el Omega fue encontrado agonizando en dolor, en aquel imperdonable día.

—Yo me uní a ese Alfa siendo un adolescente; como mi padre quería; más por seguir lo que en la sociedad es normal. No pensé en mi decisión realmente— relató con voz inexpresiva, con palabras que parecían no ser comprendidas del todo.

En ese momento, un hombre tan culpable como inocente, comenzó a recordar de manera consciente su crimen, su realidad: el hecho de que era un asesino.

_____________________

 

Iván conoció a un Alfa cuando tenía diecisiete, y en realidad sólo siguió el curso de los eventos en su vida como se presentaron. Cuando se dio cuenta, su cuerpo ya portaba una marca de ese Alfa que conoció como una eventualidad de lo más normal; su padre parecía feliz de que se fuera.

Peter era alguien que siempre le pareció extraño a Iván; mostrándose con una sonrisa a todos, en extremo amable cuando se conocieron. Con frecuencia, hubo algo en esa amabilidad tan ideal, que lo hacía estremecer cuando se quedaba solo con el Alfa.

Después de la muerte de su madre, no le quedaba más que buscar llenar su rol en la vida, y alejarse de la mirada de desagrado que le daba su padre cada vez que lo veía, así que abocó su existencia a ese propósito.

El Omega no se dio cuenta de la realidad de muchos de su clase en la sociedad; no hasta que comenzó a vivir con Peter, y se unió a este: entonces no sólo se dio cuenta de lo que pasaba si no cumplía su rol, sino del hombre que aceptó como su pareja.

Los moretones y cardenales como rutina comenzaron meses después de que decidiera volver formal su relación, en particular porque Iván no lograba concebir, ni siquiera en sus celos; por supuesto, la culpa del fracaso en tener hijos calló en el Omega. Siendo joven, sin haber tratado con Alfas antes, justificó el comportamiento violento, demasiado cambiante de Peter como normal, en parte por lo que podía ver en la vida de otros Omegas iguales a él.

Con algunos de los golpes que dejaban oscuras marcas con frecuencia en su piel, aprendió que la marca en su cuello no era precisamente de unión, sino de pertenencia. Iván, era alguien que solía expresar sus opiniones, un comportamiento que uso para revelarse contra Peter, ocasionando que los episodios violentos sólo se volvieran cotidianos, el joven terminó por acostumbrarse.

Sus aspiraciones personales, sus deseos de retomar sus estudios, y quizá graduarse en alguna carrera profesional, se convirtieron en terribles blasfemias, en algo que debía olvidar, o mantener como una ilusión secreta. Pero Iván, encontró una manera de ir a continuar sus estudios, fuera del control de Peter; el joven adoraba el construir maquetas, y objetos de madera, así que usó cualquier momento libre en aprender ese oficio.

Pensó que su Alfa nunca lo sabría, y la idea de irse, aun enlazado, comenzó a formarse; una idea que germinó al darse cuenta que otros Omegas lo habían hecho, además de que no todos los Alfas eran iguales a Peter; siendo la única realidad el que la sociedad dejaba abandonados a los Omegas, porque ese era su destino.

Y la idea de irse, buscar una vida libre, se volvió un plan; uno que fue descubierto por Peter, el cual comenzó a vigilar a Iván con ciertos cambios en su comportamiento. A mediados de Octubre, días antes de la fecha que el Omega había decidido para escapar; el Alfa entró en la cocina, lanzando las maletas que el menor ocultó para escapar.

—Además de no servir para lo que naciste, ¡también eres un malagradecido! Ya me extrañaba que tu padre estuviera tan feliz de dejarte ir. Lo único que tienes de bueno es tu cara después de todo— rugió el Alfa, caminando con grandes zancadas hacia el Omega, que estaba lavando algo en el fregadero.

El Alfa decidió desquitar su ira, y esa sensación de sentirse humillado por ser abandonado; también dejó salir su ira acumulada por el hecho de no poder tener hijos con un supuesto Omega fértil. Le dio un puñetazo al joven, que se estrelló contra el metal del fregadero, provocando que de la alacena detrás de él cayeran varios utensilios de cocina.

Levantó a Iván por el cuello con ambas manos, buscando asfixiarlo. El joven pataleo desesperado, enfureciendo más al Alfa, que lo tiró al suelo; aprovechando que el Omega estaba intentando levantarse, lo pateó en la espalda, gritándole palabras que terminaría por olvidar, insultos de cualquier tipo; sólo uno caló en su mente: cuando se mofo de su madre.

Con toda la fuerza que tenía, rodó para evitar el puñetazo del Alfa, uno directo. El joven no estaba seguro de dónde sacó esa fuerza, o ese deseo de luchar tan dominante.

Con un cuchillo en sus manos, que tomó de las cosas caídas de la alacena al suelo miró a Peter, quien se había distraído con el dolor de su mano, la cual se estrelló contra el suelo; no dudó ni un segundo.

Se lanzó con todo su peso contra el Alfa, empujándolo contra el fregadero; su cuerpo temblaba de dolor, pero siguió su arremetida, logrando aturdir al Alfa, cuando este saco todo el aire de sus pulmones por el golpe. Entonces, un acto del que jamás se creería capaz, usó el cuchillo en sus manos para asestar varias puñaladas, antes de que Peter lograra reaccionar.

Una, dos, y más veces entró el filo del cuchillo contra el abdomen del Alfa que estaba mareado por el golpe recibido por la embestida de Iván, hasta que este, se deslizó contra la alacena; débil por el dolor, incapaz de reaccionar ante los acontecimientos.

Iván quiso asegurarse que el Alfa estuviera muerto con tantas puñaladas; deseando que su marca desapareciera; en el momento, no sabía que su cuerpo, buscó defenderse por todos los medios, deseando proteger un bebé que apenas estaba comenzando a formarse en su interior.

Si lloró, Iván no lo recuerda; lo único que tiene como memoria lúcida, es que se quedó de rodillas en el suelo, observando el cuerpo frío del que fuera su Alfa. Su cuerpo se movió casi por inercia después de eso, porque cuando se dio cuenta, estaba llamando el mismo a la policía.

______________


Los ojos de Iván estaban desorbitados; con las mejillas empapadas miró a Leonardo, que lo observaba estupefacto; el joven se encorvó por fuertes arcadas que arremeten contra su cuerpo, por el hecho de ser ya perfectamente consciente de lo que había hecho; de sus manos manchadas de sangre.

—Cuando nos conocimos— La voz del joven era apenas entendible, como si sus palabras fuesen un gemido ahogado—, el me dio algunas veces flores. Poco después, cuando dejó de dármelas, yo a veces las compraba, porque creía que al verlas las cosas serían mejores, Peter parecería divertirse al verme llorar.

Leo no creía que eso fuera parte del protocolo, o un procedimiento profesional; sin darle más vueltas, se levantó, y abrazó fuertemente al chico, quien rodeó el cuerpo del otro, desesperado en su llanto.

—Le parecía algo inútil que comprara flores, así que no me dejó hacerlo más— enterró su rostro en el pecho del Beta, quien no le preguntaba, o cuestionaba nada; solo le acariciaba el cabello—. Las pocas que podía conseguir, las guardaba en algún lugar, para que Peter no las tirara, hasta que se secaban…a veces ponía las flores muertas en jarrones por la casa, porque las había dejado morir.— Y su llanto se volvió ensordecedor, provocando que Leonardo también quisiera unirse a sus penas—. Yo no se que pasó, no sé porque lo hice…no me juzgues, por favor; no me odies.

—Yo veo únicamente a un joven que lo hizo en defensa propia; de ninguna manera lo que el joven frente a mí me contó, me dice que este haya querido matar a alguien— fue la respuesta del mayor, que mecía suavemente su cuerpo para consolar al Omega—; y esa es la verdad, lo que la policía sabrá; no debo decir algo que no es cierto, ¿verdad?

—Yo lo mate…lo mate, y quería hacerlo, yo quise hacerlo— murmuró el joven, hasta que su llanto cesó, y con los ojos hinchados, se quedó dormido en los brazos de Leonardo.

Días después, con Iván más tranquilo, dio inicio a un juicio, uno casi obligado por la familia de Peter. El Omega, por decisión propia, testificó y contó los hechos; un relato más breve, ligeramente diferente de la pesada verdad que compartió con el terapeuta; nadie contradijo esto, especialmente por las heridas con las que el joven fue encontrado, y por el bebé que esperaba.

—Sí, yo maté al Alfa Peter Wakefield— fue el comentario final del Omega, respondiendo a las ultimas preguntas que el abogado de la otra parte lo interrogó.

Aquella confesión de Iván, donde se sinceró con Leonardo, admitiendo que quiso matarlo, que se aseguró de que estuviera muerto; un deseo que admitió sin arrepentimiento, permaneció como un secreto; sólo se contó la historia de abuso en detalle.

Después del juicio el nombre de Peter Wakefield dejó de existir para Iván, quien eliminó esa existencia de su vida, y sus recuerdos; Leonardo sabía que no era lo mejor que el Omega dejara esa parte de su vida en el olvido, pero el joven continúo su vida como si eso nunca hubiera pasado. No es que lo olvidara, simplemente lo dejaba ir, para poder encontrar un nuevo comienzo.

Ambos se comenzaron a frecuentar, no sólo como paciente y médico, sino como algo más íntimo— en un principio como una estrecha amistad—. El joven no quería involucrarse en una relación de manera inmediata, además de que los cambios por su embarazo lo tenían ocupado; Leonardo creía que esa era la decisión más sana, algo que le daba tiempo a enfrentar a sus propios demonios.

El Omega volvió a estudiar, con el apoyo del Beta; el joven comenzó a trabajar a tiempo parcial, para poder sostenerse por el mismo.

Un par de años después, ambos habían dado el paso a formar una relación, y unirse incluso de manera formal. A pesar del tiempo que pasó, Leonardo ya formaba parte de la vida del niño desde su nacimiento, así que el pequeño siempre lo vio como su padre.

Iván crió a su hijo con toda la ternura y amabilidad que él buscó con desespero después de la muerte de su madre. El chiquillo, de nombre Eli, creció amando a Leonardo como su padre, jamás se tocó la existencia de aquel Alfa, del que ya nada de su existencia quedaba.

Entonces, Peter Wakefield fue un nombre nunca volvió a ser pronunciado.

La casa de esa familia, siempre estuvo rebosante de flores de brillantes colores, hermosas en su florecimiento; las cuales nunca se les dejaba morir, no mientras las personas de ese hogar tuvieran la dicha en sus vidas; nunca mientras fueron felices.

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! <3


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