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El arco y las flechas carmesí por Shinjimasu

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola! He vuelto con la que es, hasta ahora, la historia más ambiciosa que he escrito. Me encanta SNK y escribir este fic me encanta, le tengo altas expectativas. Como siempre lo digo cuando hablo de él "Ni mi tesis tendrá tantas páginas" xD

 

¡Espero lo disfruten!

PRIMERA PARTE

(Eren, 10 años – Levi, 11 años)

 

La vida dentro de las murallas es como es, aburrida, común, monótona.

Las personas van y vienen, las plantas nacen y crecen, todo es normal, pero ajeno completamente al mundo real que está a las afueras. La gente no pregunta, no quiere hacerlo, no quiere saber la cruda verdad tras esos gigantescos muros.

Pero pese a lo que todos saben, Eren cree firmemente en algo más allá, algo maravilloso en espera de ser descubierto. Él quiere salir, quiere conocer, pero si no logra convencer a sus padres de dejarlo entrar a la Legión de Reconocimiento, su sueño solo será eso: un sueño más de un chico común.

Se endereza y alborota el cabello para dejar caer las pequeñas ramas atoradas después de su corta siesta, toma su carga de madera y emprende el regreso a casa. No tiene nada más por hacer: Armin ha ido con su abuelo a entregar cierta mercancía en la ciudad vecina y Mikasa está ayudando a sus padres a atender el pequeño jardín. Nada entretenido para divertirse con ellos.

Camina por las mismas calles de siempre, distrayéndose con cualquier cosa, hasta que algo realmente diferente llama su atención. Escucha mucho ruido, algunos gritos y después ve una silueta pequeña corriendo en la esquina contraria. Se apresura a llegar y ve al hombre que atiende la panadería gritar furioso, amenazando con un rodillo en su mano derecha.

-¡Regresa aquí, asquerosa rata!- grita el panadero, pero está muy lejos de alcanzar a la veloz figura. Eren rápidamente entiende la situación y suelta su carga para correr tras el ladrón, escabulléndose tan ágilmente como él.

-¡Oye! ¡Regresa aquí!- grita para hacerlo parar, pero no obtiene respuesta.

Está emocionado pese a la situación. Siente la adrenalina correr por su cuerpo llenándolo con una sensación que desde hacía mucho no tenía. Desea continuar así por mucho más, pero su acelerada energía lo pone a la par del ladrón y cuando tiene la oportunidad, lo derriba, logrando hacerlo soltar la bolsa con piezas de pan de sus manos.

El golpe lastima ligeramente su brazo izquierdo. Se endereza al escuchar las voces de la gente llegando tras él, logrando mirar escasamente al pequeño rufián. No es más que un niño, pero eso no lo exime de sus actos. Quiere reprenderlo con un regaño, pero se distrae al verlo sangrar por su rodilla izquierda: sus cortos pantalones no lograron proteger su blanca  piel del fuerte golpe contra las piedras en el suelo y terminaron por causarle una herida; debido a ello espera ver en su rostro una mirada asesina, pero termina por toparse sorpresivamente con lágrimas bajando por sus apenas visibles mejillas ocultas bajo el gorro de su suéter.

Eren no entiende y se distrae con las voces adultas llamándolo tras de sí. Se voltea para indicar su ubicación, viendo a Hannes apareciendo entre la gente. Regresa la vista hacia el chico sin encontrarlo: ha escapado.

-¡Hey, Eren!- grita Hannes acercándose –¿Estás bien?-

-¡El ladrón! ¡El ladrón escapó!-

-¿Escapó? Creí que lo habías atrapado- dice llegando frente a él –Descuida, está bien muchacho, lo importante es que lograste detenerlo-

-Pero escapó- responde confundido ¿A dónde pudo haber ido tan rápido si estaba herido?

-Ya lo atraparemos luego- responde recogiendo la bolsa con pan –Tú hiciste lo correcto Eren, actuaste rápido-

-No como ustedes- se queja mirando llegar a otros miembros de las Tropas Estacionarias -¿Dónde…?- pretende cuestionarlos, pero el panadero llega a interrumpirlos y detiene a Eren, quien no planea seguir quejándose. Al final, Hannes no responderá su pregunta, se molestará y terminará por arruinar su día.

Recibe un agradecimiento por parte del panadero, una pieza como pago y regresa a recoger su carga para irse a casa. Curiosamente no se desanima en el camino y se apresura para contárselo a su madre cuando llegue: quizá, si ella es consciente de su valentía, lo deje inscribirse en la Legión de Reconocimiento cuando tenga la edad suficiente. No pierde nada con intentarlo.

Entra a su casa y no encuentra a nadie. Llama a su madre, pero tampoco obtiene respuesta ¿Dónde estaría a esas horas?

Sale y deja su carga botada a un lado de la puerta, quizá su madre está en el cobertizo, y si es así, seguramente su padre le haría compañía, lo cual era mejor para él: podría hablar con los dos y acordar la situación de una vez por todas. Se precipita, pero apenas logra dar la vuelta cuando se topa con su madre y casi la hace caer.

-¡Eren!- lo llama ella -¿Qué haces? Por favor ten cuidado-

-Lo siento, te estaba buscando-

-¿Y por eso corrías de esa forma? Es peligroso- dice caminando hacia la entrada –Pudiste hacerte daño-

-Lo sé, lo siento, pero ¡Debo platicar contigo sobre lo que sucedió hoy!- dice siguiéndola, pero su entusiasmo baja cuando su madre ve toda la madera tirada en el suelo de la entrada. Ella lo mira molesta y Eren solo sonríe con pena.

-Recoge eso antes de que tu padre lo vea. Acaba de llegar una consulta y ya sabes cómo se pone después-

-¡Pero tengo que platicarte algo muy importante!-

-Lo harás cuando termines, Eren- dice metiéndose a la casa.

El chico suspira algo molesto y se dispone a recoger toda la madera estúpida que causó su retraso. Aunque si lo piensa mejor, ha sido culpa suya desde un principio. No obstante se niega a perder su ánimo y se apresura a recogerla, cargándola nuevamente para llevarla a la parte de atrás de la casa. Cruza frente a la puerta abierta del cobertizo y se detiene al escuchar a su padre llamándolo.

-Eren, ven un momento-

-Ya voy- responde sin detenerse, dejando la madera sobrepuesta sobre una caja y regresando con su padre. En el lugar ve a una señora de cabello negro y a una niña sentada sobre la mesa. No saluda y va directo con su padre.

-Mira, Eren, necesito que entres a la casa, vayas a mi habitación y me traigas una pieza igual a esta- dice mostrándole un raro artefacto brillante -Está dentro de mi cajón del lado izquierdo de la cama-

Eren asiente y entra a la casa para buscar aquella cosa tan extraña, tardando escasos minutos. Cuando sale encuentra a su madre hablando con la señora de cabello negro, cerca de la entrada del cobertizo. Su padre está dentro, pero no hay rastros de la pequeña niña.

-Aquí tienes papá- dice entregándole el artefacto –Oye ¿Adivina qué? Hoy mientras volvía del pueblo…-

-Oh, sí, Eren, ahora estoy un poco ocupado ¿Por qué no hablas con tu madre?-

-¡Pero mamá también lo está!- se queja –Quiero contarles algo-

-Puede esperar ¿No? ahora tengo una consulta urgente y debo salir- dice su padre, lamentando el rostro decepcionado de su hijo –Hey, Eren, no te pongas así. Hablaremos cuando vuelva. No tardaré mucho-

-Está bien- responde el chico regresando sus pasos rumbo a la casa.

Al parecer, su gran hazaña es mucho menos importante que las relaciones sociales de sus padres. Suspira algo molesto, pero antes de irse lo suficientemente lejos, su madre lo llama.

-Eren ¿Puedes venir un momento?- pide con una sonrisa, una que siempre pone cuando va a obligarlo a hacer algo que seguramente no va a querer de buena manera. Eren se acerca y su madre se inclina un poco para hablarle, ignorando, aparentemente, a la señora a su lado.

-¿Qué pasa?-

-Eren ¿Por qué no vas a hablar con Levi?-

-¿Levi?-

-Está allá, cerca del arroyo- dice su madre señalando a la pequeña figura desde lo lejos sentada en la orilla –Puedes hacerlo ¿Verdad?-

-Pero eso hará que se queden más tiempo- dice –Y yo quiero hablar con ustedes-

Su madre sonríe de nuevo y sujeta sigilosamente un mechón de su cabello, tirando de él como reprensión –Vamos cariño, puedes ir ¿Verdad? No tengas pena-

-¡Está bien, está bien! ¡Iré, iré!- se queja sin evidenciar a su madre, sobándose la cabeza mientras camina hacia la orilla. Se voltea para verla a ella y a la otra señora alejarse y suspira un poco aliviado. Al menos no tiene la presión de su madre encima.

Toma una pequeña vara del suelo para juguetear con ella y camina hasta donde la niña. Mientras lo hace le presta atención, encontrando algo conocido en su aspecto… sí, no podía equivocarse, hasta hacía poco había visto esa misma espalda ¡Era el ladrón del pan!


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