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Ausencia de malicia por zandaleesol

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Título: Ausencia de malicia

Disclaimer: Los personajes todos son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo beneficio económico por esto.

Parejas: Draco/Harry/Lucius

Clasificación: R

Advertencias: Post Deathly Hallows. EWE (Sin epílogo) Voyerismo. Tríos.




Capítulo 1.


Lucius estaba cansado ya del funcionario que, desde hacía tres años, venía sistemáticamente negándole el derecho de tener acceso a su fortuna. El oro que pertenecía a su familia estaba confiscado por el Ministerio desde el final de la guerra. Humillación era lo que vivía cuando Jeremy Linus, el interventor designado por el Ministerio, le decía que no podía darle acceso a su cámara en Gringotts, hasta que terminara de comprobar que sus bienes no era fruto de actos ilícitos, efectuados en su calidad de Mortífago. Naturalmente Lucius consideraba tal medida una soberana estupidez, como tantas que llevaba a cabo el Ministerio de la magia día tras día. Todos en el mundo mágico sabían que la fortuna de los Malfoy era tan antigua como su linaje sangre pura.



Su hijo le decía que debía tener paciencia, aquello acabaría de un modo u otro ¿Pero cuándo? Era la pregunta que se hacía el hombre rubio cada vez que salía del Ministerio de la magia con la contestación negativa de siempre. Se había sentido tentado a ofrecerle un soborno a ese tal Linus, pero no lo hizo, pues con eso le estaría dando al Ministerio una gran excusa para conseguir lo que durante los juicios del Wizengamot no habían podido, enviarlo a Azkaban. No, definitivamente no pensaba darles ese placer.



Lo de Lucius no era una cuestión de necesidad, poseía oro en otras cámaras en Bancos mágicos de Europa. Se trataba simplemente del poder que tenía el Ministerio para humillarlo, negándole algo que era legítimamente suyo.



Aquella mañana salió del despacho de Jeremy Linus, una vez más, deseando torturarlo de modo lento y doloroso. Pero aquellas ideas solo se quedaban en la imaginación, pues si a ese sujeto algo malo llegaba a ocurrirle por supuesto que el primer sospechoso sería él. Aunque sin duda le resultaba agradable dejar volar la imaginación.



Llamó al ascensor y las puertas se abrieron para él, pero no entró enseguida, pues en ese momento sus ojos grises se encontraron con los verde esmeralda del héroe del mundo mágico. Potter. Luego de unos segundos por fin entró al ascensor y comenzó la subida hacia el Atrio. Por supuesto que podía notar en ese minuto la evidente tensión de la mandíbula de Potter. Hacía años que no coincidían. Una que otra vez le había visto de lejos en Hogsmeade o el Callejón Diagon, pero nunca se habían cruzado tan de cerca como ahora.



Abandonó el ascensor y caminó hacia una de las chimeneas. Sin embargo, antes de entrar algo le hizo volver la cabeza y entonces sus ojos se encontraron de lleno con los de Potter. El héroe le había seguido con la mirada, pero en cuanto sus ojos habían coincidido otra vez, Potter volteó la cabeza pretendiendo fingir que no le había estado observando. Curioso pensó Lucius, realmente era muy curioso.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Harry maldijo para sus adentros al ser descubierto en aquella flagrante observación. Le consolaba pensar que no era el único que observaba con curiosidad a Lucius Malfoy, muchos lo hacían. Ese fisgoneo nacía del asombro que le causaba ver a ese hombre pasearse con toda tranquilidad por las dependencias del Ministerio, altanero, con el orgullo intacto. Cómo era posible se preguntaba el muchacho de ojos esmeraldas.



Habían transcurrido tres años desde el final de la guerra. Los Malfoy, según había sabido, luego de los juicios del Wizengamot, dejaron Inglaterra. Tal parecía que habían decidido volver, pero lo más extraño era ver a ese hombre en aquel sitio, debía existir un motivo muy poderoso como para que Lucius pusiera los pies en el Ministerio, sabido era que luego de los juicios era considerado persona «non grata» en la comunidad mágica.



Decidió no darle más importancia a ese encuentro sorpresivo con Lucius, después de todo aquel hombre siempre le había odiado, simplemente le daba igual, su vida no cambiaría por causa de ese encuentro casual.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Lucius a través de la red Flu llegó a la mansión. Se encontró a Draco leyendo un libro en el salón.



El muchacho rubio de inmediato preguntó cómo le había ido en su visita al Ministerio.



-¿Cómo fue todo esta vez, padre?



El hombre esbozó una mueca de fastidio.



-Igual que siempre, ese idiota es un burócrata inepto como todos los del Ministerio.

-Deberías dejarlo padre, ni siquiera necesitamos ese oro.

-Nunca. No permitiré que esos ladrones le pongan las manos encima a mi fortuna.

-No van a ceder.

-Lo sé, esperan que yo desista.

-Ojala fuera posible sobornar a alguien, pero por desgracia el Ministerio ahora está lleno de empleados «honrados» -dijo Draco con tono medio burlón.

-Y hablando de empleados, no te imaginas a quien me encontré.

-¿A quién? -preguntó con tono indiferente Draco.

-Potter.



El solo escuchar el nombre de su rival hizo que Draco se estremeciera de rabia.



-No me extraña que se lo pasé metido ahí, le encanta recibir los halagos de sus adoradores.

-¿Sabes si aún es novio de la traidora a la sangre?

-No tengo idea, y no me importa.



Lucius se quedó muy pensativo.



-Me gustaría saber qué hace Potter en el Ministerio.

-¿Desde cuándo te importa lo que él haga? Habíamos acordado olvidar el nombre de ese idiota para siempre.

-Sí, lo sé, pero Potter se me quedó mirando y eso me parece algo curioso.

-¿Ah sí? ¿Y por qué te parece tan curioso?

-No lo sé, solo me pareció extraño.

-Ese Potter es un imbécil, no debería extrañarte.



Lucius no respondió al último comentario de su hijo, no se quitaba de la cabeza el modo en que el héroe del mundo mágico le había mirado.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Harry, sentado en su escritorio se preguntaba una y otra vez porque había aceptado ese empleo en el Ministerio. Aunque en realidad la pregunta estaba demás, sabía la respuesta. Lo había hecho por Ginny.



Sus deseos de ser Auror se habían diluido tras el final de la guerra y había pasado mucho tiempo viviendo sin hacer nada en concreto, ya tenía veintidós y aún no se decidía a formalizar su relación con Ginny. Sabía que ella esperaba finalmente recibir aquella proposición de matrimonio con la que soñaba desde hacía años. Estaba seguro de querer a la chica y desear una familia, pero algo le impedía dar el gran paso, y no sabía por qué.



Hacía solo seis meses que había aceptado ese empleo en el Ministerio. Su trabajo consistía en ayudar a todos los que por causa de la guerra sufrieron perjuicios de índole material y moral. Debía gestionar compensaciones económicas y restitución de bienes a las víctimas de la guerra. Pero el trabajo no era nada fácil, a menudo se encontraba con obstáculos, pues las arcas del Ministerio estaban bastante reducidas. A esas alturas estaba cansado de tener que soportar miradas de reproche y otras decepcionadas. Nadie comprendía que el hecho de haber derrotado a Voldemort no lo convertía en un experto solucionador de problemas. Hacía semanas que le rondaba en la cabeza la idea de renunciar a ese empleo, aunque sabía que Ginny se sentiría muy decepcionada.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Lucius llevaba varios días dándole vueltas a una idea que surgida en su cabeza desde el día en que se había topado con Harry Potter en el Ministerio de la magia. Reconocía que la idea era algo descabellada y que tal vez fuese imposible llevarla a cabo, debido a la naturaleza de la misma. Pero, él era Lucius Malfoy, un hombre que siempre había hecho lo que fuera preciso por lograr lo que se proponía. Jamás se vería a sí mismo como un perdedor, su orgullo lo impedía. No importaba que todo el mundo le mirara con desprecio y hasta con cierta burla.



Por otra parte aun recordaba aquel fortuito encuentro con el héroe del mundo mágico, y éste, a diferencia de la mayoría, le había observado con curiosidad, pero sin desprecio. Eso le hacía pensar que su plan podía dar resultado y tal vez recuperara por completo su orgullo. Eso, si tenía éxito. Pero para lograr su cometido necesitaría la ayuda de su hijo, y sabía demasiado bien que Draco jamás aceptaría algo así. Su hijo «odiaba demasiado» a Potter. Bien podía ocurrir que con solo plantearle el asunto al muchacho rubio, éste huyera despavorido de regreso a Francia. Tal vez era mejor no decirle nada y manejar aquello por su cuenta, pero tenía la idea de que si Draco participaba, su plan finalizaría con un rotundo éxito.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Harry aquella mañana caminaba con paso lento, llevando un vaso de café en la mano, mientras en derredor suyo las brujas y magos le dedicaban sonrisas y saludos a las que él respondía cortés, pero indiferente. Estaba cansado de que aún le miraran como si estuviera ahí por la obra de un milagro. Hacía seis meses que le veían llegar a diario y aún parecía como si fuese su primer día. Cada día se convencía más de que había sido una soberana estupidez aceptar ese empleo. El ascensor se abrió en el piso donde se encontraba el cuartel general de Aurores. Se encaminó con paso rápido hacia su oficina, esa mañana no estaba de humor para soportar halagos y sonrisas de nadie.



Abrió la puerta y sonrió al ver su cómodo sillón esperándole, era casi lo único agradable de estar en esa oficina. Cerró la puerta tras sí, depositó el vaso de café en el escritorio y acto seguido se desabotonó la túnica con un hechizo, luego tomó otra vez el vaso de café y rodeando el escritorio se preparó para acomodarse en su maravilloso sillón de cuero de dragón. Sin embargo, al levantar la vista el susto que se llevó le hizo soltar el vaso y derramárselo encima, no percibió el líquido quemando su mano, pues de un salto se puso en pie y sacó la varita en unos segundos.



Ahí sentado sobre ese sofá que, generalmente utilizaba para echarse una agradable siesta, estaban sentados Lucius Malfoy y su hijo. El primero como una actitud de estar en el sofá de su mansión, el segundo evidentemente tenso.



Harry estaba tan atónito que, por un par de segundos, ni una palabra salió de su boca. Sin embargo, pese a la sorpresa, desagradable por cierto, no dejó de aferrar su varita con la vehemencia de quien se sujeta a una cuerda salvadora que hace la diferencia entre seguir vivo y caer al precipicio.



-¿Qué hacen ustedes aquí, cómo entraron, qué quieren?



Harry hizo aquellas preguntas de corrido, sin tomar aire siquiera, y por supuesto sin dejar de apuntar con su varita a quienes consideraba enemigos peligrosos.



Lucius ni se inmutó, pero Draco evidenció todo el odio que Harry le inspiraba.



El hombre rubio de mayor edad se levantó con lentitud y elegancia.



Para Harry quedó bastante claro que esos tres años trascurridos desde el término de los juicios del Wizengamot, habían operado un profundo cambio en Lucius Malfoy. Aquel aspecto deplorable que presentaba el hombre hacia el final de la guerra, era sustituido ahora por la prestancia de antaño, cuando era un influyente y respetado miembro de la comunidad mágica.



Harry, en su fuero íntimo, no dejaba de asombrarse ante la capacidad que podían llegar a tener los Malfoy para sobrellevar la situación de descredito en la que habían quedado después de la guerra.



-Potter, te aseguro que he venido en términos amistosos -dijo Lucius.



Harry notó al instante que, aunque el hombre aún conservaba aquel modo tan característico de arrastrar las palabras, las mismas no sonaban con aquel viejo tono despectivo e insultante con el que solía pronunciar su apellido. Esto ciertamente le sorprendió mucho, aunque no estaba dispuesto a demostrarlo.



-¿Amistosos? —preguntó Harry con tono socarrón -. Según recuerdo usted y yo nunca hemos sido amigos. Por eso no entiendo que hace en mi oficina.

-Por cierto -repuso Lucius sin cuidarse de las palabras del muchacho -, muy bonita… decorada con excelente gusto.

-Le sugiero que se marche -dijo Harry con tono autoritario.



Pero ese tono no era suficiente para intimidar a Lucius y mucho menos para hacerle desistir de su plan. Se acercó un poco más al escritorio.



-Harry, ¿puedo llamarte por tu nombre cierto? -preguntó Lucius, en un tono que parecía responderse afirmativamente a sí mismo.



El muchacho de ojos esmeraldas miró con mayor desconfianza al hombre rubio.



-¿Y por qué iba a llamarme por mi nombre? No somos amigos y siempre me odió.

-Eso es cosa del pasado, Harry -insistió el hombre rubio.



Harry sonrió de forma casi burlona.



-¿De veras, señor Malfoy? -preguntó Harry con cierto retintín.

-Por supuesto. La guerra acabó, tú fuiste el héroe, gracias a Merlín.

-¡Oh por favor! Es lo más ridículo que he escuchado en mucho tiempo -respondió Harry con tono irónico.

-Te aseguro que no hay nada ridículo en mi agradecimiento, Harry. Ayudaste a mi hijo, eso es algo que nunca olvidaré.

-¿Y decidió venir a agradecérmelo después de… cuatro años?

-Algo así.



Harry movió la cabeza en señal de negación.



-No le creo, pero no tiene importancia, lo hubiese hecho por cualquiera, así que no me debe nada. Si eso era todo…

-En realidad no es todo.

-¿Hay algo más que desee decir?

-La verdad necesito de tu ayuda Harry -dijo Lucius tras una brevísima pausa-, hay cierto funcionario aquí en el Ministerio que me está dando problemas desde hace rato y…

-Espere un momento -interrumpió Harry -¿Qué está pensando?

-No me malinterpretes Harry. No estoy pidiendo que te deshagas de él. No arreglo mis problemas de ese modo, eso quedó en el pasado.



Lucius dijo esto con una soltura y convencimiento que dejó anonadado tanto a Harry como a su propio hijo. El muchacho rubio que estaba sentado en el sofá, miró a su padre con absoluto desconcierto.



Por supuesto que Harry no era capaz de concebir que ese hombre estuviese proponiéndole acabar con la vida de nadie, pero de todos modos estaba igualmente impactado ante la audacia y el descaro del rubio.



-Me tranquiliza mucho saber que no me encargará que maté a nadie -respondió Harry con tono irónico.



Lucius no se dio por enterado y decidió continuar.



-Harry, el Ministerio retine mi fortuna desde el final de la guerra y cada vez que reclamo, el funcionario encargado no me da una respuesta satisfactoria.



A Harry le valían las vicisitudes que viviera Lucius. No era su problema. Por eso entendía cada vez menos qué era lo que pretendía el hombre.



-Mire, señor Malfoy, francamente me importan un bledo sus problemas, si usted desea reclamar por tal situación le digo que ha venido al lugar equivocado.

-Oh no Harry, no tengo intención de reclamar nada. La situación sin duda me incomoda mucho, pero no es mi deseo provocar un problema.

-¿Y entonces me quiere explicar qué hace aquí?

-Tengo entendido que eres el encargado revisar los casos que ameritan compensaciones por las secuelas de la guerra.

-Sí, efectivamente. Guerra en que usted y su familia participaron del lado que precisamente causó el daño.

-Por desgracia muy tarde comprendí que me había unido al lado equivocado.

-¿En serio? -preguntó Harry con tono irónico.

-Creo que nunca es tarde para lamentarlo.

-¿Me quiere hacer creer que siente arrepentimiento?

-Es la verdad Harry. Lamento sinceramente todo el daño que causé. No solo a otros, sino a mi propia familia. Por eso vine a verte, me gustaría con parte de mi fortuna, que esta retenida hace tres años, se cree un fondo compensatorio para las víctimas de la guerra. Estoy al tanto de que el Ministerio no alcanza a cubrir las demandas de todas esas personas.



Harry arrugó el ceño. La bondad nunca había sido la característica más sobresaliente de Lucius Malfoy. El asunto le parecía muy sospechoso.



-¿Quiere entregar parte de su fortuna al fondo de compensación?

-Sí, eso quiero. Me parece que es lo más justo. No tengo acceso a mi cámara en Gringotts debido a las leyes que se aprobaron después de la guerra, antes de eso el Ministerio no tenía ninguna incidencia en el Banco mágico.

-¿Y solo por curiosidad? ¿Cuánto estaría dispuesto a entregar de su fortuna al fondo?

-La mitad. Y créeme cuando digo que es más oro del que puedas imaginar.

-Esto me suena a soborno, señor Malfoy. Un delito que amerita pena de cárcel según las nuevas leyes.

-¡Por Merlín! Me estás mal interpretando Harry. Solo deseo hacer algo por la comunidad mágica de Inglaterra, para nadie es un secreto que las cosas no andan bien.

-Muchos que perdieron a familiares y sus bienes por causa de los Mortífagos, sentirían su «generosidad» como un insulto.

-Pero no tienen por qué saber que el oro viene de la familia Malfoy. Lo importante es que la vida de esas personas mejore.



Harry guardó silencio. La idea comenzaba tentarle más de lo prudente. Recordaba los rostros decepcionados con los que muchas de esas víctimas abandonaban su oficina.



-¿Qué busca con todo esto, señor Malfoy? Usted no es de los que haría un ofrecimiento como este si no pretendiera obtener algún beneficio.

-Solo deseo recuperar algo de mi fortuna; después de todo ha pertenecido a mi familia por generaciones.

-No creo que se trate solo de eso, además estaría cometiendo un grave error.

-No lo veas de ese modo Harry, piensa en todos esos magos y brujas que mejoraran su vida, ¿acaso no es eso lo que has perseguido siempre, el bien de tus semejantes?

-Deme tiempo para pensarlo -respondió finalmente luego de un breve silencio.

-Por supuesto. Vendré la próxima semana a esta misma hora.



Lucius sin decir otra cosa se volteó a mirar a su hijo y éste, que había permanecido mudo, se levantó del sofá. Draco no hizo comentario alguno y de inmediato se dirigió hacia la puerta. Salió sin siquiera darle una mirada a Harry.



Lucius en cambio, saludó al muchacho con una inclinación de la cabeza y una sonrisa comedida.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Una vez que Harry quedó solo en su oficina se dejó caer en su amado sillón de cuero de dragón. La conversación con Lucius le había dejado agotado mentalmente. Por más que su cerebro se esforzaba por descubrir que se traía entre manos Lucius Malfoy, no podía imaginarlo. Conociendo los antecedentes de esa familia de serpientes no podía ser nada bueno.



Tal vez debía hablar del asunto con el Ministro. Lucius Malfoy a los ojos de muchos seguía siendo un hombre peligroso y de propósitos cuestionables. Le hubiese gustado tener conocimientos en Legeremancia, le ayudaría a descubrir cuáles eran las reales intenciones de ese hombre.



Sin embargo antes de tomar una decisión en concreto, esperaría la reunión de la siguiente semana, presentía que el hombre le daría una sorpresa. En esa reunión no había mostrado su juego por completo. Otra cosa que le intrigaba mucho era la actitud de su hijo. Malfoy no había dicho ni una palabra, y dándole una que otra mirada a hurtadillas comprendió que el asunto planteado por el padre le sorprendía tanto como a él. Se pasó toda la entrevista sentado con una actitud tensa.



Pero otro pensamiento invadió al chico de ojos esmeraldas. Draco Malfoy. Era la primera vez que se encontraban después de aquella vez en el incendio de la sala Multipropósito. Podía decirse que ya era un hombre, y bastante atractivo por cierto. Este último pensamiento salió a luz sin querer y le provocó cierta incomodidad. Era un hombre serio y comprometido con una hermosa chica, no tenía por qué encontrar «atractivo» a otro hombre, y menos si ese hombre era Draco Malfoy.



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