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Forbidden Lover por Melu102

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Notas del fanfic:

Holu~ ha pasado mucho tiempo, ¿No? XD disculpen la inactividad, los estudios y la falta de inspiración hicieron estragos en mi preciosa mente, pero ¡he vuelto! Y con un lindo one-shot~

Disclaimer: Los personajes de Fullmetal Alchemist le pertenecen a nuestra querida vaquita Hiromu Arakawa, si fueran míos, probablemente el Elricest seria canon XD

Advertencia: este fic contiene yaoi, o más bien shonen ai, así como también incesto, así que si no te gusta, te advierto, antes de que te traumes

Puede que al publicar el fic me hayan borrado algún que otro guion o signo de puntuación, así como también puede que tenga alguna falta de ortografía, pido disculpas en caso de que pase.

Que lo disfruten~

   La noche oscura de luna llena, ocultaba con su manto a aquel par de ángeles caídos. El ruido que provocaban las copas de los árboles, al mecerse con el gélido viento de invierno, eran la salvación para ellos, al saber ambos que sus voces no se escucharían más allá de aquella pequeña habitación. El frio, ni siquiera era percatado por sus almas, pues ambos cuerpos estaban aún cálidos, bajo las sabanas de una cama llena de pecados.

   Las respiraciones agitadas se sincronizaban en ambos pechos, y ardientes labios recorrían rozando con firmeza cada rastro de piel. Sus gemidos componían una dulce melodía, y el vaivén suave de sus cuerpos reproducían con sutileza un perfecto baile que se derraba entre las sábanas blancas. Falanges de dedos cansados por acariciar hebras claras, se detenían en busca de las manos de otro, encontrando y entrelazándose mutuamente, con fuerza, con persistencia, casi rogando que aquel contacto no se detuviera.

   ¿Era aquello, tal vez, un fugaz sueño? Lo era, era casi un gran sueño. Perfecto, anhelado, lleno de sentimientos que parecían ilusiones, pero no lo eran. Porque aquello era real, si, solo en aquella cama, únicamente en esa habitación, y en alguna noche donde el viento los quisiese ayudar a esconderse de aquellos que no podían entender, o, tal vez, no querían hacerlo. 

   Era un sueño, un perfecto y anhelado sueño, y solo eso. Porque ambos sabían con agonía en su corazón, que el telón que los cubría pronto debería abrirse, mostrándoles la dolorosa realidad que aquellas dos almas perdidas no querían aceptar. Esa realidad que aberraban, que no querían conocer, pero que sabían de memoria por todos sus rincones existentes.

  Edward acariciaba con lentitud y suavidad las hebras castañas y despeinadas de su hermano, quien sonreía con pacifismo, mientras recostaba adormilada mente su cabeza sobre el pecho del mayor. Ambos se tomaban su tiempo, lenta, suavemente. Intentando disfrutar con fervor cada último segundo que les quedaba en aquel precioso momento. Pero el tiempo era cruel, y Edward sabía perfectamente que como siguiesen así, nunca terminaría ese momento. Por lo que, al ver una cara medio dormida en el semblante de Alphonse, besó su frente tiernamente. Con una sonrisa lastimera, se separó de su lado y salió de aquella cama que solo traía salvación y alegría en cada uno de sus pliegues.

   Sabía perfectamente que su hermano menor no se encontraba dormido, pero le gustaba creer que así era. Mas aquella suposición no duró mucho tiempo, pues la frente de Alphonse, en cuestión de segundos se encontraba apoyada sobre su espalda.

   Edward suspiró mientras articulaba una sonrisa desesperanzada, tratando con todas sus pocas fuerzas de no girar para ver a su hermano, siendo completamente consiente del poder que tenía el chico sobre él.

   -Alphonse…

   -Todavía no… - Interrumpió el menor con una voz queda, deteniendo casi completamente cualquier palabra que Edward hubiese querido articular en momentos anteriores. –Todavía no te vayas…

   Las manos de Alphonse se posicionaron en los hombros de Edward, bajando con lentitud y firmeza, acariciando cada parte de ella suavemente. El mayor supo en ese momento que el hechizo de su hermano había dado inicio. Pues la magia que irradiaban aquellos dedos podían hacerlo cambiar de opinión en cuestión de muy pocos segundos.

   -Quédate aquí esta noche… por favor… - Volvió a decir, esta vez con tristeza en cada palabra, logrando que un escalofrío azotase con fuerza a dos ojos ambarinos que intentaban contener las lágrimas, o no rendirse ante las palabras rogantes de su hermano.

   -Al, sabes que Winry-

   -Lo sé.  - Interrumpió rápidamente, aplicando presión en sus manos, dejando que una lágrima recorriese su triste mejilla. –Lo sé… pero…

   Edward giró entonces, tomando entre sus manos la mejilla del menor, secando con sus labios las pequeñas gotas saladas que resbalaban por su tersa y blanquecina piel. Alphonse trató de sonreír, logrando solo una mediocre y media sonrisa que conseguía aún más pena, pero se alegraba al saber que la misma sonrisa la llevaba en el rostro su hermano mayor, dejándole ver que ambos tenían el mismo sentimiento. Porque no necesitaban palabras, y nunca las habían necesitado realmente.

   Cerraron sus ojos y juntaron sus frentes un pequeño momento. Momento al que la palabra “pequeño” le sobraba bastante, pues no se atrevían a abrir sus ojos, temiendo encontrar más lágrimas en aquellos del otro.

   Edward los abrió primero, sonriendo un poco más tranquilo, llevando su nariz hacia la de Alphonse, meciéndola tierna y suavemente de un lado a otro, en un intento casi desesperado de ver una sonrisa real sobre aquellos labios que expresaban agonía. Casi como un milagro, Alphonse dejó que una queda risa inundara con dulzura la pequeña habitación, uniéndose también a aquel juego infantil de caricias, rozando ambos sus labios del mismo modo, tal y como dos pequeños niños que jugaban a escalar los pedestales de un efímero Dios.

   Porque ellos eran almas perdidas, desconsoladas, que solo querían volar con alas que parecían estar rotas por los prejuicios de la vida, de los otros. Alas cubiertas de lacerantes agujeros, manchadas con arte que para otros eran profanos pecados. Ambos intentaban olvidar, separarse del tiempo, del dolor, del otro. Pero eran aquellos ojos, esa luz que de la luna llena se colaba en obres de un color pardo y ámbar, que los obligaba a recordar, a repetir el curso del rio en aquellas barcas que se tambaleaban de un lado a otro.

   Porque cada noche de luna llena, sus mentes los traían hacia aquel lugar, a esa habitación, la que era solo de ellos, para ellos. El escenario en el cual sus alas se unían con fuerza, con un lazo inquebrantable que los llevaba con suaves brazos hacia el cielo. Porque cada noche de luna llena, Alphonse y Edward repetían esos pecados que parecían olvidados, por los cuales sabían que serían juzgados y lastimados, separados. Pero aun así, ellos eran felices en aquel paraíso destruido por las mentes de la sociedad, para ambos, ese perfecto infierno era una salvación si estaban juntos, tomarían los escombros de aquel lugar, y convertirían cada pedazo de dolor en un perfecto y anhelado paraíso, alguno en el que sus pérdidas almas pudieran volver a encontrarse.

   Alphonse posó su frente en el hombro de Edward, suspirando, tratando con todas sus fuerzas de volver a esos momentos en los que nada debía preocuparle realmente.

   -Ed… ¿Recuerdas… cuando éramos niños? - Preguntó, casi sin saber que realmente había articulado aquellas palabras, solo salieron como disparos de sus labios, sin consultarle antes por algún permiso. Edward fue quien suspiro esta vez, abrazando a su hermano, recordaba, borrosamente, los días en los que solo corrían por ver quien llegaba más rápido a la casa, por quien ganaba primero un beso de su querida madre. Pero las acciones siempre llevaban a alguna consecuencia, y sin remedio, de alguna u otra forma un amor diferente había nacido en sus corazones, un amor dulce, dulce y amargo, algo que no debía hacerse, algo que siempre debía ocultarse. Pero “¿Por qué?” se preguntaban ambos, ¿Sera tal vez, que el temor por separarse de la persona que más amaba en el mundo, había llevado a Edward a tener que mentirle a su amiga, y tomarla como su “pareja”, aun sabiendo que no la amaba? O ¿Será tal vez que el saber que lo que ambos hacían estaba mal, lo obligaba a martirizarse de aquella forma? No lo sabían, realmente no les importaba, solo querían amarse, tal y como siempre lo habían hecho.

   Eran humanos, repudiados y sucios humanos.

   Alphonse tomó las manos de su hermano y las guio hacia sus mejillas. Con una sonrisa lastimera contuvo su respiración unos segundos, tratando de contener las lágrimas que sin consuelo querían salir hace ya varios segundos.

   -Edward… esto debe terminar…  - Dijo, tomando aire nuevamente, guardando entre lo profundo de sus ojos, los ambarinos de su amado, sintiendo el calor de sus manos, el aroma de su piel, preguntándose, si tal vez existiese otro camino, otra salida.

   Nuevamente, las palabras no tuvieron sentido en ese momento, porque sus miradas comunicaban más de lo que cualquier oración sin sentido pudiese expresar. Leguaje de hermanos, miradas místicas que decían todo para ellos, y nada para los demás.

   Ambos sabían que no había otra salida, porque poseían alas manchadas de pecados, porque en sus pies habían lacerantes clavos, que les repetían una y otra vez que no podían escapar de aquello a lo que estaban destinados. Porque sus corazones y su piel estaban llenos de quemaduras, de gritos, insultos silenciosos, miradas prejuiciosas. Sabían ambos que sería un delirio gritar el nombre del Dios al que habían ignorado todo este tiempo, al que habían desobedecido, y al que seguían desobedeciendo. Por alguna razón, ellos no creían en los milagros, mucho menos en el destino, pero en esos momentos, irónicamente deseaban que existiesen, que los salvaran, porque ambos sabían que no había ni habría nunca en el mundo, un lugar para las almas perdidas.

   Sus rostros se juntaron una vez más en un vano intento de volver al pasado, besaron sus ojos, sus mejillas, frentes, y juntaron tiernamente sus labios.

   “Te amo”, una última palabra, que nuevamente no fue necesaria ante los ojos de sus almas, pues sabían todo del otro ¿Qué más necesitaban?

   El dolor punzante se entrometió entre sus anhelos, y dejaron que sus corazones desplegaran aquellas alas llenas de pureza y deseos de volar libres hacia el cielo. Se alejaron de las pesadillas, de la oscuridad, de las lacerantes palabras, de los insultos silenciosos y de las gélidas miradas llenas de prejuicios. Brillaron con humildad, dirigiéndose a la lejana tierra llena de nuevos sentimientos, pensando en ellos mismos, olvidándose de todas las futuras opiniones y días en su vieja tierra.

   Se dejaron por fin ser libres en los cálidos brazos de la muerte, preguntándose solo por unos instantes si sus pasos los volverían a unir en el mismo camino una vez más, permitiéndoles vivir juntos, dejándoles amarse juntos.

   Alphonse y Edward no creían ni en Dios, ni en el destino, mucho menos en los milagros. Pero en ese momento, desearon que los amantes prohibidos y las almas perdidas, pudiesen amarse una vez más.

Notas finales:

Final extraño ¿No?... pues, mil disculpas, al principio no tenía ese fin, pero pensé que este realmente le quedaba muchísimo mejor.

Una de las razones por las cuales terminó así, fue la canción en la que este fic está inspirado, hablo de “Forbidden Lover” de L’Arc~en~Ciel. Es una canción realmente hermosa y reflexiva en cuanto a su letra, ya que se le puede dar un diferente significado dependiendo de cómo y quién la lea. Esta es mi interpretación, sería un verdadero honor saber cuál es la suya propia, si tienen tiempo, escúchenla <3

Muchísimas gracias por leer, y disculpas por la inactividad, se los quiere. ¡Un abrazo grande! Y bye~


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