"El Dorado" es un poblado muy conocido tanto por sus riquezas como por lo buenos que sus hombres eran para la caza. Muchos pueblos vecinos envidiaban su suerte por ser de los lugares mejor cuidados y atendidos por el Rey JunMyeon. Monarca avaro, calculador, frío y soberbio, capaz de lo más ruin con tal de satisfacer sus propios caprichos. Sin embargo, este hombre no es el centro de esta historia peculiar, tabú y que muchos quisieron enterrar por lo deshonrosa que podía sonar. Y eso hubiese ocurrido de no ser por aquellos que consideraron este relato una representación de un amor casi imposible, un amor tan puro que al mundo entero le cegó y lastimó sin intención.
Esta historia, ocurre en tiempos de doncellas, cortes, príncipes, plebeyos y reyes; tiempos oscuros y a la vez inocentemente crueles. No, no es un relato entre un príncipe y una doncella, tampoco entre monarcas, nuestros protagonistas son el hijo de un herrero y un ser que todos temían de él. Los de su especie poseían muchos nombres, los creyentes los bautizaron como hijos de Satanás, otros como bestias destructoras, otros como devora doncellas y otros como trofeos.
El Dorado poseía cazadores, pero olvidé mencionar que no cazaban creaturas comunes; no, ellos eran cazadores de dragones. Durante siglos, los antecesores de ese pueblo se volvieron expertos en atrapar y matar tan tenebrosas creaturas. Cada otoño, estas bestias se volvían blanco de arpones, lanzas, cañones, redes y espadas de filosa punta. Al menos siete dragones eran diezmados cada semana, siendo masacradas manadas durante tres meses hasta que las nevadas cayeran y fuera imposible seguir. Los "hombres de oro" —como se hacían llamar los cazadores de El Dorado— recibían entrenamiento especial y eran seleccionados rigurosamente.
No obstante, nuestro humano no eran un "hombre de oro", era el simple hijo de un herrero que su familia por generaciones había diseñado y acuñado las armas para la caza de dragones. Su nombre casi no es pronunciado por los ancianos, pero las veces que se le menciona queda grabado para siempre. Kim MinSeok, joven de cabellos rubios lacios con el largo suficiente para cubrir media espalda, ojos grandes y felinos de color chocolate, labios con forma de cereza, rosados y finos, piel blanca y suave, estatura promedio, complexión delgada que maquillaba su fuerza para cargar armas o materiales pesados. Él, un chico que siempre fue diferente por su repudio a la violencia y a lo que la mayoría de su pueblo se dedicaba. La peor estación para él era el otoño, porque siempre iba con su padre y hermanos, acompañando a los pelotones de "hombres de oro" hasta el lugar de caza.
Y fue en uno de esos días de matanza, donde conoció a quien le robaría el corazón y le haría sentir el calor abrasador de un amor imposible y aberrante para muchos. Conoció a un dragón solitario y el último de su manada: SeHun.
En El Dorado estaba la leyenda de que había dragones que podían adquirir la forma humana, llamándolos "mestizos". Nunca nadie había tenido contacto directo con uno y vivir para contarlo. MinSeok conoció a uno y quizás, sólo quizás, vivió para contar una parte.
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