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El recuerdo dulce de un instante amargo por zandaleesol

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Título: El recuerdo dulce de un instante amargo

Personajes: Draco/Harry

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo beneficio económico.

Advertencias: AU. Drama.



Capítulo único.


Su vida era tan perfecta como lo permitían su fortuna, prestigio y sangre. Era la envidia de todos quienes le conocían, inclusive, la de sus amigos.


Se había casado con una mujer tan bella y perfecta como lo era su propia madre. Astoria poseía todas las cualidades de una esposa ejemplar. Sus cercanos envidiaban su suerte. Tenía un hijo de once años que ingresaría a Hogwarts, y tal como él, pertenecería a Slytherin. Scorpius llenaría de gloria a su Casa, como el alumno más sobresaliente de su generación, no tenía dudas al respecto.


Ahora esperaba junto a su esposa y padres, que el Expreso a Hogwarts, diera la señal de partida. Su hijo se marcharía dentro de pocos minutos y no le vería hasta Navidad.


Notaba las miradas de la gente sobre él. Como jugador de Quiddich profesional se había ganado el respeto y admiración de la comunidad mágica. Ahora estaba retirado, pero siempre seguía ligado a ese deporte tan apreciado en el mundo mágico.


Repentinamente vio caminar hacia él a dos hombres que fueron sus inseparables compañeros en la época de estudiantes. Uno era Vince Crabbe y el otro, Gregory Goyle. Desde que se graduaron de la escuela no había vuelto a verles. El primero había marchado a América, el segundo aceptó un puesto de trabajo en Sudáfrica y ahí se casó e hizo su vida. Nunca intercambiaron una carta siquiera. La amistad que le había unido a ellos terminó esa última noche en Hogwarts. No quería recordar el motivo, se había esforzado durante diecinueve años por olvidarlo.


Pero el ver a esos dos antiguos compinches ahí, le obligó a revivir esa noche. Había enterrado ese recuerdo tan profundo, que hasta parecía que jamás sucedió realmente. Quizá todo fuese producto de su imaginación. Sin embargo, cuando su mirada se encontró con la de ellos, lo supo. No habían olvidado tampoco. Los años y la lejanía no habían bastado para borrar aquello. La huella de la culpa se manifestó en esos rostros la brevedad de un segundo y, sabía que a su vez, ellos habían leído en su rostro la misma vergonzosa verdad. Habían cometido un delito, el más ruin ¿Por qué? Porque le odiaban y desearon castigarlo, pero sólo fueron unos chicos estúpidos, además de cobardes. Porque no comprendieron que con aquel acto, no lo destruían a él, sino a ellos mismos, habían perdido sus almas.


Los minutos fueron demasiado largos. Estaban ahí, en el andén acompañados por sus respectivas esposas. Intercambiaron sonrisas y comentarios sobre los hijos y la vida como al pasar, pues el reencuentro resultaba demasiado incómodo. Todos lanzaron disculpas y se alejaron rápidamente.


Sin embargo, para él no resultó tan sencillo.


Era imposible ahora que venía a su hijo despedirse y emprender viaje a Hogwarts, con aquella sonrisa feliz y llena de promesas. Una vez, hacía mucho tiempo, también se despidió de sus padres en aquel andén, soñando maravillas y con un futuro grande. Nada fue como él lo esperaba.


Ahora se preguntaba por qué. Tal vez si el destino no le hubiese cruzado con él, su vida sería otra. Maldito destino y maldito él por haber condenado su alma.


El Expreso ya era una mancha borrosa en la lejanía. Sin embargo se quedó ahí, sin poder moverse, deseando una segunda oportunidad, queriendo retroceder el tiempo, cambiar las cosas.


Quería volver a ser ese niño inocente que había abordado ese tren por vez primera.


Caminó por el andén ya solitario. En medio de la estación miró en todas direcciones a esos muggles extraños que corrían presurosos para abordar el tren. Sonrió, él no necesitaba correr, no había nada que alcanzar, la vida lo había dejado atrás hacía mucho tiempo.


Al encontrarse en medio de todos esos muggles fue imposible no preguntarse ¿Dónde estaría él ahora? ¿Habría olvidado aquella aciaga noche? No, no la había olvidado, por causa de aquello se había perdido para siempre en ese mundo muggle demasiado grande.


Recordó aquella noche con todos los detalles. Un pasillo oscuro y solitario. Sus dos amigos y él mismo ebrios y, el chico con mal destino. Sí, porque de todos los que podían haberse encontrado esa noche en aquella sala solitaria, fue justamente a él, al que más odiaban.


Nadie lo planeó, solo sucedió. La consigna era darle una lección, pero ¿por qué? Por la sencilla razón de que él jamás bajó la cabeza ante ellos. Humillación, era el deporte favorito practicado por sus amigos y él.


No recordaba exactamente de quién fue la idea. Tampoco recordaba quien comenzó primero, si Crabbe o Goyle. Pero sí recordaba los gritos, los insultos, las amenazas. Pero todo fue inútil. Cuando llegó su turno no escuchó gritos, amenazas, no hubo llanto. Entonces pensó que su víctima ya estaba cansada y simplemente se había resignado a lo inevitable.


Jamás esperó que las cosas sucedieran así. Estaba menos ebrio que sus amigos y lo percibió todo de un modo diferente. Estuvo seguro que tras la lógica resistencia inicial, finalmente terminó siendo aceptado por ese cuerpo, quizá por cansancio, resignación, quién sabe. Cuando llegó el inevitable final, sintió como él se estremecía, ya no de dolor, sino de placer. Comprendió entonces que por un breve instante compartieron algo especial. Dolía recordar.


Nunca volvió a verlo después de esa noche. Jamás nadie supo otra vez de él. Desapareció para siempre de su vida, dejándole solo ese recuerdo dulce de aquel instante amargo.


Por eso cuando caminaba por la calle, entre muggles, esperaba volver a mirarse dentro de esos ojos esmeraldas una vez más. Sólo una vez más.


Fin

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