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Love Hurts por MissWriterZK

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Notas del fanfic:

¿Es posible que después de seis años la pasión siga tan viva como el primer día? ¿Cómo relacionarse en un clima de trabajo y observación constante?

Quizá todo sería más fácil si dejaran su orgullo a un lado, pero entonces, no podría escribir nada jaja.

Notas del capitulo:

Me he vuelto adicta a los yuris escolares, creo que va siendo hora de buscar un psicólogo. Mientras hago eso, espero que disfruten de esta nueva historia basada en la tensión y el deseo, en el odio y el amor. Dos adultas que juegan con fuego y terminarán ardiendo. Espero que les guste y, no duden en comentar si quieren continuación o añadir algo. Estoy abierta a todo tipo de sugerencias.

 

No podía creerlo, después de casi diez años había vuelto a la ciudad en la que crecí. ¿Por qué? Muy sencillo, acababa de aprobar las oposiciones para ser profesora de Historia y mi antiguo instituto andaba escaso de profesorado. Había viajado tanto como deseé y más, cada año de la universidad lo pasaba en un país diferente, amaba experimentar y aprender nuevos idiomas y culturas.

Había que reconocer que en esos años había alcanzado la felicidad plena, mi curiosidad estaba satisfecha, estudiaba lo que amaba, podía dedicarme a la música, a dibujar, escribir, cantar y componer. Puede que sonara feo, pero mis padres me dejaron todos sus bienes y era mucho más que multimillonaria. Donaba a ONGS, organizaba eventos de caridad y participaba siempre que podía. Incluso formé un grupo en New York, yo gozaba de unos contactos excelentes en el mundo musical, la hija prodigiosa del dúo más magistral de música clásica, aunque lo mío era el rock.

«Esos recuerdos jamás me abandonaran, viven en cada poro de mi piel.» pensaba para mí, mientras entraba por la puerta principal, quedándome sorprendida al ver el tamaño y majestuosidad de los árboles que flanqueaban la puerta. Cuando me fui de ahí, no eran más que dos tallos.

Había recibido mi horario por email y ya lo había memorizado, no tenía clase hasta tercera hora, así que aprovecharía para tomar un buen café, conocer a mis compañeros e intentar reconocer a mis antiguos profesores.

Para mi disfrute, la primera persona con la que me topé fue mi querida e idolatrada profesora de Historia, el tiempo parecía no haberse molestado en hacerla envejecer, se conservaba tal y como la recordaba.

—Vaya, otra nueva compañera. ¿Te hace un café? Yo invito. —me habló divertida. Parecía no haberme reconocido, aunque pensándolo bien. Hablábamos de vez en cuando, pero no nos habíamos visto desde que me fui a la universidad a seguir sus pasos, ella fue mi inspiración.

—Creo más bien soy una antigua compañera y que esta vez me toca invitar a mí. —contesté llevándola a una pequeña mesa en la que sentarnos para conversar.

—Un momento… ¡tu voz! ¿Kate?

—Tan perspicaz como siempre, Jane.

—¿Cómo has terminado aquí?

—Supongo que tu carta me ha dado suerte. Es mi amuleto. —le dije, encogiendo los hombros y con una sonrisa traviesa.

—Puedes decir que es tradición, ¿verdad que sí, Scarleth? Ven y siéntate aquí con nosotras.

—¿Qué es tradición?

—Escribir una carta a nuestro prodigio y desearle mucha suerte.

—Cariño, espero que tu carta no fuera igual que la mía. —amenazó con una sonrisa.

—¿Es cosa mía o mi amada está celosa?

—Está celosa, muy celosa. —provoqué. Eran una pareja explosiva y muy divertida.

—No es mi culpa que seas una copia suya… —se excusó apartando la mirada.

—La verdad es que, si fuéramos hermanas, nos pareceríamos menos. Yo estoy tatuada y mis ojos son verdes, probablemente, esas sean las únicas diferencias a simple vista.

—Tengo que proponer algo. —habló Jane con seriedad, algo extraño en ella.

—Espera que lo apunto, no quiero olvidarme de ningún aspecto. —rogué sacando un bolígrafo y un blog pequeño.

—No creo que necesites apuntarlo, pero haz lo que quieras. Solo decía que, ya que somos tres bellas mujeres e Historiadoras, ¿qué os parece la idea de un trío?

Abrí los ojos como platos y agradecí no haber estado bebiendo café. Observaba la escena boquiabierta, ellas se miraban con complicidad y me contemplaban con una mirada indescifrable. Me sentía como un corderito frente a dos lobos hambrientos.

—Puede que tengamos que proponerle la idea a aquella chica, Kate, ¿has visto como te mira? Te está desnudando en su mente. —me informó la mayor del grupo, cuya edad rondaba los treinta y ocho, pero no tenía nada que envidiar a Jane, quien tenía treinta y tres.

Seguí su mirada y, en ese momento, un nudo se hizo presente en mi garganta y mi corazón reaccionó a toda velocidad. ¿Qué hacía «ella» en este lugar? ¿Por qué el destino se empeñaba en unirnos cuando solo quería olvidarla y me era imposible? ¿La amaba o la odiaba?

Ahí estaba, tan sexy y desenfadada como cuando nos conocimos, su mirada azul grisácea me analizaba con curiosidad y deseo y sus labios tan deseables formaban una sonrisa ladeada que dejaba a la vista su blanca y perfecta dentadura. Probablemente, mi expresión sería algo nuevo, mezcla de enfado, deseo, frustración por no poder olvidarla y culpabilidad por ser tan idiota y haberla dejado.

Disfrutaba torturándome, amaba sentir mi mirada sobre ella y me forzaba a hacerlo con sus gestos. Sus manos suaves y finas ahuecaban su flequillo, para más tarde quitarse sus gafas, presumir de melena, doblarlas y dejarlas en su escote.

Yo lamía y mordía mis labios, imaginando todo lo que le haría y recordando todas nuestras aventuras.

—Hey, Tierra llamando a Kate. Menudo pedazo de drama lésbico tenemos ante nuestros ojos, Scarleth. Esto es oro puro, una lástima que no tengan palomitas en la cafetería. Esto promete.

—No digas tonterías, no hay forma de que me sienta atraída por esa mirada felina, esos labios apetecibles y esa figura esculpida en el gimnasio…

—¿Lo has grabado?

—Todo está aquí, Jane. Si quieres puedo ponerlo en modo bucle para que se escuche una y otra vez. —se estaban burlando de mí y lo peor era que me daba igual. Quería acercarme a ella, y al mismo tiempo, deseaba salir corriendo.

—Dejadme adivinar, ella es la otra recién llegada. —suspiré, terminando mi café de un trago para intentar aliviar la sed que se manifestaba en mi interior, aunque no funcionó al no ser ese tipo de sed.

—Si quieres puedo daros las llaves del Departamento de Geografía e Historia y resolvéis toda esa tensión como manda la tradición.

—¿Lo habéis hecho en la mesa enorme?

—Y no una vez. Esa mesa es una delicia, como otra más de la familia.

—Las encimeras de los servicios tampoco están mal. —me aconsejó Scarleth.

—¡No voy a tirármela!

—¡Qué va! Jane, ¿cuánto crees que tardarán?

—Mmmmmm, les doy como máximo dos semanas y siguiendo mi intuición, la primera semana ocurrirá algo, si no ocurre todo.

—Ya has escuchado y sabes más que nadie que su intuición nunca falla.

—¡No podéis apostar cuando estoy delante!

—Así que podemos apostar si no estás presente, ¿no?

—¡No quería decir eso! —las fulminé con la mirada y me alejé de ahí, una vez que dejé el dinero en la mesa. No podía quedarme más tiempo ahí o terminaría contando mi historia de amor, pasión y sexo sin límites.

Respiré al fin con algo de tranquilidad, intentando recuperar mi calma y despreocupación habitual. Todo iba bien, hasta que sentí como una mano que conocía a la perfección me tomaba por la muñeca, impidiendo que me alejara.

—¿No me vas a decir nada? —susurró con su voz sexy en mi oído, haciéndome temblar.

—Déjame pensar. ¡No!

—¿En serio? Eso no es lo que me pareció en la cafetería. Me estabas devorando con la mirada.

—Perdona, ¿quién empezó mirando a quién?

—Eso son nimiedades, no les des importancia.

—¿Quieres escuchar algo?

—De lo contrario no estaría hablándote. —me contestó divertida y su risa contra mi oído casi me hace perder el orgullo para resistirme al amor de mi vida.

—¡Que te den!

—¿Ahora te resistes?  Todavía recuerdas lo que me excita eso, ¿verdad? Quieres que vaya detrás de ti diciendo cuanto te amo y te deseo. ¿Me equivoco?

«No, no te equivocas para nada. Me conoces mejor que nadie.»

—Sí te equivocas y mucho. Lo nuestro terminó.

—Yo creo que fue más tipo final abierto. Quizá merece un epílogo o una secuela…

—Eres incorregible. —reí ante su ocurrencia. Estaría más que encantada de que lo nuestro continuara o no se hubiera interrumpido, pero jamás lo reconocería.

—¿Es una sonrisa lo que ven mis ojos?

—¡Te odio! —contesté dando la espalda.

—No, no lo haces y lo sabes. ¿Quieres jugar a odiarnos? Muy bien, reto aceptado, odiémonos hasta que el deseo nos consuma.

—Deja de vivir en el pasado, Kim.

—En el pasado estabas a mi lado, no quiero vivir en el presente.

—Kim…

—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me abandonaste?

Notas finales:

Menuda pregunta más comprometida. ¿Qué pensáis que es la respuesta?


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