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Just the Beginning por DraculaN666

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Notas del fanfic:

Se siente como si hubieran pasado eones desde la última vez que publiqué algo. Y quizás así ha sido.

 

Aquí sigue siendo 2 de agosto, así que aún es cumpleaños de mi bella LadyHenry que está de cumpleaños. Ella sabe que la adoro con locura y sólo el pensar en ella me ha hecho capaz de volver a escribir.

 

El problema es que del pequeño one shot que yo tenía planeado me han salido más de 20 mil palabras. No sé cómo carajos pasó eso. Así que dividiré la historia en dos, más que nada porque me falta revisar bien la segunda parte. Pero ya está terminado, no les haré sufrir demasiado.

 

O sí, conmigo nunca se sabe. Juejuejue.

 

Merlín, todos lo relacionado con Harry Potter y ess cosas no me perteneces. Yo sólo, de verdad, quería volver a escribir.

 

 

Notas del capitulo:

Habrá lemon... creo...

1

 

Merlín observó el lugar de arriba abajo y soltó un suspiro de resignación. Hogwarts, escuela de magia y hechicería. El lugar a donde todo niño en el mundo mágico quiere asistir. El sueño de todo pequeño que sabe que ha nacido con un don excepcional. Menos a Merlín. Principalmente porque Merlín nunca ha formado parte de ese mundo, por lo menos no ha vivido en él. Ni siquiera sabía que existía hasta que le llegó una carta hace dos semanas con una lechuza de muy malas pulgas que intentó arrancarle uno de sus dedos. Que la cosa intentara comerse uno de los conejos enanos que criaba hacia el odio mutuo.

 

La cosa es que Merlín tiene catorce años, no once. Algún problema de administración o quién sabe qué cosa, eso significa ponerse al corriente de tres años de hechizos, pociones y a saber qué tanta cosa más que enseñen en ese decrepito lugar. Aprender a canalizar su magia con una varita cuando le ha costado los catorce largos años de su vida lograr controlarla y llegar a un acuerdo con ella para que esta no se salga de control. No sabe exactamente qué métodos de enseñanza tengan en esa escuela, pero está bastante seguro que “canalizar” es una forma de despreciar algo que es esencialmente parte de ti, algo que debes no sólo controlar sino con la que debes llegar a un acuerdo de paz y armonía, no sólo pensar en la magia como algo que moldearas con las manos sino en algo que, por lo menos en caso de Merlín, a veces parece tener vida propia. Es difícil de explicar, porque tuvo que vivir todo ese tiempo escondido y aprendiendo solo, intentando no lastimarse y, más importante aún, no lastimar a su madre en su largo proceso de aprendizaje. Y ahora alguien le viene a decir que olvide todo eso que aprendió con tanto esfuerzo durante años porque consideran que no es la forma apropiada y que debe encerrar su magia en una varita, como un embudo que sólo dejará salir un pequeño fragmento de lo que en verdad es él.

 

Nop, por supuesto que no. Claro que Merlín se negó. Y se negó con ganas. Su magia muy de acuerdo con la negativa aunque sólo fuera romper en millones de pedacitos la carta. Pero luego llegó otra, y otra, y otra, y otra más y como que en Hogwarts no estaban muy al tanto de los problemas en gastar tanto papel y la de miles de árboles que han muerto sólo porque no son buenos con las negativas. Disculpen que Merlín sea tan consiente con el medio ambiente, muchas gracias.

 

Para colmo, tiene que ir al mundo mágico con un nombre como Merlín. Ya era lo suficientemente malo vivir en Gran Bretaña con un nombre como ese y ahora directo al mundo mágico donde todos tienen magia –¡como él!- y no sabe si la perspectiva le gusta o le aterra.

 

Su madre le explicó que de verdad intentó alejarlo de ese mundo, darle una vida normal aunque parte de él fuera increíblemente mágico. Que nunca quiso ni hablar de ello y prefirió fingir ignorancia antes sus maravillosos dones. Pero al parecer era algo que no podía ocultar para siempre.

 

Quedó muy claro que negarse no era una opción para nada, que ayudarían económicamente a su madre y a él mismo para sus útiles escolares, dejándole sin poder usar como excusa el tener que trabajar para ayudar en casa. Porque sí, es otra cosa que no sabe cómo podrá sobre llevar, tiene catorce años pero siempre ha sabido lo que es tener que trabajar duro para ayudar a la familia, no nadan en dinero y la salud de su madre nunca ha sido la mejor. Estudia, por supuesto, pero le pone más empeño al trabajo porque al final nunca se ha sentido lo suficientemente listo para sobre salir –aunque en su escuela nadie está de acuerdo con eso porque Merlín es increíble a pesar del poco esfuerzo que pone en la escuela y lamentan mucho no poder hacer mucho más por él- así que no lo ve exactamente como una oportunidad. ¿Qué hará cuando termine el colegio? No tiene ni remotamente la intención de vivir en ese mundo cuando finalice los cuatro años –con algo de suerte sólo serán cuatro- de escuela. Y duda mucho que poner “sé usar la varita con maestría y menearle el caldero” se vea bien en un curriculum del mundo normal.

 

En fin, que también le dijeron que si continuaba con sus negativas tendrían que ir por él ya que han detectado que su magia es demasiado poderosa y es necesario enseñarle a controlarla como es debido para que no termine lastimando a alguien.

 

Supone él que es una bonita forma de decirle que le consideran un peligro andante del que nadie se había dado cuenta y ahora deben arreglar el problema a como dé lugar sin admitir que ellos cometieron un error.

 

¿Ya comentó que él sabe controlar perfectamente su magia? Bueno, que nadie le cree porque tiene catorce años y “qué vas a saber tú, mocoso”.

 

Ahora se encuentra en un extraño carruaje que es tirado por vete-a-saber-tú-qué, con un montón de niños emocionados y no puede ocultar su rostro de apatía. Lleva demasiadas capas de ropa puestas porque, obviamente, son magos y deben usar capas –túnicas, le recuerda la vieja de la tienda. Se llaman túnicas, corazón- y el uniforme cuenta con tantas prendas de ropa que Merlín ya se ve madrugando cada día de su vida sólo para poder vestirse a tiempo.

 

Aun no llegan a su destino y ya se siente completamente fuera de lugar. ¿Qué pinta él con todos esos niños? Está seguro que ninguno de ellos sabe lo que debe ser trabajar duro para tener sustento a pesar de tener magia. Y no es que menosprecie a nadie, ya hubiera él querido tener esta oportunidad mucho antes de enfrentarse a la dureza de la vida, pero llegan muchos años tarde y no está seguro de querer darles la oportunidad ahora. Quizás si nunca hubiera puesto verdadero esfuerzo en usar su magia y la hubiera ignorado no le habrían tomado en cuenta, ni siquiera como una amenaza. Y eso es desalentador porque Merlín ni siquiera se siente como una persona para ellos, sino como un problema que deben solucionar.

 

Y por favor que alguien le diga que no tiene que lidiar con los de primer año o saldrá corriendo a la primera oportunidad, no necesita que esa mala experiencia sea más nefasta.

 

2

 

El gran comedor, que le hace mucha justicia a su nombre, es un hervidero de gente. Estudiantes de todos los años, profesores y criaturas que, por mucho que le advirtieran que se encontraría, no dejan de causarle una sorpresa enorme. La mayoría se encuentra sentados en sus respectivos asientos mientras todos los que serán de primer año, y él, hacen fila a la espera de ser llamados para la selección de casas.

 

Es un sistema retrograda y algo racista si a alguien le importa su opinión. Escuchó cometarios durante el tren de camino y cuando estaban en los carruajes. Todos quieren pertenecer a esa o aquella casa porque “Iugh, ¿quedar en Hufflepuff? ¡Prefiero mil veces ser Slytherin!” y la verdad no puede pensar en dos cosas que le importen menos, en serio. Pero saber que pertenecerás a una casa y deberás ver con algo de reprobación a las otras sólo le parece elitista y clasista y de verdad, necesita ir a dormir y despertar cuatro años en el futuro.

 

Muchas miradas se giran en su dirección. Supone él que ser flacucho y larguirucho rodeado de niños de once años no ayuda en nada. Que sí, que son tres años solamente, pero la estatura grita al menos cinco años de diferencia.

 

Al fin parece que todo da inicio, la directora McGonagall, quien fue quien le hizo un breve resumen por cartas de todo lo que se encontraría al llegar –por si breve entendemos que Merlín tardó cinco días en leer todo el testamento, aunque agradecía la ayuda-. Hubo un largo discurso de bienvenida, del itinerario de ese año y que esperaba que todos los nuevos estudiantes se sintieras a gusto con su nueva vida –si le vio a él más de la cuenta al decir eso, nadie pareció notarlo.

 

Sin embargo, cuál fue su horror al darse cuenta que todos eran llamados por su nombre en voz alta para pasar frente a todos y ser seleccionados para que todo el mundo se enterara de quién demonios eres y no, Merlín no puede enfrentar a toda una escuela teniendo un nombre como este y parece que nadie repara en su horror y en su rostro un poco verde.

 

No hay ni un poco de piedad con la discreción y el anonimato en este lugar.

 

—Emrys Merlín —gritó McGonagall con su voz chillona.

 

Ugh, mátenme. Fue su único pensamiento. Ya habían pasado todos los chicos de primer año, así que sólo quedaban él y su inminente destino. Y todas, absolutamente todas, las miradas de los presentes puestas en su persona.

 

Ignoró como pudo los murmullos y las risitas a su alrededor, intentando encontrar algo de consuelo en la mirada de la directora pero fallando miserablemente cuando levantó el horrible sombrero seleccionador que parecía a punto de deshacerse a la más mínima. No quería pensar en la cantidad de cabezas en las que ha estado y lo poco higiénico que parece. Espera que tengan hechizos especiales para limpiarlo y lo hagan con frecuencia o tendremos verdaderos problemas. Merlín vendrá de una familia pobre, pero muy limpia.

 

—Piensas demasiado, chico —escucha la profunda y algo tétrica voz del sombrero. La cosa parece inquieta allá arriba y le molesta mucho que no se dé prisa si con la mayoría ni siquiera les ha llegado a tocar cuando ya está gritando el nombre de alguna casa—. Eres muy interesante chico, podrías ir muy bien en cualquier casa —continua farfullando la cosa, poniéndolo realmente incómodo. ¿Esa cosa está dentro de su cabeza? ¿Este es el momento donde él piensa “yo también puedo leer tu mente” para asustar a la otra parte? El sombrero se ríe en respuesta—. Muy pronto podrás hacerlo, sin duda.

 

—¿No podemos terminar ya con esto? —masculla molesto. Se siente violado y es lo último que necesita para rematar toda esa experiencia.

 

—No lo sé, eres valiente, tienes coraje, quedarías perfecto en Gryffindor. También eres tenaz y tienes algo de malicia en ti, Slytherin es otra opción. Los sentimientos puros que te han traído hasta aquí podrían llevarte a Hufflepuff… pero todo tu potencial… sí, todo eso será mejor en… ¡Ravenclaw! —grita la última palabra y Merlín podría lloriquear por sus pobres tímpanos.

 

Masculla un “me da taaaaaan igual” que espera que el sombrero escuche y sepa que no importa a que casa vaya, lo que quiere es terminar con esto a la de ya.

 

Hay una última risita por parte del sombrero, una de esas que te indican que él sabe algo que tú no y se lo pasará bomba a tu costa antes de que haya una serie de aplausos algo vacilantes por parte de la mesa que, supone él, pertenecen a su nueva casa.

 

Geniaaaaaaaaaaal. Piensa sin entusiasmo.

 

 

 

3

 

La cosa es que síp, ya lo sabía, las cosas van más o menos como la mierda desde el inicio.

 

No es parte de los de primero, pero tampoco de los de cuarto. Merlín está en un limbo académico que nadie sabe cómo controlar. Porque no es tan experto para estar con los de cuarto pero no es un fracaso total para estar con los de primero. Pasa la mayor parte del tiempo en la biblioteca absorbiendo los libros de años pasados para intentar ponerse al corriente. Ventajas de no tener amigos, supone él. No intenta hablar con nadie y nadie pone especial interés en hablarle más allá de las burlas a su nombre. Debe admitir que aquí se ponen creativos con el bullying, si debe darles méritos sobre algo. Nadie sabe cómo tratar con él. No es que sea el único que viene del mundo muggle, como después aprendió le llaman a las personas que no tienen magia, pero nadie se había topado con alguien tan… pues tan él.

 

La ventaja es que ha sabido adaptarse a sus clases. Las clases de cocina por parte de su madre han hecho maravillas en pociones y después de varios intentos por aprender a usar la varita, Merlín ha perfeccionado el arte de fingir usarla. Dice los hechizos en voz alta y las exageradas florituras con la mano, pero la mayor parte del tiempo es sólo él usando su magia como siempre ha sabido usarla. No se siente tranquilo si la “canaliza” con la varita y nadie parece entender que generalmente él sólo debe pensar en las cosas para que estas sucedan. No necesita andar gritoneando accio para que algo venga hasta él ni mucho menos saber cómo carajos se pronuncia leviosa para que algo flote, muchas gracias. Pero los profesores están demasiado desconcertados con su forma de hacer las cosas que prefieren cerrarse en sus métodos de enseñanza y Merlín está harto de lidiar con el sistema de los adultos. Así que han llegado a un acuerdo tácito donde todos fingen que se están complaciendo los unos a los otros.

 

Ay, el mundo de los adultos. Piensa a menudo.

 

Y así pasa su primer año. Toma los exámenes al final del curso y, vaya, parece que podrá tomar directamente el quinto curso cuando regrese el siguiente año.

 

Yupiiii. Festeja sin entusiasmo en su cabeza.

 

4

 

Bueno, quizás mintió un poco. Puede que no todo fuera tan tranquilo para Merlín como quiso hacerle creer a su madre, para que estuviera menos preocupada por él. La cosa es que Merlín hizo muchos amigos durante su primer año. Si por amigos entendemos como mucha gente molestándolo porque “¿En serio? ¿Merlín? ¿Un inútil como tú?” y varios hechizos creativos que le hacían terminar o muy mojado o muy enlodado. Húmedo, la mayor parte del tiempo.

 

Su nuevo mejor amigos –já, sarcasmo- Era un tal Arthur Pendragon que, ¿hola? ¿Se burla de él sin notar que él también tiene un nombre, en un mundo, donde NO deberías tenerlo? Pero, claro, Merlín no es alto, guapo y súper rubio con ojos azules de ensueño ni ha vivido en ese mundo lo suficiente como para saber que, pariente o no, Arthur es de familia rica y poderosa y a ver, intenta burlarte de él.

 

En fin, que alto, rubio y guapo le ha tomado cariño a Merlín, si entendemos por cariño practicar sus hechizos en su contra. Supone que no tomó muy bien el haber sido vencido por un enclenque en Defensa contra las artes oscuras. ¿Qué podía decir? Nadie parece entender el poder de Merlín sólo porque le gusta más pensar en el ámense los unos sobre los otros que su madre le ha enseñado todos esos años.

 

Aunque quizás la cosa no vaya así, pero, detalles. Así que el quinto curso no ha sido diferente. La casa Gryffindor debe replantearse sus virtudes considerando la gente que tiene entre sus filas.

 

No todo es malo, por supuesto. Ha conocido gente agradable. Un Hufflepuff de tercer año llamado Lancelot que le ayudó mucho durante su primer año. El chico siempre estaba en la biblioteca. Es bonito y de sonrisa fácil y Merlín piensa en cómo pueden todos odiar la idea de estar en Hufflepuff si todos parecen siempre traer bizcochos bajo el brazo y banditas por si te lastimaste en el bolsillo. Merlín lo declara su nuevo mejor amigo casi desde el primer día. Y luego está Gwaine, un Gryffindor de su mismo curso, quien no parece del tipo estudioso y aún se pregunta Merlín qué hacía en la biblioteca sí parece pasar sus exámenes por milagros inexplicables por la ciencia y la magia. Él comparte su apatía por el comportamiento de Arthur y le asegura que sólo es un niño mimado que se siente dueño del mundo. Lo declara su segundo mejor amigo, por debajo de Lance porque tiene esa manía de tocarle el trasero preguntándole dónde se lo ha dejado, lo cual realmente lo ofende aunque sólo sea un intento de broma.

 

Así que sí, ese es su quinto curso, más o menos. O esperaba que ese fuera porque Merlín no sabía qué diablos era eso del torneo de los tres magos y ¿cómo demonios terminó su nombre en el cáliz?

 

—Antes tenían una regla de edad para ese torneo, pero se pusieron más flexibles los últimos años —explica Lancelot.

 

Y bien, guay, eso no explica qué hacía su nombre en el cáliz.

 

—Pero yo no puse mi nombre…

 

Una risita poco disimulada y llena de malicia llama su atención. Mordred, un chico de Slytherin está riéndose sin disimular con sus amigos.

 

Tarde se da cuenta que ese ni siquiera es el peor de sus problemas.

 

5

 

¿Enfrentarse a un dragón escupe fuegos como una de las pruebas? Vale, tráiganle tres. Se ha estado enfrentando al retrograda mundo mágico desde hace un año, esto es pan comido. Nadie le dijo que enfrentar la ira de Arthur Pendragon venía en el paquete. Porque sí, el chaval está molesto porque no fue su nombre el que escupió el cáliz y la reinita se ofendió mucho más cuando Merlín le comentó que cuando quisiera, cambiaban de lugar.

 

Se ganó otro baño de lodo por bocón.

 

La cosa es que no pensó que fuera tan… fácil el dichoso torneo. Se lo pintaban como la cosa más terrible y peligrosa a la que se enfrentaría en su vida.

 

Sin embargo, descubrió que Kilgharrah, el dragón contra el que debía enfrentarse, era un buen conversador. Algo críptico y al parecer le gustaba mucho hablar de monedas y sus dos lados, pero ¡Ey! ¿Cada cuánto descubres que puedes hablar con los putos dragones? Merlín se sentía en pleno carnaval.

 

El caso, que el dragón le entregó el estúpido huevo y le dijo que lo abriera bajo el agua para escuchar la voz de las sirenas.

 

Porque, obviamente, con los dragones vienen incluidas las sirenas.

 

Este mundo se pone cada vez mejor. Lamentaba mucho no poder usar su celular para contarle a su madre sobre todas esas cosas tan geniales que poco a poco iba descubriendo. El año pasado lo llevó consigo a la escuela pero descubrió que no sólo no había recepción sino que tampoco había toma corrientes para poder cargarlo y al menos escuchar algo de música. Podría intentar algún hechizo para cargarlo pero por experiencias pasadas sabe que no es exactamente una idea muy inteligente sino quiere terminar friendo, de nuevo, su celular. Así que no, no celular para él. Y no se arriesgaría a enviar una lechuza para que intenten alimentarse de sus conejos.

 

6

 

—¡Puedes hablar con dragones, Merlín! ¡Con dragones! ¿Qué más sabes hacer?

 

Gwaine tenía dos horas exclamando lo increíblemente fabuloso que era Merlín y sus dones ilimitados. Era halagador y molesto y esperaba que se callara pronto pero al mismo tiempo le gustaría que siguiera alabándolo un poco más. No estaba muy acostumbrado a que alguien le diera halagos. La mayor parte del tiempo la gente le decía lo increíblemente torpe que era y menospreciaban su increíble poder de destruir todo a su paso. Es un don, ¿qué puede decir?

 

—¿De qué hablaron exactamente? ¿Cómo supiste que podías hablar con él? —fue Lance quien le acribilló a preguntas cuando no había ni podido contestar las de Gwaine.

 

Lo medito durante un rato, porque la verdad no había hecho nada, ni siquiera usado una chispa de magia.

 

—Pues nada, en realidad. Yo sólo…

 

—No quiero pelear contra un dragón —masculló a nadie en especial. Era lo último que necesitaba. Tenía una espada que apenas podía cargar, un escudo de madera que si se astillaba terminaría por matarlo porque esa es sólo su suerte y poca motivación para ese enfrentamiento.

 

—Yo tampoco quiero luchar, humano —dijo una voz rasposa y profunda que le hizo levantar la vista del cuidadoso escrutinio que le hacía al escudo.

 

—¿Disculpa? —preguntó a la nada, porque ahí no había nadie más con él y los espectadores se encontraban algo retirados para no salir lastimados. Muy astutos, pensaba Merlín.

 

—Dije —repitió la voz, y frente a él se materializó la cabeza de un enorme dragón rojo. Su pura cabeza era dos veces el tamaño de Merlín. Sus escamas rojas brillaban intensas a pesar de la oscuridad y sus filosos dientes asomaban de entre sus fauces. Sin embargo, Merlín no se sintió amenazado en ningún momento, al contrario, en un acto de estupidez muy digna de él pasó una de sus manos por lo que parecía la mejilla del dragón sin tener en cuenta que todos en la audiencia estaban a punto de sufrir un paro cardiaco— que yo tampoco quiero pelear contigo, niño. ¿Cuál es tu nombre?

 

—Merlín —contestó Merlín sin pensar, continuando con sus caricias hacia un dragón que parecía ronronear como gatito—. ¿Tú cómo te llamas?

 

—Kilgharrah.

 

—Kilg… ¿qué? Te llamaré Kill, porque apreció la ironía de que no me matarás.

 

La risa del dragón retumbó como un terremoto en el cerrado espacio donde se suponía debían estar peleando. A Merlín le gustó el sonido. Era profundo, poderoso y hacia que su estómago cosquilleara de alegría.

 

—Tú sí que tienes un nombre muy interesante —comentó el dragón después de recuperarse de su pequeño ataque de risa y simulando lo que él cree es un encogimiento de hombros muy dragonil.

 

Merlín no estaba haciendo un puchero, claro que no.

 

—No puedes llamarte Merlín y estar rodeado de esta gente —no sabía en qué momento se sentó en el suelo, con la cabeza del dragón recargada en uno de sus costados mientras continuaba con sus caricias. Estaba tan inmerso en lo increíble que era hablar con un dragón que no podía pensar en nada más, mucho menos en toda la conmoción que estaba causando con todas las escuelas presentes. Donde muchos esperaban ver un poco de sangre, terminaron por presenciar cómo un mocoso se ponía tranquilamente a charlar con un dragón. No había precedentes y nadie se atrevía a interrumpir. Una cosa era considerar a Merlín un enclenque, otra muy diferente era enfrentarse al dragón más feroz de toda la batalla… al supuesto dragón más feroz. Ya nadie estaba seguro de nada.

 

—¿Esta gente? —preguntó Kilgharrah, restregando sus fauces por los costados de Merlín, como si intentara marcar territorio, pensaba el chico —. Tú eres parte de esta gente.

 

—He vivido más tiempo con los… los muggles —escupe la palabra con dificultad. No entiende porqué debe haber palabras para definir a los demás, como sangresucia. Los magos son demasiado delicados con las palabras, supone que por lo hechizos. Deben creer que las palabras tienen el poder de maldecirte con sólo desearlo, como los brujos antiguos que eran quemados en las hogueras y antes de morir maldecían a todos los pueblos.

 

Pero Merlín no cree demasiado en eso, cree más en las acciones y en el poder de los actos buenos o malos, que son lo que al final de verdad importa. Pero no está aquí para cambiar a todo un mundo sólo porque considera que viven demasiado en el pasado. ¿Hola? ¿Celulares y computadoras? Alguien necesita actualizarse por aquí.

 

—No importa el tiempo que tengas en un lugar u otro Merlín, al final los dos son parte de ti y de lo que eres, como las dos caras de una moneda. No puedes escapar sólo porque te sientes solo o asustado. Hazle justicia a tu nombre y enfréntate al mundo, tienes el poder de hacerlo, tienes un increíble poder. No lo sé porque estés hablando conmigo, lo sé por el miedo que percibo de ellos hacia ti.

 

—No quiero que me tengan miedo…

 

—¿Les has dejado conocerte bien?

 

—Ellos no quieren conocerme, creen que soy raro con un nombre demasiado grande al que no le hago justicia.

 

—Eso es porque no te conocen. Déjales ver poco a poco lo que hay dentro de ti y sabrán las cosas maravillosas a las que estás destinado. O simplemente que eres un buen chico…

 

—Y poco más, le gusta mucho hablar, supongo que no lo hace a menudo —terminó con su relato ante unos asombrados Gwaine y Lancelot—. Después me comentó lo del huevo y la voz de sirena.

 

—Creímos que a McGonagall le daría un paro cardiaco, estaban comenzando a reunir gente para rescatarte cuando vieron que estabas hablando con él. Nadie daba crédito. Kilgharrah tiene fama de ser un dragón muy agresivo.

 

—Si te presentas con una afilada espada y mucha hostilidad cualquiera se pondría agresivo —explica Merlín con lo que él supone es lógica.

 

—Supongo —comenta Gwaine—. Pero hasta Arthur se puso un poco pálido cuando vio eso, juraría que sus amigos tuvieron que detenerlo para no aventarse contra el dragón y salvarte como la princesita que eres.

 

—¿Arthur? —pregunta Merlín con incredulidad, para segundos después soltarle un golpe en el hombro a su amigo—. No eres nada gracioso, tonto.

 

—Sí, Arthur —corrobora Lancelot, a quien Merlín nunca podría llamar mentiroso porque es demasiado bonito como para saber lo que es una mentira—. Percival y Leon tuvieron que agarrarlo de los brazos, se veía bastante asustado y enojado. Cuando todos nos dimos cuenta que estabas sólo hablando con el dragón pareció calmarse bastante.

 

—¿Cuáles fueron sus palabras? Creo que puso en voz alta lo que todos pensamos… “Ah, sí, por supuesto que también habla con dragones. Sólo puede ser Merlín”. O algo por el estilo. La verdad Lance y yo pasamos nuestros cinco segundos de miedo, después pensamos que es lógico.

 

—¿Por qué tendría que ser lógico?

 

—Bueno, porque eres tú —dijeron los dos a la vez, como si lo hubieran ensayado desde antes.

 

—Y cómo eres tú pueden pasar un montón de cosas inexplicables y tener lógica —continuo Lance.

 

—Todos sabemos que eres el mago más poderoso de esta generación Merlín, no necesitas tu varita para hacer cualquier hechizo, y me refiero a cualquier hechizo. He notado que puedes conjurar tu patronus sin siquiera decir el hechizo. Por supuesto que puedes hablar con dragones, creo que es lo de menos.

 

Sus mejillas y sus orejas, las cuales son difíciles de hacer pasar desapercibidas por su tamaño, se sienten calientes y supone él que se está sonrojando. Como ha dicho, no está nada acostumbrado a que la gente diga cosas agradables de él.

 

Lancelot le regala una sonrisa resplandeciente y después procede a abrazarlo porque sabe, o se hace una idea, de lo que está pensando Merlín. Le parece algo triste que nadie en el pasado haya reconocido lo suficiente sus habilidades para que unas pocas palabras lo hagan sentir tan acalorado.

 

—Pero, por favor, no vuelvas a hacer eso, casi me matas de un susto —dice aún abrazándolo con fuerza, antes de sentir cómo Gwaine se une al abrazo grupal.

 

—Sí, hombre, casi me hago encima, si su majestad Arthur no iba por ti, habría sido yo, nunca vuelvas a asustarnos así.

 

Continuaron un rato más abrazados en el pasillo. Merlín tenía el huevo entre sus brazos y sus extravagantes adornos se le estaban clavando en las manos y en el pecho, pero no cambiaría ese abrazo por nada del mundo.

 

Y tampoco les diría a sus amigos que había quedado con Kilgharrah en ir a visitarlo por todo el tiempo que le tuvieran cerca, más o menos hasta finalizar el torneo.

 

No decirlo, no es mentir.

 

Algo así…

 

6

 

Gwaine de alguna manera se las arregló para conseguir que Merlín llegara al baño de los prefectos a media noche, unos días después de todo el lío con el dragón. Todos los alumnos de Hogwarts, Durmstrang y Beauxbatons habían hecho todo un revuelo. Mientras unos consideraban que era trampa lo que había hecho Merlín, pues en si no se había enfrentado al dragón, otros decían que no había regla alguna sobre ese enfrentamiento, nadie decía que debía pelear contra él. La cosa era sólo conseguir el cofre y listo. Pelear era sólo cosa de supervivencia. Hablar con el dragón de cierta forma lo era.

 

Y mientras parecía hacerse de un pequeño grupo de fans, sus “amigos” parecían aumentar. Las bromas de lodo y agua habían pasado a ser un poco más agresivas y Gwaine tuvo una dura pelea con Mordred porque una de sus bombas fétidas le había dado peligrosamente cerca de la cara a Merlín, lo cual no parecía para nada un accidente considerando que jugaba en el equipo de quidditch y su puntería era una de las mejores para alegar algo accidental.

 

Merlín prefería ahorrarse problemas y no hacer nada al respecto pero Gwaine tendría castigos por las próximas dos semanas junto a Mordred, Arthur, Percival y Leon, quienes estaban en algún lío por no sabía bien qué razón.

 

Así que… sí, Merlín estaba en el baño de prefectos, intentando darse prisa porque Myrtle la llorona gustaba de andar por ahí acosando a los chicos y no sabía si sería capaz de soportar tanta humillación junta.

 

Había un críptico mensaje entonado por una melodiosa voz. Tuvo que escucharlo un par de veces para intentar descifrarlo. Era la tercera vez que salía del agua después de escuchar el mensaje cuando un manchón rubio apareció frente a él.

 

—¡Mierda! —exclama cubriendo innecesariamente sus partes con el huevo, lo cual hace que sus ornamentas se claven incómodamente en partes sensibles de su cuerpo, y alejándose al otro extremo de la enorme bañera llena de espuma antes de darse que alto, guapo y rubio, mejor conocido como Arthur Pendragon está muy desnudo y muy atractivo frente a él.

 

—Merlín —dice con un tono solemne, como sino no acabara de darle un susto de muerte, a modo de saludo.

 

—¿Arthur? —contesta estúpidamente, como si de pronto la poción multijugos fuera a perder efecto y alguien más aparecería frente a él.

 

—¿Estás bien? —pregunta nuevamente alto, rubio y muy desnudo, como si fueran amiguetes de toda la vida y Merlín tuviera una respuesta válida a todas sus preguntas.

 

—¿Sí? —no sabe si está respondiendo o preguntando, pero a estas alturas no está seguro de muchas cosas. La principal, qué hace ahí el rubio y porqué está tan increíblemente desnudo metiéndose con él a la tina.

 

Merlín no sabía que tenía esta fantasía hasta que se le cumplió. Quién lo diría.

 

Arthur se ríe en respuesta, no sabe si es porque lo considera increíblemente estúpido o increíblemente gracioso. Ninguna opción le gusta demasiado.

 

—¿No tenías castigo? —intenta hacer platica, porque considera que irse corriendo en ese momento sería muy mal educado.

 

—Es media noche, ya terminó el castigo.

 

—Ah…

 

Y sí, ah. Merlín no sabía que Arthur tenía el poder de volverlo mucha más torpe e idiota que de costumbre. Hoy es un día de demasiadas revelaciones.

 

—¿Ya sabes para qué sirve el huevo? —dice Arthur después de un largo y algo incómodo silencio.

 

Claro, por supuesto. A Arthur seguramente le interese más los misterios que envuelven todo ese rollo del torneo de los tres magos. Pero bueno, al menos no le está insultando y soltando bombas de lodo. Hay que verle el lado positivo.

 

Merlín hace un movimiento con sus huesudos hombros, lo que se traduce como un encogimiento y musita un suave “no entiendo el mensaje” que se escucha sólo porque el lugar está increíblemente silencioso.

 

—Me han comentado que las sirenas suelen tomar una posesión muy valiosa de la persona que está participando, generalmente una persona.

 

—¿Una persona? —repite Merlín de forma pensativa—. Supongo que Gwaine o…

 

—¿Estás saliendo con Gwaine? —interrumpe Arthur antes de que pueda decir que Lancelot también es una opción, su tono un poco más hosco de lo normal.

 

—¿Salir…? ¿Qué? ¡No! —la sola idea le horroriza—. Es uno de mis mejores amigos, iba a decir Gwaine o Lancelot a menos de que traigan a mi madre, lo cual creo que es imposible…

 

—Siempre te anda manoseando el trasero —responde Arthur encogiéndose de hombros, un poco más tranquilo.

 

—Sí, y después me pregunta dónde me lo he dejado. Su bromita está perdiendo gracia.

 

Por toda respuesta obtiene una estridente risa por parte de Arthur que se alarga por cinco minutos en los cuales Merlín juraría que ha roto varios records con su nivel de sonrojo.

 

—Esa es buena, realmente muy buena —dice el rubio una vez superado el ataque de risa, para bochorno de Merlín—. Aunque considero que no está tan mal a pesar de que eres muy delgado —agrega después, con la voz muy baja.

 

—¿Qué?

 

—¿De qué?

 

El silencio después de eso se vuelve algo incómodo, Merlín no sabe cómo interpretar su comentario y Arthur no parece dispuesto a decir nada más al respecto. Considera que ha pasado el suficiente tiempo para salir corriendo sin que parezca que huye de la situación. Más o menos.

 

Alarga la mano esperando que una toalla llegue hasta ella, porque no tiene la suficiente autoestima para mostrarse completamente desnudo frente a nadie, y sale tan rápido como su torpeza le permite, huevo en mano, para cubrirse con ella sin preocuparse demasiado por secarse un poco.

 

—Debo irme —dice como si no fuera lo bastante obvia su intención.

 

—Realmente no necesitas tu varita para nada, ¿eh? —comenta Arthur sin quitarle el ojo de encima, lo cual hace muy incómoda la tarea de intentar secarse y vestirse sin dejar demasiada piel expuesta. Supone que dejar un poco expuesta su retaguardia será el precio a pagar.

 

—A los profesores les gusta creer que sí —respondió ya seco y medio vestido, ignorando la sensación de esa afilada mirada en su espalda. Espera que sea su espalda—. Nos vemos Arthur —se despide cuando termina de vestirse.

 

—De verdad nada mal —es todo lo que escucha antes de que salga, porque no está huyendo, claro que no, del lugar.

 

7

 

Pues resulta que sí se llevan a Lancelot, porque al parecer es mucho más fácil de engañar que Gwaine, el cual no puede estar 5 segundos solo ya sea por su necesidad de atención o por estar con la conquista de turno. Y supone también porque tiene el lugar como su mejor amigo número uno y los constantes pensamientos sobre lo bonito que es.

 

Le duele un poco la situación, porque está paralizado debajo del mar, amarrado con algo que parece sogas babosas y un montón de bichos raros que se hacen llamar sirenas y Disney le ha estado mintiendo durante mucho tiempo. Se siente estafado y algo molesto porque Lancelot es una cosa preciosa que debe ser protegida de toda maldad del mundo y definitivamente Gwaine es quien debe estar allá abajo sufriendo las consecuencias de este estúpido torneo.

 

No se le dificulta estar bajo el agua y a pesar de su naturaleza torpe es un buen nadador. Así que libera tanto a Lance como a los otros dos chicos atrapados allá abajo porque tampoco le cuesta nada, lo cual hace enfadar de verdad a las sirenas mutantes que van tras su cabeza. Supone que desquita un poco de su molestia contra Disney mandándolos a volar bien lejos y huyendo rápidamente antes de que vengan a buscar venganza.

 

Lance está bien aunque parece que le va a dar hipotermia y le castañean los dientes, pero la enfermera se encargará de ello. Él sólo es consciente de las miradas irritadas que todo el mundo le dirige porque no es justo, a su parecer, lo fácil que hace ver las pruebas.

 

Pues, disculpen, Merlín no tiene la culpa de ser así de asombroso.

 

Al menos es lo que Gwaine contesta si alguien se atreve a decir que es un tramposo.

 

—Hay un puto calamar gigante allá abajo —exclama Merlín, la emoción desbordando en su voz porque es increíble. No es un animal mágico ni especialmente fantástico, pero es un puto calamar gigante.

 

Siempre ha sentido más afinidad con los animales que las personas. Cuando tenía su apacible vida no demasiado mágica, criaba conejos, gallinas, cabras, caballos, ovejas, vacas, hasta perros y gatos. Le gustaba la sensación de libertad que tenían todos, y  a la vez la lealtad que mostraban cuando cuidabas bien de ellos. Algo que nunca le ha atribuido a ninguna persona, a menos que sea su madre. Aunque su mundo se ha expandido un poco ahora con sus nuevos amigos, no puede evitar esa nostalgia de pasar tiempo con criaturas de sentimientos menos complicados.

 

Así que al día siguiente va y alimenta al bicho enorme y de paso, cuando ve a una sirena merodear por ahí –supone esperando que caiga al agua y poder tomar venganza- les pide disculpas por haber sido tan agresivo, quería terminar rápido la prueba y que nadie saliera herido. La cosa mutante, que a pesar de todo tiene lindos colores y si ignoras las claras facciones de pez, los dientes amenazantes y eso que simula ser cabello pero parecen gusanos, hasta podría ser lindo. Casi.

 

Va de regreso al castillo cuando se topa de nuevo a Arthur. Lo cual es raro, porque está solo y nunca va casi a ningún lugar sino es con Percival y Leon.

 

—Ey, Merlín —dice como si estuviera esperándolo específicamente a él.

 

—Hola Arthur —logra responder sin que le tiemble la voz o que el acelerado latir de su corazón se note demasiado—. ¿Esperas a alguien?

 

—A ti —sonríe todo brillante y principesco y si Merlín no se cubre los ojos para no quedar ciego ante lo mucho que está brillando es porque no quiere verse exagerado.

 

—¿De verdad? —voltea para todos lados, esperando que en cualquier momento una multitud de gente salte y le diga que es parte de una broma que está siendo grabada para un programa.

 

Pero, bueno, mundo mágico, no videocámaras ni celulares. Lo cual lo alivia un poco, más o menos.

 

Arthur sonríe más, como si fuera capaz de leer sus pensamientos, lo cual le jode un poco porque es la sonrisa que le da todo el mundo. Supone él que todos pueden leer a la perfección sus sentimientos o él es muy malo guardando sus expresiones.

 

El caso, que Arthur se acerca lentamente, como cliché de película romántica y el corazón de Merlín sale disparado en su pecho. Es demasiado joven para tener hipertensión, pero al parecer todos por aquí quieren poner a prueba su resistencia. Le quiere decir que se detenga, que esto no es un cliché juvenil, pero es triste porque nadie por aquí entiende sus referencias porque no muchos se ponen a ver películas. Los hijos de muggles, supone, pero están tan emocionados con la magia que tienden a olvidar que hubo un mundo diferente antes de esto.

 

Lo que daría por ponerse a canturrear con alguien canciones de Disney.

 

—¿Escuchaste lo que dije? —la voz del rubio le regresa a la realidad, está a un palmo de distancia y le ve con el ceño ligeramente fruncido—. Pareces estar en otro mundo.

 

Casi, piensa Merlín.

 

—Em… ¿no? —intenta dar un paso atrás porque necesita su espacio personal para poder pensar con más claridad y dirigir sus pensamientos por el buen camino, pero el rubio no le da tregua porque avanza un paso más largo y ahora sí están demasiado cerca.

 

Es curioso, de verdad. Merlín nunca se ha planteado que este chico es demasiado guapo para su propio bien. Que sí, lo llamaba alto, rubio y guapo en su mente porque a veces le gusta resaltar las cualidades humanas. Pero ahora hay diferencia, porque piensa en lo increíble de su guapura y en lo chumo que le gustaría que esa guapura lo encontrara a él… bueno, menos torpe de lo necesario para hacer algo al respecto con esta atracción que terminará por causarle un paro cardiaco a los treinta años.

 

—Te decía, el baile…

 

—Ajá —ni idea de qué baile, por cierto.

 

—Tú, yo, ya sabes, emmm… ¿compañeros? Sí, eso. ¿Quieres ir conmigo?

 

Y oh dios, eso no podía ser un sonrojo en el rostro de Arthur Pendragon, lo hace demasiado lindo y demasiado guapo. Más de lo que ya es y no es malditamente justo.

 

Pero, esperen…

 

—¿Qué baile?

 

Arthur hace una mueca extraña, mitad me voy a reír, mitad no puedo con tu estupidez que es adorable.

 

—El baile por el torneo, ¿en qué mundo vives?

 

Oh, ese baile. Recordaba  que, como todo en su vida, tenía prohibido faltar y aparte tenía que llevar una pareja y pues… bailar. Iugh.

 

Aunque bailar con Arthur Pendragon no se le hacía tan mala idea, lo que era mala idea es que él quisiera bailar con Merlín.

 

—¿Por qué yo? ¿Quieres ir conmigo porque participo en el torneo? ¿No sería más fácil invitar a la chica de Beauxbaton? O al chico de Durmstrang —se encoje de hombros, pensando que él es la opción menos viable para todo el universo.

 

Por toda respuesta Arthur rueda tanto los ojos que parece que por un momento no volverán a su lugar correspondiente, gesto que la mayoría de la gente que pasa demasiado tiempo con Merlín perfecciona en poco tiempo.

 

—Quiero ir contigo.

 

Y sí, Merlín posiblemente sufra una taquicardia antes de llegar a los treinta.

 

8

 

El baile no fue increíblemente desastroso. Ni siquiera hubo desastre. Merlín no pisó a Arthur en ningún momento y nadie se atrevió hacer ningún comentario sobre ellos llegando juntos y de la mano. Y Merlín no estaba de un bonito escarlata, como Gwaine había dicho al inicio de la noche.

 

Claro que no. Pero si lo estuviera, se justificaría porque Arthur iba con una túnica negra súper elegante que le hacía parecer un príncipe de cuento de hadas y aunque le chocaba sentirse como la princesa –como el escudero, mejor dicho- había disfrutado de los elogios que también recibió. Alguien le mando una buena túnica y Lance le ayudó a que su cabello no fuera un completo desastre.

 

Bailaron, comieron, rieron un montón y se encontró pensando en que al final no todo puede ser tan terrible por mucho tiempo. Pero él tiene una bocota, y pensó que arruinó la noche cuando la abrió de más.

 

—¿Por qué de pronto quieres pasar tiempo conmigo? —se vio preguntando, porque era algo que le quemaba desde dentro y no podía seguir callando. Todo era demasiado repentino—. No es que extrañe las bombas de lodo —agrega, para que la pregunta no suene tan agresiva.

 

Arthur se tensa a su lado y por un momento frunce demás el ceño y Merlín sabe que la ha cagado, como siempre. Sin embargo, el rubio le tranquiliza cuando toma su mano y le acerca de nuevo a él. No sabe en qué momento intentó alejarse, pero su mirada se ve menos irritada de lo que parece.

 

El rubio se encoge de hombros para quitarle hierro al asunto.

 

—Porque soy un idiota la mayor parte del tiempo, es lo que me decías ¿no? —sí, puede que Merlín se lo dijera un par de veces—. Pero este torneo me ha hecho ver lo increíble que eres y realmente quería… ya sabes, ¿ser amigos?

 

Sí, Merlín puede vivir con eso.

 

9

 

El último reto es un laberinto. Un laberinto que cambia de forma, muchas gracias. Y como Merlín es excelente con su orientación, termina muy, muy perdido. O eso cree él, al menos. Y los chicos de las otras dos escuelas no se tocan ni un poco el corazón cuando le atacan juntos, porque esa es sólo la suerte de Merlín. La chica masculla mucho en francés y parece muy enojada. El chico, búlgaro, sueco, noruego o de sabrá dios dónde, masculla en su propio idioma, también irritado. Merlín es un experto en irritar gente y supone que ellos llegaron a su tope en algún momento en el que Merlín no estaba mirando.

 

Y sí, bueno, tiene que correr por un laberinto enorme que le da por cerrarle el paso cuando se le da la gana, huyendo de dos locos que si no fuera porque no quiere ser drástico, tienen todas las intenciones de matarle. El chico búlgaro –noruego, sueco, loquesea- le ha lanzado un hechizo que duele de los mil demonios. Se siente como si su cuerpo se fuera a romper en mil pedazos y Merlín vagamente piensa en un cruciatus. ¿En serio? Este es un nuevo nivel de irritabilidad que ha causado en la gente.

 

¿La explosión de magia? No es totalmente culpa de Merlín. Él mismo ha dicho que a veces es como si tuviera vida propia, sobre todo si parece que hay un peligro inminente. Los chicos salen volando tan lejos, expedidos por una fuerza que llamea azul desde las manos de Merlín, quien no nota el color dorado de sus ojos y ruega a todo lo que puede por no haberles matado.

 

Llegar al cáliz es pura casualidad, cansado, sangrando y mentando madres en un lenguaje que pondría muy triste a su madre. Lo toca sólo porque necesita salir de ahí pero no está para nada listo para el tirón que da su cuerpo y de pronto es una marea de gente gritando que “¡Ganó! ¡Ganó!” y él tiene toda la decencia de sonrojarse después de vomitar.

 

Yey, ganó.

 

Él no se desmaya.

 

O puede que sí.

 

10

 

Despierta en la enfermería, horas después. Las heridas en su cuerpo se están sanando y se siente más o menos como la mierda. Supone que un síntoma de la sanación. No ve a los chicos de las otras escuelas por ningún lado, lo cual supone que a) no los lastimo demasiado o bien b) están en alguna morgue secreta.

 

Espera ser el único tan hecho mierda, porque así es Merlín.

 

Un ruido desde la puerta llama su atención y la melena castaña de Lance se asoma discretamente. Merlín le sonríe para que sepa que “yey, no estoy muerto” y el chico se lanza como un rayo hasta él. Merlín teme por un segundo que vaya a saltarle encima y ahora si muera de dolor extremo. Sin embargo a veces olvida que Lance es demasiado Hufflepuff para su propia existencia y es demasiado consciente del dolor ajeno sin que la otra parte lo muestre, así que sólo se queda al lado de su cama, reprimiendo las ganas de darle un abrazo y una mirada muy mortificada en el rostro.

 

—Ey —dice Merlín, la voz rasposa y dolorida—. ¿Quién murió? ¿Por qué esa cara?

 

Y aunque sólo era una broma, la cara de Lancelot se derrumba mientras toma su mano.

 

—No tienes ni idea, Merlín. Arthur y Gwaine van a estar castigados por siempre. Atacaron al chico de Durmstrang y a la chica de Beauxbaton en cuanto salieron del laberinto. McGonagall está furiosa pero creo que quería hacer más o menos lo mismo.

 

—¿Qué? ¿Por qué? —exclama confundido. ¿No deberían estar todos celebrando para este punto? Festejando el fin del torneo y la sana competencia y esas cosas.

 

—¿Cómo que por qué Merlín? —dice Lancelot, confundido y enojado—. ¿Es que no te has visto? ¡Usaron un cruciatus en tu contra!

 

Oh, eso… Sí, bueno, puede que fuera un poco grave, no sabía que estaba fuera de cuestión.

 

—¡Claro que está fuera de cuestión! —vuelve a decir Lance, al parecer Merlín está comenzando a hablar en voz alta—. Es una maldición imperdonable, pudieron matarte.

 

—Lo siento Lance, tranquilo —dice, apretando un poco más su mano. Merlín sabe que carece de instinto de supervivencia y de la habilidad de odiar a la gente. Claro, dolió como el infierno la maldición, pero está seguro que algo en los chicos de rompió cuando los lanzó. Supone que están más o menos a mano y alguien hará justicia. Mortificarse por eso no parece ser lo más lógico. Pero prefiere no pensar en eso, Lance se ve demasiado asustado así que intenta desviar el tema.

 

—¿Arthur y Gwaine? ¿Poniéndose de acuerdo en algo? Que mal que me desmayé.

 

Al parecer logró su cometido cuando Lance bufa, intentando contener la risa. Pero le cuenta cómo todos al ver que se desmayó después de vomitar se habían asustado muchísimo. Parecía muy herido y cuando revisaron su cuerpo encontraron rastros de una imperdonable. Arthur y Gwaine no habían tardado ni dos segundos en atacar a los chicos de las otras escuelas cuando finalmente los hicieron aparecer. Poco importándoles que una fuera una chica y el otro una mole de músculos. Los desarmaron totalmente y sometieron en menos de cinco segundos. La directora había pegado el grito en el cielo, pero parecía a punto de hacer lo mismo con los chicos y los profesores de las otras escuelas. Dio un sermón de horas sobre la responsabilidad de la enseñanza y las cosas que no deberían los chicos aprender en la escuela. Para horror de todos, que esperaban que el culpable fuera el chico de Durmstrang, se encontró rastro de la imperdonable en las dos varitas.

 

—McGonagall corrió a todos después de eso, diciendo que se replantearía muy bien futuras competencias. Los profesores dijeron que ellos no tenían ni idea de que sus alumnos conocieran tales hechizos pero, ¿de dónde más podría  uno aprenderlo?

 

—De la sección prohibida —comenta Merlín vagamente e intenta ignorar la mirada de incredulidad de su amigo.

 

—No voy a preguntarte nada sobre eso Merlín, pero me alegra que estés bien.

 

Charlaron durante un rato más hasta que Merlín comenzó a sentirse muy somnoliento y Lance prometió visitarle de nuevo al día siguiente.

 

11

 

Pasó dos largos días en la enfermería. Gwaine había logrado escabullirse durante un rato para ir a verle y abrazarle diciéndole que debió haber lanzado con más fuerza a los dos idiotas que le atacaron. Arthur, por su lado, fue a la segunda noche, antes de que le dieran el alta.

 

Se quedó un rato charlando con él, sin hacer ningún comentario sobre el incidente y tomando su mano durante todo el rato que estuvo ahí, lo cual hizo sentir infinitamente mejor a Merlín. Era curioso, se tomaba de la mano con Gwaine y Lancelot todo el tiempo, ninguno de ellos tenía reparos en reafirmar su amistad mediante el contacto físico y si bien Lance al principio era algo recatado con eso, Gwaine era demasiado táctil, así que logro que Merlín y Lance no se sintieran tan incomodos al ir de la mano o abrazarse a la menor oportunidad. Pero Arthur no parecía ser un chico de ese estilo. Demasiado metido en su papel de macho. Pero tocaba mucho a Merlín, quizás porque veía cómo era su relación con los otros dos o quién sabe. Pero la cosa es que su tacto era muy diferente. No sentía nada especial si alguien más le tocaba. Se sentía tranquilo con sus amigos, sí, y adoraba tenerles cerca. Merlín siempre ha sido una persona de abrazos fáciles. Pero la explosión de alegría que Arthur le provocaba era difícil de explicar. Era difícil concentrarse en algo que no fuera su mano sobra la de él y está bastante seguro que de descuidarse un poco las cosas comenzarían a flotar a su alrededor sin control.

 

Y ese fue el final de su quinto y largo curso. Nuevos amigos, nuevos enemigos, nuevas cicatrices y no podía esperar a que terminaran los dos siguientes años.

 

12

 

Mantuvo contacto con sus amigos durante las vacaciones. Lancelot tenía una lechuza que definitivamente pertenecía a un Hufflepuff porque no atacaba a sus conejos y esperaba pacientemente por una respuesta desde la ventana y agradecía con pequeñas mordidas cuando Merlín la alimentaba con algo de carne. La lechuza de Gwaine era torpe como el mismísimo Merlín y sino intentaba comerse a sus conejos es porque tenía la vaga sospecha de que los conejos terminarían comiéndosela a ella. Ha intentado explicarles a sus amigos que por mucho que un conejo parezca lindo y adorable son bestias salvajes si uno se descuida. Lo cual no le queda claro a la lechuza de Arthur porque el bicho intenta atacar a sus amados conejos, los cuales han dominado el noble arte de defenderse como pueden, a base de mordidas y patadas, cada que viene a entregar una carta. Si Merlín fuera una mala persona no le daría ninguna golosina durante cada viaje, pero no puede con la culpa de pensar en todo el recorrido que debe hacer sólo para entregarle mensajes de su dueño.

 

Su madre parece encantada de que al fin se esté adaptando un poco más con la gente del mundo mágico y que no parece que pasa la mayor parte del tiempo solo. Merlín le cuenta las partes menos aterradoras del torneo y de su victoria ante todas las escuelas sin agregar su casi muerte. Sin embargo su madre se pone algo pálida cuando le cuenta que habló con un dragón y alimentó a un calamar gigante.

 

—¿Un calamar gigante? —exclama Hunit horrorizada y Merlín sabe de dónde saco el poder de ponerse verde cuando se asusta demasiado.

 

El verano es largo y caluroso y Merlín nunca esperó añorar regresar a la escuela, aunque sólo sea por ver a sus amigos.

 

Aunque sólo sea por ver a Arthur.

Notas finales:

En fin, primera parte, la segunda pronto, más pronto de lo que creen.

 

O no... jé.


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